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Índice
Staff 2

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Sobre la autora
3
Staff
Moderadora de traducción 4

ஓ¥anliஓ Mokona Je_tatica


Blinda Marijf22

Traductoras
Je_tatica Gaz Mary Jose
Mokona Celemg Blinda
ஓ¥anliஓ Nelshia
Viqijb Marijf22
Electra

Moderadora de corrección
Marta_rg24, Pily & Grizelda

Correctoras
Marta_rg24 Blinda Liraz
Pily Andrea95 AriannysG
Tamis11 Viqijb *Elis*

Revisión final
Pily & Marta_rg24

Diseño
Lectora
Sinopsis
5
Nicole ha estado felizmente casada durante diez años con el abogado y
pez gordo Dominic Rose. Sin embargo, poco después de su aniversario, él se
vuelve frío, como si ella no existiera. Mientras tanto, otro hombre ha estado
persiguiéndola a distancia, demasiado atentamente para su comodidad.
August Corinth es un vampiro maldito de seiscientos años. Debe matar y
sufrir el dolor de sus víctimas cada noche hasta que pueda encontrar a una
mujer que puede resistirse a ser su esclava, su compañera de sangre. Una vez
que la encuentra, no hay ninguna línea que no cruzará para reclamar la
salvación prometida, incluso si esto quiere decir que debe llevarse todo y a
todos los que ella ama.
Capítulo 1
6
Traducido por Blinda y SOS ஓ¥anliஓ
Corregido por tamis11

August Corinth se sacudió del sueño de muerte, agarrando la cruz que


rodeaba su cuello, todavía lo sacudía ya que ni la plata ni el símbolo sagrado lo
quemaba. La cruz era simple, sin adornos, un señuelo de caza. Los humanos
veían los símbolos de la fe, y confiaban en ellos. Pensó, hace mucho, que Dios
aparecería de sopetón y lo golpearía por atreverse a llevarlo. Pero hasta ahora,
nada.
Su pulso latía en la garganta, una leve, firme pulsación que no pararía no
importaba lo que hiciera. Fuego, luz del sol, electrocutarse, estacas, cuchillos,
agua bendita, el ajo; pero nada funcionó. Incluso había intentado la
decapitación, pero la maldita hoja se había roto, negándose a cortar lo
suficiente a través de su cuello para terminar la obra. Era de carne y hueso, sin
embargo, algo de la magia que corría por sus venas hacia de la muerte un
imposible.
La luna brillaba a través de la ventana de plomo. Era demasiado brillante
para un vampiro despertar de un sueño de muerte, pero cerrando los ojos haría
que las imágenes de la pesadilla volvieran. Había soñado con ser convertido y
abandonado por su locvo creador. El vampiro más viejo se había reído en la
victoria cuando se prendió fuego a sí mismo. Ese espantoso rostro detrás de las
llamas aún ardía en la memoria de August.
Desplegó sus extremidades, se estiró y se puso delante del espejo, en
busca de un hombre en lugar de un monstruo. Mientras los días se convirtieron
en semanas, meses, años, siglos, vio menos de sí mismo reflejado de vuelta. Vio
la frialdad y el mal. Pero a pesar de eso, en el fondo estaba la culpa, el terror, el
dolor. ¿Y esos a los que engañó? ¿Aquellos que apresó? Lo siguieron, confiando
felizmente en la energía pacífica y mentiras con las que alimentaba sus mentes.
Cualquiera que sea el breve alivio que la alimentación pudiera brindar,
creaba nuevos sufrimientos, mientras el número de muertos que se elevaba
cada vez más. Y a diferencia de un depredador normal, el vampiro
experimentaba el dolor y el miedo de cada víctima en las profundidades de su
alma mientras tomaba sus vidas una a una. Pero había que hacerlo.
La única esperanza era una vieja superstición expuesta en el libro dorado
que su creador le había dejado, un libro directamente de los dioses quienes
habían hecho al primero de su especie. Los vampiros eran un experimento
sádico, su existencia con la intención de entretener a los dioses que se habían
aburridos mucho de su propia inmortalidad.
En el libro, existía una salida que no implicaba pasar la maldición. Si un
vampiro podía encontrar a una mujer que no pudiera cautivar, quien se
sacrificaría a él como su compañera de sangre, podría alimentarse de ella y
estar satisfecho sin matar. La mujer se convertiría en inmortal para satisfacer
sus impulsos por toda la eternidad. Pero era un mito, otra forma para
atormentar a los que habían caído bajo la maldición de los caprichosos dioses
antiguos. En sus seiscientos veintitrés años de vida, August nunca se había
encontrado una sola mujer que no pudiera controlar mentalmente. 7
Pasó los dedos por el lomo del libro, resistiendo la tentación de leer el
cuento de hadas que le ayudaba a dormir. El hambre se había despertado,
royéndolo, arañándolo desde el interior como un demonio que nunca podría
ser exorcizado. Se envolvió en una bata y se dirigió por la casa, parándose en
la puerta de la bodega.
Su mano se cernía sobre el pomo de la puerta. Podía olerlos, podía
escucharlos susurrando entre ellos allí abajo, planificando un escape
improbable. Dio un largo suspiro tembloroso, y luego giró el picaporte y
comenzó su descenso por las escaleras que crujían. Escuchó a los humanos,
como a los bichos, corriendo hacia las sombras, sus respiraciones
desacelerándose cada vez más tranquilos, aun cuando sus corazones corrían
como atronadores aplausos.
En el sótano había siete jaulas. Una para cada día de la semana. Siempre
era peor para la séptima víctima después de la progresión y el terror de ser
testigo de los otros que llegaron antes. Pero el séptimo siempre era el más
dulce, el más satisfactorio, incluso cuando eso rasgaba el alma de August,
lanzando su humanidad por un oscuro abismo.
Quedaban cuatro. Les traía comida todos los días, y cada uno tenía un
inodoro, un lavamanos, una ducha y un colchón.
Optó por no hacer el monologo de malvado villano, ni entregarse a
pintarse a sí mismo como una víctima para que los demás se compadecieran.
En lugar de eso, arrvastró a una mujer de una de las jaulas. El olor de la sangre
rompió en el aire húmedo cuando ella clavó los dedos, aferrándose de la tierra
irregular para evitar que la sacara.
August cerró los ojos ante sus gritos de ruego y hundió sus colmillos en
su garganta, drenándole la vida mientras se retorcía contra él. Hubo un placer
momentáneo en el acto de la alimentación. Era un punto brillante y dulce de la
luz en su existencia. Era el toque más breve de los cielos, de la perfección, y
duró hasta que la sangre se agotó.
El cuerpo cayó al suelo con un ruido sordo, y se dejó caer justo detrás de
ella, cogiéndola en brazos y acunándola.
―Lo siento, lo siento, lo siento. ―Sus sollozos fueron amortiguados
contra su camisa, pero ella ya no estaba con él para escuchar sus súplicas rotas
de perdón.
―¿August?
La voz era pequeña, pero ella había visto este espectáculo por varias
noches ahora. El miedo salió de su prisionera como la niebla que entraba en un
lago, pero se mantuvo estoica, valiente.
―¿Qué? ―No podía soportar que ella hablara con él, cuando la
necesitaba. Por qué la mantenía con vida, no lo sabía. Bajaba la línea en orden,
pero él se había saltado su jaula hacía dos noches. Ella tiraba de él―: Háblame
―dijo.
Trasladó el cadáver de sus brazos, colocándola en el suelo en una
postura menos macabra, y se arrastró hacia la mujer que le hacía señas. Las
víctimas restantes se trasladaron a la parte trasera de sus jaulas, una en
sofocantes sollozos y tratando de permanecer invisible, el otro, un hombre, 8
meciéndose hacia adelante y hacia atrás, gritando sobre el diablo y el regreso
de Jesús para hacer lo correcto.
Cuando August llegó a la jaula, la mujer estiró su brazo a través de los
barrotes para tomar su mano. No sabía su nombre. No conocía ninguno de sus
nombres. No podía permitírselo saber. Solo haría las cosas más difíciles.
Su piel era suave y cálida.
―Siento mucho que estés sufriendo ―Era una rara joya para terminar en
una de sus jaulas. Lo veía, a través del monstruo, en la crueldad de lo que se
había hecho con él.
Deseó que la mentira de los compañeros fuera cierta. Podría haberla
mantenido durante mil años, más, pero pudo cautivarla fácilmente. Eso hizo que
una parte de él quisiera matarla ahora por la injusticia de una falsa esperanza.
Se deslizó más cerca de la jaula.
―¿Cuándo lo haces, tiene que doler?
August cerró los ojos.
―Sí.
¿Cómo podía explicarle la necesidad de alimentarse, el placer de eso, la
falta de sentido de cautivarla de antemano o la imposibilidad de detenerse una
vez que había empezado? Eso sonaría como la justificación de un monstruo, y
estaría en lo cierto.
―¿Por qué?
―Es como se formó la maldición. Es como tiene que ser.
Con su mano libre, le acarició el cabello, sorprendido cuando ella se
inclinó hacia él en lugar de alejarse. Si mataba a ésta, si la hacía sufrir, nunca se
recuperaría de ello. Su valentía y la compasión en el rostro de su situación era
más de lo que merecía o podría tomar.
Quería quedarse con ella. Pero ¿qué iba a hacer con ella? No podía
tomarla como amante, eso desencadenaría el instinto de alimentación. El sexo
siempre hacia peor el hambre y la muerte más brutal. No estaba segura aquí.
Se las arregló para retirar su mano de su sedoso cabello y se liberó de su
agarre para tomar la llave de su bolsillo. Abrió la jaula y entró. Ella se
derrumbó contra él, temblando, su valentía abandonándola ahora que pensó
que era su turno.
Su mano permaneció en la mejilla.
―Mírame a los ojos. ―Su desnuda mirada se alzó a la suya―. Si te
pidiera que te quedaras conmigo, si quisiera que fueras mi compañera, si te
perdonara ¿te quedarías por el tiempo que te lo pida?
―S-sí.
Se asomó a su mente y dejó escapar una maldición que la hizo temblar
más. Si no pudiera cautivarla, él sería libre. Había esperado que ella dijera que
sí, pero estuviera mintiendo, o que dijera que no, o llorar, o dar algún indicio
de que la idea la horrorizaba, pero a pesar de su miedo, ella quería ayudarlo.
Era un ángel sin poder, ahí para salvarlo, pero sin poder completar la tarea
para la que había sido enviada. Puede haber sido una estrategia de
supervivencia, pero estaba dispuesta, y eso es lo que habría contado si no
hubiera sido capaz de cautivarla. Si la historia en el libro fuera verdad. No 9
había visto ninguna evidencia de ello.
Tomó el control de su mente.
―Saldrás de este lugar y encontraras tu camino a casa. Olvídame y a
todo lo que viste aquí. No tendrás pesadillas o miedos o temor persistente. Será
como si nada de esto hubiera pasado.
La paz se deslizó sobre sus facciones, y en un aturdimiento, ella subió las
escaleras y salió de la bodega.
Tan pronto como se fue, los dos humanos restantes se precipitaron en sus
jaulas.
―Por favor, siento tu sufrimiento. ¡Déjenme salir!
―Por favor, déjanos ir.
La mujer dijo:
―Yo-yo me quedare con usted. Y-yo haré lo que quieras. Por favor.
El rostro de August se ensombreció. No se habían preocupado por su
sufrimiento hace cinco minutos.
―No más misericordia. Tendría que volver a cazar, y ninguno de los dos
vale la pena ese esfuerzo añadido.
Salió de la bodega, cerrando de golpe la puerta a sus ruegos y
encerrándolos para volver a su cama caliente arriba.

―¡Basta, Dominic! ―Nicole se ahogó entre risas.


―No puedo detenerlo, señora Rose. Es el décimo aniversario, el
aniversario de las cosquillas. Me temo que estoy obligado por ley a hacerte
cosquillas hasta que vomites.
Se las arregló para darle una patada alejándolo y llegar a su lado de la
cama king-size. Cogió el reloj de la mesilla de noche y lo sostuvo en alto.
―Nicole, ahora eso no es jugar limpio. La empresa me dio eso.
―Todo vale en la supervivencia de las cosquillas. Lo romperé.
―No lo harías.
Una delicada ceja se levantó.
―Pruébame.
Dominic suspiró y levantó las manos en señal de rendición.
―Está bien, me rindo.
―Eso es bueno porque mi otra idea de defensa era un fuerte de
almohadas. ―Cayó de espaldas sobre las almohadas, su mirada siguiendo a su
marido mientras se levantó de la cama, todo músculo bronceado y elegante. Él
le sonrió, dejando al descubierto ese hoyuelo que tanto adoraba.
Dominic Rose era un gran abogado, pero no se ajustaba a los
estereotipos. No había ni una cosa de mala calidad sobre él. Era amable,
honesto, divertido. Se pellizcó, todavía no está segura después de diez años de
que esto pudiera ser real.
Dominic fue el premio al final del arco iris de las citas, la recompensa por 10
aguantar a todos los cretinos, y estúpidos con los que se las había arreglado de
alguna manera para encontrarse a sí misma en la cama, antes de él. Aún mejor,
a diferencia de demasiados hombres, no la juzgaba por una sola de las
conquistas de su lista. No había tenido que mentir acerca de su número para
apaciguar su ego. Y él no había hecho esas estúpidas cuentas de los hombres,
donde toman el número de una mujer y lo multiplican por una cierta cifra
arcana conocida solo por el club de chicos porque debe ser una gran puta, no
importa lo que ella pueda decir.
A los hombres les encantaba jugar con las zorras, pero cuando llegaba el
momento de comprometerse querían pensar que habían llegado primero. Pero
Dominic era todo acerca de la igualdad de oportunidades. Todo lo que le
importaba era que él la tenía ahora.
Nicole se acercó a la cómoda y empezó a cepillarse los enredos de su
largo cabello dorado. Deseaba poder decir que era una princesa de cuento de
hadas, quien, naturalmente, tenía un color tan fabuloso, pero vino de una
botella.
―¿Qué pasa si alguien de la empresa nos ve en la cena de esta noche?
Ambos dijeron que estaban enfermos para pasar el día en la cama juntos,
no esperando que nadie supiera que era su aniversario, lo que ellos habían
declarado vacaciones secretas.
—Están trabajando hasta tarde. Especularán sobre deposiciones. Es tu
gente de la que tendríamos que preocuparnos.
—¿La floristería? Ah, por favor. ¿Piensas que cualquiera de ellos puede
permitirse salir a Au Soleil? ¿En una noche entre semana, nada menos? Ellos no
tienen ingresos a raudales como tú, nene.
—Buen punto. —La apresuró, sacudiendo su espalda sobre la cama de
nuevo para sofocarla con más besos.
—Dominic, es mediodía, necesito una ducha. Otra vez no. —Fingió
abofetear sus vacilantes manos, riendo tontamente cuando se retorció lejos.
La derribó y abofeteó su trasero mucho más duro de lo que sus
payasadas juguetonas sugerían. Sabía solo por la picadura que la había dejado
marcada.
—Bien. ¡Mete ese lindo trasero en la ducha, entonces, y no dejes que las
mariposas te alcancen!
—Me estas confundiendo con el Tío Chuck. No tengo delirios con
insectos voladores, gracias. —Casi lamentó contarle esa historia ahora. Esto era
solamente una broma de Dominic, pero la idea de que un pariente de sangre
pudiera tener tales vividas fantasías había jugado como un toque bajo de fondo
de tambor señalando algún futura fatalidad.
—¿Quieres compañía? Podría protegerte de ellas.
Se rió, y el toque de tambor retrocedió.
—Eres imposible.
—Extremadamente maravilloso —dijo con su horrible sonrisa de anuncio
de dentífrico. Sonrió así para conducirla a la locura.
—Párate o me moriré de la risa. Literalmente.
Le permitió retirarse al cuarto de baño, pero no se sorprendió cuando él 11
se unió unos minutos más tarde. Tenía que conseguir un pestillo para fijar
aquella puerta. Sospechó que Dominic lo había roto intencionadamente a pesar
de proclamar con inocentes protestas lo contrario. No querría una puerta
cerrada a él donde ella pudiera esperar desnuda del otro lado. Las
oportunidades así eran para aprovechar según su libro.
Nicole se apoyó contra la pared de la ducha y suspiró cuando sus
grandes manos vagaron sobre su cuerpo enjabonándola. Se quiso derretir bajo
aquellas manos fuertes, calientes. Mientras sus manos estaban sobre ella, nunca
nada más podría tocarla. Él era el calor, la protección y el placer que se llevaba
todos sus malos pensamientos y miedos. Sus manos se deslizaron sobre sus
senos y abajo entre sus piernas para frotar el punto que estaba segura no
podría manejar más placer hoy.
—¿Cómo va a funcionar esto para dejarme limpia? —preguntó, tratando
de parecer firme, pero las palabras salieron en tropel como un quejido.
—¿Cómo trabaja la limpieza en seco? Eso es un misterio de la vida.
Solamente acepta que lo hace.
Puso sus ojos en blanco, pero no protestó cuando sus dedos entraron
profundamente dentro de ella. Pensaba que había extraído cada onza de placer
de ella, pero Dominic era un experto en mucho más que en leyes.
Se paró antes de que alcanzara el punto álgido y la dobló hacia adelante. Su
boca rozó el lóbulo de su oreja.
—Pon tus manos sobre el suelo de la ducha y extiende tus piernas
ampliamente para mí.
Quiso protestar, declarando su fatiga. Habían follado tantas veces en las
últimas seis horas que pensó que podría morir por ello.
—Nicole, ahora —prácticamente gruñó.
Alcanzó detrás de ella para pasar sus manos todavía limpias de jabón
sobre su erección. Cómo a él todavía se le levantaba sería difícil de adivinar
para cualquiera. Se preguntó si había tomado un refuerzo de hierbas o médico.
Cuando no se movió lo bastante rápido, Dominic la puso en la posición en que
la quería y la empaló con un rápido empuje.
Él era grande y grueso, y el primer empuje siempre la dejaba jadeando
y con una punzada en su estómago parecida a la de una caída libre. Eso fue
algo que la llevaba alguna vez a resentirse de las demandas sobre su cuerpo.
Aseguró sus manos contra el suelo de la ducha, medio agradecida de que no
fuera a hacerla correrse otra vez.
—Eso es, amor. Solamente tómalo —retumbó él.
Su respiración se tornó más difícil, y terminó rápido mientras el agua
aporreaba enfriándose sobre ellos. Cuando salió, Nicole se encogió en el suelo
de la ducha y se apoyó contra el borde redondeado.
Dominic cerró el agua y volvió con un albornoz. Envolvió el tejido de rizo
alrededor de ella y le echó una mano.
—Mi pobre bebé —dijo cuando besó el hueco de su garganta—. ¿Te
sobrepasé esta vez?
Nicole sonrió débilmente hacia él.
—Estoy agotada. Esta tiene que ser la última vez hoy. 12
—Sin promesas. —Nalgueó su trasero a través del albornoz, luego se
puso a su lado en el doble lavamanos y pasó un peine por su pelo—. ¿Por qué
no vas a la cafetería y traes lo de siempre?
Ella no dejó pasar la oportunidad de un aplazamiento. Este era el único
modo en que tendría cinco minutos de tranquilidad. Su marido estaba en buena
forma hoy.

La cafetería era pequeña e íntima, de barrio. Hacían café cubano, una


mezcla de café que era fuerte, aunque no demasiado amargo. Era todo lo que
Dominic bebía cuando trabajaba en la noche, y él había introducido a Nicole en
su adicción.
Nunca había sido capaz de beberlo tan puro como su marido y siempre
lo remataba con leche fría y espumosa que hacía que se pareciera más a un
batido que a café. Cuando él había tratado de convertirla al verdadero café, su
respuesta había sido:
—Puede tomar mi frappés de mi fría mano muerta.
Dominic prefirió permitirle su vicio antes que asesinarla.
—¡Eh!, Nicolette, ¿lo de siempre?
La mujer había leído un día el nombre de pila de Nicole en su tarjeta de
crédito, y Nicole no se había molestado en corregirla con la versión menos
formal que usaba. Nicolette era un cambio agradable. Eso la hacía su sentirse
sofisticada y misteriosa. Encajaba en la atmósfera del lugar.
El camarero era un elegante orondo pelirrojo con exceso de peso. Si
Nicole fuera del mismo tamaño, estaba segura de que ella no luciría tan
fabulosa.
Suspiró.
—Sí, aburrimos a la gente.
El camarero se rió y marcó el pedido.
Ahí fue cuando Nicole sintió al hombre detrás de ella. Cómo sabía que
era un hombre, no podía estar segura. ¿Llevaba un toque de colonia o
aftershave que hubiera captado? ¿Había oído pasos más pesados detrás suyo
que se hubiesen colado en el fondo de su conciencia? Pero no, él había sido
silencioso como un fantasma.
El pelo en el dorso de su cuello se erizó, e incapaz de soportarlo más, se
dio la vuelta para averiguar quien invadía su espacio. Temió no descubrir a
nadie allí, un claro signo de estar volviéndose loca, pero había un hombre allí.
De pie no más cerca de lo que se consideraba apropiado en cualquier cola de
café. Solo que se había sentido como una invasión de su espacio personal.
El hombre llevaba vaqueros oscuros y una chaqueta deportiva gris. Un
Rolex destelló en su muñeca. Mientras que Dominic tenía el pelo rubio, el pelo
de este era tan negro que parecía como si lo tiñese con un bote de poder
maligno. Sus ojos eran de un avellana claro que casi brillaban contra su piel 13
morena. Había algo triste en su sonrisa, pero también algo peligroso.
La cruz de plata alrededor de su cuello lo proclamaba creyente. Pero la
joyería religiosa no hizo nada para aliviar su ansiedad o convencerla de su
inherente bondad. Aquellos ojos estaban demasiado vacíos para eso.
—Gírese y tome su café —ordenó él, obviamente acostumbrado a ser
obedecido. ¿Quién infiernos se pensaba que era?
—¿Perdóneme? ¿Usted es un poco grosero, verdad? ¿No incluyeron
simpatía en la encantadora escuela a la que asistió?
—¿Cómo se llama? —No pareció consciente de su ironía o de la
inadecuada grosería continuada. El hombre no tenía una onza de gracia social.
Cuando no contestó, él agarró su brazo. Su apretón no fue áspero,
excepto que de algún modo todavía quemaba. Había algo salvaje y espantoso
en este hombre.
—¿CÓMO SE LLAMA USTED? ¡DÍGAME!
—¡No, las manos quietas! —Tiró soltando su brazo.
El pánico cubrió sus ojos cuando él miró alrededor la cafetería buscando
las reacciones, pero aparte de ellos dos y el camarero, el lugar estaba vacío.
Él se reagrupó.
—Discúlpeme. No sé que… esto es… usted me recuerda a alguien que
conocí hace tiempo. Soy August.
Ofreció su mano, pero era demasiado tarde para ser encantador. Nicole
no podía atreverse a tocarlo. En cambio ella se desvió con—: ¿Eso es un
nombre?
—Augustine, pero a la gente le parece gracioso ese nombre.
—A la gente probablemente le parece gracioso agosto1.
Trataba de relajarla ahora, intentando ser simpático con ella con su
calmada sonrisa y centelleantes ojos. Y tal vez si ella fuera alguien más, eso
habría funcionado. Pero era inmune a lo que para la mayoría de estúpidas
lugareñas pasaba por encantador. Sin duda él había dejado una línea larga de
mujeres destruidas en su estela, sus corazones heridos presentados para
marchitarse y morir bajo el caliente sol.
Volvió al camarero, tratando de ignorar el profundo instinto visceral que
le decía que darle la espalda a este hombre era peligroso. Depredador, su
mente gritada con la misma entonación en que uno podría gritar idiota o no te
acerques a un callejón oscuro. Se preguntó si sus sentidos hubieran sido tan
finamente templados si ella estuviera sola y buscara un hombre.
Empíricamente, estaba caliente. Eso solo la habría arruinado, quizás

1
Juego de palabras entre August que en inglés es agosto.
encontraran sus huesos siete meses más tarde en el fondo de un barranco.
—Aquí tiene Nicolette. —El camarero la pasó las dos bebidas de café,
una fría, una caliente.
Tomó las bebidas y se fue directamente afuera.
La campana sobre la puerta sonó otra vez, y supo que la había seguido.
Su corazón retumbaba en su garganta. Otro bloque hasta su coche y todo
estaría bien. Fuera estaba brillante y soleado. Había gente. No iba a agarrarla. 14
¿Y qué? ¿Arrojarla al suelo en medio de la calle y hacerlo con ella? Se estaba
excitando. Imaginando cosas.
—¡Nicolette, espere!
—Aquel estúpido camarero y su costumbre de usar su nombre de pila.
Esto era un gran motivo para pagar en efectivo.
La melancolía en su tono la cogió desprevenida y se dio la vuelta. La
sorprendió que él se hubiera movido tan rápido sin siquiera jadear.
Simplemente no parecía estar en gran forma. Si decidiera perseguirla, ella no
podría adelantarlo. Trató de no parecer aterrorizada. Dominic le perdonaría si
lanzara su café en la cara de este hombre si eso la mantuviera segura.
—Lo siento. No sé qué hice mal allí atrás. No creí que la asustaría o que la
haría sentirse incómoda. Tengo un día raro —ofreció con sonrisa avergonzada.
Sus campanas de alarma vibraron tan ruidosas. Todo dentro de ella le
advirtió que debía poner tanta distancia entre ella y este hombre como fuera
posible. Y rápido.
—Está bien —dijo, tratando de retirarse de la conversación, apoyándose
sobre su Lexus plateado mientras hablaba.
—Quizás podríamos tomar un café algún día.
—Lo siento, no puedo, estoy casada.
Su mirada se detuvo demasiado tiempo sobre su anillo antes de que la
mirara de nuevo a los ojos con una desnuda esperanza que asustó aun de más a
Nicole.
—¿Felizmente? —se aventuró.
—Sí, mucho. Lo siento me tengo que ir. El café de mi marido se está
enfriando. —Se forzó a darse vuelta alejándose, luchando con cada instinto que
lo consideraba imprudente.
Contuvo la respiración hasta que estuvo encerrada dentro de su coche y
salió con seguridad a la calle. Lamentó mirar por el espejo retrovisor y
encontrarlo de pie en el camino, con una decidida expresión en su cara
morena.
Capítulo 2
15
Traducido por Blinda
Corregido por AriannysG

La mente de August corría cuando entró en el Bugatti negro para


seguirla. ¿Podría ser ella…? No, desde luego que no. Eso era un cuento de
hadas. No algo real. Pero no se podía negar que Nicolette se resistió a su
esclavitud. Le molestó cuando lo miró como si fuera una pieza de museo.
Las mujeres mostraban una fascinación mórbida con él, la cual duraría
hasta que estuvieran en su sótano. Luego desaparecería a no ser que las
cautivara para prolongar la ilusión. Y tal gasto de magia requería que él se
alimentara más.
Había deslizado la orden en sus palabras, sus ojos aburridos cavaron
dentro suyo cuando le había dicho que se girara. Cuando aquella horrible cosa
de zombi-robot no le había pasado su cara y ella no había obedecido su orden,
todo se paró. Todos los sonidos que podían oír a kilómetros de distancia se
callaron. Los olores se atenuaron. Los colores se nublaron. Todo lo que existió
fue ella, brillando intensamente igual que brilla una estrella si no hay una noche
nublada.
Esperanza. Salvación. Podría dejar de hacer daño a la gente. Podría dejar
de sufrir. Lo intentaría otra vez, sin atreverse a creerlo todavía. Puso cada onza
de fuerza que pudo en forzarla a obedecerle. La había tocado para fundirse en
una conexión más fuerte, pero no, no podía ser controlada como esclava de
vampiro. Al menos no como la suya.
Le había tomado unos momentos sobreponerse. No recordaba cómo
tratar con seres humanos sin controlar sus mentes, cómo convencerlos o
persuadirlos de lo que quería sin aquel toque de las artes oscuras que los hacía
caer en sus brazos.
Ella tenía el cabello rubio que caía en delicadas ondas hasta mitad de su
espalda. Se la imaginó magnífica saliendo de la cama por la mañana con aquel
cabello enredado y en desorden, cayendo hacia delante para ocultar sus
pechos de la hambrienta mirada masculina. Su piel era luminiscente. Sus ojos
eran de color topacio azul, orlados con oscuras pestañas. Era esbelta y
delicada, pero con la suficientes curvas para no ser infantil. Era, en una palabra,
hermosa.
Pero nada de eso importó. Su belleza, aunque atractiva, no era lo que la
hizo especial. Podía haber tenido un sobrepeso de 15 kilos, con insulso
atractivo, cabello castaño y ojos color agua sucia. Podía haber tenido cincuenta
y cinco, con patas de gallo profundas y una rodilla lesionada. Nada importaba,
excepto el hecho de que él no podía controlar su mente, que ella podría
salvarlo si estuviera dispuesta. Podría haber sido la abuela de alguien, y él le
habría dedicado el resto de su eternidad porque para un hombre condenado
para siempre nada era más atractivo que la salvación.
Pero era perfecta, excepto por aquel único detalle.
Casada. Felizmente.
La mente de August volvió a la mujer que había liberado la noche antes, 16
la única que se habría quedado con él, que se sintió mal por él. No le preocupó
que el sentimiento más fuerte fuera la compasión, ella lo habría salvado. Podría
haber sido su compañera de sangre si su mente no fuera tan débil contra la
esclavitud del vampiro. Tan enfadado como esto lo había puesto, tan injusto
como había sido, no pudo obligarse a castigar a la única alma que había visto la
verdad de su sufrimiento por siglos y le había mostrado compasión.
Nicolette, por otro lado, no sería fácil. Habría sido demasiado esperar
encontrar una mujer soltera, o una cuyo marido fuera poco amable de modo
que ella cayera ante su seducción, que ansiaría su atención y amor. Aunque
August hubiera desistido sobre la historia hace siglos, siempre supo que
independientemente de que él la amara o no, ella tendría que amarlo. No podía
imaginar otro argumento en el cual cualquier mujer se dedicaría a darle de
comer cada noche durante la eternidad, no a no ser que él encontrara un modo
no mágico de obligarla.
Si solo ella fuera infeliz en su matrimonio.
Agarró el volante. No podía controlar su mente, pero podría controlar al
marido. Esto no sería juego limpio, pero mientras la maldición no lo prohibiera,
usaría cualquier instrumento disponible para hacer que todo esto se terminara.

August los siguió a un pequeño y chic restaurante francés, con cuidado


de quedarse atrás a una buena distancia. Incluso oculto entre la parlante
multitud de gente que esperaba, oyó a la maître saludarlos.
—Señor y Señora Rose, tenemos una agradable y apartada mesa al lado
de la fuente como ustedes solicitaron. Vengan conmigo, por favor.
August empujó entre los cuerpos, conteniendo el hambre, y siguiéndolos
atrás en la distancia. Escogió una mesa a varios metros desde donde podría
mirar y oír la conversación inadvertida y tranquilamente. Fue un trabajo rápido
sugerirle a una pareja de ancianos que habían terminado de comer, que ya
habían pagado, y que tenían que marcharse enseguida. Tomó su sitio,
agradecido de que la mayor parte del alimento se hubiera ido. Bebía bebidas
como café y vino, sin embargo los alimentos sólidos, los encontraba
desagradables.
—El camarero se acercó con prudencia. ¿Hmm, señor, qué sucedió con
la pareja de esta mesa?
El vampiro rió encima de él, capturando la mirada fija del camarero.
—Mi esposa y yo hemos estado aquí toda la tarde. —August se imaginó a
la morena que había estado en su sótano la noche anterior, a la que había
liberado. Indicándole que se sentara enfrente suyo.
El camarero se dio la vuelta hacia la silla vacía y sonrió.
—Lo siento, señora, no sé dónde tengo la cabeza o por qué no la vi
sentada ahí.
August aclaró su garganta y el hombre volvió. 17
—Por favor no nos moleste de nuevo. Olvide que esta mesa existe hasta
que yo haya dejado el restaurante.
—Oh, sí, señor —dijo él, su expresión de mirada ausente y robótica,
convencido de que esto era una petición normal y que actuaba por su propia
voluntad.
August cambió su atención hacia Nicole y su marido varias mesas más
allá. Se había sentado para observar donde la mujer le daba la espalda. Ella se
había vuelto rígida en la cafetería justo antes de que se girara. Si lo hiciera
ahora, no sabía cómo la manejaría o a los testigos. Si supiera que él la miraba,
tendría que tomarla, y sería un sucio y duro lío limpiar a tantas personas
alrededor. Y esto de poco le serviría para convencerla de hacerse su
compañera.
Miró al marido deslizar una aterciopelada caja negra a través del lino. El
vampiro filtró el ruido alrededor de él para oír su mesa. Pareció hueco y
metálico, sin embargo el contenido de la conversación era bastante fácil de
recoger.
—Feliz aniversario, amor.
Abrió la caja para revelar una pulsera de diamantes. Incluso a esa
distancia, August sabía que el hombre tenía buen gusto. Y dinero. La culpa lo
apuñaló por lo que estaba a punto de hacer. Pero no importaba. No había
ningún precio demasiado alto que pagar, ningún mal era tan grande como el
que tenía que cometer cada noche para cumplir con las exigencias de la
maldición. Tendría que entender. Aprendería a amarlo de forma que lo hiciera
todo menos horrible para ella. Tarde o temprano su marido se descoloraría en
su mente y un día no dolería más.
—Oh, Dominic, es hermoso. ¡Gracias! —Ofreció su delicada muñeca, y él
hábilmente manejó el broche para ponerlo sobre ella—. Será exactamente
como antes. Quiero verlo en un espejo contra mi vestido. —Se disculpó para ir
al tocador, y August se giró hasta que ella se fue, entonces se abrió paso hasta
el asiento desocupado.
—Perdóneme, pero mi esposa es…
August tomó la mano del hombre y capturó su mirada, poniendo toda la
fuerza su poder en esclavizarlo. No podría haber ningún margen de error.
—Escúchame. Te es indiferente tu esposa. Ella te molesta. Deseas que se
marche.
Dominic asintió en conformidad, su cara con la mirada perdida
previamente de aclararse, pero estaba fuera de la puerta antes de que pudiera
notarlo otra vez.
***

Nicole admiró el reflejo de la pulsera en el espejo. Brillaba incluso más


de esta forma. Sonrió mientras observaba el baile de diamantes brillando con la
luz. Aunque este fuera su décimo aniversario, no había esperado algo tan 18
extravagante.
Él había inscrito esto. La escritura grabada sobre el lado de abajo decía:
Tan afortunado de haber encontrado a mi compañera del alma. Muchos
nunca lo hacen. –D
El número de casos de Dominic había sido intenso estos últimos meses, y
ella había asumido que la cena sería el regalo. ¿Cuándo había encontrado
tiempo para ir a una joyería? Lavó sus manos, toqueteó su cabello un segundo,
y pasó un toque de brillo sobre sus labios. Cuando estuvo satisfecha de que
todo estuviera en su lugar, volvió a la mesa.
—Pedí por ti —dijo Dominic, sus ojos apuntaban a su teléfono.
—Oh… está bien, supongo. —Ella a menudo pedía lo mismo en Au Soleil,
pero no siempre. Sabía sus preferencias, pero no era de él pedir por ella. Era
algo tan arrogante, controlador, y condescendiente de hacer que no se pareció
a su marido en absoluto. Fuera de unos ligeros juegos en el dormitorio, era en
su mayor parte el hombre más equitativo que alguna vez conociese.
Una de las cosas que siempre le gustaron sobre él era que aunque
estuviera acostumbrado a conseguir lo que quería, nunca la trató como si fuera
un trofeo en su brazo. Ordenar por ella cruzaba una línea donde la veía como
una bonita cosa para ser vista más bien que como una persona para ser
escuchada.
Retiró su silla y se sentó, mirando fijamente la copa de agua delante de
ella.
—Dominic… —Hizo una pausa, tratando de encontrar un modo de decirlo
sin sonar como una musaraña fastidiosa. Nunca había sido gruñona con él. Su
relación había tarareado todo el tiempo, con ambos siendo considerados con el
otro la mayor parte del tiempo—. Dominic, no me gusta cuando la gente ordena
por mí. ¿Después de diez años juntos, deberías saberlo?
Él todavía se encontraba preocupado por su teléfono.
—¿Estás de broma, Nicole? Pides la misma maldita cosa en todos los
sitios donde vamos. Después de diez años, sé lo que te gusta.
Se tambaleó hacia atrás como si la hubiera abofeteado, su garganta se
contrajo.
—¿Pasó algo mientras me fui? ¿Tuviste alguna llamada del bufete?
¿Averiguaron que tomaste un día libre para nuestro aniversario?
La molestia arrugó su frente.
—No todo es sobre ti, querida. Tal vez es hora de que aprendas eso. —
Volvió a su teléfono y ella lo miró, sintiendo como si le hubieran perforado la
tripa.
La pulsera se volvió un pesado peso, sus destellos y grabados de
palabras cariñosas huecos y vacíos.
Su Poulet aux Porto finalmente llegó, dándole algo más para enfocar.
Dominic paleó el alimento en su boca como si no pudiera esperar para salir del
restaurante. Su comportamiento era más apropiado para un defensor de un
bufete de asuntos de familia que de un marido de cena con su esposa en un
sofisticado restaurante.
Tal vez algo se había equivocado con un caso. Pero él nunca había 19
tomado las cosas así con ella antes. Siempre la trataba como si fuera su mundo.
Nunca había creído en compañeros del alma, pero su marido la había
convencido que esto era un fenómeno real y que él era el suyo. Se había creído
afortunada.
Y ahora que tenía una pequeña prueba de lo que las mujeres de muchos
ocupados abogados vivían, encontró que no podía aguantarlo.
Se atragantó con su cena y trató de contener el flujo de lágrimas. ¿Cuán a
menudo peleaban o tenían ellos un carácter desagradable como este? Él se
encontraba bajo mucha presión, eso era todo. Sin embargo este era su
aniversario. Era un momento inoportuno, para que pasaran estas cosas, estaba
segura de ello.
Dominic no coqueteó o bromeó de camino a casa. No habló en absoluto.
Era como si fueran extraños compartiendo un taxi. Cuando llegaron a casa, él
se encerró en su estudio y no salió otra vez. Nicole se quedó esperando hasta
las dos de la mañana, cuando se fue a la deriva en un sueño irregular.
Capítulo 3
20
Traducido por Marijf22
Corregido por Andrea95

August observó a Nicolette durante todo el mes pasado. Cada día ella
parecía estar más demacrada y desolada que el día anterior. Había pensado
que si él podía quitarle el brillo de Dominic Rose, sería suya, pero ahora que
había llegado el momento para hacer su movimiento, se dio cuenta de que
haberla secuestrado aquel primer día habría sido la decisión más
misericordiosa.
Era cruel manipular su corazón de esta manera, pero si ella supiera lo
que él había sufrido... lo entendería con el tiempo. Y ahora que Dominic no era
ningún premio ¿Esa comprensión no llegaría mucho antes? Todo lo que August
había querido era que ella viniera a él sin tener que ver a su fealdad, sin tener
que temerle, pero a pesar de que no podía controlar su mente, estaba
controlándola a ella.
La maldición era específica. No había nada normal en la coerción o
fuerza no mágicas. Lo único que importaba es que ella estuviera de acuerdo;
como fuera que él la llevara hasta ese punto; en ser su compañera de sangre y
seguir con eso hasta el final.
Tomó una respiración profunda y la siguió a la tienda de comestibles. En
la sección de productos, se tropezó con ella entre la lechuga romana y el
calabacín.
—Oh, perdón —dijo, encendiendo el encanto, empujando el
remordimiento a un segundo plano. Si veía su malestar huiría como un conejo
asustado, era mucho más observadora que las mujeres que estaba
acostumbrado a tratar.
Su corazón se rompió por ella. Tenía los ojos enrojecidos e hinchados.
Podría derrumbarse allí mismo, en la tienda de comestibles. August extendió la
mano, necesitando consolar a la persona más valiosa en su mundo, la que iba a
proteger a toda costa, pero que en este momento estaba lastimando por un
bien mayor.
Retrocedió, mientras sus ojos se iluminaban con reconocimiento y un
indicio de miedo.
Él apartó la mano.
—Lo siento, parecías triste. ¿Por qué no dejas tu carro y vienes conmigo a
tomar un café al lado? Puede ser útil hablar de ello.
Cualquier otra mujer habría batido sus ojos, emocionada por su atención,
el control mental anulando cualquier instinto de conservación que pudiera
advertirle de un depredador, a menos que la mujer no fuera consciente de sus
instintos y no requiriera de sugestión alguna en absoluto. Pero Nicolette estaba
insegura, asustadiza.
—Y-yo no lo creo, pero gracias. —Tomó una bolsa y la llenó con el
calabacín que estaba detrás de él y comenzó a empujar su carro en la dirección
opuesta.
Si ella se alejaba de él esta vez, no tendría otra oportunidad de hacer
esto de la manera agradable. Un tercer acercamiento la haría sentir acechada y 21
erigiría barreras más fuertes contra él. Un cuarto podría ser igual a una orden
de restricción sin importar cuán separados fueran sus encuentros. La siguió,
tratando de borrar la desesperación de pánico que sin duda ella había
experimentado, en su primer encuentro semanas atrás. Esa emoción intensa no
haría nada para calmar sus temores.
—Nicolette, espera. —Su voz era más controlada que el día que la había
perseguido fuera de la cafetería.
Se detuvo, pero no se volvió, sus hombros irradiaban tensión. Cuando
llegó a su carro, dijo:
—Recuerdas mi nombre.
—Y tú te acuerdas de mí. —No estuvo un cien por ciento seguro de que
su miedo no fuera debido a una desconfianza natural hacia los hombres que no
conocía. Algunas mujeres eran así, y considerando todas las cosas, era bueno
tener un instinto así. Y no solo cuando se trataba de vampiros.
—Serías difícil de olvidar —admitió.
No estaba seguro de que fuera un cumplido, pero lo aceptaría.
—Un café. Te sentirás mejor.

***

Nicole no estaba segura de por qué aceptó el café con el desconocido


aterrador. ¿La tristeza, la soledad, la desesperanza, tal vez? Dominic se había
envuelto a sí mismo con más fuerza en su obra, creando un capullo que ella no
podía aspirar a penetrar. No importaba lo que hiciera, la había dejado afuera, y
nada de ello tenía sentido.
Se erizó cuando August la condujo a un reservado del fondo. No había
manera de que ella haría esto si no hubiera luz diurna en el exterior con una
calle bulliciosa de gente ocupada rodeándoles.
Se quedó mirando el brazalete de diamantes que ella no se atrevía a
quitarse.
—¿Tu marido te lo dio? —preguntó August.
Era perspicaz. Tal vez demasiado perspicaz. Pero entonces, ¿Qué mujer
compraba una pieza tan extravagante de joyería para sí misma? Los diamantes
eran el dominio de los amantes.
Nicole no pudo contener las lágrimas que surgieron a continuación. No
había esperado o previsto llorar delante de él, pero las había mantenido dentro
tanto tiempo alrededor de otros que la presa estaba destinada a estallar. Con
un extraño, eso no importaría. No le había contado a su familia o a sus
compañeros de trabajo. Había pensado que si seguía la corriente del asunto o
fingía que todo estaba bien con Rose y Rose, así sería.
—¿Eres feliz con él? —preguntó, haciéndose eco de la pregunta que
había hecho la última vez que se habían encontrado.
El dolor irradió desde su rostro. La había asustado aquel primer día,
¿Porque era peligroso o porque ella se había sentido atraída? Tal vez el peligro 22
que representaba era para su matrimonio, no para ella físicamente. Trató de
recordar su primer encuentro. Por supuesto, August era atractivo. Era atractivo
de la manera que ninguna mujer americana de sangre caliente podía negar,
pero también lo era Dominic. No había necesidad de buscar eso en otro lugar.
Pero aquí, ahora, era un hombre que se preocupaba, alguien que la
miraba de esa manera hambrienta que su esposo siempre la había mirado. Esa
mirada que echaba tanto de menos.
No se apartó cuando él se inclinó sobre la mesa, y su mano grande,
fresca cubrió la suya.
—¿Nicolette? ¿Eres feliz?
—No —susurró. Nunca lo había dicho en voz alta.
—Entonces, ¿por qué usas el brazalete?
—Porque el momento en que él me lo dio fue la última vez que me amó.
La profundidad del patetismo de esa declaración se reflejó en la
compasión en los ojos de August.
—No mereces ser tratada de esta manera.
Ella apartó su mano de la suya.
—¿Cómo sabes lo que merezco? —Si él creía que esa línea iba a
funcionar en ella, no había estado en el mundo de las citas por un tiempo.
—¿Qué pasó? Estabas indecisa el día que te conocí.
Algo aguijoneó en el fondo de la mente de ella, pero no tenía ningún
sentido. Las coincidencias ocurrían. Quizás Dominic no había sido tan genial
como había pensado. Tal vez se había estado conformando de alguna manera.
Tal vez tropezar con August, otro hombre que mostraba un fuerte interés en ella
le había quitado la venda de sus ojos para que pudiera ver a Dominic por quién
era.
Pero eso no tenía sentido. Sabía que no había imaginado el trato fácil
entre ella y su marido, el cariño, los chistes, las bromas, los jugueteos
provocadores, todo el sexo que no era solo dos cuerpos uniéndose, sino dos
almas también. Todo eso se había detenido en un instante, como si cuando ella
salió del baño esa noche en Au Soleil, hubiera entrado en un universo paralelo
en el que Dominic no la amaba, y la única prueba verdadera de que él lo hizo
alguna vez, que la había visto como su alma gemela, era una inscripción debajo
de la pulsera que ella no se atrevía a quitarse. Era todo lo que le quedaba del
otro mundo antes de que entrara en este nuevo que era duro, frío.
Lo protegía como si fuera un talismán encantado que de alguna manera
destrabaría una puerta en la realidad que la llevaría de vuelta al mundo real,
aquel en el que su marido todavía la amaba. A veces pensaba en volver a ese
cuarto de baño, de llevar el mismo vestido, estar de pie delante del mismo
espejo, lavarse las manos, y luego caminar de regreso a la mesa junto a la
fuente, y estar de vuelta en el mundo correcto con su marido sonriendo hacia
ella, la adoración encendiendo su rostro como el sol. Tal vez todo esto era un
terrible sueño.
—Nicolette, estás a un mundo de distancia.
Parpadeó y desvió la atención hacia el hombre que estaba sentado frente
a ella. 23
—Éramos felices, y luego... no lo éramos. Y no sé lo que pasó, lo que
hice. Fue tan repentino, como si un interruptor hubiera sido volcado en él.
—Ven a cenar conmigo.
Sus ojos fueron bruscamente a los de él.
—No puedo hacer eso. Estoy casada.
Cualquier hombre que persiguiera a una mujer casada con esta
obstinación no era un hombre con el que ella quisiera involucrarse. Pero no lo
dijo en voz alta. Nunca podría decirlo en voz alta. Él estaba tan triste y solo. Al
igual que ella. Sería cruel decir algo desagradable a alguien que estaba
sufriendo. ¿Había estado así de triste cuando lo conoció? No podía recordarlo.
Solo había necesitado alejarse.
—¿Hasta cuándo te aferrarás a un hombre que te descuida?
Se concentró en el brazalete, deseando que la transportara a través del
tiempo y el espacio donde el mundo sería correcto de nuevo.
—No lo sé. Para siempre, tal vez. Es mi alma gemela.
Su mano sobre la de ella se tensó.
—Para siempre es mucho más tiempo del que te puedas imaginar. Es
demasiado tiempo para sufrir. Tal vez él no es tu alma gemela. ¿Qué sucedería
si alguien más lo fuera?
—¿Y ese alguien serías tú? —Estaba segura que el escepticismo goteaba
de su voz. Él podía pensar que había caído enamorado a primera vista, pero el
concepto era demasiado esotérico e irreal para ella.
—A veces las almas vagan siglos antes de encontrarse la una a la otra, y
luego, cuando lo hacen, es de la manera más mundana. Dame una oportunidad
para poner una sonrisa en tu cara. Voy a ser un perfecto caballero.
Hablaba como Dominic. De destino y compañeros del alma, y el tipo de
amor que duraba eternidades. El tipo de amor que casi había creído, pero que
ahora ya no podía. Su marido había creado el sueño y luego lo apagó, todo en
el breve lapso de una década. Tanto así para un para siempre.
—No puedo. No voy a engañarlo. No soy esa clase de mujer. Gracias por
el café, pero por favor no me molestes de nuevo. —Se puso de pie e hizo una
rápida retirada hacia su coche. Compraría sus comestibles en una tienda en
otra parte de la ciudad. No valía la pena regresar a su carro y arriesgarse a que
August la siguiera. No había ninguna parte de ella que creyera que él solo se
había tropezado con ella ese día.
Capítulo 4
24
Traducido por Blinda y ஓ¥anliஓ
Corregido por Blinda

Otro mes pasó. August estaba de pie entre los arbustos al lado de
Dominic y la ventana de la cocina de Nicolette. El marido acababa de llegar a
casa. Últimamente volvía más tarde cada noche durante semanas.
—Preparé tu favorito. —La voz de ella era esperanzadora.
Había intentado de todo para encender de nuevo el interés de su marido.
Ropa interior. Comida de lujo. Entradas de teatro. Pero nada influiría en la
orden que el vampiro había integrado en su cerebro.
—Comí en la oficina —dijo Dominic. Su voz se desvaneció, y August
sabía que se estaba yendo al estudio a trabajar, dejándola fuera otra vez.
—¿Hay alguien más?
La puerta se cerró sin la cortesía de una respuesta, y se deshizo en
lágrimas, los grandes sollozos que reflejaban el dolor de August todas las
noches después de la alimentación.
Debería haberla tomado ya, pero una vez que cruzase esa línea, estaría
cruzada. Nunca podría hechizarla y devolverla a su mundanal vida, nunca sería
prudente. Había querido darle otra posibilidad para venir a él de buen grado.
Las cosas serían tanto más fáciles para ella si se abriera a él.
Había evitado rotundamente acercarse a ella otra vez, sabiendo que se
sentiría cazada. En su lugar, había dado un paseo por delante de la floristería
en la que ella trabajaba. Había puesto una máscara de sorpresa cuando la vio
por la ventana, sonrió, y la saludó con la mano, pero ella se había dado la vuelta
alejándose y se había ido al cuarto trasero.
Nunca vendría por sí sola a él.
No había previsto la profundidad del amor por su marido o cuan fiel sería
ella a pesar de su negligencia. Veía a August como una amenaza a su
matrimonio, incluso después del triste estado de aquella relación todavía lo
protegía como semilla germinada que podía brotar en algo impresionante.
Podía haber puesto otra orden en la mente de Dominic. Podía haber hecho que
su marido la amenazara físicamente. Luego August podía ser el hombre que la
rescatase y protegiese del bruto bastardo. Hacerla correr en busca de
seguridad. Pero nunca la arriesgaría. Nunca. Si la indiferencia de su marido no
hacía el impacto necesario para traerla hasta August, él tenía que tomarla.
Miró por la ventana como se sentaba ante la meseta y tomaba la cena que
minuciosamente colocó junta. Vertió una copa de vino de la botella que había
comprado para preparar la cena especial. En la licorería, había tanta esperanza
en sus ojos cuando reunía el dinero de su monedero. Siempre que veía la cruda
esperanza, lo aplastaba. Se odiaba por ello, y sin embargo, nada de lo que él
pudiera hacerle alguna vez podría igualar lo que debía hacer cada noche. Ella
era una víctima justificable en su guerra contra la maldición.
En una relación humana normal había momentos buenos y malos. A
menudo un compañero se quedaba mucho tiempo por delante del punto en que
deberían haber abandonado, porque seguían recordando y esperando que los 25
buenos momentos regresaran, y a veces lo hacían, si bien brevemente.
Pero el control de mente vampírico no tuvo en cuenta las vislumbres de
esperanza. Desde el momento en que August se había introducido dentro de la
cabeza de Dominic, Nicolette era un molesto mosquito para él. Inconsecuente.
Esto había conducido a una persistente tristeza que se tornaría en una completa
y jodida depresión si él no liberara al marido o tomara a la esposa.
Escuchó en las sombras como ella raspaba su plato y zumbaba el
triturador de basura, luego vació la basura y dio un paso fuera.
El paño acre estaba sobre su nariz y su boca antes de que lo viera. Esto
era lo mejor.
—Shhhh, shhh, shhh —la calmó él cuando ella luchó entre sus brazos. Se
quedó laxa y no hubo más tiempo para sentirse culpable.

***

Nicole se sintió confusa e irreal cuando volvió en sí. Le tomó un momento


entender que había pasado. Había sido su día libre. Había pasado horas
preparando la cena. Había comprado el vino favorito de Dominic. Se había
puesto su vestido favorito, y desde luego la pulsera. Siempre llevaba la pulsera.
La jornada laboral entera había sido insustancial. Pero nada de eso importaba
ahora mismo. Lo que importaba era entender dónde estaba y como escapar.
Había apretado el paso para sacar la basura al lado de la casa.
Quienquiera que la retenía la había estada vigilando, y profundamente dentro,
sabía quién era. En algún nivel más profundo, desconocido y oculto en su
interior, lo había esperado. Era por lo que su miedo había estado en pie
vibrando contra el telón de la inevitabilidad.
Un trapo cubría sus ojos, pero sus manos y sus pies estaban libres.
Estaba totalmente vestida. Todas cosas buenas. El olor de colonia de hombre
flotaba en el aire. Alcanzó hasta quitarse la venda de los ojos, pero fue detenida
por su voz.
—Yo no haría esto si estuviera en tu situación. La vista con la que serías
saludada no es a lo que estás acostumbrada.
—¿August?
Se estremeció cuando él tomó su mano, en parte debido a su toque, y en
parte porque llevaba guantes.
—Solamente te ayudo a incorporarte. No voy a hacerte nada con lo que
no estés de acuerdo.
Como si fuera a estar de acuerdo con nada en absoluto después de que la
había secuestrado. Pero le permitió tirar de ella hasta una posición de sentada.
Sentarse era mejor que acostarse ahora mismo. Era menos vulnerable, si bien
solo por un pequeño grado.
—Aquí, bebe esto. —Él presionó un vaso en su mano.
—¿Qué es esto?
—Es agua. Te ayudará a despejarte. 26
—¿Por favor puedo quitar la venda de los ojos? Por favor, August.
—No, no puedes. No estoy listo para que veas aún.
—¿Ver qué?
—Bebe.
—Estoy bien. No necesito nada…
Su boca estaba al lado de su oído ahora.
—Si no bebes, lo verteré abajo de tu garganta. No te daría nada que te
dañara.
Solo la acechó y la secuestró. Así que desde luego independientemente
de si lo que estaba en el vaso era agua inofensiva. Que se Joda. No le debía
confianza o aquiescencia o cualquier otra cosa.
Ella tiró atrás y lanzó el vaso, sorprendiéndose cuando no lo oyó
romperse. En cambio, oyó a August colocar algo sobre una mesa. Sonó a cristal.
¿Lo había… qué? ¿Agarrado? Tal vez fue su propio vaso. Tal vez el suyo había
golpeado una almohada o algo, impidiéndole romper el silencio.
—Entiendo que estás asustada, pero por favor no lances mi cristalería. Es
bastante antigua e invaluable.
La parte estúpida de todo esto era que ella lo había encontrado atractivo.
Y había golpeado su límite con Dominic. Su marido la hacía miserable, y nada
de lo que intentó para tender una mano hacia él funcionó.
—La última cosa que querría alguna vez es que algo te dañara. Siento lo
que has sufrido en los últimos meses, pero es algo que tenía que ser hecho.
—¿Qué significa? ¿Le dijiste algo a mi marido? ¿Le dijiste que nosotros
teníamos un asunto? —Eran las únicas palabras plausibles que podían haber
intercambiado los dos hombres que voltearan a Dominic lejos de ella de forma
tan definitiva. ¿Por qué no la había enfrentado él? ¿Preguntado? ¿Cómo podía
creer tal mentira de un extraño?
—No. No le dije nada así. Ven conmigo, y te explicaré y te mostraré todo.
El pánico se elevó cuando la ayudó a ponerse de pie.
—¿A dónde me llevas?
—Abajo.
—¿Dónde estamos?
—Mi casa.
No le molestaron las preguntas. Al menos, él trataba de ser menos
amenazador. Pero sí eso era lo que quería, vendando sus ojos no podía lograr
esos objetivos. Esto hizo que el miedo dentro de ella creciera hasta
estrangularla.
Trató de librarse de su agarre, pero su asimiento era demasiado
apretado. Usó su mano libre para tratar de quitar la venda de los ojos, pero él
era demasiado rápido. Y luego él aguantó sus muñecas en un apretón
extremadamente parecido a una mordaza.
Un pequeño quejido escapó de su garganta:
—Por favor, me haces daño.
Su apretón se aflojó.
—Discúlpame. Olvido mi fuerza de vez en cuando.
No había nada que hacer, excepto permitirle conducirla por su casa 27
infinita.
Finalmente se pararon, y una puerta crujió al abrirse.
—Escalones —dijo—. Esto es la escalera.
Él tenía sus muñecas, sosteniéndola estable, pero ella quiso ser capaz de
sostener algo, incluso sí era a él. Sin algo o alguien que agarrar, se sintió más
desvalida cuando dio un paso a ciegas abajo, cada paso en la oscuridad. El aire
se puso más frío y húmedo a su alrededor con un débil olor a moho. La madera
bajo sus pies crujió siniestramente mientras descendía.
Cuando llegaron abajo, oyó gritos.
—Por favor, suéltenos. —La voz de un hombre.
—No le diremos a nadie sobre esto. —Una mujer.
La idea de que él mantenía a otros contra su voluntad no había cruzado
por la mente de Nicole. Tanto hombres como mujeres. Él va a matarnos a todos.
Una vez que el pensamiento se había escapado, apenas pudo dejar de
hiperventilar, pero luego August soltó sus muñecas y se alejo varios pasos de
ella.
—Puedes quitar la venda de los ojos.
Ahora ella no quería. No quería ver o saber que había ahí, el final que la
esperaba.
—Por favor, todavía puedes dejarme ir. No sé nada. No he visto nada. No
sé tu nombre completo o que tipo de coche conduces o donde vives, o…o
cualquier cosa importante.
—Si solo fuera tan simple, Nicolette. Nunca sabrás cuanto siento hacerte
esto. Ahora, por favor, quítala.
Sus manos temblaban cuando levantó la tela de sus ojos. Le tomó varios
segundos conseguir asimilar totalmente lo que veía. Era demasiada pesadilla
para ser real. Había jaulas. Dos estaban de pie desocupadas. Cada una de las
demás mantenía un hombre o una mujer, algunos gritando, otros en shock.
Unos cuantos agarrados a los barrotes y mirando fijamente hacia ella como
animales domésticos abandonados en la perrera, mientras los otros se
agrupaban en la esquina tratando de ser invisibles. Finalmente sus ojos fueron
hasta August.
Él estaba de pie bajo una luz observándola, y su cara… era… Nicole no
tenía ninguna palabra para describirla. Más no hizo que él se pareciera al
hombre peligroso pero hermoso que había visto. Parecía un cadáver, como en
putrefacción. Ahora entendió los guantes y estaba agradecida de que hubiera
puesto aquella barrera entre ellos. Se dio la vuelta y corrió escaleras arriba.
—¡NO! —gritó él.
La puerta en la cima se cerró de golpe, y ella oyó el cerrojo echarse.
Cuando miró hacia atrás, su brazo estaba extendido como sí hubiera hecho que
la puerta se cerrase o echase el cerrojo con su mente y su voz. Pero no era
posible.
—Vuelve abajo, y no serás dañada. Te doy mi palabra. No me hagas ir
tras de ti. Estoy de lejos demasiado cansado y hambriento para ello.
Al saber que no tenía ninguna opción deseó apaciguarlo
independientemente de lo que era, bajó la escalera. Pero no fue debido a 28
ninguna promesa que le hubiera hecho. Nunca podía confiar en un hombre que
mantenía a la gente en jaulas en un sótano como monos en laboratorio de
ensayo.
Mantuvo la distancia y se apoyó en la pared más apartada de él.
—¿Qué le pasó a tu cara?
Tal vez tenía alguna horrible enfermedad. Pero había estado bien,
perfecto y hermoso cuando lo había visto fuera de la floristería hacía unos días.
Algo en su mente quiso pulsar desesperadamente y reunir los pedazos. Eso ya
insinuaba alguna causa sobrenatural, pero apartó los pensamientos. Aquellos
pensamientos eran para niños, no para mujeres adultas. Independientemente
de lo que fuera, tenía que haber una explicación normal.
—Esperé varios días entre alimentaciones. Necesitaba que vieras el
alcance de lo que debo sufrir y el por qué te necesito para salvarme de esta
maldición. Esto no solo parece malo. Se siente tan malo como parece.
Se movió hacia una de las jaulas y sacó una llave de su bolsillo. La puerta
crujió al abrirse sobre su gozne, y con un aspecto de velocidad difusa, August
arrinconó al hombre dentro y lo arrancó como sí no pesara más que una pluma.
El hombre estaba en buena forma. Casi tan grande como August. Alto.
Musculoso. Y sin embargo, se sacudió contra su captor como una muñeca de
trapo rota.
El hombre luchó y sonaron los gritos que nunca pensó que pudieran salir
de un hombre así de fuerte. August lo arrastró hacia la luz.
—Mirarás, Nicolette. O haré esto a tantas personas como sea necesario
hasta que lo hagas.
Ella tenía sus manos sobre sus ojos, echando una ojeada entre las grietas,
incapaz de permanecer de pie ante la barbaridad de lo que estaba a punto de
pasar sin una barrera en el lugar.
Aunque su cara fuera una ruina y casi ida, sus dientes estaban bien. Los
colmillos aparecieron dentro de su boca, brillando bajo la luz, y él golpeó el
cuello del hombre como una víbora.
Vampiro. El pensamiento empujó por su mente con tal fuerza que casi
oyó la palabra en voz alta y se ahogó en ella.
No era posible. Las cosas como esa no existían. Tenía que estar soñando,
pero no importaba con cuanta fuerza se pellizcaba, no podía despertarse.
Cuando la vida del hombre en los brazos de August se agotó, la cara del
vampiro se curó y se rehízo a si misma unida. Ya no se parecía más a un
cadáver putrefacto, sino al hombre que había visto al principio en la cafetería.
Cundo su cara se curó, Nicole retrocedió ante la dicha que ahora podía ver en
sus rasgos.
August arrojó lejos el cuerpo del hombre y se derrumbó, sollozando
como un niño pequeño. Él trató de contenerlo, pero sus hombros se
estremecían por la fuerza de la efusión emocional. Después de varios largos
minutos de tormento, se recompuso, limpiándose la cara con el dorso de su
mano. Se volvió de repente hacia Nicole, sus ojos brillando intensamente, cada
gota del depredador. Parecía enojado porque había sido testigo de su colapso.
Inestable de alguna manera era peor que el mal, y este hombre, o lo qué 29
fuera, era claramente inestable.
Se levantó de un modo sobrenaturalmente fluido y cruzó el suelo del
sótano. Nicole se encogió, como sí no tuviera ninguna esperanza de escapar de
él cuando había visto la futilidad del intento de un hombre poderoso. No tenía
nada como la fuerza de ese hombre, y ahora él era como la carne, a la espera
de ser devuelta a la tierra para fertilizar algo más.
August la tomó de su mano más suavemente de lo que esperaba después
de lo que había hecho. Ella no podía dejar de temblar.
―Por favor... por favor, yo no ―susurró ella, con los ojos fijos en el suelo.
No podía encontrarse con esa aterradora y brillante mirada. Aunque un hombre
había muerto, sus pensamientos y temores eran para su propio destino.
Su mano se arrastró por su cabello.
―Tú no ―estuvo de acuerdo él―. Y ninguno del resto de ellos si das tu
consentimiento a lo que te propongo. Sus vidas están en tus manos, Nicolette.
Se volvió hacia las jaulas con cuatro personas aún con vida. Se veían
como prisioneros de guerra. Traumatizados. Casi como si fueran animales en
lugar de personas.
―¿A-a qué te refieres con que sus vidas están en mis manos?
¿Esto fue porque no había salido con él? ¿Aterrorizaría a la gente hasta
que lo hiciera? ¿Pensaba que alguna vez podría amarlo en medio de estas
condiciones? ¿Qué estaba mal con él que se había vuelto tan obsesionado con
ella? ¿Por qué ella? ¿Por qué no pasar a otra persona que le devolviera el
afecto? Ahora que sus miradas estaban de vuelta, era imposible ver cómo no
podía encontrar a alguien para compartir su cama de buena gana. Con tal de
que no supieran los detalles sangrientos. Esos ojos castaños, brillantes, contra
el telón de fondo de la cálida piel marrón y el pelo negro como el azabache.
Esa, alta, elegante, atlética constitución. Un bombón era la frase que sus amigas
en el trabajo utilizarían.
―El vampirismo es una maldición ―dijo en voz baja―. No es como en
las películas. Me hace sufrir. Si no me alimento, sufro hasta que lo haga.
Inevitablemente tengo que alimentarme. Cuando como, no puedo parar hasta
que mi comida está muerta. Tengo que tomar uno cada noche o lo que viste que
le pasaba a mi cuerpo comienza. Al principio solo envejezco, pero después de
unos tres días se convierte en lo que viste. No quiero matar. No quiero hacerle
daño a nadie, pero no tengo otra opción. ¿Sabes la pesada carga que está en mi
alma? ¿Todas esas vidas humanas?
―¿Por qué no terminas con tu vida, entonces? ¿Es la supervivencia de tan
gran valor que matarías cada noche para mantenerlo en marcha? ¿Se supone
que debo sentirme mal por ti cuando podría recibir el sol?
Él sonrió con tristeza.
―Ojalá fuera tan simple y fácil de remediar. ¿Crees que no lo he
intentado? Lo he intentado todo para acabar con mi vida. Nada funciona. Solo se
me permite la muerte si le pasara esta maldición a otra persona. No moriría de
forma automática, pero sería capaz de hacerlo, por lo menos. Si paso la copa a
otra persona y muero, ¿qué nuevos tormentos habrían de esperarme en el otro
lado por un pecado tan atroz contra otra alma? Después de lo que he sufrido, 30
¿crees que me atrevería a dejarle a otro cargar con esto? Si lo hiciera,
realmente sería un monstruo sin más excusas.
La mirada de Nicole cambió a las jaulas.
―No entiendo cómo puedo salvarlos.
―Entregándote a ti misma a mí.
Su corazón se detuvo por un momento y, después de un gran esfuerzo, se
puso en marcha de nuevo.
―¿Qué?
―No voy a ser capaz de morir, pero hay una manera de parar esto. Es la
única escapatoria que los viejos impartieron a aquellos que maldijeron. Si
puedo encontrar a un ser humano cuya mente no puedo controlar, y se entrega
a mí, estaremos vinculados, mi vida a la de ella. Ella me alimentará todas las
noches. No tendré que matar. Y ella no puede morir, tampoco. No puedo
controlar tu mente, Nicolette. Tienes que ser tú.
Las piezas comenzaron a unirse de una manera vaga, el cambio
instantáneo en Dominic, de amante esposo a frío y ausente.
―Lo alejaste de mí. Hiciste que dejara de amarme. ―Tal vez debería
estar agradecida que August no lo hubiera matado, pero de alguna manera lo
que había hecho era peor. Había robado su amor, sus vidas juntos y la obligó a
ver que se convertía en una farsa.
―Tenía que hacerlo. No vendrías a mí de ninguna otra manera.
―¡Todavía no he acudido a ti! ―gritó―. ¡Me tomaste! ¿Crees que esto
consuma tu cura? ¿Crees que secuestrarme y chantajearme no es una violación
de mi libre albedrío?
―La maldición solo se preocupa por el control directo de la mente
sobrenatural. Necesito tu consentimiento verbal. No importa que métodos
utilice para lograrlo. Por favor, créeme cuando te digo que no quiero llegar a
eso. ―Quedó claro en la determinación en su rostro que sus métodos serían
feos si no estaba de acuerdo con esta locura.
Nunca. La maldición no era su problema. Él se llevó al hombre que
amaba. La había secuestrado y encarcelado. Y pensó que estaría dispuesta a
permitir que la lastimara cada noche, que sacara su sangre con esos colmillos
afilados, ¿así no tendría que matar más a la gente? ¿Y qué otras cosas vendrían
a la demanda, además de su sangre? La idea de compartir su cama la
enfermaba. Si ella permanecía fuerte, eventualmente la quebraría y mataría. Sí
ese era el precio para salir de esta pesadilla, lo pagaría.
Nicole se apartó, y él la dejó ir. Necesitaba poner distancia entre ella y el
vampiro. Y preferiblemente también del cuerpo muerto.
―Probablemente hay miles de mujeres allá afuera quienes habrían ido
contigo. De buena gana. Podrías haber encontrado a alguien soltero, alguien
infeliz. Podrías haber tejido tu historia como una tragedia romántica sin ellas
tener que ver nada de esto. ―Su brazo se extendió, indicando las jaulas y el
cadáver.
―No hay nadie más. Busqué por el mundo durante siglos hasta que perdí
la esperanza. Pensé que era algo para impulsar el cuchillo en lo más profundo,
una cura que no existía. En más de seiscientos años eres la única persona cuya 31
mente no puedo penetrar.
Nicole comenzó a pasearse, sacudiendo la cabeza. Sabía que tenía que
parecer una lunática demente hablando sola en una acera de la ciudad, pero se
negó a creer que esto fuera real. Tenía que haber alguien más. No podía...
entregarse a él. No después de que ya había tomado mucho de ella. El único
hombre que realmente había amado, que la había amado con la misma fiereza.
Desaparecido. Borrado.
El brazalete de diamantes brillaba en su muñeca. Cuando ella estuvo
inconsciente, August podría haberlo tomado. Sabía que Dominic se lo había
dado, esa era su única vía de aferrarse a él. Trató de no dejar que significara
algo que no tenía, que había permitido que conservara una pieza de amor de su
marido.
―¿Por qué fuiste maldecido? Debes haber hecho algo espantoso para
merecer esto. ¿Por qué debo liberarte?
Sus ojos se estrecharon y brillaron con ira. Si no fuera el único ser
viviente que podía salvarlo, no tenía ninguna duda de que la mataría por
atreverse a negarle su adorada cura. Si ella fuera el único ser humano cuya
mente no podía controlar, habría pasado siglos acostumbrándose al hecho de
que nadie se resistiría a cualquier cosa que él les ordenara hacer. Ya sea a
través de la fuerza o del control mental, nunca era rechazado.
―No me maldijeron, sino que a uno de los que se lo hicieron tuvo menos
escrúpulos que yo. Me pasó la maldición. Yo era un monje, tratando de
encontrar una manera de matar a los vampiros. Di de comer a los niños
hambrientos, Nicolette. Trabajé para proteger a mi pueblo de los monstruos. Y
uno de ellos me convirtió en un monstruo por ese esfuerzo. Siento no poder
darte la comodidad de creer que me merecía esto. No me lo merezco, no más
de lo que lo mereces tú. Lo siento por llevarte. Lo siento por borrar los
sentimientos de tu marido por ti. Pero nunca voy a soltarte. Te entregaras a mí,
porque yo no puedo seguir así. Ningún hombre podría.
La barbilla de Nicole se levantó en rebeldía.
―No soy tu sacrificio. No soy alguna virgen que se puede tirar en un
volcán por un bien mayor. ¡No soy responsable de rescatarte! ―Ella sacudió la
cabeza y empezó a caminar de nuevo, manteniéndose alejada de las jaulas,
porque hasta ahora veía la acusación en los ojos de sus prisioneros... sus futuras
comidas―. Dominic y yo estábamos tan contentos. Mi vida era... estaba
completa. ¿Crees que esclavizarme para siempre es menos malvado que matar
a la gente? ¿Quieres asegurarte de que alguien más sufra por siempre para que
puedas dejar de sufrir?
Él suspiró.
―Creo que puedo darte lo suficiente, hacerte lo suficientemente feliz
para que sientas cariño por mí.
Los ojos de Nicole ardían, con los puños cerrados. Había lágrimas en sus
ojos, pero se las arregló para evitar que se deslizaran por sus mejillas.
―Nunca ―gritó―. Nunca. Nunca me entregaré a ti. Así que puedes muy
bien matarme ahora.
August cerró los ojos, suspirando largo y lento, como si estuviera 32
tratando de mantener el control de su temperamento.
―Me gustaría que no hubieras dicho eso.
La agarró y la tiró en la jaula que acababa de vaciar. Ella luchó, pero su
fuerza contra la suya era como la de una polilla tratando de luchar contra un
toro. La llave chirrió en la cerradura cuando la giró.
―Piensa en esto, Nicolette. Tu antigua vida se ha ido. Nunca te mataré.
Morirás de vejez primero. Eres mi única oportunidad. ¿Cuántas décadas deseas
vivir en una jaula sucia?
―¿Cuántos siglos podría tolerar vivir contigo? ―replicó ella―. ¿Por qué
los mantienes aquí abajo? Están asustados. ¿Por qué no cazas y matas todas las
noches si es necesario? Esto es cruel.
―¿Crees que no sería evidente? Tengo un área muy grande para cazar.
No puedo hacer eso todas las noches. Lo siento por su sufrimiento, pero es una
semana de su completa existencia. Para mí, es para siempre.
―¿Por qué no puedes usar el control mental? Hacer que no tengan tanto
miedo.
―Cuando cautivo a alguien, uso energía que tengo que reponer con más
muertes. Y ellos no pueden ir en paz. La maldición exige un sacrificio. Por
favor, reconsidera esto. ¿Puedes vivir con todas las muertes en tus manos? ¿La
muerte que podrías evitar? Te desgastará hasta que seas una cáscara vacía. No
quiero eso para ti. ―Estiró el brazo a través de los barrotes, la parte posterior
de su mano rozando su mejilla.
Nicole retrocedió y le dio la espalda. Su mandíbula se apretó. No la
pintaría como el monstruo. No le estaban pidiendo dar su vida para salvar a
otros. Se le estaba pidiendo pertenecer a alguien que le haría daño todas las
noches durante el resto de la eternidad. Era demasiado pedir, sobre todo para
un hombre que ya había tomado todo de ella. No se volvió hasta que la puerta
del sótano se abrió y se cerró. Cuando lo hizo, se encontró con que se había
llevado el cuerpo con él. No quería pensar en dónde o cómo se deshacía de
ellos.
Durante mucho tiempo, estuvo tranquilo. En las otras jaulas estaban tres
mujeres y otro hombre. Nicole estaba agradecida que no hubiera niños. Se
preguntó cuál era la forma morbosa de sus criterios para la elección de víctima.
¿Cazaba gente sin familia que perder? ¿Recogía delincuentes o a los que
habían abusado de los demás? ¿O es que la maldición demandaba la sangre de
los inocentes?
Quería creer que él estaba mintiendo, que no había ninguna maldición.
Simplemente quería manipularla para entrar en sus brazos. Pero ella no era tan
especial. La única explicación lógica era que él no podía controlar su mente. Y
no había imaginado lo mucho que le había hecho daño el haber matado al
hombre delante de ella. Tampoco lo había hecho la cara podrida por un truco
de la luz. Si el vampirismo no era una maldición, estaba haciendo un
espectáculo convincente de ello.
El hombre en la jaula más lejana estaba justo fuera del alcance de la luz,
mirándola en silencio. No había suplicado cuando August había bajado. Era
fuerte, no solo físicamente, sino mentalmente. Las mujeres de las otras jaulas 33
lloraban silenciosamente en sus colchonetas.
―Es una tarea sucia lo que se te ha pedido ―dijo el hombre―. No te
envidio. Dentro de los próximos días, seré libre. Tu destino es peor que el mío.
―Vaya, gracias ―dijo Nicole. Deseó que los otros prisioneros pudieran
tomar sus muertes tan estoicamente.
―Sabe que la torturará si no le da lo que quiere.
Ella se estremeció ante esa revelación. ¿Una muerte rápida? Vale. Pero
había muchas otras cosas que eran peor que una muerte rápida.
―Si él me tortura, no hay nada digno de ser salvado en él. No puede
sufrir demasiado por esto si hiciera algo así. ―Incluso mientras lo decía, sabía
que sus palabras eran un frente valiente. Había cosas que podía hacer con ella
que la quebrarían, porque era simplemente una humana.
―Es un hombre desesperado.
―No es un hombre en absoluto.
―Simplemente no quiero tener que ver que te haga daño.
―Cómo has dicho, serás libre dentro de pocos días. Podría esperar por
un tiempo antes de volverse macabro conmigo. ―Nicole se retiró a su colchón
y se acostó.
―Por favor ―la mujer en la jaula más cercana dijo―, dale lo que quiere
para que podamos vivir. Tengo un hijo en casa.
Y el tren de la culpa rodó dentro de la estación.
―¿Cuántos siglos lo dejarías comer de ti y hacer cualquier otra cosa que
planee hacer, para que yo pudiera vivir? ¿Crees que él solo quiere mi sangre?
Así que me estás pidiendo que le eche un polvo todas las noches y le deje
perforar mi piel y tomar mi sangre por siglos sin fin para que puedas volver a tu
pequeña limpia y ordenada vida? Sí, eso no va a suceder. ―Los sacrificios eran
siempre más razonables para la persona que no tiene que renunciar a nada.
La mujer miró hacia otro lado, pero no antes de que Nicole captara la
expresión de vergüenza en su rostro.
―Lamento que estés aquí, pero es demasiado pedir. No me importa
quién soy para él; no tiene derecho sobre mí. Sus crímenes no son mi culpa. Me
gustaría mucho estar en tu lugar, confía en mí. No voy a pasar voluntariamente
mi vida con el hombre que me quitó a mi marido, a mi familia y todo lo que
amo.
Pasaron varias horas antes de que el último llanto se detuviera y el sótano
fuera lo suficientemente tranquilo para que Nicole encontrara un sueño agitado.
Sin embargo por poco razonable que fuera, la culpa se retorció alrededor de su
alma como humo nocivo.
Capítulo 5
34
Traducido S.O.S. por ஓ¥anliஓ & Mokona
Corregido por Liraz

August se sentó a la mesa de la cocina, mirando el desastre que todavía


tenía que limpiar. La bodega y su cautiva estaban justo debajo. Si Nicolette
supiera lo buena que era su audición, nunca se atrevería a respirar una palabra
allí, porque a veces se sentaba y escuchaba durante horas. Cada frustración,
cada miedo llegaba a sus oídos. Debería contarse como afortunada de que él
no fuera el monstruo que ella temía que fuera, que todo lo que había soñado
que podía hacerle lo enfermaba tanto como la aterrorizaba a ella.
―Debe comerse eso ―dijo el preso en la jaula junto a ella. August había
llevado alimento hace un rato.
―¿Cuál es el punto? Voy a morir aquí, de todos modos.
―Solo dale lo que quiere. ―El otro prisionero, la mujer.
No hubo respuesta verbal. Tal vez ella había sacudido la cabeza o
simplemente se volvió y les dio la espalda. August tomó cada oportunidad para
asegurarse de que cada grupo de prisioneros supiera que Nicole tenía la llave
de su salvación y la libertad… y la suya. Eran todos iguales, trabajando por su
propio interés y la esperanza de la liberación de su prisión, si el sacrificio solo
cooperara.
Habían pasado dos meses desde que había tomado a Nicolette y no
estaba más cerca de entregarse a él. Por el contrario, ser testigo de la muerte
de cada noche la había empujado más lejos posible de la conformidad, su
resentimiento y disgusto creciendo más cada día mientras su corazón se
endurecía aún más contra él.
―La forma en que mata y con lo desesperado que está, ¿crees que va a
seguir con esto para siempre? Él hará lo que sea necesario al final ―dijo un
hombre en el otro extremo.
La respuesta de Nicolette fue tan baja que August apenas la oyó.
―Lo sé. Él tiene cientos de años de antigüedad. Sé que sabe cómo
conseguir que alguien le de lo que quiere. Sé que no puedo tomar mucho de lo
que sea que ha planeado, pero justo ahora… no puedo.
Él cerró los ojos contra los recuerdos de las conversaciones anteriores
que había tenido con diferentes presos. Conversaciones que se habían vuelto
oscuras. Gran parte había venido de un estudiante de historia que había sentido
la necesidad de iluminar a Nicole en todos los métodos de tortura horripilantes
del pasado con los que él estaba seguro de que el vampiro debía tener en
cuenta y estaría dispuesto a utilizar si todo esto se prolongaba demasiado
tiempo. Esa noche, él sentía menos remordimientos de lo habitual cuando mató
a ese hombre en particular. Pero las semillas habían sido plantadas, y desde
ese momento, ella había visto a August con aún más miedo y sospecha de lo
habitual.
Ahora solo estaba esperando a que las cosas empeoraran.
Esta noche rompió el protocolo y se había ido a cazar en una ciudad
cercana. Una persona sin hogar no se echaría de menos y no atraería la
sospecha, al menos no por una noche. 35
Nicolette estaba en lo cierto en una cosa, él tenía que encontrar una
manera de hacerla romperse y entregarse. Incluso si nunca pudiera hacer más
de lo que temía, ella no tenía por qué saberlo. Abrió la puerta de la bodega y se
abrió camino por las escaleras rechinantes.
Estaba de espaldas a él cuando llegó a las jaulas. August se sentó en el
suelo junto a las barras.
―Nicolette, ven y habla conmigo.
―¿Por qué habría de hacerlo? ―Había lágrimas en su voz.
―No podemos seguir así.
―Entonces déjame ir.
―Sabes que esa no es una opción. ―Tal vez debería haber elegido una
vía más amable y gentil con ella, mostrar más paciencia. Pero su mente se
había establecido en su contra desde el principio.
Podría haberle mantenido en el piso de arriba y dado todo lo que su
corazón deseara. Pero ser amable era inútil con la situación de Dominic. El
soborno se sentiría como hacer trampa, y eso no estaba en ella. Tuvo que forzar
su mano, así ella no tendría que cargar con el peso de la traición. Había estado
preparado para ser el malo de la película, pero sus planes no funcionaban
como él esperaba. Nunca había imaginado que tendría que ser tan frío con ella.
Había pensado que esto sería más rápido. Había estado seguro de que
solo tendría que verlo matar a una o dos personas, tal vez el ciclo de una
semana como máximo, antes de que ella entre lágrimas aceptara su destino.
Entonces le daría todo, premiar su buen comportamiento y hacer
cualquier cosa en su poder para hacerla feliz. Algún día se lo perdonaría. Ella
olvidaría a Dominic. Habría llegado a amar a August, lo que haría todo el
calvario sin fin mucho más agradable al paladar. Ellos podían labrarse algo
parecido a una vida en común. De alguna manera.
Pero ella no había seguido su libro de jugadas. Era un enigma, y la falta
de poder para cautivarla y obligarla a obedecerlo en cualquier forma semi-
civilizada estaba demostrando ser un reto mayor de lo que había previsto.
―Entonces, ¿qué sigue? ―Tenía los hombros encorvados lejos de él, su
voz casi rota en la oscuridad.
August miró el plato de comida que le había traído, la comida apenas
tocada. Había estado comiendo menos cada día. Estaba pálida a la luz de la
bodega y adelgazando, y el pánico frío le golpeó porque puede que tuviera
menos tiempo del que había planeado. Si ella no se le entregaba, él no tendría
décadas para encontrar una manera de ganarle por cansancio a este ritmo. Ella
moriría aquí abajo de desnutrición y angustia. ¿Y luego qué? La idea de que ella
desapareciera, cuando era su salvación, era mil veces peor que cualquier otra
cosa que hubiera hecho.
Por mucho que había odiado al estudiante de historia por plantar más
miedos en su cabeza, era una solución bastante simple. Un poco de tortura
rápida para ganar conformidad, y entonces él podría continuar con sus planes
originales para consentirla y cuidarla.
―Cacé esta noche fuera de los terrenos.
Sorprendida, ella se volvió hacia él. 36
―¿Por qué?
―Necesitaba pensar. Se me ocurre que si tú tienes un poco de
resistencia natural y rara para el control vampírico, tal vez tú descendencia lo
sería también. ―El horror en su rostro dejó en claro que no tenía que seguir
con el concepto sórdido que había inventado, pero él continuó de todos modos.
August indicó hacia el hombre en la jaula lejana―. Podría ponerlo ahí contigo.
Él podría fecundarte. Si es una niña, y ella no puede ser cautivada, esperaré a
que madure, y luego ella misma se dará a mí. Es más tiempo de lo que me
gustaría esperar, pero es mejor que una eternidad de esto.
―No voy a hacerle daño ―dijo el hombre.
August se levantó y se acercó a su jaula.
―Mírame. ―Aunque trató de resistirse, fue incapaz de impedir que su
rostro se volviera hacia él. Cuando sus ojos se encontraron, el vampiro tomó el
control total de la mente de su prisionero―. Cuando te ponga en la jaula de
Nicolette, la tomaras hasta que te diga que pares. Y seguirás día tras día hasta
que ella esté embarazada. ¿No es así?
―Sí.
El vampiro se volvió hacia Nicole, esperando que le rogara. Si la
amenaza conseguía su consentimiento a la unión de apareamiento, nada más
importaba. Pero su expresión se volvió más obstinada.
―Dejaré de comer. Me mataré de hambre. Moriré. No me harás darte
una hija, sin duda, no una para que te alimentes y Dios sabrá para qué más por
la eternidad.
August se volvió hacia la jaula de Nicolette. Abrió la puerta y entró. El
movimiento la hizo retroceder. Él siempre se quedaba al otro lado de las rejas,
tratando de darle espacio, para que se sintiera más segura a pesar de sus
circunstancias.
―Te forzaré a alimentarte si tengo que hacerlo. No voy a dejarte morir
tan fácilmente, muñeca. Serás mía. O tu progenie. Es tu decisión lo que será y
cuánto tendrás que sufrir hasta entonces. ―Se encogió cuando él apartó el
cabello y lo puso detrás de su oreja.
Estaba tan cerca de romperse. Estaba decidido a no llenar estas jaulas de
nuevo. Y no iba a ir de caza cada noche, tampoco. De una forma u otra, esta
noche le daría lo que él exigía. Lo que tuviera que hacer. Sin embargo gran
parte de su alma o la de ella tenía que erradicarse. Tenía que hacerse. Esto
simplemente no podía continuar. Si tardaba un siglo que lo perdonara, con el
tiempo lo haría… por nada, porque serían todo lo que tendrían el uno para el
otro. Todo el mundo y todo lo demás envejecerían, morirían, y desaparecerían.
August fue a la jaula del otro hombre y lo trasladó a la jaula de Nicolette.
El vampiro se paró junto a la puerta para poder detener las cosas tan pronto
como ella consintiera. Ella no permitiría que esto sucediera. Había visto la
forma en que se estaba desmoronando. Otro pequeño empujón y sería suya.

***
37

Nicole se había quedado sin espacio para retroceder. El otro prisionero


se tambaleó hacia ella como una especie de zombi imparable. No había
emoción en su rostro. Ni ira. Ni malicia. Ni placer. Ni deseo. Él solo estaba
siguiendo órdenes. Pero eso no disminuyó su angustia.
Estuvo a punto de vomitar cuando le rasgó la blusa en jirones. Se movió
para cubrir sus pechos.
―August, por favor… por favor, no hagas esto. Detenlo. Si significo tanto
para ti, detenlo.
Ella luchó contra el hombre, pero no era rival para la combinación de su
fuerza y una orden hipnótica directa del vampiro.
―¿Te entregarás a mí? ―La voz del vampiro era firme y exigente. ¿Cómo
pudo hacerle algo tan vil a ella? ¿Y él esperaba que ella le diera alguna cosa?
¿Después de algo como esto?
Estaba convencida de que se sometería a cualquier cosa que él le diera.
La violación, la tortura, cualquier cosa para asegurarse de que ella moriría y
nunca le permitiera su libertad. El temor de un embarazo arañó su mente. Una
niña a la que podría tomar y retorcer. Él podría criarla en el lujo, haciéndole
creer que era bueno. Cuando ella llegara a la edad adulta, podía revelar su
verdadera naturaleza y tomar lo que necesitaba. Sería una maquinación muy
diferente a la que Nicole había soportado.
Ella tendría que matarse de hambre antes de eso. Tendría que estar
demasiado débil para quedar embarazada, o salvo eso, demasiado débil para
dar a luz, y orar desesperadamente por un niño como la salvación final del plan
enfermo del vampiro si todo lo demás le fallaba.
―¡NO! ―No estaba segura si ella estaba gritando hacia August o al
hombre que la empujó contra la pared de piedra, con la boca en su cuello,
besándola como si fuera su amante. Un segundo más tarde, lo único que sintió
fue el aire cuando August le quitó al hombre de encima y lo arrojó fuera de la
jaula.
El vampiro hizo un sonido cercano a un rugido y golpeó contra la pared
hasta que sus manos sangraron. Pero se curaron casi al instante.
―¡Maldita sea!
Ella dejó escapar un suspiro de alivio. Él no tenía el valor para hacerlo.
Gracias a Dios. Pero eso era ahora. ¿Qué si tendría el valor de hacerlo dentro
de una semana o un mes?
August se apoyó contra la pared y se dejó caer al suelo, con la cabeza
entre las manos.
Nicole se movió tan silenciosamente como pudo hacia la puerta de la
jaula.
―No lo hagas, Nicolette. No hagas que te persiga. No quiero hacerte
daño, lo que sea que puedas creer. Debemos sellar el vínculo entre nosotros.
Entonces las cosas serán mejores. Te prometo que van a ser mejor.
¿Cómo podía confiar en él? ¿Cómo iba a entregarse a un monstruo de la
forma más irreversible? Lo que él le había mostrado hasta el momento había
sido el encarcelamiento y la desesperación. Encerrarse a sí misma a la 38
eternidad con eso no era una opción.
Se acercó más hacia August y se arrodilló junto a él, tirando sus manos de
su cara. Levantó la mirada, tan roto que una pequeña parte de ella deseó poder
hacer lo que él necesitaba, que las cosas fueran de alguna manera diferente.
Que su vida fuera diferente. Que su corazón fuera diferente.
―Por favor ―dijo―. Siento lo que se te ha hecho, en verdad. Te creo
cuando dices que eras un buen hombre antes de la maldición. Pero lo que me
estás pidiendo… no puedo dártelo. Amo tanto a Dominic. Yo solamente lo
quiero de vuelta. Por favor, te lo ruego, déjame ir. ¿No sentirás remordimiento
por las cosas que me haces? ¿No valgo lo mismo que esos a los que matas cada
noche? ¿Este crimen contra mí no importa?
Ella trató de no alejarse cuando su mano rozó la mejilla.
―Tú eres de mucho más valor. Pero sé en el centro de mí ser que eres el
único tren que viene. No puedo soportar la idea de una eternidad como ésta sin
la esperanza del indulto de la muerte para hacer que se detenga. Haré lo que
sea necesario para tenerte. Por favor, no me hagas amontonar más brutalidad
en mi historia. Por favor, Nicolette.
Nicole se secó las lágrimas de su rostro.
―No puedo. ¿Qué hará detener la eternidad de ser un sacrificio de
sangre? ¿Cómo puedes pedir o esperar o pensar que yo podría o querría…?
―Detente ―dijo―. Solo detente.
Pasó un largo momento entre ellos, entonces algo iluminó su rostro. ¿Una
nueva idea?
―Haré un trato. Desharé la esclavitud de tu marido y te dejaré volver a
él, si aceptas ser mi compañera. Vendré a ti y me alimentaré de ti cada noche,
pero puedes tener a Dominic de vuelta en un futuro próximo.
Nicole lo miró a los ojos buscando la mentira, pero no pudo encontrarla.
Miró el brazalete de diamantes que el vampiro le había permitido conservar a
pesar de que él sabía lo que significaba para ella. Podría habérselo quitado,
pero no lo hizo. ¿Significaba eso que podía confiar en él?
Podría tener a Dominic de regreso. Él podría amarla de nuevo
—Quiero estar con él hasta que muera —soltó abruptamente, aun
paralizada por los brillantes diamantes en su muñeca—. Y el morirá por causas
naturales no por algo que tú hagas, o encontraré una forma de hacerte pagar.
El vampiro suspiró.
—Bien.
El hombre de la otra jaula había estado inconsciente desde que August lo
había arrancado de ella. Creyó que estaba muerto, pero se revolvía y gemía.
—Ven aquí —dijo él.
Obedientemente el hombre se levantó y fue hacia el vampiro.
—Mírame a los ojos.
Puso de nuevo esa fría mirada de zombie en él. Nicole estaba agradecida
de que eso nunca pudiese pasarle, una de las pocas cosas que no podía
sucederle.
—Dejaras este lugar y regresaras a casa. No recordaras nada de lo que
paso aquí ni a mí. 39
El hombre asintió y los dejó en el sótano. August liberó los demás
prisioneros y también les borró la memoria.
Una vez estuvieron solos, Nicole empezó a temblar. ¿Podría aún
retirarse? ¿Ya había firmado ese cheque, o tenía que dar su consentimiento
cuando la mordiera? No sabía cómo funcionaba esto. ¿Por qué no la había
tomado? ¿Había algo allí que bloqueaba el vínculo a menos que ella estuviera
de acuerdo?
El pensamiento de Dominic, de estar de regreso en sus brazos, en su
cama. De dejar los pasados meses como un mal sueño. Finalmente eso se haría
realidad, rebobinando las cosas, regresando al universo donde su esposo la
amaba de nuevo. Ella pagaría cualquier precio por eso, por sentir sus fuertes
brazos envueltos a su alrededor. Para oír sus burlones chistes. Para disfrutar
que la mirara como si ella hubiese sido hecha de magia.
—Ven conmigo.
Siguió al vampiro por las escaleras. Finalmente fue capaz de ver su casa,
o tal vez su castillo. Con su atemporal elegancia. El obvio dinero que había
detrás de eso. Ninguna de esas cosas le importaba a ella. Estaba cómoda con
Dominic. Muy cómoda. Pasando cierto punto, más dinero era frivolidad. Aun
así, había algo antiguo y asombroso que inspiraba en la casa de August. Fue
algo que dijo sobre que el tiempo pasaría, y él aún estaría allí en las sombras. Y
ahora ella también.
—¿Cómo es que tienes todo esto? —preguntó.
—¿Cómo no tenerlo? Siglos. Interés compuesto. Solo un tonto podría vivir
tanto tiempo en la tierra en perfecto estado de salud y ser pobre. No estoy
diciendo que esto suceda de la noche a la mañana o que no tenga muchos
titulares falsos, pero no iba a tener la maldición y vivir en la pobreza.
Determinación y sabias inversiones han pagado todo. Ayuda que pueda leer
mentes y aprender secretos de las compañías para saber qué acciones
comprar.
Tan atormentado como debe estar, aún tiene la claridad mental de
acumular un ridículo nivel de vida. ¿Qué tanto podría estar sufriendo? ¿Podría
simplemente aguantar y regresarla a ella sin cadenas?
La dejó en la recepción y le señaló un diván.
—Siéntate.
Ella no podía detener el temblor en sus manos, en su cuerpo. Un frío
glacial se filtró en sus venas, chasqueando y silbando en sus oídos mientras se
extendía dentro de ella, como si la estuviera convirtiendo en un sólido bloque
de hielo.
Se sentó a su lado, su mano descansando en la rodilla de ella.
—Siento que estés tan aterrorizada. Desearía poder hacer esto más fácil.
O hacer que no doliera. No tienes que hacer nada más que estar en un estado
receptivo. Aceptar mi mordida. No forcejees o luches conmigo. Después que
haya mezclado nuestra sangre, estará hecho.
Ella desvió la mirada, buscando alguna forma de privacidad para su
tristeza.
—Debes amarlo mucho para hacer este sacrificio. Lo envidio. Algún día 40
llegaras a quererme. Todo estará bien, lo prometo.
No iba a contradecirlo, si iba a estar atrapada con él por siempre, era
mejor no buscar pleitos. Y no quería hacer nada que lo hiciera retractarse. No
importa lo sincero que fuera, una vez estuviera completo, no había nada que lo
forzara a mantener su negocio excepto la innata bondad que proclamaba
conservar. Pero esta era la única remota oportunidad que tenía de ver de nuevo
a Dominic.
Nicole empezó a llorar cuando sus colmillos se estiraron.
—Se valiente. Esto no tomará demasiado. Te acostumbraras con el
tiempo.
Ella cerró fuertemente los ojos mientras los colmillos se incrustaban en
su garganta. Se estremeció por el agudo, punzante dolor que quemó, no solo
sus venas, sino su alma. Lloró mientras él bebió de ella, el dolor excavando más
y más profundo hasta que pareció desgarrar su piel desde adentro. No podría
hacer esto cada noche. Esto iba más allá de lo que podía resistir, o de lo que
cualquiera podría resistir.
Histeria comenzó a construirse en su interior. ¡Estaba a instantes de
luchar, gritando no!, haciendo de todo para detener el ritual, cuando el rostro
de Dominic flotó dentro de su mente. Habría sacrificado cualquier cosa por
algunas décadas más con él. Cualquier cosa. Trató de no pensar en cómo sería
cuando su esposo finalmente muriera y fuese enterrado, y su esclavitud con
August apenas comenzara. Este era un negocio diabólico. Lo sabía. Y aun así, su
marido fue también su debilidad desde esa primera tarde soleada cuando le
había ofrecido esa sonrisa torcida afuera de la Librería.
La culpa de traicionarlo se mezclaba con la ardiente agonía de los
colmillos del vampiro hasta que se convirtieron en la misma cosa. Finalmente,
August se alejó de su garganta. Giró para verlo morderse la lengua, luego
lamer la herida en su cuello, uniendo su sangre con la suya.
Algo indeseado aleteó en su estómago cuando esa lengua acarició su
cuello, el destello de algo que ella no debería sentir. Debía ser el vínculo que
de alguna manera la controlaba. ¿Acaba de dar poder sobre su mente? ¿Lo
único que no había tenido antes? Pánico se enroscó dentro de ella al pensar que
había estado libre de su control hipnótico, y ahora que había aceptado su
mordida, alguna brujería podría hacerla desearlo.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Ella sintió el vínculo creciendo desde lugares olvidados en el vacío,
envolviéndolos, creando una conexión que no podría ser disuelta. En el fondo
había temido que una vez eso sucediera, él se volvía más cruel, pero el toque
en su rostro era suave, su mirada avellana llena con amabilidad y
preocupación… y gratitud.
¿Cuándo duraría eso?
—Me siento débil —dijo, insegura sobre si podría levantarse, dudando
de si podría hacer esto cada noche y sobrevivir para contarlo.
—Toma un tiempo que se completen los cambios.
Nicole tocó el lado de su cuello, esperando sentir una herida, pero no
había nada. Como si esto nunca hubiese sucedido. Ni siquiera una cicatriz, solo 41
un ligero ardor bajo su piel que le inquietaba porque tal vez jamás se iría. A
pesar de no haber evidencia visible, el resto de su cuerpo gritaba como si
hubiese sido golpeada por un camión.
—¿Cambios? —No le gustaba el sonido de eso. Su aliento salió en cortas,
temblorosas olas, y no podía conseguir suficiente aire sin importar lo mucho
que jadeara por él.
Él la sujetó con una mano en su brazo.
—Tranquila, Nicole. Los cambios que te harán inmortal, que harán que tu
sangre se reponga rápidamente, que aceleraran tu velocidad de curación. Los
cambios que te harán una diosa. Créeme, no hay nada que temer,
especialmente sin estar pegado a la maldición.
La comprensión de lo que acababa de hacer reptó en ella, los recuerdos
del sótano y la muerte prometían ser características constantes en todas sus
futuras pesadillas. Trató de no pensar en lo que decía de ella el haber
contestado tan rápidamente que sí cuando Dominic estuvo colgando frente a
ella como una zanahoria, y menos en que sesenta personas fueron asesinadas
justo frente a ella y seguía rechazando las demandas del vampiro cada noche,
hasta que encontró lo que era suficiente para hacerla sacrificar cualquier cosa.
Ella colapsó en el piso, temblando mientras sollozos burbujeaban desde
algún lugar dentro de ella.
—Oh, Dios. ¿Qué he hecho? Todas esas personas que asesinaste… ¿a qué
me he amarrado?
—Puedo quitarte eso con el vínculo.
—¿Quitar qué?
—El dolor que estas sufriendo. No tienes que sentirlo o ser destruida por
él.
Levantó la mirada hacia él.
—¿Te refieres a desordenar mi mente, así podría olvidarlo y estar bien?
—No es eso a lo que me refiero. No puedo borrar tus recuerdos. Pero
puedo quitar el ardor de ellos. Sabrás lo que pasó. Esto no afectará tu libre
albedrio o tus recuerdos, solo el dolor. —Él mordió su muñeca y la estiró hacia
ella.
Ella hizo una mueca y gritó.
—No.
—No te lastimará, no te convertirá en un vampiro. Todo lo que hará es
activar el vínculo para aliviar el dolor que estas sintiendo. Aún podrás odiarme
si quieres.
Nicole dudó. Si ella quería encontrar una forma de escapar de él,
necesitaba estar mental y emocionalmente completa. Su mejor oportunidad de
escapar era tomar lo que le estaba ofreciendo ahora mismo.
—Bueno.
August se relajó.
—Bueno. Bien.
Ella cerró los ojos y tomó la sangre que le ofrecía, tratando de no pensar
demasiado en lo que estaba bebiendo. Los recuerdos se volvieron imágenes
sin emociones atadas a ellas, como un recuerdo de una película olvidada hace 42
mucho. Y luego el dolor y la culpa simplemente… se fueron.
—Necesito que comas comida real. Nada de seguir solo picando tu
comida. Tomaste tu decisión; más sufrimiento no servirá de nada.
Lo siguió a la cocina y se sentó en la barra mientras él tomaba algo de
comida de la nevera. Ella no había pensado mucho en eso antes. La comida que
le habían servido en el sótano no había estado mal, pero eso era el tipo de cosa
que difícilmente notas en una situación tan aterradora. El sentimiento de pavor
había alejado cualquier posibilidad de disfrutar la comida.
Nunca se había preguntado de donde venía la comida, pero estaba claro
que de su gran y usada cocina. Él había cocinado para todos ellos cada día.
Nicole no estaba segura de si eso era espeluznante o atento. Observó mientras
disponía pedazos de filete y algunos vegetales en un plato y ponerlo en el
microondas. Mientras se calentaba, puso un vaso de agua para ella.
Nicole se sentó silenciosamente por un par de minutos tratando de
seleccionar las palabras. No quería arriesgarse a enojarlo y le asustaba que
pudiera retractarse ahora que la tenía, pero debía saber.
—¿August?
Él colocó el plato frente a ella.
—¿Si?
—¿Cuándo podré regresar a casa?
El músculo en su mandíbula se sacudió, y ella contuvo el aliento, sus ojos
suplicando que no cambiara de opinión. Él podía. Sin importar que tan sincero
hubiese sido cuando le rogó por esto, ahora que la tenía, él podría retener a
Dominic. Podría castigarla por reducirlo a mendigar, por prolongar esto por
tanto tiempo, por no seguir su plan al pie de la letra.
Hasta ahora estaba entendiendo en realidad cuanto poder tenía para
tomar más y más de ella. Ni siquiera podría suicidarse para escapar de él. Solo
podría correr y correr. Correr hasta salir de la tierra y caer por el borde.
Porque seguramente si corres tanto, la gravedad se dará por vencida y no
habrá un lugar en la tierra para ir, y entonces podrás caer. Para siempre.
El vampiro era ajeno al camino por el que habían dado vuelta los
pensamientos de ella. Después de un momento, la tensión en su mentón se
soltó, y suspiró.
—En la mañana. Iré contigo para quitar la servidumbre de tu esposo.
Debemos hacer control de daños en la floristería y en tus amigos. ¿Qué tan
seguido hablas con tu familia?
—Mis padres viven en la ciudad, pero no hablamos muy seguido. Aun
así, ellos posiblemente saben que estoy desaparecida.
—¿Y la familia de tu esposo?
—Solo le queda su padre, pero no han hablado ni se han visto en años.
Él asintió.
—Nos encargaremos de todos en forma individual.
—Te refieres a usar control mental. —No le gustaba la idea de él yendo
dentro de la mente de aquellos que amaba y por los que se preocupaba.
—¿Prefieres que sufran pensando que te pasó algo?
Ella sacudió la cabeza. 43
—Sabes que no.
—Bien, entonces. Come tu cena. Quiero que empieces a cuidarte.
Recupera algo de peso, y vuelve a salir al sol. Estas demasiado delgada y
pálida. —Él se fue apagando abruptamente y ella se preguntó si esa frase iba a
terminar con un “para mi gusto.”
Cuando terminó de comer él la guió a través de un enorme recibidor y
arriba por unas grandes escaleras. Nicole lo siguió hasta una puerta cerrada y
esperó —sintiéndose incomoda y asustada de lo que él podría esperar ahora—
mientras sacaba una llave de su bolsillo y abría la puerta.
—Esta es tu habitación.
Nicole no pudo concentrarse en la habitación por todas las cosas extras
que había en ella. Bolsas llenas con ropa de marca, cajas de zapatos, cajas de
buen vino, la mayoría Cabernet Sauvignon, su favorito. Cajas de buen
chocolate, afelpadas batas de baño, y un incontable número de cajas
aterciopeladas de joyería, así como burbujas para baño y cremas y costosos
perfumes y maquillaje. Había varias pilas de primeras ediciones de libros,
muchos de ellos clásicos que habrían sido muy difíciles de conseguir en
semejante estado.
Cada tabla y superficie solida disponible estaba cubierta con jarrones y
floreros con rosas rojas las cuales se habían marchitado, los pétalos secos y
desmoronados.
—Me disculpo por las rosas. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve
en esta habitación. Pensé que las cosas sucederían más rápido entre nosotros.
Ella arrastró su mirada lejos de los regalos.
—¡No puedes comprarme! ¡No soy una cosa que puedes adquirir!
Sus ojos eran tristes.
—Ya eres mía, cielo. Si hubiese pensado que podía comprarte, te habría
traído aquí primero. El trato esta sellado entre nosotros, esto son solo pequeñas
muestras de mi gratitud. Sé que nunca podre pagarte por tu sacrificio. Solo
debes saber que no habrá limites en lo que te daré ahora que eres mía. Hay
vasos en el mini bar por si quieres probar el vino.
Nicole no había notado el mini bar entre todos los montones de cajas y
bolsas.
—No quiero merodear. Te dejaré sola por ahora. —Él cerró la puerta al
salir.
Había un sacacorchos encima del mini bar. Nicole vertió un vaso de vino
mientras se filtraba entre las bolsas y cajas. No era una sorpresa que todos
estos regalos reflejaran el mismo nivel de buen gusto que el resto de su lejana
hacienda. Ella abrió una de las cajas de joyas y encontró un decorado,
reluciente colar de oro en filigrana el cual se extendería sobre su piel y la haría
lucir como de la realeza, si incluso llegaba a ponérselo. Usar cualquier joya que
no fuese el brazalete que le dio su esposo, se sentía más como traición.
Cerró las cajas y regreso al vino. Sin importar lo que dijera el vampiro;
se sentía comprada. Y la había comprado, con la promesa de Dominic.

44
***

Nicole despertó la mañana siguiente, su boca seca. Algo se movió al otro


lado de la habitación y se levantó de un brinco para encontrar a August
durmiendo, o intentándolo, en una silla en la esquina. La había observado por
horas, lo cual apreció más que si hubiese dormido en la cama de Dominic.
Estuvo sorprendida porque el vampiro no intentara nada sexual. No
había insistido en que compartieran cama. Tal vez solo le interesaba su sangre
y la libertad que eso le traería. Si eso era verdad, ella esperaba que sus
sentimientos se mantuvieran igual, enfocados en la sangre. Apretó los ojos
contra el recuerdo de su mordida, del constante escozor. Largas agujas picando
en su piel como alguna tortura medieval.
Aunque no quedó ninguna marca física en ella —y ella no quería
empezar a suponer nada sobre eso— se sentía amoratada, de alguna manera
rota desde debajo de su piel donde él la había mordido. El dolor muscular era
un tipo diferente de virginidad perdida, y ella rezaba porque fuese un
remanente solo de la primera vez. De alguna forma lo dudaba. La carne no
estaba diseñada para recibir colmillos en ella. No había razón para pensar que
dejaría de lastimarla al morderla.
Respiró lento y profundo para alejar el borde de histeria. Si mantenía eso
demasiado en su cabeza, se lastimaría más por la anticipación y la tensión.
—¿Nicolette, estas bien, querida?
Ella abrió los ojos para encontrar su afilada mirada sobre ella. ¿Cuánto
tiempo llevaba mirándola así?
—Estoy bien. —No iba a ponerse llorosa y débil. Había hecho su
elección, y lo haría de nuevo si eso significaba que los brazos de Dominic
estuvieran a su alrededor esta noche.
August se puso de pie y se estiró, haciendo sonar su cuello y espalda.
—Vamos a que comas y regreses a casa.
Estaba preocupada de que se retractara. Especialmente en el día, él
tendría que saber que no estaba obligado a mantener su palabra.
—¿Por qué estas tomándote tantas molestias conmigo? —Cállate, Nicole.
No lleves su atención a eso. Solo toma lo que ofrece y vete.
—Me liberaste de mi maldición. Lo eres todo: el sol, las estrellas, el
universo. No hay solicitud demasiado grande. Te lo dije anoche. No hay nada
que me pidas y yo te niegue ahora. Incluido tu esposo.
—Anoche en la cocina creí que te retractarías. La expresión en tu
rostro… creí…
—Estaba herido porque quisieras alejarte de mí tan rápido. ¿Pero porque
no querrías? Después del infierno en el que te puse.
¿No debería haber sido el sótano su primer pensamiento al despertar?
¿O el sufrimiento y miedo y la tristeza? Eso había sido su compañía todas las
otras veces que había despertado desde que estaba aquí. Ahora estaban
espeluznantemente ausentes. Eso había sido una reconfortante manta que le
recordaba quien era el malo y quien era la víctima. Pero esta mañana se sentía 45
irreal. Incluso con su sangre, de alguna forma había creído que no se sentiría
completa a la mañana siguiente.
La mano de Nicole fue a su cuello y sus ojos se encontraron,
implorándole que le respondiera las preguntas que aún no podía poner en
palabras, pero él alejó su mirada y luego la dejó sola.
Se zambulló en el baño para refrescarse, retrocediendo conmocionada
por la esquelética cara que la saludó. Había perdido mucho peso, y estaba muy
pálida. Ya no se preguntaba porque no había tratado de dormir con ella.
¿Quién querría? Era un esqueleto andante, un poquito mejor que aquella
primera noche en el sótano.
Dejó de mirar su reflejo y fue a la cocina donde el vampiro ya estaba
partiendo huevos en un sartén.
—August, no puedo ir a casa así. Parezco… muerta.
Él miró hacia arriba.
—Conseguirás de nuevo tu peso y color. Mucho más rápido con la
sangre. Puedo hacer que tu esposo y familia te vean como estabas antes.
Aléjate del trabajo por unos días hasta que estés fuerte y tu color regrese. Y
toma algo de sol.
—Está bien. —Por supuesto. Si él podía manipular mentes de todas
formas, sería poca cosa cambiarles la percepción sobre ella. Aun así, odiaba
que cuando Dominic la viera, no la vería realmente, sino a la imagen que
August proyectara en la mente de su esposo. Todo este asunto era despreciable
y sucio.
—¿Solo mi sangre, verdad?
Él miró hacia arriba.
—¿Cómo?
—¿Eso es todo lo que quieres de mí? —Su voz chirrió mientras expulsaba
la pregunta, y supo que debió sonar ridícula.
Su mirada penetró en ella, pero giró su atención a los huevos sin un
comentario.
Nicole se sintió estúpida por preguntar. Incluso alguien que podía ser tan
horrible como August no podría encontrar atrayente su estado empapado y
desaliñado, pero no luciría así de mal por siempre.
Era duro, verlo ahora, recordar esa primera noche, la forma en que su
rostro parecía como si se pudriera hasta el hueso, como si se estuviera
descomponiendo frente a sus ojos, como viendo una flor brotar y morir
rápidamente a través de alguna mágica secuencia de fotografía a intervalos de
tiempo.
Desde esa noche, había visto que lucía cansado, y una vez, cuando se
saltó un día la alimentación, como un viejo, distinguido hombre, pero luego se
había alimentado y había regresado a la perfección y juventud de nuevo.
El plato golpeó en la mesa frente a ella, haciéndola sacudir hacia atrás.
August en su perfecta encarnación, se sentó al otro lado. Ella se sentía como un
nuevo cachorrito que ha sido llevado a casa donde cada aburrida actividad está
llena de voyerista fascinación por parte de los nuevos dueños.
—¿No comerás? —Ella hizo una mueca tan pronto como las palabras 46
dejaron su boca.
Una lenta sonrisa se extendió por su rostro mientras le miraba la yugular.
—Ya comí, cielo.
Sangre corrió a sus mejillas mientras trataba de concentrarse en sus
huevos. Su mente yendo a la deriva por el espeluznante vampiro pudriéndose.
—¿Aún te descompondrás si no te alimentas de mí?
—Sí. Y no trates de salir de esto. No hay un lugar lo suficientemente lejos
para que huyas. Ahora estamos estancados juntos.
—No quise decir… —¿Qué quiso decir?¿Qué me pasará a mí?
¿Envejeceré? —Ella no había pensado en nada de eso la noche anterior. No era
un vampiro. Tal vez sería inmortal y lo alimentaría, pero seguiría envejeciendo.
Se imaginó a si misma vieja y encogida y escondida en el sótano y trató de
pensar en que tanto tiempo sería capaz de alimentarlo antes que simplemente
la matara.
Él dejó la habitación y regresó con un libro dorado que debió ser creado
al principio de los tiempos. El papel seguramente aletearía en polvo con el
toque de la luz. Pero cuando abrió el libro, las páginas eran fuertes y gruesas.
Fueron hechas de tela firme con palabras escritas en un texto florido en tinta
que se negaba a desteñirse.
El vampiro hojeó a través de varias páginas y señaló en la parte superior
de una nueva sección.
—Todo está aquí. No envejecerás. No morirás. No tendrás que beber
sangre para vivir. Serás tú, pero más fuerte. Capaz de regenerarte más rápido,
regeneraras sangre más rápidamente. Para mí.
Ella se estremeció cuando esa última parte vibró contra el aire. Él se paró
tan cerca. Olía tan bien. Masculino y limpio. Nicole trató de ignorarlo. Amaba a
su marido. Cualquier tipo de reacción química que sintiera hacia August sería
una rara mezcla de lástima, tristeza, gratitud, y cualquier cosa sobrenatural que
él le hubiese hecho en el intercambio de sangre. Nada más.
Capítulo 6
47
Traducido por Marijf22 & Je_tatica
Corregido por Liraz

August no intentó entablar conversación con ella de camino a la casa.


Ella tendría que ir a él a su propio ritmo. ¿Tenía planes para algo más que su
sangre? De todas las preguntas. Ella era su compañera. Su sangre le cantaba
como una canción de cuna, pidiéndole que la tomara en todos los sentidos que
una mujer podía ser poseída. Pero tal cosa no podría explicarse sin sonar como
algo siniestro. Y él no deseaba tener que perseguirla.
Sería mejor si ella pudiera aprender a aceptar las cosas. Aseguraría este
compromiso, porque había hablado con la verdad cuando le dijo que le daría
cualquier cosa. Si estaba en su poder, ella podría tenerlo.
Se sentaron en el camino de entrada de la casa de sus padres, mientras
que la lluvia golpeaba contra el parabrisas, con algunos rayos ocasionales de
electricidad iluminando el cielo nublado.
—Tal vez ellos no saben que me fui. No los veo muy seguido. Tal vez
deberíamos ir. —Su pie rebotó contra el piso.
Ella saltó cuando August puso su mano en su rodilla para detener el
movimiento constante.
—¿Por qué no quieres verlos?
Unos ojos asustados encontraron los suyos.
—Eres un vampiro.
—Crees que voy a hacerles daño.
—No lo sé. Podrías hacerlo.
Su mirada iba desde la suya hasta la mano en su rodilla y luego de vuelta
a sus ojos. Rogando. Ella no diría las palabras en voz alta. No le pediría que
dejara de tocarla, pero él sabía que deseaba que lo hiciera. Es casi como si
pudiera leer sus pensamientos directamente de su cabeza. Solo quería que
quisiera su sangre. Era una pena, pero no tenían que hablar de eso en ese
momento.
August le palmeó la pierna como un padre o un amigo platónico, y el
aliento que había estado conteniendo fue soplado desde ella con un suave
suspiro en la quietud del coche.
—Vamos. Encarguémonos de esto para que puedas ir a casa con tu
marido.
Cuando llegó a la puerta principal, ella estaba detrás de él, esperando
como un perro callejero que había recogido en lugar de alguien que pertenecía
a ese lugar.
Tocó dos veces antes de que una mujer de unos sesenta años abriera la
puerta. Tenía unos ojos amables que reflejaban como podría llegar a ser
Nicolette si a la edad se le permitiera agraciar sus rasgos. Vetas de plata hacían
destacar el cabello castaño oscuro de la mujer.
Odiaba tener que hacer esto, pero ver a un extraño en la puerta con su
hija demacrada no le haría obtener una invitación por medio de una simple
solicitud. Era la única cosa que no podía ganar de la gente a través del control
mental. Los seres humanos tenían permitido ese refugio seguro cuando los 48
dioses habían puesto a funcionar su maldición. Eso no significaba que no podía
recurrir a las amenazas para obtener docilidad. Y tenía una fuerte garantía.
—¿Puedo ayudar... —Las palabras de la mujer murieron cuando vio a
Nicolette tiritando bajo la lluvia.
August agarró a su compañera bruscamente por la garganta. Su ritmo
cardíaco se aceleró a una velocidad imposible. Sintió la sensación de traición
con cada latido errático que palpitaba contra su mano.
—Invíteme a entrar —siseó a su madre. Las lágrimas que olió en
Nicolette le revolvieron su estómago, pero tenía que ser convincente.
—E-entre —balbuceó la mujer, casi sin creer lo que estaba sucediendo
en frente de ella.
Una vez dentro, él liberó a Nicolette y se volvió para enfrentar sus ojos
acusadores.
—Necesitaba una invitación. No voy a hacerles daño. Solo confía en mí
por un minuto.
A pesar de su tiempo en el sótano, a pesar de verlo asesinar, requirió de
ese encuentro cercano con sus padres y su mundo real y su vida para
comprender plenamente su naturaleza depredadora.
—¿Cómo se llama tu madre?
—L-Lois.
—Lois, mírame.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Qué le has hecho a mi hija? Hemos estado
muy preocupados.
El padre de Nicolette entró en el rellano.
—Nicole, nena, ¿eres tú? —El hombre enfrentó a August, con los ojos
ardiendo de furia—. ¿Y quién diablos es usted? ¿Qué le has hecho a mi hija?
Bastardo enfermo.
El hombre se movió rápidamente para agarrar algo de detrás del
perchero, y en el momento siguiente August estaba mirando por el cañón de
una escopeta. Captó la mirada del padre.
—Coloca el arma en el suelo.
Sus ojos se abrieron cuando se encontró obedeciendo.
Cuando el arma estaba en el suelo, August dijo:
—Ahora, patéala hacia aquí.
Un momento después, el vampiro escuchó un crujido y luego todo se
volvió negro.

***
Clink. Clink. Clink.
August despertó en el charco de su propia sangre. Era el sonido de balas
excavando su salida y tintineando en el piso de madera lo que lo despertó
mientras su cuerpo se apresuraba a sanar.
Tres balas. La familia de Nicolette tenía que ser miembros de la NRA. 49
Mientras su atención había estado en el padre, Lois había ido a conseguir una
segunda pistola y le disparó. Dos en la espalda, una en la cabeza.
Él respiró de forma moderada, aumentando el volumen de inhalaciones
poco a poco así no se marearía. Había perdido mucha sangre antes de que su
cuerpo hubiera obligado a las balas a salirse y sellado las heridas.
—August, por favor. No les hagas daño. Ellos solo estaban tratando de...
El olor del miedo de Nicolette era penetrante en el aire. Su cabeza giró
para encontrarla frente a sus padres, bloqueándolos con su cuerpo,
protegiéndolos, con los brazos extendidos. Como si pudiera detener cualquier
cosa que un vampiro decidiera hacer. Por su parte, sus padres se veían como si
hubieran visto sobrevivir de forma imposible a una criatura de alguna película
de terror y levantarse para seguir acechando a sus presas. Sus mentes se
negaban a aceptarlo.
Él extendió la mano, usando toda su fortaleza para obligar al temblor en
su brazo a que se estabilizara.
—Ven aquí, Nicolette. —No se había alimentado de ella lo suficiente la
noche anterior. Con el vínculo recién formándose, no había querido arriesgarse
a lastimarla, sobre todo con su desnutrición.
Se movió sobre sus piernas temblorosas en su dirección mientras él
observaba a sus padres, a la espera de que otra arma se materializara.
Tenía los brazos extendidos en un gesto conciliador, su voz suave, como
si tratara de calmar la rabieta de un niño pequeño.
—Por favor, no te enojes.
—No estoy enojado, pero te necesito. —Cuando llegó a su lado, él la
agarró del brazo, y manteniendo un ojo en sus padres para asegurarse de que
no aparecería ninguna bala próximamente, mordió su muñeca.
Ella dejó escapar un grito de sorpresa, sus instintos iniciando una lucha,
pero él la sostuvo con firmeza. No se molestó en detenerse después de unos
sorbos. Ahora que estaban unidos, no tenía que hacerlo. Podría atiborrarse de
ella, y no provocaría ningún daño duradero.
Una figura se movió en su visión periférica, y August levantó la cabeza.
La sangre de Nicolette goteaba desde sus colmillos hasta su mano y su brazo
mientras él le gruñía en voz baja al padre. Lois sabiamente había elegido
permanecer resguardada en un rincón, acurrucada y encogida.
—Vuelve con tu esposa —gruñó August.
El hombre, incapaz de resistirse a la orden, se trasladó de nuevo a la
esquina donde observaron, indefensos, como un monstruo bebía la sangre de
su hija. Pronto, ellos no recordarían nada de esto, así que no importaba. Él bajó
la cabeza nuevamente al brazo de Nicolette y bebió hasta quedar satisfecho.
Cuando terminó, arrastró su lengua sobre su muñeca para limpiar el desastre y
ayudar a sellar las heridas.
August se limpió la boca.
—Bueno —dijo, observando a la pareja aterrorizada—. Creo que han
descubierto que soy un vampiro. —Se volvió hacia Nicolette que se había
escabullido hacia la pared, entumecida y traumatizada—. ¿Estás bien?
—S-sí —contestó ella, incapaz de mirar a sus padres. 50
—¿Te sientes débil o mareada?
—N-no. —Ella miró su muñeca, limpia y sin marcas; no había ni rastro de
su mordedura.
—Porque yo te puedo ofrecer algo de mi sangre, si la necesitas, para
acelerar la regeneración.
Ella levantó la vista de repente.
—Tú dijiste que no tenía que...
Él se acercó y envolvió sus brazos alrededor de ella a pesar de su
resistencia a su abrazo.
—No tienes que hacerlo, muñeca. Pero haría que te sintieras mejor más
rápidamente.
—Estoy b-bien.
Él la soltó cuando ella persistió en su lucha contra él.
A su propio ritmo.
—¿Mi hija es un vampiro? ¿Es por eso que está tan delgada y pálida? ¿Es
un monstruo? —Lois había encontrado su voz.
—Ella no es un vampiro. Es mi compañera. Es humana. Más o menos.
—Pero Dominic... —dijo Lois.
—Bórralo. Haz que se olvidan de esto ahora, por favor —dijo Nicolette, la
vergüenza pesaba en su voz.
August asintió y se encargó de ello.

***

La lluvia continuó su ataque mientras se dirigían a la casa de Nicole.


August no había hablado con ella de nuevo desde que encendió el Bugatti. Ella
no podía mirarlo. En cambio, observaba la vista mojada, gris, por la ventanilla
del lado del pasajero a medida que se movían cada vez más rápido, tan rápido
que se aferró del asiento, aterrorizada de que fueran a chocar y olvidándose
por un momento que, incluso si lo hicieran, eso no la dañaría a ella
permanentemente.
Incluso con los recuerdos de sus padres cambiados, incluso con la falsa
historia y las encantadoras mentiras que las palabras hipnóticas de August
habían creado, ella no podía olvidar sus rostros cuando el vampiro se había
alimentado de ella. Había estado demasiado conmocionada y avergonzada para
registrar tanto dolor.
La mordedura había sido... íntima. Secreta. Fue como si sus padres la
hubieran descubierto en medio de un acto sexual. Y ahora, ella lo sabía. Ya sea
que él solo quisiera su sangre o no, la sangre no era simplemente sangre con
un vampiro. La alimentación era inherentemente sexual. ¿Realmente había
pensado que había una separación?
—Nunca lo recordaran —dijo August.
—Pero lo haré. Nunca seré capaz de olvidar que ellos vieron eso. Lo que
deben haber pensado de mí. 51
La señal de la vuelta hizo clic al ritmo de las gotas de lluvia como hizo un
giro a la derecha en la calle.
—La única cosa en sus cabezas era el temor por su seguridad. Nada más.
Y además, ¿por qué te juzgarán? Soy el villano. Tú eres el cordero en el altar.
Tan cierto como que sea, no se sentía de esa manera. Se sentía como si
hubiera engañado a Dominic —su especie, su marido divertido, sin saber que
ella misma se había dado a otro. Las razones no importaban. Lo había hecho.
Ella debería haber sido fuerte y muerto en la jaula en el sótano. No importa lo
que el vampiro le había hecho a su mente, por lo menos podría haber
permanecido fiel a su amor. Pero en ese momento, ella había pensado que eso
era lo que estaba haciendo, que era necesario volver a él.
La lluvia se redujo a una fina niebla cuando se detuvieron en el camino
de entrada, haciendo que Nicole pausara para preguntarse si el clima obedecía
a August, también. Las nubes se abrieron para dejar rastros de luz solar a
través, y los pájaros charlaban en la distancia.
Una vez más, ella se arrastró detrás de él hacia la puerta, y de nuevo
esperó mientras él tocó el timbre.
—No voy a necesitar alimentarme hasta mañana por la noche. Después
de arreglar las cosas, te dejo con tu marido. Puedo cuidar de tus compañeros
de trabajo sin tu participación. Solo quiero que seas tan feliz como sea posible.
Nicole no pudo formar una respuesta. Sabía que él iba a volver a
alimentarse. Sabía que esto no era el final de su asociación, que no estaba
realmente fijando su libertad, pero para esta noche ella podría estar de vuelta
en los brazos de su marido y olvidarse de todo. Pretender.
—¿Sí? —dijo Dominic cuando abrió la puerta. Su mirada se desvió de
August a Nicole—. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que me había librado de ti.
Aunque sabía que era la sugestión que el vampiro había puesto en la
cabeza de su marido, las palabras aún le escocían cuando golpeaban su marca.
Ella abrió la boca para hablar, pero August le puso una mano en el brazo para
detenerla.
Se quedó fuera del camino cuando el vampiro se apoderó de la mente de
Dominic.
—Nicolette nunca se había ido. Usted ama a su esposa todo lo que
siempre la ha amado. Ella es todo para usted. Ella es perfecta y hermosa y
vibrante y saludable. Tú no me ves aquí. Solo la ves a ella.
Una niebla se levantó de Dominic mientras su mirada se aclaró y luego
esa mirada fue hacia atrás, la mirada que siempre le dio. La que la hizo sentir
tan especial. Ella apenas se dio cuenta cuando el auto de August salió de la
calzada.
Dominic la miró fijamente durante un largo tiempo, y lo único que podía
hacer era tomar el sol en ella.
—¿Por qué se siente como que hemos estado separados? Sé que te vi
esta mañana, pero se siente como meses.
La visión de Nicole era borrosa por las lágrimas que se reunieron en sus
ojos, y se arrojó hacia él. La cogió y la abrazó con tanta fuerza que pensó que
iba a asfixiarlo. Si solo morir en sus brazos en este momento fuera posible. 52
Cuando sus labios se encontraron con los de ella, fue sublime. Carne
suave y lisa presionando contra carne suave y uniforme. Bocas abriéndose,
devorándose entre sí. Lenguas explorando. Suspiros dulces y tomas erráticas
de aliento.
Le permitió arrastrarla en la casa, pateando la puerta que se cerró detrás
de ellos.
—Necesito follarte hasta que no puedas respirar, señora Rose —gruñó
contra su boca.
Sí, tener presente de nuevo valía la pena cualquier sacrificio.
Codos golpeaban contra las paredes y los armarios hasta que finalmente
llegaron a la cama, con moretones y desgastada la ropa.
—Desnudo. Ahora —ordenó.
Dominic se deslizó contra la cabecera, sus ojos hambrientos y lobunos,
valorándola, listo para un espectáculo.
Sabía que aún debía verse como una víctima de un campo de
concentración, pero la sugestión más reciente de August había puesto en la
cabeza de Dominic le impedía ver la verdad de su estado. De repente, ella
quería llorar y aferrarse a su marido y dejarlo consolarla. De alguna manera
quería que él fuera capaz de conocer y comprender lo que le había sucedido,
lo que seguirá sucediéndole a ella. Pero se quitó la camisa y desabrochó el
sujetador. Nunca debería tener que saber nada de esto. No podía evitarlo. No
podía salvarla.
—Recorre tus senos. Sedúceme. —Su voz retumbó, y había un brillo
diabólico en sus ojos.
Nicole obligó a su vez con August y el recuerdo de la indiferencia de su
marido en un armario oscuro. Lo único que importaba era el momento. Por
ahora ella podía fingir que nunca había ido a la tienda de café ese día y nunca
se reunió con el vampiro, que su felicidad con Dominic había permanecido
ininterrumpida e inquebrantable, que se hubieran quedado para siempre
seguros en su burbuja de protección. Ella extendió la mano para acariciarse a
sí misma. Una vez esto había sido tan familiar y natural. Ahora era extraño, pero
ella quería que fuera familiar de nuevo. Quería volver a aprender este lenguaje
compartido.
—No, sabes lo que me gusta, Nicole. Hazlo lentamente. Creo que
necesitas ganarte el brazalete que te tengo. No has estado a punto de ganarlo
todavía.
Le guiñó un ojo, sonriendo hacia ella, y ella se sonrojó, pero movió las
manos con más lentitud, ventosas y acariciando sus pechos, empujando hacia
arriba y hacia él. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, sabiendo lo que le
hacía a él cuando se movía de esta manera.
Se deslizó hacia ella y le lamió a lo largo de la línea de su escote.
—Esa es mi chica. Una buena chica.
Nicole gimió cuando sus dedos se deslizaron bajo sus pantalones
vaqueros, ávidamente buscando para presionar contra los contornos de todos
sus lugares privados. Se desabrochó sus pantalones para ayudarle a deslizarse
más adentro. Había extrañado tanto esto. 53
—Ahora, mi amor, ¿te he dicho que dejes de acariciarte a ti misma? Voy
a tener que azotarte si no puedes dejar de ser tan codiciosa e impaciente.
Movió las manos hacia atrás a sus pechos, acariciando los montículos
llenos de carne. Ella apretó sus pezones erectos y fue recompensada cuando
una descarga de placer tiro entre sus piernas.
Él tiró de sus pantalones vaqueros por las caderas, sin darse cuenta de
desajustarlos, y luego sus bragas, exponiéndola a su vista. Ella sacaba
bocanadas de aire, desesperada por cualquier contacto entre sus piernas.
—¿Por qué no estás encerada?
Él golpeó sus nalgas con un chasquido fuerte que dejó una picadura.
—Lo siento —gimió—. Por favor... necesito...
—Oh, sé lo que necesitas. Castigo.
—Por favor, Dominic... —Ella solo podía estar agradecida de que su
cerebro no había procesado que había vuelto a crecer pelo como magia.
Después de todo, en su imaginación, la última vez que habían tenido relaciones
sexuales, ella habría estado desnuda. Y la última vez habría sido,
probablemente, en la mañana o la noche anterior. Pero la esclavitud de August
había borrado todos los agujeros en la lógica.
No quería tener que pensar en nada de eso en este momento. Todo lo
que quería era sentir los dedos de Dominic y luego su miembro, frotándose
crudo por dentro. Ese fantástico placer-dolor de mucho sexo. Quería sentir que
la humedad entre sus piernas que le hacía palpitar hasta el punto donde se hizo
difícil caminar, sin pensar que todo el mundo tiene que ser tan consciente de su
vagina como ella.
Ella había perdido el camino. Dominic la soltó para que se sintiera
desnuda todo el tiempo con él, incluso cuando estaba completamente vestida y
en público. Siempre se sintió perversamente expuesta en su presencia. Fue un
agradable confort después de lo que había pasado los últimos meses.
Gimió cuando él obligó a sus manos y rodillas y la empaló por detrás,
apretándola contra la cama. Él era tan grande, y estaba tan fuera de práctica,
que podría haberle hecho daño si no hubiera estado tan increíblemente
mojada.
—Dios, Nicole. Me enciendes pequeña zorra. Nunca puedo tener
suficiente pene dentro de ti, ¿verdad?
—Nunca —estuvo de acuerdo.
Su cuerpo había sido tan privado de él, estaba tan hambrienta de él, que
llegó más rápido de lo normal. Eso le valió otra palmada en la parte inferior.
—Vamos a tener que hacer algo con esa impaciencia que has
desarrollado.
No le importaba. Dominic podía hacer lo que quisiera con ella, siempre y
cuando no se detuviera tocándola o amándola de nuevo.

***

54
No tardó mucho en descubrir August que la floristería había contratado a
un nuevo miembro del personal para reemplazar a Nicolette. Se habían
preocupado por su ausencia, pero dada la indiferencia de Dominic habían
supuesto que ella lo había dejado y había estado demasiado angustiada para
molestarse con un preaviso de dos semanas. Todos habían sabido que no había
tenido que trabajar con el salario de su marido.
August hojeó los anuncios personales, utilizó un poco la sugestión para
volver el reemplazo de Nicolette en el trabajo, ajustó recuerdos de todo el
mundo, y ahora estaba lista para regresar a trabajar en los próximos días, tan
pronto como recuperara el peso de nuevo.
En circunstancias normales se necesitarían semanas de estar bien
alimentada para volver a la plena salud y vitalidad, pero el lazo le había
cambiado de una manera que ella no comprendía totalmente por un tiempo.
Volvió a su casa a tiempo para oír el final de hacer el amor con Dominic.
La lluvia había comenzado de nuevo, repiqueteaba suavemente contra el
mundo. August se paró junto a la ventana, permitiendo que el agua cayera
sobre él mientras escuchaba a escondidas.
Se sintió aliviado al oír lo feliz que parecía, como si los últimos meses en
el sótano nunca hubieran sucedido. A pesar de las promesas, no había estado
seguro de que le quitaría el mal que había hecho, o minimizarlo para que
pudiera volver a reír. Si el bono no hubiera hecho el trabajo completo,
reencontrarse con Dominic lo haría.
Casualmente dio un vistazo dentro de la ventana. Los dos amantes eran
una maraña de retorciéndose, ramas desnudas. Presionó su mano contra el
cristal mojado, dejando una impresión atrás.
—Te veré pronto, querida.
Capítulo 7
55
Traducido por Mary Jose
Corregido por Andrea95

Nicole tarareaba para sí mientras se enderezaba en el comedor. Había


pasado la tarde en el spa recibiendo un masaje y depilación brasileña. Ni el
masajista ni la chica de la cera dijeron nada sobre su aspecto, excepto que
parecía haber perdido un poco de peso. Nicole explicó que era el estrés, de
modo que la dejaron sola.
La oficina de abogados por lo general cerraba el lunes, pero Dominic
tenía mucho trabajo y fue de todos modos. Volvió a casa para la cena, pero tuvo
que regresar más tarde.
Sonó el timbre.
―Un momento ―dijo en voz alta. Puso una taza de café en el fregadero y
se alisó el vestido de verano. ¿Olvidó algo?
Su rostro quedó banco cuando abrió la puerta para encontrar al vampiro
al otro lado.
―¿Puedo pasar? ―preguntó con esa suave cortesía, por un momento fue
fácil olvidar su horrible historia.
―¿Tengo alguna opción?
¿Cómo podía haber olvidado a August? Era una tarde de domingo y la
noche en la cama de Dominic fue suficiente para hacerle olvidar cómo selló el
destino. Su cuerpo se puso rígido en un flashback de la mordedura del
vampiro. Trabajó para impedir a su labio temblar. No quería ser lastimada de
nuevo. No tan pronto. Necesitaba más tiempo.
―¿Quieres ir por ese camino conmigo, Nicolette? Sin una invitación no
puedo entrar en tu casa, incluso con el vínculo, pero si me muero de hambre o
me obligas a matar, me voy a hacer humo fuera. Esta barrera no me va a
detener.
Ella se estremeció ante su intensidad.
―Entra.
¿Por cuánto tiempo se quedaría el vampiro? Nicole oró para que se
alimentara rápidamente y se fuera. Lo soportaría y luego se iría. Empujó hacia
abajo la sensación de asco al ser dada para alimentarlo. El trato que había
hecho se extendía ante ella interminablemente. Incluso el bálsamo del amor de
Dominic no podía aplacar el pánico de por cómo fue atrapada.
August entró y colgó el abrigo en la percha junto a la puerta. Ella dio un
paso atrás, pero él le agarró la mano antes de que pudiera escapar y la llevó a
los labios para rozar un beso suave contra su piel.
―No tengas miedo, muñeca. Soy el que va a estar aquí cuando él se haya
ido, cuando se hayan ido todos. Me querrás alrededor entonces.
―¿Y si no lo hago? ―Si no vivía en su fantasía, ¿Iba a enfadarse con ella?
¿Desaparecería esta máscara de bondad?
―Lo harás. Tengo la experiencia de toda una vida como para saber que
lo harás. Voy a esperar por ti el tiempo que sea necesario. ―Le soltó la mano y
se acomodó en el sofá, acariciando el asiento de al lado―. Tengo mucha
hambre esta noche. No vamos a alargar esto. 56
Ese temblor, el que había tratado de mantener fuera de su labio, volvió.
―August, por favor... Sé que lo prometí, pero me duele demasiado. No
puedo hacer esto todas las noches. Por favor, no.
La miró desapasionadamente desde el sofá, un brazo cubierto sobre la
parte de atrás donde tenía la intención que se sentara.
―¿Cuánto te dolió ayer por la mañana?
―Eso fue diferente. Estaba distraída, avergonzada y asustada por mis
padres. Incluso, podrías haberme apuñalado con un atizador caliente, y no creo
que lo hubiera registrado completamente.
―No voy a matar a nadie más. Aprenderás a lidiar con el dolor. Ahora
eres mía. Si estar con Dominic te hace olvidar tu deber, tal vez vamos a tener
que reconsiderar este acuerdo.
Sintió la trampa cerrarse sobre ella. No podía apartar la única cosa buena
en su vida ni hacer frente a la pérdida de su marido. Sacrificarse solo para estar
de vuelta en sus brazos por un día hubiera sido mejor morir en la jaula.
Se sentó en el borde del sofá, a punto de huir. Como si pudiera
escaparse una vez que la fuerte mandíbula se cerrara en su garganta.
Las yemas de los dedos del vampiro pasaron rozando a través de su
cuello, la clavícula y por sus brazos. Nicole saltó cuando su mano se deslizó por
debajo de su vestido y acarició el muslo entre sus piernas.
―No ―dijo ella, cerrando los ojos para hacer que todo desapareciera.
―Tantas venas para elegir. Solo estoy tratando de escoger.
Su comportamiento era diferente. Aunque una tristeza se aferró a él,
como un fantasma que no podía encontrar descanso, una ligereza alcanzó su
punto máximo alrededor de los bordes. Una nueva esperanza. Libertad.
Se quedó helada cuando la yema del pulgar rozó al lado de sus bragas.
―La arteria femoral es un gran lugar para comer. Pero no vamos a
hacerlo hasta que estés lista.
Dejó escapar un suspiro de alivio cuando retiró su mano colocada debajo
de su vestido, se tensó de nuevo; al igual que cuando apartó el pelo de su
hombro, exponiendo la garganta. Le mostró los colmillos y la golpeó.
Trató de apartarse, pero la sujetó con la mandíbula y las manos. Ella
cerró los ojos y trató de no pensar, intentó poner la mente en blanco y hacer
que dejase de suceder. Deseó que esos minutos no existiesen.
En el momento en que sus colmillos estaban fuera de su garganta, corrió
por el pasillo hasta el cuarto de baño. Se dejó caer de rodillas delante del
escusado y vació el contenido de su estómago. Cuando ya no tenía nada más
puso su mejilla contra la baldosa fría y lloró.
―Nicolette.
―Vete. Por favor, solo te tienes que ir.
Desapareció por el pasillo y regresó unos minutos más tarde. ¿Por qué no
podía dejarla el bastardo? Se sentó en el azulejo junto a ella y la tomó en sus
brazos.
―Aquí, te traje un poco de agua de la cocina.
Le acarició el pelo mientras bebía y trató de detener la mente. El dolor
en sus ojos hizo todo peor. ¿Por qué tiene que ser ella? ¿Por qué no pudo haber 57
sido otra persona?
―No reaccionaste así antes. ¿Está dañándote más? No quiero que sufras,
muñeca. Quería dejar de matar, pero no deseo hacerte daño.
Dejó el vaso sobre el azulejo y apoyó la cabeza contra su pecho. Después
de varios minutos, se tranquilizó y apartó. Tendría que saber la verdad alguna
vez.
―No me dolió. Fue mucho peor que eso.
Tenía la cabeza inclinada hacia un lado, como un cachorro tratando de
resolver un acertijo.
Esperaba que el suelo se abriera. Quería la muerte de ser posible.
―No me dolió. Se sentía bien, como hacer el amor, al igual que engañar
a Dominic.
―¿Quieres saber lo que pienso?
Realmente no lo hacía. Deseaba que desapareciera, muriera, deshacer
de alguna manera el vínculo entre ellos de modo que algún día pudiera morir.
Su alma se había ido distanciando eternamente de su compañero. La brecha
entre ella y Dominic podría no ser grande todavía, pero se estaban moviendo
en diferentes trayectorias, con el resultado final de la separación eterna. Y el
peso de ello solo ahora está empezando a asentarse sobre sus hombros.
Si hubiera sido fuerte y rechazado la oferta del diablo, podría haber
muerto, y tendría cierta esperanza de que su alma se reuniera con su marido en
el más allá. Pero estar en una jaula, casi muerta de hambre, sin luz y nada más,
que gente asustada condenada para la compañía durante tanto tiempo, había
hecho que la ganancia a corto plazo se sintiera como un buen negocio. Al igual
que un premio de consolación. Como estaba ganando.
La larga ausencia la había hecho sentir como si pudiera seguir sin
Dominic en algún punto del futuro mítico donde no iba a tener que pensar por
un tiempo. La manera en la que la gente bordeaba los pensamientos de las
ramificaciones de su propia muerte. Por supuesto que iba a suceder, a lo lejos,
en un futuro lejano, uno que apenas se sentía real. Si solo pudiera tener a su
marido volviendo para amarla, vivir juntos como la gente normal. Todo estaría
bien.
―Creo que sería mejor si lo dejas ir ahora. Podríamos salir del país por
un tiempo. Tengo una casa en Italia, más bonita que la de aquí, de hecho.
Puedes ser feliz allí. Tengo una bodega. ¿Disfrutas del vino?
Nicole se volvió fría y tensa como una estatua congelada en hielo. El
pánico amenazó con cerrar su garganta, pero forzó las palabras hacía fuera a
tiempo.
―¡No! Tú lo prometiste. Por favor, August, me dijiste que podría tenerlo.
―Pero no puedes manejar la situación. Te va a destruir estar conmigo
mientras estás con él. Te sentirías desgarrada entre nosotros, culpable por no
sufrir en mis manos. ―Él la meció en sus brazos, y se encontró perdida en la
sensación calmante, si pudiera separar el gesto confortante del hombre que
había causado que fuera necesario.
―Tenía que dejar de matar. Yo no quería esto. Me gustaría mostrarte que
no soy un monstruo. Ojalá hubiera llegado a ti antes que él. Las cosas hubieran 58
sido diferentes.
Nicole cerró los ojos y trató de imaginar el no conocer a Dominic. A
August siendo capaz de proyectar el encanto suave y la confianza de cuando se
conocieron, en lugar de la ciega desesperación. De su accidentado pasado, de
ser tan vago y sombrío a casi ser sexy. ¿Le habría gustado? Sí. ¿Le habría
encantado? Quizás. Pero ahora se sentía como una puta infiel que había
traicionado de alguna manera al hombre que amaba, el cual la hizo feliz y le dio
todo durante una década. Él era el inocente en esto.
August tenía razón, era egoísta tratando de mantener a su marido, pero
no podía sucumbir al vampiro. Si se fuera con él y dejase todo lo demás atrás,
¿desarrollaría un sentimiento más allá de la excitación? Después de la forma en la
que destrozó su vida, no podía ser el vencedor.
Habría hecho cualquier cosa atroz que pudiera inventar para desgastarla
y ganar su consentimiento. A pesar de su resolución de morir, en el fondo sabía
que hubiera ganado de todas formas. Seguramente siglos de muerte dieron una
visión de maneras creativas de mantener viva a la gente cuando es necesario.
Recogió la energía que tenía y la lanzó en una cadena de palabras tan
amargas que estaba segura de que podría haber quemado agujeros a través de
su alma.
―No es tu decisión. Si me alejas de él ahora, te odiaré para siempre
―Suspiró―. Lamento que opines que soy dramática, sin embargo, creo que en
el fondo piensas igual.

***

Cuando Nicolette consiguió sostenerse por sí misma, August la dejó por


la noche. Esclavo vampírico era una cosa horrible. Controlar a la gente como
marionetas sobre cuerdas, que obedecían por diversión o necesidad siempre
le había molestado. Y, sin embargo, si pudiera, agarraría la mente de Nicolette
con la fuerza de un millar de su especie y la forzaría a olvidar a su marido, su
familia, sus amigos. Olvidar que alguna vez hubieran existido. Crearía un
mundo donde solo él le importara.
La desarraigaría sin misericordia y la replantaría de nuevo a través del
océano, mientras que los que había conocido y amado se extinguieran.
Además, no sentiría una pizca de remordimiento por ello.
August se sentó fuera del bufete de abogados de Dominic con el coche al
ralentí. ¿Cuánto tiempo le llevaría perdonarlo por haber matado a su marido?
Apretó los dedos contra las sienes, como si pudiera empujar los pensamientos
hacia fuera y lejos. Se había estado engañando a sí mismo. Siglos de matanza
hacían algo muy malo para el cerebro.
Quienquiera que fue antes de la maldición, ya no estaba. Solo el
levantamiento de la niebla sobre su vida, el fin a la matanza necesaria, lo había
dejado claro, no importa lo que quisiera que ella pensara. Se había convertido
en implacable, y a pesar del tormento de la matanza, ¿No había disminuido su 59
sufrimiento durante los siglos? El horror se había convertido en el telón de fondo
contra el cual él vivió su vida. La cosa familiar, la cual a veces, podría ser
enfrentada, con la suficiente experiencia.
Hubo un tiempo en que había sufrido y llorado durante horas hasta que
había gritado hasta dormirse por la muerte más reciente, solo para despertar y
tener que repetir el proceso de nuevo. Antes de Nicolette, sus fallas habían
durado períodos mucho más cortos. Algunos sollozos rotos. Culpabilidad
extrema y dolor durante una hora o dos cada noche después, luego de una
depresión de nivel inferior y resignación que le hizo sentir tan cansado que
quería dormir por el resto de su existencia. Si él pudiese quedarse dormido
tanto tiempo.
En más de seiscientos años ¿Tendría que haber apagado con éxito su
empatía por lo que podría ser un verdadero depredador no solo de hecho, sino en
el pensamiento? ¿Su propia marca de la libertad de la maldición? No había
ninguna garantía. Nicolette había sido una garantía demasiado difícil para
renunciar.
El auto de Dominic era el único otro coche en el aparcamiento. Debe
querer una pluma de oro en su gorra para ir kilómetros suplementarios. Este
era el kilómetro en el cual moriría.
Cerró de golpe la puerta del Bugatti. Su visión era confusa por la niebla
roja que solo él podía ver. El impulso de matar. Solo que esta vez no era por
hambre.
El libro dorado de su biblioteca le vino a la mente, las páginas
revoloteando abiertas en la leyenda de la compañera de sangre, las palabras
que había leído una y mil veces, la letra pequeña. La advertencia. ¿Qué
significaba la libertad? Durante siglos, había operado fuera de los límites del
libre albedrío, haciendo lo que se vio obligado a hacer y sufriendo por cada
vida que tomaba. ¿Y ahora? Podía matar a un hombre por razones puramente
personales, sin el tormento que la maldición le había proporcionado. Ahora
podía hacerlo y le gustó.
Había estado seguro de que si la maldición se rompía, volvería a ser el
hombre que una vez fue. No era un asesino cuando se convirtió, por lo que
seguramente esas reglas, la letra pequeña. No se aplicaba a él. El libro había
sido creado por los primeros vampiros. Sin embargo, August era especial,
diferente, un santo.
Y estaba a punto de drenar la vida de un hombre. Con la maldición
detrás, lo único que quería era a ella. Bebió tres veces de su sangre, y cada vez
se volvía más posesivo. ¿Qué era un asesinato más en todos los miles y miles que
se había visto obligado a cometer? ¿Qué era una vida más si se pudiera simplificar
todo?
La puerta principal estaba cerrada con llave, pero las cerraduras no
representaban desafío. August la arrancó de sus goznes, nada podría
interponerse entre él y su objetivo. Las luces fluorescentes silbaron y
parpadearon cuando pisó por el pasillo, ganando velocidad cuanto más se
acercaba al olor de su presa.
Cuando abrió la puerta, Dominic miró hacia arriba. 60
―¿Puedo ayudarle?
―Puedes morir. Eso ayudaría mucho.
La neblina roja que empañaba la visión de August hizo parecer a
Dominic rosa, como la carne. ¿Debería beber o romperle el cuello? Nunca se
enfrentó a esa decisión. La elección de matar era un concepto nuevo.
Antes de que Dominic pudiera reaccionar, fue sobre él, sus colmillos en
la garganta, rasgando la carne. La primera gota de sangre apenas había tocado
su lengua cuando la cara llena de lágrimas de Nicolette saltó en su mente. Su
compañera fantasma estaba de rodillas, rogándole, suplicando por la vida de
su marido, con la promesa de darle todo lo que quisiera.
La presa luchó en sus brazos y lo soltó. El vampiro se desgarró en su
propia muñeca y le dio al hombre un poco de sangre para reparar el daño que
había causado. Dominic farfulló y se atragantó, tratando de escapar, intentando
no tragar, pero era una lucha inútil.
Cuando August le dio suficiente sangre al hombre, se aferró a sus
hombros y lo miró fijamente a los ojos.
―Nada de esto sucedió. Olvídate de mí.
Maldijo y abrió un agujero en la pared en su salida. El daño sería un
misterio que el marido de Nicolette nunca desentrañaría.

***

Nicole amontonó unos vestidos más y un par adicional de pantalones


vaqueros en la maleta abierta. No podía soportar dejar a Dominic para siempre.
No era lo suficientemente fuerte como para eso, y temía lo que iba a hacer
August cuando se enterase de que se había ido. Pero necesitaba la ilusión de
que de alguna manera podría ser libre en el mundo de nuevo, solo por un poco.
Volvió a leer sus palabras garabateadas rápidamente.
Dominic:
Lamento dejar una nota como esta, pero mi tía Norah se rompió una pierna.
Necesita ayuda con los niños durante unos días mientras hace otros arreglos. No
quiero molestar en la oficina. Voy a llamar tan pronto como pueda.
Te amo siempre.
Nicole.
La belleza de la explicación es que era fácilmente creíble. Norah no
había hablado con el resto de la familia en años. Nicole se encontró agradecida
por los conflictos familiares que le daría una salida por un tiempo.
Se sentó en la maleta para forzar su cierre y puso las cerraduras en su
sitio. No quería nada más que explicarle las cosas a Dominic, rogarle que
huyera con ella, pero nunca iba a creer su historia.
En su camino fuera de la ciudad, se detuvo por la tienda de flores y le dio
la excusa, de la herida de su tía. No podía garantizar que su trabajo estuviera
allí cuando regresase.
Solo necesitaba espacio, unos días para tratar de hacer frente a la 61
realidad de su vida ahora.
Capítulo 8
62
Traducido por Gaz
Corregido por *elis*

August había conducido durante cinco días, parando solo para dormir a
un lado de la carretera. La muerte y la decadencia se levantaban a su
alrededor, con su rostro y el cuerpo habiéndose vuelto horripilantes por la falta
de alimentación. Cada vez que cogía su camino, lo perdía de nuevo. Y cuanto
más débil se ponía, más difícil era recogerlo.
Necesitaba alimentarse. Necesitaba matar a alguien. Después de la
neblina roja que se había apoderado de él con Dominic, la creencia
momentánea de que podía matar sin remordimiento, August fue de nuevo hacia
una sensación de temor ante la perspectiva. ¿Cuál era el punto de tomar a
Nicolette, de destruir su vida, si él volviera a matar? Si se permitía sucumbir a
sus impulsos, cada fragmento de lo que él había sido una vez se perdería para
siempre, y el sacrificio de ella dejaría de tener sentido.
De cualquier manera, ella estaría sola por ahí. Cuando su esposo y su
familia y amigos se hubieran ido, ella estaría sola, como él. La necesitaba. Ella
lo necesitaba. No lo sabía todavía. Él no la dejaría como un monstruo solitario
para enfrentar sin cambios el mundo envejeciendo.
A excepción de su pie en el acelerador, tenía el cuerpo completamente
inmóvil. La sentía cerca. Había dejado de moverse. Corrió hacia adelante,
como si ella le estuviera tirando por una correa invisible. Se preguntó si
tendría una repentina sensación de miedo, pánico, si sabía que él iba a ir a por
ella en el momento de huir.
Sonrió cuando vio el Lexus plateado aparcado junto a la última habitación
de un motel destartalado. Los moteles eran lugares públicos. No necesitaba
invitación.
August no se molestó en llamar o emitir amenazas, sino que abrió la
puerta y entró. Estaba tumbada en una de las camas dobles, viendo un
programa en la televisión. Sus ojos se levantaron hacia él, abriéndose y
luciendo horrorizados cuando él cerró la puerta. Se arrastró de la cama para ir
al baño, pero la agarró antes de que llegara allí.
—¿Planeabas salir del país volando? —Ella había elegido un motel junto
a un aeropuerto. Si hubiera volado lo suficientemente lejos él no podría haberla
encontrado, al menos no sin matar a unas cuantas personas en primer lugar.
Pero mientras Dominic estuviera vivo, no iba a dejar el país sin él. August se
alegraba de haber resistido la tentación de matar al abogado.
—Yo... um…
—Cierra los ojos.
—¿Qué?
Aquellas, evidentemente, no eran las palabras que había esperado de él
después de cinco días de estar cazándola.
—Cierra los ojos. —No debía sentirse mal porque ella tuviera que
soportar la mordedura de un feo y putrefacto vampiro. Era culpa suya que
hubiera llegado a este estado. Su huida. 63
—¿Vas a hacerme daño?
—¿Por qué iba a hacerte daño?
—Huí.
—Y no tenía sentido. ¿Lo tenía? ¿Qué creíste que lograrías? ¿Es así como
deseas ir por el resto de la eternidad conmigo? ¿Corriendo y quedando
atrapada por un monstruo grotesco cada pocos días? ¿No preferirías que me
alimentara de ti de una forma más atractiva?
—No.
Allí estaba. Esa culpa ridícula suya. El complejo de mártir.
—Vas a tener que beber mi sangre esta noche.
Ella trató de liberarse de su agarre.
—¿Qué? ¡No! Dijiste…
—A menos que quieras sufrir. Con la cantidad de sangre que tendré que
tomar de ti en este momento, sanará, pero va a ser doloroso sin mi ayuda,
incluso con el vínculo entre nosotros. Te dije que no permitiría que sufrieras
innecesariamente. Te di mi palabra.
También había prometido que Dominic iba a morir por causas naturales y
que podía quedarse con su marido hasta entonces. Y, sin embargo, casi había
roto esa promesa.
August no tenía que ser capaz de leer su mente para saber que ella tenía
un deseo de muerte ya. Había visto un reflejo de sus propios ojos en los de ella;
la caída de los hombros, la resignación, la ardiente necesidad de escapar de
todo. Ella era su espejo.
—Nicolette, tenemos que estar juntos. Nos volveremos locos de lo
contrario. Puedes pensar que no me necesitas ahora, pero lo harás. Y te
necesito. No tienes idea de cuánto.
Se sorprendió cuando la dejó tirar de ella hacia sí, con los ojos
fuertemente cerrados, como él había pedido. Atacó su garganta, alimentándose
lo más rápido posible. Ella se encogió contra él, y no estaba seguro de si era
por su fealdad y la decadencia actual o si el vínculo entre ellos aún causaba que
la picadura se sintiera placentera.
Saborear su sangre era algo para otro momento. La vació como si
estuviera drenando un cuerpo seco. Apenas la saboreó. Solo necesitaba
recomponerse. El olor que se había levantado de su carne durante los dos
últimos días se desvaneció en la nada. Su rostro perdió su forma encogida y
palidez cenicienta. Su piel se curó, tapando la horrible verdad de lo que podía
llegar a ser tan rápidamente sin la sangre humana. Se volvió perfecto otra vez.
Se detuvo cuando escuchó el gemido de dolor escapar de sus labios. A
pesar de sus protestas anteriores, ella no luchó cuando él le llevó su muñeca
sangrante hacia la boca.
—Bebe. Te sentirás mejor. Lo prometo.
Su boca se pegó alrededor de la herida y ella bebió durante varios
minutos, con algo profundo y primigenio agarrándose a ella. Cuando terminó,
fue ella quien inició el beso, con sus labios presionando contra su
desesperación febril.
Los ojos de August se abrieron. Solo era el vínculo cada vez más fuerte, 64
la alimentación mutua causando que su deseo se saliera de su control. No era
real. Solo un espejismo. Ella se sentiría angustiada más tarde. Le culparía por
"tomar ventaja", a pesar de que ahora ella era la que lo estaba desnudando y
bajando de un tirón sus pantalones, a una velocidad impresionante.
Mantuvo sus muñecas apretadas, forzando a sus ojos a encontrarse con
los suyos.
—Auuuu. August, me estás lastimando.
—Bien. —El dolor era lo único real entre ellos.
Su camisa se abrió para revelar la parte superior de sus senos
enrojecidos. Él arrancó el resto de su cuerpo y tomó su sujetador también.
—¡Pantalones, fuera! —gruñó, demasiado impaciente para lidiar con la
logística de su ropa y demasiado ocupado con la suya. Se había alimentado
hasta estar lleno, estaba bien de nuevo, pero quería saborearla, quería beber
más de ella.
August la empujó contra la pared con paneles de madera sintética y
hundió sus colmillos de nuevo en su garganta. Ella se retorció contra él hasta
que él movió sus caderas y estuvo dentro de ella, entonces se quedó inmóvil y
comenzó a llorar.
La acunó.
—Shhhh, muñeca. Siempre iba a suceder. Estás luchando contra la
naturaleza y el destino y la sangre. No se puede luchar contra esto. No puedes
luchar. No quieres hacerlo.
Los minutos pasaron, con sus cuerpos así, inmóviles, como una escultura
de amantes abrazados congelados en el tiempo.
Por último, las caderas de Nicolette comenzaron a moverse y frotarse en
su contra en un consentimiento tardío de su propia destrucción.
—Sí, así de fácil —susurró él. Regresó a alimentarse mientras se follaba a
sí misma en él. Cuando había tenido su banquete de sangre, cerró la herida y
luego la trasladó a la cama para terminar lo que había empezado. Se movió
dentro y fuera de ella hasta que ambos llegaron, y luego sus colmillos estaban
en su garganta de nuevo, tomando solo un poco más. Siempre un poco más.
Se tumbaron en la cama, jadeando, con su aliento recuperando poco a
poco el ritmo. Él la atrajo hacia su cuerpo y cerró los ojos.
—Duerme ahora. Volveremos por la mañana.

***
Nicole estaba en los brazos del vampiro, con sus lágrimas asfixiándola.
¿Cómo había permitido...? ¿Cómo podía haber iniciado...? Todas las ilusiones
se fueron, como la ilusión de que podía mantener las cosas estrictamente en
sangre. Había asumido que él trataría de follarla en algún momento, pero nunca
se hubiera imaginado que sería ella la que se arrojara a él, rogándole que la
tomara. No había dicho esas palabras. No había dicho ninguna palabra, pero su
cuerpo lo había dicho todo. 65
Ahora lo único que quedaba era la vergüenza y la determinación de que
nunca podía volver a ocurrir. Nunca podría traicionar a Dominic así otra vez.
Las manos de August le acariciaron los pechos, y ella se estremeció.
—Tú empezaste esto. Saltaste sobre mí como si fuera tu última fuente de
oxígeno.
Ella trató de retirarle la mano, pero él no se movió, y ella no quería que
se moviera. Su mano presionada contra su piel le daba ganas de abrir las
piernas y guiarlo de vuelta dentro de ella.
Como respondiendo a sus pensamientos, le acarició la carne entre sus
piernas hasta que ella comenzó a moverse contra él.
—Sabías lo que estaba pidiendo cuando te dije que te darías a mí. Sabías
de qué se trataba y lo que significaba este bono. No te mentí. Te dije desde el
principio que eras mi compañera, y que de una manera u otra cederías y
aceptarías. No puedes echarte atrás, y, ahora que he estado dentro de ti, habrá
mucho más de donde vino eso. Puedes contar con ello.
—¿Lo veré de nuevo? —No podía imaginar que August le permitiera
volver a su marido ahora. No después de esto.
—Desde que Dominic cree que estás con tu tía, sigue con esa mentira. Te
quedarás conmigo por un tiempo, haciendo exactamente lo que yo te diga que
hagas, no importa lo que te pida, y luego voy a pensar en perdonarte y dejarte
verlo de nuevo. Desobedece una orden y estará fuera de tu vida para siempre.
Si la alimentación la volvía loca, a August aún más. La posesión de su
sangre lo alcanzó, por lo que los pequeños hilos de la humanidad que había
visto ya habían comenzaron a deshilacharse. Nicole no estaba segura de que
incluso obedecer todos sus caprichos le permitiera volver a su marido, en ese
punto.
—Me follarás exactamente como lo exija, entonces te lo follarás a él. Nos
follarás a ambos, y te va a gustar. Algún día podría hacerte follarnos a los dos a
la vez.
—Él no puede saber acerca de esto.
—Ya veremos.
Ella abrió las piernas más mientras él deslizaba la otra mano entre ellas.
Usó los dedos de una mano para follarla y los dedos de la otra para frotar su
clítoris, y luego la mordió, y ella llegó de nuevo, yendo contra él.

***
A la mañana siguiente, un nuevo tipo de energía zumbaba por debajo de
la superficie del vampiro. Nicole estaba en la cama, con las sábanas enredadas
alrededor de ella, contemplando si estaba dispuesta a sentarse ya. August
estaba vestido con un traje negro, una camisa gris medio y una corbata negra.
Se sentó en una silla en un rincón junto a la ventana, bebiendo una taza
de café. Su rostro estaba tan iluminado que Nicolette se preguntó si estaba
enchufado a una toma de corriente en alguna parte. 66
—Buenos días, querida, ¿has dormido bien?
—Bonito traje.
—Encontré una tienda para hombres en el aeropuerto.
La habitación era una pesadilla. Habían destruido tanto las camas que era
difícil saber si era sexo o una masacre lo que había ocurrido, a causa de la
sangre que habían intercambiado. Las lámparas estaban tiradas y uno de los
focos estaba roto en el suelo. Los cuadros estaban torcidos, y uno se había
caído de la pared. La pared en sí estaba abollada donde él se había estrellado
contra ella, o cuando su mano se había cerrado de golpe para tomar la fuerza
para que el cuerpo de ella no tuviera que hacerlo.
—Esta habitación parece la escena de un crimen.
Él se inclinó en el lado derecho de la mesa y dejó la taza humeante de
poliestireno en ella, entonces sacó un vestido que había estado en su maleta. Su
ropa ya estaba empacada.
—Vístete. Es hora de volver a casa.
No podría llegar allí lo suficientemente rápido.
—¿Qué pasa con mi coche?
—Cautivé a alguien para que lo lleve de vuelta. Otra persona está
conduciendo mi coche a casa. ¿De verdad quieres ir en coche durante días?
—Entonces, ¿cómo vamos a llegar a casa? —¿Se había referido a la casa
de él como a la suya?
—Volando. Alquilé un avión en el aeropuerto en el que planeabas
escapar.
Ella solo deseaba haber tenido el coraje de salir del país. Solo había
estado demasiado cansada para conducir más. No había notado el aeropuerto
hasta que había estado en la habitación por más de una hora y seguía
escuchando aviones por encima.
—¿No vas a hacer nada con esta habitación?
—¿Por qué habría de hacerlo? ¿Está tu ADN en una base de datos?
—No... pero...
—Voy a la oficina para hacerme cargo de la cuenta y borrar la memoria
del secretario. Te espero afuera en cinco. No me hagas esperar. Y, Nicolette,
huye de nuevo y no voy a ser tan amable cuando te encuentre.
Capítulo 9
67
Traducido por electra
Corregido por AriannysG

Cuando el avión aterrizó, alquilaron un auto para que los llevara las
últimas horas a la mansión. Era tarde en la noche cuando llegaron a casa.
August no tuvo que mirar hacia atrás para saber que Nicolette lo había
seguido por las escaleras. No iba a aceptar tan fácilmente si no fuera porque la
amenazó con no volver a ver a su marido.
Todo lo que quería era una oportunidad. Si pudiera ver lo fácil que
podían ser las cosas si acabara de aceptar a otros hombres en su cama y no
solo uno.
Mantuvo la puerta abierta para ella cuando llegaron al dormitorio. Ella
echó un rápido vistazo y luego se precipitó delante de él.
—Sin zapatos, muñeca. Es una alfombra cara. —Se quitó los zapatos y
calcetines junto a la puerta.
Ella se deslizó sus sandalias, y August captó la breve felicidad en su
rostro mientras sus pies se hundían en la alfombra gruesa y suave, de color
rojo. Era roja debido a que una vez le gustó la idea de traer comida a su
habitación. El color enmascararía cualquier derrame. Al final, no podía matar y
dormir en la misma habitación. Ahora se sentía más natural extraer sangre en
ese lugar que en cualquier otro. Alimentarse bajo el suelo parecía bizarro y
profano.
Cerró la puerta, tomó su celular del bolsillo y lo sacó.
—Aquí, llámalo.
—¿Qué?
—Llama a tu marido y hazle saber que estás bien. Estoy seguro que está
acostumbrado a oírte todos los días.
Ella retrocedió un par de pasos; lo miró con desconfianza.
—¿Y cuánto me va a costar usar el teléfono?
—Nada, no te pediré nada en todo caso.
Nicolette lo miró, tomó el celular y marcó. Se acurrucó en la silla de la
esquina, tratando de tener un poco de privacidad. Pero él no permitía ese tipo
de lujos.
—Dominic.
—Hola. —August podía oír la risa del otro hombre por teléfono. Su
marido se rió entre dientes—. Me echas de menos ¿verdad? —bromeó.
Nicolette sonrió. Una sonrisa genuina, la tensión se desvaneció ante el
sonido de su voz.
—Por supuesto que te extraño.
—Bien, porque pensé que buscabas una manera de dejarme poco a poco
para que no me fuera tan doloroso. —Él aún le tomaba el pelo, pero la sombra
que cayó sobre su rostro delataba sus pensamientos. Ella lo iba a dejar poco a
poco. Y el pobre tonto no lo sabía.
Levantó la vista hacia August, una pregunta en su mirada. ¿Vas a alejarlo
de mí ahora? Ella podía haber pronunciado eso en voz alta. Sus ojos transmitían
más de lo que sus labios jamás podían haber hablado. 68
—Entonces, ¿cómo está tu tía hoy? —preguntó Dominic, sin darse cuenta
de la tensión y el drama al otro lado de la línea.
—Igual que ayer. Podría tomarle un tiempo mejorarse, pero no es
sumamente grave.
La mentira salía de sus labios con una facilidad que sorprendió al
vampiro.
—¿Cuándo vas a venir a casa? Extraño a mi puta insaciable.
El vampiro sonrió ante eso, y Nicolette miró su regazo. Si tenía alguna
duda de que el vampiro podía oír ambos lados de la conversación, se había ido
ahora.
—No estoy segura. Te haré saber cuándo ella esté mejor y pueda irme.
Su voz bajó una octava.
—Así que… ¿Qué llevas puesto?
Nicolette miró su vestido de verano.
—Yo.... no puedo decir eso ahora.
—Ohh.
—Niños en la habitación.
August quedó impresionado por la rapidez de su mentira. Era una buena
cosa el hecho de que ella fuera del tipo leal, porque sus mentiras sonaban como
verdaderas. El vampiro casi lo podía creer, incluso sabiendo la verdad.
—¿Esta tarde? —preguntó Dominic.
—Bien, lo sabes, niños.
—No, en realidad no.
—Bueno, ahora lo sabes. Chico, sabes esquivar una bala —bromeó. Se
encontraba casi en sí misma por ese minuto, la feliz y despreocupada mujer
que se reunió con el vampiro en la cafetería. Ellos tenían una manera muy fácil
entre ellos.
—En efecto. ¿Me llamarás mañana? ¿Cuándo no hayan menores de edad
corruptibles alrededor?
—Lo intentaré —dijo ella.
—Te amo, nena, te extraño.
—Te amo y también te extraño. —Colgó la llamada antes de que pudiera
empezar a llorar y le devolvió el teléfono a August—. ¿Voy a volver a casa?
—Eso depende de ti. ¿Puedes manejar a los dos? Porque es ambos o solo
yo.
—No lo puedo perder. Él es lo único seguro en mi vida. —Sus ojos le
rogaban con más fervor que su boca.
Asintió.
—Espero que algún día me veas como algo seguro en tu vida. Sé que
estoy jugando sucio. Me gustaría poder obligarme a ser más noble por tu bien,
pero mi sangre grita por la tuya. Si supieras lo que está dentro de mi cabeza.
Martilla mis oídos como un corazón desbocado. Cada parte de mi ser dice que
me perteneces. No puedo resistirlo por más que lo intente.
August se desabrochó su chaqueta y la puso sobre la silla que se
encontraba al lado de la que se sentaba Nicolette, se aflojó la corbata y se la
pasó por encima de su cabeza. La vio tensa mientras lentamente se 69
desabrochaba cada botón de su camisa y deslizó la ropa de sus hombros.
—No voy a competir con Dominic. No eres más de él.
Lágrimas rodaron por sus mejillas.
—Tú vas a quitármelo. No vas a respetar tu palabra. He sacrificado todo,
y tú vas a llevártelo.
—La única persona que ha faltado a su palabra eres tú, muñeca. ¿Quién
te llevó de vuelta inmediatamente a tu amante después del día que la unión
estuvo completa? ¿Quién murió de hambre durante cinco días cazando su
comida prometida?
Ella apartó la mirada.
—Eso es lo que pensé. No soy un ser humano tonto. No me importa
compartir. Lo que importa es este constante intento tuyo de negar lo que soy
para ti ahora. Si quieres mantenerlo hazme creer que lo entiendes. Él no es más
tu alma gemela. Él es temporal. Yo eterno. Será mejor que metas esa mierda en
tu cabeza.
Se estremeció, pero no le importó. Estaba harto de apaciguarla. La
ingratitud de ella lo tomó a la primera oportunidad que pudo correr y haciendo
que le hirviera la sangre.
—A decir verdad, me sorprende que te escaparas y dejaras a tu precioso
Dominic atrás.
—Solo necesitaba unos pocos días. Necesitaba espacio de ti, de todo.
¿Por qué no entiendes lo que me has hecho?
Se abrió la cremallera de los pantalones y los empujó sobre sus caderas,
junto con sus boxers.
—He comprendido qué tomaba de ti en el momento en que te saqué de
tu casa. ¿Por qué crees que me fui lejos para conseguir que vinieras a mí
voluntariamente? Sabía lo que te hacía. ¿Te hubieras permitido conseguir
escapar de la maldición eterna si tuvieras la oportunidad?
—No hubieras escapado. Hubieras vuelto. Por él. Tú solo me herías.
Su voz se elevó por la ira, y la sacó de la silla en la cual se había
acurrucado más y más como queriendo desaparecer de su vista.
Él la sostuvo en sus brazos y deslizó sus manos por su espalda para
desabrochar su vestido. Se quedó allí, llorando silenciosamente mientras él
deslizaba sus tirantes y empujaba el vestido hacia el suelo.
—Mírame.
Obedeció, sus labios temblorosos, lágrimas contenidas en los ojos. Su
mirada se posó en el pulso de su garganta, ese pequeño golpe, pum, pum
ligero, mientras la sangre se empujaba a través de la vena y se presionaba
contra la piel con un ritmo hipnótico que lo volvía loco.
Se obligó a mirarla de vuelta a sus ojos.
—Si nunca hubieras conocido a Dominic, ¿me querrías?
—No lo sé —evadió.
Él gruñó.
—Lo sabes. Maldición, dilo.
—Sí. ¿Eso es lo que querías oír? Sí, sí. Maldición, sí. Te desearía. Pero esa
no fue la historia que tuvimos. No puedo ser lo que tú quieres que sea. ¿Por qué 70
no puedes aceptar eso?
Ella no peleó cuando August la acostó sobre la cama y separó sus
piernas.
Sus colmillos se hundieron en la arteria de su muslo. Su sabor era
exquisito, cada vez que él la tomaba. Mientras bebía la acarició a través de sus
bragas y sintió su humedad en su unión, la traición de su deseo sin siquiera
tomar una gota de su sangre en su interior.
Pasó la lengua por las marcas de punción, aunque su tiempo de curación
se había acelerado y las heridas ya se sellaban. Luego deslizó sus bragas.
Él permitió que sus colmillos se retrajeran y tomó dentro de su boca
mientras ella tragaba, chupó cuando ella se retorcía contra él, sus manos
enredándose en su cabello. Al momento en que ella llegó, él se deslizó por su
cuerpo y se acomodó en su húmeda y acogedora calidez interior, tan mojada
después de venirse.
Su boca encontró el pulso de su garganta y la mordió, drenándole su
febrilidad mientras él se conducía dentro de ella, persiguiendo el placer de su
sangre y el de su coño envuelto alrededor de su polla, hasta que ambas
sensaciones se mezclaron en un solo y propio orgasmo enviando gruñidos que
arrancaron de su garganta.
Ella se tensó ante el sonido animal.
Él se quedó dentro de ella, sus cuerpos entrelazados por un momento,
luego la besó la frente y se retiró.
—Quédate en la cama. Te traeré algo de comer.
En la cocina, golpeaba los cajones y armarios mientras le hacía un
sándwich y cortaba una manzana. Antes de Nicolette el sexo había hecho la
necesidad de matar más urgente, hacerlo más violento. La unión hizo lo
contrario. El sabroso sabor de la sangre de ella en su lengua le hizo sentir la
necesidad de follarla. Y sin embargo, no importaba cuánto el cuerpo de ella
quería el de él.
Cómo era de correcto entre ellos esta unión física, ella era como una
infeliz dueña de casa teniendo que cumplir con sus deberes de sexo.
¿Cuántos años debería estar Dominic muerto antes de que ella realmente
pudiera entregarse a August, sin reservas ni remordimiento, sin reservar las
pequeñas partes de si misma que mantenía cerradas fuera de su alcance? Podía
tocar cada centímetro de ella, penetrarla con los colmillos y su polla, sin
embargo nunca iba a llegar a nada real.
La maldición era una cruel broma.
Cuando le trajo la comida, la encontró acurrucada sobre sí misma,
sollozando.
—Nicolette.
Ella no lo miró.
Dejó la bandeja en una pequeña mesa y fue a la cama. La movió para que
se sentara, inclinada contra su pecho y mordió su muñeca.
—Bebe, muñeca.
Cuando pudo recobrarse de su miseria lo suficiente como para ver su
brazo sangrante, luchó. 71
—¿Qué? No, no voy a beber tu sangre más. Me jode.
—Solo quiero usar la unión para tomar tu dolor. Por favor.
—Su agonía era algo palpable en la habitación, flotando entre ellos,
tratando de succionar toda la vida y oxigeno llevándolos lejos—. Por favor,
Nicolette déjame hacer una cosa por ti. Déjame hacerlo más fácil.
Ella buscó en su cara durante varios minutos antes de ceder finalmente.
La herida en la muñeca se había sellado, de modo que abrió una nueva, la
sostuvo en sus brazos y le acarició el cabello mientras bebía. —Esa es una
buena chica. No quiero herirte. Te llevaré de vuelta a casa mañana. No voy a
retenerte aquí en contra de tu voluntad.
Él la quería lejos de la influencia de su marido casi más de lo que quería
su sangre. Pero no podía soportar la forma en que la destruía, lo mucho que su
dolor doblaba su dolor, mientras más la hería, más la maldición seguía
prosperando de fondo, volviendo a la vida en una forma nueva y mejorada.
Capítulo 10
72
Traducido por Je_tatica & Mokona
Corregido por Viqijb

Nicole se sentó en el lado del pasajero del coche de alquiler, aún sin
creer que August decidió devolverla con su marido tan pronto. Y, sin embargo,
no quiso dejar de venir a ella. No quiso dejar de alimentarse y follarla. Él no
paraba de robar lejos todas las piezas de su angustia emocional para
mantenerse sintiéndose culpable como él tomó y tomó y tomó un poco más de
ella. Un poco cada vez, fue borrando de ella. Su honor, su dolor, su
arrepentimiento, las cosas que eran reales, y reemplazándolos con su
oscuridad y su mordedura.
A pesar de que había jurado que no iba a correr de nuevo, era mentira
que no pudiera reunir toda la vergüenza. Ya no era necesaria, por unos pocos
días, para escapar. Tenía que escapar de un futuro que ella misma había
sellado. Su insistencia en que su naturaleza debe permanecer en secreto
martilleaba por su mente una y otra vez en el camino a casa mientras formulaba
un plan que la liberara del vampiro.
Él había cambiado tan drásticamente del hombre roto que la había
mantenido encerrada en su sótano durante meses. El hombre al que casi había
llegado compadecer. Si él fuera verdaderamente libre, tendría que
permanecer fuera de su alcance durante una semana, dos a lo sumo. Una vez
que se descompusiera y se alimente de otra persona, una vez que llegara el
gusto por la sangre sin el dolor, él no la necesitara más. Él podría ser un
depredador y podía ser libre. Su obsesión se desvanecerá.
Trató de no pensar en la vasta extensión de la eternidad, como el tiempo
marcharía eternamente sin Dominic, cómo iba a perder a alguien que estuviera
cerca de ella. Algún día ella podría buscar a August, cuando la soledad se
hiciera demasiado grande para soportarla. Si ese tiempo alguna vez llega, ella
esperaba que él la perdonara por lo que debía hacer ahora. Era su última
oportunidad de salvarse a sí misma, aunque fuera brevemente.
—Estás muy callada, querida. ¿Estás segura de que puedes manejar
esto? — Nicole le disparó al vampiro una mirada de disgusto.
Tenía que convencer a su marido de correr con ella. Era la única manera.
Ellos dos juntos, poniendo tanta distancia entre ellos y el vampiro como sea
posible, el océano, si es necesario, las zonas horarias de media docena, lo que
fuera necesario.
—Sí —dijo ella con los dientes apretados—. Puedo manejar ser su esposa
y tu puta. ¿Es esa la respuesta que querías? ¿Eso es el que más te emociona?
Su mano se deslizó por la parte interior de su muslo.
—Tal vez.
Nicole cerró los ojos y respiró, tratando de que el espacio entre sus
piernas dejara de palpitar. Pero no tenía sentido. Se sentía húmeda y caliente y
con comezón. Ella quería arrastrarse fuera de su piel y en la suya. Sería mejor
cuando estuviera en brazos de su marido. Esto se desvanecería. Tenía que
hacerlo. Lo que tenía con Dominic era real; con August era una especie enferma
de magia que la había arrastrado a su red. 73
—¿Quieres que vaya contigo? —le preguntó mientras giraba el
encendido.
—Ya me las arreglaré.
August abrió el maletero y sacó sus maletas.
—Te voy a dejar el coche de alquiler.
Nicole recibió su equipaje a la puerta en dos viajes y tocó el timbre.
Cuando Dominic abrió la puerta, Nicole estaba decidida que podría
correr del vampiro, siempre y cuando llevándoselo renunciando y dejarla ir.
Ese hoyuelo. Oh, Dios, cómo había extrañado ese hoyuelo. Todo lo que
quería hacer era lanzarse a él y follar como conejos durante los próximos tres
años sin parar, y encontrar una manera de borrar la huella de August de su
cuerpo y su mente.
Pero podrían follar en la fuga. Esto tenía que terminar ahora.
—No me lo esperaba tan pronto —dijo.
—El primo de la tía Norah llegó anoche a ayudar, así que regrese.
Dominic le ayudó a traer sus bolsas en el interior, a continuación, sus
brazos estaban alrededor de ella, con la boca mordisqueando su cuello, dedos
deslizando debajo pantalones y bragas.
—Espera. —Jadeó en busca de aire mientras lo apartó de ella—. No
podemos hacer eso ahora mismo.
—¿No podemos? ¿El tiempo de exposición con los niños de Norah te
asusto del sexo? ¿Demasiado riesgoso? —Él movió sus cejas sugestivamente, y
a pesar de todo, ella se echó a reír.
Lo tomó de la mano.
—No, necesito que vengas conmigo. Tengo algo importante que decirte.
Con Dominic cualquier cosa era un juego. Él dejó que lo arrastrara hacia
el coche de alquiler y empujarlo en el asiento del pasajero.
—¿Qué pasó con el Lexus?
—Te lo explicaré más tarde. —Revisó sus espejos antes de salir y se fue
directamente a la casa de sus padres.
—¿Qué es todo esto?
—Ya lo verás. Tengo que decirles a mis padres, también.
Si ella le decía a los tres la verdad acerca de August, sobre lo que le
había hecho a ella, tal vez una versión editada sobre lo que había hecho con
ellos, sin duda, uno de ellos sería capaz de romper la esclavitud de recordar el
vampiro y ver la verdad. Entonces ella y Dominic podrían correr.
—¿Lois y Raymond? Oh Dios, ¿estás embarazada?
—No. Sólo tienes que esperar, así puedo hablar con todos a la vez.
Pasaron varios golpes en casa de sus padres antes que respondiera su
padre.
—Nicole, cariño, qué agradable sorpresa. —No sería agradable por
mucho tiempo.
—Necesito hablar contigo y con mamá.
—Claro, claro. Vamos, entra. Acabamos de terminar el desayuno. ¿Has
comido? ¿Quieres que revueltos tus huevos? Tengo un poco de tocino y
galletas aún calientes en la estufa. 74
—No, gracias. —¿Quién podría comer huevos en un momento como este?
Cuando todo el mundo se reunió en la sala de estar, el plan comenzó a
sentirse menos sólido.
Se paseó mientras su madre bebía té de una taza de color lila pintada a
mano del hibisco en el lateral. Sus cejas apretadas juntas en la frente.
—Dios mío, Nicole, sea lo que sea, escúpelo. ¿Murió alguien?
Oh, muchas personas murieron.
—Tal vez por así decirlo.
Su papá encendió una pipa; un viejo hábito nervioso.
—Ray, sabes que odio cuando haces eso —dijo su madre, pasando
rápidamente al otro extremo del sofá.
Dominic se sentó en el sillón, mirando todo menos fácil, con los músculos
rígidos y enrollado como una pantera esperando a saltar sobre la presa, o como
presa listo para correr por su vida.
—Me fui por dos meses —dijo. Nicole Tal vez empezar con algo fácil.
—¿Ahora? —preguntó Dominic, desconcertado—. Has estado fuera unos
días.
—No, antes. Mamá, papá... ¿sabes cuándo…?
—¿Te refieres a ese período que no me llamaste? —dijo Lois un poco
acongojada.
—¡Sí! Esto será difícil de creer, pero fui secuestrada por un hombre, por
un... un vampiro. —Oh Dios, eso sonaba loco.
Los tres se echaron a reír.
—Lo digo en serio. Dominic, ¿no te acuerdas? August te hizo pensar que
no me amabas, nos separó. Ha borrado tu memoria en un par de ocasiones,
también. —Su marido estaba encontrando la broma menos divertida—. Mamá,
papá, él me trajo aquí para verte y borrar su memoria de mi ausencia. Pero
mamá le disparó con la pistola. Tres balas. Luego se levantó justo como si nada.
Lois puso su taza de té en la mesa de café, con la mano temblorosa,
mientras que Raymond dio otra larga calada del tabaco de pipa.
Dominic parecía congelado en la confusión entre depredadores y presas.
¿Atacar o correr?
—Había tres balas que faltaban en la pistola la última vez que la limpié.
La mantenemos cargada —dijo su padre.
Nicole sonrió a pesar de la tensión. Sí. Esto podría funcionar.
—No seas ridículo. Todo esto es una broma de mal gusto —dijo su
madre—. Escucha lo que está diciendo... recuerdos borrados y manipulados,
disparando a un vampiro. Es una tontería. —Se volvió hacia Nicole, poniendo su
cara severa de mamá—. Para en este mismo instante. La broma no tiene gracia,
Nicole.
—No es una broma. Tienes que recordar. Trata de recordar. Por favor. Mi
vida, mi libertad, depende de ello.
Estaba segura de que una chispa podría venir a uno de ellos. ¿Cómo
podían recordar algo tan dramático y no ser capaz de suscitar la memoria? No
podría haber desaparecido. Tenía que estar ahí en algún lugar. Sólo tenía que
desbloquearlo, desencadenarlo de alguna manera. Todo lo que tomaría era 75
para uno de ellos empezar a recordar, a continuación, los demás caerían como
fichas de dominó.
—¡Ya está bien! —dijo su padre, con el rostro cada vez más rojo—. No sé
qué demonios te crees que estás haciendo, pero eso es suficiente. ¡Maldita sea!
—Dominic. —Ella se volvió hacia su marido, seguro que vendría en su
ayuda. Este fue el hombre que la amaba más que a la vida, el hombre con el
que compartió todo. Tenía que recordar.
—Estoy preocupado por ti, Nicole. ¿Cuánto tiempo has tenido estos
engaños?
Una vez que Dominic había hecho la sugerencia de la ilusión, era como si
una pequeña histeria se apoderara de la sala. La idea anclada en cada uno de
sus cerebros, poco dispuestos a dejarlo ir.
Lois se levantó y se acercó a Nicole, con los brazos extendidos, como si
esperara que su hija encajara en cualquier momento.
—Déjame hacerte una buena taza de té.
—Mamá, no quiero té. Esto es serio. Tienes que recordar.
Sus padres intercambiaron miradas de preocupación, como si tuvieran
esto todo resuelto. Nuestra pobre niña está loca. Ellos no tienen que decirlo en
voz alta. La demencia daba miedo, pero era real. Había métodos en lugares
para tratar con esto. ¿Vampiros y control mental? No tanto.
Ella había estado preocupada por cómo iba a bordear algunos de los
detalles más valorados-X de su tiempo con August. Esa había sido una
preocupación inútil.
—Llama Dr. Cronan —dijo Raymond—. Él te ayudó mucho cuando tuviste
esa depresión.
Lois asintió, ahora llena con un propósito.
—Buena idea.
—Yo no estoy loca. Dominic, tú vives conmigo. Diles que yo No estoy
loca.
Dominic le tomó la mano y la miró como si ella fuera nueva para él.
—Sólo quiero que te pongas mejor, cariño. Nosotros te ayudaremos.
Verás a alguien. Tal vez ellos te escribirán una receta. Sé que esto da miedo,
pero podemos superarlo juntos.
Su madre ya estaba marcando el teléfono.
¿Estoy loca? La idea se filtró en su mente por un momento aterrador.
Había estado tan ocupada con la enormidad de todo, que ella no había
considerado ninguna otra opción. ¿Y si fuera cierto? ¿Y si se había roto de
alguna manera un día? El tío Chuck solía ver brillantes mariposas
resplandecientes en su inodoro. Habían dicho siempre cosas buenas de todo el
mundo. Había sido inofensivo. No era como si las mariposas le preguntaran por
asesinar personas. Ninguno pensaba que fuera necesario medicarlo. Era sólo
una peculiaridad extraña familiar.
Esto fue lo más lejos que se podía obtener de mariposas imaginarias. ¿Su
enfermedad había pasado a través de la familia? ¿Acaso su padre tiene un gen
que se había expresado con fervor excitado en ella?
Nicole revisó los hechos tal y como su padre le sirvió una taza de té. 76
Dominic se sentó junto a ella, sosteniendo su mano mientras su madre hablaba
en voz baja por teléfono al Dr. Cronan.
Un vampiro antiguo con una maldición que de alguna inexplicable razón
sólo ella podía curar. ¿Delirios de grandeza? Su mordida dolió como el infierno
y luego de alguna manera… no dolió más. Oh, allí estaba el pinchazo inicial,
pero de alguna manera la experiencia daba paso a excitación y placer. La había
mantenido en un sótano por dos meses, había matado gente frente a ella, y aun
así su cuerpo lo deseaba ahora y nada de eso importaba. ¿Vínculo vampírico o
media aproximación a la demencia? Él había manipulado la mente de aquellos
a quienes ella amaba… y de repente era más creíble la versión de los hechos
de su familia.
No había marcas en su cuello que indicaran que había sido mordida por
algo. Convenientemente él podía curarle las marcas que de otra forma se
verían. No había una evidencia física de nada de lo que ella había
experimentado. Todos los regalos que August le había comprado estaban…
convenientemente en su casa. Ellos convenientemente… habían alquilado un
carro que había sido pagado a su nombre. ¿Luego qué? ¿Él se había convertido
en un murciélago y se había ido? El solo… se había ido como una escena que
cambia en una película. Ella no lo había visto irse. Asumió que él había utilizado
algún súper rápido movimiento vampírico. ¿Se sentía esto más como un sueño
que como el mundo real? ¿O una ilusión, soñar despierta?
En un sueño, uno no sabe que está soñando. Esta despierto y vivo
realmente hasta la mañana. Las ilusiones son iguales, excepto que a veces las
mañanas no llegan.
Nicole bebió el té y trato de mantenerse en la realidad. Sea la que sea.
Esto había sucedido. Tenía que haber sucedido. ¿Cierto? ¿Pero qué pasaba con
el tío Chuck? Él siempre había declarado con altibajos en su charla que las
mariposas brillantes eran reales. Sin importar que tan bizarra sonara la historia,
él había creído en ella con cada gramo de su ser.
Así como creía en August.
¿Pero qué sucedió cuando estuvieron todos juntos? ¿No podría haber
alucinado yendo a casa de sus padres, y los disparos, y…?
—¿Qué sucede con las balas que faltan? —espetó, sonando más como
una lunática a cada segundo que pasaba—. Faltan las balas. ¿Cómo podrían
estar perdidas? Papá, tú no eres descuidado con tus armas. Sabes cuantas balas
tienes en ellas.
Eso era una especie de evidencia física, la única cosa que se ajustaba a la
historia.
—No lo sé, cariño. El Dr. Cronan nos ayudara a entender más como
funciona esto —dijo él como si estuviera tratando de calmar a una mujer loca. Y
claramente pensaba que eso hacía.

***

77
Nicole estuvo en la oficina del Dr. Cronan por horas. Sus padres y
Dominic tenían permiso para estar allí.
Ojos gris pizarra, brillantes como vidrio pulido, la observaban desde
detrás de lentes bifocales. Tenía arrugas en las esquinas de los ojos y líneas de
sonrisa lo que sugería que podía disfrutar de un buen chiste. Pero no parecía
encontrar divertidos a los vampiros.
—Sólo relájate, Nicole, y trata de recordar. ¿Qué hiciste con las balas del
arma? —habló el doctor en ese tono de voz en el que le hablas a la gente loca,
como si fueran niños que no entendían el arrastre de las palabras; cuando uno
puede ir a la deriva en el mar del sonido mismo y perder el ritmo o el hecho de
que las palabras tienen algún significado, y tú tienes que escucharlo por eso.
—Ya le dije. No hice nada con las balas. August y yo vinimos. Mis padres
entraron en pánico. Mamá le disparó. Él se alimentó de mí y les borró la
memoria.
Ella estaba tan cansada, hace mucho que no le importaba como sonaba
eso. Todo a lo que tenía que aferrarse era: este show de terror tenía que ser
verdad… eso o estaba loca. Estar loca no era una opción. Antes había tratado
de escapar de August, ahora trataba de arrastrarlo aún más cerca en su
consciencia para hacerlo más real, más sólido. Porque no podía estar loca. No
podía.
Dr. Cronan era como una pizarra de borrón y cuenta nueva, tratando de
sacudir nueva evidencia de escepticismo, pasaba de tabla en blanco a ganar su
confianza, haciendo que ella dijera más palabras para poder incriminarla,
hacerla aparecer más inestable así podría alegremente hacer un diagnóstico.
Si estuviera loca, lo sabría, ¿verdad? ¿Podrían los que alucinan tener
chispas de entendimiento? ¿Podrían ser conscientes de lo que los rodea?
—Cuando él se alimentó, ¿te mordió? —Nicole descorrió manga para
mostrar su brazo desnudo—. ¿Y le dejó una marca?
—¿Parece que hubiese dejado una? —¿Él creía que ella estaba
imaginando feas marcas que eras estratégicamente cubiertas por la ropa que
usaba?—. Se lo dije. El me hizo algo con su sangre. Me curo más rápido.
Sobrenaturalmente rápido. Córteme. Ya vera. Córteme con algo.
El doctor escribió furiosamente en su cuaderno. Aparentemente esas
fueron las palabras incorrectas. Ella solo pudo imaginar que estaba
escribiendo. Deseos de auto infringirse daño. Peligrosa para sí misma y para
otros.
—¡Le mostrare! —Nicole agarró un abre cartas del portalápices en el
escritorio y lo levantó en el aire. Ella apretó los ojos, soportando el impacto.
¿Por qué no lo había hecho antes? Ellos lo verían, frente a sus propios ojos ella
podría curarse. Entonces tendrían que creerle. ¿Qué otra explicación podría
tener su habilidad de cerrar las heridas así?—. ¡Ow!
Los ojos de Nicole se abrieron cuando alguien agarró sus muñecas,
torciéndolas atrás de su espalda, empujándola al suelo sobre sus rodillas. El
abre cartas cayó inservible de su mano mientras giraba la cabeza hacia un lado
y encontraba a su esposo. Ella luchó contra él.
Nunca antes había odiado su fuerza. Esos músculos por lo que había 78
pasado la lengua en muchas noches llenas de estrellas y días lluviosos después
de satisfacerse con fresas y champagne. Esos músculos que la habían hecho
sentir tan a salvo, tan protegida… eran usados en su contra.
—¡Déjame! ¡Puedo mostrarte! ¡Puedo probar que mi historia es real!
¡Puedo probar que esto es real! ¿Por qué no me dejas mostrarte?
Su abrumador cuerpo presionado contra ella, moviéndose a un sofocante
abrazo al revés, sosteniendo sus brazos, evitando que pateara. Era como si se
hubiese convertido en un pulpo, como si le hubiesen crecido seis brazos más
para contenerla fácilmente.
—Oh, bebé. ¿Cómo no lo vi? Lo siento mucho, no divise las señales —
dijo Dominic.
Oh, rayos. Por supuesto. Porque apuñalarse a sí mismo con un abre
cartas es de locos. Nadie lo pensaría, pero es una prueba física. ¿No podían dar
marcha atrás en todo esto y ver la lógica en su comportamiento?
—Me temo que esto cambia las cosas. Quiero tenerla en observación. Por
unos pocos días. Lograremos estabilizarla, ver cómo le va, y cuando no sea un
peligro para sí misma, podrá ir a casa. Podrán encontrar la clase de drogas que
le daremos en este catálogo. Mucho más efectivos que los anteriores anti-
psicóticos. Debería volver a su vida normal en poco tiempo.
Eso hizo que Nicole luchara de nuevo, arañando a Dominic hasta que un
rastro de sangre bajó por su brazo.
—No puedes dejar que me hagan eso. No puedes dejar que me droguen.
¡Esas drogas son peligrosas, y no hay nada malo conmigo! No estoy tan loca,
¿cómo me fui por meses sin que sospecharas que me había ido?
Sus ojos se iluminaron al ver las señales de sangre moviéndose por el
brazo de su esposo. Por supuesto. No necesitaba un abre cartas. Si podía llevar
sus uñas hasta su propio brazo… luchó y torció, golpeando y sacudiéndose
contra él hasta que se desbalanceó y la liberó por un segundo. Eso fue
suficiente.
Ella siseó mientras enterraba sus uñas a través de la carne, y la sangre
empezaba a fluir.
—¡Miren, miren esto! Miren mi brazo. ¡Miren esto!
Ellos fueron muy lentos, debido a que sentían pena por ella, no le creían.
Ella se curó antes que lo vieran. Si hubiesen visto el daño, ¿habrían creído en
sus ojos?
—Cariño, esa es la sangre de Dominic —dijo su madre, gentilmente.
Una parte era sangre de Dominic. Una parte era sangre de ella. Se había
curado demasiado rápido como para que vieran las heridas que se había
infringido.
Si ella fuese capaz de ver por encima, habría visto el punto de todos los
demás. Su cabello en un salvaje y desaliñado embrollo, maquillaje y ropa
desordenadas, gritando, ojos hinchado. ¿Pero no podría perder el control una
persona sana en esta clase de condiciones? ¿En un momento en que la gente no
cree la verdad? ¿Cuándo se rehúsan a ver las pruebas?
Estar en una habitación por horas, hablándoles una y otra vez a personas
que no creen tu historia. Cualquiera se agitaría. Cualquiera luciría así. Como un 79
paciente loco. Tal vez todos en la casa de locos estaban perfectamente sanos,
pero fueron llevados a la exasperación por esta loca y empalagosa
condescendencia.
Cuando se dio cuenta lo inútil que era pelear contra la fuerza de Dominic,
en especial con tantos otros allí para sostenerla, ella se detuvo y miró hacia el
Dr. Cronan, reuniendo fría calma a su alrededor.
—Si me encierra, él lo cazara, y asesinara.
Su valentía se desinfló, y sus ojos se ensancharon cuando vio la camisa de
fuerza, y su lucha continuó.
—Calma, ahora… fácil, Nicole. No usaras esto por mucho tiempo.
Necesitamos transportarte de manera segura al hospital, y prefiero no darte
drogas aun. Esperaremos hasta que estés registrada, hasta que estés
establecida, entonces resolveremos cual es el mejor tratamiento.
—¡No, no, no, no, no, no, NO! —gritó lastimando sus propios oídos. El
pánico crecía más y más, y no había la cantidad suficiente de tranquilizante
equino que pudiera callarla.
Les tomo a ambos, su padre y Dominic, ponerla entre la camisa de fuerza
mientras su madre permanecía de pie a su lado, apretando un montos de
pañuelos en sus manos, jugando a la indefensa, languideciendo.
¿Cómo podía hacerle esto? Su padre y su esposo… los dos hombres más
importantes en su vida. Los que la habían amado, protegido, la estaban
poniendo en una camisa de fuerza sin compasión.
—¡Los odio a ambos! ¡Los odio! Debí quedarme con él. Sacrifiqué todo
para regresar contigo, Dominic, todo. Me entregué a él, por ti. ¡Por ninguna
razón! ¡Miserable bastardo! —Apenas podía creer las palabras que estaban
saliendo disparadas de su boca. Y por supuesto sonaban como locuras para
aquellos pendejos que no la escuchaban. Quienes no podían oír.
Ella les contó la historia claramente. Se las explicó en gran detalle. Y
estos malditos retrasados no podían concentrarse lo suficiente como para oírla
toda. No, estaban muy ocupados en sus malditas cabezas planeando sus
propias palabras. ¿Qué podríamos decir para ayudar a esta pobre chica loca?
En lugar de escuchar. ¿Por qué molestarse en escuchar cuando sabes que estas
en lo correcto? Dominic la llevo entre sus brazos, atando la camisa de fuerza,
ella gritaba obscenidades hacia él. El acarició su cabello.
—Shhhh, bebé. Sé que es confuso ahora, pero haremos que mejores. Sé
que no tuviste la intención de nada de esto.
Como el infierno que no. Como el maldito infierno. Quería escupirle,
pero se contuvo a tiempo. Tal vez él tenía razón. Tal vez ella lamentaría todo
esto después, pero el único momento que existía era el ahora. Y ahora no había
el suficiente espacio en el universo para contener su estallido solitario de odio.
Ella se sentía hinchada, su cabello enredado en una mancha de lágrimas
en su rostro, llevándola más allá del punto de los pensamientos racionales. No
podía levantar sus brazos para alejarlo de su piel. Se sentía como una anguila
culebreando por su mejilla.
—M-mi cabello —se las arregló por decir. Estaba llena con demasiada
rabia hacia su esposo como para conseguir pedirle que hiciera algo por ella. El 80
resto de las palabras no salieron. Solo: mi cabello.
Grandes manos, incongruentes al tener un trabajo legal, alejaron las
hebras que colgaban en su rostro. Tibios labios presionados contra su frente.
—Shhhh. Está bien. Te tengo.
Capítulo 11
81
Traducido por Marijf22
Corregido por Marta_rg24

Nicole trató de mantener la calma en el coche y en la sala de espera del


hospital, mientras ellos la ingresaban. Las apuestas se habían elevado. Si no
podía manejar una aproximación razonable de cordura, nunca escaparía de
este lugar.
Oh, el doctor dijo que sólo unos pocos días. Él lo hizo sonar como algo
sin importancia. Como si fuera una sinusitis2. Le daremos algunos
medicamentos; y ella estará como nueva. Volverá a casa, y será algo que
maneje como si fuera diabetes. Pero las cosas volverán a ser normales otra vez.
Al igual que antes.
Si alguien en este hospital estaba enfermo, eran sus padres y Dominic
por creer esas mentiras. Podrían mantenerla veinte horas sin su
consentimiento. El médico podría presentar la documentación requerida para
solicitar más tiempo, o haría que ella se agotara para conseguir que se
ingresara ella misma. Un día se convertiría en una semana, después en un mes,
luego en un año. Si ella no mentía, nunca saldría de aquí.
No. August está viniendo.
Mientras lo pensaba, le preocupó que no fuera cierto. ¿Y si él no la
encontraba? ¿Y si tenía demasiada hambre, se alimentaba de otra persona, y ya
no la necesitaba o quería nunca más? Una vez que él cruzara esa línea, tal vez
ella se volvería más un problema de lo que valía la pena.
¿Y si él no era real?
Se sentó al lado de su marido, meciéndose y gimiendo, mientras el Dr.
Cronan terminaba el proceso de admisión. Sus pensamientos habían caído en
una espiral loca.
Se volvió hacia Dominic tan rápido que casi se cayó del asiento de
plástico al lado de él.
—Puedes detener esto. Por favor, llévame a casa. Nunca hablaré de
August de nuevo. No estoy loca. Me confundí. Por favor. Por favor. ¿No me
amas?
—Sabes que te quiero, pero no estoy preparado para evitar que te
apuñales a ti misma con cada objeto afilado que encuentras para demostrar que
puedes sanar mágicamente. ¿Qué pasa si accidentalmente te dañas de
gravedad? ¿Y si golpeas una arteria principal? Esto es demasiado serio, Nicole.
No pienso menos de ti. Esto no es diferente a cualquier otra enfermedad que la

2
Infección en los senos paranasales.
gente adquiere.
—Nunca voy a salir de aquí —susurró.
—Mírame. —Él la giró torpemente hacia él, sosteniéndola estable así ella
no perdería su equilibrio—. Te amo. Voy a proteger tus derechos. No vas a
permanecer encerrada para siempre. Sólo unos días, mientras deciden el
mejor medicamento para que tomes. Si tienes una mala reacción, ¿no te
gustaría estar en el hospital dónde puedan ayudarte? 82
Él sabía cómo pensaba ella acerca de las drogas. Difícilmente tomaba un
analgésico cuando se le partía la cabeza.
—No dejes que me droguen. Por favor. Estoy bien. No necesito las
drogas. —Pero los dos sabían que habrían drogas.
La miró con tristeza.
A pesar de todo, ella quería aferrarse a él, pero no podía envolver sus
brazos alrededor de él; como si fuera una mera proyección de su mente. Como
si él fuera la ilusión. Antes de que pudiera hiperventilar de pensar en su
encierro, el Dr. Cronan se apartó de la recepción con una nada amenazante
sonrisa, con la que encaraba a los pacientes, en su rostro.
El hecho de que pudiera encerrarla en el manicomio y todavía sonreír
suavemente, le dijo todo lo que necesitaba saber acerca de él. Si August se lo
comía, ella podría bailar en la sangre.
—Vamos, Nicole, vamos a instalarte para que pases la noche. Todo va a
parecer mejor en la mañana. —Juntos, el médico y Dominic la ayudaron a
ponerse en pie.
Su marido se inclinó para besarla, pero ella volvió la cabeza hacia otro
lado.
—Si me besas ahora mismo, te juro por Dios que voy a presentar cargos
por asalto. Si estoy loca y atada, ¿cómo puedo consentir en algo?
Él se echó hacia atrás, y ella fue casi feliz por la mirada de dolor en sus
ojos. Esa sensación la pilló desprevenida. Ellos nunca habían sido ese tipo de
pareja. La pareja que se atacaba el uno al otro y decía cosas odiosas. ¿Había
sido sólo la relativa facilidad de su vida que había hecho que su relación fuera
tan perfecta? ¿Qué tan fuerte era su amor si no pudiera soportar el obstáculo
más simple? Ella quería desesperadamente amarlo en este momento, pero él
era el enemigo, al participar en mantenerla en el hospital en contra de su
consentimiento. Él la había traicionado, cuando debería haber sido su pareja.
Un pensamiento zigzagueó por su mente, August nunca habría hecho
esto. Ella trató de sofocarlo fuera de la existencia, pero ya estaba allí, riendo
como un gato de Cheshire3.
Mientras el Dr. Cronan la conducía por el camino, ella no miró hacia
atrás. Ellos tres estaban muertos para ella ahora mismo. No podía soportar
evocar la imagen de sus rostros en su mente. Todos eran libres. Estaban sanos
y normales, y nadie quería atarlos o darles medicamentos. Nadie quería
controlar sus vidas y al diablo con su consentimiento porque habían sido

3
Gato ficticio, personaje en las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas; y tiene una
característica sonrisa maliciosa.
considerados incompetentes.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, el Dr. Cronan dijo:
—Vamos a quitarte esto. Sé que debe ser terriblemente incómodo. A mí
también me daría pánico en él. ¿Estás lo suficientemente tranquila para eso?
—Sí, doctor. —Su voz fue monótona como si ya hubiera sido drogada.
Como con esas sustancias pegajosas que estaban corriendo por sus venas
adhiriéndose a sus pensamientos y mutándolos en algo más aceptable. Algo 83
para la mayor comodidad de la sociedad.
—¿Vas a hacerte daño a ti misma?
—No. —Como si fuera a contárselo si lo planeara. ¿Cuán estúpida creía
que era?
Cuando él desabrochó la chaqueta, la agonía de la situación la golpeó.
Enferma o no, no había escapatoria. Conseguir que Dominic le creyera había
sido la única esperanza que tenía de conseguir que huyera con ella.
El médico la llevó a un pequeño escritorio donde una mujer estaba
sentada con un montón de vasos de papel pequeños lleno de píldoras. Le habló
en voz baja y luego se volvió hacia Nicole con un vaso de papel con una píldora
de color naranja en la parte inferior, y un segundo vaso lleno de agua tibia.
Ella dio un paso atrás y sacudió la cabeza.
—No, no quiero tomar eso.
—Es un sedante suave para ayudarte a dormir. Hablaremos acerca del
plan para tu tratamiento mañana.
Sacudió la cabeza de nuevo.
—No.
—Sí. Ahora tienes que dejar que te atendamos. Estamos tratando de
ayudarte a mejorar. Cuanto más te resistas, más difícil será.
Los hombres en batas de color gris aparecieron en su visión periférica.
Se quedaron en el fondo, pero estaban listos para entrar en acción si ella
causaba problemas.
—Por favor, no me gustan las drogas. Si se trata de un sedante, yo
debería ser capaz de elegir si quiero tomarlo o no. ¿No estoy aquí por
alucinaciones? Esos no son temas relacionados. —Trató de sonar razonable,
pero el pánico subió a su garganta envolviéndose alrededor de sus cuerdas
vocales como una serpiente constrictora hasta su discurso salió en un tono muy
agudo y casi demasiado suave para ser escuchado.
—Necesitas dormir para que podamos trabajar mañana. Es un gran día y
no tenemos mucho tiempo para prepararte. —Se refería, a antes de que nadie
pudiera legalmente retenerla allí. A menos que él pudiera convencerlos de que
estaba enferma y obtener una orden judicial de los tribunales de internarla a
largo plazo.
—Conozco mis derechos. Si comienzas a darme porquerías que no
necesito por el placer de ello, voy a demandar al hospital. —Cuando
retrocedió, el médico y los enfermeros se movieron hacia delante,
encerrándola, imposibilitando su escape.
—Por favor, hagamos esto por las buenas —dijo él, como si fuera incapaz
de detener los grandes matones del hospital de hacer que las cosas fueran
difíciles y feas.
Sabía que debía tomar la píldora. Se encontraba en un hospital. Estaría
bien. Pero el horror del pequeño círculo de color naranja era demasiado
grande. Su mente se bloqueó en torno a su elección, la terquedad levantándose
como paredes de acero a su alrededor, mientras su cuerpo se tensaba en
respuesta, todo comprimido; cada músculo, su boca presionada en una línea
firme. 84
—No se acerquen más a mí —advirtió después de un minuto—. ¿Sabes lo
que es una locura, el Dr. Cronan? Una locura es forzar a alguien en contra de su
voluntad a tomar un medicamento. Una locura es encerrarlos porque usted no
entiende sus experiencias. Esto es una locura. —Estaba segura de que él estaba
rompiendo una treintena de normas ya, a pesar de que fingía operar según los
libros al ingresarla.
Le diría a Dominic. Suponiendo que él siquiera le creía. Después de todo,
¿se podía confiar en un paciente delirante para dar testimonio de los hechos de
su abuso? Su familia tenía algunas imágenes bastante vívidas de cuando ella
había estado de pie con un abrecartas lista para cortar su piel para demostrar
que tenía poderes mágicos.
—Nicole. —El Dr. Cronan y los enfermeros ignoraron su advertencia de
permanecer atrás. ¿Por qué August no podía haberle dado poderes útiles?
Como escupir ácido.
—Mi marido es abogado. Usted no puede hacer esto. Conozco mis
derechos. Esto no es 1922. No puede tratar a los pacientes de esta manera.
—Has demostrado que eres un peligro para tí misma y otros. La ley dice
que tengo veinticuatro horas.
En su mente, ella vio todo fallar e ir terriblemente mal antes de que
actuara, pero era un animal acorralado en una esquina, su cerebro de lagarto
promulgó, preocupado por la supervivencia. Sus instintos gritaban vida o
muerte. Lucha o huida. Ellos habían eliminado la opción de huida. Este era el
escenario que habían creado.
Trató de impulsarse a través del médico y los enfermeros, logrando
deslizarse entre dos de ellos. Pero eran demasiado rápidos. La arrastraron a
una habitación con paredes grises y parpadeantes luces fluorescentes.
Forcejeó y gritó mientras la ataban a una cama.
—¡No! ¡Jodidos psicópatas! ¿Es así como la sociedad normal civilizada se
supone que se comporta? ¿Atando a la gente? August va a matar a cada uno de
ustedes cuando llegue aquí —gritó ella, escupiendo saliva de su boca como una
persona enloquecida.
Sus ojos se abrieron ampliamente cuando la aguja se acercó.
—Por favor, por favor, no hagan esto. Voy a ser buena. Voy a calmarme.
Estoy bien. Voy a ir a dormir por mi cuenta. Por favor, por favor...
Ella hizo una mueca y trató de apartarse de la aguja, entonces sus rostros
se volvieron borrosos y todo desapareció.

***
Nicole llevaba en el hospital tres días. Había pasado una hora en su
sesión diaria antes de que el Dr. Cronan sacudiera la cabeza y dijera:
—Debes tener la constitución de un caballo. Me sorprende que estés tan
alerta después de los tranquilizantes que te dimos. —La drogaron cada noche.
Nicole se sentó en su oficina trazando un centenar de maneras de 85
matarlo. Pero en el exterior estaba tranquila, sumisa, porque ella había visto los
resultados de la rebelión abierta. Si no sanara tan rápido, tendría moretones.
Eso habría sido una demanda. De ninguna manera su marido aprobaría la forma
en que había sido maltratada. No era una vagabunda sin hogar y sin familia o
amigos para defenderla.
Verían lo competente que era cuando perdieran su financiación del
gobierno.
El segundo día el Dr. Cronan la había mantenido en su oficina durante
horas sin alimento, agotándola hasta que ella accedió a internarse a sí misma
por una semana. Solamente una semana. Tenía miedo de que fueran a tratar de
mantenerla por más tiempo si ella voluntariamente firmaba por cualquier
periodo de tiempo, pero seguramente Dominic no les permitiría mantenerla
por más tiempo. Se lo había prometido.
En la luz del día, con el sol brillante de la tarde irradiando a través de la
ventana, August se sentía como un sueño. Ella había estado segura de que
vendría por ella, pero ahora... ¿después de tres días? ¿Por qué no había
venido? Estaría envejeciendo rápidamente para ahora.
Como si le leyera el pensamiento, el doctor dijo:
—Veo que tu vampiro no se ha aparecido para sacarte de aquí todavía.
Nicole no podía decir si se estaba burlando de ella. Luego decidió que
no lo estaba. Tenía una estrategia más profunda que emplear.
—No sé por qué no ha venido por mí. —Porque no es real. Esta es la
verdad. Este lugar horrible y drogas y los médicos.
—Yo creo que sí sabes. Él no ha venido porque no puede. Es un producto
de tu mente. Algo ahí dentro está funcionando mal y dándote imágenes y
recuerdos de cosas que nunca sucedieron. Sé que es aterrador, pero tenemos
una droga llamada Risperidona que creo que podría ayudar. Por otra parte, hay
un nuevo medicamento en el mercado que acaba de ser aprobada que ha
demostrado una gran promesa en ensayos clínicos. Antes de que te
ingresáramos, dijiste que nos estabas contando todo porque querías alejarte de
él. ¿No lo ves? Eso es un grito de ayuda, una súplica para detener la ilusión.
Cualquiera que sea la necesidad o el propósito que él estuviera llenando ha
cesado. Ahora, se ha convertido en algo aterrador; algo de lo que quieres
alejarte.
Nicole miró por la ventana hacia el exterior. Eso no era correcto en
absoluto. No es como si August hubiera empezado como una fantasía romántica
del héroe vampiro, deslumbrándola por completo, mostrándole el mundo y
comprándole cosas elegantes. La había mantenido encerrada en un sótano
durante dos meses la primera vez que había rechazado sus avances. Sólo había
sido después de eso que él había hecho algún esfuerzo para hacer su vida con
él más soportable.
Pero el médico, al igual que el resto de ellos, recordaba lo que quería
recordar, sólo lo que encajaba en su teoría favorita.
Revolvió sus notas, hizo algunos hmmms o mmm-hmmms y luego levantó
la vista, su mirada gris clavándose en la de ella.
—Veo que eres escéptica. 86
Que brillante evaluación. Ella cruzó los brazos sobre el pecho y apretó la
boca con tensión. Podrían inyectarle lo que quisieran, pero no podían hacerla
participar en esto.
—Los delirios son cosas resbaladizas, Sra. Rose. No siempre está
sucediendo en tiempo real. Dijo que te mantuvo durante dos meses en un
sótano. Eso no significa que pasara dos meses enteros teniendo esa parte de la
ilusión. Si lo hubieras hecho, ¿no crees que tu marido se habría dado cuenta de
que algo andaba mal? No, los delirios pueden haber comenzado mucho más
tarde en la línea de tiempo de lo que me has dado, entonces, como una medida
de auto-preservación, tu cerebro llenó de recuerdos anteriores de manera
retroactiva para mantener la fantasía como algo real y asistirte a que buscaras
ayuda. Se hizo demasiado para ti. Y eso está bien.
El Dr. Cronan parecía pensar que el cerebro era un elemento místico.
Ella no estaba convencida, y la expresión en su cara decía que él lo sabía.
—Déjame intentarlo de esta manera. Si hubieras sido mantenida en un
sótano oscuro durante meses con otros presos, si hubieras visto a un vampiro
matar gente delante de ti... ese tipo de experiencias podrían causar síntomas
que no exhibes. Estrés post-traumático, por ejemplo.
—Es el vínculo. Puede usarlo para protegerme.
Ahora fue el turno del Dr. Cronan de ser escéptico.
—Creo que eso es lo más lejos que podemos llegar hoy. Voy a empezar a
darte la Risperidona esta noche. Si lo haces bien el resto de la semana, puedes
ir a casa. Piensa en esto como unas vacaciones, un espacio seguro donde
August no puede llegar a ti.
—Quiero ir a casa ahora. —Sonó como un preadolescente enfurecido por
una injusticia menor, en lugar de la gravedad de lo que era. La habían
secuestrado como lo había hecho August. Por lo menos el vampiro tenía una
razón convincente para que necesitara que ella viera las cosas a su manera.
Ellos sólo necesitaban la comodidad de mantener su visión de la realidad en su
lugar.
—Puede volver a su habitación, Sra. Rose. Voy a ponerme en contacto
con usted esta tarde. No se olvide de la cena a las cinco.
Lo último que quería era consumir croquetas de pollo de fábrica y
gelatina verde. ¿Cómo podía la medicina moderna reclamar autoridad en
cualquier cosa acerca de la salud si los pacientes eran alimentados con gelatina
coloreada artificialmente y subproductos de pollo como si fueran el elixir de la
sanación?
Nicole salió disparada por los pasillos como un zombi, de vuelta a su
habitación, la habitación en la que había sido puesta después de la primera
noche atada a la cama. Tenía una compañera de habitación llamada Stacy que
se tiraba y comía su propio pelo. La chica tenía parches de calvicie, pero no
podía detenerse. De todas las compulsiones a tener.
No estaba segura de por qué un trastorno mental menor debería requerir
de hospitalización, pero por lo que dijo Stacy, interfería con su trabajo y su
vida, y sus padres la estaban enloqueciendo por la enfermedad. Así que esta
era la venganza de la salud; donde ella era la que se vengaba. 87
Por lo menos, estaba funcionando para alguien aquí.
Nicole se sentó en la cama, mirando por la ventana. A diferencia de la
oficina del Dr. Cronan, esta ventana tenía barrotes. En su oficina, era casi como
la vida normal. Ella casi podía fingir que estaba aquí por su propia voluntad.
Pero en su habitación, los barrotes de la ventana le recordaban que eso se
trataba de una cárcel sin el debido proceso.
Se las había arreglado para mantener las dudas fuera de su cabeza
durante la mayor parte del día. Había tenido una respuesta para todas las
objeciones que el Dr. Cronan había planteado a su historia de vampiros, pero
ahora, a solas, comenzaban a roerla como una rata que trabaja su manera a
través de una pared, haciendo un túnel a través de la verdad.
¿Por qué August no había venido por ella? Había pensado que vendría por
ella la primera noche, o al menos la segunda. ¿Pero tres días sin alimentación?
Excepto cuando huyó, se había alimentado todas las noches. No sería difícil
encontrarla con el vínculo más fuerte que nunca. En el peor de los casos, podría
obligar a Dominic a que le dijera dónde estaba, luego borrar el interrogatorio
de su mente.
Y, sin embargo, lo único real en este momento era que Nicole Rose
estaba sentada en una institución mental, plagada de historias que nadie más
creía; al igual que el tío Chuck.
Dentro de la austera habitación gris, no estaba tan segura de su versión
de los hechos. Tal vez había quitado las balas de la pistola e hizo algo con ellas
pero no lo recordaba. Una clase borrosa de memoria flotó en su mente de ella
haciendo precisamente eso. Pero, era un recuerdo real, o la visualización de lo
que podría haber sido como... como una historia que alguien te ha dicho una y
otra vez acerca de tu vida que crees que recuerdas, pero en realidad sólo lo
visualizaste. Su madre solía contarle historias de las cosas que había hecho
cuando era una niña pequeña. No tenía recuerdos de tan atrás en el pasado,
pero podía imaginarlos en su cabeza después de haberlos oído tan a menudo.
Alineadas, esas imágenes eran tan reales como cualquier colección verdadera.
Tal vez se había imaginado sus rasguños sanando ante sus ojos,
demasiado rápido para que alguien lo viera. Tal vez realmente fue la sangre de
Dominic aquella noche. Tal vez necesitaba que fuera parcialmente suya porque
había demasiada, y la culpa la había carcomido por arremeter de esa manera.
Si podía alucinar a un vampiro completo y elaborar una historia que lo hizo ser
su salvador, heridas que sanaban en segundos eran nada.
La voz del Dr. Cronan hizo eco en su mente. Más temprano en la sesión le
había preguntado:
—¿Te sientes útil en tu vida? Tal vez necesitas sentirte más necesitada.
Ella creía que Dominic la necesitaba, pero no se sentía como una verdad.
Su marido la amaba, pero él no la necesitaba. Si estuviera siendo honesta, su
empleo en la florería había sido un trabajo de ama de casa acomodada y
aburrida. La sacó al mundo, haciéndola interactuar con otros. ¿Pero la hacía
sentirse útil, como si estuviera contribuyendo con algo de valor al mundo? No
como el trabajo de su marido.
¿Se había cortado un día? Miró su muñeca desnuda. Le habían quitado el 88
brazalete de encima cuando le pusieron la camisa de fuerza. ¿August realmente
le había permitido quedárselo todo el tiempo que estuvo en el sótano? ¿Era eso
realista, dados sus supuestos objetivos? ¿Su criterio estaba volviendo a la
realidad?
Escudriñó cada pedazo de su memoria, buscando señales que podrían
causar que la ilusión se desvaneciera como un mal sueño y trajera la verdadera
realidad a ella.
Tal vez algo había ocurrido poco después de que su marido le hubiera
dado el brazalete. Trató de obligarse a recordar. Tal vez no hubiera sido tan
dramático como lo que su mente había creado, pero tal vez ellos se habían
distanciado. ¿Había llenado ella los huecos con un hombre que la necesitaba?
¿La necesidad le dio un propósito más elevado que el amor? Pero ella ni
siquiera podía engañar a su marido con una ficción, un fantasma. ¿Es por eso
que había finalmente tuvo que escapar?
Se deslizó por la cama hasta que su espalda estuvo presionada contra la
pared, y observó la puerta. Esperó a que se abriera, que August irrumpiera a
través de ella y la sacarla de allí, pero se mantuvo cerrada. El hospital vibraba;
un lugar donde la magia no podría existir; y cerró los ojos.
Nunca existió un August.
Capítulo 12
89
Traducido Marijf22 & SOS por Blinda
Corregido por Viqijb

August sonrió a la recepcionista de psiquiatría:


—Llame para que pase, querida.
Su mano tembló cuando ella presionó el botón, y la puerta se abrió. Le
hizo un guiño a ella y pasó.
Se había empujado muy al borde, justo antes de lo peor del asunto.
Había sido doloroso, pero el decaimiento no había comenzado. Lucía más viejo
y se sentía más viejo, pero pensaba que si al principio pudiera tratar de darle
unos pocos días a Nicolette en medio de sus reuniones, podría hacer las cosas
más fáciles para ella.
Ella había estado desaparecida cuando él había ido a su casa. Al
principio había pensado que había huido otra vez. Consiguió la verdad de su
marido, y le había tomado una gran fuerza de voluntad detenerse de arrancar la
cabeza de los hombros del humano.
Había hecho otro intento de fuga, éste más desesperado que el último.
¿Qué sería lo siguiente? ¿Intentos de suicidio? Incluso si tuviera el coraje para
terminar con su vida, eso tendría un resultado negativo. Aquella puerta siempre
había estado cerrada. Otra opción sería la locura real. Si él no le mostraba la
inutilidad de eso, nunca hallaría la paz con el giro que había dado su vida.
Se había aguantado de alimentarse, se había permitido sufrir de modo
que ella pudiera tener más tiempo con su marido, y la mayor parte de aquel
tiempo ella había estado en la sala de los locos. Había sufrido
insustancialmente. Y así lo había hecho ella. La rabia que bullía le dio un
sentido renovado de energía.
Se deslizo abajo del vestíbulo al control de enfermeras, haciendo una
pausa para escuchar cuando comprendió que hablaban de Nicolette.
—Nunca he visto a nadie con una tolerancia tan alta a los medicamentos.
La pasada noche tuvimos que darle casi tres veces la dosis normal para
mantenerla tranquila.
—¿Crees que tiene antecedentes de consumo de drogas?
—Diablos si lo sé, nunca ha visto a alguien que pudiera tomar tanto y su
cuerpo como que lo eliminase. No estoy de broma, después de una hora se
despertó y tuve que medicarla otra vez. Ella se revolcaba, haciendo un
escándalo. Aunque la pobre no lo recordaba esta mañana.
August emitió un gruñido bajo ante el pensamiento de alguien poniendo
una aguja en Nicolette, corrompiendo su fuente de alimento. Las drogas habían
sido limpiadas de su sistema por ahora a través del vínculo, pero todavía puso
sus dientes al borde. Nadie tenía el derecho de encarcelarla, excepto él. Nadie
tenía el derecho de poner nada dentro de ella, salvo él.
No requirió direcciones. Solo tuvo que seguir la llamada de su vínculo, y
ahora de su olor. La fragancia de su compañera lo llevo pasillo abajo,
llamándole. Esperó que las mujeres dejaran el control de enfermeras y que la
enfermera restante volviera a su libro antes de dispararse por delante, en
aspecto borroso que la gente podría notar como el sentido del movimiento que 90
uno a veces capta desde la esquina de su ojo, pero que cuando se dan vuelta,
no hay nada allí. Pero algo estaba allí. Solo que simplemente se movió
demasiado rápido.
La encontró sobre un estrecho colchón blanco, vestida con una simple
camiseta, pantalones de chándal y pies descalzos. Empujaron las simples
zapatillas de tenis de lona debajo de la cama. Él mantuvo su voz suave y
tranquila.
—Nicolette.
Ella se dio la vuelta hacia él, su cara vacía.
—Márchate. No eres real.
¿Así que él era una ilusión ahora, verdad? Había sido muchas cosas en su
tiempo, pero nunca una ilusión. Qué novedad.
Cerró la puerta y se movió más lejos dentro del cuarto.
—No nos permiten cerrar la puerta antes de ir a la cama.
—Bien, si no soy real, no tienes que preocuparte de eso. La puerta
todavía debe permanecer abierta. Solamente estás loca.
Ella sopesó ese pensamiento durante un minuto y miró fijamente hacia la
puerta cerrada, su miedo luchaba rápidamente con la desnuda cordura en sus
ojos. Esto lo hizo sentirse mal por el chiste. Esta no era la mujer a la que estaba
acostumbrado, la mujer que se había resistido a él durante dos meses. ¿Cómo
podría algo como esto pasar tan rápidamente? Ah, correcto. Ellos habían estado
armados. Con drogas y cantidades. Él sólo tenía amenazas vacías, indispuesto a
realmente dañar a la mujer con la que debía pasar la eternidad, incluso si con
el vínculo podría curar cualquier cosa que el infligiese.
Ella era un número para ellos, otro paciente. No tenían nada que perder.
Él lo tenía todo.
—Ven conmigo, nos marchamos.
—¿Sabías que mi Tío Chuck tiene alucinaciones? Las suyas son bastante
inofensivas, luego nunca hicimos un escándalo sobre ello. No es como que me
repuse de meses encerrada en el sótano. Como si no fuera nada. Debería estar
enfadada contigo por eso. Debería odiarte siempre, temerte y estar
traumatizada. Y toda aquella gente a la que mataste. No puedo borrarlos de mi
cabeza, pero parece como si hubiese visto una película. ¿Dónde están las
emociones? ¿Dónde está el dolor, que se supone que siento? Y-yo no siento
nada en absoluto. No creo que lo hicieras desaparecer mágicamente.
—¿Quieres eso?¿El dolor? ¿Deseas sufrir como yo he sufrido?
—No. Pero es normal. Esto no es normal. Hay un mundo que tiene sentido
y un mundo que no lo tiene. Y tu mundo no tiene sentido. ¿Qué más, se supone,
que pienso? ¿Cómo puedo no hacer caso de las pruebas delante de mí?
—No sé. ¿Cómo puedes ignorarme?
Ellos realmente habían hecho un número de ella. Se la imaginó con él
estando alejado más tiempo del esperado y con todos contra ella, con las
drogas, con intensa intervención… podría ser influida más fácilmente, del
modo en que los prisioneros y los sospechosos eran quebrados, cuando todas
sus normas de conducta eran apartadas. Cuando August la había mantenido
presa, había hecho que ella se aferrase al amor de Dominic. No habría 91
conservado a un vampiro al que no quería en primer lugar.
Tal vez quiso liberarse de él tan desesperadamente que prefirió ser un
paciente psiquiátrico encerrado, que había imaginado su existencia, que sufrir
la realidad de su presencia incluso por otro día.
—Nos marchamos. —Él extendió una mano hacia ella.
—Y… —Ella echó un vistazo por delante de él hacia la puerta, esperando
que se abriera, ser rescatada.
—¿Me tienes miedo?
Ella apartó la mirada, él podía oler la sal de sus lágrimas.
—Huí otra vez. Dijiste que si huía otra vez habría consecuencias.
—Ven conmigo ahora, y te perdonaré sin condiciones.

***

Nicole no se movió. Había esperado que viniese a ella, pero ahora que él
estaba aquí, ahora que podía ver la cólera en sus ojos…
Y él había envejecido bastante. No había comenzado aún aquella cosa
horrible de putrefacción, pero parecía cercano. La combinación de tal hambre,
dolor y cólera la hizo vacilar. Él estaba enloquecido.
Además, hasta ahora había mantenido todas las promesas. Le había
dejado volver con su marido. Había salvado las vidas de sus padres. Había
salvado la vida de Dominic. Había liberado al resto de la gente en las jaulas. No
la había hecho daño la primera vez que se había escapado, pero no había sido
este enfado la primera vez, tampoco. Hubo una advertencia, una expectativa de
que esa muestra de piedad ante el crimen de huir sería indulgente una vez.
Pero ahora era la segunda.
¿Si extendiera la mano y tomara la de él, sería sólido? ¿O se descoloraría
en el aire como niebla?
—Nicolette, mi oferta de clemencia expirará pronto. Debes venir
conmigo ahora. Prometo que te mostraré piedad.
Cerró sus ojos y lo alcanzó, le sorprendió cuan caliente se cerraba la
sólida carne alrededor de su mano, sobresaltada por el sentido de seguridad
en él y porque ella confió en él.
En cuanto hubo tomado su mano, él la tuvo encajada contra la pared, sus
colmillos en su garganta, bebiéndola como si fuera era la última corriente en un
desierto. Las lágrimas bajaron precipitadamente sobre sus mejillas cuando
encontró que su cuerpo reaccionaba como siempre lo hacía. Con necesidad y
deseo. Deseo.
Ella no había visto a Dominic desde la noche en que la habían
chequeado. Fue August el que había venido para llevarla de este horrible
lugar. No estaba segura de que lado, del que se suponía, estaba. A quién
debería querer. A quién debería ser leal. Las líneas del Dominic Bueno, August
Malvado se volvían borrosas entre la succión de la boca del vampiro sobre su
garganta. 92
Finalmente, se arrancó de ella, su juventud y vitalidad restaurada.
—Vamos.
—¿C-cómo escaparemos? ¿Vas a matar a la gente? —Su cólera y alarde
cuando ella había amenazado a otros con la muerte a manos del vampiro se
habían difuminado. Ahora, la idea de una matanza sangrienta en el hospital la
aterrorizó, y no podía aguantar ser en parte responsable de tener la sangre
sobre sus propias manos.
Llamaron a la puerta, y el Doctor Cronan dio un paso dentro.
—Sra. Rose, conoce nuestras reglas sobre las puertas.
August se giró hacia el doctor, protegiendo a Nicole. Se había vuelto
territorial. Era un perro, y ella era su sustancioso hueso, y él el desafortunado
idiota que trataba de sacarlo de sus mandíbulas.
El doctor estaba alucinado por la presencia de un hombre extraño en el
cuarto.
—Tampoco ha tenido autorización para recibir visitas. ¿Y quién podría
ser usted? —El Doctor Cronan giró su atención hacia el vampiro.
Nicole no podía ver la cara de August, pero podía imaginarse la sonrisa
como colmillos empujados por gomas.
—Soy la alucinación de Nicolette. Estoy encantado de conocerle.
La cara del Doctor Cronan se tornó tan gris como las paredes, como si
fuera un camaleón, que armonizaba para su seguridad. Pero era demasiado
tarde para eso.
August se volvió borroso a través del cuarto y agarró al doctor por la
garganta, empujándolo contra la pared de modo que sus pies colgaran como
los de un niño en el asimiento de un matón de patio de recreo.
—Me dirá todo lo que le hizo a mi compañera o le enterraré detrás del
aparcamiento. Y todo habrá terminado antes de que un solo camillero haya
notado su ausencia.
—La traje para observación. N-nosotros no sabíamos que usted era real.
¿C-cómo podríamos? Le dimos unos sedantes, eso es todo.
—Ha hecho más que eso. Debe haberlo hecho. ¿Nicolette? ¿Qué pasó?
—Eso n–no fue lo malo.
—¿Qué. Paso?
—Me sometieron y me pusieron una camisa de fuerza. Cuando no tome
un somnífero me arrinconaron y me ataron con correas y empujaron una aguja
en mi cadera. D-después de eso no luche. Me asustaron con lo que me harían.
Solo me dieron drogas de noche, y también tuve miedo de luchar después de la
primera noche.
Ella había visto demasiadas películas de terror sobre clínicas
psiquiátricas. ¿Si ellos le impusieran una camisa de fuerza y la ataban con
correas para sedarla ¿Le darían ellos baños helados? ¿Electroshock?
¿Aislamiento? Cada una de aquellas posibilidades había sido demasiado
espantosa para contemplarla. Incluso cuando la lógica dijo que Dominic
vendría a verla pronto y ella podría irse a casa, temió que el Doctor Cronan
convenciera a su marido y a un juez de que no estaba en sus cabales para ser
liberada, y luego ella estaría bajo su merced indefinidamente. 93
El miedo de estar mentalmente enferma, lo que de algún modo podría
ser contagioso y extenderse como el patógeno de la locura, a menudo impedía
a otros hacer lo que era correcto. Considerando que había sido traída aquí para
empezar, era difícil saber dónde estaba la línea de Dominic. O la de sus
padres. Si el miedo por ella y por ellos mismos los había conducido, entonces
allí podría estar bajo cualquier atadura que la mantuviera segura. Tontamente
no habían confiado en ella ya que estaban de su lado ¿Podría ser eso
congruente?
August se distanció y permitió que el doctor cayera, luego lo arrastró y lo
lanzó sobre el suelo a los pies de Nicole.
—Suplique para su vida. No tenía ningún derecho a tocarla o de obligarla
hacer algo. Ella es mía. No suya. Pídale perdón, y tal vez ella le salve.
Nicole no podía llevar para mirar al doctor.
—P-por favor, Sra. Rose. Sabe que creí que estaba enferma. Estaba
intentando ayudarla. Por favor, no le deje matarme. —Por su expresión, el
doctor tenía un recuerdo claro de los gritos de Nicole sobre que el vampiro lo
mataría cuando viniera por ella.
August sacudió su cabeza, y soltó un resoplido burlón.
—Creo que es la disculpa más patética que alguna vez he tenido la
desgracia de oír. ¿Te persuadió esa lamentable demostración, Nicolette? ¿Vive
él o muere?
—V-Vivo. —Como si hubiera duda. Como si pudiera permitir que el
doctor fuera asesinado por esto. El miedo sobre ser encerrada y drogada
apareció bajo la luz de su rescate. ¿Por qué la trastornó esto tanto más que sus
recuerdos del sótano?
Se pellizcó, tratando de averiguar si estaba realmente engañándose a sí
misma. Tal vez nada de esto estaba pasando.
August agarró al doctor por el cuello y lo elevó hasta que sus ojos
estaban a nivel y lo inmovilizó.
—Nos escoltará personalmente a la salida. No se entretendrá con
ninguna pregunta sobre quien soy o por qué nos marchamos. Inmediatamente
después de que nos hayamos ido, destruirá sus registros y olvidará que
cualquiera de nosotros existe.
Liberó el cuello del Doctor Cronan y el doctor tropezó hacia la puerta.
—El camino —dijo, desorientado, pero obediente.
Antes de que Nicole pudiera protestar, August la alzó.
—P-puedo andar.
—No.
El doctor los condujo a través de los pasillos. August tomó la oportunidad
de instruir a cada ordenanza, enfermera y portero que vio con:
—Olviden a Nicolette Rose. —Terminando con el recepcionista antes de
que el Doctor Cronan tocara el timbre de salida.
El vampiro no la dejó hasta que alcanzaron el Bugatti. Abrió el lado del
pasajero, espero a que ella entrarse, luego cerro sin una palabra.
—¿A-august? —dijo, cuando él entró sobre su lado y giró la puesta.
—Ahora mismo no, Nicolette. 94
—P-pero dijiste…
—Te perdono por esto, pero está será la última vez. Sabías que podría
encontrarte. Sabías que nuestro vínculo se había hecho más fuerte. ¿ Por qué
intentar algo que era imposible y podría enfadarme?
Nicole miró sus manos. ¿Por qué debería sentirse como un niño
desobediente sobre esto?
—Pensé que si podía conseguir que Dominic viera la verdad él huiría
conmigo. Si te evadiéramos el bastante tiempo, te alimentarias de alguien más.
Eres libre ahora, luego podrías ser un vampiro sin el sufrimiento, y luego…
finalmente no te preocuparía por mí. M-me dejarías ir.
—Nicolette. —Su tono hizo que ella elevara la mirada para ver la traición
sobre su cara—. No puedo creer que hicieras esto. No quiero ser un asesino.
¿Cómo sería mejor ser un impenitente?
Ella se encogió. No soy el tipo malo. Pero ella apenas podía lograr
mantener ese pensamiento en su cabeza. Siguió rompiéndose aparte.
Montaron el Bugatti en silencio durante varios minutos antes de que él
hablara otra vez.
—No es sobre el asesinato. No más. Con o sin asesinato, siempre te
encontraría. Deberías estar agradecida por eso. Te habrías podrido en aquella
institución. Aquel doctor estaba determinado a mantenerte.
—Dominic no me dejaría a…
—No me hables de Dominic. Él dejó que el doctor te tomara. ¿Por qué no
le dejaría mantenerte? Ellos no pueden manejar nuestro mundo, Nicolette. Son
demasiado débiles. ¿Qué harías sin mí? ¿Cómo te arreglarías?
—Suenas como un maltratador. Es la clase de cosa que diría un
maltratador.
—¿Incluso si resulta ser verdad? Eres mi compañera. Mi prioridad más
alta ahora es mantenerte segura.
—No querrías perder tu conveniente cena —dijo ella amargamente.
—No negaré que tu sangre es la más dulce que alguna vez he tenido,
pero te has parado a considerar porque es que estoy satisfecho cuando he
terminado y tú no estás muerta. Increíblemente todavía estas allí, y no he hecho
nada maligno para comer.
—Sólo la maldad de esclavizarme a mí para siempre.
—Esa fue tu elección.
—Hecha bajo coacción. Hecha por compasión.
Sus manos agarraron el volante con tanta fuerza que estuvo sorprendida
de que el coche no se saliera. Durante un morboso momento fantaseó sobre el
hecho de estrellarse y morir.
Pero desde luego no podía pasar. Se levantaría como un zombi
sangriento de sus cenizas, su cuerpo se hilvanaría de nuevo en una
demostración caprichosa de incorruptibilidad. Pasaste la maldición. Ahora
ambos la tenemos en una forma diluida.
—Lo sé.
Estuvo sorprendida por que no discutió, no trató de defenderse a sí
mismo o de hacer cualquier justificación. No trató de torcer su mente con 95
racionalizaciones. Nicole miró los árboles pasar, deseando más que todo en el
mundo excepto poder bajar a un movimiento lento así ella podría correr otra
vez y quedarse un paso por delante para siempre.
Todo en lo que alguna vez podría pensar ahora sería en huir. Había
tenido muchas ganas de que August acudiera en su rescate, pero ahora que
estaba aquí… la realidad con él no era tan segura como la fantasía. La realidad
con él se convirtió a su regreso en una puta engañosa, sólo que dentro de las
chillonas paredes de su propia mente.
—¿En qué piensas, mi amor?
—No me llames así.
—Contéstame.
—¿Cómo pudo Dominic haber hecho esto? Pensé que él estaba de mi
lado. Pensé que éramos él y yo contra el mundo. ¿Cómo pudo volverse contra
mi así? ¿Cómo pudo no creerme?
¿Se imaginó ella la pequeña sonrisa que encorvaba la boca del vampiro?
¿La satisfacción que él tenía ahora?
—Un humano no puede anular un esclavo. Simplemente no puede
hacerlo. El cerebro no se le permitirá. Nunca podría haberte creído. Desde
luego nunca escaparías sin mí. Soy el único que totalmente puede entender.
Soy el único del que puedes depender, y huyes de mí.
Nicole limpió las lágrimas de sus ojos. No iba a hacer que se sintiera
avergonzada por tratar de conseguir su vida de vuelta.
—No me preocupa lo que dices. Dominic es mi compañero de alma. —
Frotó su muñeca desnuda. Su marido tenía su pulsera, y con ello él había
tomado el último fragmento de objeto físico que le permitía sostener su amor.
Durante todo su tiempo en el sótano de August, durante todo el inducido
abandono de Dominic, esa pulsera había sido el amuleto que sostuvo la semilla
de su amor dentro suyo. Mientras lo tenía, de algún modo todavía tenía a
Dominic, pero ahora que su amor era libre… se fugó y se disipó en el viento
salvaje, diluido hasta al punto de la desaparición.
—Si eso es verdad, si es realmente tu compañero de alma, has tomado
una estúpida elección dándote a mí.
Como si ella necesitara recordarlo. Si solo pudiera haberse resistido a la
seductora oferta de estar de regreso en los brazos de Dominic. Si solo pudiera
haber pasado hambre o dejado que August perdiera el control y la matara. Ella
sería libre en el otro lado, separada de su marido un ratito hasta que las manos
de tiempo lo empujaran de vuelta en sus anhelantes brazos en el mundo de
espíritu. Ahora ella lo tendría un ratito, solo para ser separada de él más tarde
para siempre. Eso si… August le permitía verlo otra vez.
El Lexus de Nicole estaba aparcado en el camino de entrada cuando
alcanzaron su casa.
—No quiero verlo ahora mismo, llévame a casa —dijo ella. August salió
del Bugatti, camino hasta su lado, y abrió la puerta—. Todavía estoy rabiosa con
él.
—No me preocupa. No pruebes mi paciencia ahora mismo, Nicolette. No
tienes ni idea como de duro debo contener mi cólera sujeta después de tu 96
último truco.
¿Así que luchar por la libertad de uno ahora era un truco?
Esperó durante otros pocos minutos antes de que Nicole tomara su mano
y le permitiera sacarla del coche y dirigirla a la puerta de entrada. Dominic
confuso contestó:
—¿Quién…? ¿Qué…?
August se empujó dentro de la casa.
—¿Nicolette? —dijo, volviéndose hacia Nicole.
Ella permanecía de pie tontamente en la puerta, un millón de preguntas
zumbando por su mente… a lo principal entre ellos… ¿Por qué estamos aquí?
¿Por qué está August aquí?
—Nicole, pensé que estabas… ¿quién es este hombre?
Su cara aumento su enrojecimiento.
—Este hombre, no es ningún monstruo, he estado jodiendo a tu
espalda. Lo siento, querido. —Ella dio un paso para adentrarse
completamente.
—Soy August. Soy el vampiro sobre el que su amada intentó advertirle.
¿Querías que él lo supiera, cierto, Nicolette?
August desnudó sus colmillos, y su marido dio un paso atrás. Cualquiera
sería cogido con la guardia baja ante la revelación de los vampiros, sobre todo
tan cercana y personalmente, pero algo en esa acción la enfureció.
¿Instintivamente no debería él moverse para protegerla de la amenaza?
De repente August y Dominic estaban compitiendo… en una lista de
pros/contras en su cerebro. Éste hizo esto, pero eso fue lo único. August la
había tomado del hospital. Dominic no la había creído.
Dominic había dado un paso atrás. Un paso. Atrás. Pero August había
puesto esta pesadilla en movimiento, así que, ¿nada era culpa de Dominic?
Ella cerró los ojos para bloquear todo hacia fuera. ¿Por qué coño no
podían ambos dejarla sola? De pronto quería estar en un cuarto oscuro,
tranquilo. Quería la sensación de ser el único ser humano en el planeta, no
tener a nadie más a quien contestar, nada de lo que preocuparse, excepto su
propia básica existencia. Seguramente sin otra gente, la vida de algún modo
sería más simple.
Cuando logró abrir sus ojos otra vez, los dos hombres estaban en una
competición de intensas miradas. La expresión de Dominic todavía sostenía
dudas. Ya estaba tratando de borrar la visión del conocimiento de sus colmillos.
Tal vez los remanentes de la esclavitud del vampiro todavía se adherían a las
esquinas de su mente.
Los colmillos no eran lo bastante reales para él. Tenía que ser algo más,
algo que se imprimiría sobre su cerebro para siempre, algo que nunca pudiera
negar. Captó un cuchillo para pelar en la entrada de la cocina. Este estaba
sobre la encimera al lado de una manzana que Dominic debía haber estado a
punto de pelar. Ella fue al otro cuarto a conseguirlo antes de que alguien
pudiera pararla y volviera a encontrarse con los machos mirándose fijamente
todavía cercanamente unidos como si ella no existiera en absoluto.
Ella gritó cuando la lámina se deslizo contra su palma. El olor atrajo a 97
August, pero fue el grito de dolor el que captó la atención de su marido.
La herida se selló mientras Dominic la miraba con incredulidad.
—Te dije que podría demostrarlo. Te dije que no estaba loca.
—Deja el cuchillo y ven aquí. —La voz de August era mortalmente seria,
tan seria que tuvo miedo de desobedecerlo.
—Por favor, solamente vayamos a casa. —No se animó a encontrar los
ojos de Dominic cuando lo dijo. ¿Eso era una elección, verdad? No era lo único
que ella quería. Ella quería borrar al vampiro y volver hasta los días cuando
todo era correcto, cuando las hojas olían como un prado y el sol era brillante y
los pájaros cantaban a lo lejos fuera de la ventana, cuando el hoyuelo de
Dominic hacía que su mundo girara y su luz iluminaba la excitación dentro de
ella, cuando todo era tan simple y hermoso.
August la empujó entre sus brazos. Ella trató de escaparse, pero sus
colmillos estaban ya en su garganta. Si hubo alguna vez un momento en el que
ella quiso que aquello le doliera otra vez, fue ahora.
Dominic vería la dicha sobre su cara mientras el vampiro bebía.
Para crédito de su marido, trató de intervenir, pero August lo bateó
lejos.
—¡Nicole!
Dejar que la tierra la tragase. El pensamiento vino una y otra vez a su
mente. Como un mantra, un cántico, un hechizo. ¿Si fuera algo más que
simplemente humana ahora, no había allí una posibilidad de que esto pudiera
funcionar? ¿No podían los cimientos de su casa simplemente derrumbarse y
que algún mal se deslizase de las profundidades hacia la superficie de la tierra
y se los llevase ambos?
August levantó su cabeza, accidentalmente lamiendo el lugar sobre su
cuello donde él había mordido para conseguir las últimas gotas de sangre que
se derramó. Su mano la frotaba haciendo calmantes círculos en su parte baja, y
tuvo que luchar para no sentarse a horcajadas sobre su pierna y follarse en
seco contra él. Todo en lo que ella podía pensar era en su mano, frotando
aquellos círculos calmantes en su más íntimo lugar, entre sus piernas,
corriéndose para él como su pequeña buena hembra.
—Está bien —dijo August—. No le hago daño. ¿No te contó sobre
nosotros? Cuando estés muerto y bien muerto será mía, para siempre. Ya es
mía. Pero te la dejaré en préstamo si quieres. Eres bienvenido a disfrutar de sus
encantos…, mientras juegues agradablemente conmigo.
Nicole sabía que debería estar ofendida, que le debería doler que
hablara de ella como si estuviera siendo una puta chuleada al mejor postor,
pero el efecto de su mordedura era todavía fuerte, su poder tarareaba en sus
venas… vibrando. El vínculo entre ellos hizo que su necesidad de ser mordida
fuera tan fuerte como su necesidad de morder. Una especie segura de mutua
autodestrucción.
Todo dejó de tararear ante la palabra susurrada por el vampiro.
—Desnúdate.
—August, no... yo... ¿Qué? —La sangre se le subió a la cara.
Deja que la tierra me trague. Deja que la tierra me trague. Deja que la 98
tierra me trague.
Pero en lugar de una bestia con tentáculos saliendo del suelo para
consumirla, los dedos de August jugaron en los bordes de su clavícula, su voz
follándola mientras hablaba, causando que su cuerpo se arqueara cada vez más
cerca, cada vez que pronunciaba su nombre.
—Nicolette...
No pudo detener el impulso de volverse hacia Dominic, temerosa de ver
el asco, pero incapaz de evitar el enfrentamiento con él.
—Tú la dejarás ir en este instante. —Su marido tembló de rabia.
La expresión del vampiro era tranquila.
—No. Tú la dejarás ir. No fuiste lo suficientemente fuerte como para
mantenerla. Tu debilidad causó esto.
Dominic miró de August a Nicole.
—No le hagas caso. Él va a tergiversar cualquier cosa —dijo Nicole.
August se dirigió a su marido y lo agarró por las solapas de su cuello. Por
un momento escalofriante, ella pensó que estaba a punto de ver morir a
Dominic, pero en su lugar, August miró a los ojos del hombre y le dijo:
—Es el momento de recordar lo mal que trataste a tu esposa, la forma en
que la empujaste a mis brazos.
El vampiro presionó los recuerdos de los meses de abandono en la
mente de Dominic. Era como una cosa física abriéndose camino a través de la
carne y el hueso directamente en su cerebro.
—¡Basta! —gritó Nicole. Pero ya era demasiado tarde. Dominic ya lo
había visto.
—¿Ves? La mente de Nicolette es fuerte. Tu mente es débil. Tuve que
romperla pieza a pieza para poseerla, pero ahora ella es mía. Es la
supervivencia del más apto, la naturaleza no es algo personal. Si te sirve de
consuelo, creo que ella todavía te ama, aunque no puedo imaginar cómo es que
le atraes. Ahora siéntate. —August señaló hacia un sillón acolchado, y Dominic
se dejó caer en éste, incapaz de resistir la orden.
—August, por favor, vamos a casa. Voy a dejarlo ir, simplemente no
hagas esto, por favor.
Los ojos del vampiro brillaban cuando su cabeza giró hacia ella.
—Dejó que te encerraran. No puedo perdonarlo por eso. Estabas
asustada y sola.
August regresó a su lado; su aroma era como una droga. Las feromonas
vampíricas bailaron alrededor de su nariz. Puede ser que él no fuera capaz de
controlarla en la forma en que podía controlar a los demás, pero el vínculo
hacía que fuera demasiado difícil de resistir.
La abrazó, su boca deslizándose sobre el borde de la oreja. Luego le
susurró palabras que arrojaron agua fría sobre su excitación.
—Voy a dejar que elijas. ¿Cuál crees que alteraría menos a tu marido:
ver que te entregas a mí y disfrutas de ello, o verme simplemente tomándote?
—Él había enloquecido por completo, su ira superando cualquier pretensión de
civilidad.
—Pensé que habías dicho que me perdonabas. Pensé que habías dicho 99
que me mostrarías misericordia.
August retrocedió para mirarla. La locura bailaba en sus ojos.
—¿Y qué te imaginas que es la misericordia para un vampiro? Hay cosas
que podría hacer más horribles que tu peor pesadilla. El hecho de que no las
esté haciendo debe interpretarse como misericordia. Puedo borrar su memoria
una vez que esté hecho. Pero si armas un escándalo, él va a tener que recordar
el día de hoy por el resto de su vida. Piensa en ello.
—Te odio. Desearía que me hubieras dejado en ese maldito hospital. No
puedo creer que haya querido que me rescataras, incluso durante dos
segundos. Por lo menos allí estaba libre de tu presencia y tus manipulaciones
constantes.
—¿Qué dijiste? —La oscuridad desapareció de su rostro, sustituida por la
conmoción y cierta debilidad innombrable, como si no pudiera imaginar y casi
no se atreviera a esperar que por alguna pequeña fracción de un momento, él
habría sido por quien ella había pedido. No Dominic.
—Quería que me sacaras de allí.
La máscara de ira volvió a caer en su lugar.
—No, yo era el único que podía salvarte. Yo era el único lo
suficientemente fuerte. Tú me querías porque era práctico. Si tu marido se
hubiese sacado la cabeza del culo por dos segundos, tú le habrías elegido.
Siempre lo elegirás él. Ahora, desnúdate. —Espetó la última palabra con tanto
veneno que ella dio un paso atrás, el mismo paso involuntario que había
mantenido contra Dominic minutos antes.

***

August apartó la pena. Las lágrimas de Nicolette pretendían manipularlo.


Él la haría ver a quien pertenecía. Él la obligaría a ver la verdad con tanta
firmeza que jamás huiría de él otra vez, porque ella sabría que no había otro
lugar a dónde ir.
Había sido un error permitirle que estuviera con su marido. Tendría que
habérsela llevado al otro lado del planeta. Dejarla languidecer por Dominic por
algunos años o décadas. Nada de eso importaba. August había renunciado a la
esperanza de tener su corazón. Así que si así era como ella quería jugar con él,
que así fuera.
Ella le dio una última mirada suplicante, pero la pared se había
levantado.
Él negó con la cabeza.
—Sabes cuáles son tus opciones. Entrégate a mí en frente de él. Satisface
mi ira, y él puede olvidarlo tan pronto como acabe. Si tengo que arrojarte al
suelo y tomar lo que debe ser ofrecido libremente, voy a irme esta noche
dejando su mente exacerbada hasta que la muerte venga por él.
Él sólo necesitaba perderse dentro de ella durante unos minutos,
necesitaba eliminar el borde de su rabia, necesitaba regodearse de que había 100
ganado... aunque no fuera verdad. Incluso si nunca podía ser cierto.
Nicolette sostuvo la mirada desolada de Dominic por unos segundos que
se alzaron y se extendieron, amenazando con engullir el concepto de eternidad
de August. Un momento después, el tiempo se derrumbó sobre sí mismo
cuando ella se volvió y corrió hacia la puerta.
El vampiro fue más rápido. Él la arrastró de vuelta a la sala de estar,
pataleando y gritando acerca de lo mucho que lo odiaba. Ella se echó hacia
atrás y escupió sobre él. Él se limpió la cara y sintió que su visión se volvía roja.
El lugar en el fondo de su mente, la conciencia largamente marchita que había
tratado de volver a despertar, lo reprendió por sus acciones, pero fue
suficientemente fácil de empujar la cosa medio muerta de hambre de nuevo en
su caja, así él no sería molestado por ella. Era más fácil ser libre.
Bajó la voz cuando la atrajo hacia sí.
—Pídeme que haga esto más fácil. Voy a hacerlo muy fácil. Te voy a
hacer el amor cada segundo.
—August, por favor...
—¿Era eso tan difícil?
Dominic aferró a la silla con fuerza cuando los colmillos de August
descendieron.
Mordió su cuello tierno. Ella gimió y comenzó a relajarse en sus brazos,
su vínculo tomando el control. La tragedia es que si no fuera por su esposo,
ellos podrían ser felices juntos sin esa angustia.
Él dejó de beber casi tan pronto como empezó, entonces arrastró sus
colmillos ligeramente sobre su garganta.
—Quítate el resto de la ropa, querida. Quítatela lentamente. Permite que
ambos disfrutemos del espectáculo —susurró.
Esta vez, la duda y el miedo habían desaparecido de sus ojos, sustituidos
por un deseo animal inconfundible.
—Le has hecho algo —dijo Dominic.
—Por supuesto que le he hecho algo a ella. Ella es mi compañera. Ella
me pertenece. Ella accedió a un intercambio de sangre entre nosotros que nos
unirá para toda la eternidad. ¿Estás comenzando a ver cómo eres la tercera
rueda aquí? ¿Cómo no tiene derecho sobre ella?
La mirada de Nicolette era vacía mientras se balanceaba y se
contorsionaba fuera de sus pantalones vaqueros.
—Ven aquí, muñeca. —August pinchó su dedo con un colmillo, y la
sangre burbujeó a la superficie.
Un sonido entre un gemido y un ronroneo escapó de la garganta de ella,
y él se echó a reír cuando ella tomó su dedo en su boca y lo chupó como si le
ofreciera la última gota de sustento en el mundo. Dominic se inclinó hacia
adelante en su asiento, obviamente excitado por la exhibición.
Nicolette chupó la sangre hasta que la herida se selló. Incluso bajo el
poder de la succión de una boca húmeda y tibia, ella no podía evitar que él se
curara demasiado rápido para satisfacer sus deseos codiciosos. Ella gimió,
pero permitió que el dedo se deslizara fuera de su boca.
—Puedes tener más si eres una buena chica. 101
Ella desabrochó el sujetador y arrastró los tirantes por sus brazos. Antes
de que pudiera deslizar sus bragas hacia abajo, August la atrajo hacia sí, su
espalda alineándose en su contra. Arrancó el trozo de tela y frotó su clítoris
hinchado. Nicolette se meció contra sus dedos. Él retiró la mano y la empujó
más cerca de su marido, que aún sujetaba los reposabrazos como si le hubieran
pegado allí.
—Ponte a horcajadas sobre él. Frótate en su contra. Que sienta cuán
húmeda te pongo.
Ella estaba demasiado ida para resistirse a moler su coño desnudo contra
la pierna de su marido.
—Así que, ¿qué te parece, Dominic? ¿Es más o menos cómo los
resultados que tú puedes conseguir?
Dominic fulminó al vampiro con la mirada.
August llevó el brazo de Nicolette a su boca. Mordió y bebió,
provocando un gemido de ella mientras se mecía contra su marido. Cuando
terminó de beber, el vampiro la apartó de él.
—¿De verdad imaginas que ella te desea en absoluto? Nunca necesité
drogarla —dijo Dominic.
El rostro de August se mantuvo calmado, pero la púa dio en el blanco.
—Deja. De. Hablar.
August absorbió el dichoso silencio mientras llevaba a Nicolette hacia el
sofá con él. Él la dispuso sobre su espalda, con las piernas extendidas.
Se inclinó sobre ella y le lamió los pliegues de piel relucientes. Ella
gimió y se retorció contra su boca mientras la lamía entre sus piernas, pero ella
estaba llorando. Incluso con su sangre. Sintió su dolor, mientras éste excavaba
en él y ardía por sus venas. ¿Qué diablos estaba haciendo? Él salió de la
neblina roja y la tomó en sus brazos, abrazándola. Ella tiene razón. Soy un
monstruo. No la merecía. No merecía la salvación.
—Lo siento —susurró—. Estoy tan enojado. No puedo apagarlo. No
quería hacerte daño. Yo quería castigarlo a él. No podía verte. No podía pensar.
No puedo apagarlo. Lo siento.
La apartó y se retiró a la cocina.
Capítulo 13
102
Traducido por Viqijb y Nelshia
Corregido por Marta_rg24

Nicole no podía mirar a Dominic. Sin embargo, buscó su ropa, algo para
cubrirse y ocultarse. Se dio vuelta mientras se deslizaba la camisa sobre la
cabeza y se ponía los jeans. No se molestó con la ropa interior. Ella solo quería
cubrirse.
—Nicole, ven aquí, cariño.
A pesar de las millones de razones que podía pensar para salir corriendo
de la casa y nunca dejar de correr, cruzó la habitación hasta él. La visión de sus
brazos extendidos hacia ella hizo que su corazón se clave en su garganta.
—Ven aquí.
Se sentó en su regazo y sus brazos llegaron alrededor de ella. Ella
comenzó a llorar de nuevo.
—Siento no haber creído en ti. En mi defensa, los vampiros no son reales.
No pudo evitar la pequeña y nerviosa risa.
—¿Todavía me amas? —Tenía miedo de oír la respuesta pero no pudo
reprimir la urgencia de preguntar.
—No es tu culpa. Si él me podía controlar de esa manera…
Quería decirle la verdad. Era su culpa. Era su culpa por haber permitido
el enlace y ella misma atarse a él. Y no fue hechizada; no como Dominic lo
había sido. Él no había tenido la libre voluntad de resistirse a las órdenes del
vampiro. Ella simplemente no había tenido la fuerza de voluntad, no con la
mordedura de August y su sangre. La sangre hizo que dejara de preocuparse
por un rato, pero no quitó su libre voluntad.
Pero si ella le decía eso, estaría disgustado, y ella todavía necesitaba una
persona en el mundo que pudiera amarla. Alguien humano.
—¿Dónde está mi brazalete?
Él abrió el cajón de la mesita y lo sacó. Cuando el cierre hizo el sonido
de clic contra su piel, ella dejó escapar un suspiro.
—Esto era lo único que me mantenía cuerda cuando él me había
encerrado.
Dominic le acarició el cabello y la besó en la frente.
—Nos vamos a escapar, como tú querías. A la primera oportunidad, nos
iremos.
Nicole sacudió la cabeza.
—Ya es demasiado tarde. Nunca me va a dejar fuera de su vista de
nuevo.
—No. No lo haré. —August estaba en la puerta de la cocina, con una
botella de cerveza en la mano. Él estrechó sus ojos—. ¿No hacen ustedes dos
una pareja acogedora?
—¿Celoso?
Nicole se tensó ante la burla de Dominic.
—¿De qué? ¿Un tonto humano que envejecerá y morirá, mientras yo voy
a tenerla para siempre? ¿Literalmente?
Dominic no se molestó en ocultar su desprecio. 103
—Por el amor que no puedes tener. Apuesto a que pensaste que esa
visualización me haría odiarla. Querías que la rechace así tú podrías abrazarla y
consolarla y hablar sobre cómo nunca podría entenderlos a ustedes dos. Soy un
abogado. Lidio con la rajadura del trasero de la humanidad sobre una base
diaria. No eres más que otro matón para mí.
Un segundo más tarde, Nicole se encontró extendida en el sofá, arrojada
allí por 90 kilogramos de vampiro enojado. Los colmillos se hundieron en el
cuello de Dominic.
Ella se apresuró a sacarlo fuera de su marido, pero el vampiro la sacó
fuera como si fuera una molesta mosca, gruñendo mientras vaciaba al hombre
que ella amaba.
—Por favor, August, no lo hagas. No lo lastimes. —Apenas podía exprimir
los sonidos de sus cuerdas vocales ya que habían quedado tensas por el miedo.
August dejó caer a Dominic, borrando la sangre con su brazo, fue a
recoger la cerveza al otro lado de la habitación. Dio un par de sorbos
lentamente.
Nicole corrió al lado de su marido, presionando sus dedos en el lado no
marcado de la garganta para encontrar su débil pulso, luchando para mantener
el ritmo de la vida.
Apenas lo veía a través de las lágrimas que nublaban su visión.
—Por favor… tú puedes salvarlo.
—Se ha ido demasiado lejos. Si le doy mi sangre, él se convertirá.
Nicole gritó, un lamento interminablemente largo, como si pudiera
romper los vidrios. Como si pudiera romper al vampiro, y el universo se
inclinaba a su capricho solo para hacerla parar. Tiró a su marido a sus brazos,
sin importarle la sangre que manchaba su ropa.
—Por favor, Dominic. Por favor… no te vayas. No puedo perderte, por
favor. —Ella levantó la vista hacia el techo, desamparada—. Por favor, Dios, por
favor. Tráelo de vuelta. Por favor. —Lo acunó en sus brazos, sollozando,
rogándole al universo, August, Dominic, Dios, cualquier cosa que pueda estar
por ahí, cualquier cosa o cualquiera que pudiera tener posiblemente el poder
de deshacerlo. Haría cualquier cosa, cerraría cualquier trato para deshacerlo.
Estaría enojada con Dominic más tarde. Burlándose de un vampiro así.
¿Cómo podía haber olvidado tan reciente lección practica? ¿Cómo podía su ira
haber desbordado el conocimiento de lo que esos colmillos podían hacer?
¿Cómo ellos podían triturar, desgarrar y revelar la fragilidad de la vida
humana?
Lo sacudió, le temblaban las manos mientras le sacaba el cabello de los
ojos. Presionó los dedos en su garganta de nuevo. Más lento, más tenso. Casi
detenido. Casi terminado.
—Dios, no. Por favor, Dominic, por favor, no me hagas esto, por favor,
por favor, por favor. Dios, por favor, tráelo de vuelta. No puedo vivir aquí sin él.
No se dio cuenta de August detrás de ella, no hasta que él le quito el
inerte cuerpo. Ella vio con horror cómo rasgó su muñeca y forzó su sangre en la
garganta de Dominic.
—¡NO! Dijiste que él se convertiría. ¡No puedes! —Ella lo golpeó, pero 104
era como golpear una roca.
—Basta, Nicolette. Le suplicaste a Dios. Yo soy Dios. Y tú lo sabes. Soy el
único Dios aquí que puede responder tus oraciones.
Cuando el vampiro pareció satisfecho de que Dominic tenía suficiente
sangre para el cambio, recogió a su marido y lo cargo hasta el coche.

***

Nicole trató de olvidar el cuerpo en el asiento trasero mientras


conducían.
—¿Se convertirá?
—Lo más probable.
Se odiaba a sí misma por la forma en que su corazón dio un vuelto ante la
idea de tener a Dominic con ella para siempre; Cuán egoísta por quererlo
siendo un monstruo así él no la dejaría sola con August.
—¿Va a tener que matar gente? —¿Y entonces buscar a su compañera de
sangre para que lo detenga? ¿Cómo iba a lidiar con eso? El zapato era
demasiado ajustado en el otro pie.
—No lo sé. Contigo ligada a mí, no conozco las consecuencias.
—¿Cómo puedes ser tan monstruo?
El vampiro gruñó desde el lado del conductor.
—No lo sé, Nicolette. Luego de siglos de matar a gente, de alguna forma
se pega. ¿Qué diablos más iba alguna vez a ser?
Dominic lucía tan… muerto; pálido e inmóvil en el asiento trasero. Tal vez
lo estaba. ¿Si se convertía, iba a seguir siendo su marido? ¿Habría alguna vez
bromas entre ellos, de nuevo? ¿Sería como August o sería bueno?
—Nicolette… yo… me disculpo otra vez por lo que te hice pasar esta
noche. Estaba enojado de que él dejó que te encierren en un hospital. Estaba
enojado de que no tenía acceso a ti. Tuve que castigarlo, pero luego vi como
estaban juntos… me estaba engañando a mí mismo. Puede que te tenga para
siempre, pero si alguna vez te separó de él, no me perdonarías jamás. Nunca
me sentí más solo que cuando estoy en una habitación contigo pero tu mente y
corazón están con él.
No podía soportar ver la sinceridad fingida en sus ojos, por lo que ella se
quedó mirando a la oscuridad y a la luna que estaba tan llena y brillante.
—Pensé que habías dicho que podías compartir. —Claro que él pudo.
—Puedo compartir, Nicolette. Pero no me puedo apagar en el completo
frío. Si tan solo te dejarás sentir algo conmigo.
—Está mal. Le hice una promesa a Dominic. Lo amo.
—Y voy a dejar que te quedes con él. Vamos a tener que encontrar una
forma de vivir juntos. Puedo compartir, pero tengo que tener una parte real de
ti. Tienes que dejarme entrar. Para siempre no será tan largo si te rindes y
encuentras una manera de hacer las paces con esto. ¿No crees que vaya a tener
que encontrar una manera de hacer las paces con esto? —Hizo un gesto con la 105
mano en dirección a Dominic, como si al hacerlo, pudiera hacer desaparecer a
su marido en el aire.
No había nada que pudiera hacer algo de esto bien. El vampiro era
demasiado volátil. Sus promesas se habían convertido en cenizas y se
deslizaron a través de las grietas hasta que fue como si no hubiesen existido.
Ella y Dominic estaban jodidos. Si August no lo sabía, era porque había tenido
tiempo suficiente durante siglos para dominar el arte de la negación.
Cuando se detuvieron, Nicole se sorprendió al encontrar que estaban en
la casa de sus padres. Había estado en sus pensamientos demasiado profundo,
demasiado obsesionada con el patrón difuminado de los árboles que pasaban
fuera de la ventana, ya que cada mezcla en la siguiente cinta larga era verde
era verde oscuro, demasiado alterada para prestar atención a la dirección en la
que estaban conduciendo.
August se volteó cuando ella puso la mano en su brazo. La expresión en
su cara reflejaba cómo ella debía lucir; una heroína en una película de terror, la
última media hora angustiosa donde había sido atormentada tanto como ella
podía soportar, y aun había más sufrimiento y peligros por delante.
—August, por favor. Haré lo que sea. Por favor, no lo hagas.
Él apagó los faros. Nicole se sentó aturdida en el lado del pasajero
mientras él llegó y abrió la puerta para ella.
—No hagamos esto más difícil, Nicolette.
Las lágrimas ardían ahora. Habían caído tanto y tan profusamente que sus
ojos estaban demasiado crudos y sensibles para más. Y sin embargo, más
vinieron. Ella lo miró y negó con la cabeza.
—Nicolette, esto se debe hacer.
—No. Podemos volver a casa. Vámonos. Por favor, déjalos en paz. Ellos
no han hecho nada. Por favor, no les hagas daño.
¿No había uno a quien ella amaba que podría dejar respirando esa
noche?
—Es hora de decir adiós. No hagas esto más difícil.
—¿V-vas a matarlos?
August rebuscó en el Bugatti por ella. Luchó mientras él la sacaba fuera,
pero era la lucha de una mariposa, un valiente revoloteo de inútiles alas.
—Por supuesto que no voy a matarlos. Voy a alterar sus recuerdos. Es
hora de cortar los lazos. Debes ponerle fin a tu vida anterior. Pronto te llevaré a
ti y a Dominic a mi finca en Roma, pero tus padres creen que estás en el
hospital. Deben lidiar con el ahora.
Ella dejó de luchar. El alivio de que nadie más iba a morir esta noche
había tomado su última voluntad de lucha.
—¿No los volveré a ver nunca?
—Lo siento, Nicolette. Debería haber tomado esta decisión antes.
No debería ser su decisión a tomar.
Ella lo siguió hasta la puerta principal. Había sido invitado a esta casa una
vez; ahora tenía vía libre para siempre. Su madre respondió, sorprendida por
el extraño hombre, y luego entró en pánico cuando August se abrió paso en su
interior. Nicole se encontró cruzando el umbral después de él. —Buenas 106
noches, Sr. y Sra. Maguire.
El padre de Nicole apuntó su escopeta al pecho de su compañero. Un
momento de pánico se apoderó de ella. Había estado tan acostumbrada al
vampiro siendo invencible. ¿Cómo de frágil era él ahora que se había
convertido a otro? Ella saltó delante de él mientras el arma se disparó y la bala
atravesó el hombro. Ella convenció a sí misma, incluso mientras lo hacía que
ella estaba tratando de salvar su propia vida y no de él.
August estaba al otro lado de la habitación, ya costando la pistola a la
mitad. Se había olvidado de su velocidad. Como si no pudiera protegerse. Ella
se sintió caer. El flujo del tiempo que había existido se ralentizó y se separó de
todo lo demás. Entonces la muñeca de August estaba en su boca, su sangre
saltando el encendido de nuevo del reloj. Ella quiso protestar, pero todavía no
podía curar una herida de bala tan rápido como él podía. Y la hija de puta dolía.
Sus padres estaban menos temerosos que la última vez que habían hecho
todo esto, aunque todavía en estado de shock. Tal vez un poco de déjà vu se
había deslizado en los bordes de sus memorias borradas. Tal vez viendo a
August y colmillos y la sangre había traído todo de golpe.
—¿Cómo quieres que lo haga? Puedo hacerles pensar que tuvieron una
pelea y ya no se hablan y te has mudado lejos o que moriste o nunca exististe.
—¿Por qué no puedes simplemente ordenarles que nunca le digan a
nadie? Entonces todavía podría verlos. —¿Estaba tratando de hacer esto más
doloroso para ella? ¿Quería que ella lo odie más?
—No tengo ese tipo de poder. Puedo borrar o modificar una memoria o
cambiar la forma en que alguien ve algo. Puedo dar una orden a corto plazo,
pero no puedo cautivar a alguien a obedecer una orden para el resto de su
vida. Simplemente no es como funciona. Lo siento, me gustaría que así fuera.
—¿En serio?
Ella trató de apartarse mientras le acariciaba la mejilla. La manera tierna
en que la tocaba agitó cosas que ella no quería agitadas, sobre todo mientras su
marido estaba desplomado en el asiento trasero del Bugatti como un muerto.
¿Cómo podría algo revolverse en su interior cuando este monstruo la tocaba?
¿Y después de la forma viciosa en que se había comportado de esta noche? Ella
comenzó a llorar de nuevo.
—Tenemos que hacer esto, muñeca. Créeme, me gustaría que hubiera
otra manera.
Por lo menos él no sabía lo que había provocado sus lágrimas, el
tormento interior que quizás nunca desaparezca cuando su piel rozó contra la
de ella. Los fuegos que eran encendidos. Estos sentimientos eran una
abominación.
—Él es real. —La madre de Nicole encontró a su capacidad de hablar.
—Sí. Él es real, —dijo August. Era menos de un “ya te lo dije”, y más de
una admisión resignada. Un delirio habría sido demasiado simple. —¿Qué
quieres que haga? — presionó.
—Mamá, papá, ¿pueden jurar que no le dirán a nadie lo de August?
Tienen que mantener lo que es un secreto. La gente pensará que están locos, y
eso nos podría poner en peligro. 107
—Nicolette, dije que no.
Ella se volvió hacia el vampiro.
—¿Por qué no? ¿Qué pasa si juran? ¿A quién le van a decir? ¿Cómo esto
lastimará algo? No es como si supieran a dónde me llevas. ¡No es como si
supieran algo!
—¡No estás llevando a mi hija a cualquier lugar! —Ray dijo, ahora
apuntando la pistola. —Voy a cazarte, hijo de puta. ¿Dónde está mi yerno?
—Dominic está en el coche. Él viene con nosotros, —dijo August.
Nicole no podía soportarlo más. Ella salió corriendo por la puerta
principal, cerrándola detrás de ella. Pasó sólo un momento antes que el
vampiro se reuniera con ella.
—Tesoro...
—No lo hagas. Simplemente no. —Levantó una mano y dio un paso más
lejos de él.
Era todo lo que podía hacer para controlarse. Ella fantaseó sobre
Dominic despertando y golpeando la mierda fuera de August. Por favor, Dios,
déjalo estar de mi lado cuando se despierte.
—Tenemos que terminar esto.
—No, nosotros no tenemos que hacer nada. Tú vas a hacer lo que sea que
vas a hacer, y no puedo detenerte. No puedo volver allí. No puedo hacer esto.
No puedo decirles adiós.
—¿Que recuerdo quieres que les dé?
Ella se dio la vuelta.
—No me importa una mierda.
La puerta se abrió de nuevo y cerró en silencio. Nicole se sentó en la
escalera de entrada, mirando a las estrellas, queriendo que los deseos
funcionaran. De vez en cuando echaba un vistazo al coche donde Dominic
yacía. Varios minutos después, la puerta se abrió.
—Ya está hecho.
Ella no reconoció el vampiro.
—¿Quieres saber lo que...?
—No. Déjalo. —Sus hombros temblaron mientras manos fuertes trataron
de estabilizarlos.
—Tienes que creerme cuando digo que no quería esto. No había otra
opción. Habrían sido un riesgo de seguridad. No puedes confiar en los
humanos. Incluso aquellos que han sido más cercanos a ti. Estos secretos...
nunca pueden decirse a alguien que no es como nosotros.
Nicole volvió al coche y se metió en el lado del conductor. Las llaves
estaban todavía en el encendido. August se situó en el haz de los faros, una
expresión de dolor en su rostro, como si estuviera esperando que ella
detuviera su teatralidad. Puso el coche en reversa y lo dirigió fuera de allí.
No había nada mejor que un coche que se moviera tan rápido. Ella no
tenía el lujo de súper velocidad como August. No podía difuminarse en torno a
la vida como él podía. El Bugatti era lo más rápido que jamás se movería por
sus propios medios.
La carretera estaba muerta esta hora de la noche, así que apretó su pie 108
en el suelo, dejándolo acelerarse a más de doscientos cuarenta.
Dejen que un policía traté de detenerla. Nunca la atraparía. Nadie podía
cogerla, sino el único del que ella más quería correr más rápido. Como para
demostrar ese punto, August apareció delante del coche, causando que se
desviara y perdiera el control. El Bugatti giró dos veces antes que la puerta se
abriera de golpe y la jalaran a la noche.
Cuando ella dejó de rodar se volvió de nuevo hacia el coche y gritó:
—¡Dominic!
—Él está bien. Nada lo puede dañar durante la transición. Él es incluso
más duradero que tú. —August miró al daño que el coche había tomado, pero
era su maldita culpa parándose en medio de la carretera así. ¿Cómo había
pensado que terminaría?
El dolor ya se estaba disipando. Un hueso roto hubiera tomado más
tiempo.
De alguna manera nada se había roto. Si fuera meramente humano,
hubiera sido un milagro digno de noticia de primera plana.
Ella de repente no podía respirar; había golpeado a su punto de quiebre.
Era demasiado a la vez. Las lágrimas la ahogaron, y empezó a hiperventilar en
pánico.
Los brazos de August se cerraron alrededor de ella, y él la abrazó.
—Saber que yo puedo tomar el dolor. No tienes que sentir esto. Déjame
tomarlo de ti.
El Bugatti seguía al revés mientras los dos se sentaron juntos en la zanja.
—No puedo dejarte tomar cada emoción que tengo. ¿Qué quedará de
mí?
—Por favor, Nicolette. Déjame hacer algo.
¿Cuántas veces iba a permitirá usar el vínculo de esta manera? ¿Para
borrar las partes de ella que eran demasiado dolorosas para sentir? ¿Cómo iba
a olvidar que todo ese dolor había sido creado por la misma existencia de
August? Ella clavó los dedos en la tierra, arrancando polvo y hierba, un grito
rasgado de su garganta.
Un momento después, ella olió la sangre. Estaba segura de que no podía
oler sangre, pero podía oler su sangre.
—Ven aquí. Deja que te ayude. Permítanme silenciarlo.
—¡Dije que no! Dijiste que me darías cualquier cosa. Quiero ver a mis
padres. No quiero que esta noche sea la última vez.
Su cara se veía dolida. —Creo que es importante que vayamos a otro
lugar por un tiempo.
—Un tiempo que no es para siempre. Por favor, August. Permíteme
volver. Déjame verlos.
¿Puedes hacer que pueda verlos de nuevo? Algún día se habrán ido para
siempre.
Por favor.
—Lo discutiremos.
—Pero eso ¿no es que no?
Él negó con la cabeza. 109
—No es que no, tesoro. Ya se nos ocurrirá algo.
Se arrojó a sus brazos.
—Gracias.

***

El Bugatti era increíblemente manejable. Cuando llegaron a la casa,


August llevó a Dominic dentro y hacia abajo, al sótano.
Nicole lo siguió.
—¿A dónde vas con él?
—Lo voy a mantener abajo hasta que sepamos el estado de las cosas —
dijo a la vez que ponía a su marido en un catre y cerró la jaula.
—Y entonces, ¿qué?
—No sé, Nicolette. Realmente no lo sé.
Ella retrocedió hacia las escaleras mientras terminaba de asegurar
Dominic.
—No huyas de mí.
Ella cerró los ojos y respiró lentamente, ignorando el olor húmedo de la
bodega que una vez había sido su prisión. De alguna manera están bajo suelo la
hizo sentir como si los recuerdos pudieran volver a la vida y hacerle daño de
nuevo, incluso con la magia que había hecho con el vínculo para aliviar el
dolor.
—Deseo que el Dr. Cronan hubiera tenido razón. Desearía que fueses
sólo es real en mi mente. Que la vida hubiera sido mejor que ésta.
Ella intentó no encogerse cuando sus labios rozaron su frente.
—Ve a descansar, tesoro. Las cosas serán diferentes cuando despiertes.
Capítulo 14
110
Traducido por Celemg
Corregido por Viqijb

Nicole entrecerró sus ojos ante el torrente de luz en la habitación. La luz


no era un distintivo de la casa de August. Él siempre se mantenía en la
oscuridad como en una tumba. Gruesas cortinas protegían todo, bloqueando el
brillo del día, como si lo ofendiera.
Ella protegió sus ojos, no estaba lista para abrirlos aún. Dios, era
brillante.
—¿August? ¿Dominic? —¿Debería atreverse a esperar que su marido se
convierta? Ellos podían ser una enorme y maldita familia inmortal.
—¿Sra. Rose? Creímos que dormiría durante el día. El Dr. Cronan está
listo para hablar con usted ahora.
Nicole forzó sus ojos a abrirse y los enfocó en las paredes grises, la
horrible camiseta sudada blanca y gris, los zapatos de lona metidos bajo la
cama. Una enfermera demasiado alegre estaba parada en la puerta sosteniendo
un portapapeles.
Nicole se pellizcó a sí misma.
—Ay.
La enfermera sonrió débilmente dentro de un interés medicamente
profesional.
—Lo que le hemos dado era bastante fuerte. Necesita descansar.
¿Duerma, sí? A veces causa sueños muy vívidos, pero estaba muy alterada
anoche, creímos, era lo mejor.
No puede ser real.
—B-bien —dijo Nicole. Su boca se sentía como algodón.
—Si necesita desayunar algo primero, estoy segura de que el Dr. Cronan
lo aprobará. ¿La ayudo a orientarse?
—Está bien. —No le molestaban las zapatillas. Ponerse los zapatos
significaba la aceptación de esa Zona Crepúsculo realidad4, y no estaba lista
para ir allí.
Siguió a la enfermera dentro de la cafetería. Estaba prácticamente vacía,
pero aún servían. Los productos calientes terminaron, pensó. Nicole agarró una
banana y un tazón de cereal y se sentó en una mesa en el rincón más alejado. La
enfermera merodeando.
—¿Soy una suicida en observación? ¿Teme que me ahogue en mi leche?

4
Zona Crespúsculo realidad: La frase hace referencia a la novela paranormal de Stephanie
Meyer “Crepúsculo” y a su vez con esto trata de referirse a una realidad del tipo reality show.
La enfermera dio una corta y nerviosa risita que probablemente se
suponía que pasara como una risa y una disculpa.
La banana estaba muy blanda y definitivamente sabía real. El cereal y la
leche estaban igual. Y ella bebió un jugo de naranja, Nicole corrió sus dedos
sobre las vetas de la mesa. ¿Eran vetas de madera… o un plástico convincente?
Se sentía real y sólido, lo que sea que fuera.
Trató de recordar que había pasado con August y Dominic. ¿Cuán real se 111
había sentido? No le molestaba mirar fijamente o tocar las vetas. Demasiado
había estado pasando. No había razón para preguntarse la realidad de lo que
estaba sucediendo.
Una lágrima se deslizó por su mejilla. Y ella la quitó con el revés de su
mano. No había forma de que pudiera decir que no fue engañada. Estaba en
medio de un delirio. Tampoco era éste mundo o el mundo con los vampiros en
él. ¿Y qué tenía más sentido? Si sabes que estás delirando, un hospital
psiquiátrico era más probable que sea real.
Parada en la bodega anoche con August, ella se recordó queriendo que
él no fuera real. ¿Pudo él haber hecho algo?, ¿haber creado esto?, ¿pero cómo
pudo? Su mente era muy fuerte como para que él pudiera controlarla. Quizás la
conexión la hizo más vulnerable. Eso obviamente la hacía quererlo más. O
quizás él mintió desde el principio. Quizás no había nada especial en su mente
después de todo. Quizás él realmente no había matado gente. Quizás sólo
estaba obsesionado con ella. Pero ese punto volvía a la locura, porque, ¿por
qué ella era especial?
—Sra. Rose, ¿cómo se siente ésta mañana?
Nicole estaba irritada de ser interrumpida por el Dr. Cronan mientras
ella trataba de clasificar que era real y que no lo era. Ambas realidades se
sentían igualmente reales e igualmente ilusorias. Quizás ninguna de ellas era
real. Quizás había una tercera opción que era aún más rara. ¿Podría ser
gracioso? Contuvo la risa ante esa idea. Sería como hacerse ver loca por tener
un ataque de risa maníaca sobre el pastoso cereal.
—Estoy bien —dijo, bajando lo último del jugo de naranja.
—Puede dejar su bandeja aquí, vamos a mi oficina para hablar.
Nicole dejó la bandeja y siguió al doctor por varios corredores
levemente alumbrados hasta que llegaron a la esquina de su oficina. Hizo señas
para que ella entrara primero.
Ella eligió la silla de cuero azul marino frente a su escritorio, no el sillón.
No estaba ni un poco lista para entregarse al proceso, sea lo que sea que
significaba. Carecía de poder aquí donde estaba. No había razón para hacer la
desigualdad más áspera.
El Dr. Cronan tomó su silla de cuero de espaldar alto del otro lado del
escritorio. La silla giró en una forma indigna cuando él se sentó, haciéndolo ver
como un niño pequeño tratando de crecer. Aclaró su garganta y tomó su
anotador y un pluma.
—Quiero hablar con mi esposo.
El Dr. Cronan levantó la vista, su cara creció en desaprobación.
—Ahora, hablaremos acerca de eso, Sra. Rose. Acordamos después de
algunas sesiones con su esposo que la seguridad de su tratamiento sería más
fácil si tenemos un periodo sin intrusión del otro lado del mundo. Dominic es
parte del mundo que usted habita con los delirios. Trataremos de crear un
espacio diferente para usted aquí. Un espacio seguro.
—Pero no pueden retenerme sin mi aprobación al menos de un juez…
—Sra. Rose, ¿Qué piensa sobre ésta época?
—Lo siento, ¿qué? 112
—¿La época? ¿Qué fecha es en el calendario?
—Yo… —Ella no sabía la fecha, de todos modos. Había estado muy
ocupada clasificando los conflictos de información que su cerebro había estado
tratando de procesar desde el momento en que conoció con August como para
lidiar con la fecha.
—Déjeme preguntarlo de otro modo. ¿Cuánto tiempo cree que ha estado
aquí?
—Tres días… creo. —¿O eran cuatro ahora?
El Dr. Cronan garabateó algunas notas en su bloc oficio frente a él.
—Usted ha estado con nosotros tres meses, pero no me sorprende que
esté perdida en el tiempo. Las drogas pueden tener efectos colaterales, y aún
no hemos encontrado la combinación correcta.
—Está mintiendo.
—Por favor no haga esto de nuevo, Sra. Rose. Tratamos de ayudarla.
Nicole se paró y comenzó a caminar de un lado al otro en la habitación.
—Esto no es real. Usted miente. Esto es un error. Yo estaba sólo con
August y Dominic. Las cosas sucedieron, perturbadoras, pero sucedieron.
August me quiere fuera de aquí, como él diría.
Los ojos del Dr. Cronan se mantuvieron en una clase de pena paternal
mientras sacudía su cabeza.
—No. Eso no es lo que pasó. Hemos tratado ese delirio hace dos
semanas.
—Entonces esto es un sueño. Lo último que recuerdo es con Aungust,
yendo hacia mi habitación a dormir, así que debe ser que estoy soñando.
—Está comenzando a perturbarse, Sra. Rose. ¿Puede, por favor,
sentarse? Me gustaría volver a nuestra discusión previa, y no puede hacerlo si
usted se impacienta. —Él le señaló la silla vacía—. Por favor. Siéntese.
Tanto si era la realidad o el delirio, más información no podía echar a
perder la situación. Nicole se sentó y trató de parecer calmada aunque todo
dentro de ella gritaba. Papeles rotos en una rápida sucesión mientras el doctor
ojeaba retraídamente su anotador.
—Bien, aquí estamos. Estoy interesado en hablar acerca de que deseo
por August no es real, porque creo que es la clave para ayudarla. Un delirio
tiende a merecer un propósito en la vida de una persona y les da una sensación
de control. ¿Recuerda la sesión que tuvimos con su esposo hace un par de
meses?
Nicole negó con la cabeza mientras el doctor sacaba el audio y ordenaba
varios mini casetes hasta encontrar el que buscaba.
Cuando puso play, La voz de Dominic vino de la grabación.
—Siento que en parte soy culpable por todo esto.
—¿Por qué dice eso? —La voz del Dr. Cronan.
—La he descuidado. Tenía una gran carga de trabajo, y la seguí
arrastrando mes tras mes. La saqué por nuestro aniversario y traté de estar allí
con ella, pero sé que ella no creía que yo estaba allí.
Nicole casi podía oír al Dr. Cronan asentir sobre la grabación.
—Veo hacia dónde va con eso. Sí, hablamos acerca de cómo un delirio 113
puede crear una sensación de poder. Si el mundo de uno se sale de control,
uno posiblemente invente una fantasía que le haga bien de nuevo. Nicole, ¿cree
que usted inventó a August para que alguien le pusiera atención, que la
quisiera, incluso necesitara al grado que su compañero real había dejado de
sentir?
—No es así… él no… —Hubo una larga pausa—. Quizás.
El Dr. Cronan apagó la grabación.
—¿Recuerda esa sesión, Sra. Rose?
Nicole sacudió su cabeza. Esa fue la primera vez que la realidad había
enojado porque recordó el descuido de Dominic, del trato hacia ella como si no
existiera y no le importara, como si ella fuera alguna molestia con la que él
tenía que lidiar entre los importantes asuntos de ser un gran abogado. Eso
nunca fue de esa manera antes. De alguna manera, él siempre se había hecho
tiempo para ella, y luego de repente fue como si ellos se dejaran caer a un
acantilado, a algún punto sin retorno donde la relación no podía volver a
sentirse bien de nuevo.
¿Pero inventar un vampiro de todo eso? No era una respuesta normal.
¿Pero las mariposas en el baño del tío Chuck lo eran? Y si un delirio estaba
controlándolo… ¿qué estaba tratando de controlar su tío? ¿Qué bien le
podían hacer las mariposas a él?
—Creo que está lista para dejar ir a August. ¿No lo cree? Su esposo real
la ama. Está preocupado por usted y quiere que vuelva a casa.
Sí, Dominic estaba preocupado ahora. Ahora que ella estaba
presuntamente… mentalmente inestable y hospitalizada, era probablemente
todo lo que él pensó. ¿Y no fue lo que hizo probablemente que August no fuera
real? Porque Dominic realmente la había descuidado. Quizás esa no era la
salida, no un vampiro que había hecho de alguna manera que él dejara de
amarla.
—Sra. Rose, ¿Quiere que August sea real ahora?
—No lo sé. —Era cierto. Siempre que estaba con él, esperaba que algún
aplazamiento la salvara de una vida que no podía terminar. Sin fin. Una vida sin
Dominic, sin su familia. Pero ahora, en el hospital de frente con la casi
seguridad de que era una chiflada, ser la inmortal víctima de un vampiro
parecía menos trágico.
Él era una fuerza externa actuando sobre ella, no el enorme y
aterrorizante vacío dentro de su propia mente. Si su cerebro realmente
trabajaba de éste modo… o fallaba para trabajar así… ¿cómo podría saber que
era lo real? ¿No era August mejor que eso? ¿Tan malo como era? ¿No era mejor
ser una víctima del sonido de su mente?
Hubo un golpe en la puerta y otro doctor entrometió su cabeza.
—Disculpe, Dr. Cronan, ¿puedo hablar con usted en privado?
Tan pronto como estuvo sola, Nicole corrió hacia el lado del escritorio
del Dr. Cronan para ver las notas que él había escrito sobre ella, pero eran
todos garabatos. No la ilegible letra de un doctor, sino literalmente garabatos
que no eran y no podían ser palabras. Jamás podían haber sido verdaderas
palabras. Puso play a la cinta de grabación. 114
—Los murciélagos vampiros se alimenta exclusivamente de sangre, un
rasgo llamado Hematofagia. Éste de distingue de los murciélagos frugívoros,
debido a su hocico corto, con forma de cono. —Una monótona voz femenina
musitó. Nicole pulsó el botón de expulsar. La etiqueta del casete decía: “El
Círculo de la Vida y Hábitat del Murciélago Vampiro.”
Corrió hacia el otro lado de la oficina. Una cortina de gasa blanca cubría
la ventana, privando a la luz del sol de filtrarse en la habitación a través de la
diáfana tela. Ella abrió las cortinas, frenética por abrir una ventana y conseguir
un poco de aire fresco, pero no había ventana, ni sol. Sólo una sólida, pared de
ladrillo con una grafiti en aerosol blanco que se leía “pobre, chica loca.”
Volvió detrás del escritorio, su mirada fija en la iluminación sobre el
abrecartas. Lo agarró y cortó su brazo, observándolo cicatrizar ante sus ojos.
¿Qué significaba eso? O no se había cortado a sí misma... o August era real y
esto no lo era.
El Dr. Cronan volvió para descubrirla parada, demente con un
abrecartas sostenido con fuerza en su mano.
—Sra. Rose, baje eso. No nos dañamos a nosotros mismos aquí.
Ella tuvo un repentino destello de ser manguereada y mantenida en un
agujero negro aquí en el hospital. No, no nos dañamos a nosotros mismos aquí.
Herimos a otra gente. Así es cómo trabajamos.
—¿Hay sangre en mi brazo, Dr. Cronan?
Nicole no podía ver nada. Casi tan pronto como ella cortó su brazo, antes
de que la sangre pudiera acumularse correctamente, se había cerrado.
—Necesito que baje eso, ahora.
—¡Respóndame! ¿Hay sangre en mi brazo?
—Por supuesto que no, y no queremos eso aquí, por lo que por favor
bájelo.
El Dr. Cronan bordeó su escritorio, como si ella estuviera reteniendo
rehenes, y pulsó el botón rojo.
Antes de que ella pudiera procesar el giro de los eventos, dos fuertes
caladores rompieron en el cuarto y torcieron el abrecartas de su mano. Ellos la
arrastraron por el pasillo mientras ella gritaba. Sabía que la demencia le
representaba lo peor de lo que sea que le podría haber sucedido, pero no
podía evitar la histeria burbujeando.
A medio camino del pasillo fue empujada en una habitación. La puerta se
cerró detrás de ella. Algo suave rompió su caída. Dios querido, era una celda
acojinada, literalmente. ¿Era reales estas cosas? ¿Ésta gente las usaba? ¿Tenía
sentido para proteger a alguien de sí mismo, o era un mito? ¿Una idea de
cultura popular?
¿De dónde vienes sus ideas acerca de las instituciones mentales? De
películas. De películas Irreales. Entonces si lo que le pasó aquí fuera como esas
películas, ¿luego no haría de eso un delirio? Trató de agarrar el destello que
tuvo en la oficina del Dr. Cronan… Siendo manguereada en una habitación
oscura. Nadie lo hace. ¿Ellos sí? ¿Éstas personas la manguerearían ahora?
Nicole cerró sus ojos apretados y trató de calmarse, respirando lento,
inhalando y exhalando, permitiendo que las imágenes y los recuerdos fluyeran 115
sobre ella. Había una habitación con una caja, un sintonizador y gritos, sus
gritos. Pero todo estuvo tan silencioso y tranquilo por un rato antes que… hasta
que se enfadó de nuevo. Había habido un rechinido como estática justo antes
de los gritos.
Otro momento… baños helados. Otro, correas y agujas. Montones de
píldoras. Montones de visiones borrosas. Sin esperanzas de irse jamás. ¿Qué le
había dicho él a Dominic? ¿Cómo el Dr. Cronan lo había convencido? ¿Cómo
había convencido al jurado? Era como un sueño donde todo salta de un evento
al siguiente sin una conexión. Entonces era un sueño, tenía que serlo. Y luego
despertaría… ¿con August? ¿Era mejor eso? Sostuvo su cara en sus manos.
No puede ser real. No puede ser real. No tiene sentido.
¿Pero August tenía más sentido? Trató de entender cómo podía
posiblemente no estar traumatizada por meses en su celda sin importar lo que
él le dijera acerca del poder de los vínculos, sin importar cuánto de su sangre
ella consumiera para hacer que se aleje. Pero si esto era el mundo real, ¿cómo
podía no recordar sus meses aquí? ¿Qué le hicieron a su cabeza? ¿Habían
hecho algo que destruyó su memoria? ¿Habían sido los tratamientos de
electroshock? ¿O una droga con malos efectos colaterales?
Ya nadie hacía esas cosas. Así no era como trabajaban ahora los hospitales
mentales.
¿Pero cómo lo sabía? Y si no era real, ¿por qué se sentía como si lo fuera?
¿No era igual de loco de cualquier forma?
Gateó hasta el rincón más alejado y puso sus rodillas en su pecho. ¿Le
traerían comida? Una banana y cereal pastoso no le durarían mucho. ¿Cuán
drogada estaba?
Había sido abandonada por ambos; Dominic y August.
¿Qué versión del infierno prefería? La de tener un posiblemente muerto
o posiblemente vampiro Dominic o un definitivamente loco vampiro August.
Esto era de locos en todos los sabores y estilos flotando por los pasillos,
colándose en el aire, flotando a gritos.
—No quiere ser delirante. No puedo serlo. —Como si decirlo fuerte
pudiera de algún modo demandar que la realidad tomara forma alrededor de
esas palabras.
La puerta la sorprendió cuando se abrió. El Dr. Cronan arrastraba una
silla plástica con voluminosas patas que se inclinaban sobre el acojinado.
—¿Está lista para hablar de forma razonable ahora?
—No quiero ser delirante —murmuró.
—Eso es algo cercano al progreso.
¿Él estaba siendo sarcástico? ¿Eso hacían en la institución mental?
—Quiero hablar con Dominic. Quiero a mi esposo, ahora. Es mi abogado,
y tengo derechos.
—Va a ver a su esposo cuando tengamos oportunidad de prepararla.
—No. No tendrán oportunidad. Quiero ver a Dominic, o no voy a
cooperar.
Él sacudió su cabeza y miró hacia el anotador que contenía sus garabatos
sin contenido. 116
—No fue bueno para ti la última vez que diste ese ultimátum.
—¿Es una amenaza? —Dominic no la abandonaría, ¿lo haría? Pero… en
cualquier realidad la trajo aquí. La imagen de August se deslizó dentro de su
mente—. Prefería el otro mundo. —Se alejó, asumiendo que el Dr. Cronan
tomaría la indirecta, recogería su silla y su anotador de tonterías y se iría. Pero
no hizo.
—Interesante. Pensé que estaría lista para dejarlo ir. ¿Le importaría
decirme por qué?
Nicole escogió un hilo suelto en la pared.
—¿Por qué preferiría éste mundo? El único donde obviamente no tengo
oportunidad de recuperarme. Pudriéndome en éste lugar detrás de las rejas
con lunáticos y demasiada medicación para recordar la mitad de esto. Tan malo
como alguna de las otras realidades puede ser, hay un mundo entero por
explorar y tiempo infinito para explorarlo. August no dejaría que nadie más me
hiriera. Y quizás Dominic estaría bien. Funcionaría de alguna forma.
—¿Dominic? ¿Usted integraba a su marido en su delirio?
—August lo convirtió en un vampiro. Él no nos separó. Yo lo conservaría.
Nicole saltó cuando una mano agarró su hombro.
—Nicolette…
Abrió los ojos y saltó fuera de la cama, poniendo distancia entre ella y el
vampiro. Le tomó un momento darse cuenta dónde estaba mientras sus ojos
corrían a toda velocidad sobre la habitación, tratando de darle sentido a las
cosas.
—¿Tú lo hiciste… tú me hiciste esto?
—¿Hacerte qué? ¿Dejarte dormir?
El sueño había sido demasiado real. No fue como si ella usualmente se
diera cuenta de que era un sueño mientras soñaba, la mayoría de la gente no lo
hacía, pero ese sueño había sido híper real, de alguna manera le preocupaba si
era la verdadera realidad y ésta era simplemente un delirio. ¿Cuán a menudo
los sueños hacían eso? Si esto era posible, el sueño se había sentido más real
que soñar despierto. ¿Entonces cómo sabía que estaba despierta ahora?
—No estoy segura de qué es real. No sé si eres real o si estoy en una
habitación acolchada justo ahora alucinando.
Los ojos de August se abrieron.
—Oh.
—¿Oh?, ¿oh, qué?
—Te alimenté con mi sangre mientras mis emociones eran erráticas.
Puede haberte afectado a ti y tus sueños.
—Creí que no podías controlarme.
Él rodó sus ojos.
—Obviamente puedo controlarte en varios sentidos. Pero no eres mi
mascota mental. No puedo hechizarte. Puedo incitarte. Puedo hacer que me
quieras como nunca has querido nada más, pero lo que hagas con ese deseo es
tuyo. Pero el intercambio de sangre… nunca pensé acerca de sus efectos
colaterales, me disculpo.
Quitó sus manos de ella, pero ella lo observaba con desconfianza. 117
—¿Dirigiste el contenido de mi sueño? ¿Hiciste intencionalmente que
algo de eso pasara?
—No funciona así.
—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedo confiar en eso? —De hecho, más
pensaba sobre eso, más idiota se sentía escuchando todo lo que él decía acerca
de cualquier cosa. Como que no conocía las reglas de su mundo o su
naturaleza, él no podía hacer nada y ella no tenía elección para seguir adelante
con esto. Sólo porque él decía algo no significaba que ella debiera sonreír,
asentir y seguir con esto como si fuera la obvia verdad.
—Nicolette, no tengo idea de qué soñaste. Así que si vas a acusarme de
algo, ten la amabilidad de darme suficiente información para saber qué es tan
malo.
Ella se dejó caer en la cama.
—Era en un hospital. Dijeron que había estado allí por meses. Que era un
delirio.
—¿De nuevo? Nicolette, nunca has estado loca. ¿Entiendes que no
puedes ser una delirante y tienes una mente demasiado fuerte como para que
un vampiro la controle? Es totalmente ilógico.
—¿Entiendes que esos vampiros no eran reales, y es perfectamente
lógico suponer que si estoy viendo uno y viviendo con uno esa sería un normal
cuestionar esa realidad y mi cordura?
—Entiendo que has tenido una experiencia muy intensa en los meses
pasados. Toda la vida va a normalizarse y sabrás que es real. Siento que hayas
tenido un sueño que te aterrorizada demasiado y llamara a cuestionarte todo.
No voy a darte mi sangre cuando esté así de molesto de nuevo. —Él comenzó a
irse.
—August, espera.
—¿Sí?
Nicole fue hacia él y le permitió que la abrace. No estaba segura ahora
que estaba supuestamente despierta de querer que esto sea su vida, pero sabía
que no quería su vida estando en habitaciones acojinadas y drogas e
incontrolable.
—¿Por qué no subes y comes algo?
Ella no se quejó mientras él la guiaba hacia la cocina.
—No hay mucho. Sólo algunas cenas congeladas.
—Cualquier cosa estará bien.
Él tomó una caja del congelador y la disparó en el microondas luego se
sentó frente a ella, con preocupación en sus ojos.
Ella corrió sus dedos sobre las vetas de la mesa. Era no más o menos real
que la mesa en la institución que había… ¿soñado? ¿Entonces cómo sabría cual
mesa era la real?
August se inclinó cerca y presionó su muñeca en la frente de ella como si
estuviera chequeando si tenía fiebre.
—Tu piel está un poco sudada. Estoy preocupado.
—Bueno, no puedo morir, ¿cierto?
—¿Entonces no debo preocuparme si experimentas algún malestar en la 118
vida? ¿Desde que eres inmortal, mi preocupación es inoportuna?
—No es lo que quise decir.
El microondas repicó, salvándola de tratar de imaginar que quería decir
o cómo expresarlo. Él le deslizó la caja a ella y recuperó un tenedor del lavabo.
—Te necesito lúcida. Dominic va a ponerse de pie pronto. Tendrás que
alimentarlo.
Nicole no se había dado cuenta de que sería tan rápido o quizás durmió
mucho más de lo que pensaba. ¿Quién sabe cuánto dura un sueño inducido por
la sangre de un vampiro? No estaba segura de sí estaba lista aún para ver a su
esposo en su nuevo estado. No estaba segura de cómo se sentiría acerca de él
poniéndose de pie del todo.
—Él no va a ser como yo. Sabremos inmediatamente si él puede
alimentarse de ti. Si puede, no tendrá que matar. —Miedo genuino brilló en los
ojos del vampiro, quizás miedo de haber maldecido a Dominic destinándolo a
lo que él había acarreado por siglos.
—Si él tiene que matar, nunca voy a… —Su voz tembló.
—Lo sé. No voy a perdonarme a mí mismo, tampoco.
Nicole fue detrás del filete Salisbury, habichuelas verdes y papas
machacadas. Sabía cómo a cartón, como todas las otras comidas congeladas
que existían. Las papas estaban particularmente revueltas. Estaban cubiertas
en una agria salsa espesa marrón que enmascaraba las papas. Pero nada podía
enmascarar la espesa salsa. Era como si dos tipos de horrible pelearan por
disfrazar al otro y ambos fallaran miserablemente.
Las fosas nasales del vampiro se ensancharon y sus ojos resplandecieron.
Su cabeza se volteó rápidamente hacia la puerta de la cocina.
—¿August?
Él mantuvo una mano arriba.
—Shhh. —Miró fijamente en dirección al corredor como si viera… u
oyera algo—. Tu marido despertó. Ve a alimentarlo. —Retiró la llave de su
bolsillo y la presionó en la mano de ella.
—Yo… pero… ¿sola?
—Bueno, estoy seguro que no deseo observar.
—¿Por qué no? Hiciste que él observe.
August gruñó.
—No me analices ahora, Nicolette.
Capítulo 15
119
Traducido por Blinda
Corregido por Pily

Cuando Nicolette dejó el cuarto, August tomó el tenedor del alimento


podrido y lo apuñaló en la mesa, enterrando los dientes profundamente en la
madera. A partir del momento en que él la había tomado del hospital, había
hecho una elección estúpida detrás de otra. La cólera hacia Dominic era
irracional. Desde luego que su marido no podía creerla. La orden vampírica de
August lo hacía imposible. La alternativa era pensar que estaba enferma. Lo
mismo con sus padres.
Y sin embargo, aunque ellos hubieran estado implicados en el encierro
de su compañera, no había tenido necesidad de castigarlos. Dominic cayó de
lleno en otra categoría. Él, como se suponía, tenía que cuidarla, protegerla en
ausencia de August. Ese era su trabajo. Incluso si no podía protegerla del
vampiro, no se se suponía que hiciera algo aún peor.
Sacarla del hospital había sido un asunto simple, pero la cólera irracional
lo inundaba cada vez que alguien más le causaba dolor.
August cerró sus ojos y recordó con todo lujo de detalles las actividades
en la casa de ella con Dominic. No había sido solo cólera. Él había pensado
sobre eso, en la perspectiva de compartirla abiertamente. Sin embargo,
muchas veces había tenido que limpiar la memoria de su marido para
impedirle marcharse, que se lo contara a alguien o que tuviera una depresión,
eso le permitiría a Nicolette dejar de sentir como si le estuviera engañando.
Incluso con el vínculo de sangre, veía al humano como su compañero, y a
August como el intruso.
No importaba como de duro luchara August para hacer las cosas lo más
fácil posible para ella, nunca había sido capaz de dejar ir la culpa por lo que él
le hacía. No importaba cuánto la necesitó. No importaba cuan seriamente había
querido dejar de matar. Eso no la obligó. Y aún así lo había pintado como si ella
le debiera su sangre y su cuerpo por el resto de su vida solamente para que él
pudiera controlar sus necesidades de vampiro. La culpó y la arrinconó y lo hizo
independientemente de lo que fuera necesario para conducirles hacia este
lugar, y ahora trataba de asegurarlo. Pero cada elección de algún modo lo hizo
todo mucho peor.
August caminó a través del pasillo y abrió la puerta del sótano tan
silenciosamente como le fue posible. Se quitó sus zapatos y los guardó en las
sombras, arrastrándose abajo de la escalera, con pasos silenciosos. No quería
mirar esto, pero no podía no mirarlo. Tenía que saber cómo sería el resto de su
existencia juntos.
—Necesitas beber —dijo Nicolette. Ella había abierto la jaula y se
encontraba dentro con él.
Dominic se dio la vuelta alejándose con repulsión y gruñó, sus colmillos
expuestos, sus ojos encendidos.
—¡Infiernos, apártate lejos de mí, Nicole, o te haré daño!
—No lo vas a hacer. Estás bien. Tienes que alimentarte. Tienes que 120
hacerlo.
—¿Cómo puedes soportar mirarme así? Soy horrible.
Aunque no hubiera ningún espejo en la jaula, Dominic sin duda había
visto sus manos y brazos y conseguido una idea bastante decente sobre su cara.
Era el monstruo, empezando a pudrirse sin la sangre. Si alimentarse de
Nicolette lo curaba, August tendría su respuesta sobre si realmente el nuevo
vampiro tendría que matar.
—Es como lucen los vampiros sin alimentar. Parecerás tú mismo otra vez
después de que hayas tenido sangre. Y mientras te alimentes con regularidad,
serás normal.
Dominic gruñó y se volvió hacia ella.
—¿Se alimenta de ti pareciéndose a esto, verdad? Ese jodido monstruo
ha puesto su boca sobre ti pareciendo que él pertenecía a una colonia de
leprosos.
—Una vez. Fue después de que me escapé. No se alimentó durante unos
días porque no quiso matar a nadie.
—Entonces es un vampiro con moral. Ahora lo veo. Estaba confundido
cuando te comía delante de mí.
— Por favor no hagas esto.
—¿No haga qué?
—Los celos. Puedo oírlos en tu voz. No quise esto… me mantuvo aquí…
hasta…
Dominic sacudió su cabeza.
—Para, Nicole. No tienes que explicar. Sé lo que hizo. Me pasó sus
recuerdos cuando me convirtió en esto. No le culpo. ¿Qué otra opción había
allí? Él habría hecho lo que fuera para mantenerte viva y todo por hacer las
cosas lo suficiente malas para que así le dieses lo que quería. No tenías ninguna
posibilidad contra alguien tan viejo y fuerte. Ninguno de nosotros la tuvo. El
hecho de que aguantaras así mucho tiempo… Solo estoy hambriento. No
prestes atención a nada de lo que digo.
Se acomodó más cerca y se arrodilló sobre el suelo al lado de él, tirando
su pelo hacia atrás.
—Es por eso que tienes que alimentarte. Te sentirás mejor después de
que te hayas alimentado. Sabes que no puedes matarme.
—No, pero te hará daño.
August olió su miedo y sabía que recordaba la primera vez que bebió de
ella, el atormentado dolor que había aguantado, cuan aterrorizada había estado
de que nunca pudiera pararse. Incluso si esto funcionaba, no era de Dominic de
la forma en que era de August. El vínculo místico podría ofrecer a su marido
una opción alimenticia, pero eso no pararía el dolor. Eso ya era incluso otra
cosa que el vampiro no se había molestado en estudiar detenidamente mientras
trataba de deshacer la muerte de Dominic antes de que se hubiera completado.
—T-tal vez no lo haga.
—Lo hará. No voy a hacerte daño.
—Sufrirás hasta que te alimentes, y si no me muerdes, tendrás que matar
personas. Más bien, ¿asesinarías gente? 121
Corrió rápidamente lejos de ella hasta que se apoyó en una esquina.
—Tienes que marcharte ahora.
—No antes de que te hayas alimentado. Por favor, Dominic… si todavía
me amas…
Gruñó.
—Sabes que te amo. Mierda, si no te amara, ya te habría devorado del
todo.
Ella mordió con fuerza su muñeca. Las ventanas de la nariz de August
llamearon cuando el olor de la sangre de su compañera cubrió el aire. Tuvo
que agarrarse a la pared para impedirse irle. El efecto sobre Dominic fue aún
más potente al ser un recién levantado.
Dominic se le echó encima y la dominó contra el suelo del sótano frío.
August sintió su dolor al momento y oyó su grito, abandonó su escondrijo y lo
arrancó de ella.
El nuevo vampiro sonrió con satisfacción, la sangre goteaba bajo su
ahora perfecta barbilla. Él se compadecería por hacer daño a Nicolette pronto,
pero las sensaciones de la primera alimentación eran tan apasionantes y
embriagadoras que persistían por más tiempo.
Dominic había conseguido tener una versión más perfecta de sí mismo,
como si el vampirismo lo hubiera retocado, alisando las finas arrugas, el tono
de su piel madura, tallando sus músculos justo un poco más, haciendo sus
labios más llenos, la mandíbula más cuadrada, su mirada más luminosa e
hipnótica, incluso cuando no estaba encendida.
Limpió la sangre de su boca y la miró con horror.
—¡Oh, Dios mío! Me voy a enfermar.
Era mucho para que un nuevo vampiro lo aceptase. Viendo a la mujer
que antes había visto como su esposa ahora como su cena.
—No, no lo harás —dijo August—. Los vampiros no se enferman.
Dominic lo miró airadamente. —Podría matarte ahora mismo.
—Sí, ¿pero podrías matar a Nicolette? Sabes que estamos unidos.
Él había sentido algo cambiar cuando había pasado el vampirismo a
Dominic. Hubo un débil rasgón en el tejido de su inmortalidad.
Nicolette se alejó de August. Tomó todo su control no refrenarla. La
pregunta no era si Nicole deseaba seguir alimentando a su marido. Ella, no
importa cuánto daño le hubiera hecho cuando lo hizo, no permitiría que se
convirtiera en un asesino. La verdadera pregunta era… ¿cómo se lo permitiría
August? ¿Cómo escucharía los gritos de su compañera cada noche, sabiendo
que era su culpa que ella sufriera tanto dolor?
Al final, seguramente ambos vampiros vetarían este modelo de
alimentación.
Dominic dio un paso atrás de su esposa, pero ella tomó otro paso más cerca y lo
abrazó.
—Me acostumbraré. Esto es lo que tenemos que hacer.
—No. Esto no pasará otra vez.
—¿Entonces quieres asesinar gente? Hablamos de unos minutos de dolor
al día. No tienes que beber durante mucho tiempo si lo haces cada día. Estaré 122
bien. Me acostumbraré. Todo estará bien.
August los miró mientras la semilla de una idea se formaba.
—Quiero intentar algo.
Los dos lo miraron como si él fuera un invitado no deseado en una fiesta o
alguien que hubiera matado a su cachorro.
—¿Por qué deberíamos preocuparnos por nada que tú quieras? Todo es
tú culpa —dijo Nicolette.
August gruñó.
—¿Habrías preferido perderlo? ¿Qué envejeciera, muriese y se fuera?
No hay ningún escenario en el cual no puedas proyectarme como villano, pero
puedo tener una solución. ¿Y si le damos de comer juntos? El placer de mi
mordedura puede cancelar el dolor de Dominic.

***

El calor se elevó en la cara de Nicole cuando se imaginó a dos vampiros


hambrientos dándoles de comer al unísono, cada noche por el resto de la
eternidad. Después de cada alimentación de August, se había vuelto incapaz de
separar el acto alimenticio del acto sexual.
—¿Nicole?
Ella forzó su mirada clavada sobre los pantalones de Dominic hacia su
cara.
—¿Qué?
—¿Quieres intentarlo? Si no te hace daño, estaría dispuesto a
alimentarme de ti.
¿No era eso lo que quería? ¿No tener un asesino en serie por marido? —
Aunque, en su mente ya hubiera comenzado a imaginárselo matando gente
malvada. Él podría limpiar el planeta del mal. Eso sería un servicio público. El
mundo sería un lugar mejor. Sería seguro que los niños jugaran sin supervisión
y que mujeres anduvieran por callejones oscuros. Aunque tenía la sensación de
que no valdría el costo de cuanto esto cambiaría a su marido o la culpa con la
que él tendría que vivir por consiguiente.
—Está bien.
—Excelente —dijo August—. ¿Por qué no hacemos esto arriba dónde
estaremos todos más cómodos? No tenemos que hacer esto aquí.
—Me gustaría tomar una ducha primero. Me siento extraño por el cambio
—dijo Dominic.
—Seguramente. Nicolette, por qué no subes a tu dormitorio y nos
esperas.
Ella estaría mintiendo si dijera que no lo haría, en alguna oscura esquina
de su mente, fantaseó con un argumento similar a este. Apartó sus ojos de los
dos y subió la escalera del sótano. Ellos se movieron con tal silenciosa gracia
que no estaba segura si se encontraban detrás de ella o si todavía allí hablaban
de asuntos de vampiros. No se atrevió a mirar atrás para averiguar. 123
En su cuarto, Nicole se ocupó de meter todos los regalos que August le
había dado al armario, así los tres tendrían espacio, también para no
restregarlo todo en la cara de su marido. Buscó en las bolsas el maquillaje que
él le había dado.
El papel de arroz para eliminar los brillos y un golpe de lápiz de labios.
Ahí. Natural y no como si estuviera intentándolo con demasiada fuerza.
Fue al cuarto de baño a arreglarse. Se desnudó y resbaló sobre ella un
camisón que colgaba sobre una clavija. Cuando volvió fuera, ambos hombres…
ambos vampiros se sentaban en sillas enfrentadas al final del dormitorio.
Todavía era difícil recordar que Dominic era un vampiro. Los dos
miraban fijamente el uno en el otro como si telepáticamente debatieran su
territorio.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella, ambos lucían, sus expresiones que
iban desde la tensa negociación de propiedad a lujuria de sangre en un abrir y
cerrar de ojos. Dominic se elevó primero, pero August alcanzó la cama
primero.
—Nicolette, ven aquí.
Ella echó un vistazo a Dominic como si le pidiera su permiso, todo el rato
que esperó August no lo notó. El vampiro mayor tenía que aparentar que él era
el responsable. La situación era demasiado delicada. El equilibrio de poder
tendría que permanecer equilibrado o los dos lucharían sobre ella como gallos
en un gallinero. Nunca pensó que pudiera negarse a uno y no se negaría al
otro.
El asentimiento de Dominic fue tan leve, que no estaba segura si se lo
había imaginado, sin embargo oyó el suspiro impaciente que provenía de la
cama, luego fue hasta August.
—Hemos decidido que esta noche tomaré tu garganta y Dominic tomará
la vena entre tus muslos.
No contestó porque no había nada que pudiera decir que no pareciera
completamente estúpido. Dominic había madurado cien años desde su vuelta,
aunque luciera diez años más joven. Se preguntó que secretos vampíricos tenía
ocultos. ¿Cuántos de los recuerdos de August tenía con él? ¿Cómo de profundo
corría su conexión? ¿Habían estado comunicándose los dos vampiros
telepáticamente?
Habían conspirado para cazarla y consumirla. Cada uno sabiendo lo que
ella hizo con el otro. Todo sería desvelado. Sin secretos.
August se quitó su camisa y la empujó contra su pecho. El contacto de
piel contra piel la calmó de forma inexplicable.
Agarró su garganta, y su cuerpo se tensó como una cuerda de violín.
Acarició la piel de su otra mano. Ella miró desvalidamente a Dominic,
preguntándose si él hubiese tenido ese fulgor enfadado que había tenido
cuando había sido humano y bajo el control de August, pero todo lo que vio fue
la lujuria que emitían sus ojos dorados y los colmillos sobresaliendo fuera de
su carne, pinchando por estar dentro suyo.
Un escalofrió recorrió su columna cuando Dominic gruñó y empujó el
vestido a mitad de camino encima de su cintura, exponiendo sus muslos 124
pálidos.
—Extiende tus piernas —dijo.
Hizo como le dijeron, su corazón saltaba en su garganta, palpitando a
paso febril.
August golpeó primero. Su mordedura no fue un golpe deliberado, su
mano nunca abandonó su garganta. Como si su dominio sobre ella debiera ser
mostrado más crudamente con el regalo de Dominic.
El placer habitual y la necesidad llegaron a ella, los sentimientos que
había procurado ocultar de su marido antes, sensaciones que hicieron duro no
sucumbir a los deseos de August.
Sus músculos agarrados, esperando el golpe de la mordedura de
Dominic, el dolor todavía demasiado fresco para relajarse. Para su sorpresa, en
vez de colmillos, había una lengua entre sus piernas. Corcoveó y se movió
contra su boca cuando él lánguidamente la acarició.
En el momento de su liberación, sus colmillos estaban sobre su muslo. Y
luego ambos vampiros bebieron. La mordedura de Dominic ensordecida por el
placer de August, lo que fue decepcionante, pero paró el dolor de Dominic.. En
vez de ser la experiencia más agradable, o la más dolorosa, se hizo… cómodo,
algo en lo que ella se podría hundir como una almohada mullida.
Nicole fue a la deriva, flotando entre ellos mientras se alimentaron. El
tiempo dejó de moverse y luego esto se movió de continuo. Un eterno ahora.
No importaría cuánto bebieran, su cuerpo lo fabricaría de nuevo,
apresurándose por satisfacer la exigencia con el suministro. La sangre se
rellenaría como si la hubiesen tomado.
Ella se retorció cuando Dominic salió y pasó su lengua sobre las señales
de pinchazos que había marcado sobre su muslo, apresurando la curación que
llegaría sola dentro de unos segundos de todos modos. Poco después, August
hizo lo mismo.
Entonces hizo algo inesperado. Pinchó su dedo con un colmillo como
August hizo cuando quiso darle una pequeña muestra de sangre. August se
tensó y gruñó.
Dominic gruñó de retorno. Se preguntó si los cambiarían por un idioma
real.
La herida en su dedo se curó, pero los gruñidos continuaron durante
varios minutos hasta que Nicole tuvo miedo por su seguridad al estar entre los
dos.
—¡No! —dijo August.
—Sí. Quiero intercambiar sangre con ella.
—Eso no cambiará nada, ella todavía es mía.
—¿Entonces por qué te preocupas? Además, no puedes cuidarnos como
niños cada segundo de cada día. Si quiere conectarse a mí, la tomara cuando no
estés alrededor.
Bruscamente, August empujó a Nicole de él.
—Los dejares a los dos solos, entonces —gruñó prácticamente.
Una parte de Nicole quiso ir detrás de él si bien por la única razón que
mantener eso de cualquier manera antes de que se intensificarse y fuera más 125
lejos.
Dominic retiró las mantas y se metió dentro, apoyando las almohadas
detrás de él. Acarició el colchón. De algún modo como lo hacía antiguamente,
antes de que August hubiera entrado en sus vidas. Podría fingir que estaban en
su casa durmiendo un sábado por la tarde después de que él hubiese trabajado
hasta tarde la noche anterior.
Podría fingir que Dominic era todavía un tipo normal con preocupaciones
como la hipoteca y/o la carga de un caso y una ocasional cana.
Se acurrucó contra él, y él pasó un brazo a su alrededor de la misma
reconfortante forma que siempre había utilizado.
—¿Vamos a estar bien? —preguntó.
—Te tengo a ti y mi belleza eterna. ¿Por qué no lo estaríamos? —El
intento de broma cayó pero la tentativa era admirable en todo caso. Después a
otro ritmo dijo—: o eso creo. Quiere que estemos juntos. Por ti, sobre todo. No
puede permanecer de pie y ver tú dolor.
—¿Pero en cuanto a ti? ¿En cuánto a lo que tú quieres? —preguntó.
—No puedo permanecer de pie y ver tú dolor tampoco. Es lo que es. No
puedo deshacer el vínculo que tiene contigo. Y no estoy dispuesto a actuar de
modos que solamente te causen más dolor. Te amo.
No era que quisiese que los dos hombres armaran una lucha por ella,
pero la misteriosa tranquilidad de Dominic sobre la situación la acobardaba. Le
recordaba que era algo más que humano ahora, que su marco de la realidad
había cambiado. Y tal vez ahora la alteridad de los dos la harían parecer la
tercera rueda. Los dos vampiros habían actuado como una unidad. Aunque ella
estuviera atada por sangre a August, los vampiros estaban atados por sangre
también. Pero esto era diferente. Su vínculo era más completo, más
trascendental. Y ella siempre sería la humana allí que debía satisfacer sus
hambres más básicas. ¿Qué si era todo lo que ella se volvía para ellos?
—Quiero darte un poco de mi sangre.
—¿Qué hará esto? —Ella no quería ocultarle las cosas a su marido, pero
temía encolerizar a August cuando todo era todavía tan delicado y fácilmente
dañable.
—Esto nos conectará más.
—Pero August dijo…
—No tendrías una conexión de compañera conmigo como lo haces con
él. No podré encontrarte como él lo hace, y tu línea de vida ya está ligada a la
suya, no a la mía. Pero esto nos unirá más. Esto completará el círculo.
Las palabras se sintieron antiguas y poderosas. En su febril imaginación
vio la antorcha, la mezcla de sangre, y luego un millón de luciérnagas saliendo
de ninguna parte, explotando fuera en el mundo dejándolos a los tres como
algo totalmente nuevo.
—Solamente tuve la imagen mental más extraña —dijo ella.
—¿Implicó un número incontable de luciérnagas?
—¿Cómo…?
—Nunca podré ser tu compañero en el modo que August lo es, pero
como vampiro, puedo adentrarme en tu mente. Puedo ser tu compañero de 126
sangre, aunque tú no eres la mía y nunca podrías haber sido la mía. La razón
por la que puedo alimentarme satisfactoriamente de ti es su vínculo contigo y
mi vínculo con él. Pienso que si bebes de mí el tipo de conexión que podemos
tener será más fuerte. Puedes tener algo con August que nunca puedo tener,
pero tendré algo contigo que él no puede. Ya lo hago en cierta medida.
—¿Podrías controlarme? ¿Cómo lo hacen los vampiros?
—Podría. Ya puedo. También puedo poner imágenes en tu cabeza como
en este momento. Puedo hablarte mentalmente, pero me falta claridad cuando
trato de leer tus pensamientos directamente. Mis capacidades mentales se
pondrán más fuertes cuando me haga más viejo, pero pienso que un
intercambio de sangre lo permitiría contigo ahora.
—¿Entonces serías capaz de leer más mi mente?
Ella no quería temer a su propio marido. No quería pensar que alguna
vez usaría sus poderes contra ella o la sabotearía. August siempre podría
llevarlos lejos, pero entonces Dominic sería abandonado para matar, y no
podía aceptar eso. Tal vez él no sentiría el remordimiento cuando lo hiciera
debido a quien era su padre. Tal vez eso se había ido para siempre, limpiado
por el vínculo de sangre que ella había creado con otro vampiro.
Al final, August nunca haría nada para dañarla. Su código genético entero
proclamaba que ella lo había salvado, y como tal, merecía su completa
protección por tanto tiempo que existiera. ¿Pero podría Dominic ser peligroso?
¿Debería contener esta última parte de ella hasta que supiera cómo serían las
cosas? ¿Alguna vez podría saber si era seguro? ¿Siempre era siempre?
Ella levantó la mirada para encontrar a August apoyándose contra el
marco de la puerta, más tranquilo ahora que cuando se había alejado. Nicole le
envió una mirada de interrogación.
A un nivel no se preocupaba si August estaba amargado, pero a otro
nivel eso haría la vida más difícil. Le desalentaba estar en el medio, ser el
comodín que podría hacer que las cosas giraran muy bien o muy mal. Si todo lo
bueno estaba sobre la mesa… era lo que ella quería.
—Tienes mi permiso, Nicolette. —Su voz salió suave y real. Era como si él
hubiera vuelto de la cima de una montaña después de un largo mes de retiro
donde había hablado de esta cuestión con un consejo de colegas vampiros. Y
ahora el permiso estaba siendo transmitido. Como una gracia. Como
magnánimo.
Quiere parecer que él es quien tiene el control. Pero tiene miedo de que lo
hagas de todos modos. La voz de Dominic presionó a su mente, cuando él
estrujó un poco más fuerte.
¿Puedes oírme de vuelta? Ella trató de pensar en su dirección y empujar
imaginando el pensamiento en su mente, pero hubo silencio en su propia
cabeza después de esto. Se dio la vuelta hacia él, pero él miraba a August. No
la había oído, y en ese momento estaba completamente sola.
¿De los dos hombres, en cual realmente confianza más? Mientras el
vínculo era la cuerda que forzaba a August a protegerla hasta el final, eso no
significaba que él no pudiera cometer errores. Ya le había hecho cosas que la
mayoría de la gente consideraría bastante malas. Ignorar esas cosas le hacía 127
sentir como si perdonase el comportamiento de un novio abusivo.
Dominic puede ser un nuevo vampiro, pero también era el hombre que
la había amado durante más de una década, a quién había amado a cambio. Él
había sido bueno, honorable y amable. Independientemente de los cambios
que le sucedían, todavía era Dominic. Si alguna vez necesitara un aliado, la
comunicación mental tenía que ir en ambas direcciones.
—Y…yo no sé si es una buena idea —dijo Nicole.
Los ojos de August se estrecharon. Ella lo había desafiado. Lo había
cuestionado.
¿Cómo se atrevía?
—Hazlo —ordenó él.
¿Psicología inversa? Brillante. Pensó. Dominic
Ella quiso devolver el pensamiento: Que bien me conoces.
Dominic pinchó su dedo y lo presionó en su boca. Nicole cerró sus ojos y
bebió la sangre, insegura si una tan pequeña cantidad pudiera hacer algo.
—Eso es amor. Toma tanto como necesites.
Cuando la herida se curó, él retiró su dedo.
¿Bien? ella pensó en él. ¿Puedes oír esto?
Sí, te oigo. Había un triunfante regocijo en su tono mental. Era como si
hubiera descubierto los Walkie-Talkies.
Nicole trató de no pensar en el hecho de que nunca tendría otro
pensamiento privado cuando estuviera cerca de él.
Tengo que hacer una especie de esfuerzo para oírte. Esto no es un talento
pasivo, y no faltaré al respeto a tu intimidad. Me conoces.
Ella estrujó su mano para avisarle que entendía.
Capítulo 16 Traducido por Blinda
Corregido por Pily 128

August cerró sus ojos ante la vista de ellos juntos. Leyéndose la mente el
uno al otro. Teniendo conversaciones privadas que nunca serían privadas para
él. Él tenía la misma capacidad con Dominic, pero la conexión mental directa
con Nicolette era algo que nunca sentiría. De algún modo, Dominic tenía mayor
poder sobre ella.
Pero él era un vampiro joven. Todo lo que August necesitaba era que
Dominic perdiera el control y abusara de sus habilidades una vez. Entonces ella
vendría corriendo a su compañero para su protección. Abrió sus ojos para
encontrarlos a los dos haciendo el amor. No se preocuparon porque él se
encontraba allí, o lo habían olvidado. Se dio vuelta y bajó al vestíbulo oscuro,
parándose ante las puertas de cristal.
Los grillos y las ranas dejaron de cantar cuando alcanzó el aire fresco,
dando aspecto de soledad a una noche brumosa iluminada por la luna llena,
brillante. Todo excepto las personas se volvía completamente tranquilo y
silencioso en su presencia.
A veces August pensó que sería un mayor desafío cazar algo del bosque
en vez algo de la alameda, pero durante siglos nunca había tenido el lujo de
probar aquella teoría, ya que era la sangre humana la que lo sostenía.
El impulso llegó despacio, aliviando sus sentidos. No era la estúpida
necesidad de alimentarse. No era hambre. No estaba acompañada por culpa o
angustia, solamente un paseo simple, tranquilo para matar algo, apagar la vida
como una vela solitaria en un cuarto oscuro. El sentimiento sociópata enfrió su
sangre.
Pero él no pensaba matar gente. Pensaba cazar en los bosques. La gente
cazaba en los bosques. La población de ciervos locales había crecido
rápidamente. Estaba abierta la temporada de caza. Incluso la gente decía que
estaba bien.
Acechó por el bosque, explorando el follaje por un par de ojos negros y
cándidos, algo inocente que matar.
Eventualmente, los sonidos de la noche continuaron. Los grillos, las
ranas. Pequeñas criaturas correteaban por los bosques localizando sus
guaridas.
Descubrió un ciervo hembra antes de que ella lo descubriera. Cuando
comprendió que había sido vista, se lanzó entre los árboles.
August comenzó la persecución, un sentimiento de regocijo corría por él.
Cuando atrapó el gamo, la sostuvo por la garganta y hundió los colmillos en su
carne. Se ahogó, jadeó y escupió la sangre.
—Es asqueroso —dijo a cualquier fauna que oyera su queja.
Sujeta sobre la tierra, estaba sufriendo, así que le rompió el cuello de un
tirón brutal.
Ahora que Dominic debía quedarse allí, August necesitaba una salida.
Quizás la caza le permitiría quemar el vapor necesario para tener paz en
su nueva vida. ¿Realmente había pensado que alguna vez la tendría? Si Dominic 129
hubiera muerto, el espectro de su marido siempre colgaría sobre ellos,
atormentando cada momento que compartieran. El fantasma en su mesa, en su
cama.
Cuando volvió a la casa, encontró a Nicolette en el patio trasero. Se había
puesto una bata lavanda sobre su pijama, aunque no hubiera ningún peligro
aquí fuera que se pudiese advertir por nadie.
—Espero que no cubrieras ese cuerpo encantador por mi culpa —dijo él.
Sus ojos se ensancharon cuando se acercó. —¿August? ¿Q-qué has
hecho?
¿Estaba mal disfrutar de su incomodidad?
—¿Qué piensas qué hice? Di un paseo.
Debía haber sangre sobre su boca o sobre su pecho. Y desde luego ella
pensaría que era sangre humana. Desde luego pensaría que él cruzaría esa
línea en su celosa rabia, que iría y tomaría una vida humana cuando estaba sin
la maldición… por ninguna otra razón que el mal humor escarpado. ¿Pensaba
tan poco de él?
Agarró su brazo mientras él pasó por delante de ella.
—¿August? ¿Quién? ¿Por qué?
Él se la quitó, molesto. —La madre de Bambi. Desahogo.
Brincó al balcón de un gran salto sobrehumano y entró de nuevo por las
puertas de cristal. Nicolette se forzó a volver dentro de forma normal.
Se paró en el baño de invitados y aclaró la suciedad de sus pies, luego
limpió la pizca de sangre de ciervo de la esquina de su boca y de su pecho. Los
pasos de Nicolette aporrearon encima de la escalera cuando él cruzó el pasillo
a su espacio y subió en la cama. Estuvo a punto de chasquear la lámpara de
cabecera cuando golpearon la puerta.
—¿August?
—Márchate, Nicolette. Los últimos días han sido largos y complicados.
Necesito descansar. —Lo que él necesitaba era beber de ella, lejos de Dominic,
forzarla a recordar el placer de su mordedura, una adicción que no se
marcharía. Pero no estaba preparado para aparecer débil y empalagoso en
este momento.
La puerta pulsó suavemente, y ella dio un paso en el cuarto. August saltó
de la cama y se emborronó hasta la puerta, surgiendo sobre ella, una mano
encima de su cabeza sosteniéndola cerca, otra vuelta al cerrojo.
Su pulso revoloteó en su garganta, y sus ojos se ampliaron. De repente
lucía, no como alguien al que no pudiera matar, sino como cualquier frágil
humano. Como cualquier comida que hubiera mantenido encerrada en una de
sus jaulas. Parte de él apenas podía recordar esa vida, como si se hubieran
alejado miles de millones de años desde ese momento.
—No deberías venir a mi cuarto a no ser que yo envíe por ti. —Él tiró del
cinto sobre la bata y deslizó la tela sedosa de sus hombros.
—¿Yo… August… yo… era un ciervo? ¿Realmente?
Hizo rodar sus ojos y gruñó.
—Sí, era un ciervo. ¿Pensaste que había matado un humano? ¿Aquí fuera
en medio de en ninguna parte? 130
—Te mueves rápido. Podrías haber ido bastante lejos.
—¿Debo entender que la única razón por la que querrás ahora hacer algo
conmigo es para impedirme asesinar gente? —Mientras su irritación creció, los
colmillos empujaron a través de sus encías.
—N - no. No es como eso. Dominic dijo que estaba bien…
August envolvió una mano alrededor de su garganta.
—¿Imaginas que necesito el permiso de Dominic para tomar lo qué es
mío?
—N..no dijo nada de eso. Él dijo … dijo que estaba bien para mí amarte.
—Las últimas palabras salieron en un susurro, menos reales que el resto de la
oración. Pero él las había oído.
August la liberó bruscamente. Su mano moviéndose para frotar las
contusiones que se descoloraban ya.
¿Amor? Él trabajó para mantener la expresión sobre su cara con aire de
suficiencia divertida, pero estaba seguro de que no la había conseguido.
La idea de que ella pudiera o quisiera alguna vez amarlo en cualquier
momento futuro… que Dominic consideraría tal cosa, y le permitiría … No, que
uno pudiera permitir sentimientos. De todos modos decir que estaba bien
dejarla ir y sentir algo, para su marido implicaba que no mantendría el rencor,
que la compartiría francamente, era inesperado.
Ella se ruborizó y bajó la mirada.
—¿Qué te hace pensar que requiero tu amor? Todo lo que quiero es tu
sangre y tu cuerpo cuando lo exija. Puedes ahorrar tu suave y dulce compasión
para tu marido. No la quiero.
Había asumido que ella se había enfadado, pero cuando ella comenzó a
gritar en cambio, las chispas de su conciencia se encabritaron. No la
escucharía. No permitiría que sus sentimientos humanos lo afectaran. La
vulnerabilidad que él podría haberse permitido mostrarle si fueran solo ellos
dos, nunca podría ser ahora. Ella siempre escogería a Dominic. Incluso si
convertirse en vampiro le hacía posible a su marido compartir, ella todavía era
humana y probablemente siempre pensaría como una. No merecía la pena el
dolor de nunca tenerla realmente.
—Entra en la cama —gruñó él.
—Pero…
—Cuando vienes aquí sin haber sido convocada y te digo que te vayas y
persistes, entonces harás lo que diablos te digo que hagas cada vez que estés
dentro de mi habitación. Ponte. En. La. Cama. —La fulminó con la mirada y
señaló.
—¿Por qué eres así? Me tienes. No voy a ninguna parte. ¿Pensé que
dijiste que seriamos eternos? Que era tu compañera. Ahora actúas como si solo
soy comida y una puta para ti.
—¿Bien, verdad?
August empujó la repulsión ante sus lágrimas, pasando del impulso
instintivo de consolarla. ¿El vínculo la esclavizaba? Esto lo esclavizaba, a sus
caprichos, a su dolor, a todo lo que ella quería o sentía. No era como si alguna
vez hubiera sido indiferente a ella. A partir del momento que descubrió que no 131
podía adentrarse en su cabeza, ella se había convertido en algo raro y
precioso.
Pero esos sentimientos que le roían habían crecido desde que había
tenido su sangre, desde que los había vinculado juntos en un matrimonio impío.
—S…supongo que no tienes que fingir más. Dado que Dominic es un
vampiro ahora, y sabes que no huiré otra vez. Estamos atados todos juntos, así
que puedes ser tú. —Su voz tomaba su garganta como si las lágrimas la tuvieran
de alguna forma agarradas alojadas allí dentro.
Él no contestó.
—¿Nunca ibas a preocuparte para mí, verdad? —preguntó ella.
El hecho de que ella no entendiera como el vínculo lo había afectado era
una pequeña comodidad en medio de todo lo que ahora lo hacía aguantar.
Nunca podía dejarle saber su poder. Eso dolería demasiado.
—Tienes a Dominic. ¿Y eso qué importa? ¿Esperas que crea que después
de todo lo que ha sido revelado entre nosotros que de repente tienes
sentimientos románticos hacia mí? ¿Qué tengo tu corazón? ¿Piensas jugar
conmigo como con algún idiota?
Su mirada giró alejándose de él.
—Cuando estaba en el hospital, quise que vinieras y me llevaras porque
sabía que eras el único que podría. Eras el único que entendía. Eras el único
que tenía el poder de liberarme de aquel lugar.
—Pero ahora Dominic entiende. Así que, ya no es más necesario que
finjas o te adhieras a mí.
—Pero algo cambió cuando estuve allí dentro. Lo odié durante el más
breve momento. No sabía que podía odiarlo, pero cuando comparé el modo en
que lo odié con el modo en que te había odiado, no pude calcular la diferencia.
Quise que me llevaras lejos de allí, de Dominic, del hospital, de todos y de
todo. Ellos me traicionaron. No podía imaginar que alguna vez me abandonaras
así.
La mandíbula de August se apretó. Sus bonitas palabras no lo desharían.
Dejó que la rabia se cociera a fuego lento. Podría habérsela llevado. Podrían
haber sido ellos dos si su cólera no hubiera exigido venganza. Él había tenido
que complacerse en la dulce venganza de dejar a Dominic ver el horror de la
verdad, de saber lo que Nicolette había hecho, lo que ella se había hecho, que
sus historias sobre su amante vampiro no eran una locura. Él había querido
frotarlo en la cara del hombre.
—Las cosas que piensas que sientes no son verdad. Eso es nuestro
vínculo. Nunca será real.
¿Esto era lo que quería creer? ¿Cuántos siglos tendría que sentir esta
necesidad de ella antes de que lo aceptara como la otra versión de la realidad?
Ella había dejado de llorar, pero lucia como si pudiera arrancar otra vez
en cualquier momento.
Se unió a ella sobre la cama y se sentó a horcajadas sobre ella,
sosteniéndola entre sus brazos. Su mordedura la tarjeta de triunfo que sostenía.
Dominic no podía reproducirlo. Nunca podía esperar darle el mismo intenso
placer. Si ella lo empujara, August simplemente podría retener su piedad, 132
hacerla sufrir la agonía de los colmillos de Dominic sin el contrapeso de su
propia mordedura. Este era el único poder que le había dejado, perverso sin
embargo. Y sabía incluso que aunque lo pensara, nunca lo haría.
La mordió y bebió profundamente mientras ella se retorció y gimoteó
bajo él.
Dominic nunca tendría un momento privado como este. August siempre
estaría en lo alto de esta cadena alimenticia y Nicolette siempre permanecería
en la parte baja.
Arrancó su boca de su garganta.
—Mírame.
Su mirada fija y ausente se deslizó de mala gana hacia él. Vergüenza.
Deseo. Anticipación. Miedo. Aborrecimiento, por ella o por él, no podía estar
seguro. ¿Cuál era la diferencia?
—Te morderé cuando Dominic se alimente para impedirle que te haga
daño, pero te tendré cada día en privado primero. ¿Lo entiendes?
Asintió rápidamente.
—Dilo. Quiero oírlo. No alguna inclinación leve de su cabeza que más
tarde puedes negar.
—S…si entiendo.
—Buena chica.
August levantó su peso de ella. Nicolette estaba enrojecida. Con tanto
como él bebió, una persona normal estaría muerta o tan pálida que sería difícil
encontrar la diferencia.
—Puedes dormir con tu marido esta noche.
Ella se levantó y lo paso deslizándose hacia la puerta. Hizo una pausa
cuando llegó allí, luego se volvió y le ofreció un casto beso. —Gracias.
—¿Por qué?
—Por permitirme tenerlo.
Él suspiró.
—Te dije que te daría todo, cielo.
August miró su ida. Pasaron unos minutos antes de que oyera los sonidos
de amor intercambiados entre su compañera y Dominic pasillo abajo. Trató de
no visualizar sus miembros enredados juntos, cada uno adherido al otro como
una balsa salvavidas perdida en un oscuro océano sin fin.
Se agarró al borde del tocador y enfocó su reflejo, como si mirándose lo
suficiente durante mucho tiempo y bastante profundamente pudiera
desenredar todos los fragmentos de él que había enredado en los siglos
pasados. Como si de algún modo pudiera cualquiera de ellos tener sentido, o
superponer un significado más profundo o como con el propósito de una nueva
capa de pintura sobre una vieja ventana.
Era lo que la gente hacía. Era lo que había hecho una vez. Ser capaz de
volver a aquel mundo donde las cosas debían tener sentido. Donde todo se
encerraba junto en un complejo rompecabezas que ningún hombre entendía en
su totalidad, pero en el que seguramente todo sería brillantemente explicado
en algún sitio en la vida tras su muerte.
Se había equivocado. No era su humanidad lo que él había percibido las 133
noches que había rezado por la capacidad de morir. No había tenido ningún
tiempo o espacio para rememorar sobre lo que significaba ser humano cuando
su existencia había girado alrededor del singular momento de placer de la
alimentación antes de que el mundo cayera cada noche.
Aún ahora, una nueva eternidad se revelaba ante él. Y una nueva
necesidad. La necesidad de amor, aceptación, familia. La necesidad de no
ceder ante el monstruo debajo, al que le podría gustar demasiado matar.
Eterno o finito, la vida era sufrimiento, y había siempre un modo nuevo y
más creativo de sufrir.
Sostuvo su mirada clavada en el espejo mientras recogía la joya del
aparador y aseguraba la cruz alrededor de su cuello. El peso familiar colocado
contra su pecho desnudo, la quemazón de la plata través de cada capa de piel
para quemar directamente sobre su alma. El humo elevándose dramáticamente
de su carne como el momento de niebla en un ballet clásico. Su corazón
revoloteó en una cadencia incierta y curiosa. Más el embotado, estable
tamborileo, marchando, iba más allá de los bordes del universo y seguía
yendo. Era un nuevo golpe. Uno que podría cambiar. O terminar un día.
A través del humo, August vislumbró el fantasma de una sonrisa.

Fin
Sobre la autora
134

Kitty Thomas escribe literatura dark erótica que explora la dinámica del
poder y la sexualidad. Estas obras son ficción y van dirigidas a un público
adulto. El autor no respalda ni aprueba ninguna de las conductas realizadas por
los personajes de sus historias.
Su trabajo no es “el romance erótico”, a menudo, en un cierto nivel, es
sobre el amor y/o la obsesión. A menudo, la pareja de alguna manera terminan
“juntos”, pero no se debe esperar que el trabajo siga las convenciones de
cualquier tipo del género romántico, erótico, u otro tipo. Si usted está buscando
género romántico (erótico u otro tipo), por favor, lea un autor diferente. El
romance erótico es “romance más explícito”. Esto es algo diferente.
La inspiración para el trabajo de Kitty viene de muchas fuentes, entre
ellas: Story of O, Nueve semanas y media, y el trabajo de Claudia D. Christian.

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