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AURELIO ARNAO

El felón e ignorante Felipillo


DESDE que don Francisco Pizarro tocó, durante su primera expedición al Mar del Sur,
en tierras desconocidas y pobladas de indígenas, comprendió cuan necesario les era a los
descubridores y conquistadores un intérprete aborigen para entenderse con aquellos y hacerles
comprender la misión que llevaban, para reducirlos a la doctrina cristiana y a la soberanía del
reino de Castilla. Fue por esto que Pizarro, en cuanto se puso en relaciones amistosas con los
moradores le dieran de la costa de Tumbes, les pidió a los principales que les dieran algunos
muchachos que tomó bajo su protección, entre ellos a un indiecito esmirriado y astuto a quien
bautizaron con el nombre de Felipillo', el cual era natura de la isla Puná. Pizarro dispuso que
Felipillo no se apartase de su lado y que se le fuese aleccionando en el idioma, complaciéndose
él mismo en enseñarle al muchacho las palabras principales de un vocabulario familiar, y
cuando se fue a España, después de descubrimiento de Tumbes, se llevó consigo a Felipillo.
quien causó novedad en la corte.
Emprendida la conquista, Felipillo, en su alta calidad de intérprete, acompañó a las huestes
de Pizarro hasta Cajamarca. Había llegado a hablar malamente el castellano, tan mal como el
idioma de los incas, pues se diferenciaba bastante de éste su dialecto de la isla Puná, una vez
llegado a su objetivo. Pizarro envió una embajada al inca Atahualpa. que se encontraba en los
bañós termales de Cajamarca, en nombre del Pontífice y del emperador Carlos V y en
correspondencia a otra que le había enviado el día anterior Atahualpa, presidida por su hermano de
padre y madre Titu Atauchi, con presentes y regalos. Formaron esta histórica embajada española.
su hermano Hernando Pizarro y el caballeroso Hernando de Soto, llevando como intérprete a
Felipillo por creerlo ya bien enseñado en ambos idiomas y con la capacidad moral suficientes para
hacer una traducción veraz y leal. No pensaron que por la torpeza, perfidia e ignorancia del
intérprete indio, iban más tarde los conquistadores y la frailería que les acompañaba. a encontrar
pretexto para cohonestar sus errores y delitos. Se ha probado por sagaces cronistas que Felipillo
no sólo era ignorante en ambos idiomas, de los que apenas sabía un mezquino y vulgar
vocabulario, sino que hubo malevolencia suya en traducir de modo distinto y contrario sentido lo
que decía el inca, tanto en lo ceremonia de recepción de los embajadores Pizarro y Soto. como en
la captura de aquel en Cajamarca y en los interrogatorios del proceso que le condenó a muerte.
Cuando la entrevista con los citadores embajadores, Atahualpa, después de haberlos
abrazado. les saludó así:
—Seais bienvenidos, capac-viracochas, a estas mis regiones.
En ésta y otras partes del diálogo que se entabló, Atahualpa, con gran perspicacia, advirtió,
desde el primer momento. la incompetencia del indio intérprete y pareció afligirse de ello, porque
juzgó que comprendiendo la magna entrevista qué muchas de las frases y pensamientos vertidos
por Felipillo no podían en modo alguno emanar de embajadores precisamente por serles
convenientes a ellos. Hasta tal punto llegó la traducción antojadiza y absurda que éste hizo de las
palabras de los embajadores, que oyéndole muchos de los capitanes y señores vasallos que
rodeaban a Atahualpa, estuvieron conformes en pensar que tan graves fallas e inconveniencias,
impropias de una embajada, debían atribuirse a la ignorancia del intérprete y no a la falta de acierto
diplomático de aquellos. Mortificado por este lenguaje chabacano y sin sentido de Felipillo,
Atahualpa dijo volviéndose a sus capitanes:
—"¿Qué anda este tartamudeando. de una palabra a otra y -de un yerro en otro,
hablando como mudo?" (Garcilaso).
Les invitó a beber vino de semilla de molle, servido por dos hermosas ñustas. en jarros
de oro, y fruta verde y seca por otras seis muchachas, una de las cuales llamada Pillac Ciza
ñusta, les dijo a los embajadores dándoles la bienvenida:
—"iHijos de Cápac Inca Viracocha, gustad un poco de estas cosas que traemos,
aunque no sea más que de -para. consuelo y regalo!"
Bebieron, y a insinuación de Hernando Pizarro, habló Soto, levantándose de su asiento,
descubriéndose la cabeza y haciendo una profunda reverencia como si estuviera en la corte de
Castilla. Se volvió a sentar y discursó -largamente, explicando la calidad y potencia de los dos
poderes que gobernaban el mundo: el religioso del Sumo Pontífice de Roma, y el temporal del
emperador Carlos V, enviado por los cuales venía don Francisco Pizarro y su hueste de
españoles a enseñar las verdades divinas y a celebrar ún tratado de paz perpetua y de
parentesco con el Inca.
Esta peroración, entre política y catequista, pésimamente traducida por Felipillo, que se
había ya impresionado con la belleza ubérrima de la ñusta Pillac Ciza, le resultó difusa y sin
sentido Atahualpa, que atribuía la grosera interpretación del discurso la crasa ignorancia del
intérprete y su rudimentaria versación de ambas lenguas. Sin embargo, el Inca, afirmando sus
brazos los del trono de oro, respondió al embajador español en estos términos, que los
contadores a la par que historiadores indios, que formaban el séquito real, se apresuraron a
asentarlos en sus anales, por medio de quipus, nudos, señales y cifras:
— "Huélgome grandemente, varones divinos. que vos y vuestros compañeros hayáis
llegado en mis tiempos a estás regiones tan apartadas y que con vuestra venida hayáis hecho
verdadera, las adivinaciones y pronósticos que nuestros mayores nos dejaron della: aunque mi
ánimo antes debía entristecerse porque tengo por cierto que se han de cumplir-todas las demás
cosas que del fin deseste nuestro imperio los antiguos dejaron pronosticadas. que había. de
suceder en estos días como veo cumplido lo que esos dijeron de vuestra venida. Empero también,
digo que tengo tos tiempos por felicísimos por habernos enviado en ellos el dios Viracocha tales
huéspedes: que los mismos tiempos nos prometen que el estado de la república se trocará en
mejor suerte, la cual mudanza y trueque certifican la tradición de nuestros mayores las palabras
del testamento de mi padre Huaynacápac, y tantas guerras como mi hermano y yo hemos tenido y
últimamente vuestra divina presencia. Por lo cual, aunque supimos que entrasteis en nuestra tierra
y hicisteis presidio en ella, y el estrago de muerte y otras calamidades que pasaron en Puná y
Tumpis, y en otras partes. no hemos tratado mis capitanes y yo de resistiros y echaros del reino,
porque tenemos creemos que sois hijos de nuestro gran Dios Viracocha y mensajeros de
Pachacamac, y así por es to. y por confirmación. de lo que mi padre los dejó mandado, que los
adorásemos y sirviésemos hemos hecho ley, y en las escuelas• del Cosco se ha publicado que
nadie sea osado tomar las armas contra vosotros ni enojaros; y por tanto podréis hacer de
nosotros lo que quisiérades y fuera vuestro gusto y voluntad, que harta gloria será para nosotros
morir a manos' de los que tenemos por divinos mensajeros de Dios, que él os debe mandar, pues
tan de hecho habéis hecho todo lo pasado; sólo deseo satisfacerme de una duda, y es que ¿cómo
se compadece que digáis que venís a tratar de amistad y parentesco y paz perpetua en nombre
de aquellos dos príncipes, y que por otra parte sin hablar a ninguno de los nuestros para ver si
nuestra voluntad era buena o mala. se hayan hecho las muertes y estragos en las provincias que
atrás dejáis? Que de haberme hecho tan sin culpa nuestra contra vosotros, entiendo que os lo
mandaron aquellos dos príncipes y que a ellos se lo mandó el Pachacamac; si es así; vuelvo a
decir, que hagáis de nosotros lo que quisiérades: sólo os suplicamos que tengáis lástima de los
míos. que me dolerá más la aflixión y la muerte dellos que la mía".•
Este discurso, traducido por Felipillo, resultó incoherente para Pizarro y Soto, que sólo
más tarde se pudo conocer su texto por versión de los contadores y tradicionistas indios

Los mismos españoles culparon a la torpeza de Felipillo la mala versión de la respuesta


del inca, así corno la de ellos a éste en Cajamarca, cuando el domínico Valverde con la barba
crecida hasta el pecho y envuelto en sus largos hábitos, requirió al Inca, altisonante la voz y
rudos el gesto y ademán llevando en una mano una cruz de palma y en la otra un libro, que
unos dicen que era la "Suma Silvestre", -otras un breviario y muchos, la Biblia. La oración fue
extensa, doctrinaria y difusa, con una terminología que no tenía equivalentes en el idioma del
Inca. Esta peroración del padre Valverde cuyo texto íntegro IO da el cronista • padre Blas
Valera, constaba de dos partes de fatigosa exposición. La primera versaba sobre la doctrina
cristiana, con un resumen de los dogmas y misterios: y la segunda, de carácter político
monárquico absolutista. Era la presentación y apología del emperador reinante entonces Carlos
V, por cuyo mandato decía, venían a imponerles tributos y la entrega del. reino: extendiéndose
en pesadas digresiones sobre el alcance de las campañas hechas por ese rey contra los
herejes, rebeldes 9 pertinaces, induciéndolo a abdicar de sus idolatrías y someterse al dominio
del -rey y de la religión católica, recordándole los pasajes bíblicos del castigo eterno contra los
reacios.
Naturalmente, la traducción de tan extenso discurso entre teológico y político,
encomendada al indiecillo intérprete fue vertida torpemente al idioma de los incas, en forma tan
incipiente y chabacana, que Atahualpa se encolerizó, pues los absurdos traducidos eran tales,
que al referirse al dogma de dios trino y uno se expresó así, según Garcilaso:
"Dios tres y uno son cuatro". Es sorprendente cómo los españoles hubiesen
encomendado tan delicada función a un indio de poca edad, pues entonces no tenía aún veinte
años, tan mal enseñado en el idioma de los incas como en el castellano, y que era, además, de
condición aviesa, mentiroso y suspicaz. Enamorado de la ñusta resolvió perder a Atahualpa
para casarse con ella una vez que fuera ajusticiado el inca.
Atahualpa, que desde la entrevista con la embajada de Herando Pizarro y Hernando de
Soto, había advertido la torpeza ignorancia y malevolencia del intérprete Felipillo, procuró
acomodarse en su respuesta a los términos que había entendido del requerimiento del domínico
Valverde hablando reposada y fragmentariamente a fin de ser bien entendido por el traductor. y
para que , en esta misma forma se hiciese la versión al español. Con todo. las versiones del
indio fueron declaradas '"bárbaramente: según el acucioso cronista cuzqueno.
Cuando don Diego de Almagro emprendió campaña contra las intrusas fuerzas de don
Pedro de Alvarado, que tan grande quietud despertaron en el ánimo de los conquistadores, se
llevó sigo hasta Quito a Felipillo, quien, traidor y felón como era, "s' pasó a los contrarios,
suponiendo que se harían dueños del paí conquistado dando cuenta a Alvarado de todo lo
concerniente al ejército de Almagro; un verdadero papel de espía, que las ordenanzas militares
de todos los tiempos han castigado con la pena de muerte. Pero la aparente contienda entre los
mencionados Almagro y Alvarado, se resolvió por un amistoso avenimiento y Felipillo fue
devuelto a su amo quien, apacible como era y tolerante, no hizo cuestión de la fuga y
entendimientos con el campo contrario ni manifestó el menor sentimiento de enojo contra el
indio pérfido.
Está comprobado que fue él uno de los primeros en soliviantar contra los invasores el
ánimo del inca Manco, que le dispensaba su confianza cuyo alzamiento puso en peligro la
conquista de los españoles, asegurándole que los Pizarros eran unos usurpadores, que el
verdadero amo del Perú era Almagro, en oposición a los intérpretes enviados por Pizarro, que le
decían lo contrario.
Poco después, formando parte del servicio de Almagro, el indiecillo de Puná. le
acompañó en la desastrosa campaña de Chi le, donde se supo el alzamiento del inca Manco y
el Sitio del Cuzco, noticia inquietante que indujo a Felipillo y a otros de su raza fugar para unirse
con las huestes del inca sitiador. Pero magro les hizo perseguir y el malévolo Felipillo fue
capturado llevado a su presencia, ordenándose su descuartizamiento, orden que fue cumplida
inmediatamente. Asegura el cronista Goma que el iridio intérprete en los momentos supremos
de su muerte declaró al confesor que había acusado con falsía al inca Atahualpa cuando su
proceso en Cajamarca, para adueñarse de una sus mujeres.

Así acabó, poco más o menos a los veintitrés años de edad, intérprete histórico Felipillo
que tan decisivo papel desempeñó lás entrevistas de Atahualpa con los españoles; indio
mozalbete, ignorante, avieso y falaz.

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