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 En efecto se trata de una historia notable, donde una familia ayacuchana de

origen campesino deviene en fabricante artesanal de gaseosas para luego de una


impresionante carrera empresarial convertirse en amenaza para las gigantes
transnacionales de gaseosa en varios países de la región latinoamericana. Vargas
Llosa usa el ejemplo para decirnos que esto demuestra que "...es por lo tanto una
flagrante mentira que las grandes trasnacionales estrangulen a las pequeñas
empresas e instalen siempre, a la corta o a la larga, el monopolio. (Esto sólo
ocurre cuando los gobiernos corruptos o ineptos lo permiten)".
Los Añaños estudiaron el entorno y advirtieron que, debido a las acciones
terroristas, los ayacuchanos se habían quedado sin bebidas gaseosas. Los
camiones de Coca Cola y Pepsi Cola, provenientes de Lima, que subían por la
Carretera Central, eran continuamente atacados por los senderistas o por
delincuentes (...), las respectivas compañías cesaron los envíos o los espaciaron
de tal manera que las bebidas que llegaban resultaron insuficientes para cubrir la
demanda local". En pocas palabras, la familia Añaños pudo establecer su naciente
negocio nada menos que gracias a Sendero Luminoso que aisló a Ayacucho y
otras regiones de la competencia brutal de las transnacionales, aquellas que ahora
ven con preocupación al pequeño David peruano. 
Lo que la historia parece estar demostrando es que existe un espacio importante
para el surgimiento del capitalismo no sólo popular, sino provinciano, si es que
fuera posible regular o reducir “barreras” en suma, las prácticas depredadoras de
las grandes trasnacionales en nuestros reducidos mercados regionales. Que
Sendero haya sido un causante involuntario de esta historia de éxito no hace sino
agregar elementos real-maravillosos al relato en esta oportunidad. Ya la Coca
Cola y Pepsi Cola deben estar planeando cómo comprar la empresa de nuestros
exitosos ayacuchanos, como antes lo hicieron con nuestra peruanísima Inca Kola.
La historia de los Añaños es importante, demuestra que una descentralización
económica basada en las fuerzas empresariales del capitalismo popular es el
proceso más importante que debe seguir el Perú, más importante que la
descentralización administrativa que sólo sirve para administrar la crisis. En todo
caso, no parece muy cierto que esta notable hazaña ayacuchana sea sólo
paradigma de éxito neoliberal y globalización a la Fukuyama. 

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