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INSTITUTO SUPERIOR PEDRO FRANCISCO BONÓ

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA


Estudiante: Juan José Alfaro Calvo.
Profesor: Dr. Julián Álvarez Acosta.

John Locke (1632 – 1704)


John Locke y los aspectos del lenguaje.
John Locke nace en 1632 en Wrington y muere en 1704 en Oates. Realiza sus primeros estudios en
Westminster. En 1652 ingresa en el Christ Church College de la universidad de Oxford donde estudió
“filosofía, medicina y ciencias naturales; después estudió, con mayor interés, a Descartes y a Bacon, y tuvo
contacto con Robert Boyle, el gran físico y químico inglés, y con el médico Sydenham.” 1 En 1658 consigue el
título de maestro en artes y enseña en la misma universidad de Oxford. Locke se ocupó de problemas
económicos y políticos y “entró en la política militante hacia los 35 años, cuando fue nombrado secretario de
Lord Ashley, que fue luego conde de Shaftesbury.”2 En 1682 dicho conde es acusado de traición por lo que
Locke se aplica el autoexilio y huye a Holanda, “desde allí participará activamente en intrigas políticas,
preparando la subida al trono de Inglaterra de Guillermo de Orange.”3 Luego del cambio de la situación política,
debido a la revolución de 1688, regresa a Inglaterra en 1689. De nuevo en Londres publica sus obras más
importantes: Epístola sobre la tolerancia (1689), Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), Pensamientos
sobre educación (1693) y La razonabilidad del cristianismo (1695).

El Ensayo sobre el entendimiento humano, es un trabajo básicamente gnoseológico, ya que Locke con el mismo
se propone investigar los límites de nuestro entendimiento, en cuestiones mundanas, pues la Reforma luterana
había demarcado con precisión las limitaciones humanas para conocer asuntos divinos. En un sentido claro,
entonces, lo que Locke se propone hacer, es precisar de la mejor manera posible, nuestras capacidades para
conocer y determinar qué tipos de objetos podremos conocer. En resumen, con este trabajo Locke lo que desea
es “examinar la capacidad del intelecto, es decir, realizar una investigación sobre los orígenes del conocimiento,
el poder del intelecto y las certezas alcanzables por él.”4

El Ensayo sobre el entendimiento humano, desde su primera edición de 1690, estuvo compuesto, tal como lo
tenemos hoy, de cuatro libros divididos en capítulos, a pesar de las correcciones la estructura original
permaneció sin cambio. Cada uno de los libros indica el tema general del mismo. El primero de ellos es una
polémica con el innatismo; en el segundo “estudia el origen de las ideas, establece el principio empirista y

1
Julián Marías, Historia de la filosofía (Madrid: Alianza, 2019), 243.
2
Nicolás Abbagnano. Historia de la filosofía, Tomo I (La Habana: Editorial Félix Varela, 2005), 243.
3
Mariano Fazio y Daniel Gamarra. Historia de la filosofía, III. Filosofía moderna (Madrid: Palabra, 2002),173.
4
Fazio y Gamarra. Historia…,173.
explica la división entre ideas simples y compuestas” 5; en el tercer libro Locke aborda la relación entre las
palabras y las ideas; en el cuarto libro se “estudia los grados del conocimiento.”6

En el tercer libro, el dedicado a las palabras, Locke dice de estas que son “signos externos y sensibles mediante
los cuales se pueden trasmitir a los demás las ideas invisibles. Son Vehículos arbitrarios y convencionales del
pensamiento, a diferencia de las ideas, que son signos naturales de las cosas.”7 Para nuestro filosofó el lenguaje
nació de la necesidad de la comunicación entre los seres humanos, está conformado por palabras que son, según
nuestro autor, signos convencionales, o sea Locke se decanta por la opción convencional a la hora de explicar el
origen y uso del lenguaje. Las palabras son signos que se “refieren originariamente a las ideas existentes en el
espíritu del que habla; pero quien las emplea supone, en el acto mismo, que estos signos son también signos de
las ideas que existen en el espíritu de los demás hombres con quienes se comunica y que, además, significan la
realidad de las cosas.”8 Explica Locke que a pesar de que solamente existen cosas particulares, las lenguas están
constituidas por términos generales; “las palabras se hacen generales cuando se convierten en signos de ideas
generales; y las ideas se hacen generales, separándolas de las circunstancias de tiempo y de lugar y de toda otra
idea que pueda determinarlas a tal o cual existencia particular.”9

A través de esa abstracción, dice Locke, es que las ideas se hacen capaces de representar muchos individuos.
Pero nuestro filósofo entiende este proceso como una “separación de partes de ideas complejas del resto de las
partes.”10 Por lo tanto, “la abstracción es una consideración fragmentada de otras ideas más complejas.” 11 Según
lo planteado por Locke mediante el proceso de abstracción no se conocen las esencias reales de las cosas, sino
que “la abstracción lockiana es más bien una sustracción de algunas propiedades que no se consideran comunes
a un determinado género o especie.” 12 En el fondo de sus planteamiento respecto a la abstracción, esta su
propuesta gnoseológica, que dicta que es imposible conocer las esencias reales de las cosas, estas nos son
desconocidas, y “la generalización de las palabras se adecua solo a las esencias nominales, pero no se aplican a
la constitución real de las cosas.”13

Ahora nos daremos a la tarea de analizar el libro III dedicado a las palabras del Ensayo sobre el entendimiento
humano de John Locke, este libro está constituido por once capítulos, nos daremos a la tarea de explicar y
constitutivo y más importante de cada uno de ellos.

5
Fazio y Gamarra. Historia…,173.
6
Fazio y Gamarra. Historia…,173.
7
Fazio y Gamarra. Historia…,178.
8
Abbagnano. Historia…, 251.
9
Abbagnano. Historia…, 251.
10
Giovanni Reale y Darío Antiseri. Historia de la filosofía, II.1. De Spinoza a Kant (Barcelona: Herder, 2010), 103.
11
Reale y Antiseri, Historia…, 103.
12
Fazio y Gamarra. Historia…,178.
13
Fazio y Gamarra. Historia…,178.
En el primer capítulo Locke nos introduce a lo que él dice que son los aspectos generales del lenguaje. Nos dice
que el ser humano tiene una disposición natural para formar sonidos articulados, por lo tanto, tiene sus órganos
de tal modo dispuestos naturalmente que está equipado para poder formar sonidos articulados, que son las
palabras. A diferencia de los animales, los humanos son capaces de usar los sonidos como signos de
concepciones internas, y además de poderlos establecer como señales de las ideas alojadas en la mente. Explica
Locke, que el lenguaje tuvo un mayor perfeccionamiento en el uso de los términos generales. Para nuestro
filósofo todos los nombres que significan cosas que no caen bajo nuestros sentidos tienen su principio en ideas
sensibles, ya que no tenemos nosotros ninguna idea en absoluto, sino las que originalmente nos vienen de los
objetos sensibles externos. Finalmente, en este capítulo Locke se propone determinar las especies y géneros de
las cosas; en qué consisten, y cómo llegan a formarse.

En el segundo capítulo titulado, de la significación de las palabras, nos dice Locke que el uso de las palabras
consiste en que sean las señales sensibles de las ideas; y las ideas que se significan con las palabras, son su
propia e inmediata significación. Las palabras en su significación primaria o inmediata nada significan, salvo
las ideas que están en la mente de quien las usa. Cuando un hombre le habla a otro es para que se le entienda; y
la finalidad del habla es que aquellos sonidos, en cuanto señales, den a conocer sus ideas a quien los escucha.
Cada persona emplea una misma “palabra”, cuando tiene la ocasión de expresar la idea a la cual la ha aplicado;
pero es evidente que cada una sólo puede aplicarla a su propia idea; por ejemplo:

“Un niño que tan sólo ha advertido el color amarillo brillante y luminoso en el metal que oye nombrar
oro, aplicará la palabra oro sólo a sus ideas acerca de ese color, y a nada más; y, por lo tanto, llamará oro
a ese color en la cola de un pavo real. Un segundo, que ha observado con más cuidado, le añade al
amarillo brillante la idea de gran peso, y entonces, cuando usa la palabra oro, significa la idea compleja
de una substancia que es amarilla, brillante y de gran peso. Otra persona les añade a esas cualidades la
de fusibilidad, y entonces la palabra oro significará un cuerpo brillante, amarillo, fusible y muy pesado.
Vendrá otro aún, que añada la cualidad de maleable.”14

Las palabras son también señales de las ideas de los otros hombres con quienes sostienen comunicación,
porque, de lo contrario, hablarían en vano y no podrían darse a entender si los sonidos que aplican a una idea
fueran tales como los que aplicaría a otra idea quien los escucha, que es hablar dos lenguajes diferentes. Como
los hombres no quieren que se piense que hablan meramente de sus imaginaciones, sino de las cosas como
realmente son, por eso suponen con frecuencia que sus palabras también significan la realidad de las cosas. Las
palabras en virtud de un uso constante, se establece entre ciertos sonidos y las ideas que significan una conexión
tal que, apenas escuchados los nombres, casi inmediatamente provocan ciertas ideas, como si los objetos
mismos que las producen hubieran, en efecto, operado sobre los sentidos. Por costumbre familiar desde la cuna
aprendemos con perfección ciertos sonidos articulados, y los tenemos prestos en la lengua, y siempre dispuestos

14
John Locke. Ensayo sobre el entendimiento humano (México D.F.: Fondo de cultura económica, 2005), 395.
en la memoria, sin que, con todo, tengamos siempre el cuidado de examinar o de establecer perfectamente su
significación. El uso común, por un consenso tácito, apropia ciertos sonidos a ciertas ideas en todos los
lenguajes, lo cual limita la significación de ese sonido hasta el punto de que, a no ser que un hombre lo aplique
a la misma idea, no habla con propiedad; y permítaseme añadir que, a no ser que las palabras de un hombre
provoquen, en quien lo escucha, las mismas ideas que él quiere significar al pronunciarlas, ese hombre no está
hablando de un modo inteligible.

En el tercer capítulo, de los términos generales nos dice el autor que la mayor parte de los nombres, con mucho,
que forman los lenguajes son términos generales, aunque las cosas que existen sean particulares, pero es
imposible que cada cosa particular tenga su nombre, esto porque un nombre distinto para cada cosa particular
no sería de gran utilidad para el progreso del conocimiento. Nos dice Locke que las palabras se hacen generales
al realizarse de ellas signos de ideas generales, y las ideas se hacen generales cuando son despojadas de las
circunstancias de tiempo, lugar y cualquier otra idea que pueda determinar a tal o cual existencia particular. Por
medio de esta abstracción, dice Locke, las ideas se hacen capaces de representar muchos individuos, y no
solamente a uno; cada uno de los cuales, teniendo en sí una conformidad con la idea abstracta, es llamado con el
nombre que indica esa misma idea. «El punto de vista de Locke es, por tanto, rigurosamente nominalista. “Lo
general y lo universal no pertenecen a la existencia real de las cosas, sino que son invenciones y partos del
entendimiento, hechos para su propio uso, y se refieren solamente a signos, esto es, palabras o ideas.”15

Para Locke los humanos primero se forman ideas generales, estas son ideas abstractas y parciales de otras ideas
más complejas, primeramente, deducidas de alguna existencia en particular. Por ejemplo, de las ideas complejas
de hombre y caballo, si se excluyen las particularidades en que difieren, y se toma únicamente aquellas en que
convienen, y con ellas se forma una nueva y distinta idea compleja y se le da el nombre de animal, se tiene un
término aún más general. Dice nuestro filosofo que el genero se utiliza para definir alguna cosa simplemente
para economizar el esfuerzo de enumerar las diversas ideas simples significadas. Las definiciones, según ya se
dijo, no son sino la explicación que se da de una palabra por medio de otras palabras, a fin de que su sentido o la
idea por ella significada pueda darse a conocer. Lo general y lo universal no pertenecen a la existencia real de
las cosas, sino que son invenciones y criaturas del entendimiento. Lo significado por las palabras generales es
una clase de cosas; y cada una de esas palabras significa eso, en cuanto que son signo de una idea abstracta que
tenemos en la mente. Las esencias son las ideas abstractas de la mente, son los vínculos entre las cosas
particulares que existen y los nombres bajo los cuales quedan clasificadas. Como ya hemos explicado
anteriormente en este trabajo Locke realiza una distinción entre esencias reales y nominales. Las esencias,
tomadas como ideas establecidas en la mente con nombres anexados a ellas, se supone que permanecen
constantemente las mismas, cualesquiera que sean las mutaciones a que estén expuestas las substancias
particulares.
15
Abbagnano. Historia…, 251.
En el cuarto capítulo, De los nombres de las ideas simples. Para Locke los nombres de las ideas simples y de las
substancias, además de las ideas abstractas en la mente que significan de un modo inmediato, también intiman
alguna existencia real de la cual se derivó su modelo original. Los nombres de las ideas simples y de los modos
siempre significan tanto la esencia real como la nominal. Los nombres de las ideas simples no son susceptibles
de ninguna definición. Con respecto a las ideas complejas, las cuales estas constituidas de varias ideas simples,
está dentro del poder de las palabras, que significan las diversas ideas que las componen, el imprimir así en la
mente las ideas complejas que no existían antes en ella, de manera de hacer que sus nombres sean entendidos.

En el quinto capítulo, De los nombres de los modos mixtos, y de las relaciones. Locke nos dice acá que los
nombres de los modos mixtos significan ideas abstractas, como los demás nombres generales. Las esencias de
las varias especies de modos mixtos, las hace el entendimiento, y en eso difieren de las de las ideas simples,
respecto a las cuales la mente carece de potencia para forjar alguna de ellas. La mente es capaz de hacer ideas
complejas de la siguiente manera: primero, escoge un cierto número de ideas; segundo, las vincula y las
convierte en una sola idea; tercero, las ata por medio de un nombre. Nuestro autor asegura que estas ideas de los
modos mixtos se hacen por una voluntaria colección de ideas reunidas en la mente, por lo tanto, estas ideas
complejas pueden hacerse, abstraerse y dárseles un nombre, y de esa manera constituir una especie, antes de que
exista un solo individuo de ella. Por lo tanto, dice Locke es que frecuentemente la idea es anterior a la
existencia, en este sentido pone de ejemplo la Resurrección pues dice que fue una especie de modo mixto que
existía en la mente, antes de haber tenido una existencia real. Enfatiza que acerca de los géneros, las especies y
sus esencias, no son más que un artificio del entendimiento para significar más fácilmente aquellas colecciones
de ideas que tiene mayor ocasión de comunicar por medio de un término general, bajo el cual pueden quedar
comprendidos diversos particulares, en cuanto se conforman con esa idea abstracta. En los modos mixtos, es el
nombre el que parece preservar las esencias y les comunica su duración permanente. Los nombres de los modos
mixtos significan siempre la esencia real de sus especies.

El capitulo sexto lo dedica Locke a los nombres de las substancias, y a este respecto dice que los nombres
comunes de las substancias tienen el significado de clases. Esto es que son signos de ideas complejas. Luego
nos dice que la esencia de cada clase es la idea abstracta, y distingue entre esencia nominal y esencia real, la
esencia nominal del oro es esa idea compleja significada por la palabra oro, es decir, un cuerpo amarillo, de un
cierto peso, maleable, fusible y fijo; mientras que la esencia real es la constitución de las partes insensibles de
ese cuerpo, de la cual dependen esas cualidades y todas las demás propiedades del oro. Ambas esencias difieren.
No hay nada que sea esencial a los individuos, si se quitan las ideas abstractas, por las cuales clasificamos a los
individuos y por las cuales los ordenamos bajo nombres comunes, y entonces inmediatamente desaparece el
pensamiento de algo que les sea esencial. Lo esencial y lo no esencial de las cosas se relacionan tan sólo con
nuestras ideas abstractas y con los nombres que les han sido anexados. Plantea nuestro filósofo que hablar de
diferencias específicas en la naturaleza, sin referencia a ideas generales y a nombres, es tanto como hablar
ininteligiblemente. Continua Locke afirmando que es a través de la esencia nominal que se determina la especie.
Pero nuestro conocimiento de las esencias nominales de las substancias no agota las propiedades de estas, ni son
colecciones perfectas de todas sus propiedades, esto se da porque ignoramos la esencia real misma de las cosas.
Nos dice Locke que todo esto está ajustado al verdadero fin del lenguaje, que debe ser la menara más fácil y
expedita de comunicar nuestras nociones.

El séptimo capitulo lo decida a Locke a las partículas, acá nos dice que las partículas sirven para significar la
conexión que establece la mente entre las ideas o las proposiciones, vinculando unas con otras. Por ejemplo, con
las partículas es y no es, se designan señales generales de la mente cuando afirma o cuando niega. En el uso
correcto de las partículas se descubre la claridad y la belleza de un buen estilo. Todas las partículas son señales
de alguna acción o de alguna insinuación de la mente, y, por lo tanto, para comprenderlas bien, es necesario
estudiar diligentemente las diferentes perspectivas, posturas, situaciones, giros, limitaciones, excepciones, y
otros pensamientos de la mente para los cuales carecemos de nombres o los que tenemos son muy deficientes.

El capítulo ocho esta dedicado a los términos abstractos y concretos, en este Locke nos dice que, en las
proposiciones, no hay dos ideas totales que puedan ser afirmadas la una de la otra, y que en el uso común del
lenguaje no se permite que dos palabras abstractas, o dos nombres de ideas abstractas, puedan afirmarse la una
de la otra. Por ejemplo, se puede decir que el ser humano es un animal, que es racional, que es blanco, etc. Sin
embargo, se percibe de inmediato la falsedad si se dice: la humanidad es animalidad, o es racionalidad, o es
blancura, etc.

En el noveno capítulo nos habla Locke de la imperfección de las palabras y nos advierte que es fácil advertir la
mucha imperfección que hay en los lenguajes, y cómo la naturaleza misma de las palabras hace que sea casi
inevitable que muchas de ellas sean dudosas e inciertas en su significado. Entonces Locke distingue dos usos y
finalidades de las palabras. El primero sería para el registro de nuestros propios pensamientos, el segundo sería
para comunicar a otros nuestros pensamientos. Por lo que toca al registro de nuestros propios pensamientos,
cualquiera palabra sirven para el caso. Porque, como los sonidos son signos voluntarios e indiferentes de
cualesquiera ideas, cualquiera puede emplear las palabras que quiera a fin de significar sus propias ideas para sí
mismo y no tendrán en ellas imperfección alguna, con tal de que use de un modo constante el mismo signo para
la misma idea, puesto que entonces no podrá menos de darse a entender el sentido de sus palabras, que es en lo
que consiste el uso correcto y la perfección del lenguaje.

En segundo lugar, en cuanto a la comunicación por medio de las palabras, eso también tiene un uso doble: civil
y filosófico. Por el modo civil se refiere Locke al uso de las palabras en cuanto sirve al sostenimiento de
conversaciones y del comercio comunes acerca de los asuntos y negocios ordinarios de la vida civil, en las
sociedades de los hombres, los unos entre los otros. Por el uso filosófico de las palabras, quiero decir un uso tal
de ellas como el que sirva para comunicar la noción precisa de las cosas, y para expresar en proposiciones
generales las verdades ciertas e indubitables en que pueda descansar la mente, y con las cuales se satisfaga en su
búsqueda del conocimiento verdadero. Nos explica Locke que, puesto que el fin principal del lenguaje en la
comunicación es el darse a entender, las palabras no cumplen bien ese fin, ni en el discurso civil, ni en el
filosófico, cuando una palabra no provoca en el oyente la misma idea significada por ella en la mente de quien
la pronuncia. Puesto que los sonidos no tienen ninguna conexión natural con nuestras ideas, sino que derivan su
significado de una arbitraria imposición por parte de los hombres, la dubitabilidad e incertidumbre en su
significación, que es la imperfección de que aquí venimos hablando, más bien tiene su causa en las ideas
significadas, que no en alguna incapacidad que hubiera en un cierto sonido más que en alguno otro para
significar adecuadamente cualquier idea; porque, a ese respecto, todos los sonidos son igualmente perfectos.

Causas de su imperfección:

1. Cuando las ideas significadas por las palabras son muy complejas, y están compuestas de un gran número de
ideas juntas.
2. Cuando las ideas significadas por las palabras no tienen ninguna conexión cierta en la naturaleza, de manera
que no haya ningún patrón establecido en la naturaleza que sirva para rectificarlas y ajustarlas.
3. Cuando la significación de una palabra queda referida a un patrón que no sea fácil conocer.
4. Cuando la significación de una palabra y la esencia real de la cosa no son exactamente las mismas.

Sigue explicándonos Locke que los nombres de los modos mixtos son dudosos, primero, porque las ideas que
significan son complejas. A causa de la excesiva composición que frecuentemente ofrecen esas ideas complejas.
Para que las palabras sean servibles para los fines de la comunicación, es necesario que provoquen exactamente
en el oyente la misma idea significada por ellas en la mente de quien las pronuncia. Pero cuando una palabra
significa una idea muy compleja, que sea compuesta y nuevamente compuesta, no es fácil que los hombres se
formen y retengan esa idea de un modo tan exacto como para que el nombre de uso común signifique
precisamente la misma idea, sin la menor variante. También se da esto porque estos nombres no tienen patrones,
sino que son un conjunto de ideas que han sido reunidas al gusto de la mente en prosecución de sus propios
fines discursivos, y ajustadas a sus propias nociones, con lo que se propone no copiar nada que realmente exista,
sino denominar y ordenar las cosas en cuanto se conforman con aquellos arquetipos o formas que se ha hecho.
La manera como se aprenden esos nombres también contribuye a su dubitabilidad. En cuanto a los modos
mixtos, especialmente los más importantes, es decir, las palabras morales, es habitual que primero se aprendan
los sonidos, y entonces, para aprender qué ideas complejas significan, o bien se atienen a las explicaciones que
les dan otros, o bien se les deja a su propia observación e industria. Con respecto a las substancias, los nombres
de estas se refieren primero a las esencias reales que no pueden ser conocidas. Con relación al nombre de las
sustancias algunas veces se supone que significan la constitución real de las cosas, y que, por lo tanto, se ajustan
a dicha constitución, de la cual fluyen todas sus propiedades, y en la cual todas ellas se centran. Los nombres de
las substancias quedan referidos a patrones que no podemos conocer, su significación no podrá nunca podrá
ajustarse a esos patrones y establecerse de acuerdo con ellos.

En el décimo capítulo Locke problematiza el abuso de las palabras, a este respecto nos dice que hay ciertas
faltas intencionales y negligencias voluntarias de que los hombres son culpables en esta manera de la
comunicación, por las cuales hacen que esos signos sean aún menos claros y distintos en su significado de lo
que tienen que ser. Primero. Palabras sin ideas, o sin ideas claras, o, lo que es peor, el uso de signos sin ninguna
cosa significada. Dice Locke que en todos los lenguajes se pueden advertir ciertas palabras que, bien
examinadas, revelan que en su origen y en su uso apropiado no significan ninguna idea clara y distinta. Estos
términos, en su mayoría, han sido introducidos por las diversas sectas de la filosofía y de la religión. Otro gran
abuso de las palabras es la inconstancia en su empleo. Es difícil encontrar una disertación escrita sobre
cualquier asunto, pero especialmente de controversia, en la que no pueda uno advertir, si se lee con atención,
que las mismas palabras se emplean algunas veces para significar una colección determinada de ideas, y otras
veces para significar una colección diferente de ideas, lo cual constituye un acabado abuso del lenguaje. Otro
abuso del lenguaje consiste en una obscuridad afectada, ya sea dando a las palabras viejas una significación
nueva o desusada, ya sea introduciendo términos nuevos o ambiguos, sin definir ni los unos ni los otros, o bien
combinándolos de modo que su sentido habitual resulte confuso. En cuarto lugar, otro gran abuso de las
palabras es tomarlas por cosas. Esto, aunque en cierto grado atañe a todos los nombres en general, afecta de un
modo más particular a los nombres de las substancias. Otro abuso de las palabras es ponerlas en vez de cosas
que no significan, ni pueden significar en modo alguno. Podemos advertir, con respecto a los nombres generales
de las substancias, de las que únicamente conocemos sus esencias nominales, que cuando los ponemos dentro
de alguna proposición, y afirmamos o negamos algo acerca de ellos, muy comúnmente suponemos o
pretendemos tácitamente que esos nombres significan la esencia real de alguna clase de substancia. Queda aún
otro abuso de las palabras, que, aun cuando es más general, es, quizá, menos advertido, y consiste en que los
hombres, acostumbrados por un uso prolongado y familiar a unir a las palabras ciertas ideas, se inclinan a
imaginar que existe una conexión tan estrecha y necesaria entre los nombres y el significado con que los usan,
que osadamente suponen que uno no puede menos de entender su sentido, y que, por lo tanto, uno debe aceptar
las palabras que pronuncian como si estuviera fuera de duda que, en el uso de esos sonidos comúnmente
recibidos, el que habla y el que escucha tienen necesaria y precisamente las mismas ideas. De donde concluyen
que, cuando han empleado en su discurso algún término, han puesto así ante los ojos, valga la expresión, la cosa
misma de que hablan. Locke concluye este capítulo afirmando que los fines del lenguaje son principalmente
tres: primero, dar a conocer los pensamientos o ideas de un hombre a otro; segundo, hacerlo con la mayor
facilidad y prontitud que sea posible, y tercero, transmitir el conocimiento de las cosas.
El onceavo capítulo Locke lo titula, De los remedios que hay contra las imperfecciones y los abusos antes
citados. Acá nos dice nuestro filósofo que el mal uso de las palabras es causa de grandes errores. Porque, quien
bien considere los errores y la obscuridad, los equívocos y la confusión que andan dispersos por el mundo a
causa de un mal uso de las palabras, verá en ello cierto motivo para dudar si el lenguaje, según ha sido
empleado, ha contribuido más al adelantamiento o al estorbo del conocimiento del género humano. El lenguaje
es el gran conducto por el cual los hombres transmiten, los unos a los otros, sus descubrimientos, sus raciocinios
y sus conocimientos, quien haga de él un uso indebido, si bien no corrompe las fuentes del conocimiento, que
están en las cosas mismas, sin embargo, logra, hasta donde él puede, romper u obstruccionar las vías por donde
se distribuye el conocimiento para el uso y el bien públicos del género humano. Locke propone varios
remiendos contra los abusos del lenguaje. Primero. Un ser humano deberá cuidarse de no usar ninguna palabra
sin significación; de no usar ningún nombre que no tenga una idea significada por ese nombre. Segundo. No
basta que un hombre use sus palabras como signos de algunas ideas, sino que esas ideas que anexa a las
palabras, si son ideas simples, tienen que ser claras y distintas; si son complejas, tienen que ser determinadas, es
decir, que la colección precisa de ideas simples esté establecida en la mente, con un sonido que vaya anejo
como signo de esa colección y de ninguna otra. Tercero. No basta que los hombres tengan ideas, y que sean
ideas determinadas significadas por unas palabras; es preciso, además, que se cuiden en aplicar esas palabras lo
más ajustadamente posible a aquellas ideas a las cuales el uso común las ha anexado. Cuarto fijar la
significación de las palabras, declarar cuál es su sentido, ya sea cuando el uso común lo ha dejado en la
incertidumbre o en la vaguedad (como acontece en el mayor número de nombres de ideas muy complejas), ya
sea cuando se emplea una palabra en un sentido especial, ya sea cuando el término, siendo decisivo en el
discurso y aquel sobre el cual principalmente gira, esté expuesto a duda o a equívoco. Quinto, si los hombres no
quieren darse el trabajo de declarar el sentido de las palabras que usan, y no proporcionan las definiciones de los
términos que emplean, lo menos que puede esperarse es que, en toda disertación en que un hombre pretenda
instruir o convencer a otro, emplee constantemente la misma palabra en un mismo sentido.

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