Participante:
-Parada, Soraya
Galvis, 2009.
La acelerada dinámica que hoy día marca los escenarios sociales, políticos,
económicos, culturales e ideológicos, demandan un nuevo modelo educativo
transformador que se ajuste a las necesidades, exigencias e intereses propios del
contexto. De ahí, que la praxis educativa es asumida como un factor estratégico que
garantiza, al menos en teoría, el desarrollo satisfactorio y el incremento en la calidad
de vida de los ciudadanos; a partir de este requisito que la sociedad exige de la
educación, calificada como una herramienta garante del desarrollo de los pueblos,
se desprende la imperiosa necesidad de formar verdaderos y auténticos
profesionales docentes con amplio dominio del conocimiento, eficiencia laboral,
desempeño pedagógico y, sobre todo, bajo el principio de responsabilidad social.
Por ello, la formación del docente basada en competencias, debe ser asumida
bajo el principio de pertenencia social de los perfiles y programas curriculares, cuyos
contenidos deben ajustarse a la realidad contextual del país y a las políticas
educativas que el Estado, como primer ente responsable de la educación (véase “El
Estado Docente” de Prieto Figueroa) establece, a los fines de erigir desde la escuela
(agente socializador) una sociedad humanista, libre, igualitaria, con verdadero
sentido de justicia social, cooperativa y dialógica. Ciertamente, la materialización de
lo antes citado demanda un cambio cultural en cuanto a la forma de asumir el
proceso de enseñanza-aprendizaje, el cual debe desprenderse de la noción
individualista y, además, requiere que el docente, como principal actor de cambio en
la escuela, asuma definitivamente el compromiso socio-educativo que ha adquirido
no sólo con su proyecto de vida, sino también con el proyecto de nación que el
Estado solicita y que la educación, debería contribuir a cristalizar.
He allí las exigencias que la nueva sociedad del Conocimiento demanda del
docente; aún así, se sigue desestimando la profesión docente y esto obedece,
personalmente, a dos situaciones: la primera, ya ha sido lo suficientemente
expuesta, no se ha diseñado y ejecutado un proyecto de formación docente basado
en competencias (holístico) con pertinencia social. La segunda, mencionada
someramente, el compromiso del docente como agente crítico-reflexivo promotor de
verdaderos cambios sociales, pues él es quien está dentro de las situaciones de
enseñanza-aprendizaje que se suscitan en el seno del aula.
Por esta razón, la profesión docente debe y tiene que ser asumida con
responsabilidad social, pues ser docente, como expone Galvis (2009:31) es “tratar
con otras personas (profesores) que trabajan en organismos (escuelas) con otras
personas (alumnos) para conseguir que estas personas aprendan algo”. ¡Cuán
plausible es ser docente! Pero, detrás de lo ya expuesto, el docente debe desarrollar
toda una serie de elementos que le permitan ejecutar con éxito la labor para la cual
debería ser formado; el desarrollo del capital cognitivo, la construcción de nuevos
saberes es vital para la actualización del docente, quien debe aprehender de forma
permanente nuevos contenidos informativos que le permitan dominar las
competencias básicas (lectura, escritura, cálculo, pensamiento lógico y creativo) y,
en definitiva, “aprender a aprender” (Galvis, 2009:25).
Galvis (2009)
Parada, Soraya
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS