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Los estudios realizados durante las dos últimas décadas del siglo pasado,
revelaron que la mayoría de los genes que controlan el desarrollo de estas
moscas son homólogos a los que controlan el desarrollo de los vertebrados y de
muchos otros animales. El desarrollo de los humanos y de las moscas de la fruta
(Drosophila) se asemeja más de lo que cualquiera se podría imaginar.
Desde el punto de vista del desarrollo, todas las plantas con semillas muestran el
mismo plan básico de estructura y sus etapas tempranas de crecimiento son
parecidas. El proceso comienza con la fecundación de la oosfera, es decir, la
célula sexual femenina y luego con la formación del cigoto, la primera célula de la
planta que se transformará gradualmente hasta llegar a ser un organismo adulto
En las primeras etapas, todas las células del embrión tienen la capacidad de
realizar la división celular. Llega un momento en que empiezan a transformarse y
a especializarse en tejidos y éstos en órganos, es decir, empiezan a diferenciarse.
Sin embargo, algunas partes del embrión no se diferencian y sus células
mantienen la capacidad de dividirse. Estas partes en las plantas se llaman
regiones meristemáticas y sus genes tienen la información necesaria que permite
la diferenciación y especialización celulares durante el desarrollo.
Al llegar al estado adulto, la planta está formada por tejidos diferenciados y tejidos
no diferenciados, llamados meristemáticos. Cada uno de los tejidos diferenciados
tiene una función específica. Por ejemplo, el xilema y el floema están a lo largo de
toda la planta y permiten el transporte de agua y nutrientes, respectivamente; el
parénquima está en las hojas y sirve de soporte; y la cutícula tiene la función de
protección.