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Unida Educativa Privada Colegio Chaves

Fundado el 5 de julio de 1842


ASIGNATURA. G.H.C. 4to. Año

Historia pre hispánica de Venezuela. Guía número uno


Diccionario de Historia de Venezuela – Fundación Polar
El Paleo-Indio: 20.000 a. C. - 5.000 a. C.

Una de las metas de la arqueología es la reconstrucción de la historia


cultural de los pueblos antiguos, a un nivel muy general, se ha podido delinear una
secuencia de desarrollo evolutivo, en la cual el hombre se inicia en el pasado muy
remoto como cazador-recolector con una tecnología muy sencilla.
Después de varios millones de años de evolución física y cultural, el hombre
perfeccionó sus posibilidades adaptativas a tal punto que llegó a poblar todas las
regiones de la tierra, incluyendo las zonas afectadas por las glaciaciones durante
el Pleistoceno.
Hace unos 10.000 años, se iniciaron cambios climáticos que condujeron
lentamente a las condiciones actuales y muchas sociedades de cazadores
tuvieron que adaptarse a un nuevo régimen alimenticio debido a la violenta
extinción de la megafauna.
Hubo en este período de
readaptación una tendencia hacia la
utilización de nuevos recursos tales
como los alimentos marinos, fluviales,
plantas silvestres y cacería menor. El
hombre desarrolló nuevas tecnologías
para mejorar la explotación de estos recursos en los diferentes medios ambientes
(costa, desierto, selva, sabana, montaña o bosque). La observación de los ciclos
de vida de los animales y vegetales, así como la adopción de hábitos más
sedentarios, le permitieron la explotación de ciertos recursos abundantes, como
los moluscos y algunos granos silvestres.
Esto también condujo a la experimentación con la agricultura y un lento
proceso de domesticación de plantas y animales. Como consecuencia de este
proceso, se dio un marcado incremento de la población, una mayor
sedentarización, el establecimiento de aldeas y un aumento en el ajuar tecnológico
que incluye la aparición de la cerámica, los tejidos en telar y el trabajo en metal.
Posteriormente, en ciertas áreas
del mundo, hubo una tendencia hacia la
concentración de la población en centros
urbanos y el surgimiento de sociedades
políticamente jerarquizadas, que se
caracterizaban por una arquitectura
monumental, economía de mercado,
religiones estatales, militarismo e
imperialismo e innovaciones tales como sistemas de riego a gran escala, escritura
y estudios astronómicos.
Para facilitar la descripción de ese tipo de desarrollo evolutivo del hombre,
se han creado varios sistemas clasificatorios que dividen la historia en etapas,
eras, edades o épocas. Para Europa es bien conocido el esquema que divide la
historia cultural en 5 etapas: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico, Edad de Bronce y la
Edad de Hierro.
En el Nuevo Mundo, se han propuesto otros esquemas parecidos, tal como
el de Willey y Phillips: Lítico, Arcaico, Formativo, Clásico y Post-Clásico. Para
Venezuela y el área Caribe, se han formulado otras clasificaciones que reflejan el
carácter particular de las evidencias arqueológicas locales (en particular, la
ausencia de restos correspondientes al Clásico o Post-Clásico, o sea,
correspondientes a sociedades estatales).
En este guía de trabajo se seguirá la formulación propuesta por José María
Cruxent e Irving Rouse en su obra de 1961, una Cronología arqueológica de
Venezuela y américa de 4 etapas denominadas: Paleo-Indio (20.000 a. C.-5.000
a. C.), Meso-Indio (5.000 a. C.-1.000 a. C.), Neo-Indio (1.000 a. C..-1.500 d. C..)
e Indo-Hispano (1.500 d. C.- presente)
Se han señalado unas fechas para cada etapa, pero, no obstante, es
preciso tener en cuenta que son divisiones cronológicas aproximadas, en realidad,
si se conciben las etapas como niveles de desarrollo, caracterizados por un modo
de producción predominante (por ejemplo, cazador-recolector o agricultura no
industrializada) es obvio que algunas «etapas» son más bien contemporáneas,
puesto que aún pueden perdurar en algunas áreas, mientras que en otras se han
introducido innovaciones, tal es el caso en Venezuela, donde para el momento del
contacto, algunas sociedades como los waraos todavía mantenían una
subsistencia en base a la recolección, debido a la riqueza de recursos silvestres
que les brindaba el delta del Orinoco, mientras que otros grupos derivaban su
principal sustento de la agricultura.
Los logros tanto materiales como intangibles de los aborígenes
venezolanos fueron el resultado de milenios de adaptación a su medio ambiente
natural y social. Es precisamente el interés de demostrar la dinámica del proceso
histórico cultural lo que ha llevado a organizar los períodos prehispánicos según
un esquema de etapas de desarrollo en vez de seguir un esquema estrictamente
cronológico o por áreas geográficas.
Intentando con este enfoque destacar los factores que incidieron en los
cambios que ocurrieron a través del tiempo, ya sean de índole ambiental como de
carácter netamente social. Es nuestra meta demostrar el papel que las
poblaciones precolombinas de la actual Venezuela desempeñaron en la formación
de la compleja realidad social que encontraron los europeos al llegar al Nuevo
Mundo.

El Paleo-Indio: 20.000 a. C. - 5.000 a. C.


Esta época tiene sus comienzos con la entrada del hombre en el continente
americano desde Siberia durante la última era glacial. La proveniencia asiática de
los aborígenes americanos se comprueba por evidencias genéticas, lingüísticas,
osteológicas y odontológicas. Algunas investigaciones recientes demuestran, por
ejemplo, que la morfología dental de las poblaciones autóctonas de las Américas
tiene mayor relación con la de grupos asiáticos septentrionales que con otros de
procedencia europea.
Esta misma evidencia apoya un poblamiento en 3 oleadas distintas: una
muy antigua correspondiente a una primera oleada de cazadores, otra más
reciente que se relaciona con los Na-Dene (un grupo lingüístico del noroeste de
los Estados Unidos y Canadá) y una última oleada migratoria que corresponde a
los esquimales aleutianos, quienes tienen la mayor similitud física con sus
parientes asiáticos.
La primera de estas migraciones se difundió desde el estrecho de Bering
hasta el extremo meridional de Suramérica en un largo proceso de movimiento y
adaptación a nuevos medio-ambientes. Aparentemente, ya eran hombres
evolucionados, con suficientes conocimientos tecnológicos para enfrentarse a las
severas condiciones climáticas producidas por la era glacial: tenían que saber
construir refugios, elaborar ropa y calzado adecuados para el frío, tener
conocimientos sobre medios de transporte para atravesar la nieve, hielo y agua, y
poder procurarse alimento y agua aun en las condiciones más severas.
Para llegar a América desde Asia, pudieron haber aprovechado el puente
de tierra expuesto durante una de las culminaciones del último período glacial
(aproximadamente 70.000-10.000 años antes del presente), cuando el nivel del
mar era más bajo debido a que las aguas habían sido retenidas durante el
crecimiento de las grandes masas de hielo polar.
Por otra parte, es posible que, tal como ocurrió entre los primeros
pobladores de Australia hace 50.000 años, pudieron haber utilizado algún tipo de
embarcación, para seguir una ruta más bien costera.
La tecnología que se asocia con esta época consta principalmente de
instrumentos de piedra para la cacería y descuartizamiento de animales, aunque
una industria en base a hueso, marfil y cornamenta es la que caracteriza a los
pobladores más antiguos de la Beringia.
Es lógico suponer que su ajuar incluía otros elementos fabricados en
material perecedero tales como la madera, cuero y fibra; sin embargo, las
condiciones climáticas no han permitido su preservación.
Muchos de estos artefactos podrían darnos información sobre las otras
actividades de estos primeros pobladores, tales como la recolección y
procesamiento de alimentos silvestres, complementarios a los productos de la
cacería, las cuales se infieren a partir de la observación de bandas de cazadores-
recolectores actuales.
La fecha de entrada del hombre a América es un asunto controversial.
Algunos investigadores consideran que existe evidencia que indica la presencia
del hombre hace más de 70.000 años en la zona de Beringia. Otros, quienes
dudan de la veracidad de los artefactos hallados, o de su contexto de deposición,
consideran que las fechas más aceptables son del orden de 20.000 años como
máximo (el último máximo glacial ha sido fechado consistentemente como
alrededor de 18.000 años antes del presente).
El debate sobre la antigüedad del hombre en América se extiende a su vez
al campo de la tecnología lítica. Para los proponentes de la tesis de la llegada muy
temprana, el hombre americano tendría para esta época un instrumental muy
rudimentario, asociado a una estrategia de subsistencia amplia y generalizada que
incluiría la caza, la pesca y la recolección.
Estos investigadores conciben al poblamiento como un proceso lento, en el
cual el hombre tendía a ocupar toda una región antes de penetrar otro tipo de
medio ambiente que requiere nuevos conocimientos para la sobrevivencia.
La evidencia lítica asociada a esta etapa hipotética, ha sido denominada
industria de núcleo y lasca y consta de artefactos de piedra hechos por percusión,
o sea, golpeando una piedra contra otra (el núcleo) a fin de lograr un filo cortante
tosco, y a la vez, obtener lascas que sirven para cortar y raspar. Estos
instrumentos se utilizaban, a su vez, para fabricar otros utensilios, probablemente
de hueso o madera.
Se han hallado numerosos yacimientos con artefactos de este tipo en Norte,
Centro y Suramérica; sin embargo, debido al aspecto rudimentario de los
instrumentos, se ha dudado de su autenticidad atribuyendo a factores naturales su
apariencia, o en otros casos, sugiriendo que representan resultados de una
primera etapa en la manufactura de instrumentos más sofisticados, que fueron
desechados por presentar fallas o errores.
Las hipótesis que favorecen la posibilidad de un poblamiento muy antiguo
proponen, además, que la tecnología lítica tuvo una evolución local en América,
posiblemente con influencias de oleadas posteriores desde Siberia, hasta
perfeccionar la técnica de la formación de artefactos con la técnica de la presión.
Con esta técnica, se pueden obtener formas tales como las puntas de proyectil
bifaciales (trabajados por ambos lados) que son tan comunes en toda América a
partir de 14.000 años antes del presente.
Estos son los primeros artefactos que los arqueólogos que apoyan la
posición de una entrada tardía, aceptan como evidencia incontrovertible de la
presencia del hombre en este continente. El modelo de poblamiento que estos
arqueólogos proponen difiere sustancialmente del que describimos anteriormente,
dado que en este caso se concibe como un proceso más bien rápido, en el cual
los cazadores especializados en la captura de megafauna y con una tecnología de
puntas de proyectil sumamente eficaz, habrían seguido a sus presas en una
oleada que los llevó desde Alaska a Patagonia en menos de 3 milenios. Como
consecuencia de los excesos de los cazadores en la matanza de sus presas,
combinados con los cambios climáticos que marcaron el final de la última
glaciación, hubo una extinción masiva de la megafauna que marcó el fin de la
época Paleo-India hace unos 7.000-8.000 años.
Tal como en otras partes del continente, las condiciones que prevalecían en
Venezuela durante el Pleistoceno eran muy distintas a las actuales. El nivel del
mar era más bajo y en consecuencia, existía una mayor extensión de costa:
inclusive, lo que hoy es Trinidad formaba parte del continente suramericano.
Aunque no existieron en esta parte del hemisferio masas de hielo como las que
ocuparon extensas áreas del norte, la temperatura era más baja y hubo cierta
formación glacial en los Andes y la cordillera de la Costa en Venezuela. Se ha
propuesto que hubo considerable fluctuación en cuanto a la pluviosidad, la cual
influyó para que regiones que hoy en día son muy áridas, tales como la costa de
Falcón, hubiesen sido más húmedas durante la última glaciación, lo cual favorecía
una abundante población de megafauna.
Entre los ejemplares de megafauna ya extinta que se han hallado en
Venezuela se cuentan eremotherium sp.,
glossotherium sp., haplomastodon sp.,
equus sp. y glyptodon sp.
Por otra parte, existen indicios de
que la región amazónica estuvo sujeta a
ciclos de aridez y humedad durante esta
misma era, lo cual afectó la distribución de
las múltiples especies de fauna y flora tan
características de esa área. Como el
hombre tuvo que atravesar el istmo de
Panamá para llegar por vía terrestre a
Suramérica, no es sorprendente que en
Venezuela se hayan encontrado algunas de las evidencias más tempranas del
hombre en el continente.
Siguiendo el modelo propuesto en 1983 por Alan Bryan, los primeros
pobladores de Venezuela entraron con una tecnología tipo núcleo y lasca
compuesta de artefactos rudimentarios unifaciales diseñados para trabajar la
madera, fibra, hueso, cuero y concha. Además de estos núcleos, las lascas que se
obtenían al golpear las piedras se modificaban después para utilizarlas como
cuchillos y raspadores.
Esta tecnología fue desarrollada para la adaptación a la región de bosque
tropical de Panamá, para lo cual se poseen evidencias bien fundadas. Al migrar
más hacia el oriente, se mantuvo la misma industria mientras el medio ambiente
no variaba. Sin embargo, algunos de estos hombres se desplazaron hacia el
noreste hasta llegar a la costa Caribe, donde encontraron grandes manadas de
herbívoros gigantes.
El sitio de El Muaco (Edo. Falcón), excavado por José María Cruxent, ha
arrojado fechas de 16.870 años antes del presente, para huesos de megafauna
quemados que fueron encontrados cerca de otros que presentaban incisiones
aparentemente hechas por el hombre cuando utilizó el hueso como una plataforma
para cortar. Al encontrarse en este nuevo medio ambiente con megafauna
abundante, el inmigrante desarrolló una nueva tecnología que le permitió
aumentar la eficacia de su actividad depredadora.
Esta evolución tecnológica es especialmente evidente en la secuencia de El
Jobo (Edo. Falcón) tal como lo ha interpretado José María Cruxent. En este sitio,
localizado en el valle del río Pedregal, existen varias terrazas geológicas que se
formaron en diferentes épocas, las cuales se asocian con artefactos líticos
distintivos, clasificados por Cruxent en 4 complejos: Camare, Las Lagunas, El
Jobo y Las Casitas.
Aparentemente estos yacimientos son mataderos ya que los únicos
artefactos encontrados servían para la caza y descuartizamiento de la presa, sin
estar asociados con restos de habitación ni cementerios.
Las armas más antiguas asociadas con la cacería (aproximadamente
20.000-22.000 antes del presente) y provenientes de este yacimiento y de otros de
Manzanillo (Edo. Zulia) de Tupukén (Edo. Bolívar) indican la práctica de una
cacería directa en la cual varios cazadores, después de aislar uno o más
animales, les darían muerte con palos afilados y a golpes con artefactos de piedra
enmangados. También es posible que estos artefactos fueran empleados para la
extracción de raíces y tubérculos. Con el paso del tiempo, el instrumental propio
de la cacería fue evolucionando, posiblemente como respuesta a una creciente
disminución en la fauna unida a un aumento demográfico humano que exigía
métodos más eficaces para la caza. Los nuevos artefactos, o litos alargados
trianguloides, son típicos del complejo Las Lagunas (16.000-22.000 antes del
presente);
Cruxent presume que iban atados en forma de lanza o azagaya y se
utilizaban para la cacería semidirecta ya que su peso facilitaba el lanzamiento y la
perforación del cuero del animal. La siguiente innovación en la tecnología lítica,
asociada con el complejo El Jobo (16.000-9.000 antes del presente), es la
introducción de la punta de proyectil en forma de dardo y el ingenioso propulsor
que, actuando como una prolongación de la palanca constituida por el brazo y
antebrazo, permitía un aumento considerable en la velocidad, la precisión y el
alcance del proyectil.
Con este invento se abrió una nueva etapa de cacería a distancia en la cual
el hombre comenzó a cazar en forma individual y a aprovechar nuevas especies
de tamaño menor y más veloces, tales como el venado y los roedores. Sin
embargo, la megafauna seguía siendo
objeto de la cacería de estos paleo-
indios, tal como lo indica la evidencia
proveniente del sitio de Taima-Taima
(Edo. Falcón). En este yacimiento se
encontraron artefactos similares a los
del complejo El Jobo, en asociación
directa con el esqueleto de un joven
mastodonte que fue muerto y
descuartizado in situ. Las fechas
obtenidas de fragmentos de madera
oscilan entre 12.980 y 14.200 antes
del presente. Esto demuestra que una
tecnología especializada para la
cacería de megafauna estuvo
presente en Suramérica más de un
milenio antes que la evidencia disponible actualmente para una tecnología similar
en Norteamérica, y sugiere que se dio una evolución independiente de esas 2
tradiciones líticas.
La aparición de las puntas de flecha (alrededor de 9.000 años antes del
presente) en el complejo Las Casitas, que probablemente se usaban con el arco,
refleja los cambios climáticos y ambientales que culminaron con la extinción de la
megafauna y la consiguiente necesidad del hombre de buscar nuevas fuentes
alimenticias. El arco y la flecha facilitan la caza de animales pequeños, aves y
peces, presas que al parecer eran poco explotadas en épocas anteriores.
Las sociedades de esta época probablemente se organizaban en bandas
compuestas de 100 a 500 personas. Estas bandas estaban integradas por
microbandas, o familias extendidas de 12 a 35 personas, las cuales eran las
unidades sociales básicas; a cada una de éstas pertenecían suficientes hombres
maduros (4-5) como para llevar a cabo estrategias de cacería en grupo, tales
como emboscadas, seguimientos, etc. Además, los hombres probablemente se
encargaban de la manufactura de los instrumentos de piedra y de los otros
artefactos necesarios para el campamento. Por su parte, las mujeres de la
microbanda se encargaban de recolectar frutos, semillas y raíces para
complementar la dieta. También tenían a su cargo la crianza de los niños, la
preparación de las comidas y posiblemente la manufactura de la vestimenta.
Aunque nadie tenía el derecho de mandar a los demás, la gente mayor era muy
respetada por su sabiduría y conocimiento.
La tradición oral recogía esta sabiduría en forma de mitos y leyendas cuyo
relato, además de un entretenimiento, aseguraba la preservación de la memoria.
También los chamanes o especialistas en ritual y curación, eran miembros
venerados de la comunidad. La microbanda se desplazaba sola la mayor parte del
año, siguiendo a los rebaños de la megafauna y explotando las diferentes fuentes
de alimento vegetal según la abundancia estacional. Es probable que en
ocasiones se reunieran todas las microbandas para la celebración de ciertos ritos
y para compartir información acerca de la cacería, recolección y, no menos
importante, sobre los miembros y actividades de las diferentes microbandas y
bandas vecinas. Estas ocasiones servían, además, para formar matrimonios entre
miembros de diferentes microbandas, ya que la exogamia (matrimonio fuera de la
comunidad) era común en este tipo de sociedad. Este modo de vida, aunque
nómada, proporcionaba una base de subsistencia amplia y variada.
Estudios recientes sobre sociedades de cazadores-recolectores
demuestran que con poca inversión de trabajo (un promedio de 4 horas diarias) en
actividades de subsistencia se consigue una dieta balanceada con un contenido
calórico suficiente.
Sin embargo, un modo de producción dominado por la extracción de
recursos silvestres impone la movilidad constante; este nomadismo evita la sobre-
explotación de recursos. Por eso, es evidente que la cultura material de este tipo
de sociedad esté limitada a lo que es fácil transportar. De igual forma, este modo
de vida está relacionado con ciertas medidas sociales que facilitan dicha
movilidad; entre éstas se destacan el control de la natalidad para evitar que una
mujer tenga que cargar más de un hijo a la vez y el geriacidio e infanticidio (muerte
de ancianos y niños pequeños) en casos de deformaciones o enfermedades que
impedían el traslado normal. A pesar de su limitada cultura material, tenemos
alguna evidencia de aspectos de la cosmovisión y expresión artística de estas
sociedades paleo-indias. Nos han dejado grabados en hueso y piedra con
escenas de cacería y de otros episodios de la vida cotidiana y ceremonial. Sin
embargo, debido a su abstracción, algunos son difíciles de interpretar. Por otra
parte, son tan difundidos y comunes algunos aspectos de la mitología y
cosmovisión de las tribus americanas actuales, que se ha propuesto la hipótesis
de que estos elementos tengan su origen en la remota época paleo-india.

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