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Valoración del proceso de planificación

Todo proceso centrado en la enseñanza y el aprendizaje de una determinada disciplina


contempla, dentro de sus planes de estudios, el desarrollo de unos contenidos curriculares,
orientados por unos propósitos generales, específicos y de aprendizaje.
La planificación de una asignatura jamás excluiría de su formato aspectos de carácter
pedagógico, tales como las actividades, la metodología, los recursos y la evaluación,
además de los ya mencionados propósitos y contenidos.
Uno de los elementos más significativos y, a la vez, más complejos inherentes a la
planificación es la evaluación de los aprendizajes; definida por el profesor Antonio Ayala
Ramos como un proceso a través del cual se observa, recoge y analiza información
relevante, respecto del proceso de aprendizaje de los estudiantes, con la finalidad de
reflexionar, emitir juicios de valor y tomar decisiones pertinentes y oportunas para
optimizarlo.
Del concepto anterior, se extrae la evaluación procesal como característica de la evaluación
realizada a lo largo del proceso educativo; de manera que los resultados de la evaluación
permitan tomar decisiones oportunas.
En este sentido, la evaluación de los aprendizajes debe ser pensada desde el momento de la
programación para así evitar contratiempos e improvisación.
Una evaluación centrada en la planificación de los aprendizajes garantiza la reflexión y
revisión de los procesos, identifica las capacidades de los alumnos, así como sus
experiencias y saberes previos, además de sus actitudes, estilos de aprendizaje e intereses.
¿Qué implica planificar la evaluación? Daremos respuesta mediante los siguientes
cuestionamientos.
¿Qué evaluaré? Por tradición, nos centramos en evaluar contenidos y propósitos, restando
importancia a las capacidades y las actitudes que han de ser evaluadas durante el desarrollo
de una unidad didáctica o sesión de aprendizaje.
¿Para qué evaluaré? En principio podríamos considerar la evaluación cuantitativa en
sustitución de la cualitativa. Parecería, entonces, que la evaluación solo apunta a
proveernos datos para la asignación de una nota numérica. Sin embargo, gracias a la
información que nos provee la evaluación, pudiéramos detectar el estado inicial de los
estudiantes y así regular el proceso y determinar el nivel de desarrollo alcanzado por el
aprendiz.
Si asumimos el concepto de evaluación más allá de una calificación o acreditación para
calcular y asignar unas notas, nos urge un cambio y con esto la necesidad de construcción
de alternativas inherentes a la planificación de los procesos de evaluación centrados en el
aprendizaje. Empecemos ya a planificar no sólo contenidos y actividades ajenas a los
procesos de evaluación. En otras palabras, planifiquemos la evaluación de los aprendizajes.
¿CÓMO, CON QUÉ Y CUÁNDO EVALUARÉ?
¿Cómo evaluaré? Ha de considerarse la selección de técnicas y procedimientos adecuados
para evaluar las capacidades, los conocimientos y las actitudes, además de los propósitos de
evaluación.
¿Con qué instrumentos evaluaré? El examen escrito, el instrumento más demandado para
evaluar los aprendizajes.
No obstante, durante el proceso de evaluación utilizamos distintas técnicas para obtener
información.
Estas necesitan de instrumentos que posibiliten la recepción de datos de manera confiable.
Algunos instrumentos podrían ser diálogos, exámenes orales, mapas conceptuales,
proyectos, portafolios, ensayos, entre otros.
¿Cuándo evaluaré? Si se trata de poner en práctica una evaluación continua y formativa, la
información suministrada, a través de los procesos evaluativos, se aprecia en cualquier
momento a partir de actividades no programadas.

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