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1.- En primer lugar convendría preguntarse qué sentido tiene hoy a princi-
pios del siglo veintiuno recordar a un autor del siglo dieciséis y además teólogo
escolástico, dos atributos de dudoso reconocimiento en nuestros días. Aparte
del mero interés localista de recuperar las celebridades autóctonas hay al me-
nos dos motivos que podrían justificar el recuerdo del maestro de Tarancón. En
primer lugar, su pertenencia a una Escuela, la de Salamanca, cuya importancia
en la filosofía no sólo española sino ibérica, dada la conexión tan íntima que
siempre existió entre la Universidad de Salamanca y las de diversas ciudades
portuguesas como las de Coimbra o Évora, por ejemplo, es muy destacable. Si
tiene algún sentido reivindicar una filosofía hispánica, aunque no solo escrita
en español, sino también en latín y portugués, no se puede olvidar que algunas
de las grandes cumbres de dicha filosofía estarían en los maestros salmantinos,
entre los que destacaba Melchor Cano. Por otra parte, y esto en relación con el
debate acerca de la noción de modernidad y sus orígenes filosóficos y teológi-
cos, cada vez es más evidente para todos los estudiosos que se acercan a la gé-
nesis de la filosofía moderna, la importancia central que en dicha génesis tiene
la Escolástica tardía hispánica, especialmente la monumental obra de Suárez.
No sólo en los autores racionalistas como Leibniz que reivindicaron de forma
consciente la importancia de las principales nociones escolásticas, sino incluso
en autores que rompieron decididamente con dicho pensamiento como Des-
cartes o Espinosa se puede rastrear la influencia decisiva de dichas nociones
de origen escolástico. El suarismo extendido por los jesuitas fue la matriz del
enciclopedismo de Wolf, continuador de Leibniz, que constituía la base de la
enseñanza filosófica en los tiempos de Kant, es decir, en pleno siglo dieciocho.
Esto quiere decir que la escolástica medieval, renacentista y barroca, más que
resucitar en la neoescolástica de los siglos diecinueve y veinte, resurrección
siempre problemática y que hizo de ella una mera supervivencia acartonada del
pasado sin ninguna virtualidad creativa, se mantenía viva, aunque transformada
y desarrollada, en la corriente fundamental de la filosofía moderna, el raciona-
lismo y llegaba hasta el mismo periodo de la Ilustración.
2.- Dentro de esa tradición escolástica tiene un lugar muy destacable nues-
tro autor que nació en Tarancón y vivió entre 1509 y 1560. Discípulo de Vitoria,
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, Año 12, No. 23. Primer semestre de
2010. Págs. 155-163.
2 Francisco José Martínez
por los mismos; además la dedicación a la guerra no tendría que impedir que el
Papa cumpla con sus obligaciones derivadas del gobierno espiritual.
Respecto al alcance de la defensa frente al Papa, es decir, con relación a
la extensión de la guerra y hasta dónde hay que llegar y cuándo hay que parar,
Cano recuerda que la defensa justa ha de respetar los linderos de rectitud y
equidad. Sin embargo, hay varias cosas que sí puede hacer de forma legítima
el Emperador: en primer lugar, recobrar los gastos, costas y daños sufridos por
causa de la guerra; y en segundo lugar, hacer todo lo posible para impedir que
Su Santidad pueda ser capaz de emprender la guerra en el futuro.
Cano concluye su Parecer reconociendo que en el mismo hay “palabras
y sentencias que no parecen muy conformes a mi hábito y teología” pero res-
ponde que ya había dicho que en ese asunto era menester más prudencia que
ciencia y que dado el peligro que corren las posesiones del Emperador debido a
las maquinaciones del Papa y del rey de Francia, no pudo hablar prudentemente
sin concederse más libertad que las que la teología y la profesión le permitían.
De esta manera, concluye el Parecer en el que se evidencia como Cano
se presenta como defensor de una iglesia nacional sometida al Papa en lo espi-
ritual pero no en lo temporal. El nacimiento de los Estados-Nación modernos
exige que la soberanía política se emancipe de la soberanía espiritual y que no
se confunda el papel del Papa como padre espiritual con su papel como gober-
nante de los Estados Pontificios, es decir, de una de las potencias predominan-
tes en la Italia del momento. En resumen, vemos que si Melchor Cano como
Teólogo podría parecer conservador en el sentido de que subordina la razón a
los argumentos de autoridad, en cambio como político práctico sería de una
modernidad asombrosa ya que separa nítidamente entre los aspectos religiosos
y los políticos y se pone declaradamente al servicio del poder político que se
está constituyendo en esos momentos bajo la forma del Estado moderno. Cano
opera decididamente bajo los imperativos de la razón de Estado en la justifica-
ción de la guerra e incluso en la defensa de la legitimidad de la guerra preven-
tiva y en la aceptación como inevitable del daño inflingido a los inocentes, los
denominados ahora daños colaterales.
Concluimos aquí este retrato de nuestro autor destacando que fue un hom-
bre de encrucijadas, que miraba, en un sentido, hacia el pasado, pero en otro, el
político, miraba hacia el futuro en su defensa del Estado moderno, basado en la
separación del poder religioso y el poder político. Melchor Cano siempre actuó
movido por la defensa de los intereses de la Monarquía Hispánica, tanto en su
actuación en Trento, como en su defensa del Emperador frente al Papa y en su
oposición a las corrientes espirituales y místicas que empezaban a proliferar en
su tiempo, las cuales no dudó en condenar en la figura de su antiguo compañe-
ro, el Arzobispo Bartolomé de Carranza.
Melchor Cano, un conquense ilustre 9
Bibliografía utilizada
Obras de M. Cano:
M. Cano, De locis Theologicis: libri duodecim , Salamanca, 1563, (traduc-
ción española de J. Belda , Los lugares teológicos, BAC, Madrid, 2006,
también está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad de
Valencia )
M. Cano, Parecer del M. Fr. Melchor Cano sobre las diferencias que hubo en-
tre Paulo IV Pont. Max . y el Emperador Carlos V, Madrid 1736 (edición
disponible en la biblioteca virtual del Instituto Cervantes)
Monografías sobre Cano y su época:
J. Belda, La Escuela de Salamanca y la renovación de la teología en el siglo
XVI, BAC, Madrid, 2000.
J. Belda, Los lugares teológicos de Melchor Cano en los comentarios a la
Suma, EUNSA, Pamplona, 1982.
S. T. Nalle, God in La Mancha. Religious Reform and the people of Cuenca,
1500-1650, The J. Hopkins Univ. Press, Baltimore, 1992.