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Según varias religiones dhármicas, el karma (en sánscrito: कर्म) es una energía trascendente

(invisible e inmensurable) que se genera a partir de los actos de las personas. También
conocido como un espíritu de justicia o equilibrio.
Es una creencia central en la doctrina del hinduismo, el budismo, el jainismo,1 el ayyavazhi y
el espiritismo.
Aunque estas doctrinas expresan diferencias en el significado mismo de la palabra karma,
tienen una base común de interpretación. Generalmente, el karma se interpreta como una
«ley» cósmica de retribución, o de causa y efecto. Se refiere al concepto de «acción»
entendido como aquello que causa el comienzo del ciclo de causa y efecto. Según el karma,
cada una de las sucesivas reencarnaciones quedaría condicionada por los actos realizados en
vidas anteriores.
El karma está en contraposición con las doctrinas abrahámicas
(judaísmo, cristianismo e islamismo); lo más parecido en el cristianismo es el concepto
teológico de retribución. El karma explica los dramas humanos como la reacción a las
acciones buenas o malas realizadas en el pasado más o menos inmediato. Según el
hinduismo, la reacción correspondiente es generada por el dios Iama; en cambio, en
el budismo y el jainismo ―donde no existe ningún dios controlador― esa reacción es
generada como una ley de la naturaleza (como la gravedad, que no tiene ningún dios que la
controle).
En las creencias indias, los efectos del karma de todos los hechos son vistos como
experiencias activamente cambiantes en el pasado, presente y futuro. 2
Según esta doctrina, las personas tienen la libertad para elegir entre hacer el bien y el mal,
pero tienen que asumir las consecuencias derivadas

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