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Martínez Dougnac: “De los márgenes al boom.

Apuntes para una historia de


la sojización”.

M. D. comienza señalando que hasta 1970 la soja constituía un cultivo casi


experimental en nuestro país. A partir de ese momento manifiesta un
crecimiento extraordinario. En el año 2010 más de 19 millones de hectáreas
estaban ocupadas con soja en Argentina. Se constituye así en el principal
cultivo exportado, con una clara tendencia al monocultivo.

Esta vertiginosa expansión se da en el marco de una creciente articulación


entre los complejos agroindustriales y la demanda mundial y ha provocado
cambios de la matriz agropecuaria y a nivel social.

Entre los cambios más notorios se observa:


- Una tendencia a la agriculturización de la producción.
- Concentración económica y centralizar el capital agrícola y
agroindustrial.
- Creciente homogeneización de los factores agrícolas en todo el país de
la mano del corrimiento de la frontera agropecuaria y la
“pampeanización” de territorios extrapampeanos.
- Tomando centralidad el modelo del agronegocio.

De la primera expansión al umbral de la sojización:


El primer proceso de crecimiento del cultivo de soja se da en la década de los
’70 en la región pampeana aprovechando la infraestructura ya instalada en la
región, en particular en lo que se refiere a acopio y comercialización. Se
evidencia allí un crecimiento de la superficie cultivada con soja con destino a
ser comercializada en el mercado externo. A finales de la década, 2.100.000
ha estaban sembradas con esta oleaginosa. Los factores que impulsaron este
crecimiento son agrotecnológicos, comerciales y de política pública en
materia de promoción de cultivo.

Sojización de la agricultura y concentración de la economía: un proceso aun


en marcha.

En la década del ’90, en el contexto de las políticas neoliberales, se produce


un crecimiento sostenido del cultivo de soja y una serie de profundas
transformaciones de la matriz productiva agropecuaria en Argentina.
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Este cambio se vio impulsado por factores internos (paridad cambiaria,
desregulación de la economía, privatización de activos del Estado,
flexibilización laboral) y externos (crecimiento de la demanda y alza en los
precios de las materias primas agrícolas).

Este es un período de expansión del cultivo de soja diferente a las etapas


anteriores, que se da en un contexto de marcada liberalización de la
economía y desregulación.

Durante esta década se produce un notorio crecimiento de la producción de


granos que continuaría en los primeros años del nuevo milenio, llegando al
2002 a producirse en el 70 millones de toneladas de granos (cereales y
oleaginosos).

En esta coyuntura se constata una mayor composición orgánica del capital,


un aumento de los rendimientos por hectárea y un crecimiento de la frontera
agropecuaria.

Además, la matriz productiva se va agriculturizando, perdiendo terreno la


producción ganadera.

Las formas de producción y gestión evidenciaron un sostenido crecimiento de


los contratos y arrendamientos y una participación cada vez mayor del capital
especulativo financiero.

Entre los factores que explican la relación del proceso de sojización de la


producción agrícola se puede destacar:
a- La aplicación desde 1996 de un nuevo paquete tecnológico, controlado
por el capital extranjero que permite el uso de semillas genéticamente
modificadas, combinadas con la aplicación de glifosato y la siembra
directa.
b- A eso se le suma el incremento de la demanda y del precio en el
mercado internacional de la oleaginosa.

En relación al uso del suelo este nuevo modelo productivo pone a las
oleaginosas en el centro de la producción agrícola nacional, desplazando a
otros cultivos y a la ganadería y desplazándose hacia regiones que hasta
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entonces eran consideradas “marginales” y en la que provocaron una
drástica reducción de los montes naturales y una notoria disminución de la
producción campesina.

Al mismo tiempo desde el punto de vista de las unidades de producción se


puede observar un importante proceso de concentración económica y
reducción del volumen total de explotaciones agropecuarias. Se produce un
crecimiento de la superficie promedio de las explotaciones y el papel
dominante de las de mayor escala. Las explotaciones de 200 o menos ha
fueron los que más disminuyeron. Esto se explica por los mayores márgenes
de rentabilidad de las explotaciones de mayor superficie.

También en este período se produce un crecimiento de la participación


relativa de la mano de obra asalariada en la agricultura, particularmente de
aquellos que trabajan para empresas contratistas.

En términos de la organización del trabajo familiar, la autora señala que se


produce un aburguesamiento del viejo chacarero, al disminuir la
participación del trabajo familiar en las labores y crecer la contratación de
mano de obra asalariada.

Los sectores más concentrados de la producción son los que ocuparon el rol
más relevante en la estructura productiva. Estamos hablando de la cúpula
burguesa-terrateniente y los grandes capitalistas arrendatarios (pooles de
siembra, fideicomisos, fondos de inversión).

*La llamada pampeanización de regiones antes marginales expresa el


proceso de extensión tanto de producciones como de formas y relaciones de
producción típicas de la región pampeana, fuera de los territorios de esta
zona, sobre todo en el NE y NO del país.
El crecimiento de la soja en estas regiones se dio en detrimento de las
producciones tradicionales de estas provincias y las reservas naturales.

También se produce durante este período y como resultado del proceso de


sojización un aumento de la conflictividad rural en lo que se refiere a las
disputas por la apropiación y el uso del suelo.

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Este acto fue configurando una estructura agrícola especializada en
comodities orientadas al mercado externo, con predominio de los agentes
económicos más concentrados y centralizados propios de desarrollo
capitalista, en detrimento de los pequeños y medianos productores y de los
trabajadores rurales, que disminuyeron significativamente.

Las condiciones económicas que cambian en los primeros años de las


décadas del 2000 –con especial importancia de devaluación de la moneda-
no transformarán estas tendencias, sino que estimularán algunos de los
procesos en desarrollo. La devaluación implicó una disminución del costo en
dólares del proceso productivo, en particular de la mano de obra.

En 2009 la participación del cultivo de soja en Argentina es de 18 millones de


ha, impulsada por el notorio crecimiento de los precios internacionales de la
soja, ocupando la mitad de la superficie sembrada en Argentina.

El desarrollo de este modelo agrícola representa un serio problema


ambiental para nuestro país, tanto por su expansión territorial como por la
forma en que se desarrolla.

La tendencia del capitalismo agrario hacia el crecimiento de las grandes


explotaciones y el debilitamiento de las medianas y pequeñas, como fuera
señalado por los clásicos de la Sociología rural, se presenta de manera
evidente en Argentina en las últimas décadas (Kautsky).

En definitiva el problema “no es la soja, es el capitalismo y las condiciones


económicas en las cuales este se desarrolla en un determinado tiempo y en
una formación económico-social particular”.

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16/5/2017
SZTULWARK, Sebastián (2012)

Al autor le interesa el proceso de diferenciación productiva de la actividad


semillera, las nuevas bases de conocimiento, el proceso global en el que se
inscribe y los procesos de especialización al interior de la cadena global de
producción.
Analizará el caso argentino tratando de caracterizar los distintos actores de
esta cadena productiva.

Argentina es uno de los países líderes en el nuevo modelo de agricultura


informacional que se estableció a nivel mundial desde hace diez años.

1) El segmento agrícola
La difusión de los cultivos genéticamente modificados está concentrada en
tres países: USA con 55% de la superficie sembrada, luego Argentina (19%) y
Brasil (16%). De estos países Argentina es la que destina la mayor parte de su
superficie a la siembra de transgénicos (61% del área sembrada). La soja
genéticamente modificada abarcaba para la campaña 06/07 el 86% de esta
superficie.

De los diversos rasgos de modificación genética, el que prima en los cultivos


transgénicos es el RR, la resistencia al herbicida Glifosato, representando casi
el 90% del área sembrada con cultivos modificados genéticamente. (MG).

La introducción de los cultivos transgénicos en Argentina representa un


punto de inflexión histórico en la agricultura de nuestro país. A partir de este
proceso se duplica en sólo una década los valores de producción del ciclo
anterior.

S. señala que el cambio tecnológico fue articulado pro las semillas MG pero
no se agota en éstas. La nueva semilla fue el núcleo de un paquete
tecnológico constituido por el uso de fertilizantes y herbicidas, la aplicación
de la siembra directa y la informatización de la maquinaria agrícola.

Este nuevo paquete tecnológico se combinó con un nuevo modelo de


organización de la producción en red entre: los productores primarios, los

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nuevos contratistas y los proveedores de servicios. También se desarrolló una
red de oferentes de agro insumos que proveyeron financiación barata.

Pero los cambios tecnológicos no explican por sí solos la dinámica de esta


producción. Hay que destacar que los cambios estructurales de la economía
mundial y, en particular, el acelerado proceso de industrialización de Asia
impulsaron una muy fuerte alza de los commodities agrícolas. Este factor de
la demanda es un elemento fundamental para explicar el contexto tan
favorable a la difusión de los cultivos MG.

La introducción del nuevo modelo agrícola de producción profundizó el


proceso de “agriculturización” de la actividad primaria en Argentina,
desplazando la actividad ganadera hacia tierras marginales (pensar Dougnac).
Este proceso estuvo asociado, sobre todo, por la expansión del cultivo de soja
hacia regiones no pampeanas.

Los protagonistas de este segmento no son sólo los propietarios de tierras.


Una de las características de este proceso es la intensificación de los
mecanismos de arrendamientos y de contratos de producción. En 2002 dos
tercios de la actividad agrícola era llevada adelante por contratistas. (En la
actualidad supera el 95%).

La categoría de contratistas engloba una diversidad de situaciones que tienen


en común el hecho de controlar activos físicos y de conocimiento con los
cuales desarrollar la actividad sin necesidad de poseer tierras. Sobre estas
bases se fueron consolidando nuevas redes de empresarios locales,
especializados en la producción agrícola. Se trata de empresas que articulan
una red de contratistas y proveedores de servicios especializados. Entre éstos
los más grandes son El Tejar y Los Grobo.

Desde el punto de vista de la especialización productiva este segmento es de


dominio de los actores locales, que se han adaptado a un nuevo modelo
agrícola globalizado.

2- El segmento industrial

Refiere a la actividad de mejoramiento vegetal (se distingue de la


biotecnología –anterior- pero es menos compleja) y de producción de
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semillas, que tiene una larga tradición en Argentina, tanto en el sector
público como en el privado.
En el caso de la soja transgénica, el protagonismo lo tuvo desde el principio el
sector privado, destacando la empresa de origen nacional Nidera. Los grupos
extranjeros que operan con mayor peso son Monsanto y Sygenta.

Argentina es hoy uno de los principales mercados de semilla del mundo, con
un mercado de alrededor de 930 millones de dólares por año.

La particularidad de este segmento es que hay una gran participación de


empresas locales en la oferta de semillas, que producen más del 90% del
total para el mercado interno.

La introducción de la semilla transgénica tendió a reestructurar la actividad


semillera en Argentina. Estas semillas se difundieron en soja, maíz y algodón.
A partir de 1995 crece sostenidamente el registro de nuevos cultivares,
especialmente de las variedades genéticamente modificadas.

En el período 1994 – 2006 para la soja, la mayor parte del registro (64%)
corresponde a variedades de origen nacional. Ello confirmaría que la
tecnología industrial de mejoramiento convencional de semillas está en
manos locales, pudiendo competir tecnológicamente con los capitales
externos.

El mercado de la semilla de soja es liderado, en el quinquenio 2001 – 2006,


por Nidera (54,5%) y seguido por Don Mario (18,7%). En tercer lugar se ubica
Monsanto con el 10% de participación, la multinacional que desarrolló y
difundió la soja RR.

El mercado de la semilla de maíz es distinto, hay mayor peso de las


multinacionales, encabezando el ranking para el período indicado Monsanto
con el 35,6%, seguido por Nidera que manejaba un 19,5% del mercado. El
carácter híbrido del maíz permite una mayor apropiabilidad.

En el caso del maíz, la mayoría del registro corresponde a híbridos no


genéticamente modificados. Aunque en los últimos la inscripción de semillas
Bt empezó a modificar la tendencia. También es mayoritaria la participación
de la agroindustria nacional de este cultivo.
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S. destaca en este segmento la alta participación de las empresas nacionales,
atribuida a la capacidad local de fitomejoramiento convencional y a la
existencia de programas de investigación activos.

3- El segmento biotecnológico:

Hacia fines de 2007 en la Argentina se habían autorizado 12 eventos


transgénicos que podían ser comercializados (soja, maíz, algodón) con dos
características: la resistencia a los herbicidas (RR) o a lepidópteros (Bt). 8 de
los eventos corresponden al maíz, 1 a la soja y 2 al algodón. El carácter
híbrido del maíz juega un papel fundamental en la dirección de las
innovaciones.

El autor señala que la aprobación comercial de un evento transgénico implica


pasar un riguroso proceso de regulación que incluye aspectos vinculados al
medioambiente, a la salud humana y las perspectivas comerciales de tal
liberación (impacto sobre potenciales mercados de exportación).

El primer evento aprobado fue la soja RR en marzo de 1996. Esta variedad


transgénica había sido desarrollada por Monsanto en USA. En Argentina
Nidera compra una filial de Monsanto que tenía esa tecnología, teniendo
acceso a la misma antes que Monsanto la presentara en el país.
Fue Nidera la primera que solicitó autorización para la liberación comercial
de la soja RR, sin tener la propiedad intelectual ni la capacidad productiva
para desarrollar este evento transgénico.

Salvo el caso de la soja todas las autorizaciones comerciales vinculadas a los


transgénicos fueron obtenidas por los grandes agentes globales (Monsanto,
Sygenta) que ya habían pasado los procesos regulatorios en sus respectivos
países y solicitaban autorización para la comercialización en Argentina.

En materia de investigación y solicitud de liberación al ambiente de


variedades GM la mayor parte está en control de las grandes empresas
globales (Monsanto, Syngenta, Bayer, etc.) que hicieron el 75% de los
pedidos ante la CONABIA. Un 5% fue realizado por el sector público y casi un
7% por dos grupos nacionales: Nidera y Don Mario. Son estas grandes
empresas globales las que monopolizan las solicitudes de patentes de
variedades MG.
8
La información presentada en este apartado muestra un claro predominio en
el sector biotecnológico de las grandes empresas globales, que controlan la
capacidad productiva, a partir de la inversión de grandes cantidades de
dinero en investigación y desarrollo.

17/5/2017
Manildo, Luciana (2013).

Durante la década de los ´90 el agro argentino modificó profundamente su


estructura social. Esto en el contexto de un modelo de acumulación fundado
en la desregulación, la liberación de los mercados y la traslación de ingresos
hacia los sectores más concentrados de la economía.

Estas transformaciones estructurales profundizaron la presencia dominante


del capital y desplazaron a la producción familiar de la región pampeana.
Se produjo una dependencia de la agricultura del sector externo, en un
período de crecimiento con exclusión, el aumento de la productividad y las
cosechas record que fue acompañado por la crisis terminal de la pequeña y
mediana explotación agropecuaria, en particular la familiar.

Aparecen en este nuevo escenario nuevos actores: los contratistas, sea de la


tierra (pooles de siembra y otras formas de inversión y gestión) o de
maquinaria para labores de siembra y cosecha.

Endeudamiento crisis y desplazamiento:


Lo que hace particular a esta crisis es la combinación entre lo preexistente y
lo novedoso, que configura un escenario particularmente adverso, frente al
cual los sujetos tienen un muy escaso margen de maniobra.

Lo novedoso es el encuentro entre las tendencias históricas a la reproducción


y las tendencias al cambio en la franja de productores familiares, que
históricamente había articulado un relativo equilibrio. En esta nueva
coyuntura se trastocan sentidos largamente arraigados.

La tesis de Manildo es que históricamente estos productores tenían un lugar


en la estructura productiva, que contempla la idea del riesgo de la misma y se
expresa en sus HABITUS. Pero este nuevo escenario produce una escisión en
9
sus habitus en tanto este nuevo capitalismo, flexible, agrario que mina la
capacidad reflexiva a largo plazo, por su imprevisibilidad y alta vulnerabilidad.

Esta crisis se expresa como una disolución de los soportes materiales,


culturales y simbólicos que hasta entonces habían organizado su experiencia
de mundo, permitiéndoles desplegar experiencias exitosas en la estructura
agraria anteriormente.

La deuda es un mecanismo que condensa ciertos requisitos propios de las


nuevas coordenadas productivas. Se produjo durante los noventa un proceso
de alto endeudamiento de los productores familiares vinculados a los
procesos productivos, particularmente entre los pequeños y medianos
productores. Esto se tradujo en el remate de numerosas explotaciones.

En el intento de modernización tecnológica puede observarse algunas


estrategias de gestión y producción que ya no resultan eficaces en el nuevo
contexto y en otros casos intentos de adaptación mediante modernización,
que termina transformando una determinada forma de reproducción social y
un determinado soporte identitario.

Identifica tres modalidades diferentes de desplazamiento.


1 – liquidación de la explotación, salida de la explotación directa y reinserción
en actividades agrarias.
2 – liquidación de la unidad productiva familiar con reinserción en actividades
agrarias, como contratista o arrendatarios.
3 – preservación de la condición de propietarios y productores.

Capítulo 2. La dimensión subjetiva del desplazamiento.

En el trabajo de campo fue descubriendo, a través de entrevistas, las


innumerables dimensiones que implicaba este cambio productivo, más allá
del estricto cambio de actividad de las familias. Así es como aparece la
llamada “dimensión subjetiva del desplazamiento” en la investigación.

Se pudo identificar en los relatos un NOSOTROS, que refería a una historia


compartida por productores que tenían varias generaciones en el campo.

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La dimensión simbólica del desplazamiento refiere a la búsqueda de
reanclajes identitarios de sujetos que comparten un espacio geográfico,
historia y marcos culturales pero describen derroteros (caminos)
significativamente diferentes heterogéneos a partir de situaciones similares,
en el marco de una experiencia que implicó la desorganización del mundo
cotidiano al extremo de hacerlo ilegible.

Eso ha sido tematizado como el estallido de la identidad chacarera.

Manildo señala la relación dialéctica entre la dimensión material y la


simbólica, en cuyo discurrir se despliegan procesos de producción y
reproducción social.

Lo que se pone en juego no es otra cosa que la relación entre herencia y


experiencia entre habitus y prácticas. La afirmación “yo soy productor”
constituía parte del relato identitario, un marco que orientaba la acción y la
dotaba de sentido.

Además de heredar la tierra los productores heredaban un conjunto de


saberes, que no eran otra cosa que el habitus como anticipación de lo
posible. Con el cambio productivo se produce un desajuste entre las
condiciones objetivas y las condiciones subjetivas de los productores.

El desanclaje de la tierra.

Mantener la propiedad de la tierra constituyó el objetivo de varias


generaciones, siendo más que una cuestión sólo de orden económico,
teniendo una dimensión simbólica colectiva e individual. La consolidación del
nuevo modelo productivo puso bajo amenaza la centralidad de la tierra para
muchas familias de productores.

Manildo plantea que las entrevistas le permitieron comprender que “las


nuevas condiciones estructurantes resultan incompatibles con la relación con
la tierra como anclaje identitario”.

El nuevo escenario suponía un conjunto de saberes con el que no contaban la


mayoría de los productores. Más asociados a la gestión de tipo empresarial.

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El cambio vertiginoso de las reglas de juego expuso a los productores a la
contradicción entre su reservorio de experiencias y el devenir objetivo del
mundo en el que intervenían.

Durante el proceso sucede lo que Manildo entiende como una


heterogeneización de las trayectorias de los productores.

Entiende que la diferencia entre los productores que se pudieron adaptar y


los que no, está en que los que sí hicieron una articulación entre un
distanciamiento reflexivo del habitus y la selectividad de la tradición, en el
sentido que le asigna R. Williams.

La contracara de estos que se distanciaron de sus habitus es la producción de


“habitus desgarrados”.

ESPACIO E IDENTIDADES SOCIALES: LA REDEFINICIÓN DEL “NOSOTROS” Y DEL


“TERRITORIO CHACARERO”.

Los procesos de reforma estructural modifican la identidad forjada a través


del vínculo con la tierra, dando inicio a un proceso de transformación de las
identidades largamente sedimentadas, así como de las prácticas en torno a
las cuales se estructuraban y reproducían.

Se produce un proceso no armónico de redefinición de los patrones de


pertenencia y legitimidad social. es un proceso contradictorio, selectivo y de
reanclajes identitarios aún en curso.

Manildo señala que la reforma estructural que atraviesa los noventa


redefinió las características del espacio social pueblerino, y del mismo modo,
la distribución de la posición de los actores, de recursos materiales y
simbólicos escasos, la percepción de lo legítimo y de lo positiva o
negativamente connotado por el colectivo.

Señala que las situaciones que se fueron sucediendo a partir del alto
endeudamiento y la crisis modificó también las relaciones que se establecían
con otros actores del pueblo, de cooperativas y trabajadores del banco,
transformando los vínculos.

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Se fragmenta y se redefine aquel “nosotros” referido al mundo chacarero. El
nuevo “nosotros” incluye a quienes han podido adaptarse a las nuevas
exigencia. Es un “nosotros” reducido.

La alteridad en este nuevo contexto se define en términos de carencia. De


incapacidad de resolver la crisis, expulsados del campo. La mayoría de ellos
se retiró de los espacios de pertenencia y sociabilidad.

El desplazamiento implicó la ruptura de vínculos constituidos por lazos de


amistad, de parentesco y de vecinazgo reproducidos de generación en
generación. Se produce una estigmatización de estos no vínculos. Esta
sanción social se transforma en una auto-sanción.

Manildo señala que la radicalidad de las transformaciones operadas produjo


rupturas en el sentimiento de continuidad intergeneracional y los
mecanismos de transmisión. Estas rupturas biográficas se tradujeron en
procesos de des-subjetivación, obligando a los sujetos a buscar nuevos
anclajes identitarios y reinscribir el presente en el curso de la historia.

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30/5/2017
Vigencia de la reforma agraria en América Latina
Héctor Robles Berlanga – Luciano Concheiro Bórquez
La vigencia actual de la reforma agraria radica en que en América Latina
existen grandes desigualdades en la distribución de la tierra, el índice de la
distribución de la tenencia de la tierra en el continente es el más alto en el
mundo. Además, tampoco se ha erradicado la pobreza, dos de los objetivos
centrales de la reforma agraria.

América Latina se caracteriza por contar con una estructura agraria muy
diferenciada. De un lado, un segmento pequeño de propietarios que
poseen grandes extensiones de tierra y, por el otro, un sinnúmero de
propietarios con unidades de producción muy pequeñas.

La reforma agraria se plantea como respuesta a:


- Estructuras agrarias atrasadas;
- A la gran desigualdad en la distribución del ingreso;
- A la necesidad de introducir innovaciones técnicas en los procesos
productivos;
- Para modificar las estructuras de poder y permitir una distribución más
amplia del poder económico y político;
- Y a redefinir el papel asignado a la agricultura en el desarrollo nacional.

Diversas interpretaciones sobre la Reforma Agraria:


Para Solon Barrachough (1970) los movimientos de reforma agraria
responden a los siguientes procesos:

Existe una estructura social tradicional rígida. Emergen nuevas condiciones


económicas y sociales que producen tensiones crecientes sobre la estructura
tradicional.
Se produce un cambio en el sistema de valores sociales, por el cual los
valores tradicionales son reemplazados por otros nuevos, menos en acuerdo
con la estructura tradicional. Hay un acontecimiento o una combinación de
actores y acontecimientos catalizadores que inician la desintegración de la
vieja estructura social.

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La reforma agraria significa la redistribución en gran escala de la propiedad
de la tierra.

Edmundo Flores (1972) señala que las reformas agrarias no deben ser
confundidas con el aumento de la eficiencia en la agricultura por medio de
semillas híbridas, servicios de extensión agrícola o medidas similares. Aunque
estas medidas son necesarias, no alteran básicamente ni la distribución del
ingreso ni la estructura político-social.

De acuerdo con Peter Dorner y Don Kanel (1974), distribuir la tierra a los
campesinos, a pesar de todas sus imperfecciones, ofrece una seguridad
mucho mayor a la población agrícola que la propiedad en manos de grandes
terratenientes. Una agricultura de campesinos propietarios ofrece un refugio
para las masas de gente que carece de empleos fuera del campo.

Marlon Brown (1974) señala que con la implementación de la reforma


agraria se pretendía modificar las relaciones de desigualdad existentes en el
campo. Se veía a la reforma agraria como un proceso de justicia social y de
reparto de poder político.

Según Erich Jacoby (1975) la urgente demanda de reforma agraria es una de


las características significativas de una época marcada por el contraste
siempre en aumento entre el atraso agrícola y el bajo nivel de subsistencia de
los campesinos.

Las primeras reformas agrarias:


En América Latina se pueden identificar siete reformas agrarias “profundas”
protagonizadas por México (1910-92), Bolivia (’50), Cuba (en los años 60),
Chile (1964-73), Perú (’70), Nicaragua (’80) y El Salvador (’80).

Se consideran reformas profundas porque modifican las estructuras agrarias


de sus respectivos países y repartieron o restituyeron tierras a un número
muy importante de campesinos e indígenas. Es importante señalar que la
aplicación de la política agraria fue distinta en cada país.

La reforma de 1990:
En casi todo el continente se presentaron modificaciones a los marcos
jurídicos agrarios a partir de la década de 1990. Este período se caracteriza
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por establecer como base de la reforma agraria la circulación de las tierras, el
acceso a la tierra por medio del mercado y no vía expropiaciones y la
medición y titulación de los predios, por lo que son consideradas reformas
agrarias menos agresivas.

Se implementaron en Centroamérica, Chile, Brasil y Ecuador. Estos dos


últimos países, junto con Bolivia, modificaron su política agraria por una de
reparto y saneamiento de tierras.

Las tierras indígenas:


Recientemente se reconoce que una parte importante de los dueños de la
tierra son indígenas, quienes irrumpieron en la escena continental con
nuevas propuestas de organización y recuperación de espacios y ampliando
la agenda de las luchas sociales.

Si bien ciertas reformas agrarias han fortalecido la posesión de algunos


territorios, en muchos casos han contribuido a la pérdida de espacios
tradicionales, por medio de la atribución de sus tierras a campesinos
mestizos y excombatientes.

Las reivindicaciones indígenas en Latinoamérica y Centroamérica han sido


fuertes y se presentan en torno a la recuperación de territorios y no sólo de
comunidades, de autonomía y autogobierno, administración de sus recursos
naturales, etc.

La bimodalidad de las unidades de producción


América Latina se caracteriza por contar con una estructura agraria muy
diferenciada: por un lado, un segmento pequeño de propietarios que poseen
grandes extensiones de tierra y por el otro, un sinnúmero de propietarios con
unidades de producción muy pequeñas.

Los productores que tienen menos de 10 ha representan el 70, 78% y poseen


el 4,31 % de la superficie, con un promedio de 2,65 ha, los que tienen 1.000
ha o más representan el 0,73% y son dueños del 52,96% de la superficie, con
predios promedio de 3.150 ha.

Esta gran desigualdad en la distribución de la tierra conlleva a que muchos


movimientos sociales del continente exijan una reforma agraria redistributiva
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de la tierra. Mientras existan grandes concentraciones de tierra en pocas
manos y una masa enorme de jornaleros sin tierra o campesinos
minifundistas, la reforma agraria será una demanda vigente.

La desigualdad en la distribución de la tierra:


La estructura agraria da como resultado que América Latina, como se veía al
principio, tenga la desigualdad en la distribución de la tierra más alta de los
cinco continentes (0,83). Los índices de distribución de la tierra –GINI- son
muy altos: Paraguay (0,93), le siguen Colombia, Brasil, Venezuela, Guatemala
y Argentina (más del 80%) y con los índices más bajos se tiene a Bolivia,
México y Perú.

El problema de la falta de titulación:

En América Latina no todos los propietarios de la tierra cuentan con títulos


de propiedad, otros títulos no están actualizados, existe sobreposición y
titularidad múltiple y se han emprendido procesos de redistribución de la
tierra. Es decir, no existen derechos de propiedad claramente definidos y
legalmente reconocidos.

En América Latina se estima que en 2014 más del 50% de los propietarios de
la tierra no poseían títulos seguros sobre sus tierras.

El mercado de tierras y la extranjerización:

Señalan la existencia en la región de un proceso de concentración y


extranjerización de la tierra, vinculado con los cambios globales en el sistema
agroalimentario. También se ha identificado una expansión de la
concentración de la tierra destinados a la explotación minera.

Unidad 5

Por último, la unidad 5 está dedicada a trabajar sobre los procesos de


resistencia a las trasformaciones estructurales provocadas por la
consolidación del modelo del agronegocio, poniendo particular atención a la
acción de los movimientos sociales presentes en el medio rural. En esta
unidad reflexionaremos sobre distintas experiencias organizativas en
Argentina y en el resto de América Latina, y los complejos desafíos con los
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que se enfrentan. También recuperaremos trabajos que dan cuenta de
experiencias pasadas de lucha en el medio rural latinoamericano, y que
representan un antecedente para las luchas actuales.

Rozé: Conflictos Agrarios en la Argentina: el proceso liguista (1970-1976).

Formación de productores agrarios de las regiones complementarias

En Argentina, hasta la década de los años ’70, una amplia gama de regiones
agrarias estaba conformada por una multiplicidad de relaciones de
producción y notables diferencias en las características de los productores
rurales. Se encontraban circunscriptos por la evolución del sistema capitalista
de producción, la variada división local del trabajo, por territorios y regiones
destinadas a la producción en virtud de las demandas del mercado en
expansión, etc.
Primero se desarrolla producción agrícola en la región pampeana volcada al
mercado externo, y en una segunda etapa la agricultura llega a nuevos
territorios, primero bajo prácticas extractivas como la tala de árboles. A estas
regiones extra-pampeanas Rozé las define como complementarias.
El autor en particular estudiará a los productores del nordeste argentino, en
las provincias del Chaco, Formosa, Corrientes y Misiones y tres
departamentos de Santa Fé. Es una región que se incorporará tardíamente al
proceso de producción nacional. La puesta de producción de estas tierras no
eran una alternativa rentable para los empresarios capitalistas, por ello se
asentaron productores en pequeñas parcelas de tierra en la que desplegaban
su fuerza de trabajo. El capital se asienta aquí en otras formas productivas
y/o comerciales.
Como resultante del proceso se conforma una matriz de pequeños y
medianos productores de cultivos industriales que emplean mano de obra
familiar y contratan fuerza de trabajo estacional según las necesidades de la
producción (Ejemplo: algodón).
El tipo de producción que se llevaba a delante en cada región estaba
determinado por las condiciones naturales y las demandas del mercado. En
este sentido, señala la existencia de cuatro estratos de productores:
a) Semicampesinos o semiproletario: ocupan parcelas que por su tamaño
no tamaño no permiten la reproducción del productor y su familia, y
venden por ello la fuerza de trabajo.

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b) Pequeños campesinos: mano de obra familiar, sobreexplotación de la
fuerza de trabajo familiar.
c) La producción mercantil: estrato más característico de productores de
la región. Combinan mano de obra familiar con la concentración de
mano de obras para todas las tareas estacionales. Puede hablarse de
modernización.
d) La producción capitalista: aparece la contratación de la mano de obra
permanente y la concentración de mano de obra externa que es muy
superior a la familiar. Los índices de mecanización son muy altos y
acumulan capital. Se asimilan a los “farmers” norteamericanos, aquí
llamados chacareros.

A efectos de conseguir mejoras de lo obtenido por su producción, crearon el


mecanismo de las cooperativas que intervienen en los procesos de
comercialización altamente concentrado, buscando realizar las ventas en
condiciones más favorables del mercado. El otro mecanismo de defensa de
estas clases de las regiones complementarias es la acción conjunta para
presionar al Estado.

Dentro de la región hay tres subregiones productivas:


a) La región algodonera: abarca Chaco, Formosa y parte de Santa Fé.
Predomina el monocultivo.
b) Misiones: cuyas características es la diversidad de producciones que se
van reemplazando según las condiciones del mercado.
c) Un pequeño sector de la provincia de Corrientes de productores
tabacaleros.

Estas estructuras sufren en la década de los ’60 cambios a partir de las


transformaciones que afectan a todo el ámbito agropecuario del país, como
parte de un proceso de reacondicionamiento de las regiones agrarias de
producción y de la división social territorial del trabajo. Durante este periodo
se intentó transformar a la producción familiar a los esquemas empresariales
de producción. Por ello el Estado debía liberar a los productores al libre juego
de la demanda.

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Rozé entiende que el proceso liguista es una reacción de los productores
rurales a las profundas transformaciones en la estructura agraria que ponían
en juego su existencia como sector productivo.

El proceso de surgimiento de las ligas agrarias y el contexto político


institucional

La movilización de las ligas agrarias se produce entre los años 1970 y


1976 en una coyuntura de alza de las luchas sociales y un complejo proceso
político a nivel nacional. La burguesía ligada al capital financiero instaurará en
el país una serie de golpes de Estado ante su incapacidad de conseguir el
consenso político que lo legitime. A través de la violencia militar desarrollará
las líneas de su proyecto de clase y su política económica. Este programa
afectaba a casi la totalidad de los sectores sociales y redefine los
instrumentos políticos de mediación de relaciones sociales.
Esta burguesía que impulsó el golpe militar deslegitimó los partidos
políticos como medios de representación, y dio lugar a la expresión de
intereses de las estructuras corporativas. Los sectores que no estaban
representados en las estructuras corporativas empiezan a expresarse
políticamente a través de luchas mediante enfrentamientos directos,
planteados como críticas y superación de estos mecanismos corporativos. En
este sentido, se establece una alianza entre la clase obrera, la pequeña
burguesía y los pobres de la ciudad y del campo.
Este escenario de crisis político-institucional de los mecanismos de mediación
en 1973 se cierra en la conformación del gobierno electo, volviendo a
canalizarse las demandas políticas por los canales partidarios. Esto provocaría
una baja en el plano de la lucha de clases.

-fin apuntes María rosa-

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By Juanba 6/6

Bartra – “Perversiones rústicas”

El capitalismo es industrial por antonomasia, pues la fábrica es propicia a la uniformidad


tecnológica y la serialidad humana. La agricultura, en cambio, es el reino de la diversidad,
heterogeneidad de climas, altitudes, relieves, hidrografías, suelos, especies biológicas, ecosistemas
y paisajes, que históricamente se ha expresado en diversas de frutos y practicas productivas,
sustento de una inagotable pluralidad de usos, costumbres y talentos culturales que a su vez ha
transformado paisajes, ecosistemas y especies mediante una virtuosa interacción.

La pluralidad es marca de fábrica de sociedades campesinas que quizá varían pausadamente en el


tiempo pero en cambio son ilimitadamente diversas en el espacio. Este pluralismo de las
sociedades campesinas que se resiste a la uniformizante industrialización remite a la diversidad
natural. La diversidad y heterogeneidad del origen agrario sufre la amenaza creciente de un
capitalismo que trata de sustituirla desde hace 200 años por la agricultura industrial.

Bartra plantea así como el obrero no es intrínsecamente una mercancía, la naturaleza tampoco lo
es. La reproducción de la vida y de la naturaleza es un “misterio” que escapa de los dominios del
dinero. Pero la lógica capitalista busca transformar esta realidad, privatizarla, volverla rentable. La
separación de la intermediación directa del hombre con su medio, está dispuesta por la mediación
del capital, para proletarizar el trabajo, privatizar la tierra y la sustitución de saberes campesinos
por tecnologías propicias a la intensificación y emparejamiento de los procesos productivos
agropecuarios.

El capital no busca solo apropiarse de la naturaleza, sino crear una que responda a sus compulsivas
necesidades de valorización. Bartra cree que sin embargo ello está condenado al fracaso, por la
irreductibilidad humana. El autor sostiene que el capitalismo es insostenible ambientalmente. La
intrínseca irracionalidad de la agricultura europea “moderna” rompe los equilibrios metabólicos
básicos en el medio natural al no restituir a los suelos, los nutrientes. Esto es solo un elemento de
tantos que deterioran las condiciones del medioambiente. Para dar cuenta de ello el autor va a
utilizar el término ecocidio para referirse a esta ruptura del metabolismo hombre-naturaleza.

Marx afirma que el capitalismo que esquilma al obrero también esquilma a la naturaleza. Bartra
señala que en el campo la locomotora histórica del capitalismo resultó una carreta y en mejor de
los casos un tractor. Esto en relación al desarrollo más lento, pausado, de las fuerzas productivas
en la agricultura que en el sector industrial.

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Pero no es solo en tiempo. La irreductible diversidad natural condiciona también los modos de
producir, y la forma que adquiere la división del trabajo (las relaciones sociales de producción). La
agropecuaria es una producción incómoda para el gran dinero, tanto por las fluctuaciones de los
factores climáticos, como por el impacto de las malas cosechas sobre los precios del trabajo en el
medio rural.

Además de los tiempos biológicos y los ciclos naturales, no siempre responden a la demanda social
de mercancías agrícolas. Y la existencia de tiempos muertos genera costos para el capital que no
se presentan en el sector industrial, tanto en lo que refiere al costo de mano de obra como al de
las maquinarias.

Revolución Verde

La revolución verde es un intento de las fracciones del capital de avanzar en contra de los límites
que la naturaleza impone al desarrollo de las fuerzas productivas en la agricultura, en un proceso
de subsunción material. Los esfuerzos de crear una naturaleza a imagen y semejanza del capital
continúan en las últimos dos décadas a través de los transgénicos y la nanotecnología. En ambos
casos el conocimiento vinculado a las prácticas culturales agrícolas se separa de las prácticas y
saberes propios de los agentes y queda en manos de grandes corporaciones. Y en ambos casos
estos procesos encuentran resistencia social.

De la renta de la tierra a la renta de la vida

La década de los ’80 es un momento en el que aparecen por primera vez organismos
vegetales genéticamente modificados y comienzan a patentarse. Al igual que la vieja agricultura la
biotecnología tiene una base natural pues el germoplasma es un recurso diverso, finito y
abigarrado que forma parte de ecosistemas territoriales, de los cuales los más prodigios están en
el sur. La ingeniería genética es monopolizable, y esta privatización excluyente de un bien natural
es, como lo que fue la propiedad territorial, fuente de especulación y rentas perversas.

Bartra señala que el impacto sobre el ecosistema de esta nueva biotecnología es muy
significativo y tiene efectos devastadores sobre el medioambiente. La disputa actual en los siglos
pasados fue por la renta capitalista de la tierra y del subsuelo. Actualmente la disputa se da por la
renta de la vida. En las dos épocas los grandes perdedores son las comunidades campesinas.

La usurpación de la clave genética de la vida es una fuente inmensa de poder económico


pues está en sus manos la alimentación, la salud y cerca de la mitad de los procesos productivos. El
sustento de la revolución biotecnológica es la revolución informática y el monopolio del
germoplasma que adopta cada vez más la forma de datos.

Cuando las ganancias no están tanto en las cosas como en las ideas, la privatización del
conocimiento deviene incontrolable compulsión del capital. La biodiversidad es algo diferente a la
información codificada por las corporaciones rentistas de la vida. La riqueza biológica está
sustantivamente en los ecosistemas.

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Cuando los “piratas” del conocimiento obtienen la información de los territorios biodiversos
adoptan una actitud predatoria y saqueadora respecto al medio natural, considerando solo la
ecuación económica del negocio de la producción transgénica. Su accionar es ecocida en relación
al medioambiente y por la disputa territorial y expulsión de las comunidades campesinas. Es por
eso que Bartra llama a estos actores corporativos como industrias de la muerte.

Bartra considera que las consecuencias del actual modelo biotecnológico recién empieza a
asomarse y que aún queda mucho por descubrir. El autor a su vez reflexiona sobre las dificultades
gnoseológicas que tiene el capital para visualizar de forma integral todas las variables ambientales
y sociales que incluyen el problema de la producción agrícola; el primado de la racionalidad
capitalista tiene efectos devastadores sobre el ecosistema, multiplicando exponencialmente la
desolación.

La amenaza del gran dinero tiene una dimensión espacial, que en este caso se expresa como
emergente de una dominación geoeconómica y política imperial sobre los pueblos del sur
“subdesarrollados” y en particular a los ecosistemas tropicales.

Bartra reflexiona acerca de cómo la biotecnología diseñada en los países centrales no consigue
adaptarse las dinámicas y temporalidades de los sistemas locales de América del sur. Su ineficacia
se radica en que nos están diseñadas para potenciar o adaptarse a las condiciones socio-
ambientales sino para desplazar y reemplazar las prácticas culturales de estos países.

La disconformidad crónica de las relaciones sociales del capitalismo se origina en que la


uniformidad productiva, necesaria para que el mercado funcione bien con la terca diversidad de
sus premisas: el hombre y la naturaleza. Esta tensión se halla en su máximo punto de conflicto en
el trópico, y del resultado de esta batalla depende el futuro de la especie humana.

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