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Trabajo Práctico N° 4: “La Revolución Industrial y el capitalismo”, versión libre y

sintética de Hobsbawn, Eric (1974) - “La Revolución Industrial, últimos aportes y


debates” de Bliss, Santiago Rex (1997).

Alumno: Juan Carlos Bisdorff


Carrera: Profesorado en Letras.

1) A partir de la lectura del texto “La revolución industrial y el capitalismo” de E.


Hobsbawn y la clase sobre Revolución Industrial, realice una síntesis teniendo en
cuenta: la noción de Take off, particularidades que hicieron posible, en Inglaterra, el
pasaje de la sociedad pre-industrial a la industrial (punto de vista económico,
político-institucional, social), industria textil y metalúrgica, y efectos sociales
derivados de la Revolución Industrial.

Eric Hobsbawn denomina como Take off a ese gran despegue de la economía inglesa
que se desarrolló de manera paulatina en los lustros que corren entre 1780 a 1800. En
ese período, estalló la Revolución Industrial, liberando de sus cadenas al poder
productivo de las sociedades humanas y convirtiéndose en el acontecimiento más
importante de la historia de la humanidad desde la invención de la agricultura (sistema
de producción dominante hasta el s. XIX) y las ciudades.
¿Por qué en Inglaterra? ¿Cuáles fueron las condiciones que promovieron el pasaje de
una sociedad preindustrial a una industrial, desde el punto de vista económico, político-
institucional y social?
Antes de la Revolución Industrial, Inglaterra ya superaba al resto de las monarquías
y Estados europeos, en cuanto a producción per cápita y comercio. Su adelanto no se
debía a una superioridad en términos intelectuales (ciencia, educación y técnica), ya que
sus primeros inventos fueron sencillos y fáciles de construir y de usar, propios de
artesanos inteligentes, carpinteros, constructores de molinos y cerrajeros, hasta la misma
máquina de vapor de James Watt (1769) no requirió demasiados conocimientos físicos
e incluso redujo los costos y achicó las dimensiones1, permitiendo su introducción en
sectores urbanos, dando, así, el nacimiento de las ciudades industriales.
En materia legal2, el beneficio privado y el desarrollo económico habían sido
aceptados como objetivos supremos de la política gubernamental. En forma paralela a
los cambios económicos, los sectores propietarios ingleses, crearon el marco
institucional que protegerían sus intereses. Esto se consolidó sobre todo tras la
revolución gloriosa de 1688 que puso fin a cualquier intento de perpetuación del
absolutismo3, dando lugar a una monarquía parlamentaria. Un sector reducido,
conformado por terratenientes de mentalidad comercial, monopolizada casi toda la
tierra, cultivada, a su vez, por arrendatarios que empleaban a gente sin tierras o
propietarios de pequeñas parcelas. El sistema comunal será extirpado por las Enclosure
Acts o leyes de cercamiento (1760-1830) y transacciones privadas. Estas leyes
supusieron la sustitución de los derechos comunales por lo de la propiedad privada. Las
parcelas antes dispersas pasaron a ser poseídas por particulares, agrupadas y cerradas
mediante vallas4. En ellas se aplicaron las mejores técnicas agrícolas del momento
(sistema Norfolk) y los campesinos desposeídos tuvieron que desplazarse a las
ciudades para, después, convertirse, en la mayoría de los casos, en jornaleros. La
manufactura se había difundido hacía tiempo por el campo no feudal y la agricultura
estaba preparada para cumplir tres funciones centrales en la era de la industrialización:

1
Es importante rescatar que la Water frame, patentada en 1767 por Richard Arkwright, fue una
máquina de hilar impulsada por energía hidráulica, permitiendo ampliar la escala de producción e
introduciendo modificaciones claves en las formas de organización del trabajo. El hilado pasó de ser una
actividad doméstica a ser únicamente realizada en las fábricas. Se caracterizó por sus enormes
dimensiones y por depender de los cursos de agua, lo que implicaba mayores costos. La máquina de
vapor fue revolucionaria en el sentido de que optimizó los costos y permitió su traslado a los sectores
urbanos.
2
En la primera etapa del capitalismo, no existía la libertad de asociación o de agremiación. Los
movimientos de rebeldía de los trabajadores fueron reprimidos brutalmente. En 1789, una ley
criminalizaba con la pena de muerte la destrucción de máquinas. Sin embargo, las condiciones de miseria
que padecían los trabajadores los movilizaron a seguir reclamando sobre la prohibición de las nuevas
máquinas en el proceso productivo. Todo esto fue inútil ante el ascenso del industrialismo o maquinismo.
Ya en 1799 se había dictado una ley contra las organizaciones obreras, considerando la huelga como un
delito. En Silva Sernaqué, Santos A. (2002).Contrato Social, Neoliberalismo y derecho penal. Lima,
Perú: Fondo Editorial de la UNMSM. p. 102.
La ley de pobres (1834-1948) tenían como objetivo combinar el alivio a la indigencia con una
seria de medidas disciplinarias y punitivas contra ese sector vulnerable.
3
Los monarcas absolutos eran los que asumían el manejo y fomento de las actividades económicas,
limitando el mercado interno que, debilitado por un descenso de la productividad agrícola, fue lo que
fundamentó la caída de la producción en Francia y Europa oriental.
4
Este marco legal, sumado a otras como las mencionadas en la nota dos, muestra cómo el Estado sostiene
y legitima los cambios que se dan en la propiedad de la tierra, cómo penalizan a las masas rurales y cómo
las obligan a estar empleadas en las nuevas actividades industriales.
a) Aumentar la producción y productividad para alimentar una población no agraria
en rápido y creciente aumento.
b) Proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales reclutas para las
ciudades e industrias.
c) Suministrar un mecanismo para la acumulación de capital utilizable por los
sectores más modernos de la economía.
Las primeras manifestaciones de la Revolución Industrial ocurrieron en una situación
histórica particular, en la que el crecimiento económico surgía de las decisiones
entrecruzadas de innumerables empresarios privados e inversores, regidos por el
principal imperativo de la época: comprar en el mercado más barato para vender en el
más caro. A finales del siglo XVIII, en Inglaterra, ya se había puesto en marcha los
principales cimientos sociales de una sociedad industrial. Se requerían dos cosas:
I. Una industria que ya ofrecía al fabricante importantes retribuciones, pero que
pudiera aumentar rápidamente su producción total, sobre todo si empleaba para
ello innovaciones baratas y sencillas. En ese sentido, el cambio tecnológico
implicó la combinación de dos factores: por un lado, los inventos, desarrollados
mayoritariamente por artesanos habilidosos o técnicos sin formación
universitaria o científica, que respondieron a la necesidad de resolver problemas
muy concretos o consistieron en mejorar máquinas ya existentes. Por el otro, la
iniciativa de los empresarios para adoptar estas innovaciones. Dos sectores
experimentaron los primeros cambios revolucionarios en la tecnología y en la
organización económica (Industrial Algodonera y la Industria Metalúrgica).
II. Un mercado mundial ampliamente monopolizado por la producción de una sola
nación. Inglaterra tenía una economía lo bastante fuerte, reforzada por un
Estado muy agresivo como para apoderarse de los mercados de sus
competidores. Las guerras de 1793-1815 contra Francia le aseguraron la
eliminación de todos los rivales del mundo extraeuropeo, a excepción de la
naciente Norteamérica.
Además, Inglaterra contaba con una admirable industria capaz de acaudillar la
revolución industrial en las circunstancias capitalistas, y una coyuntura económica que
se lo permitía: la industria algodonera y la expansión colonial. El algodón fue el
iniciador del cambio industrial por el impulso del comercio colonial al que estaba
ligado. La manufactura de algodón fue un típico producto secundario derivado de la
dinámica corriente del comercio ultramarino, sobre todo colonial. El algodón en bruto
que se usó en Europa mezclado con lino (fustán) era casi enteramente colonial. La única
industria de algodón puro, conocida por Europa a principios del siglo XVIII, eran la de
la India, cuyos productos (indianas o calicoes), vendían las compañías de comercio con
Oriente en el extranjero y en su mercado nacional debían enfrentarse con la
competencia de las manufacturas de la lana, lino y la seda. La industria lanera inglesa
logró que en 1700 se prohibiera su importación, consiguiendo así, accidentalmente, para
los futuros manufactureros nacionales una suerte de vía libre en el mercado interior.
Durante el período 1789-1848, la industria del algodón, creada por el comercio colonial
y la esclavitud, marcharon juntas. Los modestos manufactureros locales se establecieron
en la zona interior de los grandes puertos coloniales y del comercio de esclavos, Bristol,
Glasgow y Liverpool. Las plantaciones de las Indias Occidentales, a donde los esclavos
eran llevados, proporcionaban la cantidad de algodón en bruto suficiente para la
industria británica, y en compensación los plantadores compraban grandes cantidades de
este producto proveniente de Manchester. A partir de la década de 1790, el algodón
obtuvo una nueva fuente, virtualmente ilimitada, en las plantaciones de esclavos del sur
de los EE.UU., zona que se convirtió fundamentalmente en una economía dependiente
de Lancashire.
Por otro lado, el sistema fábrica no suplantó rápidamente a la industria doméstica,
con la cual convivió mucho tiempo. En el tejido, el aumento de la producción provenía,
sobre todo, del trabajo doméstico (industria rural a domicilio). En la industria del
algodón esos procedimientos se extendieron mediante la creación de grupos tejedores
manuales domésticos que servían a los núcleos de los telares mecánicos que, en ese
momento, no eran más eficientes que el trabajo manual. Sin embargo, la presencia de un
comercio que prometía una rápida e imprevisible expansión excitaba a los empresarios a
adoptar las técnicas revolucionarias para conseguirla. De esta manera, la industria
algodonera asumió un papel significativo en ese período, consolidándose como la
principal actividad industrial y fue la primera en utilizar máquinas a gran escala que
sustituyeron el trabajo manual. Fue una gran industria que atendió una demanda
creciente, amplia y flexible: Hispanoamérica dependió virtualmente casi por completo
de las importaciones británicas durante las guerras napoleónicas, y después de su
ruptura con España y Portugal (procesos de independización), se convirtió casi por
completo en una dependencia económica de Inglaterra. Las Indias Orientales que habían
sido el exportador tradicional de mercancías de algodón, impulsada por la Compañía de
las Indias Orientales, fueron perdiendo terreno ante el predominio inglés. La India fue
sistemáticamente desindustrializada y se convirtió, a su vez, en un mercado para los
algodones del Lancashire
¿Por qué el algodón? Principalmente porque se prestaba mejor a la mecanización,
dado su mayor resistencia, y por ser más barato que la lana. Tenía un mercado de
consumo más amplio por la diversidad de usos que se le daba y por ser adecuado a todo
tipo de clima. La elasticidad de la oferta de materia prima era mayor que la lana y su
industrialización no requería altas inversiones de capital. Los nuevos inventos que la
revolucionaron – máquinas de hilar, husos mecánicos, y, más tarde, los poderosos
telares- eran relativamente sencillos y baratos.
La Industria Metalúrgica, en una primera etapa, tuvo un crecimiento menor
respecto del algodón. Sin embargo, su peso fue decisivo porque la creciente oferta de
metal barato facilitó la mecanización de las otras industrias, la difusión de la máquina
de vapor y las transformaciones de los medios de transporte como el ferrocarril. A
finales del siglo XVIII, se introdujeron sencillas e importantes innovaciones
tecnológicas en la metalurgia del hierro, que permitieron obtener un producto más
resistente y barato. Tradicionalmente para la fundición del hierro se usaban la madera y
el carbón vegetal, hasta que en 1607 comenzó a utilizarse un nuevo combustible, el
coque, derivado del carbón de piedra o hulla5, que se obtenía de un proceso de
destilación que da como resultado un producto de mayor pureza. Su disponibilidad era
mucho mayor que la madera, que estaba convirtiéndose en un recurso escaso y cada vez
más caro. A su vez, generaba una cantidad de energía superior al del carbón vegetal, lo
cual facilita el proceso de fusión del material. La difusión de su uso exigió y estimuló el
uso de hornos de fundición cada vez mayores.
En el siglo XVIII era sustancialmente una primitiva industria moderna, y sus
innovaciones fueron más bien mejoras que verdaderas transformaciones en la
producción. Entre sus innovaciones encontramos el pudelado (eliminación de las
impurezas del carbono mediante el uso de un horno de reverbero) y el laminado (el
metal es forjado, convirtiéndose en un producto moldeable y resistente). Parte de su
producción se destinó a la fabricación de instrumentos agrícolas, cuya demanda era
creciente como consecuencia de la modernización de la agricultura. También para la
fabricación de la maquinaría industrial y, a inicios del siglo XIX, su uso se amplió en la
construcción (puentes) y fue esencial para el desarrollo de nuevos sistemas de
5
El carbón tenía la ventaja de ser no sólo la mayor fuente del poderío industrial del siglo XIX, sino
también el más importante combustible doméstico, gracias, sobre todo, a la relativa escasez de bosques en
Gran Bretaña.
transporte, en primer lugar, del ferrocarril (hijo de la mina, especialmente de las minas
de carbón del Norte de Inglaterra).
Efectos sociales derivados de la Revolución Industrial: Una economía industrial
significó una violenta y proporcionada disminución en la población agrícola y un
aumento paralelo en la no agrícola. Hubo un rápido crecimiento demográfico, ya que
entre 1751 a 1851, como consecuencia de la difusión de la industria y las
transformaciones que tuvieron lugar en la agricultura, la población de Inglaterra y Gales
pasó de 6,5 millones de habitantes a 18 millones. Ello se debió principalmente al
incremento de la fertilidad, vinculada, a su vez, a las nuevas condiciones económicas:
crecimiento económico y nuevas posibilidades de empleo tanto en el campo como en
loa ciudad, favoreciendo el matrimonio temprano y el aumento de la natalidad. La
difusión del uso de la energía del vapor hizo posible la localización de las actividades
industriales en las ciudades y la creciente concentración de la población en los centros
urbanos, sobre todo a lo largo del siglo XIX. Las nuevas ciudades se caracterizaron por
el deterioro de la calidad de vida y del medio ambiente urbano.
En términos de productividad económica esta transformación social fue un éxito
inmenso; en términos de sufrimiento humano, una tragedia aumentada por la depresión
agrícola que, después de 1815, redujo al pobre rural a la miseria más desmoralizadora.
La industrialización también tuvo consecuencias deseables, pues una economía
industrial necesitaba trabajadores, obtenidos de la población rural (movilización del
campo a la ciudad). Junto con las fábricas surgieron un nuevo tipo de trabajador, el
obrero industrial, cuyas condiciones de trabajo se diferenciaron marcadamente de las de
los m oficios manuales tradicionales. El moderno obrero industrial recibirá el nombre de
proletario, quien se caracterizaba por no ser propietario de los medios de producción, y
por vender su fuerza de trabajo en el mercado, a cambio de un salario.
Para formar una mano de obra experta y eficaz, se recurrió a un sistema laboral
draconiano, pero sobre todo en la práctica se retribuía tan escasamente al trabajador que
éste necesitaba trabajar intensamente toda la semana para alcanzar unos salarios
mínimos. Otro procedimiento para asegurar la disciplina laboral fue el subcontrato o la
práctica de hacer de los trabajadores expertos los verdaderos patronos de sus inexpertos
auxiliares, cuyo número fue creciendo considerablemente en relación a los obreros
idóneos. Al mismo tiempo, surgieron nuevos trabajadores calificados: los mecánicos,
encargados de la reparación y mantenimiento de las máquinas.
En síntesis, como consecuencia de la industrialización, la economía creció a un ritmo
sostenido, pero la nueva riqueza se repartió en forma muy desigual. También fue
introduciendo profundas modificaciones en las condiciones de trabajo: el sistema
fábrica conllevó un nuevo tipo de disciplina6 (se castigaba severamente el absentismo, la
falta de puntualidad o cualquier distracción durante el tiempo de trabajo) y largas
jornadas de trabajo con salarios paupérrimos y gran inestabilidad. Implicó profundos
cambios en el trabajo femenino e infantil, para quienes se reservaban las tareas menos
calificadas y, a su vez, recibían una paga menor a los adultos varones. El trabajo
femenino-infantil no era una novedad, ya que en la sociedad pre-industrial también
trabajaba todo el grupo familiar, pero lo que cambió drásticamente con la
industrialización fueron las condiciones laborales.
Por último, con el desarrollo urbano y la expansión de los servicios públicos y
privados fue creciendo también la clase media urbana que, a finales del siglo XIX,
habrían de adquirir un peso significativo. La clase media que formaba el núcleo
principal de inversionistas era más ahorrativa que dilapidadora, acumulando la
suficiente riqueza, en medio de una población hambrienta, para invertirla
principalmente en las industrias. Con la revolución industrial nació el management
moderno, a partir de la difusión del sistema fábrica y de la ampliación de la dimensión
de las empresas. Con la expansión del sistema de fábrica fue surgiendo un nuevo tipo de
empresario, el capitalista industrial, que provenía de los sectores mercantiles,
incluyendo en estos a los “comerciantes-empresarios” de la industria a domicilio. La
burguesía ocupó un lugar destacado en la sociedad, basando su poder, esencialmente, en
la riqueza, a diferencia de la aristocracia, definida por el nacimiento y los privilegios.

2) Teniendo en cuenta la entrevista realizada al Mg. S. Bliss, acerca de las diferentes


posturas historiográficas sobre la revolución industrial, indique qué consideraciones
se realiza en la entrevista acerca de: a) El carácter de “revolución” del proceso de
industrialización inglés y el lugar de Inglaterra como única vía para la
industrialización. ¿Podría identificar el posicionamiento de E. Hobsbawm dentro del
mismo? b) La visión clásica sobre los orígenes de la industrialización y las críticas a
la misma desde la teoría protoindustrial.

6
Landen aseveraba que “la fábrica era un nuevo tipo de prisión, y el reloj, un nuevo tipo de carcelero”.
La visión clásica sobre la Revolución Industrial había consolidado el caso inglés
como la única vía posible para la industrialización y, a su vez, se había señalado que
este proceso había surgido en un nuevo escenario, la fábrica, y que, como resultado de
la aplicación de estos cambios que había consistido en la difusión del hierro, el carbón y
la energía del vapor, fundamentalmente en la industria textil, se produjo el famoso take
off, es decir, una fuerte aceleración o despegue en el crecimiento económico. El Mg.
Santiago Rex Bliss, en la entrevista, da cuenta de que hacia 1960 nadie dudaba de que a
fines del siglo XVIII se hubiera producido un fenómeno de transformación tan profundo
en Inglaterra; nadie dudaba de calificarlo como revolución. Sin embargo, a partir de la
década de 1960, el desarrollo de nuevas investigaciones de caso y la aplicación de las
nuevas metodologías aplicadas a la historia económica, permitieron modificar la visión
tradicional de la industrialización. A partir de los aportes de la economía cuantitativita,
los primeros trabajos (Deane y Cole) se orientaron a reconstruir las tasas de crecimiento
anual de la economía inglesa durante la industrialización. No obstantes, estas
estimaciones sólo reafirmaron la visión clásica, gozando de una amplia aceptación
general. En los años ochenta, gracias a los aportes de Williamson, Crafts y Harley, se
revisaron los cálculos de Deane y Cole, quienes habían sobreestimado las tasas de
crecimiento de la mano de los sectores más dinámicos de la economía general, la
industria algodonera y la industria metalúrgica. Los nuevos datos proporcionaron que el
crecimiento fue mucho más lento entre 1780 a 1831 e incluso la economía inglesa había
crecido muchísimo más en los ochenta años anteriores al take off, es decir, que ese
período clave en el que se introduce esa noción de “despegue” fue cuestionado. La
producción de hierro y de algodón eran muy dinámicas, pero solo representaban un
pequeño segmento de la economía británica. Respecto a los niveles de vida,
circunscripta a cuestiones referidas con el poder adquisitivo, la población británica no
había sufrido cambios significativos entre 1760 y 1820. En consonancia, la
productividad no había experimentado un fuerte crecimiento respecto a los niveles
anteriores.
Esta perspectiva “Crafts-Harley view” había puesto en el centro de la discusión la
importancia relativa del sector fabril (textil y de hierro), dando inicio a una visión más
gradualista del proceso de industrialización. Más tarde, Williamson intentó investigar
las causas de la lentitud del crecimiento económico ingles en las seis décadas anteriores
a 1820. Su conclusión fue que Inglaterra había efectuado dos cosas a la vez:
industrializarse y mantener cuantiosos gastos bélicos, careciendo de recursos para
enfrentar ambos desafíos. Sin embargo, desde la línea investigativa sobre las políticas
estatales y su incidencia en el proceso de industrialización, Brewer, sostenía que el
aparato estatal inglés era muy fuerte, tanto fiscal7 como militarmente, reservando gran
parte de sus recursos para reforzar la maquinaría estatal con vistas a consolidar la
hegemonía internacional británica. Para este investigador, lo relevante de la revolución
industrial no fue el acelerado crecimiento económico, sino el desplazamiento de
trabajadores del campo a la ciudad, en un contexto de crecimiento gradual.
Por otro lado, en la década de los 90, Berg y Hudson critican el uso de variables
agregadas a escala nacional para valorar el cambio económico dentro de un periodo de
tiempo específico. En ese sentido, la escasa información sobre las economías
preindustriales no nos permite cuantificar este crecimiento global, en términos exactos,
ya que gran parte de la actividad económica desarrollada durante el siglo XVIII se
producía en pequeñas empresas artesanales. Además, la extrema heterogeneidad de
estas economías, con sus mercados segmentados sectorial y regionalmente, relativiza el
valor explicativo de estos enfoques. Bliss sostiene que los resultados estadísticos deben
complementarse con otras fuentes, como los niveles de empleo que menciona Verley.
Este autor formula que la economía industrial no surgió como resultado de un
crecimiento cuantitativo de la economía preindustrial, sino de su transformación
cualitativa.
Otras investigaciones se centraron en encontrar otras vías de industrialización como
lo fue el caso francés, dando lugar a estudios comparativos. El análisis del caso francés,
durante décadas, estaba orientado a determinar las causas del retraso (incluso del
fracaso) de la industrialización en Francia, dado que la proporción de población
ocupada en la industria era mucho mayor en Inglaterra. En contraste con aquella, al no
contar con un amplio mercado cautivo, la industria francesa, con un nivel inferior de
urbanización y un mayor predomino de la agricultura, se orientó a satisfacer la demanda
de bienes más refinados (artículos de lujo), tanto en el interior como en el resto de
Europa. Este tipo de producción implicó un alto valor por unidad, pero no requería
grandes volúmenes de fabricación. En ese sentido, nos hallamos bajo la existencia de un
importante número de pequeñas empresas. En consecuencia, a parir de los nuevos datos
macroeconómicos se demostró que la economía francesa creció por encima de la
británica durante el siglo XIX, descubriéndose así que la presencia de la pequeña
7
Inglaterra estaba a la par de Holanda como una de los Estados con mayor presión tributaria. Esta
afirmación también la comenta Mc Farlane A. en el texto “La independencia de las colonias inglesas de
Norteamérica”
empresa no era un signo de debilidad sino que tenía un efecto contrario, puesto que
atendía adecuadamente a las particulares condiciones sociales, económicas y
tecnológicas de Francia, que transitó por una vía distinta hacia la industrialización, pero
no inferior a la seguida por Gran Bretaña. Esto permitió el abordaje de otros caminos
posibles de un modo mucho más complejo, matizando el proceso de industrialización en
otras regiones del mundo, tales como España, Italia y América Latina.
Por último, la teoría protoindustrial demostró que la industria no nació, ni en la gran
fábrica, ni en la ciudad, sino que surgió de un proceso complejo de articulación entre la
ciudad y el campo; entre el capital comercial y el trabajo de la familia campesina. El
surgimiento de la actividad protoindustrial estuvo relacionado con los cambios que se
produjeron en la estructura de la demanda, tanto interna como externa, que favorecieron
la producción de bienes de consumo masivo. Por otra parte, permitió que un sector del
campesinado acumulara capitales que luego iban a hacer posible la transformación hacia
un sistema industrial. Mendels, y sus seguidores, Kriedte, Medick y Schlumbohn,
concibieron a la protoindustrialización como “una fase de transición en el camino hacia
la industrialización capitalista”; una relación muy fuerte, fundamentalmente en la fase
textil de la industrialización, no así en la fase metalúrgica; y que se había dado
principalmente en Inglaterra. La protoindustrialización se desarrolló en un contexto
eminentemente regional. Sin embargo, pronto se comenzaron a debatir los alcances
reales de la teoría en relación con el proceso de industrialización. Si bien esta teoría se
construyó básicamente a partir de la industria textil, no debe perderse de vista otras
actividades, tales como la producción de pequeños objetos de hierro y acero, y de
algunos artículos compuestos, como relojes, muñecos, etc. Por otra parte, el énfasis en
la industria doméstica8 como la forma organizativa central, dejó de lado otras formas
diferentes de organización de la producción9. En síntesis, la teoría protoindustrial no
pudo explicar convincentemente cómo se dio el paso de los estadios protoindustriales a
los industriales.
En efecto, el extenso caudal de investigaciones sobre la revolución industrial, sobre
todo a partir de la década de los 90, ha obligado a concebir la industrialización como un
8
La actividad artesanal desarrollada por la familia campesina destinada a un mercado, más amplio que el
de la propia aldea y articulado por un comerciante.
9
Una en la cual, bajo un mismo techo, muchos trabajadores realizaban la misma tarea e incluso
mostraban la misma habilidad que aquellos que eran empleados en sus propias casas bajo el sistema
protoindustrial. Un segundo tipo es el taller centralizado que se encuentra, sobre todo, en la etapa de los
procesos finales de la producción textil, como el teñido, y que presentan una cierta división de tareas. Un
tercer tipo, sin vinculaciones con ninguna forma protoindustrial, lo encontramos en la industria del vidrio,
del papel o de productos de lujo
proceso más variado, heterogéneo y con una evolución menos pautada por etapas,
resultado de la articulación compleja entre la ciudad y el campo, entre la familia
campesina y el capital mercantil. La industrialización fue, entonces, un proceso gradual
que se inicia con el siglo XVIII y se extiende hasta mediados del XIX, con profundas
raíces en la Europa de la edad moderna.

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