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Transportando a San Luis

Por: Alejandro Jaramillo

Vivir en un espacio por tantos años es una de las experiencias que muchas
personas en una ciudad como Medellín pueden decir. En el territorio es común ver
casas antiguas construidas antaño que nos representan en carne viva la historia
de la ciudad. Estas casas en una muy gran mayoría han sido construidas por sus
propios dueños, sin la necesidad de un arquitecto experto o una inmobiliaria que
haga todas las obras.

En los hogares es habitual ver generaciones que han crecido allí y muchas de
esas personas no los han abandonado pues en la actualidad conseguir una casa
de las mismas características puede conllevar un enorme precio que muchos no
se pueden permitir.

En el barrio Alejandro Echavarría de Medellín desde el 2013 comenzaron las


obras de lo que terminó siendo el tranvía de Ayacucho, uno de lo proyectos más
esperados por la ciudad dirigido por la empresa más arraigada a los sentimientos
del paisa, el metro de Medellín. El sector de San Luis era uno de los que iban a
tener el “privilegio” en el barrio de tener una de las vías por donde se movilizaría el
tranvía. Sin embargo 7 años después esta obra se convirtió en la peor experiencia
de los habitantes de san Luis que fueron desalojados de sus viviendas que
llevaban más de 50 años y de las que en algunos casos recibieron menos de la
mitad del dinero que a ellos les costó construirlas.

Al comienzo la gente se encontraba feliz, y era algo obvio, pues el tener un medio
de transporte que llegara hasta la puerta de su casa y más en cima que fuera un
proyecto del metro era algo por lo que los habitantes se alegraban. Sin embargo,
todo comenzó a cambiar con las primeras explosiones.
Para realizar el proyecto los encargados necesitaban aplanar el terreno de la vía
principal. Se utilizaron detonaciones y estas provocaron grietas en las casas
aledañas al sector. Los vecinos todavía no se enteraban mucho de lo que estaba
pasando. Para ellos era una simple abertura que se empezaba a generar en las
paredes de su casa y que podían resanar.

Los problemas reales comenzaron cuando desde la universidad nacional se


realizó un estudio donde uno de los profesores tuvo que dar la mala noticia las
familias de que aproximadamente 50 casas del sector estaban en alto riesgo de
derrumbe debido a los posibles movimientos de tierra y que, al igual que la
mayoría barrios en Medellín, están ubicados en un terreno montañoso que se
puede volver inestable.

Los entes oficiales comenzaron a tomar cartas en el asunto. A pesar de que la


gran mayoría de personas en la ciudad viven en terrenos inestables e inhumanos,
a los habitantes del barrio San Luis se les dio la orden de desalojar sus hogares
“por su seguridad”, que en este caso al parecer sí importaba.

Los habitantes hicieron caso a este llamado, pues según el ISVIMED (Instituto
Social de Vivienda y Hábitat de Medellín) las viviendas se las iban a entregar en 6
meses luego de reparar los daños. Pero después de ese tiempo se les dio la orden
de abandonar definitivamente su casa debido a que las fallas en los cimientos
eran irreparables.

Ante la situación los vecinos se reunieron para tomar cartas en el asunto.


denunciaron el incumplimiento de los acuerdos a los que había llegado con el
Metro y exigían la rehabilitación o reconstrucción de las casas y no ser
desalojados del sector.

En el 2016 Más de 60 habitantes comenzaron a reunirse en la parroquia Concilio


Vaticano Segundo donde se empezó a buscar soluciones ante lo que estaba
sucediendo con su barrio. Muchos decidieron mantenerse en sus casas ante el
ultimátum del ISVIMED, mientras otros tomaron la decisión de irse apoyados por
un subsidio de arriendo correspondiente a $622.000 al mes.

Los que se quedaron en el barrio con la idea de buscar una mejor compensación
para sus viviendas continuaron presionando al metro y al ISVIMED. En las
fachadas de sus casas, ya con enormes grietas y paredes caídas, se podían ver
carteles en dirección hacia el tranvía para que los usuarios del sistema se dieran
cuenta del atropello que han pasado: “nuestro metro expulsa”, “llegaron los
propietarios”, “víctimas de una mala gestión” son algunas de las frases que se
leían en las pancartas

Como los precios que daba el metro por las casas de las personas no los
convencieron, los propietarios tomaron la decisión de llevar el tema hasta la
expropiación. De esta manera esperaban sacar más dinero por su vivienda.
algunos habitantes vieron como en un día cualquiera llegaban funcionarios a
derrumbar el inmueble sin haber llegado antes a una conciliación con ellos. Incluso
en una nota televisiva se podía observar como una de las casas estaba siendo
adecuada para su derrumbe mientras el propietario seguía adentró de ella. Incluso
tenía empacados sus bienes adentro de bolsas, a la espera del día que vinieran a
desalojarlo de su hogar.

Este caso es una muestra de cómo no solo los privados se apropian del espacio
público, sino también cómo el estado ha sacrificado a los mismos habitantes de la
ciudad para permitirle a privados adueñarse de él. Para esto utilizan la excusa de
“el progreso” que un medio de transporte puede llevar a la ciudad, pero todo a
costa de sacrificar a aquellos que menos tienen. Pasando por encima de Personas
mayores que poco pueden hacer.

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