Obras de
SANTA CATALINA
DE SIENA
El Didlogo + Oraciones y Soliloquios
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JOSE SALVADOR Y CONDE
BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOSEl cuerpo mistico de la Iglesia 291
ven en iniquidad e inmundicia. Sin la menor vergienza
las haran ir, pararse y volver mientras los miseros «de-
monios» (malos ministros] se hallaran celebrando en el
altar, y no se cuidan de que esa miserable «diabla» vaya
con sus hijos de la mano a hacer la ofrenda con el resto
del pueblo.
iOh demonios y mas que demonios! jSi al menos
vuestra maldad estuviera oculta a los ojos de vuestros
subditos! Porque haciéndolo ocultamente me ofendéis y
os hacéis dafio, pero no se lo hacéis al préjimo, ponien-
do vuestra perversion ante sus ojos, siendo con
vuestro ejemplo motivo y causa de que ellos no salgan
de sus pecados, sino de que caigan en iguales o mayores
pecados que los vuestros. ¢Es ésta la pureza que exijo a
mis ministros cuando van al altar a celebrar? La pureza
que llevan es ésta: se levantaran a maitines con su cuer-
po corrompido, por haber estado en cama con el in-
mundo pecado mortal, y marcharan a celebrar en ese
estado, jOh tabernaculo del demonio! :Dénde esta la vi-
ia nocturna con el solemne y devoto oficio? ¢Donde
esta la continua y devota oracion? En ese tiempo de ta
noche te debes preparar, para el ministerio que debes
realizar por la mafiana, por el conocimiento de ti, confe-
sandote indigno de tan gran misterio y conociéndome a
mi, que te he hecho digno de él por mi bondad, no por
tus méritos; te he hecho mi ministro para que proveas a
las demas criaturas.
124 [En los malos ministros reina el pecado «contra natura».
Vision que tuvo el alma sobre esta materia.]
Te hago saber, queridisima hija, que a vosotros y a ellos
os exijo tanta limpieza en este sacramento cuanta es po-
sible al hombre en esta vida. En cuanto esté de vuestra
parte, y de la de ellos, debéis procurarla sin cansacio.
Debéis considerar que si fuese posible que una naturale-
zaangélica se purificase para este misterio, seria necesa-
rio que lo hiciera de nuevo. No es posible, porque un
angel €s puro, pues no puede caer en el veneno del pe-
lo. Te indico esto para que veas cuanta pureza os exi-
jo en este sacramento a vosotros y especialmente a ellos.
Pero hacen lo contrario, porque van completamente su-292 El Didlogo
cios a este misterio; no sdlo con la inmundicia y fragili-
dad a que naturalmente os hallais inclinados por vuestra
débil naturaleza. Ellos, desgraciados, no slo no domi-
nan esta fragilidad, aunque la razén lo puede hacer
cuando lo quiere el libre albedrio, sino que obran atin
peor, porque cometen el maldito pecado que es contra
la naturaleza. Como ciegos y tontos, ofuscada la luz de
su entendimiento, no reconocen la pestilencia y miseria
en que se encuentran, pues no sélo me es pestilente a
mi, sino que ese pecado desagrada a los mismos demo-
nios, a los que esos desgraciados han hecho sus sefiores.
Tan abominable me es ese pecado contra la naturaleza,
que solo por él se hundieron cinco ciudades ' como re-
sultado de mi juicio, al no querer mi divina justicia su-
frirlas mas; que tanto me desagrad6 ese abominable pe-
cado. Es desagradable a los demonios, no porque les de-
sagrade el mal y se complazcan en lo bueno, sino por-
que su naturaleza fue angélica, y esa naturaleza rehuye
ver cometer tan enorme pecado en la realidad. Cierto es
que antes les ha arrojado la saeta envenenada por la
concupiscencia; pero, cuando el pecador llega al acto de
ese pecado, el demonio se marcha por las razones di-
chas.
Si te acuerdas bien, sabes cémo antes de la mortan-
dad 2 te manifesté lo desagradable que me resultaba
este pecado y cuan corrompido se hallaba e] mundo por
él. Por lo que, elevandote sobre ti misma con santo de-
seo y con sublimacién de espiritu, te mostré el mundo
entero, y viste en casi toda la gente este miserable peca-
do y como los demonios escapan de é1, como te he di-
cho. Y sabes que recibiste tanta pena, que te parecia es-
tar casi a la muerte. No encontrabais lugar donde refu-
giaros, tu y los otros servidores mios, para que esta lepra
No os contagiase. No encontraste que te pudieras cobijar
entre los pequefios ni con los grandes, con los jévenes ni
con los viejos, con los religiosos ni con los clérigos, con
los prelados ni con los subditos, porque sus espiritus se
' Gén 19,24-25,
2 Se refiere a ta peste de 1374, llamada «de los nifios», en que pere-
ci la tercera parte de la poblacién de Siena. En ella murieron un
hermano, una hermana y ocho sobrinos de Catalina. Casi todo el capi-
tulo es autobiografico.El cuerpo mistico de la iglesia 293
hallaban contaminados por esta maldicion. Te !o mani-
festé en general; no lo hice con los particulares que por
excepcién no se contaminaron, pues entre los malos he
guardado algunos buenos. La santidad de éstos detiene
a mi justicia para que no mande a las piedras que se
vuelvan contra ellos, ni a la tierra que se los trague, nia
los animales que los devoren, ni a los demonios que les
saquen el alma del cuerpo. Mas bien voy encontrando
caminos y modos para poder hacer misericordia, esto es,
para que se enmienden, y como instrumentos tomo a
mis servidores, que estan sanos y leprosos, para que in-
tercedan por ellos.
Alguna vez mostraré a éstos, como una vez hice conti-
go y como tt sabes, estos miserables pecados, para que
sean més solicitos en buscar la salvacion y me ofrezcan
oraciones por ellos con mayor compasion y dolor por los
pecados y por la ofensa que me hacen. Si te acuerdas
bien, una bocanada de esta pestilencia te afect6 tanto,
que no podias mas, como me dijiste: «j{Oh Padre eter-
no!, ten misericordia de mi y de tus criaturas. Sacame el
alma del cuerpo, porque parece que no lo sufro mas, 0
dame refrigerio y enséfiame el lugar de los otros servi-
dores, los tuyos, donde podamos descansar, para que
esta lepra no nos pueda danar ni quitar la limpieza de
nuestra alma y de nuestros cuerpos».
x te contesté volviéndome hacia ti con ojos de pie-
dad, y te dije y repito: «Hijita mia: sea vuestro reposo
dar gloria y alabanza a mi nombre e incensarme con la
oraci6n continua por estos pobrecillos que se hallan en
tanta miseria, haciéndose dignos del juicio divino por
sus pecados. El lugar donde os cobijéis sea Cristo cruci-
ficado, mi Hijo unigénito, habitando y escondiéndoos
en la caverna de mi costado, donde gozaréis, por afecto
de amor, en la naturaleza humana de Cristo, mi natura-
leza divina. En aquel coraz6n abierto encontraréis mi
caridad y la del prdjimo, pues por honor a mi, el Padre
eterno, y por la obediencia que le impuse para vuestra
salvacion, sufrié la afrentosa muerte en la santisima
cruz. Viendo y experimentando este amor, seguiréis sus
ensefianzas alimentados en la mesa de la cruz, es decir,
soportanto por caridad a vuestro prdjimo con verdadera
paciencia: en penas, tormentos y fatigas, vengan de294 El Diélogo
donde vengan. De esta manera combatiréis la lepra y
huiréis de ella.
Este es el remedio dado a ti y a los otros; pero, con
todo eso, no se quitaba de tu alma la sensacién de la
pestilencia y de tiniebla de los ojos del entendimiento.
Mi divina providencia, sin embargo, lo remedié, dando-
te del cuerpo y de la sangre de mi Hijo, Dios y hombre
entero, tal como lo recibis en el sacramento del altar. En
sefial de que era verdad, se quité el hedor por medio de
la fragancia que recibiste en el sacramento, y las tinie-
blas desaparecieron por medio de la luz que en él reci-
biste. De modo admirable, tal como plugo a mi bondad,
quedaste con la fragancia de la sangre en la boca y en e}
paladar de tu cuerpo durante muchos dias, tal como sa-
5.
Ves, por tanto, hija mia, lo abominable que es este pe-
cado a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho mas
en aquellos elegidos por mi para que vivan en estado de
continencia, entre los que se encuentran los sacados del
mundo por medio de la vida religiosa, como plantas
sembradas en el cuerpo mistico de la santa Iglesia; entre
ellos se encuentran los ministros del altar. Nunca po-
dréis entender cuanto me desagrada ese pecado entre
ellos, ademas del que recibo de los pecadores del mun-
do en general, porque estan pucstos sobre el candele-
ro *, son administradores mios, de verdadero Sol, para
luz de la virtud y de santa vida; y, sin embargo, lo admi-
nistran estando ellos en tinieblas.
Tan Ilenos se encuentran de ellas, que de la Sagrada
Escritura no ven ni entienden mas que la corteza, la le-
tra, debido a la hinchazén de su soberbia. Por ser in-
mundos y lascivos, aunque tienen luz de por si, de don-
de la tomaron mis elegidos por razén de la luz sobrena-
tural que procede de mi, verdadera Luz, tal como te
dije en otro lugar 5, la reciben sin sacarle el gusto, por
no estar en orden el paladar de su alma. Corrompidos
por el amor propio y la soberbia, con el est6mago atibo-
rrado de inmundicia, deseando dar satisfaccion a sus
desordenados deseos, repletos de codicia y de avaricia,
» Este y los parrafos anteriores son autobiograficos.
+ Mt 515-16. 5 Cf. c.85.El cuerpo mistico de la Igtesia 295
cometen sin pudor sus pecados. Caen en el pecado de la
usura muchos miserables, aunque esté prohibida por
mi.
125 {Los defectos de los stibditos no son corregidos.—De-
fectos de los religiosos.—A esos males suceden muchos otros
por falta de correccién. |
éCémo éstos, llenos de tantos pecados, podran exhor-
tar a la justicia y reprender los pecados de sus subditos?
No Io pueden, porque sus pecados les quitan la audacia y
el celo por la santa justicia. Si alguna vez la ejerciesen, su
conducta obligaria a decir a sus stibditos, tan malvados
come ellos: «Médico, curate a ti mismo antes, y después
curame ', y yo tomaré la medicina que me des. Se en-
cuentra él en mayores pecados que yo, y ¢es él quien me
reprende?»
Actia mal el que reprende solo con las palabras y no
con buena y ordenada vida. No es que no deba repro-
char los pecados del stbdito, sea él mismo malo o bue-
no; pero lo hara mal si no corrige con santa y honesta
vida. Peor atin obra el que, habiendo recibido la repren-
sién del modo que sea, venga de un pastor bueno o
malo, no la recibe con humildad, reformando su vida.
Se hace mal a si y a nadie mas, y por eso sera él quien
sufrira las penas por sus pecados.
Todos estos males, hija queridisima, sobrevienen por
no corregir con buena y santa vida. ¢Por qué no corri-
gen de ese modo? Porque se hallan cegados por el amor
a si mismos. Todas sus maldades se hallan fundadas en
el amor propio. No miran sino a dar satisfaccién a sus
deleites y placeres, tanto en los subditos como en los
pastores, en los clérigos como en los religiosos.
éDonde, hija mia, donde esta la obediencia de los reli-
giosos? Se hallan colocados en la santa comunidad cris-
tiana como angeles, y son peor que demonios. Puestos
para que anuncien mi palabra con su vida y su ensenan-
za, gritan el sonido de las palabras, y no por esto produ-
cen frutos en el coraz6n de los oyentes. Sus predicacio-
nes son hechas mas para agradar a los hombres y delei-
"Le 4,23.