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WILLIAM GURNAL
LUNES
Por otra parte, si bebiste vino antes de llenar tus vasijas de agua;
si tu amanecer llegó antes que la noche; si tu paz se firmó sin que
se rompiera la falsa paz; si tu conciencia estaba sana antes de ser
abierta y vaciada del orgullo y la confianza carnal, puede ser que
poseas una paz muy efímera. Jesús niega que todo esto sea su
sanidad. Es necesario un poder mucho mayor para producir la
verdadera tristeza según Dios, que el gozo falso. Estarías mejor
gimiendo por la pena de una conciencia turbada, que bailando en
torno al ídolo diabólico de la paz.
Ningún padre dejó tal herencia para sus hijos. Por supuesto
que muchas despedidas en el lecho de muerte han deseado la
paz de la familia, pero solo Cristo podía enviar un Consolador
y hacer morar la paz en los corazones humanos pasara lo que
pasase.
a) La maldición de Dios
La hostilidad entre las personas forma parte de la maldición
que pesa sobre la humanidad a causa de la apostasía.
Leemos, por ejemplo, cómo Dios maldijo la tierra por causa del
hombre: “Espinos y cardos te producirá” (Gn. 3.18). Pero la
maldición fue aún mayor cuando un hombre se convirtió en tan
cruel espino que llegó a derramar sangre ajena. Las ortigas que
tan abundantes brotan en la naturaleza belicosa del hombre de
hoy, dan clara evidencia de la gravedad de la maldición divina.
Algunos suponen que las rosas crecían sin espinas en el
Paraíso. Ciertamente, si el hombre no hubiera pecado, ¡nunca
se habría convertido en el cardo que es ahora aun la persona
más espiritual de nuestros días!
Sin embargo, hay una guerra que los pastores sí deben proclamar: la
guerra contra el pecado y Satanás; pero los cristianos no estarán listos
para salir al combate contra el diablo y sus huestes hasta que se pongan
de acuerdo entre sí. ¿Qué hará un príncipe con aquel capitán que
fomente la división entre sus soldados, en lugar de estimularlos a
cerrarse en banda contra el enemigo común? Seguramente lo ahorcará
por traidor.
b) En su corazón y vida
Ya que toda la raíz del pecado no se arranca de cuajo, no nos
sorprende que a menudo permanezca un regusto amargo en el
fruto producido por los cristianos. En el Cielo seremos solamente
gracia y amor, sin mezcla de pecado; pero dado que aquí nuestras
corrupciones nos acompañan, el amor que tenemos aún no es
perfecto. Entonces, ¿cómo se unirán los cristianos mientras no
estén plenamente reconciliados con Dios en cuanto a su
santificación? Mientras menos haya progresado el evangelio en
nuestros corazones para mortificar las pasiones y fortalecer la
paz, más débiles serán esa paz y el amor entre nosotros.Debido
a las contenciones entre los cristianos de Corinto, Pablo concluyó
que no habían crecido en la gracia: “Os di a beber leche y no
vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía,
porque aún sois carnales” (1 Co. 3:2-3). Su comportamiento era
una prueba clara: “Pues habiendo entre vosotros celos,
contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis como
hombres?”. A medida que la gracia fortalece a los cristianos, y el
evangelio prevalece en sus corazones, el amor y el espíritu de
unidad aumentan.
No hay nada, aparte de Cristo y del Cielo, que Satanás aborrezca más
de los creyentes que su paz y su amor entre sí. Si no puede separarlos
de Jesús, impidiendo que vayan al Cielo, se complace siniestramente
en verlos navegar en la tormenta. Quiere que sean como una flota
maltrecha, cristianos separados y privados del consuelo de otros
hermanos en el camino. Cuan- do el diablo puede dividir, también
espera arruinar, sabiendo que un solo barco es más fácil de hundir que
toda una escuadra.
Me encanta el aire claro y tranquilo; pero me gusta más aún en la iglesia.
Confieso que estoy más consciente de la grandeza de este acto de
misericordia cuando veo los tristes resultados de las divisiones que han
perturbado a los creyentes en estos últimos años. ¿A qué compararé el
error mejor que al humo, y la contención que al fuego? Es el emblema
del mismo Infierno, donde las tinieblas y las llamas se unen para
intensificar el terror. Permíteme darte tres razones por que el creyente
debe dedicarse a la paz y la unidad.
A sus hijos les dijo lo que podían esperar de manos del mundo:
toda clase de tribulación. Pero no oró tanto por su inmunidad
ante el sufrimiento, como contra las contenciones entre ellos.
Sabía que si sus santos podían concordar en compasión, este
fuego celestial del amor apagaría las llamas del fuego
perseguidor, o por lo menos el terror del mismo. En resumen,
los cristianos que viven entre riñas y contiendas están pecando
contra las vigorosas oraciones de Cristo mismo a su favor.
En sus primeros tiempos sin pecado, Adán era feliz viendo como
acudían a él los animales para que les pusiera nombre; lo reconocían
como señor cuando ejercía la autoridad que Dios le había dado sobre
ellos. Pero en cuanto el hombre falló en su obediencia a Dios, todo
animal olvidó la sumisión y causaba constantemente problemas para su
amo.