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Comentario del libro de Ñique Ríos, Juvenal. ×
. Serie: Comunicación y
Sociedad ʹ Instituto de Investigaciones. Universidad de San
Martín de Porres. 2007
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Sin haber ido nunca al colegio, Arévalo fue considerado el mejor discípulo del filósofo
Antenor Orrego y posible continuador de su obra por Haya de La Torre. Ejemplos como el suyo, de
entrega desinteresada por los ideales democráticos, son importantes para apreciar el logro de este
nuevo siglo que ya tiene 11 años de libertades e inspirar a las nuevas generaciones a perfeccionar
el sistema que nos ha dejado como legado la brega más importante del siglo XX.
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Me gusta siempre resaltar cuando un libro esta titulado correctamente. Estos
sobre Manuel Arévalo no pudiesen ser llamados de otra manera sin escapar a su
definición exacta. Una biografía, por ejemplo, hubiese sido un tipo de trabajo completamente
diferente, o una novela histórica hubiese convertido el escrito en una integración impensable
entre el autor y el retratado. Tal vez solo una
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hubiese satisfecho los
requerimientos de este trabajo, dado que estos apuntes están sin duda llenos de espíritu
simpatizante, de convicción de parte, e inocultable dolor de amigo al escribir sobre sus héroes
terrenales.
Juvenal Ñique muestra en este libro sus tres facetas: historiador, periodista, y testigo de
los hechos. Y es que para entender a un autodidacta líder sindicalista proveniente de los
cañaverales que se convirtió en mártir por la democracia, hay que entender el pasado y contexto
del mundo que vivió, pero sin olvidar el impacto que dejó con su paso. Como historiador, el autor
introduce al lector en la vida de los cañaverales norteños y la lucha por las libertades que allí se
dieron bajo la batuta de anarquistas, libertarios, y precursores del aprismo. Como periodista,
relata las historias que aparecían en los diarios liberteños de la época y su influencia en el drama
por la libertad que vivió el Norte Peruano en el siglo XX. Como testigo, profundiza en estas dos
vertientes contando diálogos, acciones, y por sobretodo recordándonos de lo heroica que fue la
lucha en contra de los explotadores en esa zona, y la importancia de los sentimientos idealistas en
la lucha.
De especial interés para el lector será que en buena parte del libro no se hable de Arévalo
mismo. En vez de escribir solamente sobre el hombre, también se escribe sobre lo que él
representa y cuántos hombres cupieron dentro de esta imagen. Las secciones dedicadas a los
líderes sindicales Eduardo Chávez, a los habilísimos organizadores de cañaveral Joaquín Díaz y
Artemio Zavala, al maestro anarquista y verdadero precursor del aprismo Julio Reynaga, las
múltiples referencias a la presencia de Antenor Orrego, etc., son sencillamente excelentes puntos
de partida que todos los interesados en la vida social del Perú deberíamos tener.
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Habiendo dicho eso, también pienso que el libro puede haber sido
mejor escrito.
Además, Juvenal Ñique sufre de vez en cuando de falta de perspectiva hacia los hechos
históricos. En especial, me impactó el modo en el que narra la conspiración para el asesinato de
Arévalo como perpetrado por tres ͞siniestros personajes delincuentes adictos al alcohol y a la
droga con delictivas consignas dadas por el Ministerio de Gobierno de la Dictadura͟. Siendo un
hombre que ha hecho política toda su vida, el autor debería de saber que llamar borracho y
drogadicto al contrario han sido cosas comunes de ambos bandos en las luchas revolucionarias, y
un libro serio no debería repetir esas consignas con tanta facilidad. Repetir la propaganda
clandestina de La Tribuna bajo la consigna de ͞convicción histórica͟ tampoco tiene mucho sentido
a la hora de repensar este país.
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Ninguna de estas cosas, sin embargo, oscurece el objetivo logrado del autor al
introducirnos con gloria del detalle a la vida y muerte de Manuel Arévalo llamándonos a
reivindicar su ejemplo y seguir la lucha. Luego de terminar de leer este libro, es imposible pensar
en el Perú sin entender que la gran revolución popular y masiva del siglo XX no fue una imposición
militar, ni los intentos por desbaratar gobiernos desde la izquierda radical, ni tampoco la
autocracia derechista que olvidó los ideales y se dedico al robo, sino la gran lucha por la
democracia que hoy disfrutamos. Recién hoy, cuando la democracia se consolida y los índices de
explotación y pobreza se reducen en libertad, entendemos la importancia de la lucha que nos
narra Juvenal Ñique en forma de memoria colectiva con sentimiento emprendedor y reivindicativo
norteño que nos debe servir para construir país, y alejarnos finalmente de la situación que tanto
Manuel Arévalo como el autor presenciaron.
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