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Doble chulo azul (primera edición)

El mensaje ha sido visto hace 20 minutos, no hay rastros de que este escribiendo algo,
debajo de su nombre dice: en línea. Vuelve a revisar la información: el mensaje ha sido
visto hace 23 minutos, ya no está en línea. Revisa su foto de perfil, ya no está la foto
juntos, de hecho, ni siquiera tiene una imagen, vuelve a estar en línea, el mensaje ha
sido visto hace 27 minutos. Se acuesta sobre la cama apretando la almohada con rabia,
se levanta por agua, va a la cocina, abre la nevera para sacar la jarra de agua fría, y
mientras se sirve revisa el celular con la esperanza de que haya respondido. Vuelve a su
cuarto y deja el vaso en el escritorio, justo donde todavía quedan los residuos de agua
que dejo el vaso anterior.

El mensaje ha sido visto hace 41 minutos, suspira, hunde el icono de llamar en su


celular, el primer nombre tiene 7 llamadas salientes no contestadas, vuelve y marca,
suena 6 veces el tono y escucha: Su llamada está siendo transfer… cuelga. Vuelve y
llama, es su llamada número 10, esta vez en el segundo tono ya escucha el buzón, mira
su celular con rabia, y repite el intento, pero no hay tono, se va directo al buzón de
mensajes. Piensa que debe irse a dormir, apaga las luces y se acuesta en su cama, los
pensamientos, recuerdos e imaginarios de lo que podría estar pasando se convierten en
un tormento.

Vuelve a revisar su celular, no está en línea, pero el mensaje ha sido visto a las 9:51.
Decide desahogarse con insultos, no escribe más de 5 palabras por mensaje, hunde la
tecla enter con rabia, pero solo hay un chulo gris. Busca las llaves de la moto, y las
llaves del apartamento a donde va, baja rápido las escaleras, mira de nuevo el celular
antes de subirse a la moto, piensa en revisar hace cuanto ha sido visto el mensaje, pero
lo lanza a las paredes del parqueadero. 40, 60, 80, 100 km/h cada cambio esta
sobrerevolucionado, ya el tacómetro esta en rojo, va a 120 km/h por la autopista
esquivando carros, putea a quien se le atraviesa, toma la intersección hacia el barrio
residencial, pasa por los puestos de comida rápida a los que siempre iban.

Llega a la portería, y el vigilante abre la reja automática, puesto que ya lleva tantos días
viniendo que le tienen la confianza para dejarlo entrar sin anunciarlo. No utiliza el
parqueadero, deja la moto afuera de la unidad, sube las gradas y solo sabe que tiene
mucha rabia, las luces del apartamento están apagadas, al sonar los movimientos de la
chapa se prende la luz de la habitación. Los vecinos solo escuchan “entonces que
hijue’puta no pensabas responderme o que” seguido de dos denotaciones. Los porteros
no saben que hacer, corren al edificio de donde se escucha conmoción, pero solo
encuentran la moto, el hombre salio trepando los muros de la unidad. Los vecinos se
aglomeran en la puerta del apartamento, la policía no puede pasar por la cantidad de
gente que hay, y entre las convulsionadas voces que se escuchan, alguien pregunta: ¿y
por qué lo mataron? Hay un silencio de 10 segundos que incomoda hasta a los agentes,
y es roto por doña Cleotilde que afirma: pues porque más, por marica.

Doble chulo azul (Retroalimentación)


El mensaje ha sido visto hace 20 minutos, no hay rastros de que esté escribiendo algo,
debajo de su nombre dice: en línea. Vuelve a revisar la información: el mensaje ha sido
visto hace 23 minutos, ya no está en línea. Revisa su foto de perfil, ya no está la foto
juntos, de hecho, ni siquiera tiene una imagen. Vuelve a estar en línea, el mensaje ha
sido visto hace 27 minutos. Se acuesta sobre la cama apretando la almohada con rabia,
se levanta por agua, azota la puerta de su cuarto y va a la cocina, abre la nevera para
sacar la jarra de agua fría, y mientras se sirve, revisa el celular con la esperanza de que
haya respondido. Vuelve a su cuarto y deja el vaso en el escritorio, justo donde todavía
quedan los residuos de agua que dejo el vaso anterior.

El mensaje ha sido visto hace 41 minutos, suspira, hunde el icono de llamar en su


celular, el primer nombre tiene 7 llamadas salientes no contestadas, vuelve y marca,
suena 6 veces el tono y escucha: “Su llamada está siendo transfer…” cuelga. Vuelve y
llama, es su llamada número 10, esta vez en el segundo tono ya escucha el buzón, mira
su celular con rabia, y repite el intento, pero no hay tono, se va directo al buzón de
mensajes. Piensa que debe irse a dormir, apaga las luces y se acuesta en su cama, los
recuerdos, los pensamientos y los imaginarios de lo que podría estar pasando se
convierten en un tormento.

Vuelve a revisar su celular, no está en línea, pero el mensaje ha sido visto a las 9:51.
Hace 3 minutos. Decide desahogarse con insultos, no escribe más de 5 palabras por
mensaje, hunde la tecla enter con rabia, pero solo hay un chulo gris. Toma la almohada
de su cama y la manda a volar. Se caen los vasos del escritorio, ahora hay vidrios por
todas partes. Corre al cuarto del aseo, frente a la cocina, y toma la escoba y el
recogedor. Recoge cada vidrio con suma cautela, trae el trapeador para secar el agua que
se derramó y busca un trapo para secar la marca de los vasos en el escritorio. No hay
trapos, se quita la camisa y limpia el escritorio. Toma otra camisa y vuelve a dejar todo
perfecto. De repente alza su mirada, ahí estaban, las llaves que le había dado, justo al
lado de la foto que se tomaron justos en la playa. Mira el celular, 0 mensajes, 0 notas de
voz, 0 llamadas. Nada. Llama de nuevo y tuvo igual suerte que las demás, grita, putea,
maldice su suerte y su relación. Vuelve a mirar la foto. Las llaves. La foto. Las llaves.
No va a volver, se da cuenta que no va a volver y tampoco va a responder.

Busca las llaves de la moto, toma las llaves del apartamento junto a la foto y deja caer el
portarretrato, esta vez no recoge los vidrios. Baja rápido las escaleras, mira de nuevo el
celular antes de subirse a la moto, piensa en revisar hace cuánto ha sido visto el
mensaje, pero lo lanza a las paredes del parqueadero. No quiere saber nada más, 40, 60,
80, 100 km/h cada cambio está sobrerevolucionado, el tacómetro está en rojo, va a 120
km/h por la autopista esquivando carros, putea a quien se le atraviesa, no toma en
cuenta las cámaras, ni las fotos multas, nada, toma la intersección hacia el barrio
residencial, pasa por los puestos de comida rápida a los que siempre iban.
Llega a la portería, el vigilante lo reconoce y abre la reja automática, su prisa sigue
evidente, la confianza del vigilante no prevé que debe anunciarlo, ya han sido tres años
que lo ve llegar. Pero esta vez es diferente, los ojos perdidos y el saludo que nunca
sucedió. No utiliza el parqueadero, deja la moto tirada, su sangre le hierve, lo que
imagina, solo sabe que tiene mucha rabia, las luces del apartamento están apagadas, al
sonar los movimientos de la chapa se prende la luz de la habitación. Los vecinos solo
escuchan “entonces que hijue’puta no pensabas responderme o qué” seguido de dos
detonaciones. Su afán no deja que escatime, entró a quemarropa, deja todo en el piso y
sale del apartamento. Los porteros están atónitos, corren al edificio donde se escucha la
algarabía. Justo afuera del parqueadero del edificio, encuentran solo la moto, el hombre
salió caminando por la portería lateral, se despidió de los porteros y tomo un taxi en la
esquina. Los vecinos se aglomeran en la puerta del apartamento, la policía no puede
pasar por la cantidad de gente que hay. Entre las convulsionadas voces que se escuchan,
alguien pregunta: ¿y por qué lo mataron? Hay un silencio de 10 segundos que
incomoda hasta a los agentes, pero es roto por doña Martha, que afirma: pues porque
más, por marica.

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