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Alexander Felipe Cerón Otero

Bogotá, octubre 16 de 2018


Cristología
Pontificia Universidad Javeriana

Cristo, Palabra encarnada de Dios

San Juan de la Cruz, hace una interpretación interesante acerca del Verbo encarnado, en
dicha interpretación afirma que Dios todo lo ha dicho en su Hijo. Dicha aseveración la
sustenta en el pasaje bíblico de Hebreos 1, 1-2. En el presente escrito se reflexionará sobre
la actividad del Hijo encarnado, en una interpretación cristológica que tendrá presente el
componente bíblico y, además, en donde el ejercicio de escritura intentará mostrar los
aportes que San Juan de la Cruz le da a dicho tema. Por último, se plantea Para el desarrollo
de la ya mencionada empresa seguiremos el siguiente orden:

 Todo está dicho en su Hijo (2S 22, 3-41)


 Nuestro único ejercicio: poner los ojos en Él (2S 22, 5)
 La Biblia entera se ensambla en Cristo (2S 22, 5)
 El Cristo encarnado (2S 22, 6)
 Nuestra misión Carmelitana a la luz del Hijo encarnado hoy.
 A manera de conclusión.

Es necesario partir del presupuesto de que Cristo es el punto central de la obra de Dios, es
decir, es la vertebra fundamental del Plan Divino. Entretanto, también es importante decir
que la creación fue elaboración del Padre, en un movimiento suyo de salida de sí por amor
al Hijo, lo cual pone a la creación bajo la soberanía de Cristo, es decir, el Padre habría
salido fuera de sí por amor al Hijo, llevan a término la creación para gloria suya. De ahí que
se entienda que si Cristo es Señor de toda la creación, quien posea a Cristo, entonces es
también poseedor de la misma creación. Así es como lo manifiesta Juan de la Cruz cuando
dice “porque Cristo es mío y todo para mí”2. Y, así mismo afirmamos que Cristo es el único
camino para llegar a Dios. En el capítulo 22 de Subida al Monte Carmelo de San Juan de la
Cruz encontramos el desarrollo de estos presupuestos ya mencionados, este teólogo pone en
claro el misterio de Dios y el hombre a la luz de Jesucristo3.

Todo está dicho en su Hijo (2S 22, 3-4)


En Juan de la Cruz existe una tesis que es el fundamento de vida para él, para este místico
la afirmación bíblica de que Cristo es la única y definitiva palabra de Dios es la síntesis y
base de todo “porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no
tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que
hablar”4. Luego, en la autoridad de la Escritura le da peso a esta afirmación teniendo
presente al pasaje bíblico de Hebreos 1, 1-2, que dice “muchas veces y de muchas maneras
1
Forma de citación de la obra Subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz.
2
Juan de la Cruz. Dichos de luz y amor. Ed. Monte Carmelo. Burgos. 2010. D 27.
3
Cfr. Castro, Secundino. Hacia Dios con San Juan de la Cruz. Ed, Editorial de Espiritualidad. Madrid. 1986. Pp.
27
4
Juan de la Cruz. Subida al Monte Carmelo. Ed. Monte Carmelo. Burgos. 2010. Cap 22, 3.
habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos
tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo”. Todo esto
para tener una idea clara, y es que ante tantas ofertas que se pueden encontrar en el mundo,
no se puede caer en el error de tomarlo como palabra última y definitiva que nos quita la
paz y buscan desorientarnos en nuestro camino espiritual.

Walter Kasper también habla sobre este tema y afirma que en los escritos neotestamentarios
el interés está concentrado en decir que el todo se gira en torno a Jesús y que, por Él, Dios
ha hablado y actuado de forma escatológica-definitiva y, por lo mismo, históricamente
insuperable. Incluso, hace referencia a que la salvación escatológica de cada hombre se
decide en este hombre concreto, Jesús de Nazaret5.

Nuestro único ejercicio: poner los ojos en Él (2S 22, 5)


En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien instituyó heredero
de todo y por quién también hizo el universo”. Por eso es por lo que en esta breve reflexión
se busca que el hombre y la mujer se hagan conscientes de que solo existe un camino para
ir a Dios, y que la única condición para que se dé es poner los ojos en Él, en Cristo, pues en
Él encontramos las respuestas a grandes interrogantes humanos. Por esto, decir que existen
revelaciones particulares o inspiraciones especiales de Dios con una persona, es un hecho
que no contiene mucho valor, pues la misma palabra hace manifiesta la realidad de que ya
no fueron necesarios intermediarios, ya Dios habló y todo lo que habló definitiva y
únicamente, lo hizo por medio del Hijo. Una cosa no se puede olvidar, y es que el hecho de
que sea Cristo la única y definitiva palabra no hace que se agote, es decir, que tenga fin,
pues no es como nuestra lógica humana que funciona esta realidad de Dios.

La Biblia entera se ensambla en Cristo (2S 22, 5)


La vida de todo cristiano, es decir, de un seguidor de Jesús, el Cristo, es el sinónimo de una
vida de seguimiento, en la que los ojos, como bien se decía arriba, están puestos en Él, para
configurarnos, para hacernos a su imagen, para que Él ilumine nuestras vidas, nuestro
actuar, para que podamos unir nuestra voluntad a la del Padre. “La ética y la experiencia
cristianas han de reducirse a Cristo; la misma Biblia se origina y sustenta en él, siendo él
también su principal promesa: “Que si antes hablaba (Dios, era prometiendo a Cristo”” 6. Es
por eso que San Juan de la Cruz tan bellamente exponía que todo tiene su origen en Cristo y
todo se sustenta en Él, en palabras suyas, en un coloquio espiritual decía:

Si quieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a mí y sujetado
por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde. Si quieres que te declare yo algunas cosas
ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas
de Dios, que están encerradas en él7.

El Cristo encarnado (2S 22, 6)


Este Cristo del que el teólogo Carmelita Descalzo habla es del que se hizo humano, del
Cristo histórico. Según esta exposición, la única intención de que su el Hijo se haga hombre

5
Cfr. Kasper, Walter. Jesús, el Cristo. Ed, Ediciones Sígueme. Salamanca. 1976. Pp. 241.
6
Castro, Secundino. Hacia Dios con San Juan de la Cruz. Ed, Editorial de Espiritualidad. Madrid. 1986. Pp. 29.
7
Juan de la Cruz. Subida al Monte Carmelo. Ed. Monte Carmelo. Burgos. 2010. Cap 22, 6.
es la de que el hombre sea guiado por el hombre, porque “no se ha de creer cosa por vía
sobrenatural, sino sólo lo que es enseñanza de Cristo-hombre”8.

Juan de la Cruz hace una interpretación cristocéntrica de la historia del Antiguo Testamento que,
según él, se encamina a Cristo. En Cristo encuentra la Biblia su unidad. La historia, vista a la luz
de Israel, es la historia salvífica que Dios dirige hacia su expresión completa en Jesucristo. En esta
sección la historia termina como Cristología, en Palabra de Dios hecha carne, como la palabra
hecha carne, como la Palabra absoluta y final del Padre9.

Dios se hace presente en Cristo, en el hombre, que como hemos dicho, guía al hombre, es
así que es el que guía a la Iglesia, por eso es que Cristo se convierte en ‘ley’ para el
cristiano, pues todo hombre que se dice su seguidor debe orientarse por el hombre, pues a
Dios no le quedó otro camino que hacerse hombre para que el hombre se dejara guiar de Él,
solo es cuestión de voluntades el que esto se haga realidad.

También es importante tener presente que la palabra de Dios se introduce en nuestro ser de
hombre en todo, como dicen las Sagradas Escrituras, semejante en todo, menos en el
pecado, lo que quiere decir que tiene también sus implicaciones, pues la palabra se
introdujo totalmente en nuestro ser de hombre, hasta el fondo de su normal trivialidad, su
inutilidad, su fracaso y vacío. Razón por la que no solo dice que Dios se hizo hombre, sino
que se le pone un acento adicional, esta es, se hizo este hombre Jesús de Nazaret10.

Esta encarnación, esta humanización de Dios en Jesús, el Cristo, trae consigo un cambio a
la situación de perdición en la que todos los hombres estaban presos y por la que están
íntimamente determinados. Esta situación ya mencionada al romperse da lugar a un nuevo
comienzo que determina la nueva situación del hombre en todo su conjunto y, en definitiva,
estaríamos hablando de una encarnación que es redención, una redención que es
liberación11.

Nuestra misión Carmelita a la luz del Hijo encarnado hoy


A la luz del Hijo de Dios, es decir, Cristo, Dios hecho hombre, se nos viene un reto
importante. Hoy, al igual que en otros tiempos, se entiende entre las personas una sed de
trascendencia y de profundidad, una sed que toque lo más profundo de su ser. Hoy, más que
nunca el mensaje de Jesús, del Cristo, del Dios hecho hombre es importante, porque se
siente la necesidad de alguien que logre orientar nuestras vidas. Pero, por esa misma sed, se
puede caer en el error de encontrar cualquier arroyo y creer que es la gran fuente que puede
saciar la sed de trascendencia. Cuando, hemos dicho ya, que no existen revelaciones
(arroyos) personales, que la misma Escritura hace mención de que Dios habló por profetas,
por intermediarios, pero que no le quedó más remedio, que hablar todo en su Hijo.

Nuestra tarea es la de hacer caer en la cuenta al hombre de hoy que, aunque existan
diversos arroyos, una sola es la fuente, y esa es Cristo. Solos nos pide mirarle, solo se nos
pide que le observemos a él. Que no nos quedemos en los signos, ‘milagros’, hechos
8
Castro, Secundino. Hacia Dios con San Juan de la Cruz. Ed, Editorial de Espiritualidad. Madrid. 1986. Pp. 29.
9
Nieto, J.C. Místico, poeta, rebelde, santo: en torno a San Juan de la Cruz. Madrid, Fondo de Cultura
Económica. 1982. Pp. 153.
10
Cfr. Kasper, Walter. Jesús, el Cristo. Ed, Ediciones Sígueme. Salamanca. 1976. Pp. 242.
11
Cfr. Ibíd. Pp. 253.
concretos, porque nos pasaría como quien le señalan la luna y se queda mirando el dedo y
no la luna. Es decir que, si existe un signo, una profecía, un mensaje de Dios, no nos
podemos quedar en ese mero hecho accidental, sino ir hacia donde nos quiere llevar, que es
el mismo Cristo.

Juan de la Cruz expresaba “veo es muy poco conocido Cristo de los que se tienen por sus
amigos”12, por eso, se hace necesario caer en la cuenta del conocimiento de este hombre,
prototipo de vida para el hombre. Conocer, ir hacia esta gran fuente, se debe hacer en
silencio, y esa es precisamente la tarea de un Carmelita Descalzo hoy, llevar al hombre a
que silencie su interior para encontrar en sí mismo al Cristo encarnado que le habla, porque
este Cristo solo se puede encarnar tocando la historia, más en concreto, tocando la historia
del hombre y solo se descubre esta realidad en el silencio que grita con ahínco el hecho
liberador de Dios hecho hombre tocando la vida. Silencio, una oferta que el mundo hoy no
le presenta al hombre, hecho que es tarea para para esta espiritualidad, pues tiene entre sus
saberes, este pilar de vida interior13.

Nuestra misión, es la de hacer caer en la cuenta de que esa encarnación de Dios en su Hijo
nos hace partícipes de la divinidad, pues, Dios al encarnarse asume toda la realidad
humana, no como un vestido que se pone y al otro día se lo quita, es decir, Cristo no es
humano hoy y mañana no, en su encarnación asume nuestra humanidad y así mismo,
nuestra humanidad asume su divinidad. Es tarea nuestra, por medio del silencio, caer en la
cuenta de esa gran capacidad de Dios que poseemos en nuestro interior, la cual es fruto de
que Dios haya asumido nuestra humanidad. Porque la frase de Juan de la Cruz: “Si quieres
que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a mí y sujetado
por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde”, solo pretende hacer evidente que
‘mirar’ consiste en dejar de escuchar tanto ruido exterior y solo concentrar todas nuestras
potencias en Él. Y, “cuantas te responde” es la evidencia de cuanto existe de capacidad de
Dios en el hombre, pero que solo falta un poco de determinación para poderle ver, para
poderle escuchar, para poderle palpar encarnado en nuestra realidad, sintiéndola,
sufriéndola y, al mismo tiempo, levantándola.

El Papa Francisco, en la Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, hace manifiesta la


importancia de la encarnación de Cristo; señala que no se entiende cómo una santidad
pueda estar desentendida de la encarnación de Cristo. Una santidad que no toque al Cristo
encarnado sufriente es una santidad que deja mucho qué sospechar. Pues, en últimas, caer
en la cuenta, hacer silencio interior, puede traer consigo una pequeña y muy fina tentación,
la de encerrarnos a vivir una relación con el Cristo que toca nuestras vidas, que se encarna
en nuestra realidad específica, pero volvernos ciegos ante el Cristo que sufre, y ser egoístas;
querer que Dios se encarne y toque mi realidad, pero no tocar al Cristo que se encarna y
sufre en la misma realidad. Dice el Papa “al descarnar el misterio finalmente prefieren «un
Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo”14.

12
Juan de la Cruz. Subida al Monte Carmelo. Ed. Monte Carmelo. Burgos. 2010. Cap 22, 7, 12.
13
Cfr. Brändle, Francisco. Biblia en San Juan de la Cruz. Editorial de Espiritualidad. Madrid. 2007.
14
Cfr. Papa Francisco. Exhortación apostólica Gaudete Et Exsultate. Consulta en archivo PDF. N37.
A manera de conclusión
En conclusión, en el tema cristológico de la encarnación, Juan de la Cruz, no intenta decirlo
todo sobre el Hijo, pues sería locura pretender encerrar a Dios en la lógica limitada del
hombre, además es coherente con su intención de hacer entender que Dios no es solo
imágenes o estampitas, visiones o revelaciones distintas a su Hijo, sin embargo, de él
pueden extraerse una serie de postulados cristológicos de singular importancia para la
espiritualidad. La primera cosa que nos debe quedar clara es que, hasta Cristo, la revelación
se hallaba en camino. La segunda cuestión que debe quedar clara es que Dios se ha
manifestado plenamente en su Hijo, en el que nos ha dicho su palabra definitiva. Otro punto
que debe quedar claro es que es necesario el conocimiento de la vida del Señor para
fundamentar una existencia cristiana auténtica. Por último, que Dios puede conceder a
algunos, por sus designios misteriosos, revelaciones particulares, pero le desagrada en
extremo que el hombre se aficione a tal procedimiento15.

15
Cfr. Castro, Secundino. Hacia Dios con San Juan de la Cruz. Ed, Editorial de Espiritualidad. Madrid. 1986.
Pp. 30.
Cfr. Kasper, Walter. Jesús, el Cristo. Ed, Ediciones Sígueme. Salamanca. 1976. Pp. 241.

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