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Introducción al humanismo
I
renacentista ¡

Edición a cargo de
)111 KRAYE
Warburg Institute
;. .,",

*
Edición española Q' cargo de
CARLOS CLAVERÍA
i. Traducción de Uuís Cabré

CAMBRIDGE
UNIVERSITY PRESS
Introducción al humanismo renacentista

de clásicos y humanistas contemporáneos que daban dinero y fama en


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Europa, ni eran coincidentes en gusto [Clavería, Eisenstein, Hindman,
PetrucciJ. Orígenes del humanismo
Para comprobar que el hu~anismo generó especialistas no sólo filológi-
cos y. que hubo otros detallistas buscadores de modelos y de erudición artís-
tica pueden consultarse Bonet [1993] y Cortés [1994], donde se justifica la
importancia que tuvo trasladar cierto procedimiento humanístico al terreno
del artista. Y con ello la invitación a rebuscar en otros campos hasta qué '.
punto los procedimientos y los trabajos de los humanistas italianos se repro-
NICHOLAS MANN
dujeron entre los intelectuales españoles y si la sociedad y los estamentos
Toda interpretación del pasado está acotada por las ideas preconcebidas, las
(universitarios, religiosos, profesionales) que a veces los cobijaron, aceptaron
"~spiraci.ones y, sobre todo, el conocimiento o la ignorancia del estudioso que
de buen grado o con distancia hacerse dúctiles y presentarse permeables a
la llev~'a cabo. Para ordenar la materia qUe investiga, para explicarla, el histo-
la oleada de tradición clásica o pagana (Ynduráin 1994, de nuevo], al nue-
riador recurre a par~bras y a conceptos que ni están exentos de crítica ni son
vo rigor investigador (insobornable al capricho de lo ya establecido), al
impermeables al cambio, sino más bien al contrario: con frecuencia se trata
nuevo modelo cosmológico [Granada], a la nueva belleza y a los nuevos des-
de elementos en buena medida subjetivos, términos que evoludonan a medida
cubrimientos. Esto es, a la tarea de Nebrija, Vives, Arias Montano, Sánchez de
que nos vamos acercando a una mayor comprensión de los tiempos que nos
las Brozas, Servet, Valverde de Hamusco, Sagredo, Pérez de Vargas, ]uava,
precedieron. Etiquetas como EdadOscuroen referencia a las supuestas tinieblas
Palmireno, Laguna, Antonio Agustín, Cano, fray Luis... y otros muchos que
de la primera Edad Media, o RenacimieRto, aplicadas a toda una etapa de la
hubieron de verse publicados fuera de sus fronteras quizá tanto por su cali-
historia europea, aunque útiles en el marco de una exposición historiográfica,
dad intelectual como por lo carpetovetónico de la sociedad española y gradas
puede que refieran sólo parte de la verdad del periodo que pretenden carac-
al carácter paneuropeo, ya pasado el año 1525, del humanismo.
I terizar. Cuanto más aprendemos sobre la etapa que' siguió al crepúsculo del
imperio romano, menos oscura y poco cultivada nos parece; cuanto más pro-
e. e. I fundizamos en todo aquello que volvió a nacer en los siglos XVI y xv, más
Olenta nos damos de su relación con el pasado.
La historia del humanismo muestra de manera ejemplar esa noción de
I continuidad y a la par un espíritu de renovación. El término mismo debe su
origen a la voz latina humanitas,que Cicerón y otros autores usaron en la época
clásica para significar el tipo de valores culturales que procederían de lo que
podríamos llamar una buena educación o cultura general. Los s[udiahumanitatis
consistían, pues, en el estudio de unas disdplinas que hoy consideraríamos
propias de una formación de letras: lengua, literatura, historia y filosofia moral.
Si bien es cierto que Cicerón no fue lectura ampliamente divulgada en la Edad
Media, algunos hombres instruidos del siglo XIV (sobre todo Petrarca, para
quien Cicerón era autor de cabecera) conocían bien su obra y su vocabulario.
Tras ellos, el nuevo siglo ya pudo contar con la firme incorporación de los stu-
diahumanitatisal currículo universitario. Así, en el lenguaje académico de la Ita-
lia cuatrocentista la voz umanistadevino habitual para referirse a quien enseñara
o estudiara la literatura clásica y las disciplinas que la acompañaban, indu-

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Introducción al humanismo renacentista Orígen<sdel humanismo

yendo la retórica. Su equivalente en españor( «humanista») apareció a media- capítulo pretende trazar los rasgos fundamentales de ese recorrido, desde sus
dos del siglo XVI con parecido significado, pero no fue hasta el siglo XIX, pro- presuntos inicios en el siglo IX hasta finales del XIV: un periodo en el que la
bablemente en Alemania por primera vez (1809), cuando el calificativo dio erudición se centró en gran medida, aunque no en exclusiva, en la cultura de
lugar al sustantivo (<<humanismo») para designar la devoción por la literatura Roma y en la literatura latina.
de la antigüedad grecorromana y los valores humanos que de ella se puedan La prueba de que esos pasos iniciales son sólo supuestamente los prime.
derivar. En suma: el volumen que ahora echa a andar se ocupa de un concepto ros, y de que ya contaban con el anónimo esfuerzo de una etapa anterior, que
relativamente reciente, aunque tal concepto, como se pretende mostrar en este a su vez descansaba sin duda en intemos wdavía más tempranos po'r mante-
capítulo inicial, atañe a una actividad de larga y venerable trayectoria, practi- ner con vida el espíritu de Roma y sus autores, se puede encontrar en un de-
cada durante siglos antes de que alguien osara siquiera bautizarla 1, talle revelador de la transmisión de un texto clásico: el De Choronraphia, de
A pesar del recelo expresado a propósito del valor de las etiquetas histo- Pomponio Mela, geógrafo del siglo I. Sabemos que Petrarca adquirió uno de
riográflcas. se impone la necesidad de contar con una definición de huma- los raros ejemplares de esta obra en Aviñón a mediados de la década de 1330.
nismo que permita operar en las páginas sucesivas. Pero precisamente porque Aunque no conservamos ese manuscrito, algunos de sus descendientes reco-
primero fue una práctica y no un concepto.es posible adelantar sin reparos una gieron las anotaciones textuales de su privilegiado lector y transmitieron el
descripci6~1 que justifique el hecho de dedicar un libro entero a la cuestión. resultado de sus sabios afanes a los estudiosos posteriores. Petrarca trabajaba
El humanismo es aquel desvelo por el legado de la Antigüedad ~ literario en sobre un ejemplar copiado casi con seguridad en el siglo XII. y que con segu-
especial pero no exclusivamente- que caracteriza la tarea de los estudiosos por ridad procedía de un manuscrito del.siglo IX copiádo a su vez en Auxerre y
lo menos desde el siglo IX en adelante. Por encima de todo, supone el redes- anotado por el ~aestro carolingio Heiric. Por su pane, Heiric debía su cono-
cubrimiento y el estudio de las obras de los clásicos grecolatinos, la restitu- amiento del DeChorosrophia a una miscelánea compilada en el siglo VI por Rus-
ción e interpretación de sus textos y la asimilación de las ideas y valores que tiaus Helpidius Domnulus en Ra.vena, un importante foco de cultura ya desde
contienen. Puede abarcar desde el interés arqueológico por los restos del la Antigüedad tardía. En este caso (y no es el único) se puede trazar una línea
pasado hasta la más minuciosa atención filológica por el detalle de cualquier de descendencia textual que conduce directamente de Roma al Renacimiento,
tipo de testimonio escrito, desde inscripciones hasta poemas épicos, pero llega una línea establecida por medio de un tipo de actividad erudita tipica del
a impregnar también, como. veremos, casi todas las áreas de la cultura pos- humanismo.
medieval, a saber: la teología, la filosofía, el pensamiento político, la juris- El trabajo de Heiric en Auxerre da la medida del llamado Renacimien-
prudencia, la medicina, las matemáticas y las artes. Enraizado en IO,que hoy'" to carolingio. vale decir una recuperación de la práctica académica en los siglos
se consideraría labor de alta investigación, ~l humanismo pronto halló expr'e- VIII y IX que presenta muchos de los rasgos que configurarían más tarde el
sión en la d~)Cencia,y así se convirtió en la encarnación y el vehículo de la tra- oficio del humanista. Durante el reinado de Carla magno, Auxerre fue uno de
dición clásica, que es tanto como decir en la principal avenida por la que los centros monásticos de relieve donde floreció la redacción y copia de li-
transcurre" la continuidad de la historia cultural e intelectual de Europa. Este bros y se crearon bibliotecas importantes; a su lado figuraban los de Tours,
Fleury y Ferrieres en Francia; Fulda, Hersfeld, Corvey, Reichenau y Saint Gan
en áreas germánicas, así como Bobbio y Pomposa en el norte de Italia. A un
1 Dos aproximaclones bien distintas a 105 problemas historiográficos que envuelven a los erudito y maestro influyente como Heiric debemos la t~ansmisión de unos
términos «humanismQ)l y «Renacimiento». en W. K. Ferguson, rile RenaissQDC('
in HisturicalThuught
cuantos textos clásicos además del de Pomponio Mela, entre los que destacan
Fivt CClturitsof Inttrprttotion (Cambridge MA, 1948), Y P. Burke, Tht Renaissanct(Londres. 1964) [*].
Véanse también el capítulo de Burke «The spread of Italian humanlslll». en A. Goodrnan y A. algunos fragmentos de Petronio. Fue discípulo de Lupa de Ferrii~res, el estu-
Mackay (eds.). rhe Impactuf Humanism on Wt5ternEuropt (Londres, 1990). págs. 1-22; C. Trinkaus. The dioso de mayor enjundia del siglo IX y, en verdad, el primer filólogo clásico.
Scuptof RendjssanceHumanüm (Ann Arbor MI, J 983); Y M. McLaughliri, «Humanist concepts of A zaga de Lupa, Heiric no sólo reunió una biblioteca muy respetable, sino que
Renaissance ¡nd Middll: Ages», Rtnaiunnct Sludies. 2 (1988), págs. 131-4-2. Sobre 105 términos
(lhumanismQ») y «hurnanis[an. P. o. Krlsteller. <~Humanism», en C. B. Sciunitt, Q. Skinner inten~ó conseguir, sin escatimar fatigas, códices de obras que ya poseía para
y R. Kcssler (eds.). rhe CamblidgeHistory ofRtnoissancePhilosophy(Camhrldge, 1988). págs. 113-37. cotejarlos con los propios y así enmendar o ampliar el texto de sus ejempla-
Orígenesdel humanismo
Introducciónal humanismo renacentista

terra normanda, los hombres doctos aplicaron su erudición clásica no sólo a


res. Más de una docena de manuscrícos anotados de su propia mano, inclu-
las letras sino a fines más prácticos y. anoté maslo, ya plenamente seculares.
yendo obras de Cicerón, Valerio Máximo y Aulo Gelio, dan fe en la actualidad
Además de literatos y filósofos, la sociedad necesitaba juristas, médicos y fun-
de su quehacer filológico. Cuatro o cinco siglos más tarde, manuscritos como
cionarios, y para. éstos el estudio de los textos antiguos tomaba el cariz propio
éstos ofrecieron a los humanistas italianos los materiales con que llevar a cabo
de una instrucción profesionaL El repertorio de obras disponibles se había
su recuperación 4e los autores clásicos.
extendido notablemente en materia. de literatura, gramática y lógica, pero
Otro aspecto bien distinto del periodo carolingio proyecta su sombra, hasta
ahora avanzaba en el campo de las traducciones al latín de textos científicos y
cierto punto, sobre el posterior renacer de las humanidades en Italia. El régi-
filosóficos griegos: tratados de medicina, Euclides, Ptolomeo y algunas obras
men centralizado del Sacro Imperio creó la necesidad de contar con adminis-
tradores instruidos fuera de la restringida esfera monacal. La solución de de Aristóteles.
El hecho de que incluso la literatura vernácula muestre la.s huellas de la
Carlomagno fue llamar, en el aúo 782, al rector de la escuela de York, en aquel
'liásica indica hasta qué punto las letras antiguas impregnaron la cultura fran-
entonces la más importante de Europa, para que le aconsejara en materia edu-
cativa. Alcuillo trajo consigo de Inglaterra un método pedagógico eficaz, basado
cesacieI siglo XII. En sus tres últimos decenios, tres romaJlS(Roman'de Thébes,Eneas
y RomandeTroie)y muchas obras breves se cimentaron directamente con mate-
en la lectura de textos clásico.s, y un resultado significativo de sus consejos fue
rial que remontaba al mundo grecolatino. El aumento en los mismos años de
el edicto imperial por el que se establecían escuelas no sólo en los monasterios
la producción de floriit:gia,es decir, antologías de extractos de los viejos auto-
sino también en las catedrales, a beneficio del clero secular. Aunque su funció~
res, c~nfirma .la impresión de que sus obras (las obras antiguas o, cuando
se limitaba probablemente a garantizar la difusión de las letras más elementa-
menos, algunos retazos) llegaban a un público cada vez más numeroso, aun-
1cs, las escuelas catedralicias contribuyeron a la formación de una clase letrada
fuera del claustro monacal y generaron una creciente demanda de libros que que no siempre muy cultivad03.
Jua¡¡. de Salisbury, uno de los intelectuales más sobresalientes del
amplió el círculo lector de las obras así difundidas2.
momento, ilustra ese estado embrionario del humanismo. Se educó en Char-
Pese a que el florecimiento de las letras en el momento cumbre de la cul-
tres y en París a comienzos del siglo XII y llegó a poseer, no cabe duda, un
tura carolingia no sobrevivió al ocaso del Imperio, el establecimiento de un
conocimiento de la literatura latina impresionante, si bien un tanto desigual
sistema que extendía la enseñanza a las ciudades tuvo consecuencias de gran
(en parte dependía de florilegioy no de o¡iginaIes); elogió, además, la elo-
magnitud. Naturalmente, los principales monasterios siguieron siendo cen-
cuencia y propugn6 el estudio de las letras en su Metalogicon,
y fue diestro en el
tros de estudio y producción de libros, y no dejaron tampoco de promover la
empleo de su saber entresacando ejemplos de la historia antigua con que ilus-
afición por la literatura clásica; por citar el ejemplo más notable, varios manus-
trar juicios morales que proyectaba a los problemas de la época. Por otra parte,
critos espléndidos, así como la conservación de diversos textos capitales, se
JuaIr de Salisbury no da muestras de haber percibido la vieja cuestión de la
deben al monasterio fundacional benedictino de Mo¿te Casino. especialmente
relación entre retórica y filosofia, ni tampoco de haberse adentrado hasta el
a su labor en tiempos del abad Desiderio. Pero el futuro residía en las cortes
fondo de las obras espigadas: sus exemplavalen como ornamentación del dis-
en las escuelas catedralicias y en las ciudades. A lo largo del siglo XII, se abrüS
curso más que como parte esendal del p~nsamiento que lo ver(ebra. Fue un
paso un nuevO resurgir del saber clásico, en esta--ocasión etiquetado como
latinista excelente. pero más por gramático que por filólogo. En pocas pala-
Renacimiento del siglo XII. En las cortes y en las escuelas catedralicias (llama-
das a ser universidades en más de un caso) del sur de Italia y de Sicilia, de la
Península Ibérica, de Bolonia y Montpellier, del norte de Francia y de la Ingla-

3 Para el Renacimiento del siglo XII, C. H. Haskins. The Reoaissante or the Twdfth Century;
M. de Gandillac y E. jeauneau (eds.). Entretien~sur Ja rmaissancedu 12f sUde (París, 1968); C. Brooke,
Tbe Twdfth Cmtury Rmaissance (Londres, i 969): R. L. Benson y G. Constable, eds., &naissanCt and Rene-
. 1 . Un excelente resumen sobre la práctica filológica y los estudios en el periodo
wol in the Twdftb ecntury (Oxford, 1982). esp. págs. 1-33. Sobre los romallSd'olltiquilt en francés anti-
carohnglo. en L. D. Reynolds y N. G_ WHson, Scrihes nnd schoJars: A Guide to the Trarnmiliion oí Gruk 000
guo. A. Fourrier, L'Humanisme mtdifflll dOllsles liutmturtS ro~anes du XliI au Xlyt sii:c1e(Paris, (964).
Lotin Lituaturt (Oxford, 19913) [*], cap_ 3; véase tambien Trinkaus, Scope. cil .• págs. +-6.

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Introducción al humanismo renacentista

bras, su figura representa lo mejor a que pudo"llegar el clasidsta medieval: un


I Orígenes del humanismo

de las raÍCes del humanismo, profundamente arraigada e.n el pasado: la epís-


viajero de salón bien informado, pero que aún no ha pisado personalmente el tola llegaría a convertirse, en gran parte gracias a Petrarca, en uno de los géne-
terreno que los humanistas italianos habrían de explorar detenidamente hasta ros de mayor fortuna durante el Renacimiento; un género versátil, que dio
hacerlo suyo+. cabida al discurso personal y al político, a la investigación erudita y al ensayo
Los factores que impidieron que la lectura de los clásicos en mallOS de un filosófico, así como a toda una gama de tareas literarias.
Juan de Salisbury llegara a la plenitud de los sfudiahumanitatiseran males endé- En esa misma Italia trescentista se puede entrever otra de las raÍCes del
micos en una sociedad como la del norte de Francia, en la que privaba el ihte- humanismo, entrelazada y a veces inseparable de la actividad de los dictatores:
rés de la Iglesia. La enseñanza clerical se sustentaba en los pilares del derecho el estudio del derecho romano en sus vertientes filológica y práctica. Al pala-
canónico (el corpus de leyes eclesiásticas impuestas por la autoridad en mate- cio real de Pavía, y a fecha tan temprana como el siglo IX, se remontan las tra-
ria de fe, moral y disciplina) y de la nueva lógica de Aristóteles; dentro de los zas de notarios que aplicaban el Corpusiuris civilis (la regulación del derecho
límites de la teología escolástica, dificihneme podía la cuhura pagana dejar oír romano compilada en el siglo VI a solicitud del emperador Justiniano) a situa-
su auténtica voz. Tiempo después algunos tacharían al escolasticismo de pura ciones de actualidad, anticipando en cuatro siglos la figura del funcionario con
antítesis del humanismo, aunque tal actitud, a decir verdad, supone una sim- formación jurídica, el letrado laico por antonomasia, que habría de desempe-
plificación excesiva de la cuestión. Lo cierto es que en Ilaba se había impuesto ñar un papel tan esencial en la vida ciudadana. Efectivamente, en las comunas
un modelo social urbano, muy difereme de la sociedad básicamente agraria y urbanas italianas del norte, independientes y en fase de rápido desar~ollo, la
feudal de los países transalpinos, de modo que la conveniencia de la adminis- actuadón de los juristas en asuntos de orden político y económico fue crudal.
tración civil y del comercio terminó por ganarle el pulso a la Iglesia, espe- A partir del siglo XII, por lo menos, y de modo muy notable en la Universidad
cialmente en las ciudades-estado del norte peninsular. Así se originó una nueva de Bolonia, la enseñanza. de las leyes cobró nuevo vigor, de suerte que la glosa
clase de letrados compuesta por laicos bien preparados, principalmente juris- y la interpretación de los grandes textos del derecho romano, el Códigoy el
tas y funcionarios. Digesto,aplicadas a los problemas legales del momento y combinadas con una
condenda de los orígenes históricos (sin duda reforzada por la presencia fisica
En Francia, el estudio de los textos clásicos, habitual hasta. bien entrado el Tres- de numerosas reliquias de la Antigüedad), alentaron el sentimiento de que la
cientos, nunca dejó ~e centrarse en la gramática en cuanto herramienta que civilización clásica aún estaba viva, y este sentir despertó a su vez el deseo de
permitía la comprensión y a veces la imitación de los autores latinos. Al sur de conocerlas.
los Alpes, en cambio, esa dedicación siguió otros derroteros y se enc.aminó Así fue como los juristas que estudiaban textos legales y adaptaban los
hacia la retórica, entendida como una capacidad válida para la vida del pre!" preceptos del derecho romano a las necesidades de una sociedad comple-
sente, En Italia, pues, el estudio de lo que fue en la época clásica el arte de tamente distinta ampliaron su interés a otras facetas de la herencia clásica,
hablar en público se convirtió en el ars dictaminis,el arte de escribir cartas, y sus en particular a la historia y a la filosofía moral; y así fue, también, como
practicantes, los dictatorts,en expertos dominadores de un instrumento puesto llegaron a entretener sus ocios componiendo versos en latín. El notario y
al servicio de sus protectores o de la profesión jurídica. En un prindpio, los luego juez Lovato Lovati fue el primero en dar ejemplo de tales inclinacio-
dictatortsno eran estudiosos de lenguas clásicas a carta cabal, sino rétores que nes, para más señas en Padua, donde se rodeó de un c.enáculo, afín a sus
extraían de los viejos autores la elocuencia para sus cartas y discursos. Ocupa-
ban, eso sí, puestos influyentes como maestros, secretarios o cancilleres de un
gobernante o de una comuna urbana, por lo que intervinieron (y su presen- 5 Sobre el papel dt. d(ctOtOKSy juristas en este contexto, R. Weiss. The DOMlof Humanism in Itoly
cia se dejó notar) en la esfera política. En el dictamense puede reconocer una (Londres, 1947). págs. 3-5; P. O. Kristeller, Eight Philasphersof ,he Renoi5sance(Stanford, 1964),
págs. 147-65 [*]; Kristeller. «(Humanism», en C. B. Schmilt el oJii.• págs. 127-30; Trinkaus, ScoJll.
págs_ 9-11; R. G. Witt, «Mcdievalltalian culture and the origins ofhumanism as a stylistic ideal»,
en A. Rabi! (ed.), RenoissanceHumonísm: fuundotions, Forms, olld Le¡¡acy.3 vals. (Filadelfia, 1988).
4 Vid. Gandlllac. Enlrc:tims. pá.gs. 53-84; Brooke. Twtlfth Century RelloissWlce,pá.gs. 53-74. l. págs. 29-70; J. E. Seigcl, Rhctorlcand Philmophy in Rmoimlllu Humanism (Princetan, 1968), cap. 6.
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Inrroducción al humanismo renacentista Origenes del humanismo
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intereses. cuya actividad permite hablar de esa ciudad como uno de los El más conspicuo de los discípulos de Lovato, y elemento clave de este
1 focos más tempranos del protohumanismo. Lovaro estaba familiarizado con retorno de las letras, fue Albertino Mussato, jurista, político y patriota, cuya
un amplio espectro de textos clásicos, muchos todavía raros en aquel reputación como diplomático y escritor fue mucho más, allá de los confmes de
mo~ento, como las tragedias de Séneca y la lírica de Catulo, Tibulo y Pro- su ciudad natal. Era hombre leído, corno su maestro, y tales lecturas fructifica-
i ~erclO; probablemente halló algunas de estas obras en la abadía benedic: ron en sus versos latinos, en gran pane escritos con talante polémico. Compuso
I tma de Pomposa y en la biblioteca capitular de Verona, dos centros famosos
p~r .h~be,r almacenado los escritos de los viejos autores. Fue asimismo un
una defensa de la poesía y la historia, DegestisHenriciVII Cesaris(<<Lasgestas del
emperador Enrique VII»), bajo el modelo de Tito Livio, pero su fama se
I l~abl1mterprete de textos epigráficos y tampoco le faltó pasión de anticua- cimentó sobre todo en su tragedia en verso Eccrinis.Y con razón, 'pues se trataba
r.lo por el pasado local, como demuestra el hecho de que en 1283-84 iden- de una pieza dramática fundida en el molde del metro clásic~, a imitación de
I
! tIficara como pertenecientes a Antenor, el mítico fundador de la ciudad, los Séneca: la primera en su género desde la época antigua. Contenía, además, un
restos encontrados en un sarcófago cristiano primitivo excavado en el curso '.J mensaje político de largo alcance, ya que relataba la caída del tirano de Padua
I de unas obras. Por decisión común y harto elocuente del clima cultural la Ezzelino da Romano y advertía contra el peligro de dominación que entrañaba
supuesta reliquia gloriosa de la Padua antigua se incorporó a un mo~u- Cangrande della Scala, gobernante de Verona. En reconocimiento a ese dechado
m~nto de presunto esülo clásico con un epígrafe en latín escrito por el de poesía y patriotismo, los paisanos de Mussato 10laurearon en 1315. Ochenta.
1: mIsmo Lovato,
años después, este episodio (entre otras razones) movió al humanista floren-
Sin embargo, por más revelador que resuhe, el episodio no hace justicia tino Coluccio Salutati a otorgarle un lugar entre los predecesores de Petrarca,
al saber del notario. A juzgar por lo que queda de su producción, los auténti- según afirma al repasar el elenco de los padres del saber restaurad07•
cos logros de Lavara deben buscarse en sus epístolas latinas en verso dond La investigación reciente ha rescatado del olvido a buen número de auto-
se per~be la impronta de los poetas antiguos, así como en un breve pe~o nad: res seeu~darios que vivieron en Padua o en sus alrededores. Por lo general, se
desdenable comentario de las tragedias de Séneca, fruto de una esmerada lec- trata de hombres formados en el estudio de las leyes, cuyo entusiasmo por la
tu:a ~erso~~l y un no menos notable intento de redactar el primer tratadito de cultura cl~sica les llevaba a establecer lazos con el mundo antiguo (como en el
metnca claslca. En estas obras se aprecian en embrión tres de las característi- epigrama de Benvenuto dei Campesani, de Vicenza, celebrando el regreso a
cas que definirían el desarrollo posterior del humanismo: sed de textos clási- Verona de su hijo Catulo) ya emular la epistolografia o la historiografia lati-
cos, preoc.up,ación filológica por enmendarlos y determinar su sentido, y nas. En parte debido a su notable biblioteca capitular, qué duda cabe. Verena
a~~elo de lmlt~rlos. Estos rasgos, más o menos acusados, se distinguen tam- devino otra de las cunas del protohumanismo. Giovanni Mansionario, por
bIen en una sene de figuras menores del círculo paduano de Levato. Cabe seña- ejemplo. entre 1306 y 1320 recurrió a esos fondos de manuscritos para com-
lar a ~u, sobrino Rolando de Piazzola y a Geremia da Montagnone, quien pendiar una Historiaimpc:rialis(ca. 1310) que destaca por la colación y evalua-
com~,do uno de los, ilorilcgiamedievales de más éxito, el Compendium moralium ción crítica de las fuentes históricas. En otra de sus obras, Mansionario probó
notab¡lJurn~<~~ntologla de ejemplos notables de conducta virtuosa») o, según que el Plinio conocido en la Edad Media como autor de la Historianaturalno era
rez~ la edlclOIl de 1505, Epitornasapirntiae(<<Epítomede sabiduría»), un vast~ el mismo que compuso una serie de epístolas, y que, por consiguiente, exis-
conjunto de extractos de autores clásicos y medievales cuidadosamente iden- tieron dos escritores homónimos en época clásica. También en Verana, Benzo
tificados6.
d'Alessandria, el canciller de Cangrande, dio forma a una vasta enciclopedia

. 6 Sobre: los paduanos y otros humanistas de la primera épOCil. a.demás de lils obras
citadas ~n la llOla anterior, ~jd. R, WCjss, rJ primo sccoloddl'umanesimo (Roma, 194-9), es ,ca, 1 7 En una carta a Bartolomeo Oliui dt:l 1 de agos[O de 1395; vid. Coluccio Salutati,
Tht RmOlssanct DlsCOVtryo{CJaSSlcolAnliquit y (Oxford 19882) N G S' . ¡ A ,S<. P P ,y Epistolario, ed. F. Novatl, 4 vols, (Ron1~. 1891-1911), 1lI, pág. 84: «el primero que cultivó la
rh " . ,.. ¡r¡lIS, rb: an ¡cncesot Paduo'
eStlllUrnofPadllo btforc 1350 (Toromo 1973) p;gs 42-55' I . 1 d . . docut:nda Cut: tu compatriota Mussato dt: Padua), Sobre Mussato, M, T, Daui, 11 MUSSQto
. • , . • y os ColpitU os e G. B¡Jlanovich
R. Ave:sam y 1. Cargan en Storill ddla cullura venera, 6 vols, (Vicenza, 1976-86),11. págs. 19-17~. prtUmaniSla 1261-1329: I'ambimtt t ropem (Vict:nza. 196~).

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I 27
1
Introducción 41 humanismo renacentista Orígenes de! humanismo

histórica, la Cronica(1313-20), basada en un lll:l.tridorepertorio de obras anti- figura intelectual que emergió de este ambiente fue Francesco Petrarca, con-
guas que había ido desenterrando, en bastantes ocasiones personalmente, a lo siderado con frecuencia el padre del humanismo y, sin duda alguna, el eru-
largo de sus viajes. Labúsqueda de textos, tanto como la agudez crítica de Man- dito y escritor más brillante de su generación9. En su actividad tanto como en
sionario, son signos inconfundibles del avance en el camino de la erudición. sus escritos, las varias tendencias en la ruta del saber hasta aquí reseñadas lle-
Por lo menos en Padua, Vicenza y Verena, parece como si este progreso gan a la plenitud; no se debe olvidar, sin embargo, que sus logros no hubie-
llegara a desplegarse en un ideal literario y estético común: el redescubri- ran sido posibles si otros no hubieran allanado el terreno.
miento de textos antiguos y, por ahí, el establecimiento de lazos, a veces mÍti- El padre de Francesco, un notario florentino, tuvo que exiliarse de su ciu-
cos, con la civilización de Roma, así como la reimplantación de géneros y dad natal en 1302, pocos meses después de que lo hiciera Dante (ambos eran
estilos clásicos. En el resto de Italia, en cambio, las trazas de un revivalsimilar conservadores y cayeron víctimas de un cambio de poder favorable al sector
son mucho más tenues y suelen partir de la iniciativa de individuos aislados. radical). y en la coyuntura dirigió sus pasos a la curia papal en busca de
Uno de ellos fue Giovanni del Virgilio, contratado en 1321 como profesor de empleo. No sorprenderá, pues, que anhelara una formación de jurista para
poesía latina en la Universidad de Bolonia. Pese a limitarse, por lo que sabe- su hijo y que con tal propósito lo enviara seis años a Bolonia cuando éste
mos, a la obra de Virgilio y Ovidio, los poemas en latín que dedicó a Mussato había cumplido los dieciséis. No obstante, según cuenta el mismo Petrarca,
y a Dante contienen una de las más tempranas muestras de égloga a la manera la voluntad paterna tuvo que ceder ante la pasión por los autores clásicos que
virgiliana. En Florenda, otros, y no pocos, tomaron asimismo parte activa en el joven Francesco había alimentado desde temprana edad con la lectura de
la tarea de reavivar e imitar la literatura clásica, como en el caso de Francesco todo cuanto caía en sus manos, en particular las obras de Cicerón y Virgilio.
.da Barberino y de Geri d'Arezzo, a quien Coluccio Salutati concedió un lugar Del primero, aprendió un dominio de la retórica y el estilo que lo elevaría
parejo al de Mussato8; no obstante, en este periodo no hay indicio alguno que muy por encima de los dictatores;del segundo, la dilección por la poesía que
apunte a un concierto de intereses por la cultura antigua comparable al de habría de marcar toda una vida dedicada a las letras. En la formación jurídica
Padua y sus alrededores. J y retórica de los primeros años se descubre un reflejo de aquellos notarios
paduanos del tiempo de Lovato: Petrarca nunca ab.andonó el mundo secular
Otros dos focos trescentistas de saber libresco merecen aquí una especial aten- I y prestó sus servicios en calidad de político y diplomático a los magnates que
ción, El primero es la corte angevina de Nápoles, testimonio entre los más
madrugadores del renacer de la lengua griega; a él volver~.en la parte final del
l lo protegieron.
La primera mitad de la vida de Petrarca transcurrió en Aviñón y sus inme-
capítulo. El segundo es la curia papal de Aviñón, estrechamente vinculada a la diaciones, sobre todo en Vaucluse, lo que significa que tuvo acceso al mece-
corte napolitana, en particular durante el reinado de Roberto 1 (1309~43). Er.. nazgo, la cultura y la vida intelectual que brindaba la curia, así como a los
llamado «cautiverio babilónico» del papado (resultado de la presión ejercida libros que conservaba la ciudad: los de la biblioreca papal y los que otros
por los reyes de la omnipotente Francia) transformó a Aviñón en la capital habían traído consigo. A pesar de la aversión que llegó a sentir, andando el
diplómatica y cultural del Occidente a lo largo de los tres primeros cuartos del tiempo, por los negocios de la curia y las costumbres disolutas de la ciudad
siglo XIV. Poco a poco, la biblioteca papal fue adquitiendo un fondo impor- pontificia, para él Aviñón supuso una plataforma ideal en más de un sentido:
tante de obras clásicas, mientras la curia. es decir, el principal centro de mece~ allí pudo llevar a buen puerto sus primeros cometidos Hlológicos y desde allí
nazgo, atraía a hombres doctos y con formación literaria de toda Europa, pudo viajar en busca de otras empresas.
proporcionando empleo a juristas cultivados y a dictatores.Quizá la más ilustre

9 El compendio canónico de la biografia de Perrarca es E. H. Wilklns, ufe oC Pctmrch

8 En la carta citada en la nota anterior, inmediatamente de5pués de mencionar a (Chicago, 1961); véase también M. Bishop, PetmrchandHisWorM (Bloomington, 1963); para un estu-
Mussato, Sa1mati, Epistolarill,IlI, pág. 84, afirma: «también Gcri d'Arezzo, el más grande de 105 dio introductorio que prest2.atención a la vertiente humanística y contiene una bibliografia de obras
imitadores del orador Plinio el Joven». y estudios, N. Mann, Pctmrch(Oxford, 1984). Véase también Trinkaus. Scope,págs. 6-7, 11-15.

29 r
Introducción al humanismo renacentista

En Aviñón, sin ninguna duda, Petrarca supervisó, en reIno a 1325, la.con-


, Orígenes del humanismo

las tareas capitales de los humanistas que siguieron sus pasos, comenzando por
fección de un manuscrito de VirgUia para su padre. y también allí, rma docena
de años más tarde, el artista sienés Simone Martini agregó un frontispicio
códice a instancias de Francesco. En Aviñón aún, y con la ayuda de los manus-
al
l su disápulo Giovanni Boccacdo. La consecuencia más inmediata, sin embargo.
fue el rápido incrementO de la biblioteca personal de Francesco. Gracias a
la lista de obras predilectas que compuso poco antes de 1340, sabemos que
critos que ha!ló en la ciudad y con los que seguían llegando, Petrarca pudo las arcas del humanista ya cobijaban en aquella fecha una cifra proporcional-
recomponer y restaurar el texto de la HistoriadeRoma de Tito Livio, combinando mente alta de textos clásicos (catorce de Cicerón entre el.los); a su muerte,
un testimonio incompleto de la tercera década, copiado en el siglo XIII, con daban cahida a la mayor colección de literatura latina existente en manos
, uno que contenía la primera (transcrito en gran parte de su puño y letra) y de un particular, incluyendo un buen número de códices que había rescatado
,¡I
"

aun con otro de la cuarta que Landolfo Colonna había traído de Chartres. Hacia personalmente11.
:1 '
1330 o poco antes, Petrarca estaba en condiciones de ofrecer el texto de Livio Aunque esta valiosísima biblioteca se dispersó, muchos de los volúmenes

I
1
más completo hasta la fecha y de deducir cómo debía ser la o~!-a original en '11m sobrevivido. Cabe destacar, quizá por encima de todo, el ya mencionado
su integridad. Por si fuera poco, 111cjoróel texto de modo-sústanCial, colacio- de Vi~gilio, conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, y la copia de
nando cada década con la lección de otros manuscritos. Sus notas y enmien- livio de mano de Pe't'rarca,hoy entre los códices Harley de la British Library12.
das a la tercera década resultan especialmente valiosas, puesto que recogen En los márgenes de manuscritos como éstos se puede apreciar cómo el huma-
variantes de un códice, probablemente también debido a Colonna y hoy per- nista dialogaba de tú a tú con los autOres antiguos: sus notas a los versos de
dido, que descendía de una rama muy distinta de la tradición. Aunque en rea- Virgilio y al comentario anexo de Servio atestiguan su penetrante atenci6n por
lidad no hay pruebas de que Petrarca sopesara críticamente el valor que debía detalles prosódicos o de carácter histórico y descubren una tupida red de refe-
atribuirse a cada una de las fuentes cotejadas, su celo y su sagacidad de filó- rencias a otras obras clásicas. Su notable dominio de este corpus le permitió a
I logo, así como su fervor por la literatura clásica, resultan indiscutibles. menudo rectificar las interpretaciones de Servio e incluso probar (en una carta
Tal entusiasmo se refleja así mismo en la búsqueda de nuevas obras. la pri- posterior) que el pasaje donde Virgilio relata los amores de Dido y Eneas era
'1 mera muestra remonta a un viaje por el norte (1333), durante el cual descu- una patraña, históricamente hablando, puesto que Dido vivió unos trescien-
brió en Lieja un manuscrito del olvidado ProArchiade Cicerón y en París uno tos años después de la muerte del héroe troyano 13. Por su parte, las notas y
de Propercio procedente del erudito del siglo XtII Ricardo de Fournival. Petrarca correcciones al texto de Livio dan fe de la entrega con que Petrarca quiso fijar

I estudió ambos textos minuciosamente y legó a la posteridad sus anotaciones y


enmiendas, al igual que lo haría en el caso ya mencionado del DeChorogrophia
Pomponio Mela. En ese sentido, el humanismo de Petrarca cuenta con el mérito
de
correctamente no sólo la letra sino los hechos del pasado. Su extrema familia-
ridad con esta obra le proporcionó además un inmejorable conocimiento de
la historia romana, aplicado luego a la enmienda de otros escritos, como la
añadido de su contribución personal a la transmisión de textos clásicos here~ traducción de la crónica de Eusebio debida a San Jerónimo. A tales fuentes
dados de las generaciones precedentes. Una parte importante de los estudios agregó la inspección personal de los monumentos de Roma durante su visita
posteriores no hubiera sido posible sin esa mediación, y es muy probable que de 1337, Yaun el estudio de monedas antiguas. La calidad de su saber le capa-
debamos la existencia actual de ciertas obras a sus indagadones y a sus afanes10..
Otros compartían su entusiasmo, por supuesto. La historia de la restaura~
ción de Tito Livio seguramente le debe tanto a Landolfo Colonna como al JJ Para los libros favoritos de Petrarca en Vaucluse, P. de Nolhac, Pctrllrqueet l'bumanisme.2
vols. (París. 19071), n. págs. 293-96; para la historia posterior de la biblioteca, M. Pastare
mismo Petrarca. Con todo, es la búsqueda activa de manuscritos de obras clá-
Stoccrn. fd..a.biblioteca del Petrarca», en StOrilldcJlllculturoVtrle!lI,
II. págs. 536-65.
sicas lo que claramente apunta el desarrollo de lo que luego constituyó una de 12 Ambos manuscrilos disponen de facsímil: el ms. S.P. 10.27 de la Biblioteca Ambro~
siana de. Milán, en Petrarca. VtrgiJianus coda, e.d. G. Galblati (MiUn, 1930); el ms. Harley 21-93
."
'1,
de la British Library de Londres, en Gi.pseppe Billanovich, La lradizioncdd tC¡!1) di Livioe leoridini
"
"

dcll'umanesimo,2 vols. (Padua. 198 1), II: fl Liviodd Ptlrarca e del"'-lIa.


JO Véase la valoración de la tar~a Hlológica de Petrarca según Reynolds y Wilson Scribes J3 Petrarca, SenilesIV5. en sus Opera(Basilea, 1554). pago 872. Para una antología de las
andSeho/ars. págs. 128-34- (*]. ' Seniles,ver Petrorell,ed. F. Rico, págs. 299-322.

30 31
Introducción al humanismo renacentista Orígenes del humanismo

citaba para identificar edifIcios (como el"Septimonium, cuyas ruinas forma- mentas, las monedas y la historia de Livio. No importó que el ideal distara
ban parte del monasterio de San Gregorio al Celio) o para señalar que durante de ser impecable, ni que las llamas de la revolución se apagaran tan rápida-
siglos se había confundido al Terencio autor de comedias en vers~ (Terentius mente como habían prendido, comprometiendo seriamente al Papa y al
Afer) con un personaje homónimo (Terentius Culleo). Su breve biografia del mismo Petrarca. La restitución del mundo antiguo en su sede capital, cn
primero pasó a formar parte de casi todos los manuscritos humanísticos de las aquel momento lamentablemepte postergada en ausencia del pontífice, era
comedias terencianas. En una ocasión, en 1361, incluso fue llamado a con- un objetivo por el que Francesco estaba dispuesto a sacrificar incluso el más
sulta, a título de experto, por el emperador Carlos IV para que analizara un prestigioso de sus empeños literarios: la composición del Aphrica sive de bello
documento de dudosa autenticidad. Basándose en referencias .históricas y en punico(1337-1345), un poema épico que celebraba las virtudes romanas de
rasgos lingüísticos y de estilo, Petrarca dictaminó que se trataba de una falsi- Escipi6n el Africano.
ficación y no de un privilegio concedido por Julio César y Nerón, como pre- Era este proyecto, probablemente, lo que le había hecho merecedor de los
tendía Rodolfo IV de Habsburgo con vistas a justificar el derecho de Austria a laureles en una celebración que llevó también (si hemos de confiar en su pro-
ser un estado soberano independiente dentro dellmperiol4, La erudición, pio relato) el sello inconfundible del renacer de Roma: tras un minucioso exa-
pues, se puso al servicio del estado. men oral en Nápoles a cargo del rey Roberto, el día de Pascua de 1341 PetrarCil
No se.debe ocultar, por otra parte, que Petrarca no siempre acertó en sus. recibió la corona en el Capitolio de manos de un senador romano y pronun~
juicios, Muchos detalles de los monumentos romanos que examinó le pasa~ ció un discurso, basado en un texto de Virgilio, que abundaba en el valor del
ron por alto, de suerte que, por poner un ejemplo; atribuyó a Trajano el arte poético 1 6, Es muy posible que tanto en el ceremonial como en la defensa
Ponte Sant'Angelo pese a la clara inscripción con el nombre de Adriano. de la poesía el laureado evocara a sabiendas el ejemplo de Mussato; también
Como Lavata, creyó también que la tumba de un liberto llamado T. Livius, era consciente, eso no admite reparos, de que en el mundo antiguo se conce-
descubierta en Padua a principios del siglo XIV, era la del gran Tito Lívio, día el honor a emperadores y a poetas mediante la coronación. En todo caso,
Algo de candidez política se trasluce en el detalle: el deseo de recomponer el renovado interés por la poesía y, aun más, por fabricar versos de buena
los lazos de unión con la antigua Roma fue más fuerte que el sentido crítico hechura clásica son aspectos arquetípicos del humanismo. En el Aphrica,con-
que podría haber impedido el error. A idéntica ingenuidad se podría atri- cebido a imitación de la Eneida,así como en el Bucolicwncarmen(<<Églogas»),tan
buir la admiración y soporte incondicional que prestó a Cola di Rienzo, un influidos por las Églogasvirgilianas, se halla un proceder característico de
notario de Roma con un pronunciado gusto por lil$reliquias del pasado que Petrarca: no ya el hecho de componer obras de inspiración señaladamente clá-
intentó reimplantar la república de los tiempos clásicos. Cola di ~enzo tomó sica, sino cada detalle del modo en que adaptó los modelos sin caer en la copia
parte en las revueltas populares que agitaron Roma en la década de 1~40 y servil da la medida de esa aleación, profundamente suya, entre el pertinaz estu-
llevaron a su nombramiento primero como rector y luego como tribuno de dio erudito de la Antigüedad y la recomposición de e5e mismo mundo en una
la ciudad: más tarde fue armado caballcro cn una ceremonia que incluyó el forma nueva y esencialmente original.
baño ritual en la fuente de Constantino; finalmente, el 15 de julio de ] 347, Hoy se conoce más a Petrarca por su poesía vemácula, sobre todo por el Can-
fue coronado Tribunus Augustus en el Capitolio. con toda solemnidad 1S. Según zonier, (1348-1359-1366), el gran dcla de sonetos que celebra el amor por uua
parece, Petrarca quedó deslumbrado ante tamaño despliegue de pasión apli- dama de ficción llamada Laura 17. Incluso ahí, la huella de los poetas antiguos
cada a todo aquello que él mismo tenía en la más alta estima: el ideal de resulta evidente. Pero fue antE;todo su producción latina la que estableció su
Roma compuesto por los múltiples reflejos de las inscripciones, fas monu-

16 Vid. E. H. Wilkins, Tht Makinllar tht CllIl2allÍUt


andOtherPr:tlllrchan
Studies(Roma, 1951),
págs. 9-69; d discurso pr~nundado en tal ocasión lo traduct; wilkins en sus Studiesin th~Lir~«nd
Ji Petrarca, 5roiltSXVI.5, en S\ISOpt'm,págs. 1055-58. Worksof Petmrch(Cambridge MA, 1955), págs. 300-13.
1s Sobre el conocimiento que Petrarca tuvo de Rom~, y sus reb,ciones con Co}¡¡di 17 Para una edición bilingü~ del Canzaniere,vid. Francesco Petrarea, Cancionero,ed. Jacobo
Rienzo, vid. Wt;iss, RrnaissonccDiscovtry, pá.gs. 32-42. Conines (Madrid, 1984).

33
e, I Introducción al humanismo renacentista
Orígenes del humanismo
, I
i i reputación de humanista. Los cimientos históricos que habrían de SOstener el
1 Algunas de estas afIrmaciones, con su nota de autocomplacencia, no represen-
Aphricase fraguaron ya en el Vilorum vírorwn illustrium epitome(1337) (<<Sobre hom-
tan tanto la. materia propia de un carteo cotidianq como la sustancia de unos
bres célebres»), una obra donde Petrarca recurrió especialmente a livio y a Sue-
escritos d~ carácter polémico y didáctico que Petrarca dirigía a quienes sentían
tonio y en la que relataba las vidas de romanos ilustres, en particular las de ~Ii
más de cerca sus mismas inclinaciones. Entre los de su generación, probable-
Escipión el Africano y Julio César, ambas reelaboradas y ampliadas conforme
mente fue Boccaccio quien compartió más estrechamente la pasión por desen-
aumentaban .los conodmientos del autor. Por otra parte. pero sin alejarnos dema-
terrar códices singulares y por escribir conforme al canon de los viejos textos.
siado, cabe apuntar también los Renunmemomndarumlibri rv (<<Cosasmemorables»),
que transmitÍm. También'compuso una obra en parte dedicada a la historia clá-
escritos a modo de réplica a los roctofUm et dictorum memombiIium Jibri IX de Valerio
sica, así como un manual sobre los dioses paganos que tuvo gtaÍl repercusión;
Máximo ~ con el afán de ilustrar las virtudes cristianas con numerosos ejemplos
como se verá en breve, cohfraternizó con Petrarca en los primero;:; intentos serios
sacados de la historia de Roma.
por reanimar el estudio del griego.
Las epístolas merecen capítulo aparte. Seguramente Petrarca las venía guar- • -J El interés a la vez por la forma y el contenido de la literatura antigua,
dando desde la primera madurez al paso que las escribía. Pero fue en 1345, tras
ampÚ~mente atestiguado, se refleja de modo muy idiosincrático y algo medie-
descubrir en la biblioteca capitular de Verona un manuscrito de las cartas de
val en el tratado rrd.s ambicioso de la madurez de Petrarca: De rcrnediisutriusque
Cicerón a su amigo Ático (Ad Atticum), cuando halló inspiración para empezar
fortune (<<Sobre los remedios para ambas fortunas», 1366), vale decir una enci-
a moldear una colección propia, los Epistolarumde rebusfamiJiaribusJibri VIII (<<Car- clopedia moral que ofrece curas para los efectos nocivos de la buena fortuna
tas familiares»), reordenada y pulida incesantemente hasta fInales de los cin-
y consuelo para los golpes de la desdicha. Con el modelo de las Disputacionestus-
cuenta. El resultado que vio la luz en aquel momento (sucesivas revisiones llegan culonas de. Cicerón, el tratado se desarrolla como serie de diálogos entre una
hasta 1366) constituyó el primer epistolariohumanístico. La concepción y la fac-
Razón de carácter estoico y las cuatro emociones condenadas por esta escuela
tura se debían a Cicerón (así como gran parte del contenido, dada la admira-
fIlosófica (Alegría y Esperanza, Tristeza y Miedo), y da cabida, además, a un
ción de Petrarca por el estadista romano), pero no obedeóan menos al cuidado
enorme acarreo de materiales inconfundiblemente clásicos: más de quinien-
con que el autor cultivó la proyección de su propia imagen a través de las car- tos ejemplos procedentes de la cantera antigua y un número elevado de refe-
tas. Algunas de ellas, en particular las dirigidas a Boccaccio, versan específica-
rendas implídtas a escritores romanos. Por todo ello, el De remediispodría llegar
mente sobre la imitatio, un tema crucial para la siguiente generación de
a considerarse la cumbre de la producción de Petrarca, pero se echa en falta la
humanistas. Petrarca describe el impacto que le produjo la literarura cl4sica y su
capad dad de síntesis. A lo largo del discurso filosófico-moral no hay más hilo
Íntimo trato con ella. Ofrece sus opiniones sobre la licitud de explotar la mina
conductor que el manido desprecio cristiano por los dioses terrenos y el con-
de los grandes autores del pasado, al tiempo que subraya la necesidad de hacerlo
suelo contra la adversidad en la tradición de Boecio. El componente clásico
de modo discreto y nunca servil: el escri-tol' Ruede andar tras la huella de otro
pierde así su aguijón; los ecos del estoicismo de Cicerón y Séneca se disuelven
pero no debe reproducir exactamente sus p:sos. La semejanza ideal no será l~ en una masa de materiales que prestan apoyo a opiniones más ortodoxas. En
que media entre retrato y modelo sino la de hijo a padre: simiJitudo non idmtHas ésta su ohra más popular internacionalmente durante más de dos siglos,
(semejanza no igualdad) e La imagen procede de Séneca y es elocuente del talante Petrarca no muestra atisbo alguno de la renovación fIlosófica que podría haber
práctico que Petrarca nunca abandona, ni siquiera en plena discusión teórica. llevado a considerarle el fundador de aquella corriente humanística más honda
Tanto es así que incluso trae a colación ejemplos de pasajes concretos del Buco-
que ya deja atrás la simple lectura y manej.o de los textosl9.
licum carmen en los que, antes de mejorarlos, había percibido ecos demasiado
próximos, para su gusto, a los versos modelo de VirgiÜo, Ovidio y HoracioJ8.
19 De rantdiulltriusqlle fortune fu~ la obra má.s popular de Petrarca y se conserv;¡ en
centenares de manuscritos. La primera edición es de 1474 y se puede consultar en Petrarca,
Opera, o en traducción fragmentól.ria en Ohras, ed. F. Rico, p~gs. 411--465. :ar~ una breve rc:lación
18 Vid. Petrarcil.L~familiari, ed. V Rossi, 4 vals, (Florencia, 1933-42). Las cartas que
de las actiludes estoicas que presenta, N. Mann. ((Perrarch s role as morahst In fifteenth-century
hace~ particub.r referencia ¡ la irnitatio son: fumiliares r.s; XXII.2; y XXlIl.l9. Algunas Familiares
France). en A. H. T. Levi (ed.). Humanism in France lit the End of the Middle Agt.l and in ¡he EorJy Reoolssance
han SIdo traducidas en Petrarca. Obras, ed. F. Rico, págs. 238-297.
(Manchester. 1970). págs. 6-15.

34
3S
Introducción al humanismo renacentista Orígenes del humanismo

La única ocasión en que se enfrentó abiertamente a un tema fllosófico fue a través del norte de África y la Península Ibérica, donde se llevaron a cabo un
en el De sui ipsiusd multorum ignorantia(<<Sobre su propia ignorancia y la de número sustancial de versiones al latín entre los siglos XI y XlII. A principios
muchos otros», 1367), un.texto de controversia que contiene una acerada res- del siguiente, sin embargo, el griego aún era prácticamente desconocido en
puesta a cuatro aristotélicos que habían afirmado que Petrarca era un hombre Italia (al igual que en el resto de Europa), pese a su ininterrumpida presencia
de bien pero con pocas letras. Para empezar, el autor censura la ignorante sabi- oral como lengua vernácula en Sicilia y en el extremo sur de la Península, y a
duría de quienes lo acusan, lo que es tamo como decir la filosofia escolástica, pesar también de los habituales contactos comerciales entre Venecia y Bizan-
cuya doctrina -arguye- acaso pueda conduar a la verdad, pero nunca a sen. cia., No existió, en consecuencia, una tradición de estudio análoga a la que
tir amor por ella. A continuación, Francesco defiende la causa de los studiallUmf.l- hemos visto en el caso de las letras latinas21.
nilatis,el saber al que había entregado coda Wla vida, alegando que el estudio Retazos de información sugieren que en Padua, a mediados del Trescien-
de la literatura, en particular la clásica, es senda de perfección y fuente de bon- tos, algunos maestros y juristas poseían manuscritos griegos y que incluso los
dad. Retórica y filosofia moral quedan, por consiguiente, hermanadas bajo podían descifrar. Otros signos indican que, durante el reinado de Roberto 1,
una sola bandera. El mejor ejemplo -no podía ser Otro- lo proporciona Cice- la corte angevina de Nápoles fue un centro de traducciones al latín de los tex-
rón, presentado en la obra como una figura protocristiana. Y así, de la mano tos griegos que se hallaban en los manuscritos de la biblioteca real reunida por
del Deignomntio,se cierra un círculo completo: volvemos al autor que inspiró Carlos 1 de Anjou (el conquistador del Reino de Sicilja en 1268) y sus suce-
a Petrarca desde el comienzo y le acompañó a lo largo de su carrera, ofre- sores. En un momento dado, el rey Roberto llegó a contar con no menos de
ciéndole textos que estudiar y, todavía más, un modelo literario y un patrón tres traductores trabajando a un mismo tiempo, entre ellos el calabrés Niccoló
ético que configuraron su vida y su obra 20. da ReggiQ, a quien se deben versiones de algunas obras médicas de Galeno.
A final de trayecto se podría concluir que Petrarca no fue enteramente un Fue otro nativo de Calabria, sin embargo, un monje basilio, de nombre Bar-
innovador, que su brillante erudición se desplegó en un campo desbrozado laam, que había pasado un cierto tiempo en Constantinopla antes de transfe-
por el esfuerzo de generaciones anteriores, y que formó parte, en definitiva, rir su obediencia a la iglesia ocddental y trasladarse a la corte napolitana, quien
de una cadena sin rupturas. Pero estas consideraciones no deben limitar en ejerció el primer influjo en los humanistas que ya conocemos.
absoluto el reconocimiento del ímpetu extraordinario que transmitió a esa tra- Al parecer, en 1342 el rey Roberto envió a Barlaam en misión diplomá-
dición: por el extraordinario aliento de su saber; por su sentido de la distan- tica a la curia papal de Aviñón, donde enseñó griego durante aquel verano.
cia histórica real que mediaba entre su época y la Roma antigua; por la calidad Petrarca, con su entusiasmo habitual por todo lo clásico, ~ecibió clases parti-
del latín y la influencia de los escritos que legó a la posteridad; y p<?rel pres ..•. culares algunos meses hasta que el monje partió con destino a un obispado en
tigio que confirió a la actividad del erudito. A aquella imitación de los cf;isi- Calabria tras la recomendación de su flamante pupilo. Dificilmente se puede
cos que predicó tanto como practicó, y que en 1341 tomó cuerpo en su otorgar al episodio una gran trascendencia, ya que Petrarca no fue capaz de
coronación con laureles all'antica,se debe atribuir el primer impulso de calibre leer el manuscrito de Homero que le regaló a principios de 1354 Nicolás
que recibió el humanismo renacentista, y el buen nombre de su fama. Sigero, un legado de Bizando en la curia pontifiaa a quien había conocido en
Verona en 1348. Sin embargo, nada de esto impidió que más adelante solici-
Un componente esencial del desarrollo humanístico no ha recibido hasta aquí tara a Sigero obras de Hesíodo y Eurípides, ni que siguiera a la caza de otros
la debida atención: la restauración del estudio del griego clásico. Una parte manuscritos homéricos. Sabemos que examinó y rechazó uno en Padua a fina-
considerable de la producción dentífica griega, en espedal una buena porción
del corpus aristotélico, se había traducido al árabe y había lleg-adoa Ocddente
11 Sobre la restauración de lil lengua griega, Weiss, The Dawn, págs. 19-20; Krlsteller,
(Medieval antecedents», en su Eight PhiJasophm of Ihe !tollon 1knoissance (Stanford, 1964-),
págs. 147-65 (157-59) [*]. y «Renaissance humanism and c1assical antiquity». en Rabll,
20 Petrarca. De igoorontia, en sus Opere latine, ed. A. Burrano. 1 vols. (Turín. 1975). Renai~san«.Humoni5m, 1, págs. 5-16 (10-14-): Reynolds y Wilson, Scribcs ond Schoror~,
11, págs. [025-15 [. Hay edición cilstellaria en Obrll'i, ed. F. Rico. págs. 238-297. págs. 146--4-9[*]; G. di Stefano, LAV¿couvme de Plutorque en oeciden[ (Turín, 1968). esp. cap. l.
Introducción al humanismo renacentista Orígenes del humanismo

les de 1358 y que por aquel tiempo conoció allí a otro cab.brésy discípulo de 137313 . Los primeros traductores con lUlapreparación seria no llegaron hasta
Barlaam, lUlhombre de mal carácter, según parece, que respondía al nombre más tarde y directamente de Bizancio. inicialmente a título de emisarios en un
de Leoncio Pilato22 .
momento de gran actividad diplomática entre Constantinopla y la Europa occi-
En marzo del año siguiente, Boccaccio visitó a Petrarca en Milán. Durante dental, cuando la amenaza turca, cada vez más inminente, se cernía sobre el
su estancia, depanieron sobre el Bucolicum carmeny sobre algunos aspectos de imperio griego. Treinta y siete años después del mal comienzo de Pilato, un
la imilotio que darían origen a la epístola ya comentada. También hablaron diplomático bizantino llamado Manuel Crisolaras llegó a Florencia para tratar
de Pilato, y el resultado final de esas conversaciones fue que Boccaccia per- unos negocios y allí instituyó un curso de griego que habria de mantenerse
suadió al calabrés. cuando ésre se detuvo en Florencia camino de Aviñón, para durante varios años.
l' que se quedara a enseIiar griego a sueldo de las autoridades florentinas Así La enseñanza de Crisolaras se caracterizó por favorecer el ~érito literario
pues, al año de 1360 le corresponde el honor de registrar la primera m~estr~ de las versiones latinas a expensas del viejo método de la traducción palabra
conocida de enseñanza oficial del griego en una ciudad de Italia. Aunque ".ipor palabra que tanto maniataba el estilo de Pilato y Atum;mo (méwdo en
resulta dificil determinar cuánto riempo permaneció Pilata en Florencia su part~ debido, quizá, al hecho de que la exactitud se creía adecuada en el caso
paso dejó rastros palpables: la traducción parcial de Homero y de unos c'ua- de la traducción de' un texto científico). En su anhelo por facilitaruna mejor
trocientos versos de la Héeubade Eurípides, por encargo de Boccaccio,así como comprensión del griego, Crisolaras también escribió un libro de gramática
de parte de las Vidas de Plutarco a petición de Coluccio Salutati. (Erotemata.«Cuestiones»), el primero de su género en llegar a la imprenta, ya
La acqvidad subsiguiente de Pilato está mal documentada. Sabemos que a finales del Cuatrocientos; su éxito entre los discípulos de Crisolaras fue más
en 1363 permaneció tres meses alIado de Petrarca en Venecia y que Boc- que considerable, y todavía alcanzó a Erasmo y otras figuras del humanismo
cacdo se sumó a ellos por algún tiempo. Aquel verano Pilato decidió volver posterior.
a Constantinopla, lanzando improperios contra Italia y los italianos. Poco Por todo ello, 1397 es una fecha clave en la historia del humanismo e
tardó, sin embargo, en dirigir sus invectivas contra la ciudad bizantina y sus incluso de la cultura europea. Entre los pupilos de Crisolaras se contaban algu-
habitantes y planear su retorno a Italia. Murió al naufragar en el viaje de nos de los hombres de letras más brillantes de una nueva generación. Leonardo
regreso en 13 6S. En la primavera de aquel año, Petrarca había preguntado a Br.uni y Guarino de Verona en la primera fila. Con ellos, y con la llegada del
Boccaccio acerca de un pasaje de la traducción de Homero; a finales del sfglo xv, el griego recuperó el lugar que le pertenecía dentro de los studiahuma-
siguiente recibió por fin un manuscrito con la Odisea y la IlíaJa vertidas al nHa[is,y el humanismo entró sin duda en una nueva etapa.
latín, y al cabo de un par de años su amanuense Giovanni Malpaghini ya
había sacado copia de ambas obras.
: Todos esos Contactosnacidos de la corte angevina significaron, a lo sumo,
los inicios titubeantes de la historia de la recuperación del griego. Lastraduc.
ciones de Pilato eran desmedidamente literales, por lo que cobraron peaje
cuando Salutati intentó traducir su taIHode Homero en un latín más feliz. Lo
mismo se puede decir de otro [exto que quiso mejorar unos años más tarde:
una versión aún medio griega del tratado sobre la ira de Plutarco, fatigosa-
mente pergeñada en Aviñón por el arzobispo de Tebas Simón Atumano en
I
11 Sobre las relaciones entre Petrarca, Barlaam y Pilato, vid. Wilkins life u{Petrareh págs
33-34 2-6 . " .
. ,16 4, 169, 190-92, 200; Y N. G. W¡Json, Fram Byzantium to IfllJy:Gruk Studiesin the Hallan
Renama~ce(Londres, ]992). págs. 2-7. Para la influencia de Barlaam y Pilato en Boccaccio, ver su
GmeaJoBledeorum y la edición caslelb.na (Madrid, 1983).
u Para esta traducci6n, Di Srefano, D«oul'trt~,caps. 2-3.

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Introducdón al humanismo renacentista
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tras estaba inconsciente y la lección que sacó del suceso. El cuarto componente 6
es la introducción: más reflexiones, ahora sobre la 'validez de la práctica, y si
Los humanistas y la Biblia
es posible/ejercitarse en el morir, o no, y si es de alguna ayuda pensar en la
muerte, Iy por fim, ya mas ' en general, sobre la relación entre .la imaginación y
la experiencia. Finalmente llega la conclusión, añadida en el ejemplar de Bur-
deos pero basada en el final previo del relaco, y en la que Moncaigne defiende
su propia imagen (la que se había divulgado tras la publicación de la primera "
edición) acentuando el valor y el carácter excepcional de la obra que está lle-
vando a cabo. Resumamos; todos los elementos de este ensayo admirable se ALASTAIR HAMILTON*
desarrollan sucesivamente por interpolación y a través de conexiones tópícas. Humanistas y escolásticos crecieron y se formaron bajo unas mismas creencias
Los ejemplos traídos a colación prueban, en defmitiva, que autores y lec-" ~istianas. Muchos de entre los primeros recibieron una educadón escolástica
tares del siglo xV] aplicaron los preceptos de la lectura dialéctica y el embelle- y se integraron en el clero regular o secular. Es cierro, desde luego, que la acti-
amiento estilístico aprendidos en el aula, y que, además, Sacaron buen partido, tud humanística con'iespecto a las fuentes no cristianas divergía radicalmente
para sus propios fmes, de las ideas humanísticas sobre el uso del lenguaje. Her- de la escolástica, pero no por ello la Biblia dejaba de ser tan fundamental para
manando retórica, dialéctica y gramática, la tradición del humanismo contri- unos como para otros. Cabe preguntarse, entonces, por qué las Escrituras tar-
buyó a crear las condiciones adecuadas para que la inventiva verbal de los daron tanto en redbir un tratamiento filológico propio de los studia humanitatis
escritores quinientistas pudiera florecer. y por qué la denominadón humanismo cristiano, en sí misma algo engañosa,
sólo se aplica a los últimos años del siglo xv y a los primeros del XVI.
El planteamiento inicial de la cuestión se debe a Francesco Petrarca. Él
mismo, al parecer, no tomó conciencia de la importancia de los textos sagra-
dos hasta illla edad relativamente avanzada, cuando ya contaba con más de cua-
renta años. Por lo que consideraba «un retraso condenable», Petrarea sintió en
aquel momento la necesidad de disculparse. Según sus palabras, el camino de
vuelta a la Biblia partía de la lectura de los Padres de la Iglesia, especialmente
de Agustíri, autor de cabecera y protagonista de uno de sus diálogos 1, pero
también de Ambrosio, Gregorio, Lactancio y por supuesto Jerónimo, el santo
a quien se atribuía la Vulgata, es decir, el texto bíblico aceptado en su traduc-
ctón latina. En los Padres, Petrarca y otros humanistas posteriores encontraron
un doble atractivo, una concepción de la vida y la moral que reconciliaba los
valores cristianos con los clá.sicos y los presentaba envueltos en un estilo ele-
gante. En vez de utilizar a Agustín, pongamos, como fuente de un sistema teo-
lógico, según dictaba la tradición escol.ástica, los humanistas ,vieron en él un

* Conste aquí mi gratitud a H. J. de Jonge por su ayuda y sus obsernciones a una


primera versl6n de este capítulo. .•
1 Petrara, Sc:mtllm,trad. D. A. Caroua y H. J. Shey (Nueva York, 1989). Para el Semtllm
en castelb.no, ver PetraIca, Obrasl. Prosa,ed. F. Rico. clt:. págs. 41-1 SO.

136 137
Introducción al humanismo renacentista Los humanistas y la Biblia

"i nista como Leonardo Bruni pudo ya llevar a cabo una solitaria versión de una
modelo de talento retórico, un Cicerón en términos cristianos. A los ojos de
Francesco, en particular, Agustín representaba un maestro del análisis perso- obra del corpus patrístico4• Sin embargo, el primero en emprender una labor
nal, el guía a seguir en un itinerario que llevaba de las ansias mundanas y los sistemática de traducción y edición fue Ambrogio Traversari, un monje camal-
textos clásicos hasta un estadio de iluminación espiritual y reposo en Dios. dulense (en 1431 fue elegido general de la orden) del monasterio de Santa
Cuando por fin se enfrentó a las Escrituras, Petrarca, al igual que sus suce- Maria degli Angeli, en Florencia, que trabajó en patrística desde 141 S hasta su
,:-1
sores, las abordó en su vertiente de obra literaria, como un ejemplo de poesía muerte en 1439.
inspirada. La Biblia no debía ser tratada a1 modo escolástico, aplicando un La iniciativa de Traversari pretendía recobrar para Occidente, con el be-
esquema interpretativo aristotélico cuyos resultados servían para prestar apoyo neplácito de sus colegas humanistas, la antigua tradición del cristianismo
I
e t griego, ~an abandonada desde el siglo XIII. Bajo el impacto del humanismo, los
a las construcciones teológicas de los mismos exegetas, sino que merecía el .,1 ~

I escritos de los Padres, fueran en griego o en latín, ya se empezaban a apreciar


mismo tipo de estudio que otro texto literario cualquiera. Con todo, para un
amante de las letras y abogado de la pureza estilística como Petrarca, la Sacra no sólo como ejemplo de retórica, sino también porque proporcionaban una
Página presentaba un problema: su latín distaba mucho de la elegancia. Así lo exégesis esencial para la comprensión de la Biblia. De ese corpus Traversari
admitía el mismo San Jerónimo, autor de una versión que no escatimaba extrajo incluso argumentos en favor de una muy necesaria reforma eclesiás-
esfuerzos en su afán por mantenerse fiel al original, y no cabe duda de que tica, así como preceptos que a su parecer podían llevar a la reunificación de la
este precedente tenía su peso entre los humanistasl. Pero aun así, seguían iglesia griega con la de Roma en el Concilio de Florencia de 1439. La nómina
haciéndose preguntas: ¿era necesario, acaso, expresar materias tan santas con de autores griegos traducidos por Traversari incluye a Basilio, Crisóstomo, Ata-
un estilo algo tosco? La imagen de los Silenos de Alcibíades, cajas de aspecto nasia, Gregorio Nacianceno y el Pseudo-Dionisio Areopagita. Sus versiones
monstruoso pero con un predado perfume en su interior, simbolizaría más rechazan la práctica medieval de traducir palabra por palabra y aplican el nuevo
tarde la paradOja. En el mismo sentido, Petrarca había afirmado que, a pesar método humanístico que aspiraba a verter en buen latín tanto el significado
de la áspera apariencia, «nada hay más dulce que el meollo [de las Escrituras], como el estilo del original. Paralelamente, Traversari editó obras de algunos
nada más suave, nada más saludable» 3 • Padres del mundo romano -Lactancio, Tertuliano, Jerónimo-, enmendando el
Petrarca y a su zaga Coluccio Salutati admiraron las Escrituras y las reco- latín deturpado por la transmisión manuscrita y reinsertando palabras y expre-
rrieron a conciencia, pero nunca las examinaron con la óptica del filólogo. Tal siones griegas que los copistas medievales habían omitidos.
cometido requería un conocimiento de las lenguas en que habían sido escri- El paso siguiente, de los Padres de la Iglesia a la Biblia, obedecía a una
tas: griego en el caso del Nuevo Testamento, hebreo y arameo para el An~iguo. conexión lógica: la Vulgata era la obra que debía recibir atención en primer
De ahí que los estudios bíblicos humanísticos sólo arrancaran de verdad tras'.' lugar y ésta se atribuía a San Jerónimo. El texto de la Vulgata se había elaborado,
la reimplantación del griego como disciplina académica en Italia. Pero incluso parte en Roma y parte en Palestina, durante las décadas finales del siglo IV y
entonces su trayecto no se alejó demasiado de las pautas que marcó Petrarca: los primeros veinte años del siguiente. Un sinnúmero de manuscritos, a
entre los primeros textos traduddos del griego al latín encontramos a los Padres menudo con lecciones sustancialmente distintas, lo difundieron por todo Occi.
de la Iglesia, seguidos de los textos bíblicos. Así, sacando provecho a la intro. dente, de suerte que poco a poco se fue imponiendo en el seno de la iglesia
ducción del estudio del griego en la Italia del último Cuatrocientos, un huma- de Roma. La versión que a la larga resultaría estándar se debe en buena medida
al trabajo llevado a cabo por el maestro inglés Alcuino de York en el siglo VIII.

1 Vid. E. F. Rice. jr.• Sajol }eromtin tM RtMilllllKt (B<lhimore. 1985), ap. 7.


3 PetrarC<l, De otio religioso.ed. G. Rotondi (Ciudad del Vaticano. 1958). pág. 103. Vease .• Se trataba del te.xto de S~n Basilio sobre el estudio de las letras griegas. traducido por
también C. Trinkaus. In Our Im<llleand Likmess:Humanity and Divinity in ltaJian Humanist Thought, 2 vols. Bruni a comie.nzos del siglo xv.
(Londres, 1970). 11, págs. 563-71. Para los Sílmi A1cibiodis,M. M. Phillips. The ltAdageslIof Erasmus: s C. H. Stinger, Humonism llnd the Church Fllthm: Ambrogio Tmvmnri (1386-14-39) and Christian
A Studywith Tmns!ations(Cambridge, 1964), págs. 269-96. Los Si/miosde A1cibíadesse pueden leer Antiquity in the Itolian Renojssance(Albany, 1977), págs. 51-60. 84-166, Vease también
en castellano'; Erasmo. ObrastScogjdos,ed. cll., págs. I 068-J 083. G. C. Gufagnini (ed.) , Ambrogio TmversarJnel VI centenoriodel/a noscito (Florencia. 1988).

"O
Introducción al humanismo renacentista Los humonistas y lo Biblio

Esa forma textual, conocida como el «texto de París» tras su -adopción en Fran- enormemente popular (las Postilla!:
pt:rpetuae
in universam
SacramScripturam,1322-3 1)
cia, obtuvo amplia divulgación en los inicios del' Doscientos y a partir de Y posiblemente el exegeta escolástico más importante de los últimos siglos
entonces se convirtió en el fundamento de la autoridad dogmática 6. medievales: no sabía griego, pero su dominio de la lengua mosaica le permi-
En su trato con las Escrituras, los humanistas tuvieron que afrontar cues- tió saquear varios comentarios tardíos del Antiguo Testamento y comparar la
tiones cada vez.más complejas. La primera de esas dificultades ya preocupaba Vulgata con el original hebreo. Cabe recordar así mismo que diversas escuelas
a los estudiosos de la Biblia desde la llegada de la Vulgata a la Europa occi- medievales fomentaron activamente la enseñanza del hebreo y que, en la
dental: ¿hasta qué punto la traducción era fidedigna?, ¿qué distancia la sepa- coyuntura, las sospechas que podía acarrear el trato con las comunidades judías
raha del griego y del hebreo de los originales? Sólo en una fase relativamente nunca supusieron un obstáculo infranqueable, ya que, en definitiva, conocer
tardía, cuando ya se había desarrollado la tradición humanística de crítica tex- esa lengua era cosa recomendable para quien aspirara a eva~gelizar a sus
tual, a esta pregunta siguió otra equivalente acerca de los manuscritos griegos hablantes'.
y hebreos entonces accesibles: ¿en qué medida podían éstos reflejar un origi- "J También Manetti manifestó su intención de convertir a la fe cristiana a
nal que había desaparecido tanto tiempo antes? Tras ésta, todaVÍa surgió otra cuanto~ judíos encontrase, A uno de esos conversos, un joven con instrucción,
cuestión: ¿qué grado de fidelidad mantenía el texto aceptado de la Vulgata con lo alojó en su propj'¡i casa a título de preceptor, yen 1442, con la ayuda de
I respecto a la traducción producida a caballo de los siglos IVy V?Tantos ama- otro estudioso judío, probablemente Immanuel ben Abraham de San Miniato,
1, nuenses a lo largo de tantos siglos por fuerza debían haber introducido erro- empezó a leer el Antiguo Testamento; al mismo tiempo, iba amasando una
! res: ¿cómo se podían eliminar esas faltas? Y. por ahí, se llegó a plantear otro colección de manuscritos en hebreo que más tarde formarían el núcleo del
problema: ¿en qué proporctón se debía al mismo San Jerónimo la versión que fondo hebraico de la Biblioteca Vaticana (se incluía ahí un ejemplar del Viejo
circulaba bajo su nombre? ¿En cuántos casos se había limitado a revisar o sim- Testamento comentado por David IGmhí, Abraham ibn Ezra, Rashí y Gerson,
plemente a adoptar traducciones ya existentes? figuras mayores todas ellas de la tradici6n rabínica medieval). Sin embargo, a
Responder al primero de esos interrogantes parecía de entrada la tare~ más pesar de haber iniciado sus estudios en Florencia en 1435, Giannozzo no
urgente. Traversari empezó a estudiar hebreo con tal propósito, pero fue su abordó la traducción de la Biblia hasta mucho más tarde, entre 1455 y 1458,
discípulo Giannozzo Manetti, un humanista laico, quien realmente se sumer- cuando ya residía en Nápoles. Allí terminó el Nuevo Testamento, aunque del
gió en el conocimiento de las lenguas antiguas. Manetti prestó sus servicios Antiguo sólo pudo finalizar la versión de los Sal~os. Al justificar su cometido,
como embajador de la dudad de Florencia, desempeñó el cargo de secretado el humanista hizo alusión a los reparos que suscitaba entre judíos y cristianos
apostólico en la curia romana de Nicolás V y fue miembro del consejo real de el texto jerónimo y presentó sus propios resultados como una defensa del santo
Alfonso de Aragón, rey de Nápoles. Tras adquirir un buen bagaje de griego traductor, bien que, a decir verdad, la ambición de Manetti (como la de casi
gracias a Traversari, sus pasos se dirigieron hacia el hebreo. todos sus sucesores) apuntaba a la superación de la Vulgata.
Desde un punto de vista práctico, en aquel entonces era más fácil acceder En cualquier caso, esa lealtad de base no impidió que Manetti diera W1 paso
al hebreo que al griego. A diferencia de lo sucedido con la lengua helénica importante en el camino que finalmente llevaría a criticar la Vulgata con suma
(salvando la comunidad de habla griega del sur de Italia), el conocimiento del aspereza. Uno de sus objetivos era facilitar la comparaci?n de distintas versio-
hebreo (y del arameo) se había mantenido sin interrupción en Francia, España nes del texto; por ello en el ejemplar de los Salmos que ofreció al rey de Nápo-
e Italia debido a la presencia de comunidades judías, por lo que la posibilidad les la suya iba acompañada de otras dos, ambas atribuidas a San Jerónimo: una
de aprenderlo nunca había dejado de estar al alcance de la mano. Valga el ejem- era traslado directo del hebreo, la otra de los Septuagintao Setenta (es decir, la
plo del franciscano francés Nicolás de Lira, autor de un comentario bíblico traducdón griega del Antiguo Testamento realizada en los siglos II Y JII a.c.).
Paralelamente, en el Apologeticus(1455-56) dio muestras de un profundo in[e-

6 Vid. R, Loewe. «Thc Medieval Hlstory of the Latin Vulgatc)), en Th~CambridgeHistaty al


lhe DibJe,3 vols. (Cambridge, 1963-70), 11, págs. 102-54. 7 B. Smalley, TheStudy of lhe Biblein (be MiddleAges,<Oxford. 19843).

140 141
Introducción al hwnanismo renacmtista ". Loshumanistas y lo Biblio

rés por la historia textual de la Sagrada Escritura:'-un interés que avanzaba desa- texto bíblico, Valla ya era un filólogo reputado, para algunos el mejor de su
rrollos futuros- y analizó las diferencias entre la Biblia hebrea y la de los Setenta, tiempo. Había demostrado, por ejemplo, que la Donación de Constantino (un
el texto preferido por la iglesia de Roma. Ese conocimiento de la tradición y las documento según el cual Constantino había concedido la primacía absoluta al
fuentes hebraicas lo exhibió de nuevo para argumentar, contra la opinión de San papa Silvestre 1 a principios del siglo IV) no era más que una falsificación
Jerónimo, que el Salterio se dividía en varios libros8, Por otra parte, en su faceta medieval11. También había traducido y editado varias obras griegas clásicas~
de traductor del Nuevo Testamento, Manetti optó por un estilo flexible, en la enmendando el texto recibido con unos criterios filológicos que sobresalen
línea de Traversari, y no rehuyó en modo alguno la variación retórica. Al Con- por su modernidad. Con todo, el trato a que sometió el Nuevo Testamento fue
trario de Lorenzo Valla,como pronto veremos, nunca creyó imperativo traducir algo distinto: su objetivo principal no era la restauración del texto griego (por
una voz griega siempre por el mismo equivalente latino, sino que fue partida- más que hiciera algunas observaciones al respecto), sino que, equipado con
rio de adoptar distintas soluciones según el contexto. No dejó constancia escrita varios manuscritos griegos descubiertos en Roma y las cercanías de Milán pero
de sus criterios, cierto, ni tampoco un aparato crítico que diera cuenta de las hasta el momento insatisfactoriamente identificados, intentó, al igual que
variantes respecto de la traducción latina estándar, pero su intención de mejorar Manetti, mejorar la versión conocida de la Vulgata.
el estilo de la Vulgata se observa por doquier9• '1; Valla dio muestras de una perspicacia asombrosa en más de un aspecto.
Un rasgo sorprendente del biblismo cuatrocentista es la faIta de colabora- Por lo que sabemos, fue el primero en pensar que San Jerónimo en realidad
ción entre los diversos humanistas que tomaron parte en la empresa. Eso es espe- no había traducido el Nuevo Testamento contenido en la Vulgata, sino que
cialmente cierto en el caso de Manetti y Lorenzo Valla, illl colega suyo algo más simplemente había difnndido bajo su nombre una traducdón ya existente tras
joven y seguidor de Leonardo Brillli cuya carrera siguió tula trayectoria curiosa- revisar por encima algunas partes. Más importante todavía: a la luz del texto
mente paralela a la de Giannozzo. También Vallatrabajó en Nápoles, entre 1435 griego, Valla rectificó un número apreciable de términos y pasajes del latino,
y 1448, Y de 1453 a 1457 fue secretario pontificio en Roma, exactamente sabedor -él mismo 10 aflfma- de que algunos eran producto de la negligen-
al mismo tiempo que Manetti prestaba allí idénticos servicios 1 o. Ann así, pese al cia de los copistas, otros se debían a las deficiencias de la traducción original,
trato diario que debió existir entre 1453 y 1455, no hay rastro de que ninguno y otros, en fm, habían sido manipulados deliberadamente con el propósito de
de los dos llegara nunca a saber de las ocupaciones en materia bíblica del otro, acomodarlos a illl dogma momentáneo. La cuestión del perfeccionamiento del
A diferencia de Manetti, Valla no llevó a cabo una nueva traducción del latín bíblico también le preocupó, pero, en contraste con Manetti, se mani-
Nuevo Testamento, sino una serie de anotaciones textuales, ..compuestas al pare- festó en contra de recursos de embellecimiento retórico tales como las tra-
cer entre 1435 y 1448, mientras vivía en Nápoles, y luego revisadas de1453 ducciones alternativas de un mismo vocablo griego.
a 1457 durante la etapa de su residencia en Romall. Cuando se enfrentó af' Aun cuando algunas de las modificaciones introducidas en la Vulgata (en
especial el pasaje sobre la fe y la gracia) años más tarde repercutirían seria-
mente en el dogma, en general Valla se abstuvo de hacer comentarios inter-
pretativosl3, Su quehacer destacó por otras razones: por su insistencia en el
11 Gianno~o Mancttl, Ap%gcticus.~d. A. d~ Petris (Roma, 1981), págs. 20-22. Para la
conocimiento del griego y en la necesidad de comparar las traducciones exis-
trayectoria de Man~ttl,]. H. Bl:ntiey, ~lilics andCulturein RcnolSSllllee
Naples(Princeton, 1987),
págs. 122-27.
n.
9 Trin!caus, In Our ¡moge, págs. 573-601.
10 P. O. Kristcller, (Valla», en su EightPhiJosophtnof the Italian Rcnais\IlllU(Stanford, 1964),
p;igs.19-36[.]. 12 Lorenzo Valla, Theli'eotiseon the J)(Inational Comtantinc,trad. C. B. Colernan (New Haven,
11 wrenzo Valla. CollalioNOYiTeslammH,ed. A. Perosa (F1orence, 1970); para la segunda 1922).
versión, conocid. como I.s AdnolationtS(14#), Valla. Opt'rnamma (Basilea. 1540; re.impreso ~n II Las vigorosas opiniones [eológicas de Valla. a menudo polémicas, deben huscarsc=, en
Tnrin, 1962), pá.gs. 801-95; y allí también', p;igs. 801-803. el prólogo de: Erasmo a las cambIo. en sus tratados y diálogos: vid. C. Trinkaus, (<ltalian humanism and scholaslic
Anolacione~de Valla. Véase tambié.n C. Celenza, «Renaissanc~ humanism and the New lheology». ~n A. Rabil (ed.) , Rcnaissancc Humllllism:Foundalions,Forms,andLcgrtcy,3 vals. (Filadelfia,
Testament: Lorenzo VaUa'sannotations to th~ Vulgate)), TheJaurnolor McdJel'llJ andRcnoissonuStuditS, " 1988), I1I, págs. 327-48 (335-44); S. 1. Camporeale, LorenzoVdlla:umanesimot troJogia(Florencia,
24 (1994). págs. 33-52. 1972): M. Fois, II pemitrOcristilllladi LorenzoThJla(Roma. 1969).

."
., Los humanistas y la Biblia
Introducción al humanismo renacentista
'.
tentes con el texto griego, y por su énfasis en la precisión gramatical y su uti- aplicación a textoS hebraicos, la tarea de los estudiosos se vio facilitada en cierta
lización de obras griegas no cristianas, pero contemporáneas al Nuevo Testa- medida 15. Italia era el centro de esa suerte de tipografIa, y allí, en la villa de
mento, que documentaban el uso de la lengua en época antigua. Fiel a esos Soncino, cerca. de Mantua, vio la luz en 1488 una magnífica edición del texto
principios, Valla censuró con extremo rigor a todos los teólogos del pasado masorético del Antiguo Testamento16.
(San Agustín inclusive) que habían despreciado el griego. El punto flaco de los En comparación con ese rápido progreso, debido en gran parte a la labor
métodos de Lorenzo -el aspecto en que sería superado por estudiosos poste- de las comunidades judías, el saber de los hebraístas cristianos quedaba más
riores- se encuentra en la selección de los manuscritos griegos: confió en tex- que rezagado. De hecho, el'mismo Giovanni Pico della Mirandola, para muchos
I tos nada fidedignos y los trató con escaso espíritu crítico14. el pionero de lo gue hoy llamamos hebraísmo cristiano, estaba lejos de com-
partir los objetivos filológicos de un Manetti o un Yalla. Si bie~ es cierto que
l., A pesar de que el proceder de Valla comó con la aprobación de su pro-
comentó algunos libros bíblicos, en especial el Génesis y los Salmos, y que
tector, el papa humanista Nicolás V. los ataques arreciaron en vida del autor.
De todos modos, como en el caso de Maneui, parece que los manuscritos de .tiIcasionalmente reparó en algunas cuestiones de filología concernientes al
la obra circularon de modo muy restringido y no ejercieron influencia alguna hebre~: lo que realmente le apasionaba era descifrar la Cábala juaía (el corpus
en sus coetáneos. Sólo póstumamente le sonrió la fortuna algo más que a Gian- de textos medievaleS' que, según se suponía, encerraba las doctrinas más arca-
nozzo: medio siglo después de su muerte, exactamente en 1504, su reputa- nas del Viejo Testamento) 17 para así poder demostrar que la fe judaica era com-
ción quedó restablecida cuando, en un convento cercano a Lovaina, Erasmo patible con la.cristiana. Al igual que Manetti, Pico aprendió hebreo con la ayuda
dio con un códice que contenía las notas al Nuevo Testamento y las publicó al de judíos fieles a su religión o conversos. Su primer encuentro con la filosofIa
año siguiente. Posteriorment~, el mismo descubridor refmó la té01ica de Yalla hebraica tuvo lugar a principios de los ochenta en la Universidad de Padua,
y dio a luz una obra que se puede considerar la más importante del siglo XVI donde estudió con el averroísta judío Elisha del Medigo, pero no empezó a
en lo que respecta al Nuevo Testamento. Antes de volver a ella debemos exa~ profundizar en la.materia hasta algo más avanzada la década y gracias a Q[ro
minar el recorrido paralelo del biblismo veterotestarnentario. preceptor, el converso Flavio Mitrídates 18.
Las numerosas observaciones sobre la Cábala que Pico diseminó por todos
A diferencia de lo que sucedía con el Nuevo Testamento, el estudio del Antiguo sus escritos, ante todo su convicción de que esta doctrina podía reconciliarse
no dependía de la búsqueda de manuscritos que pudieran contribuir a un tras- con la cristiana, germinaron en el movimiento que ahora denominamos caba-
lado más fiel del original. No debe sorprender: los códices hebraicos que hubie- lismo cristiano. El ejemplo de Pico continuó en la figura del alemán ]ohannes
ran servido al propósito -los más antiguos- eran tan raros en época renacentista Reuchlin, un helenista de excepción que también dio prioridad a los estudios
que en la práctica resultaban inaccesibles. Por otra parte, los más tardíos habían cabalísticos, aunque en 1506 publicó una. gramática y un diccionario a bene-
sido estandarizados por gramáticos judíos -,los masoretas-, por lo que el texto
se presentaba ya con indicación de los puntos vocálicos. De ahí que el problema
de los eruditos no fuera tanto el descubrmiiento de manuscritos como la com- 15 Enrre las ediciones cuarrocemistas consr:rvadas. se pur:den comabillzar unos demo
prensión e interpretación del hebreo, Eso'requería capacidad para entender el cuarenra volúmenes impresos en hebreo freme a no mis de sesenta en griego.
tárgum (glosas en arameo del Viejo Testamento puestas en circulación poco 16 Vid. S. Talmon, «The Old Testament text», en Cambridge Histary of the Bibk, 1, págs.

antes del siglo III d.C.) y los comentarios rabínicos compuestos entre los si- 159-70; B. Hall, «Blbllcal scholarship: editions and cornmemaries», ibid., m, págs. 48-54.
17 G. Scholem, Kabbalah (Jerusa1c=n, 1974); M. Idel. Kab!H:llah:New Ptrspectim (New Haven,
glos XII y XIII, en especial los de Rashí, Abraham ibn Ezra y David Kirnhí. Con la 1988).
llegada de la imprenta a mediados del Cuatrocientos y su relativamente pronta 18 C. Wirszubski, Pica ddlll Mimndllla's Encountu withJtwuh Mysticism (Cambridge MA, J 989),
págs. 3-9, 53-65. PolraElisha del Medigo. D. Ruderman, «The Italian Renaissance and ]ewish
Thought», en Rabll (ed.), Rcnaissance ljumanism, 1, págs. 382-433 (385-87). Para la
interpretación cabalística que Pico llevó a cabo de los versículos iniciales del Génesis, véase su

Ji J. H. Bendey. Humanuts ond Holy Writ: Ntw TestCImmtSchaJorship in thc Rcnaissancc (Prínceton, Heptoplus, en Glovanni Pico deHa Miundob., On the DignilY of Man ... [*]. trad. C. G. Wallis,
1983). págs. 32-69. P. J. W Miller y D. Carmichael (Indianápolis, 1961), págs. 67-174.

144 145
Introducción al humanismo renacentista
I
Loshumanistas y la Biblia
\
ficto de los futuros estudiantes de la lengua mosaica. Fue el primer cristiano Testamento lo prepararon Demetrio Ducas (natural de Creta pero ya estable-
que hizo tal cosa: la oposición que tuvo que vencer, tanto en lo que respecta cido en Italia antes de partir para Alcalá), López de Zúñiga y la figura de mayor
a su entrega a la filología hebraica como a la causa judía, ilustra a la perfec~ relieve del grupo, Elio Amonio de Nebrija1o.
ción hasta qué punto aún existían prejuicios antisemitas en su tiempo. Por Nebrija se había formado en las universidades de Salamanca y Bolonia, y
mediación de Reuchlin, el hebraísmo cristiano traspasó las fronteras de Italia había impartido su magisterio en las aulas salmantinas y en las de Sevilla. En
y, gracias a un creciente grupo de practicantes, entre quienes destacó Sebas- la Apologia(e. 1507) y en la T'rtiaquiaqualJ'lla(probablemente escrita muy a prin-
tian Münster, en Basilea, prosperó ala largo del siglo XVI",
cipios de siglo), vale decir las dos obras más importantes sobre el Nuevo Tesw
Todavía hoy se discute cuán lejos llegaron Pico o incluso Reuchlin en tamento que de él se conocen, Nebrija ya había dado muestras de ser un
su conocimiento del hebreo. No alcanzaron, de eso no hay duda, el nivel de filólogo de la talla de Valla, aun cuando por aquel entonces, pese a haber
los conversos ludios. En cualquier caso, el primer monumento blblico cons- pasado en Italia sus buenos años entre 1460 y 1470, quizá ni siquiera tenia
truido con la técnica filológica que aportaba el humanismo, en alianza con el noticia de las anotaciones del humanista romano. Al igual que éste, Elio Anto-
I
dominio de la lengua hebraica, vino de España: un país que, como Italia, podía nio intentó mejorar el texto latino del Nuevo Testamento comparándolo con
recurrir a los servicios de los judíos que habían abrazado la fe cristiana. A fmes
el griego, al tiempo que recomendaba el mismo proceder con respecto al Anti- I
del primer decenio del Quinientos, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros,
guo. Algunas de sus soluciones distaban poco de las de Valla, pero otras las
arzobispo de Toledo y primado de España, habla fundado la Universidad de superaron con creces en audacia e ingenio.
Alcalá, y alli se congregó a instancias suyas un grupo de oruditos cuyo esfuerzo
había de fructificar en la publicación de una Biblia en varias lenguas conocida
Con todo, el ilustrado parecer de Nebrija no siempre prevaleció ame las
opiniones más conservadores de sus colegas, y a.I cabo terminaron por enfren-
I
como la Políglota Complutense (Complutumera el nombre latino de Alcalá de tarse. En su versión definitiva, la Biblia de Alcalá se debe considerar como una
Henares). El proyecto contemplaba la presentación de textos y traducciones defensa de la Vulgata, si bien resulta innegable que a los responsables de la edi- 1\
de! Antiguo y e! Nuevo Testamento en las lenguas antiguas acompañados de ción no les pasaron por alto algunos de los problemas más sutiles que plantea-
versiones en latín. Los seis volúmenes de ia obra se imprimieron entre 1S 14
Y 1517, aunque de hecho no fueron publicados hasta 1522. El Antiguo Testa-
ba la tradición textual bíblica. Más aún que Valla, se percataron del modo en I
que se habían introducido errores en los manuscritos latinos de la Vulgata por
mento constaba del texto hebreo masorético y el griego de los Septuaginta, culpa de copistas distraídos que insertaban en \Ul cierto pasaje, por asimilación,
ambos con el traslado latino interlineado y dispuestos a modo de marco de la
palabras, frases e incluso oraciones enteras procedentes de un paso bíblico pare-
Vulgata. En el primer tomo figuraba también a pie de página e! tárgum del
cido; además, aunque no siempre manejaban manuscritos de la mejor calidad,
Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia) con su correspondiente traJ""
se dieron cuenta de que la corrupción afectaba por un igual a códices en griego
ducción al latín. El Nuevo Testamento comprendía el texto griego y el de la
y en latín. Es cierto, por otro lado, que su ansia por salvaguardar una obra que
Vulgara.De la parte veterotestamentaria, basada en diversos manuscritos (entre
creían de San jerónimo les llevó a enmendar el texto griego sin el menor escrú~
ellos, cuando menos dos de la Biblia de los Setenta presrados por el Vaticano),
pulo para que se amoldara al latín de la Vulgata. Así lo prueba el caso del céle-
se encargaron principalmente tres conversos: Pablo Coronel, Alfonso de Toledo
bre eomma juánico de la primera eplstola de San Juan (Biblia: 1 Juan 5: 7). El
y Alfonso de Zamora. Al parecer, la versión interlineal de los SeptuQginta fue obra fragmento reza así: «Porque son tres quienes testifican en el d~lo: el Padre, la
de Juan de Yergan, también de ascendencia judía, y de un cristiano viejo, Palabra y el Espíritu Santo, y estos tres son uno». Ese importante testimonio de
Diego López de Zúñiga, más tarde famoso por sus críticas a Erasmo. El Nuevo

10 Vid. P. G. Bietc:nholz y T. B. Deutschcr (cds.), Contanpolllric:s oCEllIsmus; A BiogruphiC1lI


edición revisada. (Milán. 1985) [*];
19 P. Secreto LesKdbbalisteschrétiem de Id RCl1CIisSll11ce,
RCflislcroCthe R1:naissanccand Rdormo!ion, 3 vals. (Tomnto, 1985-87), n. págs. 348-+9 (López de
J. Frledman, The Most Andmt Tnlimony; Sixlunlh-Cmtury Christlan-HebmiC1lln thc A¡reof RmaisscUlce
Zúñlga), y 111. piÍgs. 9-10 (NebrIJa), 384--87 (Vergiln). Para Ducas. N, G, Wllson, From
Noslmgid (Athens OH, 1983).
BYlontium lo ltaly: Greck Sludi£s in lht Italion Rrnaüsanct (Londres, 1992). pá.g. 11-6.
'1"
, ,

,
" ,

Introducción al humanismo renacentista Los humanistas y la Biblia


\
la Trinidad forma parte de la Vulgata, pero no aparece en la mayoría de manus- menta en un Salterio impreso en Génova en 1516. Dispuestos a doble página,
critos griegos: los editores de la Polígloca Complutense llegaron al extremo de se ofrecían al lector los Salmos en hebreo, una traducción literal en latín, el
incorporar el pasaje allexto griego después de traducirlo dellatín2l. texto de la Vulgata y el de los Setenta, una versión árabe y.el tárgum arameo
La mera existencia de la primera Biblia políglota, presentada, por si fuera con su correspondiente traslado en lengua latina. El editor era Agostino Gius-
poco, con una-tipografia modélica para la época, ya invitaba de por sí a reali- tiniani, ;un dominico con fama de hombre docto que en 1514 había sido nom-
zar esfuerzos similares. Tales empresas, cada vez más sofisticadas, se sucedie- brado qbispo de la ciudad corsa de Nebbio; pasados tres años, el monarca
ron durante unos doscientos años. Uno tras otro, los estudiosos pusieron su francés ¡FranciSCOI le invitó a París para que enseñara hebreo. El Salterio en
empeño en producir ediciones mulülingües, fueran de la Biblia entera o de cuestió:h, dedicado al papa León X, había de formar parte, según el plan ori-
una parte, siempre con el objetivo de establecer un texto mejor que el prece- .ginal, d~ una Biblia políglota, pero el fracaso comercial echó p.or tierra. el pro-
dente. Paralelamente, se iban añadiendo otras lenguas al conjunto tradicional yecto. ~ese a los reparos de Erasmo, el volumen descolló en su momento por
(latín, griego, hebreo y arameo). Uno de los primeros frutos de ese afán fue J
"J sumar la Vulgata una versión latina literal del hebreo. No mucho después,
I

la incorporación del sirÍaco, cuyo estudio se había iniciado en Roma, en 1515, un hebraísta más experto como Santes Pagnini secundó la iniciativa al com-
poner, ~omo vere~os más adelante, una traducción interlineal de todo el COTI-
de la mano de algunos delegados de las iglesias orientales. El interés tenía una ,
razón de ser: dejando aparte su proximidad con el arameo, el siríaco todavía junto veterotestamentario13.
era lengua leída con harta frecuencia (y ocasionalmente hablada) en las comu- i
nidades de cristianos orientales, y con ellas, precisamente, el Vaticano inten- Al tie~po que los eruditos hispánicos preparaban la Políglota Complutense y
taba restablecer relaciones en la esperanza de que se unieran a Roma. Gracias GiUStiJiani
,
compilaba su volumen de los Saimos, Erasmo acometía una
a un monje maronita, el primero en impartir clases de siríaco en la ciudad empre~a que a menudo se tiene por revoludonaria, aunque, a decir verdad,
pontificia21, el conocimiento de ese lenguaje se fue extendiendo hasta llegar fue bastante más conservadora de lo que muchos historiadores pretenden hacer
a países más al norte de Italia. El primer pupilo del monje fue Teseo Ambro- creer: vna edición del Nuevo Testamento que confrontaba la letra griega con
gio, natural de Pavía, quien a su vez instruyó a un bá.varo, Johann Albrecht el textd de la Vulgata revisado y acompañado de unas AnnotatioIIeS.
A resultas de
Widmanstetter, y, andando por ese camino, fmalmente se reconoció el valor su fonÍla.ción en la ciudad holandesa de Deventer, donde recibió una educa-
del sirÍaco para la. erudición bíblica (y patrística). De poco servía en.ese sen- ción d¿ signo marcadamente humanístico, y de su desdichado paso por la Uni-
tido el Peschino, es decir, el conjunto de libros que formaban la traducción versidJd de París, cuyas aulas frecuentó en 1495 tras obtener licencia para
siríaca del Antiguo Testamento realizada en su mayor parte en el siglo II d.c. y aband1,lnar el monasterio agustino de 5teyn, Ensmo sentía una profunda aver-
tan influida por el griego de los Septuagintaque su valor ancHar en una edición sión p r el escolasticismo. Su pasión por los clásicos y los Padre.sde la Iglesia
quedaba anulado; por el contrario, las versiones siríacas del Nuevo Testamento (a qui nes había podido leer a sus anchas en el convento) se sumaba a tal sen-
se creían traslados de un texto más antiguo que cualquiera de los accesibles a timiento, todavía reforzado cuando, en 1499, viajó a Inglaterra y conodó a
San Jerónimo, de modo que su publicación al cuidado de Widmanstetter John C:olet, el futuro deán de Saint Paul, quien le animó a consagrarse al estu-
(Viena, 1555) supuso una contribución de primer orden al estudio de la Sacra dio del, Nuevo Testamento. (Colet, por su parte, se movía bajo la influencia del
Página. trieni9 pasado en Italia, donde, ademá.s de leer la patrística, se habí.a iniciado
Más o menos al mismo tiempo que el siríaco, entró en escena el árabe. El en el ~studio del griego, amén de entablar correspondencia con Marsilio
I

primer intento por integrarlo a una edición rnultilingüe de esa clase se docu- Ficin°f4.
,

21 Bentley, Humanists and the HaJy Writ, págs. 70-111. 23 Bietenholz. y Deutscher (eds.), Contmaporories of Erosmus, Il, págs. 101-03.

12 Los maronitas eran una comunidad cristiana de origen sirio; desde 1182 pertenecían H ]. B. Glea.son, John Coler (Berkeley. 1989);]. B. Trapp, Erasmus, CaJ~t and More: Th~ EarJy

formalmente a la comunión de la iglesia católica romana. 1\ulor Humanist'i and th~ir Books (Londres, 1991).

149
148
Introducción al humanismo renacentista Los humanistas y la Biblia

En el EnchiridionmilitisChristiani(<<Manualdel caballero cristiano»), empe- No escaparon a Erasmo las dificultades que entrañaba establecer el texto
zado en 1S02 y publicado al año siguiente, Erasmo dio cabida a su más fruc- griego del Nuevo Testamento, y así lo muestra su cotejo sistemático de diver-
tífero encomio del Nuevo Testamento por aquellas fechas: se formulaba ahí sos manuscritos; su verdadero interés, con todo, se centraba en la versión
una philosophiaChristique postulaba los preceptos fun~amentales (y simples) de latina, Los criterios para mejorar la existente quedaron registrados en el grueso
la Sagrada Escritura como único sistema moral cuya observancia resultaba nece- volumen de Annolaliones que publicó en 1516 junto con la edición del texto
saria para la salvación humana 25. En esa época el autor abogaba por una inter- bíblico y que luego fue ampliando con los años. En lo que concierne al griego,
pretación alegórica de la Biblia (y, desde luego, esa voluntad de cruzar la Erasmo ofreció una extensa lista de variantes: lecciones alternativas que había
barrera de lo que él llamaba el sentido literal nunca quedó de lado): aun así, recogido no sólo de los manuscritos examinados, sino también de fuentes
su mayor logro futuro habría de consistir, paradójicamente, en el esclareci- patrísticas. Recurrió, pues, a Crisóscomo y Teofilacto, dos Padres del orbe helé-
miento del sentido literal26. nico, para recuperar variaptes perdidas con frecuencia en la tradición manus.
En 1sao Erasmo había comenzado a estudiar griego. Cuatro años más tarde, crita y para extraer interpretaciones habituales en la iglesia primitiva. Fue el
como hemos'visto, descubrió un manuscrito del Nuevo Testamento con las ano-- primer estudioso que hizo ta.l cosa. Buscó además, como Valla, el apoyo de
taciones de Valla en una biblioteca conventual y se apresuró a publicarlas en fuentes no cristianas contemporáneas al texto bíblico a fin de elucidar el sen-
París. A partir de ese momento, el buen nombre de Valla como mólogo de las tido de un término dificil o atestiguar el uso lingüístico de la época 27.
Sagradas Escrituras inició su andadura, en tanto que Erasmo, elocuente defen- En el manejo y selecci6n de las variantes, a Erasmo nunca le faltó una voca-
sor de la consulta directa de la palabra bíblica, se afirmaba en la convicción de ción por la enmienda arriesgada (y a menudo correcta). Para ello contaba con
que el medio más eficazpara reformar la cristiandad era divulgar un Nuevo Tes. experiencia, conocimientos y un fmo olfato. Sabía muy bien, pues, que los
tamento con el texto latino sometido a una correcdón de gran envergadura. amanuenses habían alterado a sabiendas el texto griego, y que esos cambios
Con ese propósito, aprovechando su estancia en Cambridge como profesor de respondían a diversos motivos: la.voluntad de completar una cita o de ade-
griego, en 1511 empezó a coladonar manuscritos en esa lengua. Uno de los cuarla a los Septuaginta,el deseo de mejorar el sentido de un paso oscuro, o,
numerosos volúmenes que pudo examinar en Inglaterra -un manuscrito cua- peor todavía, la intenci6n de ajustar el texto a las conveniencias teológicas. Para
trocentista conoddo como el Códice de Leicester- aún se considera valioso hoy verificar la calidad de las variantes, Erasmo propuso por primera vez el prin-
en día por su conexión con un texto utilizado por Orígenes en el siglo JII. A cipio de la lecliodifficilior,por el que se establecla como causa de posible corrup-
esos testimonios agregó otros ocho, o más, consultados en Hasllea y otros luga- ción la tendencia de los copistas a reemplazar instintivamente una expresión
res. Finalmente, Erasmo decidió basar su edición en manuscritos copiados en dificil por una más sencilla (y no al contrario). También fue sensible a pro-
su mayoría en el siglo XII. El filólogo actual desaprobaría la elección de unos (',' blemas de autenticidad: cuestionó la atribución a Pablo de la Epístola a los
códices sin du~a inferiores por pertenecer a la familia textual bizantina y no a Hebreos y puso en duda que el Apocalipsis (cuya autoridad, por otra parte, le
la egipcia, la utilizada por San Jerónimo; sin embargo, en tiempos del huma. parecía poco fiable) fuera obra de Juan Evangelista. No vaciló tampoco a l.
nista holandés se los estimaba dignos de veneración y más próximos al origi. hora de corregir el latín del Nuevo Testamento en su versión aceptada, pues
nal que cualquiera de los que el Santo había inspeccionado. creía, con Valla, que la intervención de San Jerónimo era materia más que dis-
!
"

'1'
cutible, y omitió con osadía el commajuánico en la primera ed~ción de la obra
l' (aunque lo restituyó en la tercera). La colación de un bue1l número de códi.
25 Erilsmo. ColJctledWorh (Taronto, 197+). LXVI: SpiritllllJill,págs. 1-127 (Enchiridion,
ces de l. Vulgata, algunos de ellos muy antiguos y de gran calidad, da fe del
trad. C. Fantuzi). Ver I;¡ edición cuteU;¡n;¡ del EnqlliridllD.Manual dd ClIb4/lefocrhliano, realizada por
P. Rodríguez Santldrián (M¡¡drid), 1995.
H C. Augustljn, Erosmus:His LiCe,Works, and Inflllence(Taranto, 1992), págs, 2 1-1 18 [*];
J. McConica, Erasmus (Oxford, 1991). Para la dimensión teológica del biblismo de Erasmo, 17 H. J. de Jonge. «Novum Testomenlumo nob15vtrsum: the essence ofErasmus's edition of the
E. Rummel, Erosmus'Anootationson Ihe New Th:tarnml: From Philologlstlo Theologion(Toronto, 1986), y New Test¡¡ment)), Journal oí TheologicalSludies, nueva serie, 35 (198 .••.
), 39+--4-13 ¡ Bentley. Humarusts
M, HofTmann. Rhetoricami Thwlogy: The Hermeneutit oí Erasmus (Taranta, 199 .••.). ond the Holy Writ, págs. 112-93.

-~-

Introducción al humanismo renacentista Los humanistos y la Biblia

rigor erasmiano. Por otra parte, como se observa en las enmiendas, no cabe La edición de 1S 16 del Nuevo Testamento, publicada con el título de
duda de que Erasmo atribuyó gran importancia a la elegancia del latín. Cier- Novum instrumentum, .presentaba el texto .griego alIado de la v~rsión revisada
tamente. no llegó a la extrema insistencia de otros humanistas en cuestiones de la Vulgata. La segunda impresión, con el texto perfeccionado, apareció en
de refmamiento estilístico, pero tampoco comulgó con la norma de traduc- 1519, y otras tres más vieron la luz en vida de Erasmo en 1522, 1526 Y 1536,
ción del inflexible Valla; su postura, ccrcana a la de Manetti y Traversari, puso cada una de ellas con nuevas enmiendas. Estampada en.los talleres de Johan-
más bien el acento en la conveniencia de vertir el sentido del original de nes Froben, en Basilea, la obra pronto ganó popularidad, superando con
acuerdo con los moldes propios de la lengua receptora. mucho la fortuna obtenida por la solitaria impresión de la. Políglota Complu-
Erasmo fue mucho más audaz que cualquiera de sus predecesores en su tense en 1522. Gritos de entusiasmo, y otros tantos de indignaCión, saluda-
relación con los antiguos exegetas cristianos. Las correcciones que introdujo ron su llegada, y no debe extrañar, pues el nombre de Erasmo ya hada mucho
remontaban con frecuenda a fuentes patrísticas, como hemos visto, y él mismo tiempo que era sinónimo de héroe o villano para gran parte del mundo del
editó a muchos de esos autores Uerónimo, Agustín, Cipriano, Hilario, Cri- '~ber: lo justificaban su philosophiaChristi, expresada en el Enchiridiony esparada
sóstomo, Ireneo y Orígenes). Ahora bien, esa contrastada devoción no les aho- un poco por d~quie~l así como las llamadas a la reforma y las rabiosas estoca-
rró censuras siempre que Erasmo les pillaba en falta. Jerónimo -concedió en das contra el estamento clerical que se hallaban en casi todas sus obras y habían
una nota a Mateo 26- no era infalible: «Admito que fue hombre de gran sabi- otorgado especial celebridad al Encomiummoriae (<<Elogio de la locura» [1 5 1 1])
duría, pareja elocuencia y santidad incomparable, pero no puedo negar que Y los Colloquia [1522-33]30, Las reacciones contrarias cubrieron, pues, un
era humano». Más severo aún se mostró con Agustín, el ídolo del primer amplio espectro, desde las dictadas por el prejuicio -una fe ciega en el carác-
humanismo, en sus anotaciones al Evangelio de San Juan: fue «sin duda un ter sagrado de la Vulgata y. un miedo cerval ante cualquier ataque a las insti-
santo y un hombre íntegro, dotado de un penetrante intelecto, pero inmen- tuciones eclesiásticas- hasta las que reflejaban una formación auténticamente
samente crédulo y, además, carente de iustrumentallingüístiCo»28. filológica y un buen conocimientO del texto griego, como fue el caso de López
Erasmo, en suma, trató a los Padres de la Iglesia con tanto respeto como de Zúñig. y Nebrij.31.
discernimiento. Compartió su predilección por Orígenes con Ficino y Pico d~a
Mirandola, aunque para él Orígenes representaba mucho más que la transmi- La rápida divulgación de la edici6n de Erasmo, junto con sus anotaciones,
sión por vía cristiana del neoplatonismo: era un modelo al que cabía seguir en marcÓ un hito: a partir de aquel momento, ningún teólogo pudo ya desviar
toda doctrina. «Aprendo más acerca de la fllosofia cristiana en un pasaje de OrÍ..:. la mirada ante los nuevos métodos filológicos. La pregunta, pues, acude de
genes -escribió en 1518- que en diez de Agustín.» Pero muchos otros autores inmediato: ¿qué efecto tuvieron esos métodos en la interpretación de la Sagrada
patristicos le brindaron razones opornmas en más de una ocasión. Así, en 1523, Escritura? En un principio pareció que la nueva preocupa.ción por la precisión
cuando la ofensiva de sus oponentes alcanzaba la máxima intensidad, Erasmo lingüística tenía poco que ver con las formas de la exégesis bíblica tradicional
deploraba la existencia de controversias teológicas basándose en la autoridad '~
y que ambas tendencias, por tanto, podrían coexistir independientemente en
de Hilario de Poitíers, un Padre del siglo IV que encabezó la lucha contra la here- el futuro sin mayor problema. De acuerdo con el modelo medieval más común,
jía arriana y que «por la santidad de su vida, por su extraordinaria sabiduría y
por su admirable elocuencia fue la luz de sutiempo»29.

30 Erasmo, Collecto:!Works, XXVII: Lirelllryond EdutalionoIWriUlllJI S, págs. 77-153 (Plllhe of


Folly, trad. B. RadiCl~); Erasmo, The Colloquits, trad. C. R. Thompson (Chicago, 1965). Para el Elogio
de la locum, en castellano, ver la edición billngue a cargo de o. Notte:s Valls (Barcelona. 1976).
1R RUlIlllld, Elllsmus' AnnotoriOMon rh( Nov Teslamalt, págs. 58-59. Véase también Rice, 31 Véase la respuesta de Erasmo a López de Zúñiga: A¡1?logiartspondetlsad eo quae latobU5Lopis
Sr jerom(, cap. 5. Stuniro ItudYrnlt ill prima duntaxal Novi Tesl(lfllalliaed:itione,e:d. H. J. de Jonge., en Erasmo, Operaomnia
19 Erasmo, CoJ/a:r(dWorks, VI: The Comspo"drnce:uttm 84-2 lo 992, trad. R. A. B. Mynors y (Amslerdarn, 1969), IX.2. Pa.ra Nebrija, C. Güly, «Ulla obra desconocida de Nebrija contra
D. F. S. Thomson, pág. 35 (Carta 844); IX: The Corrtspolldmee:l.l:ttus 1252 io 1352, trad. R. A. B. My- Er;¡,smo y Reuchlin», e:n M. Re:vudta Sañudo y C. Morón Arroyo (eds.), El Erasmismoro España
nors, pág. 261 (Cart;¡, 1334). (Santander, 1986), pigs. 195-218.

152 153
Introducción al humanismo renacentista Loshumanistas y l. Biblia

en un texto sagrado debían buscarse cuatro seiitidos: el literal O histórico, el nes. De modo parecido, las observaciones de Valla a propósito de la fe y la gra-
alegórico o figurativo, el tropológico o moral y el anagógico o escatológico; cia, por citar un caso, adquirieron entonces mayor relieve, pues convenían a
el nueVO enfoque sólo afectaba necesariamente al primero, y los filólogos, la doctrina protestante. En breve: a finales del Quinientos, un reformado ya n6
como hemos visto en el caso de Valla, de entrada se abstuvieron de invadir el leía la Biblia como un producto literario antiguo que debía estudiarse en su
territorio de los otros tres. No obstante, ese esquema cuatripartito (que tanto contexto histórico, sino como una obra dirigida al lector contemporáneo, 'a la
impacientaba a Erasmo) se fue abandonando gradualmente, de suerte que, tras vez difusora de propósitos dogmáticos del momento y puntal del sistema teo-
la reducción, sólo quedaron el sentido literal-obviamente sujeto al progreso lógico protestante33.
de la filología bíblica- y un sentido moral o espiritual que venía a cubrir el La reacción de la Iglesia católica fue todavía más acusada, La lectura de la
resto. Erasmo y algunos de sus contemporáneos, como el teólogo francés jac- Sagrada Escritura por parte del vulgo, especialmente en traducciones vernácu-
ques Lerevre d'Etaples, se propusieron combinar esos dosn, y tal ejercicio se las, pasó a ser práctica poco recomendable y a veces incluso prohibida, en tanto
generalizó tras el impacto de la Reforma. que la Vulgata quedaba santificada como única versión digna de fe. En cuanto
Conforme avanzaba la década de 1520, los ataques a Erasmo se volvían a la actividad académica, también el orbe católico aportó figuras de primer
más violentos y más peligrosos. Se anunciaba ahí una transformación que, aun orden, estudiosos del griego y el hebreo que poseían también un buen domi-
cuando deudora ella misma del humanismo, terminarla por oponerse al tra- nio de la tradición rabínica. Fue en Italia, no debe olvidarse, donde el impre-
tamiento humanístico de la Sagrada Escritura. Tras la ruptura definitiva con sor flamenco Daniel Bomberg, con la asistencia de un converso y el pleno
Roma en 152 J, los seguidores de Lutero se radicalizaron, y fue esa actitud lo consentimiento de León X, estampó por vez primera, en 1517, la Biblia rabí-
que al cabo significó una amenaza para la objetividad que había inspirado a nica, es decir, el Antiguo Testamento en hebreo acompañado del tárgum y los
los estudiosos cuatrocentistas de la Biblia. Al campo protestante fueron lle~ comentarios de los rabinos. Ocho años más tarde, salió a luz una segunda edi-
gando muchos humanistas, admiradores de Erasmo, como johannes Oeco. ción mejorada.
lampadius, Philipp Melanchthon y Conradus Pe!licanus, entre otros, que El dominico italiano Santes Pagnini, prefecto de la Biblioteca Vatican~ y
continuaron la tarea de editar alas Padres de la Iglesia de acuerdo con los cri. profesor de hebreo, se cuenta entre los más distinguidos hebraístas católicos.
terios establecidos por Traversari y Valla. Así mismo, Teodoro de Beza, el suce- Gracias al respaldo de tres papas (León X, Adriano VI y Clemente VII), Pagnini
sor de Calvino en Ginebra, compuso a mediados de siglo unas anotaciones al pudo llevar a cabo una nueva traducción del Antiguo y el Nuevo Testamento,
Nuevo Testamento cuyo objetivo era perfecdonar las de Etasmo y fmalmente publicada en 1528, que se alejaba radicalmente de la Vulgata y con frecuencia
reemplazarlas. Por otra parte, el énfasis protestante en la Biblia en tanto que. se ayudaba de los comentarios rabínicos para traducir términos de dificil inter-
palabra de Dios fomentó la lectura sagrada en todas las capas sociales y. por la f •
pretación. También preparó una gramática y un diccionario de uso escolar.
misma razón, 19S más doctos de los reformados, empezando por Lutero, estu- Corrían los años inmediatamente posteriores a la Reforma, por lo que Pagnini
diaron y ocasionalmente enseñaron las Escrituras en las lenguas originales, aún pudo beneficiarse del clima de tolerancia que la había precedido y con-
proporcionan"do a un tiempo conocimientos de griego y hebreo. La Vulgata centrarse por ello en el estudio de las lenguas bíblicasH. Pero ese compás de
cayó en descrédito y fue sustituida por traducciones de nuevo cuño, como la espera había de durar bien p'oco. Lo ilustra, a fmales de siglo, el caso de otro
versión alemana del propio Lutero. Pero a lo largo de ese proceso la imparcia~ hebraísta italiano, el cardenal jesuita Roberto Bellarmino. Como su predece-
lidad doctrinal con que Valla y Erasmo habían tratado la Biblia fue quedando sor, también él fue profesor de hebreo, autor de una buena gramática en esa
atrás. Incluso en las notas de Teodoro de Beza se percibe cómo el autor pone lengua y conocedor del corpus rabínico; sin embargo, en vez de consagrarse
el acento principal en las implicaciones dogmáticas de las nuevas traduccio-

II Sendey. HumanistsandHIJly W¡it. págs. 19+-219.


H G. Uoyd Jones, The DiscllVtry of HehrtWin ThdorEngland:A ThirdLo!1lluagc (Manchester.
II Vid. E. F. Rice, ir., «The Humanlst Idea ofChristi¡n antiquity: Lefevre d'Etaples ¡nd
1983). págs. 40-44.
bis circ1e)), en W. L. Gundershelmer (ed.), FrttlchHumanism(Londres, 1969), págs. 163-80.

Introducción al humanismo renacentista Los humanistas y la Biblia

por entero a los estudios semíticos, sacrificó la mayor parte. de su talento en A Plantin y a Benito Arias Montano, el erudito español que dirigía el
aras de los escritos de polémica amiprote.stante. equipo, no les resultó fácil obtener el permiso papal. Diversos factores contri-
La polarización se hizo particularmente evidente durante el Concilio de buían a la reticencia: la traducción de Pagnini (que ya no se veía con buenos
Trento (1545-63), en el que se fijó la doctrina ortodoxa católica por oposi- ojos), la dudosa ortodoxia de varios de los colaboradores y la crítica implícita
ción al protestan~ismo, y a partir de ahí ya no cedió terreno. Aun así, los estu- a la Vulgata. Aun después de concedida la licencia pontifIcia, la obra nunca
dios bíblicos no quedaron totalmente. paralizados, especialmente en aquellas quedó libre de sospecha en el mundo católico. Un~ de sus más conspicuos
regiones donde el cambio de religión oficial había creado un ambiente de fle- editores, Andreas Masius, responsable en parte del texto sirÍaco y antiguo
xibilidad confesional y. con ella, una cierta permisividad. Esa coyuntura explica pupilo de Widmanstetter, se creó todavía más problemas por queter sumarse
que, entre 1569 y 1573. apareciera en Amberes la Biblia Regia o Políglota Real, a la tradición crítica humanística: en su comentario al Ubro de jpsué. Masius
WlO de los últimos logros del humanismo quinientista. Amberes formaba parte se atrevió a dudar seriamente del origen mosaico del Pentateuco; en conse-
de la Corona espaJ.l01a, pero su lejanía del centro de poder permitía una liber- l!"Llenci~,su labor terminó en el índice expurgatorio35.
tad considerable; en cualquier caso, el mismo Felipe II prestó su apoyo perso- La Políglota de Amberes traía un aparato crítico de grandes dimensiones
nal al proyecto de impresión. No hacía mucho, además, que la ciudad había que no trataba la Biblía en calidad de depósito del dogma, sino como un escrito
abandonado el protestantismo, y su carácter de burgo comercial conllevaba el sujeto 'a un contexto histórico. Ahí yacía el futuro de la investigación bíblica,
contacto continuo entre distintas confesiones. El impresor de la obra, Cristó- y ése fue exactamente el rumbo que tomaron las dos aportaciones fundamen-
bal Plantino, era católico de creencias poco rígidas y los eruditos que cuida':" tales del Seiscientos: las Annotationes[1642] del protestante holandés Hugo Gro-
ron de la edición -los mejores en su área- estaban lejos de comulgar tius y la Histoire critique du Vicux TtStament [1678] del católico francés Richard
plenamente con la ortodoxia. Simon. Ambos trabajos intentaban reconstruir las drcunstancias que rodearon
En su forma final, la Políglota de Amberes venía a rendir tributo a los la composidón de la Sagrada Escritura y para ello recurrían a documentación
mejores esfuerzos realizados a lo largo del Quinientos en los dominios del antigua, fuera¡ cristiana, judía. o pagana; sus autores, por tanto. seguían deli-
biblismo. Los volúmenes dedicados al Antiguo Testamento presentaban el texto beradamente las huellas de Valla y Erasmo. Aunque ya en pleno siglo XVII, esas
hebreo con la Vulgata, así como una versión latina literal de los Setenta y del obras quedaron como monumentos aislados, oasis de saber en un terreno
original griego, amén del tárgum con su lraducción allatill. En un tomo aparte, dominado por exegetas cuyo interés principal era el dogma36.
se ofrecía de nuevo el texto hebreo íntegro, pero ahora con la yersión literal
de Pagnini ligeramente revisada y en impresión interlineal. El Nuevo Testa-
mene? constaba de dos volúmenes: en el primero el texto griego se había
estampado alla~o de la versión siríaca y la Vulgata, mientras que en el segundo
apareCÍa con el latín correspondiente entre líneas.
]
Para el Antiguo Testamento en hebreo se reimprimía en"esencia el texro
de la Políglota Complutense, con algunos retoques basados en la segunda edi-
1
ción de la Biblia rabínica. El tárgum pro<.:edía de las mismas fuentes: de la pri-
mera. se tomaban las glosas del Pentateuco, y de la segunda las restantes. En
cuanto a los textos griegos, de nuevo la Biblia de Alcalá actuaba como modelo,
pero también había variantes recogidas de la edición griega de Robert Estienne,
en concreto de la tercera. impresa en París en 1550 (las anteriores eran de
1546 y 1549) ya su vez fundamentada en la de Erasmo. La versión sirÍaca
35 Hall, ((Biblical Scholarship)), págs. 5+-56, 73-75, 92.
estaba basada en el Nuevo Testamento que publicara Widmanstetter en Viena 36 H.]. de ]onge. «Hugo Grotius: exégete du Nouveau Testament)), en Tht World of Hugo
en 1555. Grotius(1583-1645) (Amsterdam, 1984), págs. 97-115 ..

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8
Filólogos y filósofos

JILL KRAYE
La filosofía del Renacimiento se organizó a partir de los diversos sistemas de
pensamiento del mundo grecorromano. El aristotelismo ante todo. pero tam-
bién, aunque en grado menor. platonismo. estoicismo, epicureísmo y escep-
ticismo se integraro~ en.un complejo filosófico cuya composición seguiría
vigente hasta bien entrado el siglo XVII. No debe extrañar, pues, que los huma-
nistas, expertos en el estudio de la Antigüedad. destacaran en el proceso de
construcción, ya fuera recuperando antiguos textos filosóficos, perdidos o
ignorados durante siglos, o bien fijando textualmente, traduciendo y comen-
tando esas mismas obras y otras que ya formaban parte del currículo de la filo-
sofia medieval.
Ahora bien, aunque filósofos y humanistas se interesaran por unos mis-
mos textos, su modo de aproximarse a la matefia era radicalmente distinto.
Para los humanistas, el discurso filosófico, como toda manifestación culta,
debía expresarse en un latín moldeado según el estilo de los mejores autores
clásicos. Acentuaban, pues, el valor de la claridad y la persuasión y, más impor-
tante todavía, de la elocuencia, y se oponían deliberadamente al escolasticismo,
el estamento que monopolizaba la enseñanza universitaria de la filosona y recu~
rría a una jerga especializada. cargada de te01icismos, sólo inteligible para. los
iniciados. Además, y por encima de todo, los humanistas se enfrentaban a las
obras fliosóficas con los mismos útiles que aplicaban ~ un texto literario o his-
tórico, es decir, con el saber filológico. Como el mismo nombre indica, los
filólogos eran devotos (philoi)del estudio de las palabras (logoi),hombres que,
merced a su profundo dominio de la lengua, la cultura y la historia del pasado
grecolatino, podían determinar el sentido exacto de las palabras de un autor
antiguo en un contexto específICO.Los mósofos, en cambio, se enorgullecían
de su dedicación a la búsqueda de las verdades fundamentales y la sabiduría
eterna (sophia).En términos escólásticos, eso comportaba estudiar los tratados
de Aristóteles por medio de la lógica y otros instrumentos de análisis, no tamo
con la intención de clarificar el verbo del autor, sino para entender sus argu-

189
.
Introducción al humanismo renacentista Filólogos y filósofos

mentos y resolver complejos problemas, mucnos de los cuales eran de origen ductores medievales, buen número de las versiones humanísticas no pasaban
medieval y conectaban sólo tangencialmente con las palabras del Estagirita. del retoque cosmético: se corregían los errores y se pulía el latín, cieno, pero
A causa de esas diferencias de enfoque, la relación entre filólogos y filó- el primitivo armazón permanecía intact02.
sofos fue a menudo dificil y a veces incluso estuvo envenenada, Nada de eso A partir de 1450, aproximadamente, un grupo de emigrados de origen
impidió que los humanistas, como veremos, jugaran un papel de primer orden bizantino dio nuevo empuje a la traducción de las obras de Aristóteles. En tanto
en el desuroUo de la filosofía renacentista y ejercieran una influencia que se que hablantes nativos, evidentemente dominaban el griego mejor que sus cole~
prolongó hasta el siglo XVIl, cuando ya empezaba a apuntar lo que ahora con- gas ltalianos, y su interés, en vez de limitarse a los tratados de filosofia moral
sideramos filosofia moderna. Tal implicación repercutió a su vez en los s[udia como había sido el caso en Italia, cubría todo el conjunto de la producción aris~
humanitatis.En los primeros tiempos, el humanismo se había concentrado en totélica, Juan Argirópulo, profesor en FI~rencia y Roma, trasladó el Deanima,el
la literatura, la gramática, la retórica y la historia; sin embargo, pasada la ~itad Demelo,la Físicay.1aMetafísica,así como buena parte del Organony aun la Ética a Nicó-
del Cuatrocientos, ese horizonte intelectual se fue ensanchando progresiva- maco3; el cardenal Bessarion, un monje bizantino que llegó a lo más alto de la
mente al paso que los humanistas afilaban sus armas fllológicas y extendían su jerarquía católica y contribuyó decisivamente al renacer del platonismo en el
aplicación a todo el espectro del legado clásico, incluyendo las diversas ramas siglo xv, produjo otra versión de la Metafísica(y con tanta fortuna que en el siglo
de la filosofia. pasado todavía se utilizaba como texto latino estándar)4; y Teodoro Gaza, el pro-
tegido de Bessarion, se ganó el aplauso de muchos (aunque no el de todos) con
La práctica totalidad del corpus aristotélico podía leerse en latín desde finales sus traducciones de la Historiaanimaliumy los pseudoaristotélicos ProbJemata: «Aris-
del siglo XlII. Con todo, las traducciones medievales, aunque adecuadas al pro- tóteles -se dijo entonces- nos llega ahora hablándo un buen latÍn»5. Por si fuera
pósito de un mósofo, no podían contentar al exigente paladar humanístico, que poco, Gaza advirtió que la transmisión manuscrita había traspuesto los libros VII
las juzgaba excesivamente literales (a veces meras transliteraciones del griego), y IX de la Historiaanimaliumy fue también el primero en considerar que el décimo

plagadas de errores hasta el punto de desfigurar el original y escritas en un latín era espurio: dos juicios aún vigentes que dan fe de su perspicacia filológica6•
que distaba mucho de alcanzar la norma de estilo que imponían los modelos Un discípulo de Gaza, el patricio veneciano Ermolao Barbara, continuó
clásicos. Para poner coto al problema, los humanistas se entregaron a la tarea con esa tradición que aliaba la elocuencia de la versión latina con un detallado
de producir nuevas versiones, sin duda menos oscuras y más elegantes que las
anteriores, pero no por ello exentas de otras dificultades. llevados por la pasión
1. Leonardo Bruni Ilustra a la perfección la polémica humanística contra los traductores
de la variación estilística, los filólogos a menudo traducían los términos técni-
medievales en el prefacio a su nueva versión de la Bti(ll de Aristóteles (1416), en Leonardo
cos sin un criterio sistemático, y no dudaron en abandonar la nomenclatur!" Bruni, Hurn(lnístisch-philos(lphischd(hríftm, ed. H. Baron (Wie.sbaden, 1969l), págs. 76-81. Véase
estándar que la.escolásticahabía fijado a fuerza de siglos: un vocabulario impres- también E. Carín, «Le traduzioni umanistiche di Aristotele nel secolo XV», Atti e mtrnorie ddJ'A(((I-
dtmJlI fJotttllinll di sdeJllc moroJi "La Co'om~oria», 16 (1947-5 O), págs. 55-] 04.
cindible para que un argumento pudiera establecer su línea de continuidad con
J A. Field, The Orlgins ar Ihe Platonk Acadcmy of FloTmcr (Princeton, 1988). cap. 5; N. G. Wilson,
la tradición medieval. Eso explica que muchos filósofos profesionales siguieran From BYlontium lo Ita/y: Gr«k Studia in ¡he !la/ian Rrnoissan(e (Londres, 1992), págs. 86-90.
aferrándose a viejas traducciones, como la del.De:animarealizada por Guillermo .• L Mokler, Knrdlnnl Bmorion OJi Theo/auc. Humonist und SI11alsmann. 3 vols. (Paderborn,

de Moerbekc (c. 1268), presente en las aulas universitarias y estampada en las 1923-42); J. Hanklns, Plato in the Ital¡nn Rcnoi.lsana, 2 vals. (leiden. 1990), r, págs. 217-63.
í Aristóteles, Problernata, trad. Teodoro Gaza (Roma. 14-75), sigo a2"(Prefacio de Nicolaus
ediciones de los comentarios a la obra hasta la segunda mitad del Quinientos
G\lpalatinus). Jorge de Trebisonda, el malhumorado rival de Gaza, creía que las obras científi-
(a veces alIado de una versión humanística de mas fácil lectura) 1. También es cas debían traducirse literalmente y le acusó de haber producido 110 una versión sino una «per-
justo consignar que, por duras que fuesen las críticas dirigidas contra los tra.- versión)' de los Problemata: véase ellexlo en Mohler, Bmaríon. Ill, págs. 277-3+2.
También para Angelo Polizia,no las traducciones de Gaza estaban sobrevaloradas: Mis(dlanea 1.95.
en A. Poliziano, Opera... amnía (Basilea, 1553). págs. 301-03.
6 J. Monfasani, «Pseudo-Dionysius the Areopagite in mld.Quamocento Rome», en
J.Hankins, J. Monfasanl y F. Ptlrnell, ir. (eds,). Supplcmrntum Festivum: Studies in Honor af Paul Olkar
I F. E. Crilnz, (IThe Renaissance rea.ding of De animo)). en Plofon et Ariltotc o la R~hQisSllIlCC: XVI!
Kristdlcr (Binghamton, 1987), págs. 189-219 (207-08)
ColJoque inlClnolionol de Toun (París, 1976), págs. 3 5 9-7~3,

Filólogos y filósofos
Introducción al humanismo renacentista


En la dedicatoria de la traducción del comentario de Temistio a la Física,
escrutinio filólogico del original griego7. A ese doble distintivo del aristotelismo
dirigida a Antonio De Ferrariis (Il Galateo), lll1 médico con inclinadones huma-
humanístico, Barbara agregó una tercera dimensión que'habría de resultar nota-
. nísticas, Barbaro condenó sin paliativos a los mósofos profesionales, eruditos
blemente significativa para el desarrollo de la filosofía renacentista. Así, en 1481,
que se creían únicos intérpretes competentes del pensamiento aristotélico y
con su traducción latina de las Paráfrasisde Temistio (un autor del siglo IV d.C.),
despreciaban a quienes, como él mismo. lo abordaban desde la óptica de los
el humanismo acqgía por primera vez a uno de los antiguos comentaristas grie-
studia humanitatis. Para Barbaro, acercarse a la masofia sin poseer un sólido cono-
gos de la obra de Aristóteles. Algo de ese conjunto hermenéutico había aflorado
cimiento de las lenguas Y'la cultura de la Antigüedad, tal como hacían los aris-
ya de la mano de los traductores medievales, pero en general con escasa formna8.
totélicos de la época. equivalía a pervertirla y corromperla12, De la misma
Los humanistas, en cambio, estimaron que esos autores, por el mero hecho de
opinión era el Galateo, él juzgar por la carta de respuesta en que, aparte de agra-
pertenecer al mundo antiguo (aunque en realidad algunos eran bizantinos),
decer la dedicatoria, manifestaba su adhesión personal a los comentaristas grie-
comprendían el pensamiento de Aristóteles con mayor conocimiento de causa
") gas 13 a la par que declaraba todo su apoyo a la campaña contra la actitud fllistea
que los ftlósofos escolásticos o que un comentarista árabe tan influyente como
del aristotelismo universitario. Comulgaba con Barbara, pues, al censurar los
Averroes9. De ahí que se propusieran divulgarlos como alternativa a la tradición
sofismas de la escolástica, capciosos y retorcidos, y tampoco dudaba en atacar
exegética.medieval. Barbara combinó ese objetivo con la voluntad de probar que
a quienes alegaban que el estilo no tenía importancia en los dominios de la filo-
incluso disciplinas filosóficas tan científicas y témicas como las que trataba Ternis-
sofía: ¿acaso Aristóteles hubiera escrito la Retóricay la Poéticasi tales disciplinas
tia se podían expresar en un elegante latín de corte clásico10. De hecho, la ver-
fueran inútiles para el filósofo? Sin embargo. y en eso se diferendab.a de Ermo-
sión de las Paráfrasis no era sino parte de un ambicioso programa con el que
lao, el Galateo también percibía un peligro en el otro extremo. A su modo de
Barbara pretendía reformar el aristotelismo cirnentándolo en el conocimiento
ver, el discurso filosófico debía busca.r un punto de equilibrio, tan lejos de ofen-
fliológico del griego de Aristóteles y sus comentaristas, así como traduciendo
der al lector con un latín rudimentario y falto de toda belleza como apartado
de nuevo la totalidad de ese corpus en un latín caracrerizado por la claridad, la
de la deformación que el exceso de ornato retórico podía acarrear, De ningún
precisión y el refmamiento: toda una demostración de su fe en la compatibili-
modo debía permitirse que la filosofia se redujera a mera filología a la flamante
dad entre la sabiduría del ftlósofo y la elocuencia retórica del humanista 11.
manera de algnnos gramáticos pedantes como Lorenzo Valla14, Prestando aten-
ción exclusiva a cuestiones de índole lingüística, esa clase de huma ni sras no
cesaba de quejarse porque «esa palabra no es propia del buen latín» o «esa otra
7 La admiración que profesaba a su maestro se demuestra en E. Barbara. Episto1ae, orationes
el (tumlna, ed. V.Branca, 2 vals. (Florencia, 1943), 1, pág. 9: «Sólo él me pareda un digno
es oscura», olvidando que la misión de la mosofia no consiste en ocuparse de
émulo de los antiguos, ese hombre a quien adoré y convertí en mi modelo». las palabras, sino en descubrir los secretos de la naturaleza.
8 Sólo obmvieron &mplia divulgación los comentarios griegos y bizantinos de la Éticaa Unos años después, en una carta a su amigo Giovanni Pico della Miran-
Nicómacoen la traducción de Roben Grosseteste. Para otras versiones latinas de los antiguos
dola, el mismo Barbaro dio un ejemplo idóneo de esa estrechez de miras que
comentaristas griegos, B. Dad. «Aristoteles Latinus». en N. Kretzmann, A. Kenny y J. Pinborg
(eds.), TbeCambridgeHistoryoCLate!MedievalPhilosopby(Cambridge, 1982), págs. 45-79 (74-78). merecía la repulsa del Galateo. En esa ocasión la crítica alcanzaba a dos figuras
9 Por ejemplo, Barbara afirma en sus Epistolae,r, pá.g. 92: «si comp;nas los escritos [de
Averroes] con los de los [comentaristas] griegos, observarás que están sacados, palabra por
palabra. de Alejandro [de Afrodisias]. Temistio y SimpliciO».
10 Barbara, Epistolae,1, pág. 23: «Algunos han negado que la filosofia natural se pueda 11 Barbaro, Epistolae,1, págs. 10-1 l.
lJ Afirma en la CaIta que ha dedicado casi siete años (un perlado más largo q\le el emba-
expresar en buen latín; he refutado con creces esa pretensión en mi edición de Temistio». Para
razo de un elefante) alas versiones latinas del comentario de Alejandro de Afrodislas a la Metwro]a-
su dedicación a la enseñanza de todo el espectro de la filosofia aristotélica, ¡bid., n, pág. 38.
11 Barbaro, Epistolae.1. pág. 92; sólo se ha conservado su versión de la Retorica.En una de
gia. asi como al Defatoy los Problanaradel mismo filósofo griego; todas ellas quedaron Inconclusas.
Vid. Antonio De ~m.rils Galateo. Epistole,ed. A. Altamura (Lecce, 1959), págs. 85-96 (88): y
las cartas dedicatorias que acompañan la traducción de Temistio (ibid., 1, pág. 17). Barbara
también E. Savino. UncuriaropoJigmfll dd QlKlttrocmto, AntonioDeFcrrnriis(GaIatea)(Bari, 1941).
j critica a los aristotélicos de su tiempo por no saber latín ni griego y sostiene que «a quienes
J-t Vid. 1. Valla. RepdSlinatio
d.ial~ti<eel pbiloropbie.ed. G. Zlppel (Padua, 1982): P.Mack.
¡ separan la filosofia de la elocuencia. se les conslde.ra filósofos vulgares. insignificantes y de
RmoimmceArgumrnt:Valla ondAj¡ricolain tbe Traditionsoí DiaIecticandRbelolic(leiden. 1993);
madera». véase también V.Brimca, «Ermolao Barbaro and late Quattrocento Venetian
P;O. KristeUer. EigblPbiJosopbm(lfthe ItalianRmaissance(~tanford. 1964), cap. 2 [*]
humanism», en J. R. ~ale (ed.), Renaissonce Venice(Londres, 1973), págs. 218-43.
,
:1
.1 193
:
192
Introducción al humanismo renacentista Filólogos y filósofos

cumbre de la escolástica medieval, Tomás de A:quino y Alberto Magno, a quie- el Tmctatusdemostraba que la doctrina de Aristóteles no autorizaba la posición
nes Barbara descalificaba no porque les faltara buen juicio en la materia -su cristiana sobre la naturaleza del alma, encendiendo con ello una controversia
saber, admi~ía, era de altísimo nivel-, sino por haber escrito en un latín poco que transformó el tratamiento renacentista de la psicología humana en térmi-
elaborado y nada elegante. La réplica de Pico (quien no eu vano había dedi- nos filosóficos) 19, Entre 1495 y 1498, en los talleres de Aldo Manuzio en Vene-
cado largo tiempo al estudio de esos autores) tomó el partido del Galateo: 10 cia, se imprimió el corpus de Aristóteles en griego por primera vez, Y en 1497,
importante en la filosofia no eran las palabras sino el razonamiento, la sus- Niccol6 Leonico Torneo, veneciano como Donato aunque de ascendencia griega,
tancia y no el vehículo expresivo, Para «aquellos gramaticastros» que se con- empezó a impartir su magisterio sobre el texto griego de Aristóteles en la Uni-
gratulaban con cada hallazgo etimológico, que miraban a los filósofos con una versidad de Padua, bastión del aristotelismo escolástico. A Leonico hay que atri-
mezcla de odio y desdén, no guardaba más que desprecio, La elocuencia tenía buirle el mérito de haber sabido poner en práctica el programa de reforma
valor en el lugar adecuado, por ejemplo en la correspondencia con un colega humanística que propugnaba Barbara sin perder por ello su prestigio como filó-
humanista (como él mismo probaba con brillantez en la carta a Barbaro) o en sofo, Para conseguirlo, se aplicó a tres tareas: profundizó en la vertiente filoló-
un discurso de 1486 (como su célebre Diólogo dela dignidaddd hombre) 1 s, pero en gica de los textos de Aristóteles aunque sin negligir los problemas filosóficos;
modo alguno podía resultar esencial en lila obra filosófica, escrita para demos- vertió alguna.s de las obras de contenido más científico -así los Parvanaturalia
trar la verdad y no para embellecerla. Lo que requería esa escritura era un estilo (1523) Y la Mecónica(1525), un texto pseudoaristotélico- en un latín que her-
preciso y sin adorno, libre de las distorsiones que imponían los malabarismos manaba la correcdón clásica con la precisión terminológica; y recurrió con fre-
retóricos 16. Cuando en 1489 un joven aristotélico le envió un tratado sobre la cuencia a los antiguos comentarios griegos pero conjugándolos COIllas
naturaleza del sonido, disculpándose de entrada por su poca pericia en el imerpretaciones de Tomás de Aquino y otros exegetas medievales20,
manejo de1latúl, Pico respondió; La herencia de Barbara todavía conservaba su vigor en Venecia cuando
No hacefalta.que te excusesporque ro estilono es culto en extremo, Siun filó- Agostino Valier, futuro cardenal y obispo de Verona, enseIiaba filosofia en el
sofo es elocuente,me place;si no lo es, me da lo mismot7. ElfIlósofotiene un colegio de Rialto ya a mediados del Quinientos, Admirador ferviente de Bar-
único deber y una sola meta: abrir el cerrojo de la verdad, Poco me importa si bara y Donato, Valler mantuvo el sello de ese aristotelismo estudiando las obras
lo hace con una llave de madera o con una de oro; y ciertamente es mejor del maestra griego en el texto original y realzando el papel de sus antiguos
abrirlo con una llavede madera que cerrarlo con una de oral8, comentadores21. Puso así mismo especial énfasis en la necesidad de combinar
" la sabiduría con la elocuencia, como enseñaban Platón, Aristóteles y el resto
La propuesta de Barbara pronto dio fruto en su Venecia natal. En.1495, de los grandes filósofos. Tampoco dejó de señalar, ciertamente, que el afán de
Girolamo Donato, un humanista estrechamente vinculado al rival epistoiar dl' virtuosismo estilístico podía ir demasiado lejos, pero, en su opinión, quien no
Pico, publicó una versión latina del Deanimade Alejandro de Afrodisias (e. 200 fuera capaz de producir un buen latín debería abstenerse de escribir o, cuando
d,C.), obra que habría de dejar profundas huellas en el Tmctatusde immortalitate menos, de publicar obra alguna. Fiel a esa convicción, Valier llegó a afirmar
animal:[1 S 16]' de Pietro Pomponazzi (con la base del comentario de Alejandro,

19 E. Kl::ssll::r,«The intelJectlve seu!», l::nC. B, Schmitt, Q. Skinne; y E. Kessler (eds.) ,


]S E. Cassirer, P. 0, Kristeller y]. H. Randall, Jr, (trad.), TheRenoissance
Philosophyaf Man (ehi. CambridgeHislory of RmaissanetPhiJosophy(Cambridge, 1988), págs. 4-85-534, esp. 500-07,
cago, 1948), pags, 223-5'4,
Poliziano elogió a Douato por ser (luna autoridad, sabio y cuhivadQ)): Opera,pig. 301.
16 Q. Breen, «Giova~lli Pico della Mirandola on the conl1ict of philosophy and rhetoricn, 20 Vid. D. ]. Geanakoplos, Ctmslant¡nopJ~ ondthe Wtst (M.dison WI, 1989), cap. 5; D. De
Journolof[he Historyof Ideos,13 (1952), págs. 384-412 (392-94). W:ase también B. Vickers, In Bellis, "Niccolü Lconico Toml::o intl::rprete di Aristotcle naturalista»), Physis, 17 (1975),
Mmc~ uf Rh~loric(Oxford, 1988), págs. ]84-96.
págs. 71-93. Leonico se carteó con Poliziano: vid, Poliziano, Opera,págs. 20-22,
17 Cr.Cicerón,DeúnibusLS.15.
11 A, Valier, Dered~phiJosophondi Rltion~Iibriduo (Verona, 1577), esp, fol. 58t. Véase tambIén
18 Para esa respuesta a la Quots[iode8e/mesonide Galgano da Siena, vid. A. Verde, Losludio A. 1. Puliafito, «Filosofla aristote:lica e modi deU'apprendimento: un intervenlO di Agoslino
fiormlino1473-1503: riwche tdocumenti(Florencia, 1973-), IV.2, pág. 988. Valier su 'Qua ratione versandum sil in ArislOlele' ••, Rinoscimrnto,30 (1990), págs. 153-72.
•.
.jo
Introducción al humanismo renacentista
Filólogo, y filó,ofo, I
cultura romana (821 b7-8), tan fuera de lugar -apostilla- que incluso un niño
que la mayoría de libros (incluidos los suyos) no merecían ser publicados:
se hubiera dado cuenta de que no podían proceder de la pluma de Aristóte-
Sócrates, Pitágoras y Cristo -recordaba con intención-, los hombres más sabios
de la historia, no habían legado ni una página a la posteridadll. les, pues la Grecia del siglo IV poseía escasas referencias de los asuntos de
Una de las mayores contribuciones del humanismo al aristotelismo rena- Roma1S. Años más tarde, pera con pareja erudición, el humanista holandés
centista fue, como. hemos visto, la reivindicación de los comentaristas griegos Daniel Heinsius, un discípulo de José Escalígero, impugnó la autenticidad del
de Aristóteles23. Barbara encabezó esa tendencia del mismo modo que abrió De mundocon un torrente de pruebas lingüísticas, literarias, históricas y filosó-
la puerta a otra aportación humanística fundamental a la filosofia peripatéti- ficas16. Esfuerzos como ésos no cambiaron radicalmente la forma del corpus
ca: la voluntad de extirpar del canon aquellas obras que la tradición había atri- aristotélico, principalmente porque aquellos tratados que conlaban con un
buido a Aristóteles erróneamente, En el CorolIariuma su versión de.la Materia texto griego, como el Deplantisy el Demundo,aunque no se juzg.aran genuinos,
medica(siglo I d.C.) de Dioscórides, Barbare señaló el carácter espurio del De siguieron presentes en las ediciones de Aristóteles (y todavía están ahí). No
planti.s:aunque en transliteración latina, los nombres de plantas en árabe indi- •.J;Jbsta?te, la valiosa información desenterrada a lo largo de la andadura llegó a
manos de los filósofos y contribuyó a"fomentar su espíritu crítico en el traro
caban que se trataba de una traducción al griego y no de un tratado original
del EstagiritaH. No era el único en creerlo, pues la edición aldina del corpus con las obras aristotélicas. .
aristotélico omitía deliberadamente esa pieza y la reemplazaba con los escri- Naturalmente, no agradó a los profesionales de la filosofia que los filólo-
gos invadieran su propio terreno. de suerte que los recelos se sucedieron antes
tos botánicos de Teofrasto, un continuador de Aristóteles. Pera la razón defi-
nitiva, el pormenor crítico, no llegó hasta 1556 con la publicación de una obra de que se llegase a un acuerdo de circunstancias. El hecho de que la mayo-
de Julio César Escalígero, un humanista italo-francés que se había especiali- TÍa de los humanistas se mostraran dispuestos. como Barbara, a desestimar
zado en Aristóteles: su tratado probaba, con argumentos de orden filológico toda obra fIlosófica falta de elocuencia causaba ira y frustración entre aquellos
filósofos que, al igual que Pico, valoraban la profundidad intelectual de los
y fIlosófico, que el Deplantisera un texto originariamente árabe, traducido luego
pensadores medievales, por poco elegante que fuera su latín. Así. en el prefa-
allatÚl y finalmente vertido al griego en la baja Edad Media. Armado con un
cio a su edición de la Políticacon el comentario de Tomás de Aquino (1492),
profundo dominio de la ciencia aristotélica (no en vano había traducido y
Ludovicus de Valentía se quejaba porque los retóricos «se complacen dema-
comentado la Historiaanimalium),Escaligero demostraba que entre la obra sus-
pecta y las auténticas mediaba un abismo doctrinal y metodológico; por otra siado en el ingenio verbal y el ornamento; satisfechos de haber entendido el
sentido de las palabras, se olvidan de investígar con diligencia la naturaleza y
parte, en tanto que experto humanista y por ello conocedor de las lenguas y
la historia clásicas, detectaba vestigios de latín en el texto griego yanacronis- las propiedades de lo que expresan. A resultas de ello, condenan obras que
carecen de lustre aunque contengan la verdad»17. Unos años más tarde, cuando
mos que delataban su origen, como la mención a ciertas prácticas de la agri-
el filósofo escolástico Lorenzo Maiolí envió un tratado al impresor humanista

2Z Fiel a esa creencia, nunca publicó el tratado De CC1utione lIdhibendain tdmdh libris, impreso
15 ]. C. Esalígero, Inlibros duo~,qui inscribunturDep!lIJltis(París, 1556), esp. fols. 15' y 128r.
póslUmamente en Padua en 1719; véanse especialmente las págs. 10-11, 14. 43 Y 47. Véase
Véase también K. ]ensen, R!leroricalPhiJosophyand PhilosophicalGrommar:Julius CacsarSca/illcr'SThcoryof
también G. Santinello, Trodizionte disseJ150 ndlll (iJastlliaI'ellCta{roRinascimcntCle modernitd (Padua, 1991),
lllllllualle(Múnich. 1990), esp. págs. 38-45. Los estudiosos ilctm.les consideran que la obra origi-
págs. 140-53.
nal en un tratado griego, hoy perdido. atribuido il un ilutor del siglo 1a.C: Nicolás D,,"masceno,
II Vid. C B. Schmltt, (Philoponus' commentary on Aristotle's Physicsin the sixteenth
ed. H. J. Drossaart-Lulofs y E. 1. J. Poomnan (Amsterdam. 1989).
De p1anlis:FivcTmns1l1tiOIlS,
century)), en R. Sorabjl (ed.), PhiltlpCInusand the Rejectianof Arisloldilln Sciente (Londres. 1987),
26 Daniel Helnslus, Dissettatiode outorelibclli De mundo, en .sus OroliontslIJiquat(leiden, 1609),
págs. 210-30; E. P. Mahoney, «Ihe Greek cornmentalors Themlsrlus and Simplidus - and their
pá.gs. 68-88. véase también J. Kraye, «Daniel Heinsius and ¡he author of De munda)),en A. C.
influencl:: on Renaissance Aristotelianism)), en D. ]. O'Meara. (ed.) , NcopJlItonismand ChristillJl
Dionisotti, A. Cnrton y]. Kraye (eds,), The Useso( Gmk and lalín: HJstorlclIlEssays (Londres, 1988),
Thought (Norfolk VA. 1982), p;ígs. 169-77, 264~62; J. Kraye, «Alexander of Aphrodisias, Gian-
francesco Beal! and the problem of Metaphysicsal), en J. Monfasani y R. MUSlO (eds.). RmaisS4n~c págs. 171-97._
27 Tomás de Aquino. Commmlarii in libros odo PoliticorumAtistotdis, ed. Ludovicus de Valentia
Socifl:ylIndCulture: EssoY$in Hooor of EUllmeF.Riu, jr. (Nueva York 199\), págs. 137-60.
14 Errnolao Barbaro. CorolJariiJihrí quinque (Venecia, J S 16), fol. 6f• (Roma, 1492), sigo alr.

197
196
..
Introducción al humanismo renacentista Filólogos y filósofos

Aldo Manuzio, éste, pese a reconocer la valía'.del texto, se negó a estamparlo tam~33.Esa opinión es sintomática del futuro que aguardaba a la lógica esco.
alegando que la prosa no alcanzaba la calidad literaria requerida. Maioli replicó lástica, arrastrada a la decadencia por el prejuicio contra lo que parecía una com-
que 'no se debería menospreciar la sabiduría cuando se presentaba desprovista plejidad impenetrable: a medida que transcurría el siglo XVI, los manuales de
de adorno; a las obras filosóficas, argumentaba a zaga de Pico, no les haóa falta filosofía se fueron concentrando cada vez más en los textos de Aristót~les y sus
una bella apariencia, pu'es su objetivo era ofrecer la verdad desnuda, no Un antiguos intérpretes, al tiempo que relegaban las adiciones e innovadones fruto
reluciente artificio28. de la tradición medieval. El enfoque humanístico, se podría concluir, trajo con-
Otras facetas de la actividad filosófica humanística, siempre desarrollada sigo una mejor comprensión de la lógica aristotélica, pero también significó
con el instrumental filológico a mano, encontraron resistencia entre los filó- que los avances escolásticos en dicha materia habrían de permanecer sepulta-
sofos tradicionales. En 1492, cuando Angelo Poliziano, en aquel tiempo el más dos durante siglos hasta su recuperación en tiempos recienresH.
experto conocedor de la cultura antigua, dio inicio a sus lecciones en la Uni- La tendencia a suprimir los comentarios aristotélicos de Averroes, gra.
versidad de Florencia, no sobre literatura griega y latina, como hiciera otrora, dualmente reemplazados por la vieja hermenéutica griega a lo largo del Qui-
sino sobre los Primerosanalíticos,una de las obras más dificHes de Aristóteles, los nientos, provocó una contraofensiva. En 1550-52, veían la luz en Venecia los
miembros de la facultad de filosofIa no dudaron en recurrir a la burla: «He diversos tomos de una ambiciosa edición que estampaba las glosas del comen-
aquí a Poliziano, el bufón, de repente dándoselas de filósofo»29. Sin embargo, tador árabe, en versión latina, junto con las obras de Aristóteles. Una de las
el interés de Poliziano por la filosofia aristótelica, nacido a la sombra de su finalidades que perseguía el impresor, Tommaso Giuma, era compensar el
gran amigo Pico30, no tenía tal pretensión: «Aunque doy lecciones públicas extremo helenismo de los humanistas: «su afición por los griegos es tanta
sobre Aristóteles, no lo hago como filósofo»31. En la lección inaugural, des- como para proclamar que las obras de los árabes no son más que heces y
bordante de maestría verbal y recóndita erudición clásica, anunciaba a sus opo- basura inservible». Pero los efectos de ese contragolpe, aunque vigorosos, no
nentes (Jamiae,o sea, vampiros ávidos de sangre) que, a título de filólogo tardaron en extinguirse: a partir de 1575 la obra de Averroes ya no llegó a las
(grarnmaticus)y, por consiguiente, experto en las múltiples facetas de un texto prensas sino en camadas ocasiones35,
antiguo, tenía todo el derecho a interpretar cualquier cipo de obra, ya fuera Tampoco debe olvidarse que algunos componentes del aristotelismo esco-
poética, histórica, retórica, médica, legal o filosófica 32. lástico consiguieron sobrevivir hasta ya entrado el siglo XVII, aunque debida-
En su análisis de la lógica aristotélica, Poliziano privilegió el punto de vista mente combinados con un enfoque humanístico. El magno comento a la Ética
de los comentaristas griegos. Como Barbara, con quien le unía una buena a Nicómaco (1632-45) que preparó el jesuita Tarquinio Galluzzi da fe de esa
amistad, creía que esa antigua interpretación de Aristóteles era más sóli~a que dificil síntesis: por un lado, bebe en abundancia de las fuentes escolásticas, en
la de los exegetas medievales, por quienes no sentía sino el desprecio tan típicS' panicular de los comentarios de Tomás de Aquino. y se presenta en el viejo
de los humanistas: «a resultas de su ignorancia del griego y el latín, corrom- molde de la quaestio;por el otro, da cabida al texto griego de la obra con una
pieron la pureza de las obras de Aristóteles con sus vulgares y detestables traducción latina, presta detallada alención a ciertas cuestiones filológicas y
nimiedades hasta tal extremo que unas veces me hacen reír y otras me irri. toma en cuenta a los intérpretes helénicos36. De todos modos, ese y otros

18 Lorenzo MaioH, Ep¡phylJidesin dia!ectica (Venecia., 1497). sigs. a2'-3'. 33 ({Praelectio de dialeclican (1490-91), en Poliz.lano, Opua, págs. 528-30 (529), Véase
29 A. Poliziano. lamia: Prndeelia in PriarQArislaldis analytiro, cd. A. WcsseHng (Leiden, 1986), también V. Branca, PoI¡zjanoe J'umonaimo ddlo pamlo (Tmín. 1983), págs. 13-19.
pág. 4. Vease también Wilson, From Byzanlium lo ¡laly, cap. 12. H A. Broadle, "Philosophy in Renalssance Seotland: loss and galm), en ]. MacQueell
30 Vid. Poliziano, Opera, pág. 310. Véase tamblen la dedicatoria a Poliziano del De ente d (ed.), Humonism in Renoissoca Swt/ond (Edimburgo, 1990), págs. 75-96.
uno, en G. Pico ddla Mirandola, De hominis dignitate... , ed. E. Garin (Florencia, 1942). ]S Aristóteles y Averroes, Omnja quoe atont opera, 11 vols. (Venecia, 1550-52).1, lül. 2".
pá.gs. 386-87, así como la carta de agradecimiento. en Poliziano, Opern, pá.g. 167. Véase tambien C. 13,Schmitt. «Renaissallce Averrolsl1l stlldied thwugh the Venetian edltinns of
11 Pollziano, Opera. p~g. 179. Aristolle-Averroes". en Avmojsmo mllQlio (Roma, 1979). págs, 121-42.
H Poliziano, lamia, pá.gs. 16-18. 36 C. H. Lohr, lutio A,istotle Commeolorin (Florencia. 1988-), n, pág. 161.
Introducción al humanismo renacentista Filólogos y filósofos

intentos por vestir (o al menos cubrir en parte) el Aristóteles medieval con doclásicos, con los que compuso el marco intelectual para una interpretación
ropas más actuales no tuvieron gran efecto en aquellos filósofos del Seiscien- cristiana de la obra platónica39. Gracias a su doble condición de fIlósofo y filó-
tos que buscaban una base aristotélica para la nueva fllosofia mecanicista: para logo, Ficino pudo evitar muchos de los escollos con que topaba el traductor
ellos cualquier rastro de escolasticismo estaba condenado a la desaparición, G. humanista de textos filosóficos, Sus versiones fueron correctas pero sin flori-
W Leibniz, uno de l_ospadres de la filosofia moderna, colaboró en el rescate turas; capturaron la precisión del vocablo técnico griego y nunca rehuyeron
de un Aristóteles puro, limpio de cualquier adherencia escolástica, y en ese los términos medievales si éstos exprimían el sentido con más claridad que
sentido se le puede asignar un papel en la última etapa de la reforma del aris- una expresión clásica alternativa40,
totelismo emprendida por los humanistas37, A pesar de que los trabajos de Ficino -no sólo las traducciones, sino tam-
bién sus comentarios y tratados originales-41 pronto despertaron el interés
A diferencia de la que hemos venido examinando, las otras corrientes del pen- de los filósofos, incluyendo a los ,más aposentados en el aristotelismo esco-
samiento clá.sico nunca ocuparon un lugar destacado entre los intereses celo- '.lástic9! en el ambiente universitario las obras de Platón y los neoplatónicos,
samente protegidos por el filósofo profesional, ni penetraron regularmente en lejos de ser valoradas por sí mismas, permanecieron en un segundo plano,
el recinto de la universidad. Los humanistas, por consiguiente, pudieron apli- como un trasfondo" sobre el que contrastar el perfil de la doctrina peripaté-
car los útiles filológicos al estudio de textos platónicos, estoicos, epicúreos o tica41• Entre los humanistas, en cambio, el impacto de la novedad tuvo un
pertenecientes al escepticismo sin que mediara oposición alguna por parte del efecto más visible, particularmente en el terreno literario. Cristoforo Landino
estamento universitario. transformó los principios platónicos y neoplatónicos aprendidos de Ficino
Fue una conjunción de perspicacia filosófica y saber lingüístico, felizmente -antiguo alumno suyo pero a la vez maestro en cuestiones de filosofia- en
reunidos en la persona de ?v;l:arsilioFicino, lo que al cabo resultó decisivo para instrumento de una hermenéutica que extraía las diversas capas de signifi-
la recuperación del platonismo en el Renacimiento. Aunque había recibido una cado de los seis primeros libros de la Eneidade Virgilio. Para Landino el peri-
educación universitaria convencional, o sea, aristotélica, la antipatía de Ficino plo de Eneas debía leerse como una alegoría del ascenso del alma. desde la
por los filósofos escolásticos no le iba.a la zaga a la de cualquier humanista de inconsciente dedicación .al placer (Troya), y a través de la actividad política
la época: <<noson amantes de la razón (pbilosophi), sino de la pompa (philopompi); (eartago), hasta la contemplación divina (Italia), es decir, la meta fmal de 1"
en su arrogancia, creen dominar con maestría el pensamiento de Aristóteles, existencia humana. Los seis libros restantes, donde se narra la sangri~ta lucha
cuando apenas le han oído hablar brevemente en algunas raras ocasiones, y ni entre el héroe y los indígenas itálicos, quedaron convenientemente al mar-
tan sólo en griego, sino tartamudeando en una lengua extranjera»38. En cual- gen de la interpreta.ción43.
quier caso, las preferencias fIlosóficas de Ficino se inclinaban más hacia Pla-
tón que hacia Aristóteles, principalmente porque, como sacerdote, la doctrina
del primero le parecía más fácilmente conciliable con la fe cristiana. Fue él 39 Hank.ins, Plato, 1, págs. 267-359; Wilson, FromByzantium laUarr, págs. 90-) OO.
quien incorporó el platonismo al mapa de la filosofia renacentista, ante todo .•o Para una comparación entre la lécnica de Flcino y Poliziano, vid. A. Wolters, ~(Poliziano
as a.tra.nslator ofPlotinus». Rmaissancc Quarter!y,40 (1987), 452-64.
publicando una versión latina completa de los diálogos (impresa por primera
41 Fidno compuso comentarios exhaustivos de diversas obras de Platón (Fil~bo,Fedro,Elsofista,
vez en 1484) cuando la mayoría de ellos todavía se desconoCÍan en la Europa la Repúblico,Timto,fttrménidcs,Elbanquct~),así como de las Entadosde Plotino; la mis Imporranre de
ocddental, y traduciendo un número considerable de textos neoplatónicos tar- sus obras fl!osóficas originaltl es la Theologia mrimarum[1474 J.
plalonicad~irunoJtolital~
H E. P.Mahoney, «Marsilio Ficino's influence on Nicolelto Vernia, Agoslino Nifo and Marc-
antonlo Zimar.l,)), en G. C. GarfOl.gnini(ed.), MarsiHoFidnae il rilomadi Plalon~:stlldl~docurnmli,2 vols.
(Florencia, 1986), n, págs. 509-31. Sobre Francesco Pautzi, uno de los pocos fHósofos quinien-
tistas que se consagró al estudio del platonismo y comentó a Platón desde la cátedra universitaria,
]7 C. Mercer, (,rhe sevemeenlh-ceutury debate between the moderns and the véase M. Mucdllo, «Marsilio Fidno e JirOl.ncescoPatrizi da Cherso», ibid., págs. 615-79.
Arlslotelians: Leibniz and the philosophlardormatll~>,en 1. Marchlewhz y A. Heinekamp (eds.). 4) C. Landlno, DisplllolionesCamaldulmses,ed, P. l.ohe (Florence, 1980), libros IJl y 1'v.véase
ltibniz' Ausc:inandmmun¡¡mi[ Vorgiinll~m undZeilllmomn(Stutgart. 1990). págs. 18-29. también C. Kallendorf, (cCristoforo 1..a.ndillD'sAmtid and the humanist crit!calmdiliDM,
18 Marsilio Ficino, Ltttm, ed. S. Gentile (FlorenCia. 1990-). 1, pág. 176. RmaissanctQlIarttrly,3'6 (1983), 519--46.

200 20]
Introducción al humanismo renacentista Filólogos y filósofos

La influencia literaria del platonismo ficirü'ano discurrió por los cauces de El interés de los humanistas por los comentarios griegos de Aristóteles, fun-
la tradición vernácula. El italiano, el francés y otras lenguas europeas se con- damental en el campo peripatético, contribuyó así mismo a un mayor cono-
virtieron así en el medía de una arnplia propagación de la pasión humanística cimiento de la doctrina estoica. Poliziano, por ejemplo, mientras preparaba en
por la Antigüedad. Tomemos a modo de ejemplo el caso del comentario de 1479 su versión latina del Enchiridionde Epicteto (un ex esclavo luegQ mósofo
Ficino al Bonquete(1469), que el mismo comentarista ya virtió del latín al vul- estoico), echó mano de la interpretación compuesta por Simplicio, un comen-
gar. Uno de sus seguidores, Girolamo Benivieni, lo transformó más tarde en tarista aristotélico del siglo VI. Como explica en la dedicatoria a su protector
una eamonede estilo den.samente alusivo, por no decir hermético. A su vez, esa Lorenzo de' Medici, los dos manuscritos griegos de que disponía para la tra-
poesía fue objeto de un comentario de Pico (1486), compuesto en italiano, ducción traían un texto corrupto y con numerosas lagunas. Examinando, pues,
también, y con la voluntad de emular la interpretación de Ficino. Tiempo des- los pasajes del Enchridioncitados en la antigua exégesis, Poliziano pudo llenar
pués, el tema central del Banqueteo, mejor dicho, el amor platónico tal como los vacíos y enmendar las deficiencias textuales, en lo que resultó una sober~
lo había cristianizado Ficino (trasmudando la homosexualidad en una casta bia lección de filología. Por si fuera poco, tam biéll espigó el prólogo del
comunión entre amigos que comparten el fervor divino) lo retomaron el comentario en busca de datos sobre la Vidade Epicteto para situar obra y autor
humanista Pietro Bembo, en su bello diálogo GH Asolani«(Los Asolanas» en el contexto histórico apropiado: otra ilustración del perfil característico del
[1505]). Y Baltasar Castiglione en l/ librodel cort'Biono(<<Ellibro del Cortesano» humanismo filológic016. Finalmente, para responder a las críticas contra la
[1528]); en ambos casos, así como en el caudal de imitaciones que cruzó toda austeridad propugnada en el Enchiridion(por ejemplo, la convicción de que,
Europa, la doctrina amorosa quedaba aún más distante del contexto original, ante la muerte de la esposa o de un hijo, el hombre debe actuar con resigna-
situándose ya en el marco de las relaciones heterosexuales1-4. ción estoica y no caer en la aflicción), Poliziano construyó una defensa del tra-
En tanto que sistema filosófico, y no fuente de ideas y motivos literarios, tado en parte basada en la lectura platónica que le brindaba Simplicio (cuyo
a mediados del siglo XVII el platonismo halló acogida entre un grupo de cléri- comentario creía dependiente del Priml:r Alcibíadesde Platón)47.
gos y profesores universitarios de Cambridge. La mayoría enfocó el estudio de Otra muestra del papel mediador de los comentaristas griegos se encuen-
Platón y sus seguidores neoplatónicos desde un ángulo más filosófico y teo- tra en Alejandro de Afrodisias, autor de una obra sobre el destino en la que con-
lógico que filológico, pero, al menos en el caso de Ralph Cudworth, los efec- denaba el determinismo estoico. Gracias a la versión latina de Girolamo Bagolil1i,
tos de la' erudición humanística se dejaron notar; así IQ atestigua su True publicada en 1516, Alejandro pronto se convirtió en una fuente de primer
IntelJectuaJSystem oftheUniverse[1678], donde las numerosas .Gitasde textos grie- orden para el conocimiento de la doctrina estoica sobre la cuestión y, por esa
gos, latinos y hebreos representan otras tantas a:ndanadas contra el ma~eria- vía, influyó decisivamente en el Defato(<<Sobreel destino») de Pomponazzi (un
lismo y el ateísmo de la época. Cabe aliadir, sin embargo, que el recurso a la ('., texto, cabe añadir, que el autor nunca se atreyió a publicar, a{m fresco el escán-
autoridad, por mucho peso que aún tuviera en el círculo de Cudworth, ya no dalo subsiguiente a la aparición de su tratado sobre la inmortalidad del alma,
podía hacer mella en su principal adversario, Thomas Hobbes, para quien los tan inspirado, precisamente, en otra obra del mismo Alejandro)48.
argumentos no se validaban cüando a filósofos clásicos, sino aplicando los pro- Con análogo proceder al que hemos visto en el caso de los textos pseu-
cedimientos deductivos del métOdo geométrico: dando la espalda a Platón y doaristotélicos, los humanistas se propusieron depurar el corpus estoico de
Aristóteles, Hobbes volvía la mirada hacia Euclides45. falsas atribuciones. Su mayor logro en ese terreno fue d~mostrar, con prue-
bas lingüísticas e históricas, que la presunta correspondencia entre San Pablo

H ]. Kraye, (/The Tra.nslOrmalion ofPla.tonic lave in the ¡talian Renaissance», en A. Baldwln


y S. Hutton (eds.), Platonism and the cnntish Imaginalion (Cambridge, 1994), págs. 76-85. 46 Poliziano, Opera, págs. 393-94. Véase también R. l'. Olivier, ((Politia.n's translaliol1 of
'15 Véase la epístola dedicatoria a los Philosophicol Rudimenls, en Thomas Hobbe:s, English the EnchiridioM, Tronsacfion~of lhe American Phi1oJogicolSOl'Ufy, 89 (J 958). págs. 185-217.
Workl. ed. William Malesworth. tI vals. (Londres. 1839-45), !l, p;igs. iv-xi, así como ~7 Poliziano, Opua, págs. 405-09.
Hobbes. Ltvialhan (Londres, I 65 I ), págs. 4, 15, 20-2 1. 48 M. Pine. Pime Pomponazzi: Radical Philosophcr of lIJe Rwoi~sance (Padua, 1986), cap. 4.
• Introducción al humanismo renacentista Filólogos y filósofos


y Séneca era una imposlUra; así quedó finalmente desacreditada la leyenda Aunque las o~ras de Cicerón y Séneca ya ponían al alcance del estudioso
medieval que había divulgado la secreta conversión al cristianismo del filó- medieval un buen caudal de información sobre el epicureísmo, fueron de
.sofo estoico49, Con métodos similares, el humanista flamenco JUStO Lipsio nuevo los humanistas quienes facilicaron el acceso a las dos fuentes primor-
dilucidó el viejo problema de la confusión entre Séneca, el filósofo y autor diales para su conocimiento. La primera de ellas, el D~mum nlltura, es un largo
de tragedias. y su ~omónimo progenitor, a quien se deben diversas decla- poema de contenido científico compuesto por Lucrecio, un seguidor de Epi-
maciones retóricas. La edición del corpus senequista (1605), al cuidado del curo en época romana. La obra llevaba largo tiempo en el olvido cuando, en
rnfsmo Lipsía, debe considerarse un monumento fruto de la erudición 1417, Poggio Bracciolini la descubrió en un manuscrito mientras asistía al
humanística; lo mismo podría predicarse de otras dos obras, estampadas el Concilio de Constanza. Su condición de pieza maestra de las letras latinas se
año anterior, en las cuales reconstruía la historia de la Estoa (la tradición reconodó de inmediato, pero aun así el examen erudito se df!TIoró más de la
ética y de filosofía natural) compilando y analizando todos los textos anti- cuenta, en gran parte debido a la.imposibilidad de condHar la doctrina cris-
guos pertinentes. Aunque en un principio Upsio se había acercado al estoi- 'Jtiana con rasgos epicúreos tan prominentes como la negadón de la providen-
cismo con afán merameme filológico, poco tardó en descubrir que el cia divina y de la inmortalidad del alma. El primer comentario completo, a
contenido filosófico de las obras de Séneca se aplicaba perfectamente a la cargo del humanista boloñés Giovan Battista Pio, no apareció hasta 1 S 11, Y
actualidad: el credo que recomendaba una reacción racional y libre de emo- todavía transcurrió cerca de medio siglo hasta que vio la luz una segunda
ciones ante los sucesos externos al individuo se le antojaba la solución ideal empresa, producto del estudioso francés Denis Lambin: una edición, profusa- .
para todo aquel que se hallara envuelto en el torbellino de las luchas políti- mente anotada, que establecía el texto que habría p'e resultar canónico hasta el
cas y religiosas que azotaban los últimos decenios del Quinientos. Su atrac- siglo XIX. En lo sustancial las notas respondían a cuestiones de carácter filoló-
tiva presentación de la ética estoica, en particular en el De constantia [1574-], gico o literario: lecciones de los testimonios manuscritos, posibles enmiendas
donde limaba al máximo las fricciones con la fe cristiana, cautivó al públi- o paralelos textuales recabados en una vasta prospección de las literaturas clá-
co europeo y condujo finalmente a una revaloración del estoicismo en el si- sicas. Para Lambin, las implicaciones fIlosóficas debían quedar al margen en la
glo xvn más allá del ámbito académicoso. medida de lo posible, pues los conceptos epicúreos de Lucrecio -advierte en
Las ideas estoicas mantuvieron su vigencia hasta la década de 1660. Algu- el prólogo-le parecían «quiméricos, absurdos y contrarios al cristianismo»52.
nas de ellas incluso se infiltraron en los nuevos sistemas filosóficos La segunda novedad fueron las Vidas d, JosfilósofosCe. 300 d.c.) de Diógenes
de Descartes y Spinoza: ambos querían someter las emociones al imperio del Laercio, cuyo décimo libro contiene tres cartas de Epicuro y una lista de sus
intelecto y ambos sostenían que todo lo externo carecía de valor para la con. principales enseñanzas, además de una favorable aproximación a la biografía
secución del bien supremos 1. También los dos, sin embargo, rechazaban el y el pensamiento del fIlósofo griego. En 1433, Ambrogio 1raversari (un monje
principio de autoridad clásica y habían entregado su fe a una H.losofIade nueva humanista que conjugaba su dedicación a las letras con sus deberes como
planta que se alzaba exclusivamente sobre la base de la razón; ninguno de ellos, General de la orden camaldulense) completó la traducción de las Vidas y la
por tanto, reconoció su deuda con el estoicismo ni con aquellos humanistas dedicó a Cosimo de' Medici. La versión circuló con fortuna y finalmente llegó
que lo habían hecho revivir. a Ja imprenta en 1472. EJ texto, no todo lo satisfactorio que debiera, fue objeto
de mejora por parte de sucesivos editores y no cesó de rcimprimirse a lo largo
del QuinientosS3. De ese modo, el público académico, acostumbrado a con-

<4-9 L. Bracciolinl Pa1agi, 11 carleggioopocrifodi Senecae San Paolo (Florencia, 1978), esp. págs.
22-34. 52 Lucrecio, De rerum nalura, ed. D. I..ambln (París, 1563-64), slg. a3¥ ["'l. véase también el
so M. Morford, Stoicsand Neostoks: Rubmsond {heCirde ofLipsius (Prínceton, 1991), ca.p. S. a.rtículo correspondiente a lucreclo t;.n el ClItaJoguslranslationumet commmtoriorum, ed. P o. Kriste-
SI T. Sorell, «Mora.ls and modernity in Descartes»), en T. Sorell (ed.), The Riseof Modern ller y F. E. Cranz (WOI.shington De, 1960-), n, págs. 36S-65.
PhiJosophy:The Tmsionbetweenthe New and TmditionmPhiJomphies{mm Machiavcllito leibnil (Oxford, 1993), 53 M. Gigante, (Ambrogio Traversari interprele di Diogene LaerzlQ)), en G. C. Garfagnini
págs. 273-88; S, James, ((Spinoza the Stoio), ¡bid., págs. 289-] 16. (ecl.), AmbrogioTllI'fersarind VI cmlenoriodclla nascitll (Florepcla, 1988), págs. 36 7-4S 9.

204 205
..
,

Introducción 9-1humanismo renacentista Filólogos y filósofos

fiar en la visión del epicureísm"o que habían establecido diversos autores clá- hecho en el caso del estoicismo. Huelga decir que eso implicaba la transfor-
sicos, patrísticos y medievales, casi sie~pre hostiles y mal informados, pudo mación drástica de algunos aspectos doctrinales, concr~talTIente de aquellos
escuchar por flll la voz del propio Epicuro. que suscitaban las objeciones de orden religioso y Illoral que tamo daño habían
Aun así, el amiepicureísmo había echado raíces tan profundas que la difu- causado a la reputación de Epicuro y a sus ideas. En cuanto a la fisica, el uni-
sión de algunos escritos originales y de la obra de Lucrecio no consiguió des- verso segtm lo concebían Epicuro y Lucredo, es decir, constituido por una infi-
terrar el prejuicio. Epicuro declaraba que el placer era el máximo bien, y ese nitud de átomos, eternos y con movimiento propio, dio paso a un mundo
principio, sumado a otras notorias incompatibilidades con el dogma cristiano, formado por un número finito de átomos, creados y puestos en movimiento
bastó para asegurar la impopularidad de su mosofia. Tuvo que esperar, pues, por obra de Dios. De modo similar, pero ahora en el campo de la ética, la doc-
hasta la mitad del Diecisiete para que Pierre Gassendi, un clérigo francés que trina del placer epicúreo pasó a interpretarse como parte de un plan de la pro-
poseía a la vez formación filosófica y dominio de las téOlicas humanísticas, videncia divina para garantizar la supervivencia de la humanidad5S. Gracias a
abrazara su causa y le confiriera una posición respetable. Gassendi había ejer- Gassendi, concluyamos, un pensador de la segunda mitad del Seiscientos ya
cido en un principio como profesor de filosofia, allá en la década de 1620, podía explotar el potencial dentífico del atomismo epicúreo sin que le con¥
pero sus embestidas contra el aristotelismo, aún imperante en los medios uni- denaran por ateo y ya podía vivir de acuerdo con la élica epicúrea sin tener
versitarios, le llevaron a abandonar su carrera y retirarse a una parroquia del que responder por.un pecado de hedonismo inmoral56.
sur de Francia, donde continuó por libre su cruzada contra la doctrina peri-
patética. Una vez allí, en vez de optar por un ataque directo al Estagirita, Gas- La recepción de la fliosofia escéptica durante el Renacimiento siguió el patrón
sendi intentó construir una mosofia alternativa que se acomodara mejor a la que ya hemos visto aplicado a estoidsmo y epirureísmo: una fase inicial de des-
cienda mecanicista de Galileo, Descartes y Hobbes. Ese vivo interés dentífico, cubrimiento y Hjación de textos clásicos bajo el signo del humanismo condujo,
sin embargo, no le impedía creer, con fe de humanista, que tales novedades a fmales del siglo XVI y principios del siguiente, a un activo retorno del antiguo
debían anclarse en algún sistema de pensamiento del mundo clásico. A su sistema filosóHco. En esta ocasión, las obras fundamentales fueron los Bosquejos
modo de ver, el epicureísmo, bien pertrechado con una fisica atomista y una pirrónicos
y el Adversus
mathe:maticosdel médico griego Sexto EmpíricoS7. En ellas se
epistemología empírica, ofrecía la plataforma fllosófica más adecuada a tal pro- ofrecía una versión del esceptidsmo derivada de Pirrón de Elis, un pensador de
pósito. De ahí que, así como Lipsio había reconstruido la antigua tradición una época mucho más antigua cuya doctrina sostenía que, por cuanto resulta
I
estoica aplicando las herramientas humanísticas, Gassendi,se propusiera ofre- "
imposible conocer la naturaleza de las cosas más allá de la apariencia, el hom-
cer una visión completa del epicureísmo por medio de un comentario ,flloló- bre debería abstenerse de enjuiciar cosa alguna ante una evidencia contradic-
gico exhaustivo del décimo libro de las Vidas de Diógenes Laerdo. Estableció.'" toria (yeso incluía pronunciarse sobre la cuestión de si era o no era acertado
pues, un texto griego correcto, proporcionó una traducción latina más fiable ese mismo proceder).
que las existentes y compiló una rica anotación, donde vaciaba la obra de Una vez más, fueron los humanistas quienes dieron a conocer los manus-
Lucrecio y recogía todo tipo de testimonios, por fragmemarios que fueran, critos de dichas obras a la Europa occidental, en esta ocasión trayéndolos de
tras un escrutinio sistemático del corpus textual grecolatino. Finalmente, com-
puso una vida de Epicuro que presentaba al filósofo como un hombre virtuoso,
casi un puritano, víctima .inocenre del vilipendio de sus adversarios estoicos 54.
S5 vé:ase el Syntogma philosophicum, en Pierre Gil.ssendi. Operaomnio. 6 vals, (Lyón. 1658),
No comento con los logros filológicos, Gassendi se e~ltregó a la tarea de !,
:.1 HI. Vé:ase lambién B. Brundell. Pim~ Glmrndi: From Aristottlianism 10a New NlI[urnlPhilosophy (Dor-
adaptar la filosoRa epicúrea a conveniencia de la época, tal como Lipsio había
"
, drcchr, 1987), cap, 3, i1.sícomo L T. Sarasohn, <lThe erhical and political phllosophy ofpierre
Gassendj)" journal oí the History of PhiJosophy,2 O (1 982). pá.gs. 2] 9-60"
:1 ~6 H. jOlles, The EpicureanTrodition (Londres, 1989), caps. 7 y 8,
SI Enlre los textos clásicos pertinentes, también destacan los Acadcmicade Ciceróll y la
54 Plcrre Gassendi, Allimadv~ion5 in duimum librum DioUfnisL(lfrtii [Lyón, 1649) y De vita et mori- biografla de Pirrón que se incluye el1las Vidas de Diógel1es Laercio, El término «escepticismo))
bu~Epicuri[Lyón, 1649]' Véase también 1. Joy, Gamndi theAtomi~t (Cambridge, 1987), esp. cap. 4. lo aClItió Tra.vcrsari al verter esta última obra al latín.
", Introducción al humanismo renacentista Filólogos y filósofos
'.,
Bizando, Cabe agregar, sin embargo. que no les movieron motivos filosóficos cieIllíficas no podían aspirar sino a una validez modesta y Iimitada61. A otros,
de ninguna clase: las buscaban en tanto que depósitos de información del _ sin embargo, les preocupaba seriamente que el escepticismo, al socavar los
pasado clásico, y así lo certifica el hecho de que Poliziano, por ejemplo, trans- pilares de la epistemología, pudiera poner en peligro la existencia de cualquier
cribiera extractos de un códice griego de Sexto Empírico y los organizara luego forma de pensamiento sistemático62. Fue precisamente la voluntad de res~
a modo de cnc.iclopedia del saber antiguo58. El primero en prestar atención a ponder a esta amenaza, la necesidad de encontrar un método que permitiera
su conrenido filosófico fue Gianfrancesco Pico della Mirandola, sobrino de obtener algún conocimiento seguro, 10 que condujo a Descartes hasta la.for-
Giovanni. en su ExamenvanHatJs doctrinae gentium ((Un examen de la futilidad mulación del cOflitoerflo~um(<<pienso, luego existo») 63: un paso crucial en la
de las doctrinas paganas» [1520]). obra en la que utilizó ciertos argumen- ruta filosófica que llevaba al racionalismo deductivo y se alejaba definitiva-
tos de Sexto Empírico para demostrar, como buen partidario de Savonarola, la mente de la confianza en la autoridad del pasado clásico. No deja de ser iró-
flaqueza de todo conocimiento humano, y eD:concreto de la filosofia aristo- nico que fuera el humanismo, precisamente, el encargado de recuperar la
~élica, en comparación con el divino saber revelado en la Biblia, vale decir la ..; tendencia que catalizó en buena medida esa revolución intelectual: una revo-
certeza absoluta 59. lución que alumbró el pensamiento moderno al tiempo que arrinconaba a la
Sexto Empírico no circuló en impresión latina hasta que Henri Estienne, filología, ya desde entonces herramienta obsoleta para la indagación filosófica.
humanista e impresor, estampó su versión de la primera de las obras mencio-
nadas en 1562; siete años más tarde, veía la luz el Adversusmathtmaticos,ahora
en traducción de Gentian Hervet. Fue a partir de ese momento cuando los
principios del escepticismo griego se divulgaron ampliamente y, por ahí,
empezaron a calar en escritore."ide la talla de Michel de Montaigne, quien recu-
rrió a la munición de Sexto Empírico para atacar, en sus célebres Essais
(1580-88], el dogmatismo filosófico y religioso de su tiempo.60.
Como ya había hecho antes con Gianfrancesco Pico, el escepticismo
brindó a los antiaristotélicos del Diecisiete -sería el caso de Gassendi-Ia opor-
tunidad de hundir la doctrina peripatética demostrando que sus argumentos,
supuestamente irrefutables, en realidad eran tan inciertos como los de cual-
quier otro sistema filosófico. Aún más: el filósofo francés, y con él muchos de
quienes pensaban de modo parecido, se mostró dispuesto a asumir, cuando
menos en parte, el principio escéptico que postulaba que la certeza total era
inalcanzable, y a aceptar también el corolario: que las propias conclusiones

58 1. Cesarini Martinelli, «5esto Empirico e una dispersa enciclopedia delle arti e delle
sclenze di Angelo PolizianOl), Rin05dm~nto, 20 (1980). págs. 327-58.
59 C. B. Schmitt, Ginnfmnmco Pico ddlll MimndoJo (J4-69-1533) ond his Critiqu~ o( Aristotl~ (la
Haya, 1967). 6t Véase cllibro 1 de las Emcillltiona pomdoxicat odnnus Arislole/ros (1624) de. Gassendl; y
60 Merece destacarse «An Apology ror Raymond Sebond». en Michel de Momaigne, TIu también Brundell. Gamndi. cap. 1; Popkin, HislOry ol Supticism, c~p. 7.
CompJ~t~ES50YS,trad. M. A. Screech (Londres, 1993), p;Ígs. 4-89-683 (*]. Vid. e B. Sehmitt .. 61 Para ellmcnto de contrarrestar el escepticismo por parte de algunos aristotélicos de la
«Thc rediscovery ofancient skepticlsm In modern time», en M. Burnyeat (ed.), ThtSktpticlll época, D. Krook. John S~rgtont ond his.(irck A Study of Thr~t Scvtnlccnth.Ccntury English Ari51otdJons
Tmdition (Berkeley, 1983), págs. 225-51; 1. F1oridi. «The diffusion ofSexlUs Empiricus's works (Leiden, 1993).
In the Renaissancell, JournaJ of th~ History ol Idt05, 56 (J 995), págs. 63-85; R. H. Papldn. The His- 6J R. H. Popkin, ,,5ceptki5m ¡¡nd modernity». en Sorcll (cd.). Rjs~of Mlldnn Philasophy.
tory ol Scqllicism from Erasmus to Spinoza (Bcrkeley. 1979). caps .. 2-3. págs. 1.$-32.

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