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Política, cristianismo y café…

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November 2, 2017

Mientras imagino que nos tomamos un café juntos, quisiera hacerte varias preguntas que me
hago a mí mismo.

¿Nos sentamos a la mesa entonces?

Suelo preguntarme: ¿Qué pasaría si durante un año todas nuestras iglesias de dejaran sus
actividades internas y pusiéramos nuestros recursos humanos y económicos al servicio y
solución de las necesidades urgentes de la sociedad? ¿Cómo nos encontraríamos luego del
proceso? ¿Qué habríamos aprendido al final? ¿Qué de todo lo que hacemos seguiríamos
haciendo? ¿Qué realidades concretas habríamos cambiado? Si todos acordáramos dejar de
tener una actitud critica, fatalista y condenatoria hacia la sociedad y su organización política, y
sin dejar de ver el lado positivo de nuestras acciones, reconociésemos de una vez que la
mayoría de ellas son pasivas y sectarias. ¿Qué sucedería? ¿Ser cristiano tiene que ver con
tratar de solucionar las necesidades urgentes de la sociedad?

Un párrafo sobre el amor cristiano

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En el pasaje de Mateo 22:36, hay una trilogía de amores que no voy a profundizar aquí, pero sí
a subrayar. Amarme a mí mismo y amar a Dios suele ser intangible e introspectivo; pero amar
al prójimo es concreto. Y sólo al desarrollar los tres amores (Dios-Yo-Prójimo) se cierra el
círculo virtuoso de cumplir los más grandes mandamientos.

Pienso:

Dios me quiere profesional del amor.


Los amados, amamos cuando servimos.
Los siervos, servimos cuando amamos.
Servir, es el ejemplo más grande de amor que Jesús nos dejó. (Mat 20:28).
Amar es desinteresado; amo porque me amaron y en consecuencia quiero imitar amar
con el mismo amor.
No amo porque Dios me manda, amo porque Dios me ama.
No amo con mi amor, amo con el amor de Dios.
Mi servicio no es para que la gente vea el amor de Dios en mí y así crea, sirvo porque la
cantidad de amor con la que fui amado es tan grande que me desborda y se derrama en
los que me rodean.

¿Te sirvo más café?

Un párrafo sobre la necesidad urgente

En el ámbito del estudio de políticas públicas y las responsabilidades del estado en mi país
Argentina, descubrí un concepto revelador: El bien común. Hay una línea que marca una
condición básica de dignidad humana y no es la mal llamada “línea de pobreza”, sino que es la
línea del bien común. El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares
de cada uno de los sujetos del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece
común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y
custodiarlo.

Entonces todos deberíamos tener acceso a ese bien y el estado debe ser el administrador y su
guardián. Acceso al agua potable, la educación, alimento, salud, trabajo digno, ocio,
espiritualidad, arte, deporte, etc. Son derechos que están (o deberían estar) garantizados
porque son bienes que ya tenemos como sociedad, no tenemos que salir a comprarlos o
crearlos. Tenemos los ríos, tenemos el aire, tenemos el conocimiento, las escuelas y los
docentes. Tenemos los hospitales y los médicos. Tenemos el mar, los peces, el campo, las
semillas, y los animales necesarios. Tenemos las personas, el territorio nacional, la historia,
etc. ¿Para qué? ¡Buena pregunta! La respuesta es: Para el desarrollo del bien común. Para que
a nadie le falte lo esencial, mínimo e indispensable para desarrollarse dignamente dentro de
un contexto social comunitario.

El bien común, traza una línea en la que por debajo de ella no debería haber nadie. Luego hacia
arriba las diferencias son posibles de acuerdo con la capacidad productiva de cada uno, y de
la sociedad en su conjunto. Que haya alguien por debajo de la línea, no habla de un problema
que tiene un individuo, habla de problemas que tiene una comunidad, y entonces la misma no
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podrá (o no deberá) realizar ningún esfuerzo en seguir creciendo y desarrollándose por sobre
la línea hasta que no solucione el problema que tiene por debajo.

Ilustremos esto con un ejemplo: En una ciudad hay un pequeño vecindario que no tiene agua
corriente, extraen agua de pozos y cuando las lluvias son profusas el agua de los mismos se
pone turbia y los análisis arrojan que la misma no es potable. A la vez, la ciudad tiene sectores
empresariales muy desarrollados, con gran empuje económico productivo y se necesitan
obras viales para el desarrollo de esa actividad, la cual dará trabajo a miles de personas. La
misma cantidad de dinero que costaría llevar el agua al pequeño barrio es lo que cuesta hacer
las obras viales para el sector empresarial

¿Cómo se debe invertir el dinero?

La solución en la ética del bien común ni siquiera merece análisis. Porque el sector
empresarial está desarrollándose por encima de la línea, y eso está muy bien. Pero a pocas
cuadras tiene vecinos que no tienen agua. La ciudad está en crisis de bien común. Está en
emergencia. No es solo un problema de los vecinos del pequeño vecindario. Es un problema
de la ciudad. La misma no puede/debe crecer ni un paso más sin solucionar la emergencia.

¿Quiénes son los que deberían presionar para que el agua llegue al vecindario? Todos, pero en
primera instancia los empresarios, porque ellos son los que están (más) por sobre la línea. La
conciencia social del bien común impide una mirada sectaria, somos “un todo indivisible”
como sociedad. El ejemplo me sirve para decir que la iglesia es una comunidad en sí misma,
organizada en comunidades locales, y que además cada una de ellas está inserta en, y forma
parte de otras comunidades organizadas a su vez en: ciudades, provincias y países. La
necesidad urgente y la vulnerabilidad que se genera cuando las personas están por debajo de
la línea del bien común también es nuestra responsabilidad como iglesia, y si bien al estado le
corresponde la función principal tenemos que actuar en consecuencia por amor, haciendo lo
que nos toca.

Si en este momento estás pensando: “esto es problema de los políticos y que lo arreglen
ellos”, te pido que pienses lo siguiente:

1. ¿Qué te corresponde hacer sobre la necesidad urgente que hay a tu lado? ¿Qué le
corresponde hacer a tu comunidad de fe? ¿Con cuál de los personajes de la historia del
buen samaritano (Lucas 10.30) te identificas? La respuesta es fácil. Ok, ahora piensa:
¿Qué acciones estamos haciendo que demuestren que somos samaritanos? ¿Qué
acciones u omisiones nos identifican más con el sacerdote o el levita? Cuando Jesús
dice: “ve y haz tú lo mismo” ¿se lo dice solo a los políticos?
2. Entonces, si es responsabilidad de los políticos: ¿Cómo los estamos ayudando? ¿En qué
estamos contribuyendo con ellos? ¿Cuál es la contribución concreta que hace la iglesia
en apoyo a quienes tienen semejante cristiana responsabilidad? ¿Tenemos manera de
aportar algo aquí?

Yo quiero otro café ¿me acompañas?

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Muchos textos en la Biblia nos llevan a pensar que para Dios las necesidades urgentes son
prioritarias, y más allá de la lista que podemos encontrar (alimentar a los pobres, cuidar de las
viudas, los huérfanos, los errantes, desamparados, enfermos, etc.) creo que Dios todo el
tiempo nos habla del bien común, de necesidades urgentes que nuestros hermanos y
habitantes, están padeciendo. Eso a nosotros, no nos puede pasar por alto.

Primero, como Pablo enseña en Gálatas 6:10, comenzaremos por la familia de la fe, pero
luego debemos mirar nuestro vecindario y nuestra ciudad; nuestra provincia y nuestra nación.
Por eso dije en el párrafo anterior: “nuestros hermanos y habitantes”, porque no estamos
llamados solo a amar a quienes creen lo mismo que nosotros, estamos hablando de bien
común, y el mismo no sabe de ideologías religiosas. No puedo convivir con la necesidad
urgente próxima sin que se me active el amor. La necesidad y el amor no pueden ser filtrados
por la especulación. No me interesa si me votan o si se convierten; ¡yo amo! y el otro tiene
derechos, porque el bien común le pertenece, crea lo que crea, también es dueño.

De hecho, me atrevo a decir que existe un bien común espiritual, y que las personas que están
por debajo de su línea son responsabilidad directa de la iglesia como estado-Reino, y el
evangelismo, más que una cuestión proselitista debe ser entendido como una garantía de
acceso a “derechos espirituales” que tienen los excluidos del sistema (Romanos 5), (pero este
tema más que un café, necesita una cena…).

Imagínate que Cristo pasando sus 3 años de ministerio antes de Getsemaní hubiera dicho: “Yo
vine para decirles lo que les dije, ustedes escríbanlo y sigan mi consejo. Yo me voy porque a
mí no me corresponde el sacrificio. Yo amo a Dios y me amo a mí mismo, pero para amarlos a
ustedes no me alcanza…”  ¡Qué distinta hubiera sido la historia! Gracias a Dios, Jesús se
involucró con sus palabras y fue consecuente con ellas en acciones. Nosotros debemos hacer
lo mismo. No hay demostración más poderosa que la del Amor. No hay poder más grande en
el universo que el poder del Amor. Todo pasará, pero el amor nunca. (1 Corintios 13) y me
atrevo a agregar: No hay potenciación más exponencial que la del amor organizado.

Predicar el evangelio es amar de “tal manera” como Dios nos amó a nosotros (Juan 3: 16), es
solucionar problemas urgentes y eso tiene dos caminos: uno es organizar el “amar” desde
nuestras comunidades de fe. Hacer lo que haya que hacer, poner lo que tengamos a mano, y
sacrificar lo necesario, para que la línea del bien común no tenga ningún próximo por debajo.
Pero el otro, es profesionalizar ese “amar” llevándolo a una dimensión sustentable y radical,
involucrándonos en la administración del estado a través políticas públicas que, con verdad,
justicia, libertad y solidaridad, logren que todos los hermanos y habitantes de nuestro suelo
tengan acceso al bien común, tanto al tradicional como al espiritual.

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