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Había pasado mucho tiempo teniendo ideas, opiniones y posiciones sobre todo

lo humano y lo divino: había sido anarquista, revolucionario, provietnamita,


peronista, simpatizante montonero, propalestino, antiimperialista, de izquierda,
antinuclear, ecologista, abolicionista, prozapatista, feminista, proabortista, ateo,
pacifista,... Hasta que un dia del 98, lo recuerdo muy bien, mientras discutía en
un café con un amigo, veo un rayo de luz que me ciega, un flash, la mente que
se apaga un milisegundo y me doy cuenta de que me importaba un carajo lo
que mi amigo estaba diciendo: cuando él hablaba yo no lo escuchaba, solo
estaba pensando en la respuesta con la que iba a destruir sus argumentos. En
aquel momento una musa me iluminó, todo se me hizo claro: yo no discutía
para encontrar la verdad, sino para vencer a mi oponente, para imponer mi
pensamiento.

Que noche la de aquel día...Llegue a casa desesperado y con la firme


convicción de que nunca mas discutiría con nadie, que a partir de ese momento
solo me interesaría entender que piensan los otros, promesa que por cierto he
cumplido: hoy no tengo opinión sobre nada, pero conozco casi todo lo que se
puede opinar sobre todas las cosas del mundo.

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