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Aprender hoy.

El siglo de Jean
Piaget

El testamento espiritual de Jean Piaget (1896-1980) fue que la niñez es el período


privilegiado de la creatividad. Un nuevo siglo está por nacer y será, como otra
niñez, un desafío para crear un mundo mejor. Quienes tuvimos la suerte de
colaborar con Piaget aprendimos a incluir el aporte de muchas disciplinas en una
misma construcción intelectual.

En el Centro Internacional de Epistemología Genética convergían muchas


tendencias de la matemática, física, biología, psicología, lingüística, educación,
historia y filosofía. Científicos y pensadores de numerosos países se reunieron
durante 25 años en un trabajo común, intentando enriquecer las intuiciones
geniales de Piaget con los aportes específicos de cada disciplina. Los Archivos Jean
Piaget guardan activamente esa memoria y hoy pueden ser consultados con
provecho. Muchos conocimientos actuales sobre el desarrollo cognitivo surgieron
de esa enorme tarea de conjunto. De alguna manera, el siglo XXI ya había
comenzado en Ginebra gracias a la obra monumental de Piaget.

En particular, Piaget alentó los primeros trabajos relacionados con la génesis del
conocimiento y los autómatas al invitar al joven matemático sudafricano Seymour
Papert para que liderara el grupo dedicado a la "inteligencia artificial". Su
presencia y actividad constituían casi una provocación en los apasionados
seminarios del Palais Wilson, sede del Centro, a comienzos de la década de los 60.
Las ciencias de la computación abrían ya un camino fecundo para la psicología
evolutiva, pero seguramente nadie podía imaginar entonces su impacto en las
ciencias de la educación. Poner computadoras en manos de los niños parecía una
utopía. Piaget murió sin haber visto la eclosión de esta revolución cultural, que él
había contribuido a gestar. Papert se trasladó al poco tiempo al Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT) y desarrolló junto con Marvin Minsky una
tarea formidable. Fue el creador del lenguaje Logo, decisivo en la aplicación de la
informática en la escuela. Entre nosotros fue Horacio C. Reggini quien lo desarrolló
y perfeccionó. Hoy ya nadie es ajeno al uso de las tecnologías digitales en el ámbito
educativo.
¿Qué nos deparará el futuro próximo? Seguramente un nuevo salto cualitativo en la
educación gracias a las comunicaciones digitales, Internet, videoconferencias y
realidad virtual. Pero la apropiación de una novedad tecnológica implica la
creación de un hábito, en este caso de un hábito digital. Como lo vivimos junto a
Piaget, en la transición no hay recetas, pero existe la decisión explícita de crear un
nuevo espacio de reflexión y de investigación que se va ampliando hasta que la idea
madure.

Para producir un cambio sustancial de esta envergadura no hay un único camino,


sino una compleja red de influencias recíprocas que nos permitirá enriquecer
nuestra identidad cultural si la sabemos compartir adecuadamente.

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