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El sujeto en la obsesión

Existen dos formas distintas de relacionarse con el Otro, según se lo conciba


exterior o interior. Reflexiones acerca de cómo se constituye el sujeto en la
obsesión, que no es histeria. Diferencias entre carácter y pensamiento obsesivo.
Por Luciano Lutereau (*)
Si se trata de obsesivos, mirar a Jack Nicholson en Mejor, imposible.
Si se trata de obsesivos, mirar a Jack Nicholson en Mejor, imposible.
1. Hay dos modos diferentes, entre otros, de relación con el Otro. Para unos, el
Otro es exterior y busca entrar. Para otros, el Otro es interior y se trata de
hacerlo salir. Para los primeros, fantasías de penetración: seducción, embarazo,
violación, etc. Para los segundos, fantasías de corte: tendencia a la compulsión
(no poder parar), dudas (hacer y deshacer), etc. Esta es la diferencia entre
histeria y obsesión.

Tener al Otro adentro, en la obsesión, permite entender mucho de sus rasgos típicos
como la superstición, el miedo a que el Otro se entere (¡si está adentro!), las
constipaciones y el erotismo anal, el duelo patológico que hace que el obsesivo
nunca se enganche más con alguien como cuando se separa.

2. Hace un tiempo trato de repensar cómo se constituye el sujeto en la obsesión. Ya


no me parece suficiente decir que es el efecto de la duda como síntoma fundamental.
Me interesa distinguir entre "carácter obsesivo", "pensamiento obsesivo" y sujeto.

Toda formación de carácter es, en cierta medida, una obsesivización. El pensamiento


obsesivo es muy común en la esquizofrenia y en las formas actuales de histeria
femenina. El sujeto de la obsesión, por ahora (para mí) se constituye en dos
momentos: 1) la equivalencia entre pago y deuda, que hace que cuanto más paga más
siente que debe; el obsesivo cree que pagar le da derechos, pero con cada renuncia
(¡esta es su forma de pagar!) más sumiso se vuelve... al punto de que puede creer
que los demás le deben algo por su mierda ofrendada. Este es un aspecto central en
el manejo de la transferencia, donde se trata de restituir la condición filiativa
del pago a contrapelo de la renuncia; 2) la equivalencia pago-deuda es mandamiento;
no es obsesivo quien padece obligaciones (demandas), sino quien constituye
mandamientos a través de su negación: "debés pagar (3,80 coronas)", "¡No!" (dice el
hombre de las ratas) y, tercer tiempo: "Si no pagas algo malo pasará". En el
análisis de un obsesivo siempre es preciso ir de la duda al mandamiento en que se
sostiene, su condición previa.

3. Otra noción freudiana: la "creencia obsesiva". El obsesivo hace un gran esfuerzo


para no creer, desde el "no pasa nada" hasta la manera en que no acepta que ella le
dijo que no. No le cree. Esto se explica por la relación con el tiempo, la
indeterminación temporal en que vive el obsesivo; y por su modo de relación con el
Otro (al que lleva adentro).

Para creer es necesario un corte, pero el obsesivo no conoce el corte. "Flaco, te


dije que no me llames más, ¿no entendés?" y él dice que sí, pero al día siguiente
la llama de nuevo. "Ah, pensé que hoy podía llamarte", dice. El obsesivo recién
puede creer después de negar lo que no cree. De ahí la tendencia a la superstición.
Decir que "las brujas no existen, pero que las hay" muestra la estructura de la
creencia obsesiva. Esto explica por qué el obsesivo necesita el temor para creer,
sólo puede creer a partir de imaginar consecuencias negativas.

El punto en que la creencia obsesiva desborda la clínica del tipo clínico y se hace
fenómeno social, podría ser muy útil para pensar las campañas para evitar
accidentes de tránsito (y por qué no suelen ser eficaces).

4. A partir de la relectura que hice estas semanas del caso del hombre de las ratas
(para el curso de clínica que dicto en la UBA) hay una serie de distinciones que
descubrí: pensamiento obsesivo, carácter obsesivo, creencia obsesiva, síntoma
obsesivo. Estas distinciones amplían un espectro de posiciones que van más allá del
tipo clínico.

Por ejemplo, el pensamiento obsesivo, para Freud, es generalizante, mientras que la


histeria declara excepción. "Eso es una generalización", dice la histeria. En las
redes sociales lo vemos todo el tiempo, cuando alguien comenta o pide explicaciones
por algo que un posteo no incluye. "Sí, claro, es una generalización, ¿y? ¿Tanto te
agobian?"; sin embargo, para Freud la generalización es un paso preliminar en la
construcción de la teoría, porque permite ubicar habitualidades, lo típico que
lleva a lo particular.

Ahora bien, lo singular depende del pasaje por lo típico, sino se creería que el
sujeto es histérico. ¡No! En este historial Freud muestra cómo el sujeto tiene que
ser pensado desde una generalización que no sea obsesiva. Estas distinciones
permiten pensar que hay otra diferencia, además del género, que incide en la
producción de saber: la histeria y la obsesión realizan contribuciones distintas:
los obsesivos producen conocimiento inútil, los histéricos nunca terminan sus
tesis.

(*) Psicoanalista, Doctor en Filosofía y Doctor en Psicología por la UBA. Coordina


la Licenciatura en Filosofía de UCES. Autor de "Ya no hay hombres. Ensayos sobre
la destitución masculina" (Galerna, 2016), "Edipo y violencia. Por qué los hombres
odian a las mujeres" (Letras del Sur, 2017) y "El goce de la mirada" (Nube Negra,
2018).

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