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El gobierno limitado es una esperanza vana

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July 1, 2014

[Against the State: An Anarcho-Capitalist Manifesto • Llewellyn H. Rockwell, Jr. • Rockwell


Communications • 190 páginas]

Lew Rockwell se ha impuesto una tarea


difícil. Ha escrito Against the State, no
para el libertario ya convencido, deseoso
de discutir los últimos refinamientos
teóricos, sino más bien para el ciudadano
preocupado que siente que hay algo
erróneo en nuestro sistema político y se
pregunta qué hacer con él. Esos lectores
es posible que retrocedan con horror ante
la mención del anarquismo, pero el
objetivo de Rockwell es precisamente
convertir al anarcocapitalismo del estilo defendido por Murray Rothbard a esos lectores
escépticos.

Con esa audiencia como su objetivo, Rockwell ha seguido una estrategia en tres etapas.
Primero, demuestra que la situación actual es tan mala que deben considerarse remedios
radicales. Segundo, bloquea el remedio principal que se les ocurriría de inmediato a
muchos de sus lectores. Estarán de acuerdo con él en que el estado estadounidense se ha
convertido en tiránico, pero en principio buscarán una respuesta menos radical que la de
Rockwell. Sugerirán que el defecto clave de nuestro gobierno es que ha abandonado el
régimen constitucional establecido por los Padres Fundadores. Solo tenemos que volver a
la tradición estadounidense de gobierno imitado y nuestros males políticos actuales
desaparecerán. Es una tarea clave del libro desactivar esta respuesta. Solo después de que
las primeras dos etapas dela estrategia se hayan expuesto podrán los lectores estar en
disposición de apreciar la defensa del anarquismo.

Rockwell empieza con una crítica fundamental del estado estadounidense contemporáneo.
Como cabría esperar de un alumno de Murray Rothbard, ataca la guerra y el imperialismo
que dominan la política exterior estadounidense.

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El principal objetivo de la política exterior estadounidense es imponer la voluntad de nuestra
élite dirigente al resto del mundo. Para hacerlo, hemos infligido muerte y destrucción masivas,
sin justificación moral. Cuando era Secretaria de Estado, Madeleine Albright expresó la
actitud de la élite del estado estadounidense con escalofriante claridad. En un programa de 60
Minutes, el 12 de mayo de 1996, Lesley Stahl preguntó a Albright por las sanciones
económicas que EEUU estaba imponiendo al régimen de Saddam Hussein en Iraq. Stahl
preguntaba: “Hemos oído que han muerto medio millón de niños. Quiero decir, son más niños
que los que murieron en Hiroshima. Y, sabe, ¿merece la pena?” y Albright respondió
“creemos que merece la pena”.

Una política sedienta de sangre como esa no es desgraciadamente una anormalidad.


Rockwell demuestra que la guerra en busca de un imperio ha dominado la política exterior
estadounidense en el siglo XX. Woodrow Wilson creía que

Estados Unidos (…) tenía la misión de traer la democracia al mundo (…) Wilson, aunque
extremadamente pro-británico, empezó el proceso de reemplazar a Gran Bretaña por Estados
Unidos con la potencia dominante del mundo. A lo largo del siglo XX, podemos ver este
patrón constante: Estados Unidos ha utilizado retórica democrática para imponer el dominio
mundial estadounidense.

La política de dominio mundial continuó durante la Guerra Fría. Siguiendo a Murray


Rothbard, Rockwell sostiene que la “guerra” que iniciaron contra nosotros los comunistas
era ideológica. “Aunque los comunistas predicaran la revolución, la política exterior
soviética no planteaba ninguna amenaza directa para Estados Unidos”. De hecho, la
política agresiva de Estados Unidos tuvo como principal objetivo asegurar el control de la
economía estadounidense por el gobierno, haciéndola dependiente del gasto público.
Rockwell demuestra que a pesar de muy mencionado discurso de despedida del presidente
Eisenhower advirtiendo contra la inadecuada influencia del complejo militar-industrial, el
propio Eisenhower desempeñó un papel protagonista en asegurar el dominio continuo de
ese mismo “complejo” sobre la economía.

¿Cómo deberíamos responder al imperialismo y la guerra? Una respuesta es volver a la


política tradicional estadounidense de Washington y Jefferson. Estados Unidos antes del
siglo XX evitó entrometerse realmente en asuntos europeos, pero

decir: “tenemos que volver a la política exterior de los Fundadores” no resolverá nuestro
problema. Incluso si hacemos esto, seguiríamos violando los principios de la guerra justa que
ha establecido Rothbard. Y no olvidemos que la Guerra de 1812, en parte motivada por el
deseo de conquistar Canadá, y la Guerra de México, adecuadamente calificada en un libro
reciente como Una guerra malvada.

El estado estadounidense no se limita a actividades beligerantes para aquellos tan


desafortunados como para residir en el extranjero. El estado ataca cada vez más a sus
propios ciudadanos, como deja abundantemente claro Rockwell. La “guerra contra las
drogas” ha llenado cárceles con gente que se supone que ingieren sustancias que prohíbe
el estado. La “guerra contra el terrorismo” ha sido la excusa para un ataque masivo contra
nuestras libertades. La policía local a adoptado tácticas cada vez más militarizadas, al
estilo de administradores coloniales ocupándose de poblaciones de súbditos.
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Siguiendo el análisis clásico de John T. Flynn en As We Go Marching (1944), Rockwell
describe al estado estadounidense como fascista.

El fascismo es el sistema de gobierno de carteliza el sector privado, planifica


centralizadamente la economía para subvencionar a los productores, exalta el Estado policial
como fuente de orden, niega derechos y libertades fundamentales a individuos y hace del
Estado ejecutivo el amo sin límites de la sociedad.

Leer acerca de del terrible comportamiento del estado puede ser deprimente, pero, como
dijo F.H. Bradley, “donde todo es malo, debe ser bueno conocer lo peor”. Dados los males y
fracasos manifiestos del estado, ¿qué deberíamos hacer? Muchos en la audiencia de
Rockwell buscarán una solución en el “gobierno limitado”. Bastaría con que volviéramos a
la Constitución como estaba prevista por sus redactores y todo estaría bien.

Rockwell explica muy eficazmente que esta es una esperanza vana. La idea de gobierno
limitado es incapaz de llevarse a la práctica. Si hay un monopolio del gobierno, cualquier
limitación al gobierno debe ser una que este se haya impuesto a sí mismo. Esperar que
este tipo de limitación sea eficaz es inútil.

Como indica Rockwell:

Esta solución no puede funcionar. Sufre de un defecto fatal. La Constitución crea un gobierno
que es el juez de sus propios poderes. Las ramas del gobierno: legislativo, ejecutivo y judicial
están en teoría se controlan y equilibran entre sí. El problema de esto es que el Tribunal
Supremo, que al desarrollarse la Constitución se ha convertido en el árbitro supremo de los
asuntos constitucionales, es él mismo parte del gobierno federal. En una disputa entre el
gobierno federal y el pueblo, es improbable que se ponga en contra del gobierno.

Si el gobierno limitado no funcionaría, ¿qué puede hacerse? Rockwell encuentra la


respuesta en el mercado libre. Si la competencia funciona bien para todos los demás
bienes y servicios, ¿por qué no también para protección y defensa? ¿Qué se supone que es
“especial” en estos servicios que nos obliga a abandonar las lecciones demostradas por
experiencia?

¿Pero cómo operaría exactamente el anarquismo? De una manera muy influida por
Rothbard, Rockwell describe las actividades de agencias de defensa libertarias. Estas
agencias siguen un código legal libertario, basado en el derecho natural.

Podríamos dedicar mucho espacio acerca del código legal libertario, pero para nuestros fines
no hay necesidad de hacerlo. Una vez tenemos autopropiedad y derechos de propiedad, es
todo lo que necesitamos. Los individuos son por tanto libres de hacer los intercambios que
deseen. Esta es la base sobre la que puede empezar un mercado libre.

Rockwell ha evitado sabiamente un error. “Anarcocapitalismo significa confiar en el


mercado libre para todo y no podemos especificar por adelantado cómo funcionará el
mercado libre. Leonard Read apuntaba en un artículo clásico que cuando algo se ha
socializado, la gente llega a la conclusión de que el mercado no puede proveerlo”. Against
the State no es, en la expresión de Marx y Engels en El manifiesto comunista, una de las
“pequeñas ediciones de la Nueva Jerusalén”.

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Against the State merece la atención cuidadosa de todo el que quiera vivir en libertad.

Publicado el 20 de mayo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo
original se encuentra aquí.

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