Está en la página 1de 3

Coro:

¡Oh gloria inmarcesible!


¡Oh júbilo inmortal!
¡En surcos de dolores
el bien germina ya!

Es un canto de alegría, una felicidad inmarchitable y sin fin, pues después de tanto dolor sembrado
en esta tierra, por fin está liberada.

¡Cesó la horrible noche! La libertad sublime


derrama las auroras de su invencible luz.
La humanidad entera, que entre cadenas gime,
comprende las palabras del que murió en la cruz.

Terminó la terrible guerra independentista; y la maravillosa libertad del pueblo americano se


expande llenándolo todo de una nueva ilusión. Toda la humanidad que sufre encadenada, puede
entender ahora las palabras de Jesucristo.

II

“¡Independencia!” grita el mundo americano;


se baña en sangre de héroes la tierra de Colón.
Pero este gran principio: “El rey no es soberano”,
resuena, y los que sufren bendicen su pasión.

América entera grita “¡Independencia!” mientras sus tantos héroes derraman su sangre por esta
lucha en todo su territorio. A pesar de tal masacre, el ideal de derrocar al rey no se apaga; y
aquellos que sufren bendicen su agonía, sabiendo que es un honor ser torturados o muertos por
esta causa.

III

Del Orinoco el cauce se colma de despojos;


de sangre y llanto un río se mira allí correr.
En Bárbula no saben las almas ni los ojos,
si admiración o espanto sentir o padecer.

En los llanos de Colombia y Venezuela se libraron cruentas batallas, llevándose el río Orinoco
cadáveres y signos de batalla, convirtiéndose (figurativa y literalmente) en un río de sangre y
lágrimas. El 30 de septiembre de 1813 se desató la batalla de Bárbula, así llamada, por
desarrollarse en la parte izquierda del cerro de la hacienda Bárbula, en las afueras de Naguanagua, en
el actual Estado Carabobo (Venezuela). Fue ganada por el ejército libertario; y sin embargo fue tan
terrible y cruel, que esta estrofa cuenta que quienes la presenciaron no sabrían si sentir “admiración, o
espanto”, pues en esta batalla se perdieron vidas como la de Atanasio Girardot, muerto con apenas 22
años.

IV

A orillas del Caribe hambriento un pueblo lucha,


horrores prefiriendo a pérfida salud.
¡Oh, sí! De Cartagena la abnegación es mucha,
y escombros de la muerte desprecia su virtud.
La lucha continuó en Cartagena, donde el ejército realista asedió la ciudad en 1815 por vías terrestre y
marítima. El pueblo Cartagenero resistió el hambre y las enfermedades, prefiriendo seguir en pie de
lucha, con todo lo que esto significaba, antes de rendirse y llevar una deshonrosa y triste salud. Se
resalta la entrega de la ciudad que costó la muerte de un tercio de su población pero que significó una
victoria fundamental para la independencia de Colombia.

De Boyacá en los campos el genio de la gloria


con cada espiga un héroe invicto coronó.
Soldados sin coraza ganaron la victoria;
su varonil aliento de escudo les sirvió.

La batalla del Pantano de Vargas fue un enfrentamiento armado que se presentó en el hoy


llamado Pantano de Vargas, corregimiento del municipio de Paipa, el 25 de julio de 1819; y la
Batalla de Boyacá fue la confrontación bélica de la guerra de independencia de Colombia, que
garantizó el éxito de la Campaña Libertadora de Nueva Granada. Este acontecimiento tuvo lugar el
día 7 de agosto de 1819 en el cruce del río Teatinos, en inmediaciones de Tunja. El genio de la
gloria, Simón Bolívar, guio a un grupo de hombres sedientos de libertad, coronándolos héroes por
su valentía y victoria. Campesinos ahora soldados, apenas si vestidos; pues venían de clima cálido
luchando sin descanso; usando solo su valor como escudo.
Cuentan que el ejército libertador, conformado por hombres calentanos casi desnudos, tuvo que
pasar por el páramo de Pisba (cordillera Oriental) y las mujeres de los pueblos, al paso de los
valientes, iban entregándoles sus ropas para que se protegieran del frío. De allí que sólo el valor y
las ansias de libertad fueran el escudo que estos hombres portaban para protegerse de las armas
de sus enemigos.

VI
Bolívar cruza el Ande que riega dos océanos;
espadas cual centellas fulguran en Junín.
Centauros indomables descienden a los Llanos,
y empieza a presentirse de la epopeya el fin.

Después de lograr la independencia de Colombia y Venezuela, Bolívar recorrió los Andes


americanos para apoyar las batallas libertadoras de Ecuador, Perú y Bolivia (países entre el Océano
Atlántico y el Pacífico). Con las espadas chocando y blandiéndose brillantes, destaca la victoria en
la meseta de Junín en 1824 que continuó con el descenso del ejército hacia la llanura en donde se
desarrollaría la última batalla de la gran gesta libertadora de América. Este ejército libertario era
conformado por hombres a lomo de caballo, y esta estrofa los muestra muy poéticamente con la
figura de “centauros indomables”, que anunciaban con su paso el fin de lo que el himno llama
“epopeya”, siendo la historia legendaria de estos héroes americanos.

VII
La trompa victoriosa en Ayacucho truena;
y en cada triunfo crece su formidable son.
En su expansivo empuje la libertad se estrena,
del cielo americano formando un pabellón.

La batalla se desarrolló en la Pampa de Quinua en Ayacucho, Perú, el 9 de diciembre de 1824,


siendo Sucre y Córdoba sus principales héroes. Esta batalla resultó en otra victoria sumada al
ejército libertador, haciendo sonar en cada triunfo aún más fuerte la trompa, que difundía las
buenas nuevas. El general López llama al día de la batalla de Ayacucho: “el más grande y famoso
de América, que selló los derechos de los hijos de la América del Sur, como miembros activos y
responsables de la familia humana”. Sucre dijo: la campaña del Perú está terminada; su
independencia y la paz de América se han firmado en este campo de batalla.

También podría gustarte