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El año 1906 fue el tiempo del ocaso del sistema personalista y del fraude institucional en
Argentina, marcado por la muerte de algunos de sus principales referentes políticos y el
nacimiento de nuevos liderazgos. El 9 de enero falleció Bartolomé Mitre, que aunque había
anunciado su retiro de la política al cumplir la edad de 80 años seguía gozando de cierta
influencia al menos en la Capital y la Provincia de Buenos Aires; el 12 de marzo, menos de 24
horas después de la derrota del oficialismo en la Capital, murió el presidente Manuel Quintana;
el 17 de julio, falleció Carlos Pellegrini; y el 27 de diciembre, murió Bernardo de Irigoyen.
En ese marco fatídico, Roque Sáenz Peña se transformó en el heredero político de Pellegrini y
en el candidato "natural" de los conservadores reformistas para la presidencia en 1910, por su
prestigio internacional y su cercanía política al nuevo presidente de la República, José Figueroa
Alcorta.
El acto electoral que llevó a Roque Sáenz Peña a la presidencia de Argentina se llevó a cabo el
13 de marzo de 1910, con gran cantidad de irregularidades habituales en esa época. El nuevo
presidente ni siquiera había participado de la campaña electoral: era el embajador argentino en
Italia. En las elecciones participó una única lista de candidatos a electores, de los cuales diez
—sobre 273— no votaron por Sáenz Peña.[4]
Días antes de asumir la presidencia, Sáenz Peña se encontró con el presidente Figueroa
Alcorta y con el líder de la oposición, Hipólito Yrigoyen. En esta última entrevista el
líder radical se comprometió a abandonar la vía revolucionaria, y Sáenz Peña a promulgar una
ley electoral que modernizara los comicios e impidiera el fraude electoral. Yrigoyen pidió la
intervención de las provincias para impedir que sus gobernadores interfirieran con dicho
proceso, Sáenz Peña se negó pero permitió que el radicalismo formara parte del gobierno
La Ley, que lleva el número 8871, conocida como Ley Sáenz Peña fue un instrumento que
significó un progreso extraordinariamente importante para nuestras instituciones públicas. Fue
sancionada por el Congreso el 10 de febrero de 1912 y promulgada el 13 del mismo mes y año.
Trajo un importante cambio en la modalidad del voto, que ahora pasaba a ser secreto y
obligatorio (aunque no universal, ya que todavía no votaban las mujeres) y debió llamarse en
realidad “Ley Sáenz Peña-Yrigoyen” ya que el caudillo radical, fue su principal ideólogo e
impulsor, mientras que fue SÁENZ PEÑA quien la introdujo oficialmente en 1912.
“La nueva ley se propone corregir los vicios del sistema electoral: el sufragio ha de ser
obligatorio (“Quiera el pueblo votar”, dice SÁENZ PEÑA imperativamente) y secreto, para
eliminar muchas de las prácticas corruptas”. Ya se había establecido el uso del padrón
militar.La otra innovación es la “lista incompleta”, que asegura a la primera minoría, un tercio de
los representantes electos, pues se cree que una República necesita oposición y quizás
alternancia. Por otra parte, para interesar a la ciudadanía, los partidos minoritarios deben tener
algún premio asegurado.
Finalmente el proyecto fue aprobado y en el discurso que SÁENZ PEÑA dio en la ocasión, dijo:
“No es bastante garantizar el sufragio sino que necesitamos crear al sufragante, sacándolo del
oscuro rincón del egoísmo a la luz vivificante de las deliberaciones populares; y si cada nación
ha de adoptar las instituciones conducentes a reparar sus infortunios, yo no encuentro ninguna
reacción más apremiante que la que tiene por objeto el voto público”. El país, por medio de sus
representantes, trataba así de dejar en el pasado una larga historia de matones y caciques
políticos que, por medio del crimen, la amenaza y la compra de votos, habían burlado siempre
la voluntad popular.
En la República Argentina de los comienzas de la primera década del siglo XX, donde más de
la mitad de la población adulta era extranjera y un xx% era analfabeta, no se identificaba a los
votantes, por lo que era posible acaparar las libretas cívicas y por lo tanto, su utilización
fraudulenta, SÁENZ PEÑA dispuso que el Ministerio de Guerra, procediera al enrolamiento
general de los ciudadanos, para confeccionar luego un nuevo padrón electoral del que se
eliminarían los que estuvieran privados del derecho al voto y para evitar manipulaciones
tendenciosas, el enrolamiento quedó a cargo de ese Ministerio. Además se quitó al Poder
Ejecutivo el cuidado del Padrón Electoral y se encargó al Poder Judicial la organización de los
comicios para evitar manipulaciones tendenciosas.
La Ley electoral que intentaba erradicar el fraude había sido aprobada hacía menos de dos
meses, después de largos y afiebrados debates y fue en la provincia de Santa Fe donde se
estrenó aplicándose por primera vez en los comicios que se realizaron el 1º de abril de 1912. El
país dejaba en el pasado una larga historia de matones y caciques que, por medio del crimen,
la amenaza y la compra de votos, habían burlado la voluntad popular.
Seis días después, la nueva Ley se aplicó en la Capital Federal, para la elección de diputados
nacionales y la victoria correspondió a ocho diputados radicales de la mayoría, a dos socialistas
y a dos independientes. Aquellos socialistas fueron nada menos que JUAN BAUTISTA JUSTO
y ALFREDO LUIS PALACIOS, quienes lograron derrotar por primera vez la política del fraude,
impugnando a los electos por la provincia de Buenos Aires, donde, siguiendo las viejas
costumbres se había intentado la compra de votos y se habían manipulado las elecciones.
Curiosamente, aunque quienes sancionan esta ley, estaban convencidos de que las minorías
corresponderían a las nuevas fuerzas (a la UCR, el PS y la Liga del Sur), ya en estas primeras
elecciones que se realizan bajo el imperio de la “Ley Sáenz Peña”, son los partidos nuevos los
que obtienen una resonante victoria y los radicales ven exultantes la proclamación de los
vencedores. Con la Ley Sáenz Peña, el radicalismo saldría de veinte años de abstención.
Para lograrlo, YRIGOYEN recorría el país en un tren con centenares de correligionarios. Entre
ellos iba el legendario payador GABINO EZEIZA, aquel hombre de color, invencible en mil
“payadas”. En Córdoba Yrigoyen es visitado por el mítico “Cura Gaucho” el padre BROCHERO,
queridísimo sacerdote, quien al salir de la entrevista, emocionado, dijo en relación a
Yrigoyen: “Es un buen hombre”
En Salta el radicalismo con JOAQUÍN CASTELLANOS, venció a ROBUSTIANO PATRÓN
COSTAS, pero el Colegio Electoral anuló la cantidad suficiente de mesas como para cambiar el
resultado. En Tucumán el enfrentamiento fue con mayor altura moral. El vencedor, ERNESTO
PADILLA, otro millonario azucarero, cuando salió de votar y ante la pregunta de por quién lo
había hecho, dijo: “Por el adversario digno y caballeresco”
GONZÁLEZ CALDERÓN ha dicho que la “Ley Sáenz Peña”, es “la obra política más notable
que las Cámaras del Congreso hayan realizado en nuestros días”. Fue su inspirador, su
creador y realizador, el ex presidente de la República doctor ROQUE SÁENZ PEÑA, que contó
con la invalorable colaboración de su ministro del interior doctor INDALECIO GÓMEZ.
Poco después de hacerse realidad su proyecto, tras algunas licencias para reponerse, SÁENZ
PEÑA muere en 1914 y lo reemplaza en el cargo el salteño VICTORINO DE LA PLAZA, el
vicepresidente que venía de residir treinta años en Inglaterra y contaba por ese entonces con
un marcado acento londinense