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Beatriz Aracil Varón

Doctora en Filología Hispánica pol-


la Universidad de Alicante (Espa-
ña). Especialista en teatro hispano-
americano colonial, se ha dedicado
asimismo en los últimos años a
la recuperación de la Crónica de
Indias en la novela y el teatro lati-
noamericanos del siglo XX. Entre
sus publicaciones cabe destacar
El teatro evangelizador. Sociedad,

REFLEXIONES PARA UNA HISTORIA cultura e ideología en la Nueva Es-


paña del siglo XVI (Roma. Bulzo-
ni, 1999), Abel Posse: de la crónica
al mito de América (Universidad de
DE LA TEATRALIDAD RELIGIOSA Alicante, 2004) y la coedición del
libro Fiesta y teatralidad de la pas-
torela mexicana (UNAM, 2004),
POPULAR EN MÉXICO así como numerosos artículos que
forman paite de obras colectivas
editadas en España, Francia y
BEATRIZ ARACIL VARÓN México. Actualmente es profesora
de Literatura Hispanoamericana
en la Universidad de Alicante y
Responsable Académica del área
de América Latina en la Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes.

RESUMEN

Las actuales manifestaciones del teatro religioso popular son fruto de un proceso de evolución,
adaptación y transformación de formas dramáticas que fueron surgiendo, en muchos casos, a lo largo
del período colonial. El presente artículo pretende centrarse en dicho proceso y, más concretamente,
en los vínculos que cabría establecer entre formas contemporáneas de teatralidad (en especial del
ámbito indígena) ligadas al calendario litúrgico cristiano y las del denominado «teatro evangeliza-
d o s , impulsado por los misioneros españoles desde las primeras décadas de la conquista con el fin
de instruir en la nueva fe a los naturales.
A partir de una revisión crítica de conceptos como «tradición», «discurso» o «documento», se
intentarán trazar claves para la comprensión de una línea evolutiva que se nos revela discontinua,
llena de modificaciones, rupturas, nuevas incorporaciones o recuperaciones de modelos teatrales,
debidas a muy diversas causas históricas, sociales y culturales.

REFLECTIONS FOR A HISTORY OF POPULAR RELIGIOUS


HISTRIONICS IN MÉXICO

ABSTRACT

The present representations of popular religious theatre have emerged from an evolutionary,
adaptation and transformation process of dramatic forms which in many cases appeared during
the colonial era. This article intends to concéntrate on this process and, more concretely, on the
possible links between contemporary dramatic forms (especially from indigenous backgrounds)
linked to the Christian liturgical calendar and those from what is known as 'evangelist theatre'
promoted by Spanish missionaries in the first decades following the conquest and aimed at tea-
ching natives the new faith.
Keys to understanding an evolutionary path will beplotted via a critical revisión ofconcepts such as
'tradition', 'discourse' or 'document', revealing a discontinuity fullof changes, ruptures, new additions to
or recoveries of theatre models due to extremely diverse historical, social and cultural reasons.

INTRODUCCIÓN (1979), Rene Acuña definía el «teatro popu-


lar» o «teatro folklórico» como «un conjunto Reflexiones para una historia
En el prefacio a su libro El teatro popular de piezas dramáticas (...) por lo común anó- de la teatralidad religiosa popular
en México
en Hispanoamérica. Una bibliografía anotada nimas, que se conservan por tradición oral o
BKATRIZ ARACIL VARÓN
escrita, y que se suelen representar ocasional este tipo de actividad teatral como objeto de
o periódicamente»', y planteaba, entre otras los estudios historiográficos, que la excluyen
cuestiones, dos problemas importantes para precisamente por su carácter marginal. Como
su estudio: en primer lugar, «su existencia explicaba recientemente Juan Villegas,
marginal a los documentos históricos y civi-
les»2 y, en segundo lugar, la constatación de El discurso crítico, no consciente de sus propios
Máscaras para una danza de que, a fines de los 70, el teatro popular no fundamentos ideológicos ni de su dependencia cul-
moros y cristianos. Morelos.
había encontrado aún «la puerta por la cual tural, ha producido una historia parcial, en la cual se
ingresar al recinto universitario»3. han privilegiado textos estéticamente europeizantes
1
Rene Acuña, El teatro popular
Aunque volveré inmediatamente a la defi- e ideológicamente convenientes a los sectores socia-
en Hispanoamérica. Una biblio- nición propuesta por Acuña para confrontarla les en el poder. Al mismo tiempo, ha dejado fuera
grafía anotada, México, U N A M , a otras acepciones de lo «popular» aplicadas enormes espacios de producción de textos teatrales
1979, pág. 9.
al teatro, lo que me interesa destacar ahora es que han sido automáticamente discriminados y mar-
2 la utilización en la misma del término «tradi- ginados8.
Id
ción», que lleva a su vez al autor a partir de
las «raíces peninsulares y autóctonas» de estas Ahora bien, la constatación de estas limi-
tbidem, pág. 10.
manifestaciones dramáticas: el tipo de teatro taciones o lagunas en la investigación teatral
popular al que se refiere el investigador gua- puede (y debe) ser también un acicate para la
Cf., entre otros, A treasure of temalteco es fruto de la apropiación (y, por imprescindible incorporación de las actuales
Mexican Folkways, New York,
Crown Publishers, 1947. tanto, de una sucesiva variación) de formas manifestaciones del teatro religioso popular
dramáticas a lo largo incluso de siglos, y cual- a una historia del teatro (en nuestro caso, del
Entre los que cabría citar Folklo-
quier acercamiento al mismo hace necesarios, teatro mexicano) no sólo por su importancia
re de San Pedro Piedra Corda, por tanto, una búsqueda de las «raíces» y un como producto cultural y testimonio privile-
Zacatecas (¡unto a Virginia R.R.
de Mendoza, México, Instituto
estudio de su desarrollo. giado de los grupos sociales que las generan si-
Nacional de Bellas Artes, 1952) El investigador que intente trazar el re- no también por el hecho de constituirse como
y Folklore de la región central de corrido histórico por estas formas tradicio- documentos que nos informan sobre la activi-
Puebla (México, Centro Nacional
de Investigación, Documentación nales de teatralidad hallará en la actualidad dad teatral de épocas anteriores en la medida
e Información Musical Carlos prácticamente los mismos problemas plan- en que son fruto de un proceso de evolución,
Chávez, 1991) o sus ediciones
de «La Danza de la Conquista»
teados por Acuña hace casi tres décadas: el adaptación y transformación de formas de tea-
[Anuario de la Sociedad Folklóri- carácter marginal de dichas manifestaciones tralidad que se remontan, en algunos casos, al
ca de México, 1944, vol. IV, págs.
155-186); «Drama de la Pasión
dramáticas (que le llevará a enfrentarse con período precolombino o al colonial.
como se representa en Milpa Al- la problemática del documento) y la escasez Mi objetivo en el presente artículo es cen-
ta D.F. Manuscrito de Adalberto de estudios críticos sobre las mismas, no sólo
Fuentes Cruz» [Anuario de la
trarme en dicho proceso evolutivo, y, más con-
Sociedad Folklórica de México, desde la perspectiva del folklore (hacia la cretamente, en los vínculos que cabría establecer
1949, vol. VI, págs. 249-371); que apuntaba Acuña) sino también, y quizá entre ciertas formas contemporáneas de teatra-
Una Adoración de Pastores en
Chilpancingo (México, U N A M ,
de forma más acusada, desde la historiogra- lidad en el ámbito indígena y las de ese primer
1950); «Drama tradicional. Mo- fía teatral: por lo que respecta en concreto teatro propiamente mexicano, sincrético, que
risma de Zacatecas que se repre-
senta el 24 de junio» [Anuario de
al ámbito mexicano, contamos con intere- fue el impulsado por los misioneros españoles
la Sociedad Folklórica de México, santes trabajos realizados por folkloristas para la evangelización de los naturales desde las
1954, vol. VIII, págs. 141-162). como Francés Toor4 y Vicente T. Mendoza5 primeras décadas de la conquista.
o etnógrafos como Fernando Horcasitas6, y He señalado ya en algún trabajo previo
Para un recorrido por la obra con la existencia de algún valioso estudio de que, frente a la postura defendida por Fer-
de este autor puede consultarse
la «Reseña bibliográfica de Fer-
conjunto como el de Warman sobre la danza nando Horcasitas, para quien, a excepción del
nando Horcasitas» en Fernando de moros y cristianos7, en el que se aunan las ciclo de la Pasión, las pastorelas y el ciclo de
Horcasitas, Teatro náhuatl II, co-
perspectivas histórica y antropológica, pero Santiagos, Moros y Cristianos y Pilatos, «no
o r d . por María Sten y Germán
Viveros, México, U N A M , 2004, en general todavía resulta difícil encontrar existe el menor vestigio del teatro misionero
págs. 4 2 9 - 4 3 7 .
entre los indígenas modernos»9, en mi opi-
nión son precisamente esas «excepciones», tan
Arturo W a r m a n , La danza de destacadas en el contexto de la fiesta popular
moros y cristianos, México, SEP-
Setentas, 1972.
en América Latina, Buenos A i - para quien el teatro evangeli- mexicana, las que permitirían hablar de cier-
res, Galerna, 2 0 0 5 , pág. 24. zado^ absorbido y transfor-
mado en el ámbito indígena,
ta continuidad (entendida en cualquier caso
Juan Villegas, Historia multicultu-
acabó «disolviéndose en sus- como un complejo y discontinuo proceso)
Fernando Horcasitas, El tea- tancia folklórica, forma en que del teatro evangelizador entre la población
ral del teatro y las teatralidades
tro náhuatl, México, U N A M , ha sobrevivido hasta nuestros
1974, pág. 163-164. días» (José Juan A r r o m , El indígena hasta la actualidad»10.
Reflexiones para una historia teatro de Hispanoamérica en Serán por ello, sobre todo, esas formas
de la teatralidad religiosa popular la época colonial, La Habana,
en México Esta tesis fue ya defendida, en- Anuario Bibliográfico Cubano, de teatralidad (con sus rasgos peculiares de
BEATRIZ ARAC1I, VARÓN tre otros, por José Juan A r r o m , 195Ó, pág. 50). evolución) las que me servirán de base para
algunas reflexiones sobre las características, hoy día aunque en grado cada vez más
las etapas y los parámetros de análisis de esas mermado» y el surgimiento en América
líneas de continuidad; reflexiones que parten Latina, y concretamente en México, de
necesariamente a su vez de una revisión de un «nuevo teatro popular» (ampliamen-
conceptos básicos ya citados (lo popular, lo te estudiado por el investigador estado-
tradicional, lo indígena, discurso marginal, unidense) que «existe de, por y para las
documento...) que continúan siendo aprove- clases populares», aunque «incorpora
chados y replanteados desde diversas discipli- elementos del teatro popular tradicional,
nas y perspectivas críticas. reinterpretándolos de acuerdo con la
situación vital del pueblo»15.
UNA CUESTIÓN DE CONCEPTOS Debido a esta ambivalencia del tér-
mino, resulta necesaria una delimitación
En los años en que Rene Acuña definía el del primer tipo de teatro señalado por
«teatro popular» a partir de la idea de tradición Frischmann (que es el que nos ocupa)
y como sinónimo de «teatro folklórico», el respecto de las nuevas formas de teatro Programa de las fiestas patronales de Ang-
director brasileño Augusto Boal escribía diver- popular que han surgido en México. Y ahuan (Michoacán) 1994.
sos trabajos en los que, desde un planteamiento parece claro que, aun cuestionando la
marxista basado en la dicotomía opresor/opri- validez de una definición como la de
11
mido, advertía que, «para ser popular, el teatro Acuña, dicha delimitación deberá incorporar Augusto Boal, Técnicas latinoa-
debe abordar siempre los temas según la pers- como conceptos esenciales los de «tradición» mericanos de teatro popular:
una revolución copernicana al
pectiva del pueblo, vale decir, de la transfor- y «folklore», o al menos asumir parcialmente revés, Buenos Aires, Corregidor,
mación permanente, de la desalienación, de la la reflexión teórica que en torno a ambos con- 1975, pág. 28.
lucha contra la explotación, etc.»", y establecía ceptos (y más allá de su aplicación al teatro)
12
diversas categorías y técnicas de creación de un se ha venido desarrollando durante décadas Véase ibídem, págs. 82-92.
teatro popular entre las que citaba el aprove- desde diversas disciplinas, una reflexión que
13
chamiento, con los fines citados, de las fiestas será de gran ayuda a la hora de analizar tanto Donald Frischmann, El nuevo
12
y tradiciones populares . la realidad actual como la evolución de las teatro popular en México, Méxi-
co, INBA, 1990, pág, 28.
La propuesta de Boal resulta representati- formas de teatralidad vinculadas al calendario
va de una línea ampliamente difundida en la festivo. 14
Cf. Juan Villegas, Para un mo-
práctica y en la crítica teatral latinoamericana El origen de la palabra «folklore» está
delo de historia del teatro, Irvi-
de las últimas décadas que Donald Frisch- vinculado a lo popular y lo tradicional: su ne (California), Gestos, 1997,
mann ha explicado del siguiente modo: inventor, el inglés William J. Thoms, formó págs. 169-172.

el término a partir de las voces folk (pueblo)


...el término [«teatro popular»] ha llegado a significar y lore (saber, conocimiento) y afirmó que Frischmann, op. cit., pág. 42.

algo más que un teatro folklórico de autor anónimo «el Folklore estudiaría únicamente el saber 16
perpetuado a través de la tradición escrita u oral, tal tradicional de las clases populares»16. Ya en la José María Arguedas, «Qué es
el Folklore» [ 1 9 6 4 ] , en Mildred
cual lo entienden Englekirk y Acuña. Hoy día, dentro década de los sesenta, e intentando superar
Merino de Zela (comp.), Ensa-
del panorama del nuevo arte popular latinoamericano, los conflictos teóricos entre folkloristas y yos sobre folklore peruano, Li-
como resultado de nuevas condiciones económicas, etnógrafos, el peruano José María Arguedas ma, Universidad Ricardo Palma,
1999, pág. 39.
sociales y culturales (...), el término evoca antes que definía el folklore como «el arte del pueblo»
nada la idea de un teatro no comercial, creado por y el Folklore como la ciencia que «estudia, 17
Arguedas en ibidem, pág. 42.
y para las clases populares, un teatro de recursos de modo general, las artes tradicionales de Nótese, sin embargo, la margi-
materiales limitados, y cuyo propósito de promover cualquier pueblo»17. Por su parte, Efraín nalidad del teatro en este tipo
los valores culturales populares generalmente se com- Moróte, en los ochenta, al definir el Folklore de trabajos, tal como denun-
ciaba Acuña, ya que Arguedas
plementa con otros de tipo político y social13. como «un sector específico de las Ciencias continúa delimitando el ámbito
Histórico-Sociales que busca determinar las de estudio del Folklore a «muy
particularmente sus cuentos, le-
A pesar de los problemas metodológi- leyes del surgimiento, desarrollo y extinción yendas, danzas y canciones»
cos que plantea una definición ideológica de de las tradiciones populares», añadía que esta (id.).
lo «popular» aplicada a la actividad teatral, definición «demanda, cuando menos, una 18
acrecentados por la ambigüedad del propio explicación nítida del criterio con que se ma- Efraín Moróte, «Sobre el folklo-
término «popular»14, lo cierto es que cualquier nejan dos categorías capitales y concurrentes: re» [ 1 9 8 5 ] , en ibidem, pág.
6 7 (cf. sobre ambos conceptos
acercamiento actual al «teatro popular» deberá Tradiciones y Populares»'*. Más recientemen- págs. 67-71).
tener presente, como propone Frischmann, te, Mildred Merino señalaba como dos de los
la doble vertiente del término, esto es, la elementos esenciales del hecho folklórico su
existencia de «un teatro popular tradicional carácter popular o colectivo y su cualidad tra- Reflexiones para una historia
de la teatralidad religiosa popular
y folklórico de raíces indígenas y europeas y dicional o generacional (su transmisión oral en Méxieo
de tipo histórico y religioso» que «sigue vivo de padres a hijos). Merino, en cualquier caso, BEATRIZ ARACIL VARÓN
19 matizaba el sentido de estos dos elementos ...un teatro de raíces profundas en el tiempo (anti-
Véase Mildred Merino, «Prólo-
go» a ibidem, págs. 1 6 - 2 1 . aclarando, en primer lugar, que, dadas las dis- güedad) y en el individuo (inconsciencia), transmi-
tintas acepciones del término «popular», no tiéndose sin enseñanzas organizadas (no-institucio-
20
Ramón Menéndez Pidal, Roman-
todo lo popular es folklórico, pero «todo lo nalización), respondiendo a necesidades psicológicas
cero hispánico (hispano-portu- folklórico sí es popular» y, en segundo lugar, (funcionalismo) del hombre de todas partes del globo
gués, americano y sefardí), Ma-
haciendo derivar de lo tradicional a su vez untiversalismo
drid, Espasa-Calpe, 1968, tomo
I, p á g . XV. otros rasgos como la plasticidad (ductilidad,
asimilación que permite variaciones sin trans- para Domingo Adame, en cambio, se trata de
21
Ibidem, p. 4 5 . formación de lo esencial) y el anonimato (por un teatro que
convertirse en creación colectiva)19.
22
Ibidem, p. 46.
En realidad, la utilización, por parte de Me- ...toma elementos culturales populares, indígenas
rino, de los conceptos «popular» y «tradicio- o mestizos, rurales o urbanos, insertándolos en un
23
nal» no difiere demasiado de la formulada por contexto cultural distinto al que surgen, dando por
Recordemos las propias dificul-
tades de los folkloristas para Ramón Menéndez Pidal hace varias décadas en resultado un producto híbrido distanciado de sus
delimitar no sólo su objeto de sus estudios sobre el Romancero español e his- fuentes, sus realizadores y sus receptores; es decir, un
estudio sino sobre todo su apa-
rato teórico-metodológico, sobre panoamericano. Recordemos que Menéndez objeto para el consumo espectacular o la propagación
el cual advertía Moróte: «no po- Pidal proponía entonces sustituir «el nombre de una visión de lo «autóctono»25.
demos por menos que reconocer
que el ingente trabajo realizado
tan arraigado de poesía popular (...) por el
hasta hoy en la esfera del Fo- concepto y el nombre más científico de poesía Parece, pues, adecuado aceptar como con-
lklore, con todo lo plausible que
tradicional»20. Su explicación, perfectamente cepto predominante el de «teatro tradicional»,
pueda parecemos, ha contri-
buido poco, casi nada, al esta- aplicable al teatro, se basaba en el hecho de lo cual no invalida, como ya se ha apuntado,
blecimiento de Conceptuaciones que lo tradicional implica un grado superior a el aprovechamiento de reflexiones teóricas
Básicas relativas a la esencia de
la propia disciplina» (Moróte en lo popular en la medida en que no sólo supone en torno al folklore y al teatro folklórico.
Merino, op. cit., pág. 64). «aceptación» sino también «asimilación», esto En este sentido, y acudiendo a los autores ya
24
es, «la acción continuada e ininterrumpida de citados, es oportuno recordar al menos dos
Paulo de Carvalho-Neto, «Con- las variantes»21. Para el erudito español, aspectos señalados por Carvalho esenciales
cepto y realidad del teatro folkló-
rico latinoamericano», Folklore
para comprender la evolución de este tipo de
Americano (México), 1977, núm. Entre una y otra categoría hay, pues, una diferencia manifestaciones teatrales: su inserción en el
23 (junio), págs. 101-102. cuantitativa, porque la tradición supone una popu- marco más amplio de la fiesta y la «desapa-
25 laridad continua, prolongada y más extensa; pero rición constante y progresiva de la 'palabra'»
Domingo Adame, Teatros y tea- hay también una diferencia cualitativa, pues la obra en las mismas a lo largo del tiempo26. De igual
tralidades en México. Siglo XX,
Xalapa, Universidad Veracruza-
tradicional, al ser asimilada por el pueblo-nación, es modo, resulta interesante volver a la caracte-
na, 2 0 0 4 , págs. 105-106. reelaborada en su transmisión y adquiere por ello un rización realizada por Merino para apuntar
estilo propio de la tradicionalidad; no es sólo anóni- otro rasgo básico del hecho folklórico, el
26
Véase Carvalho, op. cit., págs. ma, sino que es impersonal22. de su funcionalidad: la vigencia de cualquier
102-103. fenómeno folklórico (y, por tanto, también
27 Asumiendo los presupuestos de Menéndez del teatro) está en estrecha vinculación con la
Véase Merino, op. cit., págs. Pidal, un teatro tradicional se definiría como manera en que sirve y refleja «los intereses,
21-22.
el que es considerado patrimonio común, con ideales, hábitos y costumbres» de una co-
28 amplia difusión durante largo tiempo en la munidad27. Como explica Warman respecto
W a r m a n , op. cit., págs. 62-63.
comunidad, que, debido a su asimilación por a la danza dramática de moros y cristianos,
ésta, es «impersonalizado» y continuamente si una representación folklórica pervive (en
transformado, ajustado a los sucesivos con- el caso de las morismas «desde sus orígenes
textos culturales. La pertinencia del término medievales hasta la actualidad»), «debe eso a
«teatro tradicional» vendría dada entonces su función (...), a la capacidad de satisfacer una
tanto por la implicación de los rasgos señala- necesidad cultural vigente»28.
dos como por su unicidad de sentido, frente La funcionalidad del teatro tradicional es
a la plurisignificación del concepto «teatro mayor en las zonas rurales: su aislamiento, su
popular» (en el que, como ya se ha señalado, mermado desarrollo económico, su carácter
se aunan la ambigüedad del propio adjetivo conservador, suelen hacer de ellas espacios
«popular» y su ambivalencia en el ámbito de la favorables a la pervivencia de costumbres
investigación teatral) o incluso del de «teatro ancestrales que refuerzan los rasgos identita-
folklórico», respecto al que también encontra- rios de la comunidad y la participación de sus
mos una diversidad de interpretaciones críti- individuos. El propio Menéndez Pidal insistía
Reflexiones para una historia cas23; cito a este propósito sólo dos ejemplos: en que la difusión extensa de la tradición
de la teatralidad religiosa popular
en México
mientras Paulo de Carvalho-Neto definía el (concretamente del canto tradicional) se debía
BEATRIZ ARACIL VARÓN teatro folklórico como a que había llegado «a arraigar en las clases
rurales, las menos propensas a los cambios crítico hegemónico»34; advierte además que,
de la moda»29. En México, esas comunidades por muy diversos motivos, un discurso teatral
rurales vienen a identificarse, en general, con hegemónico puede acabar siendo marginal
los grupos indígenas, lo que nos sitúa ante un (de hecho, «la historia del teatro no es sino,
nuevo concepto de difícil definición porque, precisamente, la historia de discursos despla-
como explica Warman, en la actualidad, el zados desde su posición de hegemonía»35) o
término indígena «no implica en ningún caso convirtiéndose en un discurso subyugado, es
prehispánico, ni una lengua, ni un traje o una decir, prohibido o censurado por el sistema
clasificación étnica» sino que en el poder.
Las categorías establecidas por Villegas
...es un nombre para reconocer un tipo de sociedad (discurso hegemónico, marginal, desplazado
y cultura. La historia nos hace referir ese término y subyugado), sin pretender ser fijas o ex-
a grupos que llevaron el mismo nombre en épocas clusivas, dan cuenta de la pluralidad de los
pasadas, y a partir de que dos culturas diferenciadas discursos teatrales a partir de su historicidad
se enfrentaron y se reconocieron como extraños30. y de su contexto de producción, resultando
especialmente útiles en su aplicación al teatro
Partiendo de parámetros sociales y cultu- religioso tradicional mexicano, en primer
rales (y no étnicos o lingüísticos), podremos lugar, porque nos recuerdan la pertinencia de
considerar que es su conciencia diferencial recuperar este tipo de discurso marginal como
respecto a la cultura dominante la que per- parte de la historia del teatro: como explica
mite definir como «indígenas» a estos grupos Villegas, «historizar» significa, entre otras 29
Menéndez Pidal, op. cit., pág.
que sustentan todavía, en el medio rural en el cosas, «investigar tanto los discursos teatrales 45.
que viven (o en la traslación de éste al ámbito dominantes como los marginales o subordi-
30
urbano: el barrio), tradiciones creadas por y nados, conceder importancia a los marginados
W a r m a n , op. cit, pág. 165.
para los indígenas del período colonial. N o y explicar las causas estéticas y sociales de
es sólo, pues, el carácter rural (como en otros su marginación»36. En segundo lugar, y en 31
Maclovio Ariza Acevedo, El tea-
lugares) sino también, y de manera especial, la estrecha relación con lo anterior, esta catego- tro de evangelización en Chi-
conciencia de la diferencia, de la marginalidad, rización puede servir para explicar el proceso lapa, Guerrero, Chilpancingo,
Universidad Autónoma de Gue-
el rasgo esencial de estas culturas en las que de evolución del teatro evangelizador colonial rrero, 1990, pág. 33.
encontramos formas tradicionales de teatrali- hacia las formas actuales de teatro tradicional
dad, tal como recuerda Ariza Acevedo en su como configuración de un «discurso despla- 32
Es decir, «como un acto de co-
estudio sobre la pervivencia de un teatro evan- zado» (de la hegemonía a la marginalidad o municación entre un emisor y
gelizador colonial en Chilapa (Guerrero): incluso la subyugación): si, para el propio un destinatario (receptor) en una
situación específica, en el cual
Villegas, «el teatro de los franciscanos cons- el emisor utiliza una pluralidad
Hoy en día, todas las piezas de teatro que se en- tituía en ese momento histórico el discurso de signos (...) para construir un
imaginario social y comunicar
cuentran en la región, son conservadas gracias a los teatral hegemónico dirigido a un sector social un mensaje a sus receptores»
campesinos (...). Y la razón de la subsistencia del [y] culturalmente marginal»37, esas mismas (Villegas, Historia multicultural...,
manifestaciones teatrales, en manos ya de las op. cit, pág. 15).
teatro evangelizante en esta región no es otra sino
el olvido y el atraso en que se encuentran en estas comunidades indígenas, se fueron «despla- 33
regiones marginadas (...). Es como si los campesinos zando», convirtiéndose en discursos teatrales Ibidem, pág. 24.

que las conservan siguieran viviendo como hace marginales (llegando a ser prohibidas en oca- 34
cuatrocientos años31. siones, al menos durante el período colonial, Ibidem, pág. 25.
por mostrar una apropiación heterodoxa de la
35
Ahora bien, esta última consideración religión cristiana). Villegas, Para un modelo..., op.
cit, pág. 128.
permitiría a su vez observar el teatro religioso Paradójicamente, este carácter marginal,
tradicional de las comunidades indígenas co- como señalaba Ariza Acevedo, debió favore- 36
Ibidem, pág. 59.
mo un «discurso teatral marginal», tal como cer en buena medida la pervivencia de mani-
este concepto ha sido definido por Juan Ville- festaciones teatrales, pero también ha dificul- 37
gas. En efecto, entendiendo el teatro como un tado la conservación de documentos sobre su Ibidem, pág. 159.

tipo de discurso32, Villegas propone distinguir existencia. En cualquier caso, ésta es sólo una
discursos teatrales «producidos por los sec- de las vertientes de la problemática que nos
tores culturalmente hegemónicos, aunque su plantean los documentos con los que traba-
destinatario puede pertenecer a sectores de jamos, una problemática que se inicia con la
otros grupos culturales»33, y discursos teatra- delimitación misma de lo que entendemos por
les marginales, esto es, «manifestaciones tea- «documento» y de los parámetros básicos que Reflexiones para una historia
de la teatralidad religiosa popular
trales que no coinciden con los códigos estéti- deberá tener en cuenta el investigador en el en México
cos e ideológicos de los emisores del discurso manejo del mismo. BEATRIZ ARAC1L VARÓN
Para abordar este último APUNTES PARA EL ESTUDIO DE LA
concepto, me parece per- TEATRALIDAD RELIGIOSA TRADI-
tinente acudir a los plan- CIONAL DESDE UNA PERSPECTIVA
teamientos de Marco De HISTORIOGRÁFICA
Marinis38, quien, buscando
la confluencia entre la se- Como he indicado al inicio de estas páginas,
miótica y la historiografía la propuesta de trabajo que esbozo en ellas es la
teatral, define el documento de trazar líneas de evolución desde las formas
como un objeto de cultura teatrales implantadas por los misioneros en el
construido en cuanto tal por territorio mexicano durante el primer siglo de
el historiador y nos advierte la colonia hasta determinadas manifestaciones
sobre algunos aspectos esen- de teatralidad religiosa en las actuales comuni-
Pasión de Tzintzuntzan (Michoacán). 1995. Foto de Osear ciales del mismo y su trata- dades indígenas. Parto de la hipótesis de que
Armando García.
miento, entre los que cabría es posible establecer tales líneas de evolución
destacar los siguientes: en primer lugar, que el a pesar de que éstas se nos puedan revelar dis-
documento suele consignar lo excepcional (lo continuas, llenas de modificaciones, rupturas,
cual nos obligará a tener mucho cuidado de nuevas incorporaciones o recuperaciones de
38
tomar como norma la excepción); en segundo modelos teatrales, y propongo precisamente
Véase Marco De Marinis, Com- lugar, que ni la presencia ni la ausencia de un una profundización en esa problemática frente
prender el teatro: lineamientos
documento es casual, como tampoco lo son las a las dos posturas más comunes en torno a la
de una nueva teatroíogía, Bue-
nos Aires, Galerna, 1997, págs. lagunas, los silencios de éste; y, en tercer lugar, posible vinculación entre el teatro evangeliza-
38-53. que el historiador es quien rescata e interpreta dor y el teatro religioso tradicional actual: el
39 el documento: éste nunca habla por sí sólo, es rechazo de la misma por parte de estudiosos
Ibidem, pág. 45. una pura potencialidad que adquiere su sen- destacados de este teatro (comenzando por el
40
tido en la medida en que es interpretado por propio Horcasitas) y el hecho de haberse cons-
Ibidem, pág. 38. el investigador; en dicha interpretación será tituido como lugar común de trabajos sobre
fundamental «leer los documentos relacionán- determinadas manifestaciones teatrales hasta el
41
Villegas, Para un modelo..., op. dolos con otros documentos, iluminándolos y punto de convertirse en afirmación hueca, no
cit, pág. 5 1 . completándolos recíprocamente»39 y que esta fundamentada, en torno a los orígenes remotos
42 relación, además, pueda realizarse entre docu- de estas representaciones. Ahondar en las for-
Los fastos eran espectáculos ce- mentos directos (teatrales) e indirectos (exter- mas y motivaciones de este proceso evolutivo
lebrativos con los que la ciudad
agasajaba a sus reyes; en ellos
nos, pero evidenciadores de una cultura). resulta absolutamente necesario para la confi-
se llevaban a cabo torneos, jus- Siguiendo las directrices señaladas, el in- guración en México de esa historia del teatro
tas, juegos de juglares y, como plural y contextualizada que propone Villegas
un elemento muy destacado,
vestigador que estudie la evolución de la
enfrentamíentos entre moros y teatralidad religiosa tradicional deberá inda- y a la que están contribuyendo numerosos
cristianos que evocaban los epi-
gar, por ejemplo, los motivos por los que en investigadores actuales.
sodios de la cruzada contra el
Moro, en especial a través de la determinados períodos encontramos un vacío En la determinación de esas líneas de con-
toma de un castillo o de batallas en los documentos, tomar en consideración tinuidad, podríamos distinguir tres temáticas
de galeras (cf. Joan Oleza, «Las
transformaciones del fasto me- las posibles motivaciones no religiosas de un básicas que hunden sus raíces en el teatro eu-
dieval», en Teatro y espectáculo documento inquisitorial sobre una determi- ropeo medieval, tal como éste fue trasladado
en la Edad Media, Instituto de
Cultura Juan Gil-Albert, Dipu-
nada representación o buscar las razones por a la Nueva España por los misioneros espa-
tación de Alicante y Ajuntament las que determinado cronista quiso consignar ñoles: las referentes a la Navidad y la Pasión
d'Elx, 1992, págs. 47-51). (los dos festejos fundamentales del calendario
cierto hecho teatral; del mismo modo, deberá
43 acudir de forma imprescindible a las fuentes litúrgico cristiano) y la tradición de «moros
Sobre las implicaciones político- primarias «indirectas» que nos informen so- y cristianos» (en sus distintas variantes), que
religiosas de este tipo de repre-
sentaciones en el México del XVI,
bre otras manifestaciones artísticas o sobre la tiene sus orígenes en los fastos cortesanos me-
véase Beatriz Aracil, El teatro religiosidad de los grupos indígenas en dis- dievales42 y que fue incorporada al contexto
evangelizados Sociedad, cultura
tintas épocas, pero también sobre la realidad mexicano tanto por los conquistadores (como
e ideología en la Nueva España
del siglo XVI, Roma, Bulzoni, política, social, cultural mexicana de cada pe- parte de la «cultura de conquista») como por
1999, págs. 449-519. ríodo: dichos documentos permitirán lo que los frailes, quienes la difundieron entre la
De Marinis considera un «análisis contextual población indígena como un eficaz medio de
de los hechos teatrales»40 o, como diría Ville- evangelización (al tiempo que de justificación
gas, «historizar» en el sentido de «establecer de la conquista militar y de incorporación de
la contextualidad del discurso teatral. Es decir, los naturales al Imperio español)43.
Reflexiones para una historia la producción del significado dentro del con- Mientras la pertenencia concreta al ciclo
de la teatralidad religiosa popular
en México
texto social y político de la época en que fue litúrgico fijó las fechas de las representaciones
BEATRIZ ARACIL VARÓN producido o representado»41. de Navidad (la adoración de los Reyes el día
de la Epifanía y, sobre todo, la adoración de de fechas muy tempranas48; por
los pastores en Nochebuena, que derivaría otro lado, algunos documentos
hacia la actual pastorela) y de Semana Santa inquisitoriales demuestran la
(con la escenificación de la Pasión de Cristo), amplia difusión de estas piezas
los festejos de «moros y cristianos», tanto en zonas como el Valle de Méxi-
en España como en México y otras zonas co en una etapa bien avanzada
de América, se desarrollaron en el ámbito del período colonial49; a su vez,
popular como parte de la celebración de las numerosas representaciones ac-
fiestas en honor a la Virgen y los santos pa- tuales en muy diferentes estados
tronos, tanto si éstos se relacionaban de algún del país atestiguan asimismo la
modo con la idea de conquista (Santiago, San pervivencia del tema, pero, aun
Miguel...) como si no. En México además, en el caso de las dramatizaciones
durante el período colonial, los santos (a me- con una mayor tradición, resulta
nudo evocadores de algún dios prehispánico) difícil remontar los textos dra-
se convirtieron en «el símbolo principal que máticos más allá de mediados
identificaba y unificaba a cada entidad socio- del siglo XIX50. En definitiva,
política [indígena]»44, de manera que, como casi podríamos atrevernos a afir- ¿o adoración de los pastores. Giorgio Vasari. 1554
explica Lockhart, «el día que se celebraba el mar que lo que se ha mantenido ca. Oleo sobre piedra.
santo patrono de la unidad era la ocasión más como tradición en México du-
importante del año para toda la población rante siglos (como en otros muchos países),
(...); en dicha celebración participaban todos más que una posible reelaboración de mo-
y en ella se mostraba la fuerza y organización delos ancestrales, ha sido la costumbre de
cristo en el barrio mexicano de
interna de la entidad»45. La incorporación de representar las escenas de la Pasión de Cristo Coyoacán: «Año 4-caña. 1587
las danzas de moros y cristianos a esta fiesta durante la Semana Santa siguiendo el esquema (...). Este mismo año por primera
vez se hizo una representación
principal demuestra el arraigo que este tipo de argumental de los Evangelios, que han cons- de la pasión de Nuestro Señor
representaciones adquirió en las comunidades treñido siempre de forma necesaria los argu- Jesucristo en el Viernes Santo
en Coyohuacan» (Francisco de
indígenas, arraigo vinculado a su vez, entre mentos fueran o no la fuente directa de la obra San Antón Muñoz Chimalpahin,
otros aspectos, a esa demostración identitaria Relaciones originales de Chalco
que era, y continúa siendo, la fiesta del santo Amaquemecan, México, FCE,
1965, págs. 290-291).
patrono.
49
Aunque continúen desarrollándose en ese Como el expediente inquisitorial
44 cuánta perfección los hacen [los
mismo marco festivo, es evidente que las re- sobre «las representaciones tea-
James Lockhart, ios nahuas indios], y señaladamente les he
presentaciones que tienen lugar hoy día han después de la conquista. His- notado muchas veces que en
trales de la Pasión y muerte de
Ntro. Redentor» que se ejecuta-
sufrido necesariamente un proceso evolutivo toria social y cultural de la representar el descendimiento
ban cada año en la jurisdicción
población indígena del México de la cruz y recibir el cuerpo
(recordemos que no existe tradicionalidad central, siglo XVI-XVlll, Méxi- del Salvador Nuestra Señora
de Chalco (1768), en el que
los miembros del Santo Oficio
sin apropiación y, por tanto, transformación) co, FCE, 1999, pág. 3 4 0 . en su regazo, que llamamos
dieron su opinión sobre este tipo
la quinta angustia, tienen gra-
que hace difícil reconocer sus posibles raíces 45 cia especial» (Bartolomé de las
de representaciones e incluso
se adjuntaron textos dramáticos
coloniales. Y, sin embargo, muy a menudo Ibidem, pág. 3 4 2 . Casas, Apologética historia de
concretos (véase «Las represen-
las Indias, M a d r i d , BAE, 1958,
dichas raíces existen a incluso explican el taciones teatrales de la Pasión»,
46 cap. 6 2 , vol. 1, pág. 206); en
sentido último de algunas escenificaciones Sobre este problema en el ám- la memoria del cacique don
Boletín del Archivo General de la
Nación, 1934, tomo V, núm. 3,
actuales. Veamos a grandes rasgos qué infor- bito español cf. Antonio Sán- Toribio de Sandoval parece
págs. 3 3 2 - 3 5 6 ; cf. Juan Leyva,
chez del Barrio, «Algunas no- entreverse la representación
mación aportan las fuentes conocidas hasta ticias sobre el tiempo de Pasión anual de un neixcuitilli sobre
ed., La Pasión de Ozumba. El
teatro religioso tradicional en el
ahora sobre cada una de las líneas temáticas Tradicional: El caso concreto la Pasión «Aquí comienza
siglo XVIII novohispano, México,
de Medina del Campo», Re- de cómo se hacía la pasión
señaladas: visto de Folklore, 1987, tomo de Nuestro Dios; no era sólo
U N A M , 2001).

En el caso de las piezas sobre la Pasión, 7, núm. 8 3 , pág. 169. como diversión; de cómo lo
50
humillaron; para que nosotros
la necesaria fidelidad a unos Evangelios que 47 recordemos cómo se hizo...;
Así, por ejemplo, la represen-
tación actual de la Pasión de
describen con detalle estos hechos de la vida cf. Christian Duverger, l a con- y para que recordemos cómo
Iztapalapa, una de las más fa-
de Jesús hace muy complicado situar el mo- versión de los indios de Nueva murió nuestro Dios, así se man-
mosas de México y con más
España, México, FCE, 1993, dará hacer en su memoria»
mento de elaboración del texto dramático y su de un siglo de antigüedad, se
pág. 162 o Armando Parti- (cit. en Horcasitas, El teatro
desarrolla de acuerdo a un texto
posible reelaboración en el tiempo46. Lo cierto d a , Teatro de evangelización náhuatl, op. cit., pág. 336). Ya
que poco tiene que ver con los
en náhuatl, México, Consejo a fines del XVI, el franciscano
es que, contra la opinión de aquellos investi- Nacional para la Cultura y las fray Francisco de Gamboa or-
consignados en el siglo XVIII, ya
que está basado en la novela
gadores para los que el sacrificio de Cristo no Artes, 1992, pág. 127. ganizaba representaciones de romántica El mártir del Cólgota
pasos de la Pasión en las que
debió ser un tema conveniente en las primeras 48 colaboraron fray Juan de Tor-
de Pérez Escrich.

décadas de la evangelización (por su posible Las Casas informó sobre repre- quemada y fray Juan Bautista e
evocación de ritos prehispánicos)47, las cró- sentaciones de la Pasión que él incluso se consigna en la Sép- Reflexiones para una historia
mismo había presenciado: «Los tima Relación de Chimalpahin de la teatralidad religiosa popular
nicas registran la puesta en escena habitual de misterios e historias de nuestra la puesta en escena de Lo en México
este tema de conocida tradición medieval des- Redención es maravilla con Pasión de Nuestro Señor Jesu- BEATRIZ ARACIL VARÓN
en cuestión (y precisamente por ello, como que, por tanto, podemos asegurar el origen
ya he apuntado, enmascaran en ocasiones las medieval de las pastoradas actuales, que po-
influencias de muy diverso tipo que reciben drían considerarse como diversas variantes,
las representaciones). tras el discurrir de siglos, de ese modelo me-
Por lo que respecta al ciclo navideño, y dieval transmitido por tradición oral52.
más concretamente a las famosas pastorelas, la De ser cierta la hipótesis de Trapero, la
existencia, por un lado, de testimonios sobre pastorela mexicana sería también una varian-
representaciones con este tema a lo largo del te de ese modelo medieval, introducido en la
período colonial y durante el siglo XIX y, por Nueva España fundamentalmente en dos
otro, la configuración actual de una estructura líneas paralelas: en primer lugar, como parte
dramática bastante fija y diferenciada que de las representaciones misioneras destina-
puede ser rastreada en etapas anteriores per- das a la población indígena, según parecen
mitiría aventurar algunas hipótesis sobre un apuntar testimonios como el del franciscano
Indumentaria del ángel en fray Pedro de Gante sobre los cantos esce-
proceso evolutivo bastante complejo.
Pastorela de los siete vicios. Di-
bujo: Vicente T. Mendoza. En esencia, el origen de la pastorela (una nificados en la Navidad de 152653 o la des-
tradición muy arraigada no sólo en México cripción del coloquio pastoril representado
sino también en otros países latinoamerica- en la misión jesuita de San Felipe (Sinaloa)
nos), como el de las pasturadas que aún hoy en 1595 conservada en las Cartas Anuas de
se representan en España (en especial en la la Compañía 54 ; en segundo lugar, incorpora-
región castellano-leonesa), se remonta a los do al ámbito culto, tal como atestiguan los
inicios del teatro medieval peninsular; en textos conservados de distintos autores a lo
51 concreto, al ciclo del Officium pastorum. Por largo del período colonial, desde Juan Ci-
Pepe Rey, «Rasgos teatrales de la
música de los cancioneros medie-
lo que respecta a la península, Pepe Rey ha gorondo hasta Cayetano Javier de Cabrera
vales», en Teatralidad medieval y señalado cómo las primeras manifestaciones y Quintero 55 . Ambas tradiciones debieron
su supervivencia, Alicante, Ajun-
tament d'Elx / Instituto defCultura
dramáticas pastoriles desembocaron hacia el convivir durante el período colonial e in-
Juan Gil-Albert, 1998, pág. 92. siglo XV en tres formas diferentes: la pasto- cluso recibir fuertes influencias mutuas en
rada, el auto y la ensalada, siendo la pastorada el siglo XIX, cuando autores teatrales como
52
Véase Maximiano Trapero, La «la forma más tradicional»51. El hecho de que Fernández de Lizardi, Fernández Villa o
pastorada leonesa. Una pervi- la estructura dramática de la actual pastorada Mariano Osorno se acercaron no al género
vencia del teatro medieval, Ma-
drid, Sociedad Española de Musi-
leonesa, centrada en el anuncio del ángel y las culto pastoril sino a las formas populares de
cología, 1982 (en especial págs. siguientes disputas entre pastores (elementos las pastorelas, que por entonces ya eran «en-
10Ó-111); opiniones contrarias
básicos a los que se añaden otros como villan- diabladas, llenas de impropiedades violen-
al medievalismo de la pastorada
las encontramos en autores como cicos, presentaciones, ofrecimientos al Niño, tas, arrastradas en su falta de invención»56,
Ángel Gómez Moreno (cf. «Tea- despedidas...) no difiera del esquema habitual para proponer una peculiar revitalización (y
tro medieval», en Carlos Alvar
et al., ía prosa y el teatro en de los autos de Navidad de los siglos XV a depuración) de éstas.
la Edad Media, Madrid, Taurus, XVII (que amplificaron a su vez el Officium Es precisamente en el siglo XIX cuando
1 9 9 1 , pág. 193).
pastorum) ha llevado a autores como Maxi- encontramos las primeras piezas teatrales
53 miano Trapero a defender que las pastoradas fijadas textualmente en las que se muestran
Véase Carta de fray Pedro de
no nacieron como forma de popularización los elementos definidores del género actual:
Gante al rey don Felipe II. San
Francisco de México, 1558, en de un texto culto sino que, por el contrario, el diálogo jocoso de los pastores en el que se
Joaquín García Icazbalceta, Nue- tienen un modelo anterior común a éstos y citan ya las profecías en torno al nacimiento
va Colección de documentos para
la historia de México, México, de Cristo, la intervención del Demonio para
Salvador Chávez Hayhoe, 1 9 4 1 , tentarlos, la llegada del ángel (san Miguel)
II, págs. 206-207.
para enfrentarse a Luzbel y vencerlo, la anun-
54 ciación y la adoración ante el pesebre con
Véase Carta anua jesuíta de el siglo XVI, fue publicada 5ó
por primera vez en Othón
cantos y danzas. Contamos, sin embargo, con
1596, en Mariano Cuevas, His- Nota de Fernández de Lizardi
toria de ¡a Iglesia en México, 5 Arróniz, Teatro de evange- a su Pastorela en dos actos, testimonios que demuestran que el paso a este
vols., México, Editorial Patria, lizarían en Nueva España, ed. de Luis de Tavira en Autos, tipo de estructura dramática no fue ni mucho
1946, II, pág. 413. México, U N A M , 1 9 7 9 , págs. pastorelas y dramas religiosos.
1 8 7 - 2 3 8 ; Cayetano Javier de 1817-1862, México, Consejo
menos lineal: si, por un lado, se ha encontra-
55 Cabrera y Quintero escribió Nacional para la Cultura y las do documentación que podría remontar su
en el siglo XVIII un Coloquio
La obra de Juan de Cigorondo
Égloga pastoril al nacimien- al nacimiento de Nuestro Se-
Artes, 1995, pág. 80.
origen a la segunda mitad del siglo XVIII 57 ,
to del niño Jesús, escrita en ñor para ser representado 57 por otro, hay constancia manuscrita, todavía
en el Colegio de San Miguel Véase Alejandro Ortiz Bullé-
de Bethlem de México que
a comienzos del siglo XX, de pastorelas que,
Goyri, «Notas a propósito de
ha sido publicado en Joel la pastorela en México hacia alejadas de esa estructura popularizada en
Romero Salinas, La pastorela el silo XVIII», en Beatriz Aracil el siglo XIX, mantenían vigentes elementos
Reflexiones para una historia
mexicana: origen y evolución, et al., Fiesta y teatralidad de la
de la teatralidad religiosa popular
en México SEP-Cultura/FONART, Méxi- pastorela mexicana, México,
destinados a reforzar la fe e instruir en la
BEATRIZ ARACII. VARÓN
co, 1 9 8 4 , págs. 1 2 9 - 1 4 1 . U N A M , 2 0 0 4 , págs. 13-22. doctrina cristiana a las comunidades indi-
genas muy similares a los que debieron em- derivaría a su vez, entre la población
plearse en el primer siglo de la colonia58. autóctona, hacia formas más propia-
En cuanto a las muy diversas danzas de mente indígenas como las danzas de
«moros y cristianos» que se realizan en Méxi- chichimecas), y el de La destmcáón
co, sobre las que continúa siendo imprescin- de Jerusalén, que tuvo una presencia
dible el ya citado trabajo de Arturo Warman, destacada en la literatura y el teatro
tal vez resulte más sencillo que en las formas medieval europeo62 y que se debió
anteriores -al menos en algunos casos- estable- trasladarse asimismo a la Nueva Es-
cer el modo en que se han ido transformando paña en el primer siglo de la colonia,
desde su introducción en el territorio, siempre como demuestra la pieza en náhuatl
y cuando se trabajen las distintas variantes en conservada sobre este tema63 (cuya es-
sí mismas y en relación con el resto. Pondré critura puede ser de fines del XVII o
solamente un ejemplo: entre los textos de comienzos del XVIII, pero probable-
representaciones religiosas tradicionales que mente es copia de un pieza del XVI64).
logró reunir en la región de Chilapa (Guerrero) De hecho, el manuscrito mexicano de
a fines de los 80, Ariza Acevedo incluye el de La destrucción de Jerusalén, a pesar de Santiago.
Colorado.
Danza de los Chareos de San Juan
Detalle foto de Darina Robles.
una danza de Los Moros Santiagos en la que, no incluir al apóstol Santiago como
junto a Santiago y el Rey Moro, aparecen Ves- personaje, comienza con las siguientes palabras:
pasiano y Poncio Pilatos, aspecto sobre el cual «Aquí se asienta la vida del Señor Santiago, de ed., Colección de autos, farsas
comenta este investigador: cómo sucedió que destruyó a la gran ciudad de y coloquios del siglo XVI [1901 ] ,
4 vols., Hildesheim-Nueva York,
Jerusalén, a los judíos y a Pilatos»65, palabras Gerg Olms Verlag, 1979, IV, pág.

...esta versión de los Moros Santiagos desarrolla una que, más que un «engañoso título», como 211); en España se conserva asi-
mismo una pieza teatral, el Auto
historia más que basada en la fantasía, basada en plantea Horcasitas, pueden ser reflejo de esa de la destrucción de Jerusalén,
la ingenuidad, en lo intemporal. En ella conviven confluencia temática que venimos comentando recogida en el Códice de Autos
Viejos [ibidem, I, auto XXX, págs.
personajes de distintas épocas, por ejemplo en la y que en la representación de Chilapa se da ya 502-524), que pudo componerse
escuadra mora aparece Pilatos, un personaje real de forma evidente. a finales del XVI.

y contemporáneo de Cristo, de hace veinte siglos, Aunque todavía no estemos en condicio- 63


lidiando con Santiago, un mito de la reconquista nes de explicar las fases de dicha confluencia, La obra fue publicada por pri-
española que debió hacer su aparición por lo menos mera vez por Francisco del Paso
parece lógico pensar que guarda a su vez re-
y Troncoso [Destrucción de Jeru-
mil años después de Pilatos. Esto nos da una idea de lación con una temprana identificación, en el salén. Auto en lengua mexicana
que la intención del anónimo juglar de esta pieza, contexto novohispano, entre los judíos y los {anónimo} escrito en letra del
siglo XVII, Florencia, Tipografía
no fue la de contar un testimonio histórico, sino el moros como enemigos de la verdadera fe66, de Salvador Landi, 1907) y más
interés de propagar la fe cristiana, de una manera tarde por Horcasitas [El teatro ná-
huatl, op. cit., págs. 465-495).
entretenida, sin complicaciones, ni de fechas ni de
nacionalidades59. 58 61
64
En un trabajo anterior expliqué Cf. la introducción de Paso y
Luis Weckmann, La herencia
ya cómo, por ejemplo, la Pas- Troncoso (op. cit., págs. 134-
medieval de México, México,
Sin negar la evidente finalidad catequiza- torela de viejos (para el año de El Colegio de México-FCE,
135 y Horcasitas, El teatro ná-
dora de la pieza, lo cierto es que la aparente 1912), hallada en Quinceo y 1994, pág. 5 1 8 .
huatl, op. cit., pág. 4 6 1 .

incongruencia argumental de esta danza no se transcrita por Adrián F. León,


fue compuesta íntegramente en 62 65
debe a la ingenuidad del supuesto autor, como lengua indígena por un autor Abordado en el mismo siglo
Ibidem, pág. 465.

propone Ariza60, sino al origen colonial de la con suficientes conocimientos I por Josefo en su De bello
66
de doctrina cristiana (probable- ludaico, este asunto tuvo una
representación: como ha señalado Weckmann, mente un sacerdote o alguien amplia difusión en la literatura Recordemos que esta identifica-
muy cercano al entorno religio- medieval europea: del siglo XIII ción se d a desde las primeras
so} que aprovechó la represen- es el poema anónimo la Des- décadas de la evangelización,
Desde un principio, en la Nueva España el apóstol tación teatral para transmitir a truction de Jéwsalem, escrito tal como se muestra en la puesta
Santiago encabeza siempre a los cristianos, y Poncio los fieles determinados concep- en lemosín, sobre el cual se en escena de una deseada Con-
tos doctrinales (véase Beatriz hizo una versión inglesa y una quista de Jerusalén (Tlaxcala,
Pilato frecuentemente a los indios. Esta interesante Aracil, «Pastorelas tradiciona- 1539), en la que, según fray
francesa en prosa impresa en
circunstancia revela la antigua relación de la danza les indígenas en el siglo XIX», el siglo XV al menos siete veces Toribio Motolinía, los españo-
en ibldem, págs. 23-36, en les y mexicanos se enfrentarían
de moros y cristianos con los temas tradicionales de y traducida al español a fina-
a «Moros y Judíos con mucha
especial págs. 25-30). les de ese mismo siglo (véase
los cantares de gesta, especialmente los relativos a la María Rosa Lida de Malkiel, munición y bastimentos» (fray
Toribio de Benavente Motolinía,
conquista de Jerusalén o a su destrucción a manos de 59 Jerusalén: el tema literario de
Historia de los indios de la Nue-
Tito y Vespasiano61. Ariza Acevedo, op. cíf., pág.
347.
su cerco y destrucción por los
romanos, Buenos Aires, Univer- va España, ed. de G. Baudot,
sidad de Buenos Aires, 1973). M a d r i d , Castalia, 1985, pág.
Por lo que respecta en concreto 206).
60
En efecto, desde fechas muy tempranas del al ámbito teatral, Rouanet des-
Quien olvida además que
período virreinal, debió operarse una confluen- Santiago no es sólo un mito tacó ya la importancia, entre
cia entre el tema español de la Reconquista, sino también, y ante todo, un otras obras sobre el tema, de La Reflexiones para una historia
personaje histórico, uno de los vengeance de Notre-Seigneur, de la teatralidad religiosa popular
con la figura central del patrón Santiago, muy apóstoles de Cristo, contempo- obra impresa siete veces entre en México
presente en la cultura de los vencedores (que ráneo de Poncio Pilatos. 1491 y 1539 (Leo Rouanet, BEATRIZ ARACIL VARÓN
así como con el hecho de que no por un lado, a que la indagación sobre la
sólo la estructura sino también el propia identidad surgida con los movimientos
tema central de todas estas piezas independentistas del siglo XIX llevó a una re-
sea el mismo: la conversión al vitalización de manifestaciones propias de la
cristianismo (con sus implicacio- tradición popular por parte de autores cultos
nes políticas e ideológicas) des- (como hemos visto en el caso de la pastorela
de distintas perspectivas (en Los en manos de dramaturgos como Lizardi) y,
Moros Santiagos, la conversión por otro, a la propia situación de decadencia
del gobernante, en la figura de de la Iglesia católica en la segunda mitad del
Vespasiano, la del infiel derrotado XIX. Como ha explicado Annick Lempé-
por «España», que acepta a Cristo riére, desde los inicios del nuevo gobierno, la
y recibe el bautismo, e incluso la religión católica, como «motivo de expresio-
negación de ésta, la ausencia de nes particularistas de identidad» vinculadas a
arrepentimiento). santuarios o parroquias de santos patronos,
Creo que el ejemplo citado sir- se enfrentó a los deseos liberales de homoge-
ve para demostrar cómo el cotejo neización de una identidad nacional70. Tras la
de fuentes coloniales y contem- Independencia, estas identidades particulares
poráneas es necesario para una pervivieron porque
correcta comprensión de ambas,
como lo es también la utilización Cada ciudad, villa o pueblo conservaba su identidad
Mahoma de una danza de moros cristianos en de los documentos externos o in- propia no sólo gracias a su gobierno sino también
Oaxaca. Foto de Darina Robles.
directos sobre el contexto cultural mediante el culto a sus santos patronos y demás de-
de dichas fuentes. Pero, al mismo tiempo, vociones particulares que llevaban a cabo cofradías y
las preguntas que genera sobre las formas de conventos, ayudados por el ayuntamiento71.
popularización y de fusión de las variantes
67
Cf. a este respecto las «Tareas arguméntales de una tradición muy diversa De hecho, esta situación fue apoyada en
para una investigación futura» ponen de manifiesto lo lejos que estamos de un principio por el poder: las constituciones
que propone Gisela Beutler en su
artículo «Algunas observaciones
una indagación sistemática y global en este mexicanas hasta 1847 incluyeron la religión
sobre los textos de 'Moros y Cris- sentido67; una indagación que, para cualquiera católica como única del Estado y el calen-
tianos' en México y Centroamé-
de las formas tradicionales, deberá tener en dario oficial mantuvo las «fiestas religiosas
rica», en A . David Kossoff et al.
(eds.), Actas del VIII Congreso cuenta la premisa ya señalada por Warman de nacionales» (Semana Santa, Corpus Christi,
de la Asociación Internacional que la evolución social y cultural no tiende a Virgen de Guadalupe) junto a las nuevas
de Hispanistas, M a d r i d , Istmo,
1986, pág. 233. la homogeneidad, sino «a la diversificación, al fiestas «cívicas»72. Hubo que esperar a las
pluralismo», y que esa diversidad en México Leyes de Reforma, y especialmente a la Ley
68
Véase W a r m a n , op. cit., págs.
ha sido resultado sobre todo del contacto Lerdo de 1856, con la desamortización de
14-16. entre dos culturas, de un proceso de acultura- los bienes corporativos, y en concreto los
ción en el que los grupos indígenas, en su re- eclesiásticos, para ver el triunfo de una re-
09
Id. lación con la cultura dominante, han generado pública liberal que impuso una nueva forma
productos culturales influenciados por ésta, de sociedad dominada definitivamente por
70
Annick Lempériére, «De la re-
pero también voluntariamente divergentes, el poder civil y no por el religioso73. Frente a
pública corporativa a la na- reafirmadores de la propia identidad68. un progreso urbano marcado por la festivi-
ción moderna, México ( 1 8 2 1 -
1869)», en Antonio Annino y
En el estudio de ese proceso evolutivo ha- dad cívica, las comunidades rurales mantu-
Francois-Xavier Guerra, Inven- brá que considerar además otra idea destacada vieron desde entonces sus fiestas religiosas
tando la nación, México, FCE, como señas de identidad de una cultura
2 0 0 3 , pág. 3 3 4 .
por Warman: «las transformaciones básicas,
las que cambian la orientación en la evolución marginal, sufriendo además un importante
71 de la culturas, no son el resultado de un pro- cambio al quedar libres de la autoridad del
Id.
ceso lento sino que por el contrario suceden clero. El resultado fue una continuidad de
72 en lapsos cortos y de gran intensidad»69. La las manifestaciones tradicionales respecto
Ibidem, pág. 3 3 0 .
tradición teatral religiosa se ha visto marcada al período anterior, ya que, como explica
73 en México, como el resto de elementos de la Luis de Tavira, los laicos piadosos que se
Véase ibidem, págs. 330-346.
cultura, por momentos de transformación y hicieron cargo de las ceremonias religiosas
74 ruptura como la Independencia o la Revolu- volvieron «a las tradiciones paralitúrgicas
Tavira, op. cit, pág. 2 1 . ción. Apuntando sólo este tema (que deberá del pasado colonial»74, pero también una
ser estudiado a fondo), parece que, al menos mayor libertad de las formas y, sobre todo,
Reflexiones para una historia en el caso de la Independencia, este proceso de los contenidos, que ya no debían ajustar-
de la teatralidad religiosa popular
implicó una quiebra pero también una recu- se a la ortodoxia de la estructura eclesiástica
en México
BEATRIZ ARACII. VARÓN peración de la tradición, y ello fue debido, (circunstancia muy reveladora para el estu-
dio de algunas representaciones de la época, el epígrafe anterior (y corrobora el trabajo de 76
Base de La Pasión de Iztapalapa,
en especial de moros y cristianos, como ha Cáceres), algunos conceptos planteados por pero también de otras muchas
demostrado Warman75). los estudiosos del Romancero han resultado representaciones actuales como
las Judeas nicaragüenses (véa-
Al estudio de estos contextos socio-polí- de gran funcionalidad para el estudio de am- se el trabajo de Roberto Sán-
ticos tan significativos habrá que añadir ne- bas manifestaciones culturales tradicionales; chez Ramírez para el diario La
Prensa, 21-3-2005, en h t t p : / /
cesariamente el de los contextos propiamente en segundo lugar, porque los trabajos de www-ni. Iaprensa.com. n¡/archi-
culturales. En este sentido, se hace necesario conjunto realizados en este ámbito (entre los v o / 2 0 0 5 / m a r z o / 2 1 /nacio-
profundizar en algunos aspectos poco traba- que destaca el de Mercedes Díaz Roig sobre el nales/nacionales-20050321 -
01 .html).
jados como el de las influencias en el teatro Romancero tradicional de América*0) pueden
religioso tradicional de otros géneros, tanto servir de modelo para un necesario estudio 77
Véase Gisela Beutler, La his-
cultos como populares: así, por ejemplo, re- comparativo con otras zonas geográficas del toria de Fernando y Alamar.
sulta imposible comprender el desarrollo de continente en las tres líneas temáticas pro- Contribución al estudio de las
las representaciones de la Pasión a partir del puestas (representaciones de la Pasión, pasto- danzas de moros y cristianos
en Puebla ¡México), Stuttgart,
último tercio del siglo XIX sin atender al éxi- relas y danzas de moros y cristianos); en tercer Franz Steiner Verlag W i e s b a -
to de la novela El Mártir del Gólgota (1863- lugar, porque los investigadores de la poesía den, 1984.

1864), del escritor español Enrique Pérez tradicional han incorporado ya el teatro a sus 78
Escrich76, o trazar la evolución de las danzas perspectivas de análisis (como demuestran los Milena Cáceres Valderrama,
títulos sobre este género que se incluyen en la La fiesta de moros y cristianos,
de moros y cristianos desde sus orígenes sin
Lima, Pontificia Universidad Ca-
analizar sus conexiones con el Romancero. Y Bibliografía descriptiva de la poesía tradicio- tólica del Perú, 2005.
es precisamente el vínculo con esa manifesta- nal y popular de México coordinada por Au-
79
ción folklórica tan difundida en Hispanoamé- relio González81); y, por último, porque los Conceptos que son consecuen-
rica, destacado ya por investigadores como estudios romancísticos cuentan incluso con cia, a su vez, del de tradicional!'

Beutler77, el que me lleva a plantear una última algún proyecto de aplicación de las nuevas dad ya planteado (véase ibidem,
págs. 53-65).
reflexión metodológica. Aludo para ello a un tecnologías (como el Proyecto del Romancero
trabajo reciente de Milena Cáceres publicado Pan-hispánico incorporado a la WEB por 80
Mercedes Díaz Roig, Romancero
en Lima, La fiesta de moros y cristianos en el Suzanne Petersen82) que puede favorecer la tradicional de América, México,
Perú, en el que se estudia la Relación de la sistematicidad a la hora de enfrentarnos a un El Colegio de México, 1990.

historia del Ave María del Rosario o Garcila- objeto de estudio caracterizado precisamente 81
zo que todavía se representa periódicamente por la multiplicidad de variantes. Aurelio González (coord.), Biblio-
grafía descriptiva de la poesía
en Huamantanga (departamento de Lima). La utilización de bases de datos informáti- tradicional y popular de México,
El trabajo de Cáceres analiza esta danza de cas, el manejo no sólo de las variantes teatrales México, El Colegio de México,
moros y cristianos cotejando su texto con sino también de la bibliografía crítica que 1993.

distintas fuentes españolas de los siglos XVI sobre ellas se ha desarrollado en el resto de 82
y XVII sobre este episodio de la conquista América Latina o los estudios comparativos Como explica la propia Peter-
sen en su página ( h t t p : / / d e p t s .
de Granada, entre ellas, el romance «Cercado entre géneros tradicionales pueden, junto al washington.edu/hisp rom/es-
está Santa Fe», que para la autora constituye resto de los aspectos señalados a lo largo del p a n o l / ) , este proyecto a largo
plazo pretende poner en línea
«el armazón sobre el que reposa» la pieza presente epígrafe, ser base para futuras líneas «a) una bibliografía crítica del
peruana78. El libro puede servir de modelo de trabajo en el estudio histórico de las for- género, b) una muestra re-
para observar las posibilidades de estudios mas tradicionales de teatralidad religiosa en presentativa de todos los ro-
mances documentados por el
comparativos concretos en la dilucidación de México. Advertía Menéndez Pidal en la nota mundo desde el siglo XV, c)
estas vinculaciones entre la tradición teatral preliminar a su Romancero hispánico: representación cartográfica de
datos romancísticos primarios
y la romancística, pero si lo cito además a y secundarios y d) reproduc-
este propósito es porque la autora maneja, en Es verdad que el romancero de tan dilatada vida apa- ciones musicales de recitacio-
nes originales y su notación
su análisis de la obra en cuestión, conceptos rece dividido en dos porciones muy separadas: una musical»; cf. Suzanne Petersen,
propuestos por Menéndez Pidal y Diego antigua, perteneciente a los siglos XV y XVI, y otra «El encuentro del Romancero
Catalán para el estudio del Romancero (con- moderna, correspondiente a los siglos XIX y XX. A
en América con el proyecto
romancístico en la WEB: asig-
cretamente los de «versión» y «motivo»79), primera vista parecerá incongruente establecer una natura pendiente», Anales de
esto es, traslada a la investigación teatral una relación efectiva entre ambas porciones (...). Y, sin Literatura Hispanoamericana,
2 0 0 1 , núm. 3 0 , págs. 135-
metodología que ha resultado válida en el 155.
ámbito de la poesía tradicional.
A pesar de las evidentes diferencias entre
ambos géneros, seguir los pasos de los estu-
75 contemporáneas como la de
dios realizados durante más de un siglo sobre Véase W a r m a n , op. cit, Los Moros Chinos de Chilapa,
el Romancero en España y América puede pág. 133. Las reflexiones de que no incluye la conversión,
Warman podrían servir asi- pero sí el lamento de los moros
abrir un vasto campo en las investigaciones mismo para comprender los
Reflexiones para una historia
derrotados por Santiago (cf. de la teatralidad religiosa popular
sobre el teatro religioso tradicional. En pri- heterodoxos finales de algunas ed. de Ariza Acevedo, op. cit., en México
mer lugar, porque, como hemos visto desde danzas de moros y cristianos pág. 419). BEATRIZ ARACIL VARÓN
embargo, cuando examinemos el modo como ha ido Beutler, Gisela, La historia de Fernando y
descubriéndose el romancero actual, nos convence- Alamar. Contribución al estudio de las
remos de que él existió durante varios siglos antes, danzas de moros y cristianos en Puebla
aunque ignorado o negado, y cuando penetremos el (México), Stuttgart, Franz Steiner Verlag
carácter y el valor de la producción antigua y de la Wiesbaden, 1984.
moderna en su conjunto, veremos que no hay abismo — , «Algunas observaciones sobre los tex-
ninguno ni solución de continuidad entre los roman- tos de 'Moros y Cristianos' en México y
ces de antes y los de dos siglos después83. Centroamérica», en A. David Kossoff et
al. (eds.), Actas del VIH Congreso de la
Sin duda un estudio sistemático, global y Asociación Internacional de Hispanistas,
contextualizado, al que están contribuyen- Madrid, Istmo, 1986, págs. 221-233.
do ya los investigadores actuales, permitirá Boal, Augusto, Técnicas latinoamericanas de
a la historiografía teatral en México (y en teatro popular: una revolución coperni-
otras zonas de América) establecer no sólo, cana al revés, Buenos Aires, Corregidor,
de manera semejante a la propuesta por Me- 1975.
néndez Pidal respecto a la poesía tradicional Cáceres Valderrama, Milena, La fiesta de
española e hispanoamericana, una «relación moros y cristianos, Lima, Pontificia Uni-
efectiva» entre el teatro evangelizador del versidad Católica del Perú, 2005.
siglo XVI y determinadas formas de tea- Carvalho-Neto, Paulo de, «Concepto y rea-
tralidad actuales sino también las claves de lidad del teatro folklórico latinoamerica-
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