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En lo que a la rama de procesos a la que considero que es preciso centrar la energía que
producen mis galaxias, voy a tener que decir que estimo que es absolutamente
contraproducente cerrarme a tratar de escudriñar las entrañas de un solo proceso. Al desglosar
a la humanidad en todos los sistemas solares posibles es fácil encontrar no solo fragmentos
complementarios sino, y un sino bastante relevante, separados: la música que se besa con las
artes plásticas, la física que requiere del calor abrasador de las matemáticas, la biología que
muere sin la química, la medicina que se resquebraja irremediablemente sin la filosofía, la
tecnología que comete suicidio sin la física (por lo tanto, sin las matemáticas) y todo que se
sopla al polvo si la maña de querer pensar se nos va. Todo se conecta en miles y millones de
variedades que constituyen una sola entidad que trabaja única e irremediablemente con, para y
por la humanidad, y que es la humanidad a fin de cuentas; este hermoso caos que se oculta
detrás de los esfuerzos -desentendidos a veces- del hombre por comprender (se, otra vez)
constituye el plano de lo que un ser humano, como lo soy en este preciso instante, necesita
volver a.
Requiero de esa traición sublime, de ese abandono de las filas propias mientras las
lanzo al abismo y vuelvo por ellas una cantidad infinita de veces, del fuego que me funde y las
funde conmigo, de la daga que me ayuda a abandonarlas nuevamente, de los hilos que retuerzo
con las manos a veces temblorosas respirando al derecho y al revés, de la lagrima que se
desprende cuando las cuerdas desafinan, de la manía de abrazar al mundo y empujarlo lejos
inmediatamente, del ruego por quedarme y las ansias de irme, de la serpiente que se desliza
cuando mi oro se rompe, de los patrones que veo o creo ver cuando miro (cuando lo miro,
cuando los miro, cuando te miro), de la vida que a veces amo y a veces no tanto, del vértigo
que me invade cuando se asoman los ojos de la preciosa muerte, de esta sangre, esta mierda,
este semen, estos nervios, estas manos y las ganas de que me muera hoy y de que me muera
nunca, allí cuando sea capaz de cantar junto a esos patrones que nos unen irremediablemente.
Ciencias, como les llaman, todas ellas. Porque no se puede brindar con una si no se
hace también con todas, porque no vale la pena desprenderme de la humanidad que me libera,
porque ese desapego de todo esclaviza y entran entonces todos los monstruos: el martirio, las
desganas, la victoria de la sombra, la peste, el prejuicio que mata, la desconexión que supone
creer saber, el sobre anal-izamiento, la separación, la quema del puente, el dogma, el desprecio
de lo esencial.