Reflexiones para Cristo Hoy (y preguntas)

XXVIII° Domingo TO (Ciclo A)

Las parábolas de Jesús nos expresan poéticamente algún aspecto del Reino de los
Cielos, con toda la limitación de nuestra comprensión. Como es el caso de la presente
comparación del Reino con una boda, que la podemos entender desde los elementos
sensibles, como pueden ser el envío de los servidores para dar los partes, la preparación
de la fiesta y el uso del traje de bodas. Como también podemos ver la realidad profunda
que nos quiere transmitir el Señor con esta figura: celebrar las bodas eternas con Dios.
Al leer las Sagradas Escrituras, vemos que la historia de la humanidad comienza en el
Génesis con un matrimonio, de Adán y Eva, y se termina con la celebración de las
Bodas del Cordero, en el Apocalipsis. El Hijo de Dios viene al mundo a redimir al
hombre y, lo realiza entregando su Cuerpo y su Sangre en la Cruz. En la lógica nupcial,
María a los pies de la Cruz, como figura de la Iglesia, Esposa de Cristo, recibe el amor
de Jesús, que la hace fecunda como Madre de la Iglesia.
Los escritores místicos nos enseñan que el grado más elevado de la oración
contemplativa es el matrimonio místico, como lo han experimentado algunas santas
como Catalina de Siena o Rosa de Lima, que consiste en una transformación total en el
amor a Dios. En el matrimonio cristiano, los esposos se donan y reciben mutuamente,
siendo signo del amor de Cristo por la Iglesia. Todos estamos llamados a esa elevada
unión con Dios en el amor, a través de nuestra vida de oración. Sin embargo, por
nuestra fragilidad, ya sea por el rechazo de la voluntad de Dios o por nuestra infidelidad
a través de nuestros pecados, no ascendemos por el camino de la Cruz para celebrar
nuestras bodas con el Cordero.

Preguntas:
1. ¿El fin de mi vida es el Reino de los Cielos? ¿O es algo lejano y casi
inalcanzable?
2. ¿Soy perseverante en mi vida de oración, buscando crecer en la comunión con
Dios?
3. ¿Confío en el poder de la gracia de Dios en la lucha contra mis pecados e
imperfecciones?