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En la época antigua, Aristóteles estableció los tres modelos o géneros para producir
discursos retóricos, el deliberativo, el forense y el epidíctico, así como sus características y
sus fines. Sabemos que la retórica entró en una etapa de decadencia al caer la democracia
griega y romana, convirtiéndose en práctica escolar.
En ese sentido, la retórica como sistema, descrito ya por Tomás Albadalejo, se convirtió en
un lugar común que alimentó el campo literario, y su influencia continuó en la Edad Media
hasta la Ilustración. Durante dicha etapa, la retórica “como ciencia del habla”, señaló el
filólogo Robert Curtius, devino en nuevas formas de expresión, tal es el caso de la prosa
artística y la prosa seria, que dieron lugar al arte del ensayo y al arte epistolar, por
ejemplo.
En la última centuria, diversos teóricos de los géneros han puesto sobre la mesa de
discusión la posibilidad de un cuarto género, tal es el caso de los teóricos españoles
Antonio García Berrio y Javier Huerta Calvo, quienes lo nombraron “didáctico-ensayístico”.
Partiendo de la noción “evolución literaria”, planteada por Yuri Tinianov, esta reflexión
tiene el objetivo de contribuir a este campo del análisis teórico, al observar que las obras
dentro de este cuarto género son esencialmente retóricas, puesto que no parten de la
imitación ni de la representación, sino que se establecen dentro de un circuito
comunicativo, con el objetivo de persuadir al oyente.