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ANGÉLICA MENDOZA.
Una mujer en la tormenta.
Con una Antología de sus Textos

Florencia Ferreira de Cassone

MENDOZA - Argentina

Universidad Nacional de Cuyo

Facultad de Ciencias Políticas v Sociales

1996
EPITOME

El experimiento sobre Educación Fundamental que se está realizando en


Pátzcuaro, ha puesto al descubierto una serie de problemas que están
arraigados en la realidad humana e histórica de nuestra América. Como hemos
visto, los objetivos de la Educación Fundamental se organizan de acuerdo auna
filosofía social y política, la cual tiende a formar ciudadanos responsables que
se integren con la vida de la comunidad. América Latina no podrá cabalmente
realizar esa empresa educativa si trata de desestimar los requerimientos que
ésta plantea, porque todo proyecto de Educación Fundamental replantea en
nuestros países el trascendental problema de evaluar la realidad presente y de
hacerse cargo de la estructuración del destino de América Latina.

La realidad de nuestras naciones americanas desde el Río Grande al Cabo


de Hornos, en la circunstancia que vivimos, aparece en un ámbito caótico de
dictaduras, gobiernos militares y con una masa de civiles quienes o llenan las
cárceles y sufren persecución o bien permanecen estáticos y sastifechos con
el nuevo orden de cosas.

Esas dictaduras y apatía ciudadanas desenmascaran la existencia ficticia


de las democracias y disimulan la baja condición de las masas, cuyos derechos
políticos casi nunca han sido gozados en libertad. De ahí la casi completa
ausencia del ejercicio de la voluntad popular y el desarrollo de la demagogia
como método de gobierno para mantener a la población bajo el señuelo de
mejoras económicas y sociales, que para ser realizadas exigen el control
permanente y regularde las opiniones y la entrega total de la masa a la voluntad
del grupo que maneja el país. Dicha demagogia no configura ni permite
configurar una real conciencia de pueblo, pues las masas son manejadas y
mantenidas en plena minoría de edad cívica. Esa situación de incapacidad ética
se agrava al elaborar y difundir desde arriba ideologías que substituyen a un
verdadero pensamiento político, y cuyos materiales han sido tomados de
ciertas corrientes destructivas que surgieron en Europa en vísperas de la
desagregación final. Es decir que a cambio de ciertas mejoras pasajeras se
empeña el futuro de toda la comunidad nacional. A pesar de que dichos
fenómenos se desarrollan y necesitan desarrollarse dentro del ámbito vivo de
la nación, ésta no es tenida en cuenta como organismo vivo y consciente. Un
hecho de enorme importancia social, como lo es la concesión del voto a la
mujer, sin que ella haya convivido con la práctica de la democracia ni con el real
ejercicio déla ciudadanía de parte de los hombres, tiene ciertas notas sombrías
para el porvenir de nuestra América si bien, a la larga, los factores impondera-
bles que desatan las luchas sociales pueden convertir a la contribución de la

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mujer-aunque sea emocional- en un hecho positivo.

La exigencia de una libertad real como requisito previo para el progreso


político de América Latina está planteada desde las luchas por la Independen-
cia, pero sólo en los últimos cincuenta años ha sido reclamada y reconocida por
las masas. Desde luego, la Revolución mexicana es el hecho cuya dinámica ha
sacudido a las masas de América Latina con la certidumbre de poder repetirlo
y la posibilidad de ganarlo a fin de asegurar los beneficios de la libertad. La
exigencia por una libertad real nos lleva directamente, además, a una revisión
de nuestra tradición jurídica dominante cuyas raíces plantadas en América no
han dado frutos positivos respecto a la responsabilidad del individuo y al
derecho del ciudadano. El falseamiento de la ley. su mal uso por los de arriba
y la impotencia de los de abajo para reforzar su validez escrita en la realidad,
ha creado esa historia sangrienta de guerras civiles, revoluciones y asonadas
que forman nuestro patrimonio político. La lucha porta libertad de pensamiento
todavía se desenvuelve en un plano individual y, a veces, requiere un esfuerzo
titánico para llevarla a cabo cuando no el sacrificio de toda una existencia. En
nuestros países, a pesar de la tradición heroica individualista, las masas
permanecen ajenas y acobardadas cuando se trata de decidirse entre un
gobierno de fuerza y la existencia de una prensa libre. Pero otra parte, la
posesión de parte de los gobiernos de fuerza, de un verdadero arsenal moderno
para liquidar las expresiones colectivas actúa como freno permanente en toda
oportunidad de protesta.

Nuestra América carece de una tradición que tienda a afirmar la justicia


sobre bases de equidad; la experiencia histórica nos muestra el predominio de
una justicia subjetiva y vindicativa. "Hecha la ley, hecha la trampa", apunta a una
existencia social basada en la injusticia y la práctica del mal: pero a la vez
descubre un escepticismo y una falta de sentido ético entre las masas.
Cuatrocientos añosde cohecho y disimulo entre las majestuosas sentencias de
las Leyes de Indias y su magra y desvirtuada aplicación han sido completados
y ahondados por un siglo y medio de constituciones abstractas que nunca se
gestaron en la realidad social y humana de América Latina. Dichas constitucio-
nes se elaboraron para regir a un hombre moderno, libre, culto y responsable
cívicamente, pero inexistente; jamás se concibieron en el conocimiento de la
pulpa viva de nuestras comunidades agrarias e indígenas.

En los últimos decenios -y como una proyección a la distancia de las guerras


y revoluciones del presente siglo- los problemas de la justicia social se han
hecho presentes en América Latina y el requerimiento actual es la de raciona-
lizarlos y darles vigencia histórica. Por otra parte, dichos problemas han

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proporcionado material explosivo a las demagogias las cuales los han utilizado
no como arma social y destructiva. Sin embargo, como las demagogias no
poseen el sentido económico apropiado son incapaces de lograr la posterior
reconstrucción con una forma nueva y más justa de convivencia. Elevar
simplemente los salarios no significa elevar la condición humana pues deja
subsistente otros hechos más profundos: desigualdad social, autoritarismo,
sentido de castas, inseguridad económica, ausencia de justicia, violación de los
derechos humanos, economía atrasada, aislamiento rural, métodos y técnicas
inadecuados de trabajo, burocracia poderosa y venal, unicato político y
destrucción de las formas organizadas de oposición, nivelación de las concien-
cias, destrucción de los valores culturales independientes, terrorismo policial y,
en consecuencia envilecimiento cotidiano de las masas. Además, aumentar la
capacidad adquisitiva del individuo sin permitirle el uso y ejercicio de la libertad
y el derecho a una existencia digna, significa aumentarla incapacidad de una
masa de individuos bien vestidos y bien comidos, cuya digestión impide el
desarrollo de su conciencia cívica y de su patriotismo. Ese tipo de demagogia
basada especialmente en la satisfacción de necesidades elementales, propor-
ciona un falaz sentimiento de felicidad con la fácil satisfacción del consumo de
productos inútiles y frivolos que tales sistemas fabrican por falta de una
economía bien organizada. El bienestar que se ofrece es una substitución de
la real existencia ciudadana; viene a ser el reverso de la conciencia mistificada
en la cual vive la masa.

Junto a esos problemas inmediatos se ha introducido en el ámbito de


nuestra América un interrogante sombrío y cuyo sentido pertenece a la época
de desagregación en que vivimos. ¿Hacia dónde va América Latina? ¿Tiene
acaso conciencia de que debe poseer un destino propio? Ambos interrogantes
se complementan en uno centrado en el destino de nuestra América. Ha vivido
de prestado tanto en ideologías como en imágenes; América Latina aún no se
pertenece. A través de cuatro siglos el hombre de América oyó restañar el látigo
del encomendero, la voz untuosa del fraile y el recitar engolado del oidor. Un
siglo y medio de liberación le hizo escuchar el grito de guerra de caudillos junto
a los ecos del pensamiento iluminista, del romanticismo político y de la praxis
positivista. Pero ¿se oyó la voz del hombre nativo aherrojado primero en los
"obrajes" y la "mita" de la colonia y, más tarde, en la condición servil del
"pongaje"? América no ha cavado hondo en su pasado arcaico y su cultura tiene
las raíces en el aire.

Si analizamos las apariencias de nuestro estilo de vida verificaremos su


extranjería e inestabilidad Nuestra América no ha querido mirar hacia atrás y
ha intentado olvidaral hombre realque vive, trabaja y pulula en nuestros países.

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Porque la cultura ha sido quehacer de élites, extrañadas de nuestra propia
condición. El hombre común, el indio y el campesino, no han hecho historia sino
en las guerras de la independencia y las insurrecciones; siendo el hombre real
de América ha vivido como huésped indeseable. De nuevo hay que aludir a
México; el hombre del machete hizo cambiar de estructura a una sociedad
estratificada en castas y bajo la égida de una burocracia aristocratizante. El
mismo potencial de lucha y rebelión puede existir en la mayoría de los países
americanos y desatarse por los caminos que recorriera en México.

América Latina debe comenzar a pertenecerse a sí misma. No vuelta a


Europa sino recogida en sí misma. Porque aún no ha tenido tiempo de
conocerse y de reflejar su pensamiento; porque aún no ha dirimido su contienda
con la salvaje naturaleza en la cual vive inmersa; porque todavía no ha
terminado de modelar su rostro y expresar su propia imagen con lenguaje
propio. Todavía vive en el mundo imaginífico del mito y la metáfora. Las
abstracciones del pensamiento madurado del mundo le son muy difíciles de
absorber y realizar. Ajena a exigencias extrañas nuestra América debe forjar
su destino a solas, admitiendo su realidad humana y social, aceptando su
condición, y confiando a su masa humana -con algo de indio y español, con algo
de negro y europeo-, la tarea de elaborar su propia y auténtica cultura ahincada
en la singularidad de la existencia. Pero debe abrir las puertas al mundo, al
Oeste y al Este, al Sur y al Norte, para recibir el aporte que le conceda la
dimensión universal y su cultura pueda ocupar un rango en el devenir de la
Historia Universal. Por otra parte, la pretensión de considerarnos "occidentales"
culturalmente, es falsa y destructiva. Las culturas de los países llamados
occidentales están ya de regreso y sólo buscan el camino de salida de su trágico
laberinto. Sus cuadros sociales homogeneizados en estructuras jerárquicas no
reflejan nuestra realidad social; América todavía tiene campo para expandirse,
crecer y construir. El hombre de nuestra América tiene espacio para arriba y
para los cuatro puntos cardinales; para descubrir, tranformar y recrear su
medio. Aún tiene esperanza y futuro imprevisto; su apetencia de ideales y
valores está virgen y vacía, porque apenas sí ha pisado el umbral de su historia.
La circunstancia de nuestra América nos presenta en medio de una fresca
barbarie e inocencia -porque aún el hombre es ignorante y no tiene conciencia
de sí.

He aquí por qué los objetivos de la Educación Fundamental -que el Centro


de Pátzcuaro intenta lograr- se convierten en requerimientos para una posible
vida auténtica y responsable en los países de nuestra América. De ahí la
importancia capital de su utilización por países que aún están bajo el dominio
de dictaduras y gobiernos de fuerza. Porque la Educación Fundamental se

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transforma en arma de doble filo y es destructiva, si acaso su aplicación sirve
para asegurar ideológicamente y ganar la voluntad virgen de las grandes masas
indias y campesinas. Sin embargo, el potencial positivo que carga en sus
objetivos puede permitir la creación de una conciencia de pueblo, aún bajo la
acción organizada de un Estado centralizado, si acaso quienes la ejercen son
maestros de verdad y conocen el camino por recorrer.

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