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Las crisis son oportunidades para mejorar.

La crisis que el mundo vive hoy en día por


cuenta del COVID es gigante. Sin embargo, esta crisis puso en evidencia que las
democracias a nivel mundial, unas más que otras, tienen falencias. Los gobiernos
locales y nacionales no han podido darle un manejo óptimo a esta difícil situación
dejando entrever improvisación, desconocimiento y falta de compromiso con la
atención que merece una situación de tal proporción.

La causa de esta caótica respuesta institucional radica en que esas “instituciones” están
desconectadas de la realidad. Los canales institucionales que en principio son el puente
que une a la sociedad con sus gobernantes no funcionan. Y la razón es tan obvia como
inquietante, aquellas personas que lideran las instituciones invirtieron los roles. Ya no se
trata de una institución democrática que sirve a los intereses de la sociedad, sino que se
trata de una sociedad que sirve a los intereses de las personas que lideran las
instituciones.

Luego la primera solución -a largo plazo- esta en reeducar a la sociedad misma,


haciéndole ver que su participación a través del voto impacta desde el valor del tiquete
de transporte público que usan a diario, hasta una monumental obra que se desarrolle
para su beneficio. Pero esta solución es poética y a largo plazo. Lo que se requiere es
urgente y este no lo tenemos. Se necesita que los parlamentos colegislen con la
sociedad. Es decir, se necesita que los parlamentarios se rodeen de las personas que
conocen de primera mano la verdadera crisis que se ha desatado. Cuando una persona
ve la cara de la tragedia se genera empatía. Por un lado, la sociedad comienza a creer en
sus instituciones, por que las siente cerca y no como un Olimpo donde están Dioses
inalcanzables. Y por otra parte el parlamentario o servidor público sale de la burbuja de
paraísos que él mismo se ha creado, y enfrenta la dura realidad de la sociedad. La
sociedad que se encuentra golpeada y llena de necesidades, lejos de las comodidades y
privilegios que da el estar en esas instituciones. Cuando se vive el problema se busca la
solución.

Otra solución que es más radical, sería remover a todos los servidores públicos o
cabezas visibles a quienes se les confió la administración y liderazgo de la nación, por
haber sido inferiores muy inferiores al reto de enfrentar la pandemia. Esta solución
aunque evidente, añade más problemas que soluciones, pues la sociedad se enfrentaría a
un tipo de anarquía administrativa.

En conclusión, la solución esta en el trabajo solidario y comprometido de todos los


ciudadanos que deben empoderarse de sus instituciones y su rol en ellas. Y por otra
parte las instituciones en cabeza de sus lideres deben restablecer ese canal de
comunicación siendo eficientes y eficaces, dejando de lado los discursos con bastantes
palabras y con nada de contenido y soluciones. Las institucionalidad no esta en manos
de quienes las administran, esta en manos de quienes las vigilan, y este papel es de
todos.

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