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Trucas,

de Juan Gedovius
(México, Editorial Fondo de Cultura Económica,
1997),

Narrar sin palabras es un arte que pone a prueba


la elocuencia y la creatividad gráfica de dos
lenguajes centrales y confluyentes en los libros-
álbum: el de la ilustración y el de la edición.
En las propuestas que toman esta premisa como
un motor de búsquedas estéticas, la ausencia de
palabras acicatea y multiplica los modos de decir y sugerir de las artes visuales.
La idea de silencio se convierte entonces en un signo de pregunta. ¿Acaso es del todo
silenciosa una historia que nos invita ya sea a susurrar íntimamente, ya sea a proferir a
solas o con otros nuestras hipótesis sobre lo contado por otros medios que no son los del
lenguaje escrito?
Detrás de todo libro que cuenta sólo a través del lenguaje visual quizás sea posible
imaginar voces. Lo callado se vuelve entonces una suerte de bosque musical y leer es
aventurarse en el fraseo de una melodía gráfica.
Se trata de una historia en donde lo manifestado por medio de la imagen se combina con
algunos procedimientos ―silenciosos‖ para generar diversos efectos sorpresivos en la
historia contada. Las voces de la ilustración dialogan con las voces del silencio. Lo hacen
fundamentalmente, aunque no sólo, por medio de una figura que la retórica visual
comparte con la retórica del código linguïstico: la sinécdoque, (una de las manifestaciones
más habituales de la metonimia, figura retórica que consiste en la sustitución de un término
por otro que guarda con el primero una relación de contigüidad real, extralingüística, en el
caso analizado estamos hablando de una contigüidad que se manifiesta en lo visual).
Otras manifestaciones propias de la metonimia son la sustitución del continente por el
contenido (p.e.: ―tomemos un chopp‖ en vez de ―tomemos una cerveza‖), o la sustitución
de la causa por el efecto (como cuando refiriéndose a un cuadro se nombra a su autor, o
sea a su ―causante‖, p.e: ―se compró un Picasso‖. En el análisis de Trucas veremos un
ejemplo visual de este último caso de metonimia en que se reemplaza la causa por el
efecto (encuentro del personaje Trucas con el dragón alado).
Mostrar la parte por el todo (que es lo que caracteriza a esta figura) se vuelve aquí un
recurso central para generar intriga en el relato aproximándose a la estrategia de las
adivinanzas: ¿qué será esto que se muestra sólo en parte?
Una manera posible de aproximarse al taller del silencio es poner la lupa sobre los modos
de callar y sugerir en esta propuesta gráfica.
La historia del cómico personaje que la cubierta invita a llamar Trucas haciendo
corresponder título e imagen, comienza antes de la narración propiamente dicha.

Su aparición en la cubierta es ya de por sí un recorte de su extraña y cómica presencia. Se


trata del rostro de un monstruo verde con largas orejas que rebasan los límites de la tapa,
una de las cuales se extiende hacia la contratapa. ¿Será un monstruo tan grande que
necesita ser representado sólo en parte para demostrar sus grandes dimensiones? Aun no
lo sabemos. Su gesto es de preocupación. Parece asomarse hacia el mundo que
constituye el afuera del libro, nuestro mundo. Algo le ha sucedido y hay que abrir el libro si
queremos saber las causas de tal estado. ¿Se asusta de los lectores o de algo que
tendremos que leer para saber? La duda está instalada: hay que entrar…
La historia de Trucas, antes de la narración propiamente dicha, ya ha comenzado con ese
gesto preocupado. Las posibles causas de esta preocupación se confirman en la primera
guarda en que vemos a Trucas atravesando un plano panorámico repleto de manchas.

Se aleja por la derecha como si huyera de algo o de alguien a juzgar por el gesto aparente
de sigilo. Arrastra a duras penas varios pomos de témpera. Es la primera información
sobre su real tamaño ya que los envases de pintura tienen prácticamente el mismo largo
que su estatura.
Al avanzar, en la página de créditos y en la portada que son aprovechadas conjuntamente
en sus posibilidades panorámicas vemos un hecho consumado: los pomos de pintura han
sido usados por completo ya que sólo quedan sus restos.

Las ―paredes‖ o las hojas profusamente manchadas sobre las que transcurre la acción dan
muestra de la actividad realizada. De Trucas sólo vemos una parte de una de sus piernas
que asoma en actitud de huida en el extremo derecho de la página, exactamente en el
corte de la hoja. Este procedimiento metonímico promueve el gesto lector de dar vuelta la
página para comprobar las consecuencias de la fuga.
En pocas palabras: la narración ya ha comenzado por los bordes del libro y todo parece
indicar que se trata de una travesura gráfica.
En esta decisión gráfica de transgredir los límites del marco planteado por el corte de
página se manifiesta además un procedimiento metaficcional: ¿Trucas huye de la historia
narrada o del libro? Este límite difuso entre ficción y mundo real quiebra la inmersión del
lector en el mundo ficcional haciendo evidente el carácter material del libro que se tiene
entre manos.
Ya en lo que sería la historia propiamente dicha (más allá de los para textos) vemos que
en la página izquierda una enorme mano también verde que supera el tamaño de Trucas
asoma desde el ángulo superior izquierdo ostentando un índice acusador dirigido al
causante de las manchas.
Nuevamente se manifiesta la parte por el todo ya que queda en el terreno de la
ambigüedad saber quién es el dueño o la dueña de la mano verde. El cuerpo de Trucas es
pura evidencia de la picardía realizada: se ha convertido en un monstruo multicolor. La
página de la derecha está en blanco (así sucederá en las dos acciones siguientes).
Podría pensarse que este espacio en blanco genera mayor intriga al hacer más evidente la
elipsis de la acción previa a la que sobrevendrá: en este caso la escena omitida es la
preparación del baño en una tina. Dar vuelta la página en blanco devela el enigma
mostrando el efecto de la acción silenciada: la mano sumerge a Trucas en la tina. Y si
avanzamos con la lectura, en la doble página siguiente veremos a Trucas luego del baño,
empapado y chorreando agua mezclada con pintura que impregna el piso.
En la siguiente panorámica (doble página) el personaje, furioso tras dejar un rastro de
agua manchada en ambas hojas, toma una drástica decisión.

Rasga la página blanca y este acto es representado por los dobleces que su enfurecida
acción ha producido y un fondo gris que estaría dando cuenta del interregno entre dos
planos de representación. En la página siguiente asoma su cabeza al otro lado.
Trucas entra por el borde de la página izquierda al reverso de la ficción de la que
participaba y de la cual escapó al ser castigado por su travesura. Lo primero que se
encuentra es sorprendente.
Se trata nuevamente de un procedimiento metonímico ya que lo que asoma en la página
derecha es el largo extremo de un lápiz (5). Para ver su continuación el lector no tiene otra
escapatoria que dar vuelta la página.

Lo que se encuentra puede hacer estallar ciertas hipótesis puesto que en la doble página
vemos que el aparente lápiz era en realidad la parte final de la cola de un dragón alado. La
representación de su enormidad nuevamente está apoyada en otra sinécdoque (6): para
ver la cabeza humeante y un ojo abierto que sugiere que algo pasó en su parte trasera,
tenemos que dar vuelta la página.

A su lado, nuevamente hay una página en blanco. El lector, quizás ya entrenado por las
anteriores páginas en blanco, estaría de este modo invitado a prever que algo sucederá en
ese silencio. La página siguiente responde: se lo ve a Trucas colgando del ―lápiz-cola‖
frente a las fauces abiertas del dragón.
Por medio de la elipsis se ha omitido representar que el travieso Trucas, tan atraído por las
artes gráficas, debe haber querido tomar el supuesto lápiz y se vio sorprendido por el
brusco movimiento hacia la boca del dragón del lápiz devenido cola.
En la siguiente doble página nos encontramos con una de las formas de la metonimiaesta
vez el efecto por la causa.

El extremo de una llamarada provocada por el dragón persigue al aterrorizado Trucas que
intenta escaparse a toda velocidad, acción cuyo peligro amerita el uso panorámico de las
dos páginas.
En la doble página que sigue veremos a Trucas humeante y chamuscado por el efecto de
las llamas. Intenta salvarse retornando al mundo del que provenía en el reverso de la
página, cuyo borde se ve castigado por el fuego. La enormidad del blanco de ambas
páginas —la representación gráfica del personaje ocupa menos de la cuarta parte
izquierda de la doble página— se ofrece como un refugio tranquilo para el maltrecho
personaje a la vez que invita a pensar sobre el cambio de mundos que nuevamente se ha
operado y, quizás, sobre la posible nueva travesura de Trucas.
En la doble página siguiente, Trucas comprueba que el tizne provocado por el fuego ha
dejado huellas en el papel blanco que constituye el mundo de ficción en el que lo
conocimos.

Este descubrimiento es compartido con el lector pues la actitud del personaje está a medio
camino entre descubrir por sí mismo el hallazgo y mostrárselo al mismo tiempo a quien lee
las imágenes estableciendo un contacto metaficcional entre el mundo del libro y el mundo
del lector.
La compulsión gráfica de Trucas ha hecho que en el siguiente par de páginas el personaje,
con un gesto triunfal, nos muestre un friso en el que se despliegan las huellas tiznadas de
distintas partes de su cuerpo.
Las guardas con las que culmina el libro ostentan el trabajo anterior llevado a su extremo.

Ya no hay página en blanco ni silencio: tan sólo las huellas del arte de Trucas y su pie
verde en el extremo izquierdo de la guarda que sugiere una nueva huida hacia quién sabe
qué nuevas aventuras gráficas.
La sinécdoque visual y la elipsis total se evidencian como los procedimientos retóricos más
relevantes de esta narración visual en la que lo no dicho colabora con el efecto sorpresivo
del relato. Funcionan a la vez como motor de avance (para saber a dónde conducirían los
sentidos sugeridos hay que dar vuelta la página) y como alimentador de hipótesis que se
nutren del equilibrio lúdico entre lo manifestado y el silencio.
Otro rasgo interesante y peculiar de Trucas, como vimos en este recorrido con lupa, es la
ficcionalización de la materialidad del libro: el universo donde se mueve el personaje revela
la trama del libro ficcionalizado y su revés. El escape al otro lado de la hoja y al borde del
mundo del libro escenifica y desnuda el sinuoso límite entre lo real y lo ficticio.

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