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Pintor Pedraza Ana Valeria

“El Hombre de la Multitud”, Edgar Allan Poe

Vivimos dentro de una cotidianidad bastante banal en la que damos por hecho muchas cosas,
creemos que por tener el derecho de elegir podemos ser mejores personas, pero no esto no
es así, desde que nacemos obtenemos una etiqueta que no separa del resto; he aquí la
primera deshumanización de nuestra vida. No solo somos separados de los otros sino
también de la esencia humana con la que deberías aprender a vivir, por lo bella y natural que
podría ser, aunque realmente hablar de esto no tiene sentido, pues es un sentimiento que
nadie conoce. Es un mero supuesto ficticio.

Pueden sentarse en un escaparate y ser el espectador de la vida diaria, observar o al menos


intentar abstraerse de todo ese bullicio, de la inercia con la que vive la gente y pretender que
somos mejores por no seguir el rumbo de la marea, pero eso solo es efímero, pues no se
tiene opción, es por eso que resulta muy importante tomar distancia de la gente de vez en
cuando. Reflexionar sobre lo confuso que puede ser esta rutina, a donde se va como individuo
y a dónde como colectivo; quién esta rogando atención y quién la evita, quién está a punto
del colapso y quién se siente en la cima de la vida. Son detalles a los cuales si se pusiera
atención, se estaría justamente siendo humano; porque esto implica crear empatías con los
semejantes sin pensar que por no tener un vínculo no debería importar. Se camina intentando
ser mejores personas sin una referencia absoluta, pues no la hay.

Puede el mal y el bien estar caminando entre tumultos, y ninguno lo ha notado; percibirán una
materia física más en el espacio, se harán a un lado y continuarán su camino. Es la cruel
realidad de una sociedad que pretende que puede mejorar cuando ha estado perdida desde
el inicio, desde que no extendió la esencia de su propio ser.

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