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Durante los diez primeros segundos de su vida, solo pudo observar una fuerte luz que le
incinerada las córneas oculares, una mano oscura lo sostenía en el aire, intento gritar pero
la gruesa capa de mucosidad que lo cubría evitaba la propagación del sonido, las luces se
apagaron y no podía distinguir casi nada entre la oscuridad. En ese momento surgieron sus
primeros pensamientos, marcado por el escalofriante impulso de saltar al abismo ilusoria,
que siente una criatura de no más de veinte centímetros al estar sostenido a dos metros por
sobre el nivel del suelo; los médicos, sin nigun tipos de compasión, lo pusieron sobre un
recipiente metálico, donde lo golpearon con con agua a presión, quitando la mucosidad que
lo abriga y protege, el contacto de su tosca piel con el nitrógeno del aire, provocó su primer
grito, seguido de su primer espasmo; las lágrimas empezaron a brotar de sus debilitados
ojos, no quería seguir viendo.

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