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Oriente
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El problema es que imitar los procesos de fusión nuclear que tienen lugar de forma
natural en el núcleo de las estrellas no es nada fácil. Y no lo es, entre muchas otras
razones, porque no contamos con un aliado muy valioso que se lo pone mucho más fácil
a las estrellas: el confinamiento gravitatorio. Y es que su masa es tan enorme que la
gravedad consigue comprimir los gases del núcleo estelar lo necesario para recrear de
forma natural las condiciones en las que los núcleos de hidrógeno comienzan a
fusionarse espontáneamente. Así obtienen su energía las estrellas.
Por esta razón, para desencadenar la fusión nuclear no nos queda más remedio que
calentar el combustible de nuestros reactores hasta que alcance una temperatura de entre
150 y 300 millones de grados centígrados, que, curiosamente, es diez veces superior a
la del núcleo del Sol. Solo así los núcleos de deuterio y tritio, que son los isótopos del
hidrógeno que utilizamos como combustible, consiguen adquirir la energía cinética
necesaria para vencer su repulsión natural y fusionarse.