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Arqueología I | Carla Trincado Rodríguez

4. HISTORIA Y PENSAMIENTO DE
LA ARQUEOLOGÍA.
EL MUNDO GRECORROMANO
Introducción
Algunos trabajos sobre la historia de la arqueología realizados recientemente han sugerido que el corriente
interés por la interpretación es un hecho moderno. Hasta la década de los sesenta del siglo XX no se
dispuso de un cuerpo de teoría establecido, ya que cada investigador gozaba de libertad para reconstruir
la disciplina según sus propias ideas.

Así, antes de que naciese la disciplina de la arqueología ya se habían producido ideas generales sobre el
origen y el desarrollo humanos que potencialmente podían ser puestas a prueba con datos arqueológicos.

Por lo tanto, la arqueología (como cualquier disciplina científica) atravesó una etapa en que los datos se
empezaron a recoger por ninguna razón en concreto o bien con la esperanza de que en el futuro se sabría
lo suficiente como para formular las cuestiones convenientes.

Esta fase abarca desde que el hombre empieza a especular sobre su pasado hasta que llegamos al
siglo XIX y es denominada habitualmente como FASE ESPECULATIVA.

1. El mundo antiguo
Todo grupo humano parece poseer cierto grado de curiosidad por el pasado. Durante gran parte de la
historia humana, este interés se satisfacía mediante mitos y leyendas concernientes a la creación del
mundo y de la humanidad y crónicas tradicionales sobre aventuras vividas por grupos étnicos individuales.

En las primeras civilizaciones existió también un enfoque diferente representado por los registros escritos,
los cuales proveían de un marco cronológico y de cierta información sobre acontecimientos ocurridos en
el pasado, pero eran independientes de la memoria humana.

Algunas sociedades tribales recogieron artefactos procedentes de un pasado lejano. En los yacimientos
iroqueses de los siglos XV y XVI del este de Norteamérica se han hallado puntas de flecha y objetos de
cobre nativo hechos hace miles de años. Entre los campesinos europeos se recogían las 'piedras del
trueno' (sílex) que normalmente vendían.

En el siglo XVI los aztecas llevaban a cabo ceremonias en las ruinas de Teotihuacán (habitada en el primer
milenio d.C.) y en sus pareces colocaban figuras olmecas muy apreciadas en todo el imperio.

En los últimos períodos de las civilizaciones antiguas, los artefactos se consideraban de gran valor por
haber pertenecido a dirigentes determinados, por ser propios de las etapas de grandeza nacional, y
también porque aportaban información sobre el pasado.

Los antiguos convivían en estrecha armonía con el pasado, pues usaban los mitos y la historia fluyendo
como un trazado lineal en las épocas pasadas.

• En Summer no se cuestionaba que antes y después del Diluvio sus dinastías hubieran descendido
de los cielos para asentarse en ciudades como Uruk, Ur, Kish, Larak, etc, donde cada rey había
gobernado durante miles de años. La realeza, de orden divino, se turnaba en una u otra ciudad-
estado, y así se explicaba a través de una paradoja religiosa la belicosa inestabilidad de los reinos
de Mesopotamia.
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• La edad mítica de Grecia no se dividía de la evolución histórica de los


hombres, es más, los héroes y las deidades interactuaban en su
existencia, los ayudaban o perjudicaban, se esposaban con ellos y
mantenían relaciones sexuales, casi siempre forzadas. Los dioses
todopoderosos determinaban el rumbo que la vida creada a los pies del
Olimpo habría de tomar, periodizado por Hesíodo en el s. VII a.C.
mediante una sucesión de estirpes humanas en las edades de oro, plata,
bronce y hierro.

• La decadencia de la civilización micénica a finales de la Edad del Bronce (s. XIII-XII) sembró
de vestigios de poblaciones fortificadas, de palacios y de enterramientos la geografía de la Hélade,
los cuales se releyeron en clave heroica en torno a los s. VIII-VII a.C. como lugares impregnados
de un profundo simbolismo elucidado únicamente en la Odisea y la Ilíada, los poemas del
legendario Homero.

El paisaje heleno se encontraba atestado de monumentos heroicos fáciles de ver, por lo que conservar
esas edificaciones con una historia legendaria y remota robustecía los sentimientos de identidad
comunitaria identificando unos antepasados privativos, o respaldaba el gobierno de una familia específica
y su presencia en un territorio connotaba una legitimación de su propiedad.

Los monumentos, sobre todo los funerarios, exhalaban una clara rentabilidad político-social, y debido a
ellos, en el s. II d.C, Pausanias pudo identificar cientos de ellos dispersos por toda Grecia, no a la fuerza
alzados en la Edad del Bronce, sino muchos alzados durante la época arcaica (s. VII-VI a.C.):

– en Megara, las tumbas de Alcmena, de la amazona Hipólita


o de Tereo;

– en el Areópago ateniense, la de Edipo; en Corinto, las de


los hijos lapidados de Medea;

– en Micenas, las de Atreo, Agamenón y sus compañeros


asesinados tras su regreso de Ilión, la de Casandra,
Clitemnestra y Egisto;

– en Troya, la estructura tumular de Áyax había sido violada


en la Antigüedad, pero el emperador Adriano había
trasladado su osamenta a otra nueva sepultura,

– mientras que el Aquileion, descrito por Homero como un


túmulo levantado en un promontorio del Helesponto, se
identifica en la actualidad con Yassi Tepe. Allí Alejandro
Magno o Caracalla rindieron homenaje al de 'los pies
ligeros', y el segundo, personificándose en el guerrero
aqueo, envenenó a su liberto Festo a fin de disponer las
exequias de su Patroclo particular. Megara y Yassi tepe

Los objetos daban pie a semejantes reivindicaciones, ya que poseían un marcado contenido sacro. Cuanto
mayor era su arcaísmo, más próximos se hallaban a la esfera legendaria de su elaboración y al momento
de su empleo por las idolatras figuras de la épica. Esta circunstancia les dotaba de poderes mágicos que
bien transmitían al propietario, quien los lucía a sabiendas del rango distintivo que adquiría entre sus
coetáneos, bien brindaban una protección sobrenatural sobre el grupo que tenía el privilegio de detentarlo.
Por eso se sacaban a la luz deliberadamente las supuestas reliquias y los huesos de los semidioses,
normalmente esqueletos de mamuts y otros vertebrados prehistóricos cuyas descomunales dimensiones
se avenían a la perfección al tamaño que se les pensaba a los héroes (el cuerpo de Aquiles medía casi 5
metros, y un dedo de Hércules tuvo que ser sepultado en un túmulo), a los cíclopes o a los gigantes que
engendró la diosa Gea. Una multitud de evocadores despojos humanos y militares adornaban los recintos
cultuales a lo largo y ancho de la Hélade (fenómeno idéntico al de las iglesias con los santos).

Nos cuentan las fuentes: los restos óseos de Tántalo y la cabeza de la Medusa reposaban en Argos, y el
cadáver de Orestes en Esparta; las armas de Hércules se ofrecían a los ojos del visitante en Tebas, el
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escudo de Diomedes en Argos, la espada de Memmón en el Templo de Asclepios de Nicomedia y la lanza


de Aquiles en el Atenea de Faselis (Licia).

Igualmente, la arqueología funeraria ha recobrado evidencias del


gusto por las antiguallas atesoradas en términos de prestigio o con
un sentido ritual: una princesa tracia del siglo V a.C yacía en su fosa
junto a una colección de hachas de la Edad de Piedra.

En una especie de palacete del año 1000 a.C. reconvertido en


túmulo, el heroon de Lefkandi (Eubea), el ajuar de una mujer
inhumada contenía joyas mesopotámicas con mil años de
antigüedad, mientras que las cenizas del varón que la acompañaba
habían sido introducidas en una urna cineraria de la Edad del
Bronce de factura chipriota.

Por anotar un caso español, en la necrópolis ibérica de Piquía


(Arjona), una cámara principesca del siglo I a.C. contenía un
precioso ajuar compuesto de armas, un carro, recipientes de vidrio
y cráteras griegas del s. V y IV a.C. cuya iconografía mítica quizá
los iberos asociasen a las epopeyas proverbiales de su pueblo.

Cruzando el Atlántico, la aristocracia maya tenía en gran estima


unas alhajas de jade que se transmitían de una generación a otra
como recuerdos de familia, o que se despojaban de viejas tumbas.

En Egipto, en la construcción de las tumbas reales de principios de


la dinastía XII (1991-1786 a.C.) se añadía conscientemente cierto
toque de arcaísmo. Durante la dinastía XVIII (1552-1305 a.C.) los
escribas inscribían sus graffiti en los monumentos antiguos o
abandonados para dejar constancia de su visita, mientras que en
una paleta predinástica fragmentada se ha hallado inciso el nombre
……………………………………………de la reina Tiye (1405-1367 a.C.).

Los soberanos del Imperio neobabilónico, por otro lado, se involucraron activamente en resucitar el
pasado de Sumer y Akkad, restaurando edificaciones de templos en ruinas, descifrando epígrafes oscuros
e incluso promoviendo excavaciones en las cimentaciones de los templos religiosos; la restitución de un
monumento de estas características comportaba la identificación previa de las etapas remotas del mismo
no sólo para recuperar clavos de consagración y textos cuneiformes referidos a las raíces históricas del
templo (gracias a las cuales efectuar las reformas de suplanta correctamente) sino esculturas arcaicas
que ubicar en una nueva fundación como alegato de la continuidad infinita de las obras de los gobernantes,
de la descendencia lineal y legítima de unos a otros, y así como la voluntad de los dioses.

El último rey caldeo de Babilonia, Nabónido (reinado de 555-538 a.C.) sacó a


la luz las piedras fundacionales e inscripciones de dos mil años atrás en el zigurat
de Ur; en el templo del dios sol Shamash en Sippar, descubrió un retrato muy
dañado del rey acadio Sargón, del s. XXIII a. C., y su espíritu reverente lo movió
a repararlo y a dejarlo depositado en su emplazamiento originario.

De la misma manera recogió el legado de uno de sus predecesores,


Nabucodonosor II (en el trono babilónico entre el 605 y 562 a.C), al enriquecer
la colección de antigüedades vinculada al palacio real, hallada después por los
arqueólogos alemanes.
Nabónido
La colección de Nabucodonosor II comprendía inscripciones de Ur del 2400 a.C. imágenes de soberanos
(como la de un príncipe de Mari de 2300 a.C.), relieves, tablillas, estelas, cilindros-sellos asirios (900-650
a.C.), armas elamitas, figuras piadosas arameas, …. Esta 'estancia de las maravillas de la humanidad'
abierta a un público elitista, inspiró a la hija de Nabónico, la sacerdotisa Bel-Shalti- Nannar, en el siglo VI
a.C., a practicar excavaciones por su cuenta y a formar su colección privada, mientras que los escribas
reales transcribían por todos los rincones del Imperio copiando los primitivo epígrafes que les salían al
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paso, formó una pequeña colección de antiguos artefactos babilonios, incluyendo inscripciones, que ha
sido considerada como el primer museo de antigüedades conocido.

Esta toma de conciencia creciente por los restos materiales del


pasado formaba parte del elevado interés por los tiempos pasados que
existía entre las clases letradas, interés que poseía un fuerte
componente religioso. Se creía que los dioses o los héroes habían
establecido una forma perfecta de civilización en el principio de los
tiempos, pero las generaciones posteriores de seres humanos habían
fracasado en el mantenimiento de aquel estatus ideal. A esos
artefactos se les atribuían poderes sobrenaturales inusuales al ser
considerados el vínculo tangible con etapas más cercanas a la Cilindro de Nabónido
creación y prototipo sagrado de civilización.

2. Grecia

En la civilización grecorromana la sustancial producción de narrativa histórica basada en los registros


escritos y en las tradiciones orales raramente se acompañaba de una preocupación por los restos
materiales del pasado.

En resumen, en ninguna de las civilizaciones conocidas existió una disciplina parecida a lo que ahora
entendemos por arqueología.

Conocemos referencias de:

• Homero (s. VIII a.C.) autor de la Odisea y la Ilíada.

• Hesíodo (en griego antiguo Ἡσίοδος Hēsíodos, en latín Hēsiodus) fue un poeta de la Antigua
Grecia cuya datación en torno al año 700 a.C. es discutida, pero es a partir del siglo V a.C. en que
las referencias a testimonios materiales del mundo clásico son cada vez más numerosas.

• Destaca Herodoto de Halicarnaso (484-425 a. C) que nos da descripciones de monumentos y


materiales del mundo clásico como es la excavación de una tumba que él pensaba que es la de
Orestes, o describe las ofrendas de Delfos tras la victoria de Platea. Historiae o Los nueve libros
de historia es considerada una fuente importante por los historiadores por ser la primera
descripción del mundo antiguo a gran escala y de las primeras en prosa griega.

• Tucídides (460-396 a. C) nos da referencias de la arquitectura y las obras de su tiempo. Fue un


historiador y militar ateniense. Su obra Historia de la Guerra del Peloponeso recuenta la historia
de la guerra del siglo V a.C. entre Esparta y Atenas hasta el año 411 a.C. Ha sido considerado
como el padre de la "historiografía científica" debido a sus estrictos estándares de recopilación de
evidencias y de sus análisis en términos de causa-efecto sin referencia a la intervención de dioses,
tal y como él mismo subraya en su introducción a su obra.

Se percató que algunos enterramientos encontrados en Delos cuando la isla fue purificada en el
s. V a. C. pertenecían a los carios pues contenían armamentos parecidos a los carios de su tiempo,
confirmando así que los carios habían vivido en algún tiempo pasado en la isla. Tucídides, fue el
primero que acuñó el término archaiologhìa, entendida como 'discurso de lo antiguo'.

Homero Hesíodo Herodoto Tucídides


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A partir del s. IV a.C. aparecen una serie de autores que escriben obras, que podríamos llamar 'críticos de
arte', sobre teorías artísticas clásicas. Sus obras se perdieron casi en su totalidad, pero las conocemos a
través de Plinio (Naturalis Historia).

• Xenócrates (Ξενοκράτης) (c. 396/5 – 314/3 BC), de principios


del s. IV a.C., nacido en Atenas maestro de la escuela de Lisipo,
podría considerarse un crítico de arte.

• Se puede citar también a Antigono de Caristo (Ἀντίγονος ὁ


Καρύστιος), s. III a.C., escultor que vivió en Pérgamo y que podría
ser el autor de 'Colección de historias maravillosas'.

• Durides de Samos (340-270 a.C.) que completa la trilogía


Xenócrates
de 'crítico de arte', escribió una Historia de Grecia y Macedonia
(centrado más en pequeños detalles y anécdotas que en sintetizar Plinio El Viejo
hechos).

Hay que citar también a los Periegetas, autores de descripciones de monumentos y obras de arte que se
encuentran en lugares por los que pasan en sus viajes. Sus obras son 'auténticas guías de viaje' en los
que recogen datos incluidos en los inventarios de los templos, que a veces se exponían en público y las
informaciones de los guías oficiales. Todo ello unido al propio conocimiento del terreno y de los relatos
anteriores. La periégesis (en griego: περιήγησις) es un antiguo género literario, que tuvo gran desarrollo
en el período helenístico. Consiste en una descripción en la cual, a lo largo de un itinerario geográfico, se
recoge información sobre la historia, los pueblos, los individuos, las costumbres e incluso la mitología de
los lugares que se atraviesan. En lo posible se transmite la experiencia directa del autor. Destacan:

• Heliodoro de Atenas que es autor de 15 libros sobre los monumentos de la Acrópolis de Atenas,
en su obra describe la historia, tradiciones y cultos de la Acrópolis.

• Polemón, que viaja por Grecia, Asia Menor y Sicilia, y refleja sus impresiones en su obra.

• Pausanias que vivió en el s. II d.C. escribió 10 libros donde describe la Grecia continental. Su obra
es una auténtica guía de turismo con información sobre los monumentos que visita personalmente.
Es curioso que al hablar del Partenón no cita a Fidias por lo que en el s. XIX se dudará de la
intervención de este en las obras. Pausanias, en su Descripción de Grecia, s. II d.C., describió de
una manera sistemática los edificios públicos, obras de arte, ritos y costumbres de diferentes
regiones del país unto con las tradiciones asociadas a ellos.

Pausanias

Los edificios en ruinas eran de poco interés para los escritores de esta época. Había materiales que por
su rareza (algunos bronces) y su hallazgo casual eran valorados por los coleccionistas de la época, pero
no había esfuerzos por recuperar de manera sistemática los restos materiales del pasado y ni siquiera
intención de estudiarlos.

No había conciencia clara de que los restos materiales del pasado podían ser de utilidad para probar las
numerosas y conflictivas especulaciones filosóficas sobre los orígenes humanos y las ideas generales de
la historia humana que caracterizó la civilización clásica.
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Además, se puede hablar de otros autores:

• Apolodoro de Atenas que en sus crónicas dedicadas a Atalo II de Pérgamo estudia el arte
griego y considera su momento cumbre con Fidias y Policleto.

• Diodoro Sículo o de Sicilia (en griego Διόδωρος Σικελιώτης) fue


un historiador griego del siglo I a.C. nacido en Agirio (hoy Agira),
en la provincia romana de Sicilia, nos habla de los mercenarios de
Pirro que excavaban túneles para comerciar con los objetos.
Escribió la obra titulada Biblioteca Histórica en 40 volúmenes.

• Estrabón (64 aC – 19-24 d.C.) nos narra el descubrimiento de una necrópolis de túmulos
antiguos de Corinto a mediados del s. I a.C. (en griego antiguo, Στράβων; Amasia, Ponto, c. 64 o
63 a.C.-c. 19 o 24 d.C.) fue un geógrafo e historiador griego conocido principalmente por su obra
Geografía. Estrabón fue un gran viajero que, aprovechando la paz romana, recorrió casi todas
las tierras de la ecúmene, llegando a Armenia en Oriente, hasta Cerdeña en Occidente, y desde
el mar Negro en el norte hasta los límites de Etiopía en el sur. Recorrió el Nilo hasta Asuán en
una expedición dirigida por Elio Galo, prefecto romano de Egipto. Pero nunca estuvo en la
Península Ibérica.

Obra de Estrabón

3. Roma
En Roma se siente mucho interés por el pasado griego y esto se refleja a través del coleccionismo, las
copias, la valoración de la escultura y artes menores, etc. Todo ello influirá en las obras de los escritores
romanos que son los que darán la visión del gusto artístico de la sociedad romana.

• Marco Terencio Varrón (116-27 a.C.) (fue un polígrafo, militar y funcionario


romano), originario de la clase équite. Lugarteniente de Pompeyo durante
la guerra civil en 49 a. C., llegó a ser pretor. Obtenido el perdón de Julio
César, fue nombrado por éste director de las primeras bibliotecas públicas
de Roma. A la muerte de Julio César, se le confiscaron sus bienes por orden
de Marco Antonio que le había declarado fuera de la ley, pero finalmente
Octavio se los restituyó. Abandonó entonces por completo la carrera militar
para dedicarse al saber y a la escritura. Fue miembro de la gran burguesía
conservadora. Fue un importante político, militar y literato. Destacó por su
cultura y sus obras literarias sobre la agricultura, del que tenemos pocos
datos, pero sabemos que fue la fuente de Plinio.

• Marco Tulio Cicerón, en latín Marcus Tullius Cicero,a pronunciado (Arpino,


3 de enero de 106 a.C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a.C.) fue un jurista,
político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más
grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.
Reconocido universalmente como uno de los más importantes autores de la
historia romana. Viaja por Grecia y Asia Menor donde contempla los
monumentos griegos. Con su cargo en Sicilia vuelve a ponerse en contacto
con los restos griegos y su interés por el pasado le lleva a la búsqueda y
excavación del sepulcro de Arquímedes. Gracias a sus testimonios podemos
reconstruir el ambiente artístico imperante en Roma a lo largo del s. I a.C. En
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su discurso contra Verres refleja los gustos de los coleccionistas romanos del momento, la
actividad de los artistas, los santuarios griegos con sus obras, etc.

• Marco Vitruvio Polión (en latín Marcus Vitruvius Pollio; c. 80–70


a.C. - c. 15 a.C.) fue un arquitecto, escritor, ingeniero y tratadista
romano del siglo I a.C. Es frecuente, aunque inadecuado, encontrar
su nombre escrito como Vitrubio. De architectura (10 libros
bajados en pdf) casa. Autor de la época de Augusto que en su obra
De Architectura nos da normas sobre arquitectura en general,
materiales de construcción, templos, ordenes arquitectónicos,
arquitectura doméstica, decoración de los edificios, etc. Es una
fuente esencial para el conocimiento de la pintura romana.

• Petronio en el Satyricon, redactaba en época neroniana, en el capítulo de la cena


de Trimalción refleja muy bien los gustos de los romanos ricos por el coleccionismo
y muestra la presunción típica de un nuevo rico haciendo alarde de sus
conocimientos. Cuenta que un 'nuevo rico' habla de una vajilla de Corinto de la que
está muy orgulloso, que confunde Corinto con Ilión y relaciona Aníbal con Troya.

También hace alusión a cómo ha de ser su mausoleo lo cual es importante para el


conocimiento de este tipo de registro funerario romano. Esta obra aporta datos
interesantes sobre pintura romana y se puede observar el gusto popular para la
pintura narrativa, aunque sin olvidar el gusto erudito por pintores griegos famosos.

• Marcial (Marcus Valerio Marcial) nacido en Bílbilis (actual Calatayud) hacia el 40


a.C. (104 d.C.) en sus Epigramas (género literario: es una composición poética breve
que expresa un solo pensamiento principal festivo o satírico de forma ingeniosa) y
en el Liber Spectaculorum nos da referencias al ambiente cultural de la sociedad
romana y al gusto artístico de la época. Nos da importantes datos sobre obras de
Lisipo.

• Plinio El Viejo (23-79 d.C.) en su Naturalis Historiae, dejó escrita una verdadera
historia del arte antiguo. Esta obra está dividida en treinta y siete libros, organizados
en diez volúmenes y su temática no se limita a lo que hoy conocemos como historia
natural; como lo indica el mismo escritor, pretende abarcar “el mundo natural, o la
vida”. Abarca temas que incluyen astronomía, matemáticas, geografía, etnografía,
antropología, fisiología humana, zoología, botánica, agricultura, horticultura,
farmacología, minería, mineralogía, escultura, pintura y piedras preciosas. En el libro
34 realiza un magistral tratado sobre escultores y la escultura griega, en el libro 35
habla de pintura.

Entrando en las excavaciones y en los descubrimientos, ambos se producían por una infinidad de razones
en nada relacionadas con la arqueología, y en los que la casualidad resultaba el factor decisivo. Los hechos
azarosos conducían a los más variopintos hallazgos:

- Durante el reinado de Nerón, un terremoto que se cernió sobre Cnossos provocó que aparecieran
una serie de tablillas de lineal B (escritura micénica) guardadas en una caja de estaño, entonces
ilegibles para cualquier griego;
- Pompeya después de desvanecerse de la faz de la tierra a consecuencia de la erupción del
Vesubio en el 79 d.C. se convirtió en un inmenso yacimiento en el que los supervivientes
emprendieron batidas y sondeos encauzados a liberar de su prisión volcánica los bienes propios
y ajenos; pero el emperador Tito Livio puso en marcha un salvamento organizado de los materiales
constructivos preciosos, tales como mármoles que revestían los edificios púbicos y los ornamentos
arquitectónicos;
- Corinto desmantelada en 146 a.C. por Lucio Munio, permaneció desierta hasta que Julio César
decidió fundar allí una colonia romana. Los nuevos habitantes se dedicaron a remover los restos
de la urbe helena y a no dejar tumba sin excavar, dando con una profusión de relieves de terracota
y de vasos broncíneos. Estos vestigios de 100 años de antigüedad alcanzaron precios inauditos
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en Roma, donde se los bautizó con el nombre de nekrokorínthía, y fueron tan explotados que
finalmente su coste terminó por decrecer.

Así, el coleccionismo sirvió de acicate de estos rastreos entre los escombros de ciudades muertas. Los
romanos, es bien sabido, destacaron por su afición al coleccionismo: Suetonio citaba el repertorio de
esqueletos de monstruos terrestres y marinos además de las armas de héroes famosos en posesión de
Augusto.

El pillaje fue fomentado por los generales romanos: sólo Marco Fulvio Nobilior sustrajo más de 500
estatuas de mármol y bronce en 189 a.C. y Cayo Verres será siempre recordado por el proceso que se
entabló contra él en el 70 a.C. por la corrupción y los excesos cometidos durante su administración de
Sicilia, incluidos la confiscación ilegal y el latrocinio depredador de las esculturas de la isla. Casas como
las de Cicerón, el jurista que acusó a Verres, engalanaron sus peristilos, sus salones, bibliotecas y atrios
a la manera de museos a base de esculturas de atletas, dioses y de otras criaturas sobrenaturales,
políticos, literatos, militares o reyes, … que simbolizan los arquetipos de la moralidad y de las virtudes a
las que todo dominus debía aspirar.

4. El fin del mundo antiguo


A partir del s. IV d.C. dos calamidades se abatieron sobre la cultura, los ideales y los sueños marmóreos
del mundo clásico: las invasiones de los pueblos germánicos y la oficialización del cristianismo como
religión de Estado.

De la primera, destacar la guerra que atrajo un pillaje sobre el imperio romano a gran escala de su caudal
patrimonial, no escapó siquiera Roma, saqueada y quemada por Alarico el visigodo en el 410 y expoliada
a conciencia por los vándalos de Genserico en el 455 y en 472 por Ricinero.

A partir del s. III d.C. surge una crisis en el Imperio romano y es necesaria la
construcción de fortificaciones lo que hace que con las prisas se saqueen
necrópolis y se destruyan edificios para utilizarlos como materiales
constructivos, por ejemplo, las murallas de Aureliano en Roma, las de
Vespasiano en Atenas o las de Lugo. A comienzos del s. IV el Arco de
Constantino se realiza con restos de otros edificios. En el 537 se rechaza un
ataque godo desde el Mausoleo de Adriano arrojando las estatuas de mármol.
Arco de Constantino

Al cristianismo se le achacó un papel destacado en la destrucción del mundo antiguo. El


edicto de Tesalónica promulgado en el 380 d.C. por Teodosio I, representó una tragedia
tanto para el legado monumental como para la cultura material pagana. Los adoradores de
los dioses olímpicos, de las exóticas deidades orientales, de los fenómenos naturales y de
los astros invocados en los altares sufrieron la proscripción de sus rituales y de sus
sacrificios.
Teodosio I

Al año siguiente, en el 381 d.C. el emperador clausuró los templos paganos, a los que asimismo desposeyó
del derecho a las tierras de las que subsistían. La conflictividad desatada entre sendas religiosidades trajo
consigo la destrucción de las obras de arte fabricadas en torno a la piedad antigua, de imágenes, templos
y exvotos. Los picos y los martillos cristianos se cebaron con las esculturas, relacionadas no sólo con el
culto, sino con los usos mágicos, así que fueron abatidas, descabezadas, despedazadas en cientos de
fragmentos e incluso cristianizadas, puesto que un modo de neutralizar sus maléficos poderes fue tallar
cruces en sus frentes.

Excepcionalmente hubo monumentos que se salvaron gracias a quedar en zonas despobladas, por
ejemplo: Phaestum, Leptis Magna, Sabratha, etc ….
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Phaestum Sabratha

Los complejos sagrados padecieron una suerte análoga al ser demolidos por toda la geografía imperial;
entre los afectados se contaban lugares en donde el paganismo había depositado su máximo fervor:

• El Templo de Artemisa de Éfeso (en su versión reconstruido del s. IV


a.C.), una de las siete maravillas del mundo, había sobrevivido a la
acometida de los godos del 262 d.C., pero no resistió a la incautación
cristiana de sus materiales constructivos (varias de sus columnas se
alzaron en el interior de la basílica de Santa Sofía en Constatinopla).
Otras veces el edificio se hacía ex novo con lo cual el material necesario
se cogía de las edificaciones antiguas, por ejemplo: el mármol del teatro
de Arlés o las columnas de numerosos monumentos utilizados en Santa
Sofía.

• En el 391 d.C. los disturbios capitaneados por el patriarca Teófilo en


Alejandría derivaron en la deflagración del Serapeum (el templo del dios
Serapis) y de su riquísima biblioteca, seguramente una de las pérdidas Restos arqueológicos
del patrimonio bibliográfico grecorromano que más ha de lamentar el ser del Serapeum
humano. (Alejandría)

El obispo Gregorio de Tours, san Benito de Nursia o san Gregorio Magno, en el s. VI d.C., despuntaron
entre quienes animaron a las turbas de monjes a borrar de la tierra la memoria del esplendor clásico, si
bien la conversión en iglesias cristianas preservó del holocausto no pocos santuarios y edificios romanos.

En la ciudad del Tíber, los templos de Antonino y Faustina, y el de Rómulo (un ábside de la basílica de
Majencio), abrieron sus puertas a la devoción católica bajo los nombres de iglesia de S. Lorenzo in Miranda
e iglesia de S. Cosme y Damián, respectivamente. En muchas ocasiones los monumentos antiguos se
reutilizan como es el caso del Panteón y el templo de Antonino y Faustina en Roma o el Partenón en
Atenas.

La Curia de Julio César pasó a ser la Iglesia de S. Adriano en el Pórtico de Octavia se insertaba la iglesia
de S. Angelo in Pescheria y en el Panteón de la Santa María ad Martyres (fundada en el año 609).

En las regiones carentes de estructuras romanas también se documenta la cristianización de los


monumentos prehistóricos, bien grabando el símbolo de la cruz en menhires, bien adosando a los vestigios
megalíticos una iglesia, en el caso del círculo de piedras neolítico de Avebury (Inglaterra). Se cita a menudo
el estupor que causó en S. Sansón de Dol (s. VI d.C.) el contemplar a las gentes de Cornualles reunidas
en adoración alrededor de un menhir.

El emperador bizantino Justiniano en el 529 d.C. disolvió la Academia Neoplatónica de


Atenas, por lo cual se censuraba a los filósofos y profesores paganos de impartir sus
corruptos preceptos, hecho que les obligó a exiliarse, pero además sus libros, pinturas
y estatuas de sus dioses se quemaron públicamente en el anfiteatro de Constantinopla.

Mediante este procedimiento expeditivo se atajaba el peligro de que la filosofía griega


Justiniano contagiara a las doctrinas cristianas, lo cual sumió a la creación intelectual,
especialmente en Occidente, en un oscurantismo que se prolongaría durante varios
siglos.

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