Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
José Vicente Concha, Hernando Olguín y Caro, Emilio Ferrero, Eduardo Zuleta, Alfonso
Robledo
Advertencia:
La espada y la pluma. Desde hace mucho tiempo, varias personas han debatido sobre la
siguiente cuestión: ¿qué es más poderoso: la pluma o la espada? Esta pregunta ha estado
presente en la historia y sigue vigente por el hecho que conlleva ejercer un poder. Ahora
bien, ¿qué es el poder? Según el diccionario de la Real Academia Española, esta palabra
podría tener los siguientes significados: 1.º Tener expedita la facultad o potencia de hacer
algo. 2.º Tener facilidad, tiempo o lugar de hacer algo. 3.º Tener más fuerza que alguien,
vencerlo luchando cuerpo a cuerpo. 4.º Ser más fuerte que alguien, ser capaz de vencerlo.
5.º Aguantar o soportar algo o a alguien que producen rechazo. 6.º Ser contingente o
posible que suceda algo. Si unimos las seis definiciones anteriores, nos daremos cuenta de
que todas apuntan a algo: el poder permite que las cosas sucedan.
Para esta semana, apreciado estudiante, te traemos un extracto del discurso dado por
Alfonso Robledo, humanista y erudito colombiano, en el que se observa cómo la fuerza,
el carácter y la voluntad de los hombres generan historias increíbles que se pueden aún
vivir gracias al poder la pluma. En este caso particular, aprenderemos cómo el poder
humano, guiado por un deseo de transcendencia, permitió la fundación de la hermosa
ciudad de Manizales.
_________________________________________________________
... El año de 1844, cuando casi todas las poblaciones de Colombia, aun las menos
importantes, estaban ya fundadas, una montaña oscura se veía al pie del nevado del Ruiz,
en un contrafuerte de la cordillera central, entre dos ríos denominados El Chinchiná y El
Guacaica. Teníase noticia de que por allí solo había pasado, diez años antes, don Fermín
López. Internados en aquella medrosa selva dos hombres vigorosos y audaces exploran el
campo, resueltos a fundar una población en el paraje que desde Abejorral vienen
buscando, propicio para la siembra y rico en oro, condiciones, según era fama, de aquella
tierra bendita. Nada los detiene en su empeño: ellos ascienden penosamente hasta el
Ruiz, buscando un camino que por Lérida los conduzca al valle del Magdalena; ellos hacen
la caza del ganado vacuno en el páramo, desafiando la fiereza de los ariscos animales;
ellos llaman a otros amigos que en Neira, población cercana, esperan saber el resultado
de las exploraciones, para seguirlos en la heroica aventura. Esos dos valientes zapadores,
vivos ejemplos de una energía ante la cual los hombres de hoy aparecemos ociosos y
trashogueros; esos dos hombres perdidos en la terrible soledad de un monte, llamábanse
Joaquín y Antonio María Arango... Profundamente cristianos; de mucha fe y pocas letras;
dotados de admirable sentido práctico; en su trato afables y en su vestir sencillos, estos
hombres de piel tostada y endurecido músculo, fueron los primeros en mostrar que sin
escudos ni blasones, sin pompa de hidalgos caballeros, era posible fundar ciudades.
Descubrámonos ante esos sencillos labradores de limpia ruana y pie desnudo, que solo
con su buen sentido dirigieron la ciudad durante los primeros años, atendiendo al
procomún más que a lo suyo propio; desempeñando los puestos de concejales,
personeros y jueces; decidiendo las diferencias como patriarcas de la tribu; viendo crecer
rápidamente la población que ellos miraban con orgullo...
Zona de preguntas: