Está en la página 1de 46

Las

travesuras
de
Virginia
Autora:
-María Noguera Tristante

2
Índice:

Capítulo 1…………………………4
Capítulo 2…………………………11
Capítulo 3…………………………15
Capítulo 4…………………………21
Capítulo 5…………………………30
Capítulo 6…………………………35
Capítulo 7…………………………39

3
Vamos a contar la historia de una niña, que
es muy buena pero su único problema es que
es muy traviesa y siempre se está metiendo
en líos.
Esta niña se llama Virginia, vive en
Murcia, tiene 3 años, y una mamá y un
papá que la quieren mucho. Su mamá se
llama Julia y siempre está enganchada al
móvil sin parar de hablar. Sin embargo, su
papá, Paco, es muy diferente, es un hombre
educado, correcto y muy trabajador. Pero
tanto su madre como su padre, son buenas
personas.
Virginia es muy divertida, y siempre hay
mucho que contar sobre ella. Nunca paran
de sucederle cosas.
Ahora, nuestra protagonista Virginia, está
en la playa. No para de jugar con la arena,
hace castillos y se baña con sus primas. Pero
no solo están sus primas, Yulia y Cati, sino
que también le acompañan sus padres y sus
abuelos.

4
Además no nos podemos olvidar de su tía,
Lola, que le da muy buenos consejos e
intenta evitar que haga tantas travesuras.
Cuando se va a bañar en la playa, siempre
le acompañan sus primas, que la quieren
mucho y se divierten con ella.

Mientras que Virginia se está bañando con


sus primas, su madre está tomando el sol.
De repente, Virginia la traviesa, decide
caminar un poco por la playa para ver si
encuentra algo. Por eso, para poder hacer lo
que quiere le tiene que pedir permiso a su
mamá.
Se acerca a su mamá, que está tumbada
tomando el sol y le dice:
-Mami, ¿puedo ir a pasear por la playa, por
favor?
-Claro, cariño. Pero será mejor que vayas
con tu abuelo, para que no te pase nada.
-No mamá, por favor déjame ir sola. Quiero
explorar.
-De acuerdo, pero por si te pasa algo, te voy
a apuntar mi teléfono en el brazo. Y ya

5
6
sabes, si te pierdes se lo dices a alguien y
que llame a este teléfono.
-Gracias mami, eres la mejor.

Julia le apunta a Virginia el teléfono en el


brazo con un rotulador, que siempre lleva
encima. Eso lo hace porque se le olvida
apuntar los teléfonos en la agenda del
móvil, y siempre va como una despistada.
La niña empieza a caminar y comienza su
paseo. Quiere conocer cosas nuevas, porque
si está parada sin hacer nada se aburre. Es
puro nervio.
Durante el recorrido, nada más que ve
masas de gente paseando o bañándose, y
algunos comiendo sin parar. Eso es algo que
ella no podía entender, ¿cómo les entraba
tanta comida en el estómago?, porque ella
no podía comer tanto. No le gustaba nada
comer.
Al volver del paseo, la niña se prepara para
subir a la casa y comer algo. No tenía
ganas, porque por las tardes se aburría
mientras los demás dormían la siesta.

7
Uno de los días que Virginia estaba en la
playa, cuando se fue a pasear por allí, se le
olvidó que su mamá le apuntara el teléfono
en el brazo. Pero ella no se acordaba de eso,
y paseó por la playa como si nada.
Cuando pasó la zona que ella conocía bien,
siguió caminando para ver si descubría algo
nuevo. Y cuando se llegó a dar cuenta, se
había perdido.

Virginia no sabía qué hacer, si gritar, pedir


ayuda o retroceder el camino. Pero estaba
tan asustada que empezó a chillar:
-¡Ayuda, ayuda! ¡Me he perdido, no sé dónde
está mi mamá!
Entonces, un hombre se le acercó y le
preguntó si podía ayudarla. La niña le
contó lo que ocurría, y el señor se ofreció a
llevarla al Centro de Socorrismo y
Emergencias, para que buscaran a sus
padres.
Al llegar allí, el joven socorrista le preguntó
cómo se llamaba ella y su padres, para
poder decirlo por megafonía y que vinieran
a por ella. Así lo hicieron y al oír por lo que

8
decían los altavoces, Julia se asustó y se
levantó de tomar el sol.
Cuando se escuchó por megafonía lo
ocurrido, todo el mundo lo comentaba y
miraba a la familia de Virginia. La gente de
la playa, conocía muy bien a Virginia por
sus travesuras y le tenía un poco de miedo.

Julia fue corriendo para ir hasta el Centro


de Emergencias, y cuando llegó con el resto
de la familia, vieron a la niña traviesa, que
estaba sentada en una silla, y empezaron a
preguntarle:
-¿Pero qué has hecho?, ¡por qué no has
vuelto a donde estábamos?
-Muy sencillo. Me he perdido, y como mamá
no me había apuntado el móvil en el brazo,
pues no sabía qué hacer.

Al decir la niña esto, los socorristas


empezaron a reírse, les hacía gracia lo de
apuntar el teléfono móvil en el brazo.
Acto seguido, la mamá de Virginia se
disculpó ante los socorristas y el hombre que
había ayudado a la niña.

9
Después todos volvieron a la casa de la
playa, y no volvieron a olvidar nunca el
numerito que había montado la traviesa de
Virginia aquel día.

10
El verano pasó rápido, aunque fue muy
entretenido. Y ahora tocaba empezar una
nueva etapa para Virginia.
Era Septiembre, un mes clave, porque
Virginia iba a empezar el colegio. Estaba un
poco asustada y no sabía cómo iba a ser.
Su tía Lola, siempre le contaba maravillas
de ese lugar, y le decía que allí aprendería
un montón, pero ella no lo veía así. Pero
Virginia también tenía en cuenta la opinión
de sus primas, Yulia y Cati. Ambas le
decían que aquello era un aburrimiento, y
que se iba a pasar todo el día haciendo
deberes y estudiando. Además sus primas
tenían un profesor malísimo, Enrique, que
se dedicaba a preguntar con cronómetro y
cada pregunta tenía un límite de tiempo.
Virginia pensaba en eso y no podía ni
imaginarlo, debía ser horroroso.
Lo que le contaban sus primas, era todo lo
contrario a lo que decía su tía Lola.

11
Pero llegó el gran día, y aunque Virginia
estaba muy asustada tuvo que ir al colegio
y enfrentarse a su situación.
Al llegar, le tocó separarse de su madre,
algo que le resultó difícil de hacer. Pero lo
peor no era eso, sino que Virginia solo veía
un montón de niños llorando, algo que ella
no entendía. Si se suponía que ese lugar era
bueno, como decía su tía Lola, ¿por qué
estaban todos los niños sin parar de llorar?
Además se suponía que iban a aprender un
montón.
Aunque le costó dejar a su mamá, todo
cambió cuando llegó su señorita Sara, la
profesora que le acompañaría durante todo
el curso. Le pareció muy simpática y
divertida.
Su primer día fue más divertido de lo que
ella esperaba. Aprendió un montón de cosas,
conoció a todos sus compañeros y empezó a
hacer algunos amigos.
Virginia todos los días se lo pasaba genial, y
siempre iba de la mano de su señorita Sara.

12
Cada vez que podía, Virginia se sentaba
junto a ella en su silla. Además Virginia le
decía que no había problema, porque en el
asiento cabían las dos.
Su profesora Sara, les contaba todos los días
algún cuento y a Virginia le encantaba,
porque además usaba marionetas que eran
muy chulas.
En cuanto a los deberes, eran bastante
aburridos y muy lentos de hacer. Por eso, si
te descuidabas, Virginia ya había
enganchado a algún compañero para que le
terminara los deberes. Era una auténtica
bicha y muy traviesa, su profesora no podía
entender como era capaz de convencer a
sus compañeros con tanta facilidad.

13
14
En el colegio, los martes siempre les tocaba a
los alumnos dar clase de Informática.
Tenían que aprender a usar las nuevas
tecnologías del momento: los ordenadores.
Además no era fácil, había muchos
programas diferentes.
Era el primer día que Virginia iba a dar
clase de informática, y también la primera
vez que tocaba un aparato de esos. Porque
en su casa veía como sus primas y sus
padres lo usaban constantemente, pero ella
nunca lo había tocado. Nadie se atrevía a
dejar un ordenador en sus manos.

Al entrar en el aula de Informática, que


estaba al lado de su clase, en el primer piso;
Virginia vio a un hombre que tenía una
pinta muy rara. Lo primero que se le veía y
le resaltaba era la arruga que tenía, de
fruncir el ceño. Además esa arruga era
natural, porque en ese momento no estaba
frunciendo el ceño, pero sí posiblemente
enfadado.

15
Su pelo era de color blanco y lo tenía de
punta, le recordaba a la foto de alguien que
había visto pero sabía quién.
Para comenzar la clase, el hombre extraño
se presentó y Virginia pudo darse cuenta de
que era su profesor de Informática. La
verdad es que no le gustaba mucho.
El profesor se llamaba Pedro. Acto seguido,
les contó cómo iban a dar las clases y qué
sería lo que aprenderían durante el curso.
Les ordenó que encendieran los ordenadores,
pulsando un botón que había en el teclado.
Los alumnos lo hicieron y él les avisó que
debían esperar un poco porque tardaban en
encenderse.

Pero Virginia, al ser tan impaciente y


cabezota, cuando en el ordenador apareció
un circulito que no paraba de dar vueltas,
se desesperaba. Como no sabía qué hacer, le
empezó a dar a todas las teclas del
ordenador, de tal manera que lo bloqueó. La
pantalla se puso blanca y ella seguía
dándole sin parar. Al ver que su ordenador
se había roto, miró los de sus compañeros y

16
se dio cuenta de que funcionaban. Eso ella
no le entendía, por lo que empezó a darle a
los ordenadores de sus compañeros, de tal
forma que todos se iban bloqueando.
-No funcionan, si son todos malísimos.
Profesor, estos ordenadores no valen.-dijo
Virginia.
El profesor se puso histérico y los alumnos
empezaron a reírse. Entonces, el profesor la
llevó al despacho de la directora para que
corrigiera su comportamiento.

Al llegar al despacho de la directora de


infantil, Elvira, Virginia se asombró un
poco. Era un despacho un poco raro, porque
tenía un montón de dibujos por las paredes.
La directora Elvira le dijo que se sentara.
Esta directora siempre estaba feliz y tenía
cara de sonriente.
Entonces, la directora le preguntó cuál era
el motivo por el que estaba allí y Virginia le
explicó todo. Al escuchar todo lo ocurrido, a
la directora solo se le ocurrió una forma de
castigo: rezar. Era su único método de

17
18
castigo, rezar para pedir perdón por lo que
uno había hecho mal.
Pero esto Virginia no lo entendía, porque
ella no había hecho nada malo. Al
contrario, los ordenadores eran los malos,
porque no les daba la gana de funcionar.

La directora empezó a rezar:


-Y ahora vamos a pedir perdón al Señor,
mientras pronunciaba toda la oración,
tenía los ojos cerrados y a Virginia le
parecía que se encontraba mal. Además le
tocó la frente y la tenía ardiendo, por lo que
ella pensó que tendría fiebre.

Virginia salió del despacho sin hacer ruido


y cogió una botella y un paño de la sala de
profesores.
Entró de nuevo en el despacho de la
directora, y le colocó en la cabeza el paño.
Lo raro es que la directora no se enteraba y
seguía con los ojos cerrados. Luego le echó en
él agua fría en el paño, y claro reaccionó.

19
La directora pegó un grito tan fuerte, que se
oyó en casi todo el colegio. Y como estaba
muy asustada gritó:
-¡Socorro! ¡No se acerquen a esta niña, es
muy peligrosa! ¡Por favor, Señor ten piedad!

Virginia no entendía como se podía poner


así por lo ocurrido. Ella solo había intentado
ponerle un paño para que la frente no la
tuviera muy caliente.

20
En su casa, Virginia llevaba también una
vida de lo más divertida. Porque aunque no
lo parezca siempre le ocurrían cosas.
Vivía en un piso con su madre y su padre.
La casa no era muy grande, pero aun así
había que limpiar todos los días. Su madre,
Julia, es la que se encarga de las tareas de la
casa: limpiar, cocinar… Y todo lo hace con
normalidad, hasta que un día cuando le
llaman por teléfono, la cosa se complica.
Eran las nueve de la mañana, y Julia había
preparado la fregona para limpiar la casa,
entonces sonó el teléfono. La madre de
Virginia lo cogió y contestó.
-¿Sí? ¿Dígame?-preguntó Júlia.
-Soy Paco, quería llamarte porque resulta
que acabo de ver que en el centro comercial
han puesto rebajas en la sección masculina
y como no me vendrían mal unos
pantalones nuevos. ¿Tú podrías

21
acompañarme, y así me das consejo para
comprarlos?-dijo el padre de Virginia.
-Cariño, es que ahora la verdad es que no
me pillas en buen momento. Estoy muy
ocupada limpiando la casa, y además tengo
a Virginia en el salón y no podría dejarla
sola.
-Bueno, pues eso se puede resolver. Es más
fácil de lo que parece. Deja de fregar y lo
que tengas que hacer. Ya limpiarás otro día.
En cuanto a la niña, pídele al vecino que la
cuide solo un par de horas. Seguro que
acepta.
-Venga me has convencido. Voy a vestirme,
dejo a la niña y nos vamos.
-Muy bien, cariño. Yo voy para allá,
enseguida estoy allí.

Julia terminó de hablar con su marido y se


fue al salón. Al llegar le explicó todo a
Virginia, y ella lo comprendió. Entonces se
fueron las dos al piso del vecino, que estaba
en la misma planta que ellas. Al llamar a la
puerta, apareció un hombre alto y delgado

22
que saludó a Julia. Era el vecino. Este
hombre se llamaba Enrique.
La madre de Virginia le pidió que cuidara
solo un par de horas a su hija, y el hombre
aceptó. Dijo que no pasaría nada, y que
seguro que se portaría genial. Julia se
despidió de Virginia y se fue al centro
comercial con Paco.
El vecino Enrique, al cerrar la puerta del
apartamento, empezó a hacerle carantoñas
a Virginia; pero ella no se fiaba de él.
Entonces, la dejó en el suelo. Tenía una casa
muy pequeña, pero a Virginia lo que le
gustaba era la gran alfombra del salón. No
paraba de dar vueltas y rular por encima
de ella. Mientras Virginia jugaba en la
alfombra, el vecino se fue a la despensa y
cogió una aspiradora, volvió al salón y la
encendió.
A Virginia le asombraba el ruido que hacía
y además como chupaba, se “comía” y
“tragaba” las cosas del suelo.
El vecino al verla, tan intrigada y atenta al
mirar la aspiradora, le dijo:

23
-¿Qué pasa pequeña, te gusta? Esto es un
aparato que sirve para limpiar las cosas
sucias del suelo. Coge pelusas, restos de
papel… Es muy útil.
Virginia no contestaba, solo miraba atenta
la aspiradora, y eso podía ser muy
peligroso. Porque, cuando Virginia le presta
un especial interés en un objeto y lo mira
fijamente, es que está tramando algo. El
vecino, Enrique, desconectó el cable de la
aspiradora y se fue al baño, para afeitarse.
Le dijo a Virginia que no tocara nada.
Cuando el hombre cerró la puerta del salón
y se fue al baño, Virginia se puso en acción.
Lo primero que hizo fue mirar, y se dio
cuenta de que había un botón en la
aspiradora. Le dio, pero no se encendía.
Entonces, se dio cuenta de que tenía que
enchufar el cable a la corriente. Al
enchufarlo, le dio al botón y la aspiradora
empezó a sonar.
El vecino oyó un ruido, pero no se enteraba
de lo que sucedía, porque llevaba unos

24
cascos puestos con la música demasiado
fuerte.
Cuando la aspiradora funcionaba, Virginia
cogió las revistas que había encima de la
mesa del salón y las puso en el suelo
enfrente de la aspiradora. Acto seguido,
cogió el aparato y lo movió hacia adelante.
A ella le hacía gracia como el aparato
chupaba y tragaba las cosas del suelo. De
tal manera, que acabó, una por una, con
todas las revistas del vecino. Tal era el
entretenimiento, que decidió coger otra cosa
para divertirse. Incluso llegó a mezclar
varias cosas, para que la aspiradora las
chupara.

25
Puso de todo: pañuelos que llevaba en su
bolsillo, revistas…Hasta que al poner una
toalla, que estaba encima de la cómoda en el
salón, la aspiradora se atascó. No podía
chuparla. Entonces, Virginia apagó la
aspiradora y desenchufó el cable, sabía
cómo desconectarla. Pero no podía sacar la
toalla.
A la media hora de haber jugado Virginia
con la aspiradora, su vecino Enrique
terminó de afeitarse y se fue al salón.
Entonces se pegó un gran susto. Nada más
entrar presenció la siguiente escena: una
aspiradora con una toalla cogida, y la
traviesa de Virginia tirando de ella, para
ver si podía sacarla.
El vecino se puso muy preocupado, y decía:
-No lo entiendo, ¿cómo es posible que una
niña de tan solo 3 años haya hecho esto?
Madre mía, en cuanto venga su madre le
explicaré todo.
-No por favor, no seas malo. Yo solo quería
jugar, me hacía gracia. Pero no pretendía
romper nada. Lo siento.-contestó Virginia,

26
poniendo cara de pena y de inocente, de tal
forma que consiguió que su vecino, Enrique,
se calmara.
Para pasar el rato y esperar a que viniera
la madre de la traviesa Virginia, Enrique
decidió encender la televisión y verla con
Virginia. Pero lo que ponían en la televisión
a ella no le gustaba, porque le aburría. Por
eso, mientras estaban sentados los dos en el
sofá, empezó a mirar la cara de su vecino.

Y se dio cuenta de que tenía una mancha de


chocolate. La miró y se lo comentó:
-Oye, creo que te has manchado. En la cara
tienes una mancha de chocolate.
-¿Dónde, niña? Dímelo y yo me la limpiaré.
Será por el chocolate con churros que me
tomé esta mañana al levantarme.-le dijo
Enrique.
-Aquí.
Al mirarse en el espejo, el hombre empezó a
reírse, y Virginia no lo entendía. No era
una mancha de chocolate, todo lo contrario:

27
era un lunar. Pero Virginia no se había
dado cuenta.
-Mira pequeña, esto es un lunar. ¿No lo has
visto nunca? No es una mancha de
chocolate.-dijo el vecino.
-Oh, yo no lo sabía.
-¿De verdad que nunca has visto un lunar?
-No, nunca.-dijo Virginia.
-Pues ya sabes lo que es. Son puntitos
marrones, que con el tiempo pueden salir en
cualquier parte.
-Que guay, yo quiero que me salga un lunar.
-Eso ya lo veremos.-finalizó el vecino,
mientras al salir del baño con Virginia,
sonó el timbre. Se dirigieron los dos a la
puerta y al abrirla vieron a Julia que venía
a recoger a su hija.
-Ya estoy aquí. Muchas gracias por haberla
cuidado. ¿Cómo se ha portado?-preguntó
Julia.
El vecino, sin saber que responder, miró a la
niña y le dijo a Julia:

28
-Bien, se ha portado bien. Es una niña un
poco traviesa y activa, pero es buena.
-Muchas gracias.-contestó Virginia.
-Bueno, pues no le molesto más. Hasta la
próxima, si no le importa.
-Claro, ya veremos, pero debes consultarme
antes.
Virginia salió con su madre y fueron a la
casa. Al entrar, cuando Julia cerró la
puerta la niña le dijo:
-¿Sabes mamá?, hoy he aprendido algo
nuevo.
-Ah, ¿sí? ¿Qué has aprendido?-preguntó la
madre.
-Que existen unos puntitos que son los
lunares.
La madre la miró sorprendida, no entendía
como podía haber aprendido algo así. Pero a
la vez se alegraba de que al vecino le
hubiera caído bien su hija, porque siempre
estropeaba las cosas sin querer hacer nada
malo.

29
Mientras veía la televisión, Virginia se dio
cuenta de que anunciaban unas galletas
nuevas. Pero estas galletas no eran las de
toda la vida, eran diferentes y también iban
a ser la solución a sus problemas a la hora
de tomar el desayuno en el colegio.
Su forma que tenían redonda, el chocolate
negro y por supuesto, lo más importante, su
tamaño; llamó la atención a la niña.
Inmediatamente nada más ver el anuncio,
se dirigió a la cocina donde estaba su
madre, y le dijo lo que había visto.
-Mamá, no te lo vas a creer. Acabo de ver
en la tele unas galletas muy bonitas, ¡las
quiero, mamá! ¡Por favor, cómpramelas!-dijo
impaciente la niña.
-No sé yo.-contestó la madre, que luego
pensó: “es absurdo, pero si le hace ilusión.
Además será la forma de que se coma el
desayuno en el colegio. Tendré que probar.”

30
Cuando terminó de hablar con Virginia, la
madre se fue a comprar las galletas, para
que al día siguiente Virginia pudiera
comérselas en el colegio. Mientras tanto, la
niña se quedó jugando en la casa con su
padre. La madre, Julia, miró en el
supermercado que había al lado de su casa,
pero le dijeron que se habían agotado.
Entonces, comprobó en otro supermercado,
luego en otro, y en otro, en otro…pero no
encontraba en ninguna parte esas galletas.
Se ve que al ser la novedad, se habían
agotado todas rápidamente, pero aun así,
Julia no se rindió y continuó su búsqueda
por toda Murcia. Se recorrió la ciudad
entera, hasta que encontró en un
supermercado las malditas galletas.
Al terminar, volvió a casa con una bolsa
enorme llena totalmente de paquetes de
galletas. No quería perder esa oportunidad,
porque si compraba pocas luego le tocaría
volver a buscar. Perdió toda la mañana,
pero al menos le sirvió de ago.

31
Al día siguiente, Virginia se marchó al
colegio, toda feliz y contenta, porque iba
con sus nuevas galletas. Llevaba un
paquetito de cinco galletas, que eran de la
marca “Príncipe”. La madre le comentó a la
profesora Sara, que le había puesto un
nuevo desayuno y a ella le pareció muy
bien. Ambas mujeres pensaban que de esta
forma Virginia empezaría a comer algo,
pero no sabían que ella tramaba algo
diferente y no lo que pensaban. Cuando
llegó la hora del desayuno, Virginia abrió su
paquete y cogió una galleta lentamente.
Luego la chupó, pero seguía teniéndola en la
mano. Y así la mantuvo, hasta pasar diez
minutos. Mientras tanto, la traviesa daba
vueltas por la clase, habla con sus
compañeros y se divertía; pero la galleta
seguía en la mano.
Fueron pasando los días, y la profesora
Sara pensaba que se las comía. Al contarle
a Julia cómo evolucionaba la pequeña, se
ponía muy contenta. Incluso, la maestra al
acercarse a Virginia, oía como le decía:
“¡Qué rico, umm…!” Pero un día, todo se

32
descubrió. Sara decidió a la hora del
desayuno, espiar a escondidas a Virginia.
No le parecía normal que se comiera
siempre todas las galletas.
Mientras miraba a escondidas, pudo
observar como la niña cogía un folio, luego
envolvía las galletas con el folio y las tiraba
a la papelera.
Al enterarse de lo ocurrido, la profesora
Sara se asustó mucho y pudo ver que la
niña era muy astuta y sobre todo, traviesa.
Nada más terminar la clase, cuando Julia
vino a recoger a su hija, Sara le explicó lo
que hacía Virginia a Julia y su madre se
enfadó mucho. Empezó a reñirle y le dijo
que ese no era el comportamiento correcto.
Además, la madre estaba muy enfadada,
porque después de haberse recorrido Murcia
entera, su hija va y tira las galletas,
derrochándolas como si no le costaran
dinero. La regañina que se llevó nuestra
protagonista fue dura, pero eso no dejó de
hacer que ella fuera traviesa; aunque aun
así no tenía mal fondo y sí un buen corazón.

33
Pero lo más importante, es que esa bronca le
sirvió para aprender que no se deben
despreciar las cosas, puesto que todas tienen
un valor y cuestan dinero, que nuestros
padres ganan con su esfuerzo y trabajo en
el día a día. Desde entonces, aunque su
madre no le da galletitas, le manda
bocadillo y como no se lo toma (aun siendo
pequeño) lo guarda para la merienda en
casa.

34
Los días en el colegio pasaban rápidos,
porque Virginia se divertía mucho; y ya
quedaba muy poco para la fiesta que más le
gustaba a ella de todo el año: la Navidad.
Esa época le encantaba, porque recibía un
montón de regalos de los tres Reyes Magos y
también de Papá Noel. Cuando un día
estaba jugando en el parque con su amiga
Raquel, las dos ven a un señor que tenía
una enorme barba blanca y llevaba gafas.
Su cara les llama la atención y deciden
acercarse para preguntarle una duda que
tenían. Al llegar, las dos se paran delante y
Raquel le pregunta:
-¿Eres un enanito de “Blancanieves”?
-No, Raquel, es Papá Noel. Tenemos que
aprovechar para decirle lo que queremos
pedir para Navidad, que falta muy poco.-
interrumpió Virginia a su amiga.
El viejecito, les dice que pueden sentarse con
él y pedirle lo que quieran para Navidad.

35
36
Entonces, cuando Virginia se sienta en su
rodilla aparece su madre que se da cuenta
de lo que están haciendo las dos niñas y
viene corriendo al lugar donde están.
Al llegar, pide disculpas al señor mayor y se
va rápidamente a otro lado. Julia les
explica a las dos niñas que no deben hablar
con extraños, pero eso no hizo que Virginia
no se enfadara con su madre.
La niña estaba enfadada, porque ella no
había podido pedir sus regalos a Papa Noel,
entonces decide quejarse sin parar, pero su
madre no le hace caso. Julia le dice que lo
que tiene que hacer es escribirle una carta,
pero no hablar con extraños.
Virginia, al ver que su madre no le hacía
caso, le cuenta luego lo ocurrido a su padre.
Entonces su padre le dice que no debe
desilusionarse, y que es mejor que le pida lo
que quiere a los tres Reyes Magos, porque
según él son más mágicos. Al decirle eso,
Virginia se pone muy contenta y decide
empezar a pensar que es lo que quiere

37
pedirles. Tenía que ser un gran regalo, debía
aprovechar esta oportunidad.

38
Virginia no paraba de pensar que es lo que
podría pedirle a los Reyes Magos. Por eso,
decidió ir con su madre a ver jugueterías
por la ciudad para encontrar algo.
Pero los juguetes que veía no le llamaban la
atención, porque unos los tenía de
habérselos regalado en los cumpleaños y
otros no le gustaban. Como no veía nada,
decidió volver con su madre a casa y
durante el camino encontró el regalo
perfecto. Mientras volvían a casa, Virginia
vio un montón de perritos moviéndose
dentro de un escaparate, era una tienda de
mascotas. Nada más ver a uno de los
perros, la niña se emocionó y dijo: “Ya sé lo
que pedir a los Reyes Magos, mamá: un
perro”.
Se acercó al escaparate y puso la mano en el
cristal. Entonces el perro lamía el cristal,
como si quisiera darle lametazos a ella.

39
40
La niña toda contenta le decía a su madre
lo bonito que era, el pelo que tenía y como
jugaba. La cara de felicidad de la pequeña
contrastaba con la preocupación de la
madre por el regalo de la niña. Su madre no
podía imaginar que harían en casa, si los
Reyes Magos traían semejante regalo a su
hija. Ella sabía que cuidar a un perro era
una gran responsabilidad, no era nada
fácil.
La madre al ver que la hija estaba tan
contenta, decidió irse a casa para que no se
hiciera ilusiones. Pero la niña no quería,
incluso llegó a decirle que porqué no
entraban a verlo en la tienda. Entonces la
madre, no tuvo más remedio que aceptar y
entrar en la tienda para ver más de cerca
al cachorrillo. Nada más entrar, la
dependienta les preguntó que querían. Y
Virginia fue quien respondió. La
dependienta al ver lo emocionada que
estaba la niña, sacó al perro para que lo
pudiera tocar.

41
Virginia lo cogió al cachorro en brazos, y lo
tocaba suavemente. El perro era de color
blanco, con manchas de color negro
repartidas por todo el cuerpo, y también
muy cariñoso. Cuando la niña terminó de
tocarlo, volvieron a su casa y por el camino
Virginia no paraba de pensar en el perrito.
Entonces cuando llegaron a casa, Virginia
le dijo a su padre lo que había visto y al
padre le pareció una idea magnífica que la
niña pidiera el perro a los Reyes Magos.

42
43
44

También podría gustarte