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Con frecuencia, en los grupos carismáticos, se invita a los participantes a dar un testimonio, es
decir, a narrar ante la asamblea cristiana lo que Dios ha hecho en sus vidas. En ocasiones, quien
testifica cuenta cómo llegó a conocer al Señor, cómo se llenó de amor, de alegría y de paz,
cómo cambió de vida, cómo recibió algunos carismas o gracias y bendiciones particulares. Es
el testimonio de los signos o los prodigios (Hech. 2, 43; 5, 12-15; 14, 8-10; 19, 11-12).
Proponemos diez consejos que debería tener en cuenta quien desee testimoniar.
El testimonio suele tomar, como punto de partida, la situación vivida antes del encuentro con
Jesús: enfermedad, angustia, ignorancia, pecado. Esto implica una rápida presentación del
testigo: quién era y quién es. Se narra cómo intervino Jesús: oración, predicación, testimonio,
sanación, bendición especial, etc. y cómo vive el testigo en la actualidad. Un testimonio
personal despierta la atención por sí mismo, sin tener que apoyarse en trucos pedagógicos para
lograrla.
4. El testimonio debe ser auténtico
Dios no necesita de nuestras mentiras, ni los hombres tampoco. Para testimoniar no se requiere
fabricar una leyenda dorada, con episodios que sólo son fruto de imaginación o de
interpretaciones apresuradas, aunque motivadas por la buena voluntad. Las abejas no liban
néctar en flores artificiales, ni se pueden colgar óleos en la pared si los clavos no son de acero
sino apenas palitos pintados de gris.
Para asegurar la autenticidad de los testimonios y evitar que sean el fruto del entusiasmo o del
deseo de que las cosas sucedan, es bueno dar un tiempo entre la gracia recibida y el testimonio
público; y primero dar el testimonio en el círculo de los familiares y amigos, luego ampliar el
auditorio con el vecindario, el grupo de oración, el ambiente de estudio o de trabajo, la
parroquia, la ciudad, etc.
Hay muchos dispuestos a lanzar sobre sí mismos los mayores vituperios, y luego protestan si
alguien les dice la décima parte de lo que ellos mismos afirmaron. La reacción ante lo que
dicen los demás es buena medida para saber lo que opina cada uno sobre sí mismo, o si
pronuncia frases huecas.
Todos deberíamos dar testimonios nuevos cada día. No hay obligación de repetir siempre el
primer testimonio, como si Jesús hubiese actuado una vez en nuestra vida, y se hubiera
contentado con esa acción. Al profundizar la relación con Dios, el testigo puede descubrir
muestras del amor divino, aun en las cosas más triviales de la existencia. Dios siempre actúa.
Del Espíritu Santo se dice que no cansa ni se cansa. Él es permanentemente el Dios Creador
que todo lo renueva y que no se repite nunca.
El testimonio no es para armar polémicas, sino para comunicar paz. Si Cristo perdona al
testigo, éste no debe emplear el tiempo en desahogos inútiles, sino en crear un ambiente de
simpatía, y en comunicar el mensaje con entusiasmo, no como un profesor que transmite
verdades que dejan fríos a los oyentes. Un toque de buen humor y amenidad puede ser
excelente ayuda.
8. El testimonio debe llevar a la oración
Aunque en sí mismo el testimonio puede considerarse una oración de alabanza que reconoce la
grandeza de Dios y le agradece sus beneficios, también es una invitación a glorificar al Señor.
El testigo, al testimoniar, puede apoyar sus palabras con textos de la Sagrada Escritura, y puede
usar la misma expresión la asamblea que responde.
El uso de la Palabra revelada en el testimonio debe ser respetuoso, sin aludir a ella sólo por dar
la impresión de que los tiempos bíblicos continúan. Lo mismo se debe decir de las respuestas,
recitadas o cantadas, de la asamblea. Éstas pueden reducirse a términos concisos como:
Aleluya, Hosanna, Gloria a Dios, Te alabamos, Señor, etc., que no por ser breves dejan de ser
fervorosos y que se parecen a oraciones jaculatorias. El testimonio debe llevar a la conversión,
al arrepentimiento, a la inserción en la Iglesia, a disipar las dudas, a crecer espiritualmente.
Es posible que los hombres se impresionen más por las acciones realizadas y las mujeres por
los sentimientos que se traslucen. Por eso el testimonio, sin dejar de ser lo que es, se adaptará a
los diferentes ambientes, pero siempre será espontáneo y sincero, no como discurso repetido de
memoria, sino como mensaje que desea hacer conocer a Jesucristo, con la invitación: vengan y
vean.
Muchas personas esperan un testimonio que las mueva a creer o a reavivar la fe. Quizá ello
dependa de una palabra aparentemente ingenua y sin importancia. El rabí Simeón Ben Yohai
dijo: “Si ustedes son mis testigos, yo soy Dios”.
DESTACADOS:
El testigo debe orar para saber lo que Dios quiere que comunique y lo que quiere causar con el
testimonio en los oyentes.
El testigo debe orar por los oyentes y por la persona a la que se desea hablarle de Jesús, para
que sus corazones se abran a la gracia y el testimonio sea para ellos ocasión de un encuentro
con Jesús.
Un testimonio personal despierta la atención por sí mismo, sin tener que apoyarse en trucos
pedagógicos para lograrla.
Escribir y compartir tu testimonio cristiano con otros es una gran manera de compartir tu fe y
testificar de la obra transformadora de Dios en tu vida.
El objetivo de esta clase es proporcionar una guía para escribir un testimonio que se centre en el
evangelio y que exalte a Cristo.
Tenemos que mencionar lo que Cristo ha hecho por nosotros, específicamente lo que Él hizo en
la cruz. Pablo modela este tipo de actitud centrada en Cristo cuando escribe a los Corintios:
“Porque nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y este crucificado” (1
Corintios 2,2). Pablo sabía que la obra de Cristo en la cruz era de primera importancia (1
Corintios 15,3).
Cuanto más claro podemos ser sobre quién es y lo que ha hecho, más impacto tendrán nuestros
testimonios, y mayor gloria irá a Cristo.
2. Durante tu historia, permite a los oyentes conocer lo que has aprendido acerca de Jesús.
• ¿Quién es Jesús?
• Lo que cumplió en la cruz.
¡Que Dios abra muchas puertas para que puedas compartir cómo su gracia ha impactado tu
vida! Amén.