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de México, 1736-1739.
La influencia de los tratados de peste europeos*
RESUMEN
Los tratados de peste circularon con gran profusión en Europa en los siglos
XIII y XIV. En el Nuevo Mundo también circularon esos textos, como la edición
en México, en 1737, de un manual veneciano de 1630, que fue de utilidad a los
médicos para combatir un fuerte brote de peste denominada matlazahuatl. Este
trabajo da cuenta del contenido de este manual y analiza su influencia en las
medidas sanitarias promovidas por las autoridades coloniales.
Tengo (…) por muy cierto, que en el mundo no hubiera mejor ciudad, que era de
México, como no tuviera tantas acequias, y se recogiera tanta agua alrededor de
ella, por lo cual es sujeta a (…) malignas pestilentes fiebres y tabardetes.5
Lo que llama la atención de este párrafo es que desde la peste negra del
siglo XIV ya se empezaba a considerar a la lana como transmisora del mal
pestífero.15 El manual de Capello indicaba que las cosas porosas y esponjosas,
como las ropas, paños y vestidos, atraían la infección y la conservaban por
largo tiempo, como los paños de lino y lana, lo que no ocurría con los tejidos
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lisos y llenos que “la traían menos”.16 Por su parte, Cabrera Quintero señaló
que entre las lanas del obraje de Tacuba había “proliferado el contagio”. Pero
ambos autores también reflexionaron en torno a otros elementos que habían
influido en la aparición de estas dos epidemias. Tanto Cabrera Quintero como
el médico italiano estaban convencidos de que “la peste era un venenoso
vapor engendrado en el aire, enemigo de nuestro espíritu vital”, que cuando
duraba mucho tiempo en el aire “podía infeccionar también las aguas y los
frutos de la tierra”. Por lo anterior, se recomendaba que en los portales y
zaguanes de las casas se colocaran ollitas con azufre encendido, “para que el
vapor purifique todo el ambiente de la casa”. Como ya se dijo, el matlazahuatl
además fue considerado como una enfermedad cuyo contagio se transmitía
a través de los miasmas pestíferos. Por ello el ayuntamiento de la ciudad de
México acordó que
siendo el ambiente el más que con su putrefacción corresponde al aire por medio
de él se infestan los vecinos [...] se eche bando general que en todas las calles y
barrios se pongan luminarias que los purifiquen.17
Las comidas se han de sazonar con licores agrios, como de vinagre o de zumo
de limón o de naranja o de cidra o de agraz [...]. Se ha de tener una buena regla
de vida, comiendo buena carne, más de assado, que de cocido, poca fruta y
guardarse de todo lacticinio, porque engendra sangre aquea [sic] y excrementosa
expuesta a la putrefacción.39
CONCLUSIONES
En este trabajo comparamos el contenido de un manual italiano del siglo
XVII contra la peste con algunos textos médicos y las acciones emprendidas
por las autoridades novohispanas para prevenir y curar una de las epidemias
más devastadoras del siglo XVIII, el matlazahuatl de 1736. Como se vio,
nuestro objetivo principal era analizar la influencia de las ideas médicas
europeas para contrarrestar el impacto de las epidemias en la Nueva España.
En general, podemos apreciar que entre Europa y América hubo una amplia
difusión de ideas y conocimientos a través de la reedición y circulación de
textos de medicina. Tal difusión se manifestó en la política sanitaria del
virrey y ayuntamiento para afrontar las reiteradas epidemias que afectaban
a la población novohispana. Así, pudimos apreciar que las autoridades
virreinales implementaron diversas medidas sanitarias, las cuales eran muy
semejantes a las prácticas en las ciudades europeas durante los siglos XVI
y XVII. Entonces podemos entender por qué en 1737 se publicó el manual
de Capello, cuando la capital virreinal estaba padeciendo el terrible azote
del matlazahuatl. Las ideas contenidas en el manual italiano en cuanto al
origen, prevención y curación de la peste muestran semejanzas con algunas
concepciones médicas de Cabrera Quintero. Ambos autores se basaron en
conceptos comunes con respecto al origen de las enfermedades, derivados
en gran medida de la teoría miasmática. Así, los métodos para curar el
matlazahuatl de 1737 y la peste de 1630 resultaron ser muy parecidos. Sin
embargo, también se observan diferencias; por ejemplo, a diferencia de
Europa, en la Nueva España no se prohibió la realización de procesiones
y actos públicos durante tiempos de epidemias, como sí ocurría en el viejo
continente. Otra diferencia puede encontrarse en el uso de ciertas yerbas y
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NOTAS
1. Esta cifra es mencionada en el libro de Cabrera Quintero, Escudo de armas, México,
Instituto Mexicano del Seguro Social, 1981, pp. 499-502, 510-513. Para algunos
demógrafos históricos se trata de una cifra exagerada. Por ejemplo, Pescador menciona
que Cabrera Quintero elevó artificialmente el total de muertos con el objeto de
enaltecer la intercesión de la virgen de Guadalupe en el fin de la epidemia. Cfr. Juan
Javier Pescador, De bautizados a fieles difuntos, México, El Colegio de México,
1992, p.96, nota 32. De cualquier modo, consideramos que los datos proporcionados
por Cabrera Quintero deben verse con precaución, en virtud de que sólo se contabiliza
un sector de la población, el de los indios tributarios.
2. Miguel Ángel Cuenya, Puebla de los Ángeles en tiempos de una peste colonial,
México, El Colegio de Michoacán-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
1999, 205.
3. La cifra de Cholula proviene de Elsa Malvido, “Factores de despoblación y de
reposición de la población de Cholula (1641-1810)”, Historia Mexicana, XXIII: 1
(julio-septiembre), 1973, p.55, 75. Sobre las otras referencias de muertos, puede
consultarse mi libro antes citado, La Nueva España y el matlazahuatl: 132-134.
4. Los historiadores, médicos y epidemiólogos han sostenido una prolongada
discusión en torno a la definición del matlazahuatl. En la colonia, se consideraba
que se trataba del famoso tabardete, tabardillo o fiebre tifoidea. Fue hasta mediados
del siglo XIX cuando se obtuvieron avances significativos en el conocimiento del
tifo o fiebre tifoidea. Finalmente, se consideró que el matlazahuatl era diferente al
tabardillo y se asemejaba más al tifo europeo. En 1950 se seguía sosteniendo esta
idea y se consideraba que era una especie de tifo exantemático. Pero la presencia
constante de esta enfermedad en el país generó otras opiniones y de nuevo se abrió
el debate. Las últimas investigaciones de Elsa Malvido apuntan a que se trataba de
una peste con características hepatoneumónicas, debido a la marcada ictericia en el
brote de 1736-1738. La polémica continúa, ya que otros autores consideran que no
es peste, sino una epidemia de tifo. Sobre el desarrollo de este debate, véase Molina
del Villar, op cit., cap. II.
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Reales cédulas originales, vol.57, e.49, f.2; México, AGN, ramo Bandos, vol.3, exp.8,
ff. 29-30, “Despacho vedando el uso de toda mistela para impedir la introducción de
las contrahechas a que se atribuyó el incremento de la epidemia. Septiembre 1737”. En
relación con las implicaciones sociales de esta prohibición, véase América Molina del
Villar, Por voluntad divina: escasez, epidemias y otras calamidades en la Ciudad de
México, 1700-1762, México, CIESAS, 1996: 71-74.
31. Sevilla, AGI, ramo “Audiencia de México”, leg. 504, ff.3-3v, “Carta del virrey Vizarrón
Eguiarreta al Consejo General de Indias sobre la epidemia que ha cundido por toda la
ciudad. 16 abril 1737”
32. Capello, op. cit.: 16.
33. Cipolla, op. cit.: 23. En ocasión de las epidemias de fines del siglo XVI, en Barcelona
se prohibieron las romerías e incluso el concurso popular en procesiones y otras
manifestaciones públicas. Betrán, op. cit., pp. 279, 298.
34. Sobre las características de estas actividades, véase Molina del Villar, op. cit.: 101, 113,
85-127.
35. México, AHDF, “Actas de cabildo originales”, vol. 62A, 18 mayo 1737.
36. Cabrera Quintero, op. cit.: 32-33.
37. Capello, op. cit.: 1-3; Cabrera Quintero, op. cit.: 33-35;
38. Capello, op. cit.: 12; Cabrera Quintero, op. cit.: 36, 39.
39. Capello, op. cit.: 16-17.
40. Ibid.: 8-9.
41. Cabrera Quintero, op. cit.: 38-39; Capello, Compendio medicinal: 13-14.
42. Véase Ibid.: 7-39.
43. Cabrera Quintero, op. cit.: 91.
44. Decreto citado en Cabrera Quintero, op. cit.: 89. En relación con la proliferación de
estos médicos, sangradores y curanderos, así como con el papel del Protomedicato
en España, véase Pérez Moreda, op. cit.: 441-442.
45. John Jay Tepaske (ed), The Royal Protomedicato. The Regulation of the Medical
Profession in the Spanish Empire, Durkham, John Tate Lanning, Duke University
Press, 1985: 151-152.
46. En febrero de 1737 el capellán del pueblo de San Pablo del Monte (Puebla) señaló que
en la cabecera se había introducido una mujer “incógnita, quien artificiosamente andaba
pervirtiendo la ruda ignorancia de los indios… y les hacía creer que en su manos estaba el
poder de contagiar a unos y sanar a otros”. AGN, Inquisición, v.862, ff.414-414v.
47. Nota del Editor: En el artículo nunca se describe totalmente el cuadro clínico y
sólo habla de cefalea, malestar general, fiebre, epistaxis, ictericia, inflamación de la
parótida (que podría haber sido más bien de ganglios) y, lo más importante, contagio
muy fácil y rápido, y una gran letalidad. No parece, sobre todo por esto último, que
se haya tratado de tifo. El endémico, como la peste bubónica, se transmite por la
picadura de la pulga, sobre todo por la Xenopsylla cheopis, pero es una enfermedad
muy benigna, al contrario de la peste. Ésta, además, se transmite por vía respiratoria
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en los casos neumónicos como podrían haber sido los que se describen. El tifo
epidémico, que es más grave, se transmite por el piojo blanco, el del cuerpo, que es
poco probable que en aquella época los indios la hubiesen tenido, porque andaban
casi desnudos y se bañaban con mayor frecuencia que los españoles, que poco
sufrieron la enfermedad. (Dr. Rodolfo Morán González).