Está en la página 1de 3

NO LEAS Y SERÁS CONDUCIDO

“Y es aquí donde me detengo para cuestionar a la nueva generación -en la


cual me incluyo- que se dice es más consciente y activa socialmente... Pero
cuando se trata de política, sociedad y asuntos imprescindibles de la
cotidianidad, cree tener la última palabra por el mero hecho de estar con la
corriente, saberse de memoria ideas populares pero ajenas y repetir lo que
es más trillado decir.”

Recuerdo que cuando era niña pasaba horas en un mundo que no era este,
más feliz o al menos más entretenido. Para estar en él debía buscarlo
dentro de dos solapas y luego escudriñar tras unas letras, poco a poco iba
entrando y después de un tiempo era cada vez más difícil salir. Fue así
como hallé una evasiva a mi realidad que quizá no era la peor pero la que
encontraba en los párrafos podía gustarme más. Fui creciendo y con los
años comprendí que un libro más que darme un mundo temporal para
existir, puede darme un sinfín de alternativas para habitar en este.

Por ello, me resulta complejo imaginar una vida sin la herencia del amor
por la lectura, quizá porque lo que soy hoy ha sido influenciado en gran
medida por lo que he leído, y es curioso pues para cada momento de mi
existencia y sus preguntas, siempre habrá un libro oportuno en el que por
dentro tenga las respuestas; o cuando me veo a través de un personaje y
me revela nuevas debilidades o redescubro mi pasado para entrar en él y
reconocerme. O las muchas veces que el privilegio me ha nublado la vista y
he pensado que todo es maravilloso y está bien, pero aparece una historia
de alguna realidad dolorosa e innegable y es entonces cuando la vista se
aclara y me hace salir de mi burbuja para percatarme de un mundo más
difícil que el mío de cristal. Y es aquí donde me detengo para cuestionar a
la nueva generación -en la cual me incluyo- que se dice es más consciente
y activa socialmente, que promueve el cambio y desea un mundo y una
civilización mejor, la misma que puede pasar un día entero haciendo
scrolling en Instagram o viendo alguna serie trivial de Netflix, aquella en la
que gran parte de su atención y opinión se concentra en algún escándalo
de la farándula o en cualquier tema futbolístico. Pero cuando se trata de
política, sociedad y asuntos imprescindibles de la cotidianidad, cree tener la
última palabra por el mero hecho de estar con la corriente, saberse de
memoria ideas populares pero ajenas y repetir lo que es más trillado decir.
“Piensa antes de hablar. Lee antes de pensar” dijo el famoso escritor Fran
Lebowitz y no hay duda alguna de que leer enseña a pensar porque
biológicamente está demostrado que cuando se realiza una actividad de
lectura, el cerebro crea más conexiones neuronales lo que hace que la
capacidad cognitiva sea mayor, es decir, que quien lee genera más
asociaciones en las áreas del cerebro y aprender resulta una tarea fácil y
estimulante para de esta manera generar conclusiones y reflexiones
rápidas y elocuentes. Además, según los expertos, cuando una persona lee
que un personaje ficticio realiza determinada actividad, las áreas del
cerebro que se activan son las mismas a las que esa persona utiliza para
llevar a cabo esa acción, Y esto está relacionado con el famoso sentimiento de
empatía que es la capacidad de apropiarse del sentir del otro, luego, leer
podría ayudar a desarrollarlo e impulsar el bienestar del prójimo. Por otro
lado, el hábito de la lectura implica establecer asociaciones, deducciones,
estimaciones y desestimaciones entre autores, textos y contextos; de este
modo, el mal lector acostumbra a no pensar por sí mismo pues lo que ha leído
ha sido tan poco que una sola perspectiva se anidó en su cabeza. El buen
lector suele relacionar, comparar y posteriormente descartar y aprehender
ideas para generar un criterio propio y original, de ahí que a este último es
difícil engañar porque todo lo cuestiona. Así pues, se podría inferir, que tal vez
algunos (o muchos) no tendríamos tanto que decir, pues al leer poco, lo que
pensamos se queda corto.

Sin embargo, de una u otra forma existirán aquellos que disfrutan leer, pero
esporádicamente y limitados a hacerlo sólo si el tema es de su agrado, y en
ello no encuentro desacierto alguno, porque de ninguna manera la lectura debe
percibirse como un tormento u obligación agotadora, sino como la actividad
placentera y enriquecedora que es. No obstante, a medida que se adquiere el
hábito el lector va encontrando grato leer cualquier tipo de texto pues entiende
que leer es aprender de otros, aprender a pensar y aprender de otros como
aprendieron a pensar leyendo a otros.

Ahora bien, pese a lo anteriormente dicho, en algo tiene razón mi generación,


y es que el mundo debe cambiar, quizá por su instinto de supervivencia más
que por sabiduría ha intuido que para sobrevivir, la humanidad con la que
convive y el planeta en el que habita necesitan transformarse, y muy
seguramente esta metamorfosis no se dará si mis congéneres se limitan a
acoger la inmediatez del contenido visual y el titular de la noticia más que en
la profundización del conocimiento y creación de criterio a través de la lectura
de diferentes perspectivas escritas; porque sin crítica no hay evolución, la
crítica genera debate, el debate construye verdad y la verdad construye
sociedad.
Finalmente, a manera de invitación, Opina FUA les trae contenido con visiones
críticas que atañen a nuestra alma máter, y exhortamos directamente a toda la
comunidad universitaria a que lean nuestras columnas, que conozcan nuestro
mundo y sus matices, salgan de su autoinducida comodidad y conformismo
para así entre todos construir un mejor lugar.

También podría gustarte