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UNA MIRADA SOBRE LA INCLUSION SOCIAL

Erick Marín Espinosa


Docente Unidad Académica Socio - humanística – UNAD –

Al abordar el tema de la inclusión social es pertinente tener en cuenta las


dimensiones políticas, económicas e históricas a través de las cuales ordenamos
las relaciones entre un nosotros y los otros, que oscilan en un pensamiento dual
donde la inclusión se contrapone a la exclusión social, pero es prudente y
necesario no olvidar los matices que surgen de estas relaciones, especialmente
cuando se generan tensiones entre diferentes tradiciones de pensamiento y sus
múltiples historias. Las cuales no se dan en el vacío, por el contrario, se piensan,
se imaginan y se deben entender en su presente formado por una trama de
interacciones socioculturales que, entre otras posibilidades, gestan y le dan
forma al territorio1, en consecuencia, a las diversas territorialidades que se

1
“El territorio es espacio construido por y en el tiempo. De esta manera,
cualquier espacio habitado por el hombre es producto del tiempo de la
naturaleza, del tiempo de los humanos, de las distintas formas de organización,
y de la concepción cosmogónica del tiempo. Es decir, en lo fundamental, el
territorio viene a ser producto del conjunto de relaciones que a diario el hombre
entretejió entre todos los suyos con la naturaleza y con los otros.

Esta noción tiene la ventaja de incluir también una dimensión política del
territorio. Es decir, en la relación con lo ambiental y con su alteridad el hombre
se apropia de espacios, determina rutas, hace señalamientos y escribe en la
naturaleza su firma. Influye, afecta y controla acciones mediante el
establecimiento de un dominio en un área geográfica específica. Se construye
un sentido de la identidad espacial que guarda exclusividad y supone división en
la interacción humana. La implicación de todo esto es un modo de
comportamiento al interior del contenedor que, en extensión (sincrónicamente,
podríamos decir), redundará, necesariamente, en conflicto por el espacio
limitado y encuentro con otros distintos quienes también marcan y dejan huellas
en la apropiación sociocultural del espacio. El territorio es así más que el espacio;
son varios los territorios posibles en un espacio geográfico común. El
comportamiento humano genera ritmos interiores que chocan unos con otros.
En los territorios fluyen los acontecimientos internos significativos a cada
colectividad. Como complemento no menor, el comportamiento humano genera
también ritmos particulares. Intensidades. De manera que al hablar de territorio
siempre estaremos hablando implícitamente también de dinámicas y conflictos.
El pequeño pedazo de terruño conquistado deviene entonces en metamorfosis
que implican a quienes viven (o han vivido ahí).” Francisco Ther Ríos, «
Antropología del territorio », Polis [En línea], 32 | 2012, Puesto en línea el 13
diciembre 2012, consultado el 19 marzo 2013. URL:
http://polis.revues.org/6674
agitan entre las convergencias y divergencias históricas, culturales y en sí, entre
las categorías a través de las cuales pensamos y representamos a los otros. Pero
y en los encuentros entre culturas ¿Quiénes son los otros?, ¿Cómo los miramos?
o acaso ¿los otros están entre nosotros? Y ¿Los otros representan una categoría
política necesaria para pensar la inclusión social?

En esta dirección el concepto de alteridad2 resulta útil, porque refiere a las


relaciones que establecen los grupos humanos cuando las diferencias
culturales o de pensamiento se encuentran, se contrastan y generan
tensiones que, finalmente, son percibidas y configuradas desde los imaginarios
a partir de los cueles se significa al otro. Por consiguiente, y haciendo un breve
recuento histórico, podemos plantear que la mirada mediada por el poder de la
civilización, en Occidente, permitió y permite una construcción del otro como un
ser exótico o salvaje, negándole su tiempo y contemporaneidad, para ubicarlo
dentro una escala de progreso donde el etnocentrismo occidental se impone
sobre las diversas miradas, lenguas, rituales y demás aspectos sociales que
hacen que un grupo humano se identifique así mismo como un pueblo. Un
argumento similar sobre este tema se aprecia en la conquista del Nuevo Mundo:

“Durante el largo proceso histórico iniciado a finales del siglo XV con la


invasión de América, los europeos crean imágenes sobre los pobladores
del Nuevo Mundo orientadas siempre a justificar su dominio y a darle a
éste una dimensión moral. La finalidad es que el dominio no sea visto
como un acto de interés sino de salvación. No es el egoísmo sino el
altruismo, afirman ellos, lo que los mueve. El traslado al campo del
desarrollo social de la teoría de la evolución de las especies aporta la base
científica para someter a los pueblos indígenas con la idea de elevarlos
del estado de salvajismo al de civilización en que se encuentran los recién
llegados. […]”3

2
Para más información sobre este concepto pueden consultar: Krotz, Esteban, Alteridad y Pregunta
Antropológica, en ALTERIDADES, 1994 4 (8): Pág. 5-11
3
Chirif, Alberto, Introducción, en El Proceso del Putumayo y sus Secretos Inauditos. Carlos A Valcárcel.
CETA, Iquitos – Perú 2004
Desde la reflexión anterior se puede percibir cómo a partir del pensamiento
occidental y su teoría de la evolución, se ha fraguado la idea de un progreso, a
través de la cual los grupos humanos parecen estar llamados a cumplir un orden
ascendente donde las necesidades del mundo civilizado son las que se “deben”
cumplir. En esta línea la historia y la literatura nos ofrecen diversas miradas
sobre la memoria y los mecanismos de la dominación, entre ellas podemos
recordar la época de las caucherías y su economía de enclave que devasto, a
finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, a los pueblos de la
amazonia que hoy corresponde a los límites establecidos entre el Perú, Brasil,
Ecuador y Colombia.

A partir de lo anterior vemos como las tensiones políticas y culturales derivan


en diversas formas de pensamiento que desde una perspectiva histórica,
posiblemente, nos permiten pensar el presente y re--‐plantear aspectos
centrales que afectan a las sociedades contemporáneas, por ejemplo, el
concepto de desarrollo propuesto Max Neef quien nos muestra como la
creatividad humana, a diferencia de la obsesión por el crecimiento económico,
puede crear procesos que le aportan a la vida:

“Nada puede ser más importante que la vida. Y digo vida, no seres
humanos, porque para mí el punto clave es el milagro de la vida en todas
sus manifestaciones. Pero si predomina el interés económico, uno no solo
se olvida de la vida y otros seres vivientes, termina también ignorando a
los seres humanos.”4

Por consiguiente, y en cuanto el concepto de desarrollo se continúe pensando


como una dimensión económica desarticulada de la heterogeneidad cultural y
política, se le dará continuidad a un orden donde la pobreza, la corrupción, el
hacinamiento, los desplazamientos, entre otras situaciones de riesgo, le
seguirán dando forma a la noción de exclusión social como un proceso

4
Amy Goodman, Entrevista a Manfred Max--‐Neef, economista chileno, Traducido por: Rose Mary Salum
multidimensional que va cambiando según las épocas y los contextos. Desde la
perspectiva de Alicia Ziccardi5, las dimensiones de la exclusión social son:

“entre otras, las dificultades de acceso al trabajo, al crédito, a los servicios


sociales, a la justicia, a la instrucción; el aislamiento, la segregación
residencial, la carencia y la mala calidad de las viviendas y de los servicios
públicos en los barrios de las clases populares; la discriminación por
género a la que están expuestas las mujeres en el trabajo y en la vida
social; la discriminación política, institucional o étnico ‐lingüística que
sufren algunos grupos sociales.

La exclusión social hace referencia, entonces, a procesos y prácticas de


las sociedades complejas que se convierten en “factores de riesgo social”
compartidos por determinados colectivos sociales —inmigrantes, colonos,
mujeres, indígenas, discapacitados—.”6

En este sentido, nos aproximamos a la complejidad de las sociedades


contemporáneas, donde la aceleración y el consumo de necesidades insaciables,
nos adentran en formas de pensamiento que pueden resultar paradójicas,
porque así como nuestra sociedad reconoce, teóricamente, las diferencias
culturales, dicho reconocimiento parece estar desarticulado de las maneras
como entendemos el presente, es decir, de las maneras cómo concebimos e
imponemos nuestra realidad cultural como la forma adecuada para pensar el
mundo, sin tener en cuenta que una cultura en sí misma no es homogénea, por
el contrario, cuenta con un sin número de matices producto de las tensiones e
interacciones de los sujetos que le dan forma y se debaten ante la segregación
y “el acceso desigual de los recursos materiales y simbólicos, y por consiguiente,
muestran la heterogeneidad, la estratificación y la conflictividad intracutural”6.

5
Ziccardi, Alicia, Procesos de urbanización de la pobreza y nuevas formas de exclusión social. Los retos de las
políticas sociales de las ciudades latinoamericanas del siglo XXI / Alicia Ziccardi. – Bogotá: Siglo del Hombre
Editores, Clacso--‐Crop, 2008.
6
Maquiera D’Angelo, Virginia, Cultura y derechos humanos de las mujeres. En, Las Mujeres del Caribe
en el umbral del 2000, Pilar Pérez Cantó (ed), Madrid, Dirección General de la Mujer/Comunidad de
Madrid, 1998, pág. 171--‐203.
Agudizando la fragmentación social que puede devenir en actos que justifican
diversas formas de violencia y le dan continuidad al desequilibrio social,
económico y político que, al parecer, es la constante de nuestra sociedad. En
este sentido nos preguntamos ¿Qué significa la expresión inclusión social? Y
¿Cuáles son los significados que le otorgamos?

Más allá de tener una respuesta concreta, con el ánimo de controlar la polisemia
de dicha expresión, es preferible pensar en la inclusión social como un proceso
que surge del contacto entre diversas estructuras de sentido, y permiten la doble
posibilidad de cuestionarnos y darnos a la tarea de comprender y aprender de
los demás, buscando instancias de reflexión donde la dignidad y la equidad sean
puntos de inicio para pensar las interacciones sociales y los procesos de
transformación de la realidad.

BIBLIOGRAFÍA

Chirif, A (1004). El Proceso del Putumayo y sus Secretos Inauditos. Carlos A


Valcárcel. CETA, Iquitos – Peru.

Goodman, A. (2010). Entrevista a Manfred Max Neef. Traducido por Rose Mary
Salum.Independent Global News.

krotz, E. (1994)., Alteridad y Pregunta Antropológica. En: Constructores de


otredad. Revista Alteridades. Antropología. Buenos Aires. Pág. 16 -21

Maquiera, D.(1998). Cultura y derechos humanos de las mujeres. En: Las


Mujeres del Caribe en el umbral del 2000, Pilar Pérez Cantó (ed), Madrid,
Dirección General de la Mujer/Comunidad de Madrid, 1998, pág. 171-203.

Ziccardi, A (2008). Procesos de urbanización de la pobreza y nuevas formas de


exclusion social. Los retos de las políticas sociales de las ciudades
latinoamericanas del siglo XXI / Alicia Ziccardi. – Bogotá: Siglo del Hombre
Editores, Clacso--‐Crop.

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