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Mitología griega

Acrópolis ateniense.jpg
La mitología griega está formada por un conjunto de relatos cuyo origen se
remonta a una etapa anterior a la ocupación de la península griega, lo que se
demuestra por el paralelismo con otras mitologías de origen indoeuropeo. Este
conjunto de relatos no constituyen una religión en sí misma, pero sí constituyen un
reflejo de ciertas creencias de los antiguos griegos respecto al universo y el
hombre. Estos relatos de transmisión oral fueron de alguna manera "fijados" por
escrito por poetas, dando lugar a veces a las distintas versiones que conservamos
de ellos.
La mitología griega consiste explícitamente en una extensa colección de relatos e
implícitamente en artes figurativas, como cerámica pintada y ofrendas votivas.
Los mitos griegos explican los orígenes del mundo y detallan las vidas y aventuras
de una amplia variedad de dioses, héroes y otras criaturas mitológicas. Estos
relatos fueron originalmente difundidos en una tradición poética oral, si bien
actualmente los mitos se conocen principalmente gracias a la literatura griega.
Las fuentes literarias más antiguas conocidas, los poemas épicos la Ilíada
y la Odisea, se centran en los sucesos en torno a la Guerra de Troya. Dos poemas
del casi contemporáneo de Homero, Hesíodo, la Teogonía y los Trabajos y días,
contienen relatos sobre la génesis del mundo, la sucesión de gobernantes divinos
y épocas humanas, y el origen de las tragedias humanas y las costumbres
sacrificiales. También se conservaron mitos en los himnos homéricos, en
fragmentos de poesía épica del ciclo troyano, en poemas líricos, en las obras de
los dramaturgos del siglo V a. C., en escritos de los investigadores y poetas
del Período helenístico y en textos de la época del Imperio romano de autores
como Plutarco y Pausanias.
Los hallazgos arqueológicos son una importante fuente de detalles sobre la
mitología griega, con dioses y héroes presentes prominentemente en la
decoración de muchos objetos. Diseños geométricos sobre cerámica del siglo VIII
a. C. representan escenas del ciclo troyano, así como aventuras de Heracles. En
los subsiguientes periodos arcaico, clásico y helenístico aparecen escenas
mitológicas homéricas y de otras varias fuentes para complementar la evidencia
literaria existente.
La mitología griega ha ejercido una amplia influencia sobre la cultura, el arte y
la literatura de la civilización occidental, y sigue siendo parte del patrimonio y
lenguaje cultural occidentales. Poetas y artistas han hallado inspiración en ella
desde las épocas antiguas hasta la actualidad y han descubierto significado y
relevancia contemporáneos en los temas mitológicos clásicos.
Orígenes

Tuvo sus orígenes en Creta como resultado de la fusión del panteón cretense,


compuesto por divinidades terrestres y agrícolas, con el conjunto de dioses que
aportaron los pueblos aqueos, quienes tomaron también de Creta el culto a los
héroes y la configuración del mundo infernal.
Con la invasión de los dorios desapareció la Cultura micénica y se inició la historia
de Grecia. El conocimiento de la mitología griega ha llegado hasta nosotros
gracias a Hesíodo, quien escribió la Teogonía, Los trabajos y los días y el
Catálogo de las mujeres; a Homero, con su Ilíada y su Odisea y también gracias a
fragmentos de poesías épicas de diversos autores. Los escritores posteriores no
tuvieron más que acudir a estas fuentes para encontrar argumentos con los que
elaborar sus tragedias como Esquilo, Sófocles y Eurípides, o relatos épicos como
los de Apolonio de Rodas y Virgilio.
Clasificación de los mitos
Los mitos suelen clasificarse en:
Cosmogónicos: cuando trata sobre el origen del Universo,
Teogónicos: cuando versa sobre el origen de los dioses,
Antropogónícos: tratan el origen del hombre,
Etiológicos: acerca del origen de determinadas instituciones,
Escatológicos: sobre la vida de ultratumba,
Morales: de la lucha entre el bien y el mal.

Teorías sobre sus orígenes

Hay varias teorías modernas sobre los orígenes de la mitología griega. Según la
teoría escritural, todas las leyendas mitológicas proceden de relatos de los textos
sagrados, aunque los hechos reales han sido disfrazados y alterados. Según la
teoría histórica todas las personas mencionadas en la mitología fueron una vez
seres humanos reales, y las leyendas sobre ellas son meras adiciones de épocas
posteriores. Así, se supone que la historia de Eolo surgió del hecho de que éste
era el gobernante de algunas islas del mar Tirreno. La teoría alegórica supone que
todos los mitos antiguos eran alegóricos y simbólicos. Mientras, la teoría física se
adhiere a la idea de que los elementos de aire, fuego y agua fueron originalmente
objetos de adoración religiosa, por lo que las principales deidades eran
personificaciones de estos poderes de la naturaleza. Max Müller intentó
comprender una forma religiosa indoaria determinando su manifestación
«original». En 1891, afirmó que «el descubrimiento más importante que se ha
hecho en el Siglo XIX respecto a la historia antigua de la humanidad [...] fue esta
simple ecuación: Dyeus-pitar sánscrito=Zeus griego=Júpiter latino=Tyr nórdico».
En otros casos, los cercanos paralelismos en el carácter y la función sugieren una
herencia común, aunque la ausencia de evidencia lingüística haga difícil probarla,
como en la comparación entre Urano y el Varuna sánscrito o las Moiras y las
Nornas.
Por otra parte, la arqueología y la mitografía han revelado que los griegos fueron
inspirados por algunas civilizaciones de Asia Menor y Oriente Próximo. Adonis
parece ser el equivalente griego —más claramente en los cultos que en los mitos
— de un «dios moribundo» de Oriente Próximo. Cibeles tiene sus raíces en la
cultura anatolia mientras gran parte de la iconografía de Afrodita surge de las
diosas semíticas. Hay también posibles paralelismos entre las generaciones
divinas más antiguas (Caos y sus hijos) y Tiamat en el Enûma Elish. Según Meyer
Reinhold, «los conceptos teogónicos de Oriente Próximo, incluyendo la sucesión
divina mediante la violencia y los conflictos generacionales por el poder, hallaron
su camino [...] a la mitología griega». Además de los orígenes indoeuropeos y de
Oriente Próximo, algunos investigadores han especulado sobre las deudas de la
mitología griega con las sociedades prehelénicas: Creta, Micenas, Pilos, Tebas y
Orcómeno. Los historiadores de la religión estaban fascinados por varias
configuraciones de mitos aparentemente antiguas relacionadas con Creta (el dios
como toro, Zeus y Europa, Pasífae que yace con el toro y da a luz al Minotauro,
etcétera). El profesor Martin P. Nilsson concluyó que todos los grandes mitos
griegos clásicos estaban atados a los centros micénicos y anclados en épocas
prehistóricas. Sin embargo, de acuerdo con Burkert la iconografía del periodo del
palacio cretense prácticamente no ha dado confirmación alguna a estas teorías.
Homero

(Siglo VIII a.C.) Poeta griego al que se atribuye la autoría de la Ilíada y la Odisea,
los dos grandes poemas épicos de la antigua Grecia. En palabras de Hegel,
Homero es «el elemento en el que vive el mundo griego como el hombre vive en el
aire». Admirado, imitado y citado por todos los poetas, filósofos y artistas griegos
que le siguieron, es el poeta por antonomasia de la literatura clásica, a pesar de lo
cual la biografía de Homero aparece rodeada del más profundo misterio, hasta el
punto de que su propia existencia histórica ha sido puesta en tela de juicio.

Homero
Las más antiguas noticias sobre Homero sitúan su nacimiento en Quíos, aunque
ya desde la Antigüedad fueron siete las ciudades que se disputaron ser su patria:
Colofón, Cumas, Pilos, Ítaca, Argos, Atenas, Esmirna y la ya mencionada Quíos.
Para Semónides de Amorgos y Píndaro, sólo las dos últimas podían reclamar el
honor de ser su cuna.
Aunque son varias las vidas de Homero que han llegado hasta nosotros, su
contenido, incluida la famosa ceguera del poeta, es legendario y novelesco. La
más antigua, atribuida sin fundamento a Herodoto, data del siglo V a.C. En ella,
Homero es presentado como el hijo de una huérfana seducida, de nombre
Creteidas, que le dio a luz en Esmirna. Conocido como Melesígenes, pronto
destacó por sus cualidades artísticas, iniciando una vida bohemia. Una
enfermedad lo dejó ciego, y desde entonces pasó a llamarse Homero. La muerte,
siempre según el seudo Herodoto, sorprendió a Homero en Íos, en el curso de un
viaje a Atenas.
Los problemas que plantea Homero cristalizaron a partir del siglo XVII en la
llamada «cuestión homérica», iniciada por François Hédelin, abate de Aubignac,
quien sostenía que los dos grandes poemas a él atribuidos, la Ilíada y la Odisea,
eran fruto del ensamblaje de obras de distinta procedencia, lo que explicaría las
numerosas incongruencias que contienen. Sus tesis fueron seguidas por filólogos
como Friedrich August Wolf. El debate entre los partidarios de la corriente analítica
y los unitaristas, que defienden la paternidad homérica de los poemas, sigue en la
actualidad abierto.

La obra de Homero

La iconografía grecorromana ha consagrado el noble rostro barbado de un


anciano ciego como el de Homero. Esta es la imagen que ha atribuido la tradición
al poeta que escribió la Ilíada y la Odisea, los dos poemas épicos con que se
inaugura la literatura griega y la occidental y cuyo vigor lírico y narrativo
permanece fresco desde hace miles de años. Su nombre y sus obras han
alcanzado la gloria y alimentado mitos, narraciones y leyendas a través de los
siglos, sin que hayan perdido su fuerza original.
La mayor parte de la literatura griega se nutrió del inmenso caudal de leyendas y
tradiciones que desde tiempos remotos se transmitía oralmente de generación en
generación. También la poesía épica se transmitía oralmente en sus orígenes: un
aedo o un rapsoda la cantaba o recitaba de memoria ante un público que
desconocía la escritura. Los aedos eran músicos ambulantes que cantaban
poemas épicos acompañándose con instrumentos de cuerda;
los rapsodas recitaban sin cantar, llevando el ritmo con los golpes de un bastón.
La perfección y la calidad de la Ilíada y la Odisea, considerados obras maestras de
la literatura occidental, sólo se explica por la existencia de toda una tradición
previa sobre la Guerra de Troya que aedos y rapsodas fueron elaborando y
refinando durante siglos y que culmina en los grandiosos poemas homéricos. A
pesar de que Homero se sirve de los procedimientos de la tradición oral, es
indudable que en ambos poemas hay un propósito poético, un plan y una
estructura que revela la actividad de un poeta consciente de su arte.
Fotogramas de Troya (2004), una de las más recientes
producciones basada en los poemas homéricos

La naturaleza oral del estilo de la Ilíada y la Odisea es indudable. Esta certidumbre


se debe a la repetición cada cierto tiempo de unas determinadas fórmulas ("la
Aurora de dedos rosados", "Aquiles, el de los pies ligeros"), siempre en las
mismas condiciones métricas. Después de un largo período de transmisión oral, el
texto se habría fijado en su forma definitiva en Atenas durante el siglo VI a.C., por
iniciativa del tirano Pisístrato.
En sus poemas, Homero no trazó una historia completa de la Guerra de Troya
(que conocemos por otros fuentes), sino que escogió dos episodios de la leyenda
troyana para recrearlos. Así, en la Ilíada se narra el último año de la Guerra de
Troya, aunque el episodio central sea la disputa entre dos héroes griegos: Aquiles
y Agamenón. La Odisea, que parece ser la más moderna de las dos
composiciones atribuidas a Homero, relata las aventuras y penalidades de Ulises
(héroe que desempeña un papel secundario en la Ilíada) en el viaje de regreso
desde Troya hasta su patria, Ítaca, y el castigo que inflige a los pretendientes de
su esposa, Penélope, que le creían muerto.
Homero fue el poeta más admirado de la Antigüedad. Sus obras transmitían
conocimientos y enseñanzas relativas a variados aspectos (estratégicos y
militares; los astros y el firmamento; cuestiones morales y comportamientos de los
seres humanos; las relaciones de los dioses con los hombres) y dieron la forma
considerada canónica de la genealogía de los héroes y dioses griegos. Por todo
ello sirvió de referencia cultural y religiosa para las generaciones posteriores.

La Ilíada

La Ilíada relata el décimo año de la Guerra de Troya (o de Ilión, nombre griego de


la ciudad, de donde procede el título de Ilíada). Su núcleo argumental es la
célebre Cólera de Aquiles. El héroe griego Aquiles ha sido despojado de su
esclava Briseida por Agamenón, jefe del ejército aliado griego que tiene sitiada la
ciudad de Troya para rescatar a Helena. A causa de esta decisión injusta, Aquiles
se enemista con Agamenón y resuelve no participar más en los combates.
Gracias a su ausencia y a otros sucesos, los troyanos, liderados por Héctor,
consiguen importantes victorias, y aunque el mismo Agamenón se humilla y le
pide que regrese a la lucha, Aquiles se niega. Será precisa la muerte de Patroclo,
su mejor amigo, a manos del héroe troyano Héctor (hijo de Príamo, rey de Troya),
para que Aquiles deponga su actitud. Aquiles jura vengar a Patroclo, se lanza
ferozmente a la lucha y vence a Héctor. Su furia parece irrefrenable: ata a su carro
por los pies el cadáver de Héctor y lo arrastra con la cabeza por el polvo alrededor
de la tumba de Patroclo.

Héctor se despide de Andrómaca


(óleo de Luca Ferrari)
Después, frente a las súplicas del padre de Héctor, Príamo, se despierta su
compasión y accede a devolverle el cadáver de su hijo. La obra termina con los
funerales que se celebran en honor de Patroclo y Héctor. A este
argumento humano, digamos, es preciso añadir la intervención de los
antropomórficos dioses griegos, que, movidos por pasiones e intereses similares a
los de los hombres, participan en la acción, favoreciendo o perjudicando a
personajes de uno y otro bando.
La Ilíada consta de 15.693 versos agrupados en 24 cantos. El Canto I comienza
con la cólera de Aquiles. Es posible que los Cantos II-XI sean interpolaciones de
otros poetas, pues se apartan del núcleo narrativo principal. Hoy se cree que el
propio Homero los intercaló deliberadamente para crear un efecto de retardación,
técnica que también se emplea en la Odisea. En los cantos XII-XXIV se vuelve al
tema de principal y la acción se precipita rápidamente hacia el desenlace. La
narración en tercera persona se combina con los diálogos entre los personajes.
Los antecedentes y consecuencias de la guerra y el origen y destino de los
personajes se dan por sabidos; porque, efectivamente, el público al que se dirigía
el poema conocía perfectamente la historia completa de la Guerra de Troya.
Como ya señaló Aristóteles en su Poética, uno de los grandes aciertos de Homero
en la Ilíada fue precisamente no contar toda la Guerra de Troya, sino concentrar la
atención del relato sobre un elemento determinado: la cólera de Aquiles. La
sucesión de violentas emociones por las que pasa el ánimo del héroe (cólera,
amistad, odio, sed de venganza, compasión) constituye el motor de la acción. En
realidad la Ilíada, aun siendo un poema heroico, es también y sobre todo un
drama. Lo que domina en él, por encima del heroísmo y la violencia, es la
humanidad que trasluce. En los dos últimos cantos (funerales de Patroclo y de
Héctor), prevalecen la piedad y la compasión. No hay vencedores ni vencidos: hay
un duelo por los muertos.

La Odisea

Frente a la Ilíada, calificada siempre de epopeya guerrera, se considera a


la Odisea (de Odiseo, nombre griego de Ulises) como una narración de aventuras
marinas. Un poco más breve (12.110 versos en 24 cantos), relata el difícil regreso
de Ulises desde Troya hasta su patria, Ítaca.
La Ilíada es una narración lineal; la Odisea, en cambio, presenta una compleja y
original organización temporal, que sería muy imitada. Pueden apreciarse
claramente tres partes. Los cantos I-IV son conocidos como La Telemaquia y
relatan las investigaciones que efectúa Télemaco sobre el paradero de su padre,
Ulises. Asimismo se presenta la situación de Penélope, la fiel esposa de Ulises,
asediada por los pretendientes que pretenden casarse con ella para apoderarse
del reino.
Desde el canto V al XII (segunda parte) se cuentan las últimas aventuras de
Ulises. Se hallaba retenido en la Isla de Ogigia por la ninfa Calipso, la cual, por
orden del dios Hermes, le permite marchar. Ulises construye una barca y llega al
País de los Feacios, donde es recogido por Nausica, hija del rey, que lo conduce
al Palacio. El rey Alcínoo lo acoge hospitalariamente y le proporciona un barco con
el que Ulises logrará llegar a Ítaca.

El viaje de Ulises

Dentro de este apartado, en los cantos IX-XII Ulises relata a los feacios, en el
transcurso de una cena, todas sus aventuras desde que partió de Troya hasta
llegar a la Isla de Ogigia. Estos cantos constituyen por lo tanto una analepsis, o en
terminología moderna tomada del cine, un flashback. Por ello se dice que la
ordenación temporal de la obra es del tipo in media res, es decir, empieza por el
medio, relata luego los antecedentes (creando así un efecto de retardación) y
continúa hasta el final.
Estas dos primeras partes confluyen en la tercera, que relata la venganza. Ulises
desembarca en Ítaca y se reúne con su hijo Telémaco. Ambos trazan un plan para
eliminar a los pretendientes. Ulises, disfrazado de mendigo, vence en un concurso
de tiro con arco que había convocado Penélope para escoger marido, y a
continuación se da a conocer y mata a los pretendientes. Y, finalmente, tiene lugar
el feliz reconocimiento de Penélope y Ulises (cantos XIII-XXIV).
En la Ilíada encontramos personajes heroicos, que se guían por su valor militar y
su sentido del honor, sin que sea posible decantarse por ninguno de ellos, ni
establecer culpables ni inocentes. En la Odisea, en cambio, vemos claramente un
protagonista, Ulises, que se enfrenta a otros personajes caracterizados
negativamente: los pretendientes.
Las cualidades de Ulises son básicamente dos: la inteligencia, que le permite
sortear los peligros y salir vencedor en todas las situaciones, y la humanidad, que
se percibe en su amor a su familia y la nostalgia por su patria. Pero ya no es un
héroe militar, sino un hombre que lucha por su vida y su familia. Y puede usar
engaños y trucos para lograr sus objetivos, lo cual lo distancia de la ética heroica y
militar de la Ilíada. De Penélope destaca su ya proverbial fidelidad, y en Telémaco
se advierte cómo la situación de Ítaca lo curte y lo va haciendo un hombre. Los
pretendientes, en cambio, son un compendio de defectos. Orgullosos y egoístas,
sólo buscan apoderarse de las riquezas del reino de Ulises.
El estilo de ambos poemas se caracteriza por el uso de fórmulas épicas y
comparaciones. Las fórmulas épicas son repeticiones de expresiones, versos o
grupos de versos. Héroes y dioses, por ejemplo, suelen ser siempre descritos con
la misma expresión: se habla entonces de epítetos épicos. Y del mismo modo, el
poeta suele emplear las mismas expresiones o incluso los mismos grupos de
versos para describir el amanecer, la preparación de un banquete, la muerte de un
combatiente, el lanzamiento de las flechas o las picas, etc.
Durante mucho tiempo se pensó que ello era una falta del poema, y por esta razón
se consideraban superiores poemas épicos como la Eneida de Virgilio. Sin
embargo, el uso de fórmulas épicas es característico de la poesía épica oral de
todas las épocas y países: facilita la memorización al recitador y sirve como
recurso para rellenar el verso manteniendo su métrica (las fórmulas siempre
cumplen los requisitos rítmicos del hexámetro) o cubrir olvidos. Las
comparaciones son también abundantes y a menudo extensas. Por otra parte, las
diferencias entre la Ilíada y la Odisea en materia de lengua y estilo son notables.
En la Odisea, por ejemplo, se observa una mayor sensibilidad hacia el paisaje,
que se materializa en frecuentes descripciones.

La cuestión homérica

La concepción de la Odisea por Aristóteles como un trabajo de la vejez de Homero


no es para nada imposible según la crítica actual; y si la Ilíada es el más temprano
de ambos poemas (como parece probable por su estructura más simple y por la
mayor frecuencia en la Odisea de formas lingüísticas relativamente tardías),
la Odisea podría haberse creado siguiendo el mismo modelo de composición
monumental que estableció la Ilíada. Como ambas epopeyas difieren no sólo en
su construcción sino en varios otros detalles, no resulta inverosímil considerarlas
obra una de la madurez y la otra de la vejez del poeta, como señalaron algunos
eruditos en la Antigüedad.
Pero también es aceptable, sostienen otros, la propuesta de ciertos gramáticos
alejandrinos, los llamados corizontes (separatistas) que atribuyen la Odisea a otro
poeta, el cual, siguiendo el modelo homérico de la Ilíada, habría compuesto esta
obra alrededor del año 700 a.C. La llamada "cuestión homérica" adquirió gran
importancia con la escuela alemana, en los trabajos analíticos de Fiedrich August
Wolf (1795), de Karl Lachmann (1837), de Gotfried Hermann y de numerosos
continuadores que negaban, por diferentes razones, la existencia histórica de la
figura de Homero, o bien le reconocían, a lo sumo, una modesta intervención
como compilador. Bajo la óptica histórico-filológica todo aparecía anónimo y
Homero sólo era un nombre. La crítica moderna rectificó esta perspectiva
volviendo a considerar la muy probable existencia de un único y extraordinario
poeta, sin que por ello pueda hablarse de unanimidad en las innumerables
cuestiones que suscita el problema de la autoría.
Pericles

(Atenas, h. 495 a.C. - id., 429 a.C.) Político y orador ateniense. Hijo de Jantipo,
artífice de la victoria helena sobre los persas en la batalla de Micala (479 a.C.), y
de Agaristé, sobrina del prestigioso legislador ateniense Clístenes y miembro de la
familia aristocrática de los alcmeónidas, Pericles fue discípulo de los
filósofos Anaxágoras de Clazomene, Protágoras de Abdera y Zenón de Elea.
Movido por su amor a las letras, financió en el 472 a.C. la representación de la
tragedia de Esquilo Los persas.

Pericles
Hacia los treinta años, Pericles inició su carrera política dentro del partido
democrático de Efialtes y, cuando éste fue asesinado (461 a.C.), asumió su
dirección e hizo aprobar por la Asamblea de Atenas una serie de reformas que
acentuaban el carácter democrático del Estado ateniense, a pesar de la oposición
de la oligarquía.
Nombrado estratego o jefe militar en el 454 a.C., Pericles consolidó la posición
hegemónica de Atenas en la Liga de Delos, confederación constituida por diversas
ciudades griegas para luchar contra los persas, y utilizó el tesoro de la Liga para
construir la Acrópolis. A fin de crear un imperio comercial, fomentó la expansión de
colonias atenienses por el mar Egeo, intensificó el programa de construcciones
navales y, en el 448 a.C., convocó un congreso de paz en el que participaron
todas las polis helenas. A pesar del boicot de Esparta a esta reunión, Atenas
acabó firmando la paz con la ciudad doria dos años más tarde (446 a.C.).
Gracias a su hábil elocuencia y a su prestigio personal, en el 443 a.C. Pericles se
convirtió en la máxima autoridad ateniense, mandato que renovó cada año sin
interrupción hasta su muerte (429 a.C.). No obstante, episodios como el
sometimiento de la isla de Samos por Atenas (440 a.C.) enturbiaron las relaciones
con Esparta y condujeron al estallido de la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.),
que terminó con la hegemonía ateniense.
Durante los primeros años del conflicto, se mostró muy efectiva la estrategia de
Pericles de evitar los enfrentamientos terrestres con el objetivo de librar los
combates decisivos en el mar, donde su flota era invencible, por lo cual cabe
pensar que el resultado final de la guerra habría sido diferente si Pericles no
hubiera muerto en el otoño del 429 a.C., víctima de la epidemia de peste que
asoló Atenas.
Su gobierno, por otra parte, coincidió con el momento de apogeo del pensamiento
y del arte griegos y, bajo su mecenazgo, Atenas se convirtió en el principal centro
de actividad cultural del mundo antiguo. Con la ayuda de su segunda esposa,
Aspasia, una culta e inteligente jonia, Pericles no sólo impulsó la celebración de
los cultos de Eleusis, símbolo del papel civilizador ateniense, y de los festivales de
las Panateneas, sino que también se rodeó de los más ilustres hombres de las
letras helenas, como los dramaturgos Eurípides y Sófocles, los
historiadores Heródoto de Halicarnaso y Tucídides o el filósofo Sócrates.
Asimismo, Pericles financió la construcción de la mayor parte de templos que
componen la Acrópolis, para cuya realización convocó a artistas tan destacados
como Calícrates e Ictinos, arquitectos del Partenón, el gran escultor Fidias, autor
de las esculturas y relieves que decoran este mismo templo, como el famoso Friso
de las Panateneas, y Policleto, quien supo expresar el ideal de la belleza física en
sus estatuas de jóvenes atletas, como el Doríforo. Por todos estos motivos, el siglo
V a.C. ha sido llamado «el siglo de Pericles».
Templo Erecteion

Situado en la zona norte de la Acrópolis se encuentra este asombroso y


bello templo de mármol de estilo jónico. Se construyó entre el año 421 y el 400a.C.
como lugar de adoración a los dioses y está constituido por 5 santuarios en honor a
Atenea, Erecteo, Poseidón, Zeus y Cécrope.

Está orientado hacia el levante, y dividido en tres pórticos entro los que destaca el
pórtico del sur, conocido como el Pórtico de las Cariátides. Éste es un pórtico a
modo de balconada, un monumento emblemático con 6 columnas en forma de
mujer de 2,30 metros de altura y vestidas con el peplo jónico haciendo de columnas
mirando hacia el Partenón. Unas escaleras conducen a la tumba del rey de
Kekrops. Las cariátides son copias ya que las originales se encuentran en el museo
de la Acrópolis.

Orientado hacia el este, se encuentra el Pórtico de estilo jónico compuesto de seis


monumentales columnas (acceso hexástilo) que dan acceso a la cella, un santuario
donde se encuentra la estatua de la diosa Atenea Polias.

Al lado norte se encuentra el Pórtico de 4 columnas en la parte frontal y 2 en las


laterales de estilo jónico con dos cellas, una de ellas dedicada a Poseidón y la otra a
Erecteion.

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