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De filósofos e imperios

Rodrigo López Romero

El filósofo Han Fei miraba con orgullo los tejados y las torres, le alegraba hacer
crecer al estado de Qin, que más tarde devoraría toda China. Ya no temía tartamudear
porque su escritura lo compensaba. Era proverbial su rigor, él había aconsejado:
“Castiga con dureza incluso la más mínima falta”. Se oponía al amor filial predicado por
el maestro Kong, diciendo: “si un padre quiebra la ley, es deber de su hijo acusarlo”.
Han Fei despreciaba también la tradición, sentenció famosamente que “Las fuentes
lejanas son de poca ayuda para los fuegos cercanos”.

Sin que él pudiera evitarlo, el canciller Li Si puso al emperador en su contra. Li Si


había sido compañero suyo hacía décadas. El emperador siguió los duros consejos del
su recién destituido filósofo y Han Fei fue obligado a tomar veneno en la prisión. Lo
asesinó el Estado que había ayudado a crear, o su propio sistema filosófico. ¿Cuál es la
diferencia?

El consejero Li Si y el emperador Qin Shihuang, una vez sometida toda China,


regularon los pesos, la moneda y la escritura. Li Si aconsejó quemar todos los libros del
mundo, con excepción de unos pocos y al emperador le plació la idea. Li Si mandó
enterrar vivos a cuatrocientos sesenta letrados por desobedecer la orden y haber
continuado su lectura. Qin Shihuang construyó la primera Gran muralla y mandó
elaborar un ejército de barro. El emperador temía la muerte y se fatigó buscando una
magia que lo volviera inmortal. El emperador que deseó que el mundo recomenzara con
su reinado fue impotente ante el destino: murió al llegar al medio siglo. Su reino debía
durar diez mil generaciones mas solo le sobrevivió cuatro años. A la Qin seguiría la
dinastía Han. Los chinos se llaman a ellos mismos han, pero la palabra chino viene de
Qin.

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