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Entre los judíos esta promesa suponía un compromiso matrimonial, de tal manera
que si la pareja tenía un hijo, era considerado hijo legítimo de los dos.
En caso de infidelidad, la ley de Moisés preveía dos opciones: la denuncia pública
y consiguiente lapidación (Dt 22,12-21); o la separación en privado (Dt 24,1).
José elige la segunda. La misericordia triunfa sobre el juicio.
y, antes de vivir juntos, resultó que había concebido por la acción del Espíritu
Santo.
José es justo porque observa la ley, que obligaba al marido a disolver el matrimonio
en caso de adulterio y porque suaviza el rigor de la ley evitando la difamación
pública.
José es justo, fundamentalmente, porque acepta el plan de Dios, aunque no lo
entienda, le desconcierte y desbarate todos sus planes.
De José aprendemos a no juzgar ni herir a las personas, a ponernos en el lugar de
l@s demás, a aceptar lo que no entendemos de nosotr@s mism@s y de l@s demás, a
tomar decisiones, a saber vivir un proyecto de pareja, a luchar por nuestros sueños,
el valor de la discreción, de la reflexión, del silencio...
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Después de tomar esta decisión, el ángel del Señor se le apareció en sueños y le
dijo:
-José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María como esposa tuya, pues
el hijo que espera viene del Espíritu Santo. 21Dará a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Para hacerse presente, Dios no se sirve de grandes personajes, sino de una joven
y sencilla pareja que se conoce, se enamora y se casa.
El nombre de Jesús –Dios salva- expresa su destino y su misión.
Tod@s tenemos un nombre en el corazón de Dios -nos conoce y nos llama por
nuestro nombre- , y una misión que cumplir.
cumplir
Dios sigue necesitando nuestra capacidad de amar, de creer, de crear, de servir,
para seguir naciendo en el mundo y para hacer posible su mensaje de ternura,
cercanía, paz, justicia y liberación.
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Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había anunciado el Señor
por el profeta:
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La Virgen concebirá y dará a luz un hijo,
a quien pondrán por nombre Emmanuel
(que significa: Dios con nosotros)
Nuestra fe no consiste en creer que Dios existe, sino en descubrir con inmensa
alegría que, en Jesús, Dios se hace cercano. No estamos sol@s. Dios está con
nosotr@s, compartiendo y solidarizándose con la vida, dificultades, alegrías,
aspiraciones y anhelos de cada persona. Camina con cada ser humano, con cada
criatura, dándonos fuerza, ilusión, apoyo y luz.
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Cuando José despertó del sueño,
hizo lo que le había dicho el ángel del Señor
y se llevó a su mujer a su casa.
Si, como María y José, nos abrimos al Misterio, al Espíritu, Dios viene
a nuestra casa, nace en cada un@ de nosotr@s y llena nuestra vida de
encuentro, de alegría, de esperanza y de sentido.
Y en cada un@ de nosotr@s nace Dios.
Podrá subir al monte del Señor, quien tenga alma de niñ@,
se deje llevar en brazos de su Padre/Madre y alentar por el viento del Espíritu.
Podrá subir quien se sienta imantad@ por la cima,
quien de verdad desee elevarse, con hambre y sed de belleza, de justicia,
despegad@ de ataduras consumistas.
Podrá subir quien tenga capacidad de asombro, quien ponga el corazón bien arriba
y aguante el cansancio, el desaliento y entre sin miedo entre las nubes.
Podrá subir al monte de Dios quien escuche el rumor de los ángeles,
entienda la conversación de las estrellas y descifre las huellas del camino.
Podrá subir quien sea amig@ de la nieve, sean limpios sus ojos, como la nieve;
puro su corazón, como la nieve y sus manos inocentes, como la nieve.
Subirá quien dé la mano a su herman@ y haga, subiendo, una cordada,
quien no deje atrás a quien sea más débil, sabiendo que Dios está en cada paso.