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BERTRAND RUSSELL

Y EL CONOCIMIENTO
A PRIORI

Néstor Asensio Barrios


Teoría del conocimiento I
neseaba@alumni.uv.es
2016/2017
ÍNDICE

Introducción.................................................................................................................... 1

1. Conocimiento a priori: Modernidad, Kant y Russell.


1.1. Empirismo y racionalismo............................................................................ 2
1.2. La crítica a Kant............................................................................................ 3
1.3. Los universales............................................................................................... 4

2. La discusión sobre el carácter universal del conocimiento a priori.


2.1. El caracter mental de nuestro conocimiento............................................... 5
2.2. La productividad del intelecto...................................................................... 7
2.3. La cárcel de lo mental.................................................................................... 8

Bibliografía...................................................................................................................... 10
INTRODUCCIÓN:

Uno de los problemas que Bertrand Russell (1872-1970) plantea en su obra Los problemas de la
filosofía (1912) es el del conocimiento a priori: esto es, el fundamento y la constitución de aquellos
principios generales que "constituyen el medio de sacar inferencias de lo que nos es dado en la
sensación"1 Así, a lo largo de cuatro capítulos (VII-X) Russell planteará el problema y la solución
kantiana en la modernidad antes de exponer su propuesta de los "universales", con la pretensión de
fundamentar un conocimiento universal y necesario de estos principios generales.

A lo largo del siguiente ensayo presentaremos la proposición de Russell y reflexionaremos sobre sus
fundamentos con objeto de valorar si ha logrado una fundamentación sólida en su propósito. Para
ello he considerado oportuno dividir el discurso en dos partes:

En la primera parte, siguiendo el hilo de Russell, plantearé el problema desde el conflicto entre
racionalistas y empiristas para ver cómo Kant concilia la visión de ambos bandos con su tesis del
conocimiento a priori. Después de esto, veremos la crítica de Russell al carácter mental que Kant
había atribuido a esto principios y el intento de superarlo mediante la propuesta de unos universales
que no son ni mentales ni físicos.

Una vez expuestos los argumentos de Russell, analizaremos en la segunda parte el modo en que
trató de superar el caracter mental que el filósofo prusiano atribuía a estos principios. Para ello, nos
serviremos de la lectura de Kant que Emmanuele Severino presenta en su manual de La filosofía
moderna, en la que defiende el carácter universal de la fundamentación kantiana de estos principios
que Russell pretendía negar. Así, tras comparar ambas lecturas, contrastaremos si -al menos en esta
obra- Russell fue capaz de dotar a sus universales del caracter "universal y necesario" que negaba
para la solución del conocimiento a priori que Kant había propuesto.

1 RUSSELL, B. Los problemas de la filosofía. Trad de Joaquin Xirau. Barcelona: Labor, 1928. p.84

1
1. Conocimiento a priori: Modernidad, Kant y Russell..

1.1. Empirismo y racionalismo.

Russell comienza, oportunamente, hablando de las "leyes del pensamiento", aquellos principios del
pensamiento sobre los que descansa todo el fundamento de nuestros juicios y conocimientos, como
por ejemplo el principio de contradicción,. Aunque inmediatamente destacará lo conflictivo -en su
opinión- de este término, puesto que cuando hablamos de la ejecución de estas leyes no hablamos
de que rijan nuestro pensamiento, sino los objetos externos a él. Es decir, que lo importante no es
"el hecho de que pensemos en concordancia con estas leyes, sino el hecho de que las cosas ocurran
de acuerdo con ellas; en otros términos, el hecho de que cuando pensamos de acuerdo con ellas
pensemos en la verdad."2. En esta matización podemos ver por dónde irá su crítica a Kant, pero
antes de pasar a ella veremos cual es su principal posición frente a estas leyes a priori.

El problema había quedado planteado ya con la discusión entre racionalistas y empiristas modernos.
A la hora de fundamentar los principios del conocimiento y el valor de nuestras certezas frente a la
verdad de la Naturaleza, los primeros hablaron de ciertas "ideas" o "principios" con los que el ser
humano nace -es decir, innatas-, mientras que los empiristas concibieron la idea contraria de que
todo conocimiento posible debía derivar del contenido de experiencia previa. Así, Russell
-reconocido empirista- rompe una lanza a favor de los racionalistas, reconociendo que tenemos el
conocimiento de ciertos "principios lógicos" que no son susceptibles de ser "probados por la
experiencia, porque toda prueba los supone". Pero, por otro lado, otorga la razón a los empiristas
modernos en la creencia de que no existe conocimiento sin experiencia, tanto de lo "existente" como
de sus "conexiones" ya que solo "con ocasión de experiencias particulares llegamos a darnos cuenta
de las leyes generales" que las ejemplifican. Es por esto que los principios a los que referían los
racionalistas ya no son considerados innatos, sino a priori. Por tanto, Russell concluirá en la
necesidad de "que algún conocimiento es a priori", y lo atribuirá al de las relaciones entre
universales tales como los "juicios éticos" a los de los datos de los sentidos y a los "principios
lógicos y matemáticos", destacando su carácter necesario y fundamentando su certeza absoluta en
el sentimiento de evidencia que nos infunde, del hecho de que solo con una experiencia particular
nos basta para "ver" la certeza de estos principios 3 :

"desde el momento en que podemos desprender nuestro pensamiento de particularidades


inoportunas, somos capaces de ver el principio general según el cual dos y dos son cuatro;
vemos que un ejemplo cualquiera es típico y el examen de lo demás se hace innecesario.
[...] Lo mismo ocurre en geometría [...] Desde el momento en que hemos visto la verdad de
esta proposición, nuestra certeza llega a ser tan grande que es incapaz de todo aumento.
Además, sentimos una cierta necesidad en la proposición "dos y dos son cuatro", cualidad
de que carecen aun las generalizaciones empíricas mejor fundadas. Estas generalizaciones
siguen siendo meros hechos: sentimos que podría haber un mundo en el cual fueran falsas,
aunque en el mundo actual ocurra que no son verdaderas. Pero un mundo en el cual dos y
dos sean cinco parece hallarse en un plano diferente. Sentimos que este mundo, si existiera,
derrumbaría todo el edificio de nuestro conocimiento y nos reduciría a la duda total"4

2 Íbid. p.87
3 Íbid. pp.88-92
4 Íbid. pp. 93-95

2
1.2. La crítica a Kant

Russell supera, entonces, la disputa entre empiristas y racionalistas concediendo que somos capaces
de tener un conocimiento que no es demostrable por la experiencia, pero no sin antes haber tenido la
experiencia de objetos particulares en los que vemos estos principios generales. Esto le llevará a
desarrollar -o al menos a proponer- su tésis sobre los universales. Pero, antes de entrar en ella,
veamos algunas de sus premisas a través de su crítica al sistema kantiano. Así, no es objeto de este
breve ensayo desarrollar la filosofía de Kant ni de Hume. Pero, en tanto que Russell se ve en la
necesidad de superarlas para fundamentar su teoría de los universales, tendremos que ver cómo las
presenta y cómo las crítica antes de juzgar -como haremos en la segunda parte del trabajo- si ha sido
capaz de ello. Por ello, en este capítulo nos remitiremos al capítulo VIII de su obra, titulado Cómo
es posible el conocimiento a priori.

Así pues, esta disputa entre empíricos y racionalistas de la modernidad ya había sido superada por
Kant de una manera similar -en algunas concesiones importantes- a como lo hace Bertrand Russell,
pero con una diferencia fundamental. Para entender esto mejor, podríamos ver esta disputa -y así lo
hace Russell- en los términos de juicios analíticos y sintéticos: Antes de Hume y de Kant, se
consideraba que todos nuestros nuestros juicios sobre los que cabe suponer una certeza o un
conocimiento a priori eran puramente analíticos, es decir, que el predicado que enunciabamos y
creíamos necesario estaba implícito en el sujeto. El fundamento de esto era el principio de no
contradicción, y permitía a los racionalistas suponer "que el efecto podría ser lógicamente deducido
de la causa, si pudiéramos alcanzar un conocimiento suficiente". Sin embargo, Hume supo mostrar
que el fundamento de la relación entre sujeto y predicado se encuentra tan solo en nuestra
experiencia, en especial en los fenómenos de causa-efecto. Así pues, la relación entre sujeto y
predicado era establecida por inducción, y no podía mostrarse de ningún modo que fuera necesaria,
por lo que los juicios no podían ser analíticos a priori, sino que debían ser por síntesis y a
posteriori.5

Pero este escepticísmo de Hume no es suficiente para un Russell que busca establecer un
conocimiento a priori universal que justifique las generalizaciones a partir de casos particulares. Y
no lo es por dos razones que ya hemos visto: "primero, porque la validez del principio inductivo
mismo no puede ser probada por inducción" y "segundo, porque las proposiciones generales de la
matemática, como "dos y dos son siempre cuatro", pueden ser conocidas evidentemente con certeza
mediante la consideración de un solo ejemplo". 6 Del mismo modo, tampoco era suficiente para un
Kant que trataba de fundamentar los conocimientos a priori. Así le llega el turno al filósofo
prusiano, al que Russell expondrá de forma somera advirtiendo la dificultad de ello y adelantando
que será considerada una exposición errónea por muchos expositores del sistema de Kant. Además,
nosotros intentaremos resumirla aún más si cabe, poniendo de relieve tan solo aquellos aspectos que
son relevantes para lo que intentamos exponer.

Si Russell está de acuerdo con Kant en algo es en en la distinción entre los "objetos en sí" y lo que
es "debido a nuestra propia naturaleza", lo que Kant llama "fenómeno" y que Russell identifica con
los "datos de los sentidos", en tanto que son "el resultado de la interacción del objeto físico y
nosotros mismos"7. El desacuerdo viene cuando Kant reconoce al "objeto en sí" como incognoscible
y ubica los conocimientos a priori en el espíritu. Según esto, ocurre que nuestro espíritu no
funciona aprehendiendo las cosas en sí, por lo que nuestro conocimiento y nuestras representaciones
de los datos de los sentidos no son un reflejo de estos objetos exteriores:

5 Íbid. pp.98-100
6 Íbid. p.100
7 Íbid. p.101

3
"Considera que el material bruto dado en la sensación -el color, la dureza, etc.- es debido al objeto,
y lo que aportamos nosotros es la ordenación en el espacio y el tiempo y todas las relaciones entre
los datos de los sentidos que resultan de su comparación o de considerar a una como la causa y a
otro como el efecto o de cualquiera otra consideración. La razón más importante en favor de este
punto de vista es que parece que tenemos un conocimiento a priori del espacio y del tiempo y de la
causalidad y de la comparación, pero no del material bruto de la sensación actual. Podemos estar
seguros, dice, de que todo lo que experimentemos manifestará las características que nuestro
conocimiento a priori afirma de ello, porque estos caracteres son debidos a nuestra propia
naturaleza, y por consiguiente, nada puede caer bajo nuestra experiencia sin adquirir estos
caracteres."8

Así quedaba justificado un conocimiento a priori capaz de fundamentar las generalizaciones


universales a partir de los casos particulares de la experiencia. Pero para Russell esta explicación
fracasa por no ser capaz de dotar de universalidad al conocimiento a priori, puesto que al fin y al
cabo estas leyes son contribuciones de nuestro espíritu, que para el filósofo inglés no es más que
"un hecho del mundo existente, y no podemos tener la certeza de que permanecerá constante", por
lo que "si un dia cambiara de tal modo que dos y dos llegaran a ser cinco" todo el edificio de
nuestro conocimiento se vendría abajo. Además, "la reflexión parece establecer claramente que, si
hay alguna verdad en nuestras creencias matemáticas, deben aplicarse a las cosas lo mismo si
pensamos que si no pensamos en ellas".9

De esta forma, Russell parece interpretar la teoría kantiana de forma que la subjetividad y el
caracter puramente mental que Kant atribuye a los fenómenos, excluye cualquier conexión con los
"objetos en sí" de la realidad externa a nuestro pensamiento, de lo que deriva que todo el
conocimiento y las leyes generales que podemos aprehender están limitadas al contenido de nuestro
pensamiento en que consisten los fenómenos. Será esta necesidad de encontrar una certeza fuera del
contenido de nuestros pensamientos lo que lo empuje a proponer una alternativa basada en unos
universales que no se encuentran ni en lo mental ni en lo físico.

1.3. Los universales

Damos por visto los requisitos que Russell propone para el conocimiento a priori a través de la
crítica a las tendencias generales respecto al problema. Queda por abordar su propuesta que, como
veremos ahora, carece de una fundamentación sólida. Sin embargo, dejaremos las objeciones para la
segunda parte del trabajo y nos ceñiremos, en este último punto de la primera parte, a exponer
someramente la justificación de su tesis. Así pues, vayamos directamente a la definición de
universal que Russell propone:

"La esencia de esta especie de entidad de que habla Platón consiste en ser opuesta a las cosas
particulares que se dan en la sensación. Hablamos de lo que se da en la sensación o es de la misma
naturaleza de lo que se da en la sensación, como de un particular; por oposición, un universal será
algo que puede ser compartido por varios particulares y tiene los caracteres que, como hemos visto,
distinguen la justicia y la blancura de los actos justos y de las cosas blancas "10

En esta definición, Russell opone lo universal a lo particular, dando a ver que lo universal no es
algo que se de en la sensación. Lo siguiente que cabe que destacar es la importancia de la relación,
en tanto que el universal relaciona -a priori, como veremos- los particulares que se parecen entre sí
y los separa de los que se diferencian. Esta definición resulta de por sí un poco simple, y no parece
revelar ninguna necesidad universal, lo cual Russell fundamentará mediante una crítica a Hume.

8 Íbid. p.101
9 Íbid. p.103
10 Íbid. P.110

4
Para Berkeley y Hume, al hablar de universales -por ejemplo el de "blancura"- "formamos la
imagen de alguna cosa blanca y particular" que comparta las características de los particulares
"blancos" que conocemos, sin atribuirle ninguna característica que lo diferencie de los demás. Sin
embargo, Russell ve aquí la necesidad de "admitir la relación de semejanza como un verdadero
universal", en tanto que para hacer posible lo que Hume afirmaba es necesario identificar a priori
esta relación entre los particulares que son semejantes. De esta forma da por demostrada la
existencia de estos universales empíricos, y de la siguiente dará por demostrada que su existencia
"no es mental"11:

"al pensar así, la privamos de su cualidad esencial: la universalidad. El acto de


pensamiento es necesariamente algo diferente del de otro hombre; el acto de pensamiento
de un hombre en un momento dado es necesariamente algo diferente del acto de
pensamiento del mismo hombre en otro momento. Así, si la blancura fuese el pensamiento
como opuesto a su objeto, dos hombres diferentes no podrían pensar en ella, y el mismo
hombre no la podría pensar dos veces. Lo que tienen de común varios pensamientos
distintos de la blancura es su objeto, y este objeto es diferente de todos ellos. Así, los
universales no son pensamientos, aunque cuando son conocidos sean objeto del
pensamiento." 12

Así queda definido y fundamentado un conocimiento inmediato e indudable con origen en la


experiencia, pero universal y ubicado en un lugar no mental -aunque tampoco físico- que abarcará
los datos de los sentidos, los principios éticos y los principios abstractos o lógicos. Esto gracias al
conocimiento a priori, que "se refiere exclusivamente a las relaciones entre universales" 13 y que nos
permite ver los principios generales que atañen a los objetos físicos.

Es importante diferenciar los objetos físicos de los universales, ya que por el grado de certeza que
Russell les atribuye podríamos pensar que está reconociendo que se puede conocer el "objeto en sí",
pero los universales son objetos -de conocimiento- que, igual que no son mentales, tampoco son
físicos. "Así, nuestro conocimiento de los objetos físicos depende en su totalidad de esta posibilidad
de un conocimiento general del que no es posible dar ningún ejemplo."14

2.La discusión sobre el carácter universald el conocimiento a priori.

2.1. El carácter mental de nuestro conocimiento.

Recapitulemos: en la búsqueda de un conocimiento a priori, Russell partía de la discusión de


empiristas y racionalistas para hacer ver que no se podía dar ningún conocimiento sin experiencia.
Pero, al mismo tiempo, era preciso reconocer que existían ciertos conocimientos a priori que no
podían ser demostrados por la experiencia misma, y que se presentan necesarios si queremos dotar a
nuestras certezas de cierto carácter de objetividad o universalidad para no caer en el escepticismo de
Hume. Así pues, veíamos la superación de Kant mediante la determinación de la incogniscibilidad
de los "objetos en sí", según la cual todo objeto de la experiencia se convertía en "fenómeno" por la
intervención de nuestro espíritu sensible. De este modo, el conocimiento a priori se fundamentaba
en los principios con los que el espíritu organizaba la experiencia -o le daba forma- para convertirla
en un "fenómeno" cognoscible. Sin embargo, Russell quedaba insatisfecho por el carácter mental al
que Kant determinaba todo objeto de conocimiento, convirtiéndolo en contingente -no necesario- y
subjetivo -en vez de objetivo. Así pues, finalizábamos con la propuesta de Russell de los

11 Íbid. Pp,113-114
12 Íbid. p.117
13 Íbid. p.123
14 Íbid. pp.128-129

5
universales, por la cual, recurriendo a Platón, determinaba un tipo de conocimiento directo e
intuitivo de unos objetos que no eran ni mentales -pues de lo contrario serían particulares- ni físicos
-ya que serían incognoscibles. Y, por último, fundaba el conocimiento a priori en el universal de
relación entre universales, superando el escepticismo de Hume y determinando todo nuestro
conocimiento sobre los objetos de la realidad externa a estos principios que somos capaces de
generalizar -por su universabilidad- a partir de su visión en lo particular.

Sin embargo, cabe reconsiderar algunos aspectos de la crítica a Kant que Russell utiliza como
referencia para fundamentar algunos pilares de su teoría de los universales; ya que, en mi humilde
opinión, no es capaz de superar el caracter puramente mental de los conocimientos a priori. Por
ello, dedicaremos esta segunda parte del trabajo a reconsiderar la lectura que Russell hace de Kant
mediante su comparación con la lectura que Emmanuelle Severino hace en su obra La filosofía
moderna15, en la que si que encontramos un reconocimiento del carácter universal que Kant
pretendía para los conocimientos a priori.

Así pues, comenzaremos destacando el carácter puramente mental de nuestro conocimiento y la


necesidad de ciertos principios a priori: como ya hemos visto, Russell y Kant reconocen que no hay
conocimiento sin experiencia, pero para que exista un conocimiento universal y necesario éste ha de
ser a priori. Del mismo modo, ambos conceden que no podemos conocer directamente los "objetos
en sí" mediante la experiencia, esto está determinado por el simple hecho de que cualquier
conocimiento derivado de la experiencia será justamente eso, un "conocer" de carácter mental.
Además, aunque fuesemos capaces de conocer los "objetos en sí" por medio de la experiencia, éste
sería -justamente por ser la experiencia su medio- un conocimiento a posteriori, incapaz de
fundamentarse a sí mismo. Es por esto que Kant se da cuenta de la necesidad de que estos "objetos
en sí" se nos presenten como incognoscibles si pretendemos establecer un conocimiento universal y
necesario. Será, por tanto, sobre la base de esta proposición donde fundamentará el conocido giro
copernicano:

"La existencia de tal saber (o sea de la episteme) requiere, pues, que no sea el conocimiento
humano el que se regule sobre la naturaleza de los "objetos", sino, de manera opuesta, que
sean los objetos los que se regulen sobre la naturaleza del conocimiento humano. [...] el
término objeto aparece con dos significados diferentes: ya que las cosas en sí son tales,
justamente porque no dependen del conocimiento humano, el "objeto" del que se dice que
tal conocimiento no puede regularse sobre él (so pena de trivialización de la episteme) es la
cosa en sí, mientras el "objeto" del que se dice que se regula sobre la naturaleza del
conocimiento, es el objeto que aparece en la experiencia. [...] Kant muestra que por
paradójico que pueda parecer a ojos de la manera común del pensar, son en cambio los
objetos los que deben regularse sobre nuestro conocimiento, el cual, justo por esto, puede
ser un conocimiento a priori y tener, pues, el carácter de universalidad y necesidad."16

Así quedaba firmemente fundamentado el carácter puramente mental de los objetos de nuestro
conocimiento que Russell acepta solo "a medias", pues es este "regularse de los objetos sobre
nuestro conocimiento" la base que Kant utiliza para fundamentar los conocimientos a priori en las
"intuiciones puras" como el espacio y el tiempo en las que suponen todas nuestras proposiciones
generales y que son, en última instancia, productos de nuestro espíritu. Quizás tengamos ocasión de
profundizar en esto más adelante; sin embargo, nos bastará de momento con recordar que lo que
rechaza Russell es justamente el caracter subjetivo que adquieren los conocimiento a priori en tanto
que son productos de nuestro espíritu y, por tanto, puramente mentales.

15 Lo más adecuado quizás hubiera sido acudir a las fuentes. Pero, ya que la extensión del trabajo tampoco da para una
exposición detallada, nos conformaremos con la lectura de Severino, quién muy probablemente lo ha estudiado y
comprendido mejor de lo que yo mismo podría hacerlo para este trabajo.
16 SEVERINO, E. La filosofía moderna. Trad de Juana Bignozzi. Barcelona: Ariel, 1986. p.149

6
2.2. La productividad del intelecto.

Hemos vuelto al final del punto anterior al fundamento que Russell rechaza de Kant: el caracter
mental de nuestro conocimiento a priori. Como veíamos en el segundo punto del primer capítulo,
Russell se opone a esto porque nuestro espíritu es "un hecho del mundo existente, y no podemos
tener la certeza de que permanecerá constante" y porque "la reflexión parece establecer claramente
que, si hay alguna verdad en nuestras creencias matemáticas, deben aplicarse a las cosas lo mismo
si pensamos que si no pensamos en ellas".17 Con estas dos razones, Russell da por superada la
propuesta de Kant y propone la suya propia, según la cual tenemos una capacidad de ver los
universales y sus relaciones a través de los particulares que participan de ellos, siendo capaces -en
algunos casos- de establecer un principio general a partir de la experiencia de un solo particular que
contenga ese principio.

Así pues, aunque Russell reconozca que de los "objetos en sí" solo podemos conocer los "datos de
los sentidos" que ellos provocan, de ello no deduce -como Kant- que todo conocimiento a priori es
un producto mental de nuestro espíritu, sino que tenemos la capacidad de ver o reconocer "por
familiaridad" el conocimiento universal y necesario del que participan los particulares. Es decir, que
mientras para Kant nuestro intelecto es pasivo -en cuanto sensible respecto a los "objetos externos-
y activo -en tanto que produce el conocimiento-, en Russell vemos una mayor importancia de la
pasividad del intelecto o de la sensibilidad, la cual le permite recibir el conocimiento a priori de una
forma directa. Esto quedará más claro si vemos cómo funcionan la actividad y la pasividad del
espíritu según Kant -de nuevo a través de Severino:

"En cuanto el espíritu humano es capacidad de recibir desde el exterior los objetos que nos
han sido dados, el espíritu es "sensibilidad", y en cuanto receptivo es pasivo. Las cosas en sí
son aquellas respecto de las cuales el espiritu como sensibilidad es receptivo y pasivo. En
cuanto el espíritu es, en cambio, capacidad de producir las leyes a priori de los objetos de
la experiencia, el espíritu es "intelecto" que es actividad, espontaneidad, creatividad. En la
sensibilidad, el objeto es "intuido", en el intelecto es "pensado". El conocimiento a priori, o
sea universal y necesario, es, pues, una síntesis de sensibilidad e intelecto. El intelecto
puede producir las leyes de los objetos, sólo si los objetos están dados; y los objetos pueden
ser dados sólo de acuerdo con las leyes a priori producidas por el intelecto. Sin intuiciones
y pensamientos -o sea los conceptos del intelecto- están "vacíos"; sin los conceptos las
intuiciones son ciegas."18

Lo que parece estar de fondo en la tésis de Russell es, pues, un reconocimiento de la sensibilidad
pasiva del espíritu, por la cual los objetos exteriores influyen en él mediante los datos de los
sentidos; al mismo tiempo que una omisión de la actividad productora del intelecto que afecta a los
conocimientos a priori. Solo mediante esta omisión podía fundamentar la posibilidad de vislumbrar
en los datos de los sentidos un conocimiento necesario y universal, no mental, que se presenta como
una esencia de los particulares;una esencia pura, sin adulteraciones de nuestro espíritu.

Las consecuencias de esta alergia que tiene Russell a fundamentar los conocimientos a priori en lo
mental, desde una postura que tampoco le permite fundamentarlos en lo físico, parece ser lo que le
lleva necesariamente a buscar un refugio "ni mental ni físico" que encuentra su articulación en el
mundo de las ideas platónico, para el cual tampoco consigue encontrar un soporte mayor que la
necesidad que nos inspira y el sentimiento de que no podría ser de otra forma; inspiración y
sentimiento que encuentran su único fundamento en la intuición.

17 RUSSELL, B. Los problemas de la filosofía. Trad de Joaquin Xirau. Barcelona: Labor, 1928. p.103
18 SEVERINO, E. La filosofía moderna. Trad de Juana Bignozzi. Barcelona: Ariel, 1986. p.153

7
2.3. La cárcel de lo mental.

Hemos visto entonecs cómo Russell omite, en cierta forma, la actividad productiva de nuestro
espíritu; y volvíamos a exponer al comienzo del último punto el modo en que intentaba salir del
embrollo de lo mental, argumentando que si había alguna verdad en estos principios deberían
"aplicarse a las cosas lo mismo si pensamos que si no pensamos en ellas". Así pues, antes de dar por
finalizado este breve ensayo, profundizaremos en este argumento que niega la universalidad que
Kant pretendía para su propuesta del conocimiento a priori, a fin de valorar si Russell ha
conseguido superar los presupuestos de Kant para justificar unos principios que para él deben de
encontrar su origen fuera de lo mental. Para ello, analizaremos uno de los ejemplos que utiliza en su
obra para oponerse a Kant:

"Cuando aprendemos que Edinburgo está al norte de Londres, aprendemos algo que se
refiere sólo a Edinburgo y Londres; no somos causa de la verdad de la proposición, porque
la conozcamos; al contrario, aprehendemos simplemente un hecho que era ya antes de que
lo conociéramos. La parte de la superficie de la tierra en que está Edinburgo estaría al
norte del lugar en que está Londres, aunque no hubiera ningún ser humano para conocer el
norte y el sur, y aunque no hubiera en absoluto espíritus en el universo. [...] Podemos
admitir, pues, como verdadero que nada mental es presupuesto en el hecho de que
Edinburgo esté al norte de Londres. [...] Debemos admitir, pues, que la relación, lo mismo
que los términos relacionados, no depende del pensamiento, sino que pertenece al mundo
independiente que el pensamiento aprehende pero no crea"19

Aquí no solo vemos de nuevo la omisión del intelecto en la producción de ideas, sino también la
aparente desconexión que encuentra Russell entre lo mental y lo real en la tesis de Kant. Sin
embargo, si releemos el ejemplo desde el punto de vista de que estas relaciones son mentales, no
deberíamos encontrar ningún absurdo que niegue la adopción de tal punto de vista. Es decir, es
obvio que la Naturaleza y los objetos físicos externos a los que remitimos cuando hablamos de "este
trozo de tierra" o "el otro" existirán tal y como existen -o serán tal y como son-
independientemente de si existe una mente que los piense o no; lo que no es tan obvio es en la
naturaleza estén diferenciados de por sí un trozo de tierra del otro ni, por tanto, que entre ellos
exista la relación "estar al norte de". La diferencia entre un punto de vista y otro reside en
considerar que, o bien cuando hablamos de tales objetos o de sus relaciones estamos hablando solo
del "fenómeno" que conocemos y que, en tanto que es un producto de nuestro pensamiento, sus
relaciones dependen de nosotros -del hecho de que los diferenciemos; o bien, como en el caso de
Russell, cuando hablamos de tales objetos referimos directamente "al mundo independiente que el
pensamiento aprehende pero no crea".

Así pues, no parece existir un fundamento consistente -aparte las firmes convicciones del sentido
común- que permita a Russell asegurar indubitablemente que las relaciones como "al norte de"
existen independientemente de la mente que las conoce. Y lo mismo para universales como
"blancura" o "justicia". Todo lo más que puede asegurar es que cuando aplicamos algunos de estos
principios y generalizaciones a lo que pensamos como "objetos externos", éstos responden como
esperábamos demostrando -empíricamente- la certeza de que tales principios corresponden a esos
"objetos" externos al pensamiento. Así, de esta correspondencia entre las generalizaciones de los
"datos de los sentidos" y los objetos externos y sus relaciones, Russell deduce que estos principios
no pueden ser un producto exclusivamente mental, como Kant afirma.

Sin embargo cabe interpretar que, en este carácter exclusivamente mental que Kant atribuye a
nuestros conocimientos a priori, no existe -como parece ser la interpretación de Russell- una
pérdida de referencia absoluta con el "objeto externo" que en cierta medida lo ha provocado:

19 RUSSELL, B. Los problemas de la filosofía. Trad de Joaquin Xirau. Barcelona: Labor, 1928. pp.116-117

8
"Kant no pierde de vista que lo datos empíricos provienen de la cosa en sí, o sea que el
espíritu, en cuanto sensibilidad es receptividad, o sea es modificado por la cosa en sí. No
pierde de vista el vínculo que une el espíritu a la cosa en sí, y más bien afirma que el
espíritu mismo en cuanto intelecto remite lo datos sensibles a la cosa en sí. En esta
referencia, el inteleto piensa el "objeto" trascendental de la intuición sensible, o sea piensa
la cosa en sí como aquello de lo cual es dado el fenómeno sensible. [...] Por lo tanto -y
Kant lo señala de manera más clara-, las categorías no son una especie de bagaje con el
que estaría dotado el sujeto humano (y cuya aplicación a la realidad en sí estaría tal vez
garantizada, como considera el racionalismo, por la omnipotencia de Dios). [...] La
categoría en cambio une los fenómenos "en el objeto", "o sea, necesariamente". La
regularidad con que la causa es acompañada por el efecto [...] es objetiva y necesaria, ya
que el conocer la ve llegar de la incognoscibilidad del objeto trascendental, o sea de la
cosa en sí; o sea, es justamente por esta referencia a tal objeto que esa regularidad, aun no
siendo una propiedad de las cosas en ellas mismas, posee una necesidad y objetividad que
no es menos vinculante que aquella a la que tiende la filosofía racionalista. [...] el sujeto ya
no es simple reino de lo ilusorio. En él, certidumbre y verdad coinciden. (Pero justamente
en él. O sea, esta identidad de certidumbre y verdad es una identidad aunque subjetiva, que
deja fuera de él lo incognoscible, la "verdad" de las cosas en ellas mismas)."20

Así, del mismo modo que al proponer su teoría de los universales parece omitir -o al menos obviar
las implicaciones que conlleva- el carácter activo -o de producción- del espíritu en favor del pasivo;
al interpretar a Kant parece radicalizar el intelecto activo en detrimento de la sensibilidad pasiva,
mostrando que en el momento en que los conocimientos a priori se entienden como "mentales",
nuestras proposiciones generales pierden toda referencia con el objeto externo. En cualquier caso,
toda la universalidad que Kant pretendía para el conocimiento a priori como producto, tiene en la
base de su fundamento esta referencia a los "objetos externos" que influyen en nuestro espíritu.

Por tanto, la interpretación que Russell hace de Kant, así como la tésis de los universales que
propone, está basada en la creencia -o en el sentimiento- de que el conocimiento a priori no puede
ser una producción mental si pretende ser univeral y objetivo; por lo que deberá de ser a través de
los "datos de los sentidos" -el "fenómeno"- como se nos revelará una serie de principios que no son
"ni mentales ni físicos". Sin embargo, en tanto que el conocimiento a priori es un conocer -y en
tanto que el conocimiento de estos principios también lo es- el intento de Russell de dotar a estos
principios de un carácter "no mental" no encuentra, como hemos visto, más fundamento que el de la
fuerza de su "sentido común".

No me cabe duda de que durante el transcurso de su vida Russell desarrollaría sus fundamentos
haciendo un gran aporte a los estudios sobre la teoría del conocimiento -aunque, muy
probablemente, modificando alguna de sus afirmaciones aquí expuestas. Tampoco me cabe duda de
que, a día de hoy, la tesis de Kant debe de haberse enfrentado con dificultad a descubrimientos
posteriores como el de la teoría de la relatividad -entre otros- y a diversas soluciones alternativas al
problema del comienzo. También estoy seguro de que esta interpretación que he realizado de
Russell tendrá diversos errores y muchas afirmaciones que matizar. Sin embargo, espero haber
mostrado satisfactoriamente en estas nueve páginas que, en Los problemas de la filosofía, la
propuesta de Russell de los universales ni aporta una solución firme y definitiva al problema del
conocimiento a priori, ni consigue superar la propuesta de Kant, precisamente por la pretensión de
abordar el conocimiento de lo que hay fuera del pensamiento, lo cual confronta el paradójico
problema de salir del conocimiento mediante el mismo conocer .

20 SEVERINO, E. La filosofía moderna. Trad de Juana Bignozzi. Barcelona: Ariel, 1986. pp.167-168

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BIBLIOGRAFÍA

RUSSELL, B. Los problemas de la filosofía. Trad de Joaquin Xirau. Barcelona: Labor, 1928.

SEVERINO, E. La filosofía moderna. Trad de Juana Bignozzi. Barcelona: Ariel, 1986.

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