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UNIDAD IV

LAS PERSONAS JURÍDICAS Y ACTOS


JURÍDICOS
DERECHO INTERNACIONAL
PRIVADO I
DERECHOINTERNACIONAL
PRIVADO I
UNIDAD IV:
Las personas
Jurídicas y Actos
Jurídicos
LOS SUJETOS DEL DERECHO.
Las personas. Concepto de Persona.
Es todo ente susceptible de adquirir derechos y contraer obligaciones.
Código Civil Paraguayo. Art. 11.- La existencia, el estado civil, la capacidad e incapacidad
de hecho de las personas físicas domiciliadas en la República, sean nacionales o
extranjeras, serán juzgados por las disposiciones de este Código, aunque no se trate de
actos ejecutados o de bienes existentes en la República.
I. La ley personal del domicilio.
El ubicar el estatuto personal tiene por finalidad esencial que, con relación a la persona,
se identifique una ley determinada, que tenga y dé certeza sobre la continuidad de su
situación jurídica. Se trata de ubicar en relación a la persona un solo elemento de
conexión que en sus relaciones jurídicas determine la ley aplicable.
Lo relacionado a los aspectos jurídicos que se vinculan a la persona física, ley o «estatuto
personal», son tradicionalmente vinculados a dos elementos de conexión el domicilio o de
la nacionalidad, que dividen a los dos sistemas que son adoptados por los ordenamientos
jurídicos estatales respecto a la ley aplicable al estatuto personal.
A partir del artículo 3º del Código Francés el criterio de la ley personal de la nacionalidad
influyó en varios códigos Europeos.222La ley personal de la nacionalidad no modificó la
corriente anglosajona y germánica, que aceptan la solución de la ley del domicilio o «lex
domicilii», como se verifica en los códigos de Vélez Sarsfield, que fuera adoptado en su
momento como Cód. Civil por nuestro país hasta la sanción del actual, y como Código
uruguayo.
III. Ley aplicable a la existencia y el estado civil.
A la existencia de la persona o del sujeto de derecho se aplicará nuestro Código, esta
regla y su inserción en la misma disposición que se ocupa de la capacidad e incapacidad
de hecho haciendo mención al domicilio, introduce elementos de confusión en la
comprensión de la norma tal como advirtiera Silva Alonso.226
Lo que debemos apuntar es que en las personas por nacer, o los supuestos para
considerar los derechos relacionados a la existencia o nacimiento con vida, el domicilio
corresponde a los de los representantes, motivo por el cual se determina la existencia por
la lex domicilii, que de estar situado en la República, conduce a la aplicación de las leyes
de nuestro Código, aclaración necesaria para armonizar el sentido de interpretación de la
norma.
Lo mismo cabe decir sobre el estado de las personas, su condición de soltero o casado,
divorciado, etc., en lo que se refiere a estas cuestiones, normalmente se introducen
elementos de orden público que deben ser considerados y analizados a la luz de lo
dispuesto en el art. 22 del Cód. Civil, por lo que en cuestiones relacionados a la
existencia de las personas o el estado de las mismas, podrá no ser aplicada la ley del
domicilio cuando se afecten disposiciones de orden público o demás elementos que
excepcionan la aplicación de la ley extranjera.
-Ley que rige la capacidad e incapacidad de hecho. Domicilio fuera de la República.
Art. 12.- La capacidad o incapacidad de hecho de las personas domiciliadas fuera de la
República serán juzgadas por las leyes de su respectivo domicilio, aunque se trate de
actos o de bienes existentes en la República.
Ley que rige la capacidad e incapacidad de hecho de las personas domiciliadas
fuera de la República.
El Cód. Civil en el art. 12 se ocupa igualmente de la capacidad e incapacidad de hecho
de las personas físicas, pero de las domiciliadas fuera de la República, de acuerdo a la
regla establecida en base a la ley personal del domicilio, es regida por la lex domicilii. La
fuente de la disposición se encuentra en el art. XVI del Anteproyecto De Gásperi así
como en el art. 7º del Cód. Civil de Vélez Sarsfield, que conforme a las notas del
anteproyectista es trasegado del art. 27 del Esbozo de Texeira de Freitas. El principio es
mantener y sustentar la capacidad adquirida, principio ya comentado como regla general
de derecho.
La disposición elimina la confusión que se producía en el anterior Cód. Civil con los arts.
6º y 7º del Cód. Civil de Vélez, al no precisar el tipo de capacidad, o se extendían también
a la capacidad de derecho.
En nuestro caso, este problema que motivó posiciones encontradas en la doctrina, queda
solucionado, por cuanto en cualquiera de los casos, la capacidad de hecho o de ejercicio,
tanto para los domiciliados en la República como fuera de ella, serán regidos por el
estatuto o ley personal del domicilio y las de derecho por nuestro Código.
La disposición del art. 12 del Cód. Civil evita que una persona considerada capaz de
acuerdo a la ley de su domicilio, sea considerada incapaz por las leyes de otro
ordenamiento jurídico, salvo naturalmente, las cuestiones relacionadas al orden público,
la moral o las buenas costumbres, que pueden enervar la capacidad otorgada o adquirida
por la ley del domicilio y en consecuencia se aplique la ley territorial. Esta norma no es
sino una aplicación simple de lo previsto en el art. 2º del Tratado de Derecho Civil de
Montevideo de 1940 que dice: «El cambio de domicilio no restringe la capacidad
adquirida», como comenta De Gásperi en su nota.
La disposición se encuentra en consonancia con lo dispuesto en el art. 1º del Tratado de
Derecho Civil de Montevideo de 1940 que en su art. 1º dispone de forma general que la
capacidad de las personas físicas se rige por la ley de su domicilio, sin hacer la distinción,
en principio irrelevante, de reiterar la regla tanto para las personas domiciliadas en la
República como fuera de ella.
-Los efectos sobre la capacidad ante el cambio de domicilio.
Art. 13.- El que es menor de edad según las leyes de su domicilio, si cambia éste al
territorio de la República, será considerado mayor de edad, o menor emancipado, cuando
lo fuere conforme con este Código. Si de acuerdo con aquéllas fuese mayor o menor
emancipado, y no por las disposiciones de este Código, prevalecerán las leyes de su
domicilio, reputándose la mayor edad o la emancipación como un hecho irrevocable.
I. Los efectos del cambio de domicilio frente a los ordenamientos jurídicos que
determinan la capacidad plena.
Establecida como está que la regla general en materia de capacidad e incapacidad de
hecho es la aplicación de la ley del domicilio, ciertas situaciones, por su particularidad,
han llevado a establecer disposiciones específicas, como es el caso del presente artículo
que se refiere a la adquisición de la capacidad general para obrar o ejercer los derechos
por sí mismo, o la situación ante la diversidad legislativa sobre su adquisición, cuando
una misma persona efectúa o realiza actos en diversos Estados que poseen
ordenamientos jurídicos diferentes sobre la edad o condiciones de adquisición de la
capacidad plena.
En efecto, la disposición se ocupa de los efectos de la diversidad de ordenamientos
jurídicos y consiguientemente de normas que conforme a los criterios de interés público y
social regulan la edad para adquirir plena capacidad de obrar, situación que de no ser
reglada, puede conducir a absurdos como que una persona pudiera ser plenamente
capaz en un Estado pero considerada incapaz frente al ordenamiento de otro Estado.
El Código parte siempre del principio que en la duda se deberá estar a favor de la
capacidad, conforme a los principios comentados en los artículos precedentes,
disposiciones que sin lugar a dudas han influido la solución legal. Las reglas de
interpretación que surgen como consecuencia de la diversidad de ordenamientos
jurídicos estatales que pueden estar conectados a una determinada situación jurídica en
torno a la capacidad son las siguientes:
a) El que siendo menor de edad –capacidad de hecho relativa– según las leyes de su
domicilio en el extranjero, posteriormente trasladare su domicilio al Paraguay y de
acuerdo a las reglas del Cód. Civil reuniere las condiciones previstas en el mismo para
poseer capacidad de hecho, será considerado mayor de edad, o menor emancipado,
según sea el caso.
El domicilio referido no es el de la simple residencia, se refiere la que por su carácter de
estable implica domicilio conforme a lo previsto en el artículo 54 in-fine del Cód. Civil
Paraguayo.
b) El que siendo mayor de edad o menor emancipado de acuerdo con las leyes de su
domicilio en el extranjero, posteriormente trasladare su domicilio al Paraguay, y conforme
a las reglas del Cód. Civil paraguayo no reúne las condiciones legales requeridas para la
mayoría de edad o la emancipación, será considerado no obstante mayor de edad o
menor emancipado, prevaleciendo el principio de la capacidad adquirida, reputándose la
mayor edad o la emancipación como un hecho irrevocable.
-Situación del incapaz que traslada su residencia estable a la República.
En materia de incapacidades, caben otras distinciones, como sería el caso de que quien
siendo incapaz conforme a las leyes de su domicilio, se traslada a nuestro país, en el cual
las incapacidades previstas en el ordenamiento jurídico de su domicilio de origen no
existen.
Al no existir una excepción a la regla establecida de que la capacidad se rige por la ley
del domicilio, si la residencia se torna estable y consiguientemente se considera que se
ha establecido un nuevo domicilio, por este hecho y considerando el principio general de
que en caso de dudas se deberá estar por la capacidad, la persona podrá ser
considerada capaz.
-Persona con capacidad adquirida que traslada su residencia estable a la
República.
Esta hipótesis es inversa a la anterior, se resuelve con base en el principio del derecho
adquirido que aplicado al caso sería el de la capacidad adquirida, que de acuerdo a la
disposición comentada prevalece sobre las disposiciones internas que considerarían a la
persona aún incapaz.
En tal caso sea que la capacidad se produjera en el domicilio de origen por capacidad
adquirida por la edad prevista en el ordenamiento del domicilio de origen o por
emancipación, en cualquiera de los casos prevalece la capacidad adquirida, por lo que en
nuestro país deberá ser reconocido como capaz.
Art. 14.- “La capacidad e incapacidad para adquirir derechos, el objeto del acto que haya
de cumplirse en la República y los vicios substanciales que este pueda contener, serán
juzgados para su validez o nulidad por las normas de este Código, cualquiera fuere el
domicilio de sus otorgantes”.
I. La capacidad de derecho.
La capacidad de derecho debe ser considerada como lo esencialmente característico
para conceptualizar a la persona jurídica, constituye el reconocimiento que el sujeto de
derecho puede adquirir derechos o tener la aptitud legal para ser titular de ellos y contraer
obligaciones.
Toda persona es capaz de adquirir o ser titular de derechos, no se concibe ninguna
persona a la cual se desconozca y prive de todo derecho, que tenga una incapacidad
absoluta o total, o que no pueda ser titular de algún derecho. Toda persona por el hecho
mismo de serla, desde la concepción, posee derechos que le son reconocidos por la ley
aún cuando no pueda ejercerlos por sí misma.
Las limitaciones jurídicas que la ley contempla nunca pueden privar de la totalidad de los
derechos a una persona; no es posible como principio fundamental, el desconocimiento
genérico a ninguna persona de todo derecho, por lo cual las incapacidades de derecho
sólo pueden ser relativas, previstas por el legislador en razón de un interés público
relevante o de un interés social, que tornan inaceptable el reconocimiento de un
determinado derecho a ciertas personas, pero en tal caso se trata de una incapacidad
relativa, no absoluta, específica y no general.
Los actos de las personas que poseen incapacidad absoluta para ejercer o disponer por
sí de sus derechos no pueden producir efectos jurídicos válidos.
II. Las incapacidades relativas de derecho.
Las incapacidades de derecho son y serán siempre relativas, no existe incapacidad
absoluta de derecho, implicaría el desconocimiento mismo de la personalidad humana.
Se limita a ciertos actos o a la adquisición de ciertos derechos, la incapacidad de derecho
se presenta siempre de forma excepcional y limitada, no de forma general ni absoluta.
Se funda en consideraciones de interés público o aspectos relevantes que reconoce el
legislador; estas incapacidades en la medida que existan, se consideran insuperables,
por lo que no puede el incapaz de derecho realizarlas por sí ni por medio de
representantes o terceros. Todo lo relacionada a la capacidad e incapacidad de derecho
se rige por la ley territorial.
La norma que nos ocupa hace relación a la capacidad e incapacidad de derecho, que se
rige o determina por la ley territorial he influye sobre los actos jurídicos, a la validez o
nulidad de los mismos. De allí que la capacidad o incapacidad de derecho, con relación a
actos otorgados o celebrados en el extranjero cuando éstos deban surtir efecto en la
República, será juzgada por nuestro Código. La ubicación de la disposición en la fuente
proveniente en lo esencial del art. 949 del Cód. Civil Argentino, abona esta posición.
Si el acto fuere otorgado por un incapaz de derecho según la ley extranjera, pero la
persona resulta capaz conforme a nuestras leyes, el acto será válido en nuestro país y
podrá surtir efecto en la República. En tanto, que si el acto fuere otorgado por una
persona capaz de adquirir derechos conforme a la ley extranjera, pero incapaz, según
nuestro ordenamiento jurídico, el acto no será eficaz en nuestro país por falta de
capacidad.
III. Ley aplicable a los actos cuyo objeto deba cumplirse en la República. Vicios
substanciales.
En lo que guarda relación a los vicios substanciales del acto, aquellos que determinan
según nuestro código la nulidad por carecer de formas solemnes o requisitos
fundamentales de validez, aún cuando resultaran válidos en el lugar de otorgamiento o de
celebración, no serán eficaces en nuestro país.
Cuando el acto está destinado o debe ser cumplido en la República, como sería el caso
del otorgamiento de un poder de disposición de un bien situado en ella, surtirá efecto en
nuestro país si reúne las condiciones o solemnidades que requiere nuestro Código, de tal
modo que si fuere otorgado por instrumento privado y no por instrumento público, no
podrá surtir efectos y el acto será ineficaz.
Sobre el objeto del acto que deba ser cumplido en la República, como la norma está
referida a los actos jurídicos, se extrae que la suficiencia del acto que tenga por objeto o
finalidad surtir efecto –ser cumplido– en la República, deberá ajustarse a las normas
imperativas del ordenamiento jurídico local. El objeto debe ser entendido en sentido
amplio, no sólo material sino en el sentido de finalidad, estas situaciones son regidas por
la lex loci executionis.
Siguiendo una orientación consecuente con esta disposición, aún cuando la disposición
no lo diga de forma expresa, está implícito para nuestro ordenamiento jurídico, que el
objeto de los actos que deban ser cumplidos fuera de la República o tengan por finalidad
su cumplimiento fuera de ella, se regirá igualmente por la ley del lugar de su ejecución.
Art. 15.- La capacidad de derecho y de hecho es igual para el hombre y la mujer,
cualquiera sea el estado civil de ésta, salvo las limitaciones expresamente establecidas
por la Ley. Texto derogado por la Ley Nº 1/92 en su art. 1º en los términos siguientes: «La
mujer y el La mujer y el varón tienen igual capacidad de goce y de ejercicio de los
derechos civiles, cualquiera sea su estado civil a sea su estado civil».
I. El principio de igualdad entre el hombre y la mujer.
En la evolución actual del derecho, la referencia específica de capacidad de derecho y de
goce entre el hombre y la mujer por una disposición específica o como garantía
constitucional, es sólo la afirmación de -Ley aplicable y jurisdicción competente al nombre
de las personas.
lo que por la condición de persona corresponde y debió corresponder por igual tanto al
hombre como a la mujer.257 El principio constitucional, actualmente inserto de forma
expresa en el art. 48 de la Constitución Nacional, dispone que el hombre como la mujer
poseen iguales derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales.
Este reconocimiento constitucional ha sido producto de una larga lucha del derecho de la
mujer menoscabada jurídicamente en su plena capacidad e igualdad, situación que
persiste en muchas legislaciones y por prácticas pese a las disposiciones legales, por lo
cual el precepto constitucional agrega que el Estado promoverá las condiciones y creará
los mecanismos adecuados para que la igualdad sea real y efectiva, allanando los
obstáculos que impidan o dificulten su ejercicio y facilitando la participación de la mujer
en todos los ámbitos de la vida nacional.
La disposición del art. 15 del Cód. Civil fue derogada por la Ley Nº 1/92, por contradecir el
precepto citado. En su última parte la redacción del código luego de reconocer que la
capacidad de derecho y de hecho era igual para ambos, mantenía una enunciación que
representaba la posibilidad de contradecir el principio, al expresar «salvo las limitaciones
expresamente establecidas en la Ley».
Los atributos de la persona.
Son el nombre, el domicilio, el estado, la capacidad y el patrimonio.
El nombre de las personas se compone de dos partes: el nombre propiamente dicho, o
nombre de pila o bautismo y el nombre patronímico o apellido.
Existencia y capacidad de las personas jurídicas,
Art. 26.- La existencia y capacidad de las personas jurídicas de carácter privado
constituidas en el extranjero, se regirán por las leyes de su domicilio, aunque se trate de
actos ejecutados o de bienes existentes en la República.
I. Reconocimiento de las personas jurídicas.
La atribución de personalidad jurídica importa el reconocimiento por ley de la calidad de
sujeto de derechos y obligaciones, la posibilidad de poseer su patrimonio propio, distinto
al patrimonio de sus socios, por lo cual sus miembros no responden individual ni
colectivamente de las obligaciones de la entidad salvo las excepciones establecidas en la
ley.
Las personas jurídicas poseen para los fines de su institución la misma capacidad de
derecho que las personas físicas para adquirir bienes o contraer obligaciones, por
intermedio de los órganos establecidos en sus estatutos. Dentro de estos límites podrán
ejercer acciones civiles y criminales y responder a las que se entablen contra ellos.
II. Existencia y capacidad de las personas jurídicas, dimensión nacional.
En relación a las personas jurídicas, el principio respecto a la ley aplicable a la existencia
y capacidad lo establece el art. 26 del Cód. Civil ubicado en el Título Preliminar en
concordancia con el art. 101 del Cód. Civil que se sitúa en las disposiciones generales a
las personas jurídicas.
El art. 26 del Cód. Civil se ocupa de las personas jurídicas privadas constituidas en el
extranjero, sienta como principio del régimen legal aplicable a la existencia y capacidad
de las personas jurídicas con base en el elemento de conexión del domicilio. Interpretada
la norma a contrario sensu, la ley domiciliaria rige la existencia y capacidad de las
personas jurídicas privadas constituidas en la República.
La regla es reiterada casi en los mismos términos en la primera parte del art. 101 del
Cód. Civil: «La existencia y capacidad de las personas jurídicas privadas extranjeras, se
rigen por las leyes de su domicilio», siguiendo la fuente de estas disposiciones, el artículo
4º del Tratado de Montevideo de 1940.
Estas disposiciones se encuentran a su vez en consonancia con la primera parte del art.
1196 del Cód. Civil, que enuncia: «Las sociedades constituidas en el extranjero se rigen,
en cuanto a su existencia y capacidad, por las leyes del país en su domicilio».
III. Existencia, capacidad y actuación de las personas jurídicas, dimensión
convencional.
En materia convencional Paraguay es parte junto con Argentina y Uruguay de los
Tratados de Montevideo. El artículo 4º del Tratado de Derecho Civil de Montevideo de
1940, fuente del art. 26 del Cód. Civil, dice que las personas de carácter privado se rigen
por las leyes del país de su domicilio.
Nuestro país ha ratificado la Convención Interamericana sobre Conflictos de Leyes en
materia de Sociedades Mercantiles, que cambia de orientación y adopta en materia de
ley aplicable a la existencia y capacidad a la ley del lugar de constitución. Dispone el
reconocimiento de pleno derecho en los demás Estados de acuerdo al art. 3º: «Las
sociedades mercantiles debidamente constituidas en un Estado serán reconocidas de
pleno derecho en los demás Estados. El reconocimiento de pleno derecho no excluye la
facultad del Estado para exigir comprobación de la existencia de la sociedad conforme a
la ley del lugar de su constitución.
En ningún caso, la capacidad reconocida a las sociedades constituidas en un Estado
podrá ser mayor que la capacidad que la ley del Estado de reconocimiento otorgue a las
sociedades constituidas en este último».
Para el ejercicio directo o indirecto de los actos comprendidos en el objeto social de las
sociedades mercantiles, éstas quedarán sujetas a la ley del Estado donde los realizaren.
La misma ley se aplicará al control que una sociedad mercantil, que ejerza el comercio en
un Estado, obtenga sobre una sociedad constituida en otro Estado (art. 4º).
Además, «Las sociedades constituidas en un Estado que pretendan establecer la sede
efectiva de su administración central en otro Estado, podrán ser obligadas a cumplir con
los requisitos establecidos en la legislación de este último» (art. 5º) y «Las sociedades
mercantiles constituidas en un Estado, para el ejercicio directo o indirecto de los actos
comprendidos en su objeto social, quedarán sujetas a los órganos jurisdiccionales del
Estado donde los realizaren» (art. 6º).
El Paraguay no firmó ni adhirió a la Convención Interamericana sobre Personalidad y
Capacidad de Personas Jurídicas en el Derecho Internacional Privado. Esta Convención
hace regir la existencia y capacidad para ser titular de derechos y obligaciones, el
funcionamiento, la disolución y fusión de las personas jurídicas de carácter privado, por la
ley del lugar de su constitución. De entre los Estados que integran el Mercosur ha sido
ratificada por la Argentina.
IV. Ejercicio de actos en Paraguay por personas jurídicas privadas constituidas en
el extranjero.
La segunda parte del art. 101 del Cód. Civil se ocupa del ejercicio de los actos ejercidos
en la República por personas jurídicas constituidas en el extranjero, estableciendo el
principio de no discriminación entre personas jurídicas privadas constituidas en la
Paraguay y en el extranjero en los términos siguientes: «El carácter que revisten como
tales, las habilita para ejercer en la República todos los derechos que les corresponden
para los fines de su institución, en la misma medida establecida por este Código para las
personas privadas nacionales».
Para el ejercicio accidental de actos no está sujeto a formalidades especiales, pero, de
acuerdo a la última parte del art. 101 del Cód. Civil: «Para el ejercicio de los actos
comprendidos en el objeto especial de su institución, se sujetarán a las prescripciones
establecidas en las leyes de la República».
A su vez la segunda parte del art.1196 del Cód. Civil, reiterando el principio asentado en
cuanto a las sociedades dispone: “El carácter que revisten las habilita plenamente para
ejercer en la República las acciones y derechos que les correspondan. Mas, para el
ejercicio habitual de actos comprendidos en el objeto especial de su institución, se
ajustarán a las prescripciones establecidas en la República”.
La actuación internacional de las sociedades.
Al respecto el Art. 1196 del Código Civil establece: “Las sociedades constituidas en el
extranjero se rigen, en cuanto a su existencia y capacidad, por las leyes del país de su
domicilio.
El carácter que revisten las habilita plenamente para ejercer en la República las acciones
y derechos que les correspondan.
Más, para el ejercicio habitual de actos comprendidos en el objeto especial de su
institución, se ajustarán a las prescripciones establecidas en la República”.
Las sociedades constituidas en el extranjero tienen su domicilio en el lugar donde está el
asiento principal de sus negocios. Los establecimientos, agencias o sucursales
constituidas en la República se consideran domiciliados en ella en lo que concierne a los
actos que aquí practiquen, debiendo cumplir con las obligaciones y formalidades
previstas para el tipo de sociedad más similar al de su constitución.
1. Nacionalidad de las sociedades. A pesar de ser motivo de constante discusión
doctrinaria, la mayoría de las legislaciones acepta la tesis de la nacionalidad de las
sociedades, pero centrando el interés de la calificación, en la obtención de determinados
efectos, de modo a otorgar beneficios para ciertas entidades que no se otorgaran a otras,
o del Art. 1196 impedir que estas puedan intervenir en la explotación de actividades
reservadas a aquellas. La nacionalidad expresa el vínculo de un individuo con su país (o
nación) de origen.
Conforme nos señala La Pera, cuatro son los criterios o sistemas propuestos para la
atribución de nacionalidad a las sociedades: el que decidan los fundadores (autonomía
de la voluntad); el del lugar de la constitución (incorporation); el de la sede social (siege) y
el de las personas que aportan su capital y/o la dirigen o administran (control).
a) Sistema de la autonomía. Muy difundido en Europa, sostiene que la nacionalidad de
la sociedad es la que los socios atribuyen en el acto fundacional. Tesis recogida por el
Código Bustamente, se fundamenta en que las partes pueden elegir la ley que regirá el
contrato respectivo, en tanto no se afecten principios de orden público de otros países.
b) Sistema de la Incorporation. Aplicado en Inglaterra y Estados Unidos, establece que
el lugar en el cual una sociedad ha sido constituida, determinará su nacionalidad.
c) Sistema del lugar de la sede social (siege). En Francia, a mediados del siglo 19, se
advirtió que numerosas sociedades constituidas por ciudadanos no británicos, constituían
sociedades en Inglaterra a fin de beneficiarse con ciertas prerrogativas que le brindaba
dicha localización, por cuya razón, en Francia se estableció que la nacionalidad quedaba
fijada en función a la sede social (o siege) de la sociedad.
Al principio, el concepto vago de «sede social» generó mucha confusión y disparidad de
opiniones, hasta que en 1868, la jurisprudencia francesa tomó en cuenta elementos más
difusos, como el lugar de reunión de la Asamblea, el lugar de funcionamiento del
Directorio, las oficinas administrativas, etc.
d) Doctrina del control. Con motivo de las primera y segunda guerra mundial, diversos
países aplicaron la teoría del «control económico» de la sociedad a fin de determinar su
condición de «propiedad amiga o enemiga», estableciendo tal calidad según la
nacionalidad de los individuos que tenían el efectivo control de los negocios de la
sociedad.
En nuestro caso, la legislación nacional ha tenido en cuenta el domicilio de la sociedad,
aproximándose al sistema francés del lugar de la sede social (siege) .
2. Negación de nacionalidad a las sociedades. La Doctrina Irigoyen.
Conforme nos señala Carlos Gilberto Villegas189, fue Bernardo de Irigoyen quien en
1877, siendo ministro de Relaciones Exteriores, al contestar el reclamo que efectuaba el
gobierno inglés con motivo de un conflicto suscitado entre la Provincia de Santa Fe y la
sucursal Rosario del Banco de Londres y América del Sur, fijó la doctrina que hoy se
conoce con su nombre, sobre la negación de la nacionalidad a las sociedades
comerciales, con especial referencia a las sociedades anónimas.
Sostuvo Irigoyen en su primera nota de respuesta, que: «El Banco de Londres y Río de la
Plata es una persona jurídica que sólo existe con fines determinados, debe su existencia
al país que le autoriza; no hay en ella nacionales ni extranjeros, no hay individuos de
existencia material. No son las personas quienes se asocian, sino los capitales bajo
forma anónima, como la palabra lo indica. No hay nombres, ni personas, ni
responsabilidad individual comprometida».
Y en la segunda nota, agregaba: «…el hecho de que las acciones hayan sido suscriptas
por individuos de una nacionalidad es eventual y no puede desnaturalizar la esencia de
una sociedad anónima. Todas las acciones se transfieren, y las que hoy están en poder
de los ingleses pueden pasar fácilmente a manos de los ciudadanos de otros países» (el
texto completo de esta nota se puede leer en la obra de Farina, Juan M; Sociedades
comerciales, 4ª ed.; Zeus, Rosario, 1973, p.16 nota 21).
El razonamiento utilizado no se refiere a las sociedades en general, sino a las anónimas
exclusivamente. Y el razonamiento consiste en que éstas, por la naturaleza
esencialmente circulatoria de sus acciones, no pueden ser vinculadas ni con el Estado
bajo cuya legislación se constituyeron, ni con el Estado del cual son nacionales sus
accionistas, porque esta situación puede fácilmente cambiar. Y como esta vinculación no
es posible, ningún Estado tiene derecho a su protección.
Esta posición negatoria de la nacionalidad cumplió una adecuada función hasta el
momento en que los mismos países que la formularon se vieron precisados a distinguir
entre sociedades «nacionales» y «no nacionales» respecto de la regulación de ciertas
actividades o del goce de ciertos derecho, por los motivos antes referidos.
-Alcance del Ejercicio de la Personalidad Jurídica.
El reconocimiento de la personalidad jurídica tiene algunas limitaciones, la autorización
para el ejercicio de actos o para su actuación internacional no es siempre irrestricta,
diversas razones vinculadas al interés público de los Estados, obligan a distinguir entre
actos circunstanciales y actos habituales, las exigencias legales en ambas circunstancias
son normalmente diferentes.
Al respecto, la segunda parte del artículo 1196 del Código Civil Paraguayo establece: “El
carácter que revisten las habilita plenamente para ejercer en la República las acciones y
derechos que les correspondan. Más, para el ejercicio habitual de actos comprendidos en
el objeto especial de su institución, se ajustarán a las prescripciones establecidas en la
República”
-Domicilio de las sociedades como elemento de conexión y ley aplicable.
El domicilio en materia de sociedades es un importante elemento de conexión, así fue
aceptado por los Tratados de Montevideo y el Código Civil.
Domicilio. Por último la norma establece claramente que las sociedades constituidas en el
extranjero tienen su domicilio en el lugar donde está el asiento principal de sus negocios,
aclarando expresamente que en el caso de los establecimientos, agencias o sucursales
constituidos en la República, los mismos tiene su domicilio en la República en todo lo que
concierne a los actos que aquí se practiquen.
-Domicilio de las sociedades extranjeras. -Ley que rige el Ejercicio del Objeto
Social.
-Requisitos para la Actuación y Ejercicio Habitual de los Actos.
Ley aplicable. El artículo 1196, en concordancia con el art. 101 del C.C., establece el
régimen legal aplicable a la actuación en la República del Paraguay de las personas
jurídicas o sociedades constituidas en el extranjero.
Código Civil Paraguayo Art. 101: La existencia y capacidad de las personas jurídicas
privadas extranjeras, se rigen por las leyes de su domicilio. El carácter que revisten como
tales, les habilita para ejercer en la República todos los derechos que les corresponden
para los fines de su institución, en la misma medida establecida por este Código para las
personas privadas nacionales.
Para el ejercicio de los actos comprendidos en el objeto especial de su institución, se
sujetarán a las prescripciones establecidas en las leyes de la República.
Siguiendo con el análisis del artículo, podemos apreciar que el mismo contempla dos
supuestos de actuación territorial de las sociedades extranjeras:
a) La realización por la sociedad extranjera, de actos aislados,
b) La realización habitual de actos comprendidos en su objeto social;
La capacidad para realizar actos aislados, son los que comúnmente implican poder
celebrar contrato, estar en juicio o poseer bienes; en tanto que la realización habitual de
actos del objeto social, sugiere la existencia de una actividad permanente en el territorio y
por lo tanto, una exigencia de formalización de la presencia de la persona jurídica en el
país.
Realización de actos aislados. La norma establece que las sociedades extranjeras están
plenamente habilitadas para ejercer en la República, las acciones y derechos que les
correspondan, es decir, reconoce el derecho que tienen la sociedades extranjeras para
realizar en la República «actos aislados», como se denomina en doctrina a todos
aquellos actos desprovistos de signos de permanencia, actos esporádicos y accidentales,
cuya realización no requiere la designación de un representante permanente o la
instalación de una sucursal, agencia, etc.
Para la realización de tales actos, la norma no impone la registración por parte de las
sociedades extranjeras de su acto constitutivo ni la acreditación registral de su
representación.
El ejercicio habitual por la sociedad extranjera de actos comprendidos en su objeto social.
El ejercicio habitual de actos comprendidos en su objeto social supone una actividad
permanente de las sociedades extranjeras en nuestro país, es por ello que la norma
exige para la realización de dichos actos una serie de requisitos formales establecidos en
el artículo siguiente, y que las sociedades extranjeras están obligadas a cumplir para ser
consideradas sociedades regulares.
El establecimiento, por parte de la sociedad extranjera, de sucursales, asientos, o
cualquier tipo de representación permanente en el país. Para el caso de establecimiento
por parte de las sociedades extranjeras de sucursales o agencias en el país, los mismos
deberán cumplir con las obligaciones y formalidades previstas para el tipo de sociedad
más similar al de su constitución.
Art. 1197.- A los fines del cumplimiento de las formalidades mencionadas, toda sociedad
constituida en el extranjero que desee ejercer su actividad en el territorio nacional, debe:
a) establecer una representación con domicilio en el país, además de los domicilios
particulares que resulten de otras causas legales;
b) acreditar que la sociedad ha sido constituida con arreglo a las leyes de su país; y,
c) justificar en igual forma, el acuerdo o decisión de crear la sucursal o representación, el
capital que se le asigne, en su caso, y la designación de los representantes.
-Sociedad Civil y Sociedad Comercial en el Ámbito Internacional. -Sociedades
Nacionales y Sociedades Extranjeras.
1. Representación con domicilio en la República. El primer requisito establecido por el
artículo 1197 es el establecimiento de una representación con domicilio en el país.
Un requisito fundamental es que la sociedad extranjera que pretenda realizar en el país
en forma habitual los actos comprendidos en su objeto, deberán designar el o las
personas a cuyo cargo estará la sucursal o representación. Esta designación
generalmente habrá de producirse en la misma reunión de socios o administradores que
decidan la instalación de la sucursal o representación en el país.
El instrumento de designación constituye un mandato o poder que debe ser inscripto en
el Registro de Poderes en consonancia con lo dispuesto en el art. 349 191del Código de
Organización Judicial, Ley 879/81.
Se discute en doctrina cuales son las facultades del representante designado, en cuanto
a la naturaleza y extensión de ellas. Algunos consideran que se trata de un representante
convencional o mandatario, otros lo consideran un factor de comercio, obligando estos a
la sociedad conforme al alcance y limitaciones establecidas en la ley para dichos
negocios jurídicos.
Por su parte, el representante designado por la sociedad constituida en el extranjero para
desarrollar en el país actos comprendidos en su objeto social, establecer sucursal,
asiento o cualquier otra especie de representación permanente, tiene carácter orgánico y
como consecuencia de ello, ese representante obliga a la sociedad por todos los actos
que no sean notoriamente extraños a su objeto social, es decir, atribuye a dicho
representante todas las facultades que tiene un administrador o representante legal de
una sociedad, por lo cual, este, obligaría a la sociedad extranjera en igual medida de los
administradores obligan a las sociedades reguladas por la legislación interna.
Esta posición doctrinaria es la adoptada por nuestro código conforme al art. 1.200 que
equipara las responsabilidades del representante a la de los administradores de las
sociedades similares reguladas en nuestro país, y en caso de tratarse de sociedades no
reguladas en nuestra ley, a la de los directores de las sociedades anónimas .
2. Acreditación de su constitución. El segundo requisito se refiere a la acreditación por
parte de la sociedad extranjera de su existencia y regular constitución en el extranjero
conforme a las leyes de su país.
Este requisito consiste en demostrar la existencia de la sociedad conforme a las leyes de
su domicilio, y para ello, es fundamental acompañar el texto del contrato o estatuto de la
sociedad extranjera expedido por el organismo registral, con certificación de su
inscripción o vigencia según el país del que provenga.
3. Justificar la creación de sucursales o representaciones y asignación de capital.
En cuanto al tercer requisito, cuando la norma exige justificar la decisión de crear
sucursales o representación en el país, se refiere específicamente a la documentación de
la sociedad extranjera en la cual consta la decisión de sus socios o administradores de
crear la representación en la República, asignándole un capital para operar.
Esta decisión debe ser adoptada por el órgano competente de la sociedad extranjera y
justificarse con una copia del acta de reunión del Consejo de Administración o Directorio
en la que la creación de la sucursal y designación de representante ha sido tratado y
resuelto, debidamente certificada de su autenticidad y legalizada ante el Consulado
nacional del lugar de su celebración o el más cercano, conforme a las normativas
diplomáticas. Cabe señalar al respecto de la legalización, que en materia de legalización
el Paraguay no adhirió a la Convención de la Haya y por lo tanto, no es aplicable el
régimen de «apostillado» previsto en la misma. Si el documento ha sido elaborado en
idioma distinto al español, deberá estar acompañado de una traducción oficial del mismo.
4. Incumplimiento de los requisitos. Aunque el artículo analizado, no se refiera
específicamente a los casos de incumplimiento, la opinión doctrinaria mayoritaria con
relación a este punto, es que las sociedades extranjeras infractoras de lo dispuesto por el
artículo 1197, serán consideradas sociedades irregulares, respecto de los actos que
celebren en el país, pudiendo los terceros prevalerse de ello para repeler las actuaciones
de los socios o administradores que se funden en la existencia de dichas sociedades.
Por nuestra parte, disentimos con dicha doctrina, puesto que consideramos que la
determinación que pueda establecerse a la sociedad extranjera como sociedad irregular,
difícilmente pueda alcanzar a los socios que conforme a la ley del domicilio puedan ser
perfectamente regulares.
Entendemos que no se trata del incumplimiento de una formalidad constitutiva de la
sociedad, sino solamente habría una omisión de una inscripción. Tampoco la ley prevé
responsabilizar en forma directa, ilimitada u solidaria a los socios y por ello, no creemos
factible que un Juez nacional pueda aplicar tales sanciones a los socios extranjeros, y si
así fuere, difícilmente el juez del país donde la sociedad sea regular acepte que se
ejecute a los socios como si la sociedad fuese irregular.
En nuestra opinión, la regularidad o irregularidad de una sociedad extranjera se rige por
la ley de su domicilio, y el incumplimiento de los requisitos previstos o la falta de
inscripción de la sociedad extranjera, trae aparejada la responsabilidad personal y directa
del representante.
En efecto, conforme a lo establecido en el art. 1.200, el representante de una sociedad
constituida en el extranjero, contrae las mismas responsabilidades que la ley prevé para
los administradores y directores de sociedades. Por ello, si un representante de una
sociedad constituida en el extranjero, habilita una sucursal en el país, o realiza actos
habituales en su nombre, o ejerce de cualquier modo la representación que le fuera
otorgada por aquella, sin satisfacer los requisitos previstos en esta norma, lo que ocurre
en realidad es que dicho representante ha incumplido su obligación legal de inscribir la
sucursal o representación, y por tanto, debe responder personalmente en los términos de
los arts. 974, in fine y 1.111 del C.C., - es decir, en forma personal, ilimitada y solidaria -,
por los daños y perjuicios que deriven de su acción u omisión en el cumplimiento de las
exigencias legales.
Sin perjuicio de ello, aun cuando la sociedad no haya sido inscripta, si el mandato
otorgado por la sociedad extranjera al representante fuere válido, los terceros afectados,
mantienen igualmente contra esta el derecho de perseguir el resarcimiento de sus
derechos afectados por el actuar del representante.
-Sociedad Desconocida o Institución Desconocida.
En cuanto a la sociedad desconocida o que no posee una similar en nuestro país el Art.
1198.- Los artículos anteriores se aplicarán a las sociedades o corporaciones constituidas
en otros Estados aunque el tipo de sociedad no esté previsto por nuestra legislación. El
juez competente para la inscripción determinará las formalidades a cumplir en cada caso.
Tipo social no previsto. El artículo 1198 contempla el caso de las sociedades extranjeras
que posean un tipo societario válido en su país, pero que no exista en el nuestro un tipo
societario igual. En estos casos, dichas sociedades deberán igualmente dar cumplimiento
a los requisitos establecidos en el artículo 1197, debiendo el juez encargado de ordenar
la inscripción de la sociedad extranjera, determinar las formalidades que deberá cumplir
dicha sociedad en cada caso.
-Alcance de la Representación de Las Sociedades Extranjeras.
Al respecto el Art. 1200 del Código Civil Paraguayo establece: “El representante de la
sociedad constituida en el extranjero está autorizado para realizar todos los actos que
aquélla puede celebrar y para representarla en juicio. Dichos representantes contraen las
mismas responsabilidades prescriptas por este Código para los administradores, y
tratándose de sociedades no reguladas en él, las de administradores de sociedades
anónimas”.
Actos jurídicos Regulación Internacional del Acto Jurídico
Las normas de conflictos en el acto jurídico en sus dos aspectos, el de los elementos del
acto y el de sus efectos.
Elementos
Primeramente definiremos al Acto Jurídico
Art.296. C.C- Son actos jurídicos los actos voluntarios lícitos, que tengan por fin
inmediato crear, modificar, transferir, conservar o extinguir derechos.
Las omisiones que revistieren los mismos caracteres están sujetas a las reglas del
presente título.
A continuación los elementos. Enumeración
Los elementos del acto jurídico son los siguientes: a) La capacidad de los otorgantes; b)
Voluntad exenta de vicios en el o los otorgantes; c) Una causa lícita; d) Un Objeto
determinado; y e) Unas formas previstas en la ley.
Capacidad de las personas
Como sabemos, capacidad es la aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones,
que las leyes reconocen a las personas de acuerdo con su reglamentación exclusiva.
Voluntad Sana de los otorgantes
► Necesidad de una voluntad sana
Siendo por definición el acto jurídico un acto voluntario (Art. 277 Cód. Civil) no se concibe
que él pueda existir si la voluntad de los otorgantes está ausente o si se halla viciada.
Objeto Lícito
Art.299.- No podrá ser objeto de los actos jurídicos:
► aquello que no esté dentro del comercio;
► lo comprendido en una prohibición de la ley; y
► los hechos imposibles, ilícitos, contrarios a la moral y a las buenas costumbres, o que
perjudiquen los derechos de terceros. La inobservancia de estas reglas causa la nulidad
del acto y de igual modo, las cláusulas accesorias que, bajo la apariencia de condiciones,
contravenga lo dispuesto por este artículo.
Forma de los Actos Jurídicos
► Las formas del acto jurídico: Noción
Se dice de las formas del acto que ellas son las solemnidades que deben observarse el
tiempo de su celebración. Así, la presencia de un oficial público, la firma de las partes,
etc.
► Regulación internacional de las formas del acto. Principio locus regit actum
El art 23 del Código Civil contiene el principio que gobierna la materia y las excepciones.
En principio, las formas del acto se hallan regidas por la ley del lugar de celebración del
mismo.
Es la reiteración de la antigua regla de los glosadores, enunciada por Bártolo de
Sassoferrato y universalmente admitida.
El artículo alude de modo general a formas del acto, por lo que debe considerarse
incluido allí todo lo que deba entenderse relacionado con cualquier clase de acto jurídico
(sea unilateral, bilateral, a título oneroso, a título gratuito, sea acto formal, como el
matrimonio o ciertas especies de donación, sea acto entre vivos o de última voluntad).
La norma es, pues, clara, como lo es la intención del legislador de someter todo lo
relativo a formas a la ley del lugar de celebración.
Causa Final
► Causa lícita
► Sentido de la expresión causa del acto
Todo el que consiente en obligarse hacia otro, lo hace por la consideración de un fin que
se propone alcanzar, por medio de esta obligación. La obligación de quien contrae está
siempre y necesariamente dominada por el deseo de alcanzar un fin que él ha previsto.
Obligarse sin tendencia a un fin es acto propio de locos.
De una manera más general aún puede decirse que todo acto jurídico persigue un fin,
tiene una finalidad que lo explica. Ese fin, esa finalidad que explica la realización del acto
jurídico es lo que se ha dado en llamar en doctrina la causa final del mismo acto.
Los actos jurídicos en el Código Civil
Art.23.- La forma de los actos jurídicos, públicos o privados, se rige por la ley del lugar de
su celebración, salvo la de los otorgados en el extranjero ante los funcionarios
diplomáticos o consulares competentes, la que se sujetará a las prescripciones de este
Código.
Art.24.- Los actos jurídicos celebrados en el extranjero, relativos a inmuebles situados en
la República, serán válidos siempre que consten de instrumentos públicos debidamente
legalizados, y sólo producirán efectos una vez que se los haya protocolizado por orden de
juez competente e inscripto en el registro público.
Efectos de los Actos Jurídicos
Los efectos de los actos jurídicos solo se producen entre las partes y no pueden afectar a
terceros, completamente extraños al acto.
En principio esto resulta muy lógico, en razón de que no tiene por qué un tercero ser
afectado por las consecuencias de un acto de que no fue parte.
Este principio fundamental en materia de los efectos de los actos jurídicos tiene origen en
el Derecho Romano, en la expresión: “Res inter alios acta aliis neque prodesse neque
nocere potest”; según esta regla, solo las partes podrán APROVECHARSE O
PERJUDICARSE de sus efectos y no los demás ajenos al actos.
Resulta obvio que las consecuencias de los actos no pueden alcanzar a otras personas
que no sean parte en el acto, es decir los terceros. Esta limitación de las consecuencias
de los actos se refiere, pues, a dos aspectos: a) a las partes; y b) al objeto del acto sobre
el cual versare el negocio jurídico.
La aplicación de esta regla se encuentra en el Art. 715 del C.C.P., primera parte, al
disponer: “las convenciones hechas en los contratos forman para las partes una regla a la
cual deben someterse como a la ley misma, y deben ser cumplidas de buena fe”. Actos a
cumplirse en la República o que dieren lugar a acciones en ella
El código se refiere solo a la norma aplicable al acto a cumplirse en la Republica o a
aquel que pudiere dar lugar a acciones de incumplimiento decidiendo que la ley aplicable
es la ley territorial (art. 297).
El articulo preceptúa que el acto, cuando hubiese de ser cumplido en el territorio nacional
o se ejercitasen en el acciones por falta de cumplimiento, debe ser regido exclusivamente
por las leyes de la República, en cuanto a su formación, prueba, validez y efecto.
Ley que rige los efectos del acto jurídico según los Tratados de Derechos Civil de
Montevideo de 1889 y de 1840
Los tratados de derecho civil de Montevideo de 1889 y de 1949 no contienen normas
específicas sobre la ley aplicable a los efectos del acto jurídico.
Ellos solo se refieren a los efectos de los contratos.
El tratado de 1889 alude al tema en los artículos 32 y 33. El tratado de 1940 lo hace en el
artículo 37.
Según ellos la ley aplicable a los efectos (y por supuesto a la formación salvo lo referente
a capacidad y formas) es la ley del lugar de ejecución.
Quizás también podrá deducirse que, siendo aplicable la ley del lugar de ejecución a los
efectos de los contratos, los actos más corrientes de la vida diaria, la misma ley debería
aplicarse a cualquier acto jurídico que no fuera contrato.

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Bibliografía

Básica

► Silva Alonso, R. (2011) Derecho Internacional Privado. Paraguay:


Editorial Intercontinental.
► Código Civil Paraguayo y sus Leyes Complementarias y Modificatorias.

Complementaria

► Ruiz Diaz, R. (2010) Derecho Internacional Privado. Asunción: Editorial


La Ley Paraguaya S.A.

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