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A todos en
algún momento nos puede ocurrir eso y el que se sienta identificado con esta oración que la rece y
se afiance en Cristo Jesús y en la Virgen María:
Señor Jesús: No te quiero como te mereces, ni siquiera sé si tengo ganas de quererte como te
mereces. Me aburro contigo y en tu Iglesia. Tal vez yo no tenga fe sino solamente costumbre de
creer. Tú que puedes abrir todas las puertas y soplar con fuerza sobre los cobardes para lanzarlos a
la aventura de la fe, haz que yo pueda creer, haz que yo pueda amar. Si tienes ganas de que crea
en Ti, regálame la fe. Si tienes deseos de que te ame, concédeme el amor. Yo te doy lo único que
tengo: mi debilidad, mi pobreza radical. Y esta ternura que me atormenta. Y esta desesperación. Y
esta vergüenza de no poder seguirte como Tú lo deseas. Despójame de mi egoísmo y muéstrate
victorioso como Señor de mi vida.