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Resumen Natalia Ricardo Sep. 21
Resumen Natalia Ricardo Sep. 21
Dentro del texto estudiado, es preciso identificar, cómo ante los males sociales o daños
públicos, lo que se hacía habitual era la limitación frente a las dimensiones en que se
estructuraba el mal cometido dentro de la sociedad; pues desde la mirada del autor,
tanto el agresor como su víctima, no eran protagonistas sino que se convertían
solamente en una parte de la sociedad vasca contemporánea, que en realidad era su
fuente de inspiración. Por lo cual, según él y el análisis de cada situación, la diferencia
que se daba entre todo acto, radicaba en que ni los males de naturaleza privada ni los
públicos, eran causados por unos pocos; pero sí sufridos por muchas personas. Lo que
significaba que estos últimos eran quienes colaboraban con aquellos daños mediante
su abstención, puesto que su posición de silencio, disimulo o cualquier otra permitía que
las situaciones deteriorantes se continuaran presentando. De ahí, que se llega a
mencionar en la lectura que era esta actitud el modo más abundante de comparecer y al
mismo tiempo, fomentar el mal.
Por consiguiente, queda claro que, dentro del desarrollo de esa sociedad las mismas
personas eran los agentes directos del sufrimiento injusto y por ello, figuraron como sus
pacientes, es decir, terminaban por ocupar un lugar de espectadores y desde ahí,
asumían una posición de conformismo e indiferencia ante los daños que contemplaban,
al punto de ser catalogados como unos cómplices de la arbitrariedad que se vivía.
Quedando claro así, que Arteta busca a través de los ocho capítulos expuestos en
este libro, reflexionar sobre el mal consentido; una reflexión que en todo momento
adopta un punto de vista moral, ya que, reivindica la necesidad de juzgar el mal
como antídoto ante la indiferencia. De manera que en el primer capítulo: “El mal
que nos hacemos”, se analiza el mal contemplado por un espectador al que el
autor interroga sobre su actitud ante lo que observa. Mientras que en el segundo
capítulo: “La figura del espectador cómplice”, el autor denuncia al espectador ya
que considera que, como sugiere Reyes MATE, lo justo no se ventila en clave de
diálogo, sino de denuncia, por lo tanto el espectador que no actúa frente al mal
ajeno siendo consciente de la maldad de la situación contemplada y a pesar de
rechazar toda responsabilidad directa ante ella minimizando su poder para hacerla
frente, se convierte en un espectador cómplice.
Este es un libro sugerente, que invita al lector a ver la realidad de una sociedad
contemporánea, desde una posición de reflexión; puesto que narra cómo las
personas pueden convertirse en unos espectadores silenciosos y así, pasar a ser
cómplices de injusticias sociales.
Por lo cual, es esta una lectura que invita a las personas a sufrir una
transformación progresiva; en la medida en que las hace descubrir que ser
espectadores silenciosos de las situaciones sociales, sólo los convierte en unos
cómplices de la historia donde se juzga su propia altura moral sobre la base de su
posición.
Por ello, ya dentro del campo laboral, se posesiona como una herramienta apta
para tratar de solucionar las crisis que se den en la empresa. Siempre que cada
trabajador asuma una actitud de espectador más activa, que le permita opinar y
dar soluciones positivas a las situaciones diarias que experimenta como un grupo
de trabajo.